Categoría: Iglesia
Serie:

Episodio #18: Tú y tus hijos en la iglesia

0
octubre 1, 2019

Tener hijos complica bastante el proceso de llegar a la iglesia, participar en la adoración, poner atención en la predicación, e incluso tener comunión con los hermanos. ¡Es una realidad de la vida! Pero, hay muchas cosas que los padres podemos hacer para verdaderamente priorizar la asistencia a la iglesia, y la adoración y aprendizaje ahí. ¡Únete a la conversación!

Transcripción:

¿Te has preguntado alguna vez – quizá un domingo en la mañana – si Dios se dio cuenta cuando inventó a la iglesia que las personas iban a tener hijos e iban a tener que llevar a esos niños a la iglesia, y que eso iba a complicar bastante todo lo que se trata de la iglesia?

No quiero ser exageradamente dramática, pero los pocos momentos en mi vida en que he dudado de que si realmente es necesario ir a la iglesia han sido cuando tenía tres hijos chiquitos, y casi siempre fueron los domingos en las mañanas. La verdad es que no es fácil.

En el episodio pasado hablamos con mi esposo Mateo sobre la iglesia y la familia. Ahí sentamos las bases para entender que bíblicamente no puede existir una familia cristiana viviendo en obediencia a Dios que no esté activamente asistiendo a y sirviendo en una iglesia local. La vida en comunidad que la iglesia local provee es vital para cada miembro de la familia.

Si recuerdas, Mateo nos decía que, aunque la tarea de la instrucción de los hijos recae sobre los padres, una parte esencial para poder cumplir esa tarea es que tengamos a nuestra familia en una iglesia sana. Esto también implica buscar que nuestros hijos sean discipulados e instruidos por otros, por hermanos de la iglesia, que participen en la adoración, que realmente sean parte de la iglesia.

También mencionamos que lo más importante es la actitud y la disposición de mi corazón como mamá. Yo puedo llevar a mis hijos a la iglesia cinco veces a la semana, pero si yo no amo la iglesia, si no valoro la iglesia genuinamente, ellos se van a dar cuenta. Mi frustración, mis quejas y mi desánimo comunican a mis hijos que realmente la iglesia no es algo tan bueno o edificante.

Entonces, considerando la gran importancia de la iglesia en la vida de la familia, consideraremos algunas cosas muy prácticas, porque ¿sabías que Satanás no quiere que vayas a la iglesia? Yo creo que sólo tenemos que pasar un domingo en la mañana intentando sacar a niños pequeños de la puerta de la casa para entender que Satanás no quiere que vayamos. Él hará todo lo posible para que no salgamos de esa puerta, no nos metamos a ese carro y no llevemos a esos niños a la iglesia. Él no quiere que tú ni ellos escuchen la Palabra, que adoren a Dios junto a los hermanos en Cristo. No quiere que tus hijos crezcan asistiendo a y amando la iglesia, aprendiendo de Dios, siendo discipulados. Satanás no quiere que valores lo que Dios valora. No quiere que te niegues a ti misma y a tus deseos de hacer otra cosa o hacer lo más fácil y quedarte en la casa.

Él quiere que tú uses cualquier cólico y cualquier moquito para excusar que te tienes que quedar en casa. Él quiere que malentiendas que el concepto del domingo como un día de descanso puede significar que tomemos un paseo familiar en lugar de ir a la iglesia. Él quiere que tus hijos crezcan sin Dios y sin Iglesia, y si no puede lograr eso por completo, Satanás quiere que tus hijos crezcan pensando que la iglesia es opcional, que es solo para cuando encaje bien en el horario familiar o cuando tengamos una crisis. Ahí hay que ir a la iglesia para pedir oración, porque Dios nos tiene que bendecir ya que fuimos a la iglesia.

Mami, cuando nos quedamos en casa sin que sea absolutamente necesario, colaboramos con Satanás. Debe ser la última opción, porque nosotras reconocemos el eterno valor de estar en la iglesia con nuestros hijos y porque amamos la iglesia. Si el enemigo no puede evitar que llegues físicamente a la iglesia con tus hijos, si ganamos esa batalla y priorizamos la asistencia a la iglesia, aun así no estamos fuera de peligro, porque Satanás va atacar otras áreas. Por ejemplo, él va a hacer todo lo posible para distraernos del verdadero propósito de estar ahí, nos va a distraer en la adoración, para que nuestros corazones no estén enfocados en Dios, nos va a distraer en la predicación para que la Palabra no pueda tener Su efecto, nos va a distraer en la comunión íntima con los hermanos para que no seamos edificados y unidos. Creo que hay muchas cosas que los padres permitimos o hacemos o no hacemos que realmente nos distraen y no contribuyen a esos propósitos de adoración y aprendizaje.

Entonces, vamos a pensar en la secuencia. De manera muy práctica, ¿qué sucede un fin de semana? Sé que las iglesias se reúnen normalmente en otras ocasiones durante la semana, pero quiero enfocarme en la reunión dominical donde todo el cuerpo de Cristo está reunido. Esa debe ser la prioridad número uno en cuanto a la vida en la iglesia.

Empecemos desde el sábado. Piensa un momento en esto, en lo que comunicamos a nuestros hijos. ¿Qué decimos la mayoría de las mamás? Yo aquí soy totalmente culpable. Digamos que hoy es martes, y son las 8:00 u 8:30 de la noche. ¿Qué dices? “Hijo, termina la tarea y ven a cenar. Tienes que acostarte temprano porque mañana hay escuela y tienes que estar bien descansado.” ¿Tú los ha dicho? Yo lo he dicho y está bien, es totalmente aceptable. Es verdad nuestros hijos necesitan estar descansados para que puedan concentrarse y estar atentos.

Entonces, te pregunto ¿qué tal el sábado? ¿Qué andan haciendo normalmente los sábados como familia? Cenando con unos amigos hasta la 1 a.m., viendo una película en el cine o en la casa, o en la piñata de una prima y llegan las 12:00 a.m.. Nosotros y los hijos nos acostamos muy tarde, entonces es muy difícil levantarse en la mañana. Luego decimos “Pobrecito mi hijo. Solo tiene el domingo para levantarse tarde. Por eso a veces no llegamos a la iglesia, por qué nuestros hijos necesitan descansar y el sábado tiene que entrenar su deporte”.

A lo que voy es que nuestras prioridades salen a la luz cuando consideramos estas cosas y cuando le decimos a nuestros hijos que se tienen que acostar temprano el martes o el miércoles para estar atentos el siguiente día en la escuela, pero no les decimos el sábado que necesitan acostarse temprano para que puedan estar atentos en la predicación. ¿Qué estamos comunicándoles con esto? Nuestra perspectiva del domingo y su importancia va a impactar nuestra perspectiva del sábado, especialmente el sábado en la noche. También podemos ahorrarnos mucho estrés, y el llegar tarde y perdernos el tiempo de adoración si el sábado en la noche preparamos algunas cosas.

Sé que esto es muy práctico, pero muchos no lo hacemos. Por ejemplo, planchar y preparar la ropa o buscar los zapatos perdidos que no se han usado desde el domingo pasado y quién sabe dónde quedaron. Si estamos buscando los zapatos de todos los niños a la hora que queremos salir de la casa, ¿qué va a suceder? Vamos a salir tarde. El sábado, yo como mamá puedo decidir qué vamos a desayunar mañana, qué necesito preparar. Si tengo bebés, es la pañalera con los pañales, las toallitas, el cambio de ropa, la botella de agua. Tú sabes lo que puedes hacer para preparar el sábado y así estar más tranquilos el domingo.

Mencionaré otras sugerencias más. Por ejemplo, el domingo en la mañana cuando estamos desayunando, podemos poner música de adoración para que todos estemos escuchando himnos que preparan nuestros corazones para edificar a nuestros hermanos y adorar a Dios. Asimismo, podemos cuidar de que las conversaciones en el carro de camino a la iglesia sean espirituales. Por ejemplo, papá o mamá podemos hacer preguntas y motivar a nuestros hijos a que estén pensando en temas espirituales. Si nuestros hijos saben leer y escribir, podemos asegurarnos de que lleven Biblia, libreta y pluma, hablar de cuál es la manera en que pueden poner atención y anotar o dibujar algunas cosas para ayudarles en su concentración.

Todo esto ayuda a que nuestros hijos formen un hábito de enfocarse en lo que es importante en la iglesia y no pensar en la iglesia como un lugar para entretenerse o comer galletas. (Bueno, si tu hijo tiene un año y medio y se emociona porque va a comer galletas, está bien. Eso es aceptable.) Mientras van creciendo nuestros hijos, queremos fomentar que valoren realmente porqué vamos a la iglesia. Vamos a aprender de Dios, conocer a Dios, adorar a  Dios por quién es y tener convivencia con nuestros hermanos en la fe. Esas son las cosas que nosotros queremos valorar y nuestros hijos también.

Ahora, hablemos de cuando llegamos a la iglesia. Yo sé que, dependiendo de la iglesia, hay una gran variedad de horarios y actividades, entonces no puedo hablar directamente a tu situación. Por ejemplo, yo no sé si formas parte de una iglesia grande que tiene más formalidad, con programas para niños y todo eso, pero sé que en la mayoría de nuestras iglesias en Latinoamérica no hay tanta formalidad, porque son iglesias pequeñas. En algunas iglesias primero llegamos directamente a la escuela dominical y en otras iglesias llegamos directo al tiempo de adoración.

Yo he notado que a veces es difícil que los padres prioricen llegar al tiempo de adoración. Si eso es lo primero, sienten que es opcional. “Con que lleguemos a la hora de la predicación, vamos bien”. Pero realmente ese tiempo de adoración es tan importante. Yo sé que, si no hay cuidado de niños en ese tiempo, puede ser una distracción para ti, pero yo te animo a verlo como un tiempo de entrenamiento para tus hijos, aunque estén muy pequeños, porque nuestros hijos necesitan ver a su papá y a su mamá adorando a Dios, levantando sus voces, sepan cantar o no. Eso es lo de menos. Pero que aprendan a cantar junto con los hermanos.

A mí me da mucha tristeza que hay papás que simplemente no quieren batallar para cuidar a sus niños en ese tiempo, porque no están quietos en la oración, no saben cantar y quieren andar corriendo. Yo te animo a que ejerzas esa instrucción y disciplina que Dios nos manda como padres. Lo que tú vas a cosechar por haber invertido en tener a tus hijos en la adoración, en el tiempo de oración, es que ellos pueden cerrar sus ojos y participar en una oración de confesión o de alabanza a Dios, que puedan y quieran cantar himnos a Dios. La letra de esos himnos se les puede quedar grabado y pueden servir de edificación y ayuda todos los años de su vida. Hay muchos himnos que yo memoricé de niña, simplemente por estar siempre ahí en la iglesia en el tiempo de adoración, que todavía vienen a mi mente después de no haberlos cantado nunca en una iglesia desde entonces. Todavía recuerdo la letra de esos himnos y es una gran bendición.

Entonces, sean pequeños o grandes tus hijos, necesitan participar en la adoración junto a su papá y a su mamá. Quizá vas a tener que pasar un tiempo de tú estar distraída para poder disciplinar y entrenar a tus hijos para que pongan atención. Yo te animo a que no dejes a tus hijos correr y caminar entre las filas de las sillas y los bancos, distrayendo a otros hermanos, sino que le enseñes a estar en tus brazos o parados a tu lado participando en la adoración y la oración, porque esto va a traer un beneficio. Es una inversión que estás haciendo para que tus hijos vean a sus hermanos en Cristo como co-adoradores de Dios, que entiendan que cuando yo voy a la iglesia, se trata de Dios. No se trata de mí, sino de adorar y aprender de Dios.

Llega la hora de terminar la adoración y es hora de que tus hijos pequeños o tus bebés vayan a la cuna o a la clase (si es que tu iglesia tiene este programa), pero quizá el tuyo no quiere ir o quizá tú eres la que no quiere dejar a su bebé con otras hermanas, pero todo esto es parte del entrenamiento de nuestros hijos y de nosotros mismos también. Si tú no confías en las hermanas de tu iglesia para cuidar a tu hijo, hay un gran problema. Esta es tu familia en Cristo. Dios te ha puesto en este cuerpo local.

Si hay necesidad en tu iglesia de que alguien ayude en este ministerio, quizá tú deberías de ofrecerte para ayudar a organizar ayuda, por ejemplo, una rotación para que las hermanas puedan estar en la predicación y algunos domingos estar apoyando con los niños. Revisa tu actitud. Si tú no quieres dejar a tus hijos con nadie más, creo que hay un problema de confianza, tanto en Dios como en tus hermanas en Cristo. Habemos mamás que somos muy controladoras y sobreprotectoras de nuestros hijos.

Quizá es tu hijo quien no quiere ir a clase o cuna, llora y no se quiere despegar de mamá. En este caso, te recordaría que Dios nos encomienda a los padres la tarea de la disciplina y la instrucción. Parte de ese entrenamiento es enseñar desde bebés a nuestros hijos que ellos no son el centro del mundo, que ellos a veces tienen que hacer cosas que no les gusta. Entonces, si mi hijo está demasiado apegado a mí, ese es un problema porque yo necesito poder dejarlo a veces con otra persona y que él entienda que está seguro con hermanas de la iglesia, que no le va a pasar nada. A veces esto implica aplicar disciplina, si el niño es un poco más grande, y si es un bebé, simplemente enseñarle que sí puede quedarse y no tiene que llorar.

¿Por qué es tan importante aprovechar el servicio de cunas y de clases de niños en tu iglesia? Todas sabemos que los bebés que hacen ruido en los cultos distraen del mensaje y rompen la concentración de los hermanos en la predicación. Es un simple hecho. Yo estoy de acuerdo que, si un padre realmente siente que su hijo debe estar en el culto, eso es su derecho. Pero si él va a hacer esa decisión, los padres tienen que estar dispuestos a entrenar a sus hijos para que estén quietos y no distraigan de la adoración, de la predicación de la Palabra. Porque, recuerden, ¿por qué vamos a la iglesia? ¿Cuál es el propósito? El propósito es que Dios sea exaltado y predicado, que su Palabra sea proclamada y que adoremos sin distracción. Entonces, esa es una decisión que cada padre y cada madre tiene que hacer.

Yo estoy de acuerdo que podemos enseñar a nuestros hijos a estar escuchando la predicación desde muy pequeños. A mí me encanta que las familias hagan eso. El problema viene cuando dejo que mi hijo decida que él no quiere estar en la clase, pero no estoy dispuesta a tener esa disciplina con él de que no puede distraer. Entonces, esta es una decisión que cada familia tiene que hacer. Tú necesitas decidir si vas a obligar a tu bebé o a tu hijo a estar en la clase, debes de ser constante con eso.

Esto es de edificación a nuestros hermanos. Es de ayuda porque así no distraemos durante la predicación, pero si yo decido que lo voy a tener conmigo tengo que decidir que lo voy a entrenar. Quizás un niño de entre 3 a 5 años puede aprender, claro que sí, pero esto va a implicar sacarlo, quizás incluso llevar la vara a la iglesia, y aplicar disciplina para que él aprenda que debe de estar sentado por respeto a la Palabra de Dios y a los demás hermanos en Cristo, pero esto no es algo fácil.

Les voy a contar una experiencia que tuve cuando mi hijo mayor solo tenía entre ocho y diez meses. Él se portaba muy bien. Yo tenía que tenerlo en el culto, porque no se ofrecían clases de niños más que en un culto a la semana. Los demás cultos del domingo en la tarde y entre semana, tenía que tenerlo ahí conmigo en el culto si quería ir. Lo bueno es que él era muy tranquilo. Con mi segunda hija pasó todo lo contrario. A ella sí tuve que disciplinarla, sacarla y disciplinarla constantemente y así enseñarla a estar quieta.

A mí no me gusta sentarme atrás porque me distraigo fácilmente, entonces yo me siento más o menos hacia adelante en la iglesia. En una ocasión, en una iglesia grandecita como de 200 a 250 personas, yo estaba sentada con mi Biblia abierta y mi hijo cargado sobre mi hombro, porque le gustaba estar parado. Él estaba bien quieto y yo poniendo toda la atención a la predicación y de repente siento como un movimiento detrás de mí. Entonces, volteo un poquito y voy viendo que todas las personas en las filas detrás de mí (estamos hablando probablemente como de 40 personas) están viendo a mi hijo y riéndose, porque al tenerlo cargado sobre mi hombro, él estaba riéndose y sonriendo con todos los hermanos que estaban sentados atrás.

Después me contó una amiga que él hacía contacto visual uno por uno, con cada hermano y se reía, entonces todos los hermanos se están riendo. Confieso que a todas las mamás nos encanta que nuestro bebé le caiga bien a la gente, que se reían con él, que él sea tan amable y amigable, y claro te da gusto que tu bebé sea tan feliz y haga feliz a otras personas. Pero Dios me trajo una convicción tan fuerte en ese momento, porque la predicación de la Palabra no es el momento para que mi hijo esté entreteniendo a los hermanos, y yo me sentí mal, porque yo se cuánto se distrae el pastor (mi esposo es pastor, es predicador).

El predicador se distrae cuando él ve que toda la gente está mirando para otro lado o está distraída. Aparte, para los corazones de esos hermanos, es tener que lidiar con esa distracción de un bebé lindo y sonriente. Yo sentí una convicción fuerte de que yo estaba siendo en ese momento de tropiezo para los hermanos, porque no se trata de mi hijo y no se trata de mí, sino se trata de que la Palabra de Dios está siendo predicada y mi hijo está distrayendo. Desde ese momento en adelante yo procuraba sentarme atrás, llevar cosas que no hacían ruido con las que mi hijo se podía entretener y dejar que sus sonrisas entretuvieran a la gente, antes o después del culto, pero no durante el culto. ¿Por qué? Porque Dios me hizo entender que no era apropiado distraer a los hermanos durante el culto y que esa era una manera en la que yo podía servir a mis hermanos en Cristo.

Mientras nuestros hijos vayan creciendo, podemos también animar su participación en la iglesia, su servicio, su atención a la predicación, su relación con otros hermanos. Nos debe de dar gusto si otros hermanos están discipulando e involucrándose en las vidas de nuestros hijos. Si nosotros como familia ayudamos con la limpieza, que nuestros hijos también aprendan a ayudar. Si hay oportunidad de servir en el ministerio de niños, nuestros hijos adolescentes pueden colaborar y pueden aprender a hacer eso.

Yo creo que deberíamos de buscar que el servicio que nuestros hijos aprendan a dar a la iglesia no siempre sea algo público, que sean cosas anónimas. También que aprendan a tener el gusto por servir a Dios, aunque no se les reconozca, que no lo hagan solamente por conseguir elogios. Podríamos hablar de muchos aspectos más de la vida en la iglesia, pero yo espero que estas cosas prácticas nos ayuden a pensar y a considerar si con nuestras acciones, como mamás y como papás, estamos comunicando a nuestros hijos y a otros hermanos que valoramos a nuestra iglesia, que la iglesia tiene una prioridad muy alta en nuestras vidas, que no es solo la asistencia a la iglesia, aunque sí es importante, sino que es también la misma adoración, la predicación, el aprendizaje y la comunión que tenemos con los hermanos.

Entonces, ¿por qué no evaluar esta semana la prioridad que tu familia da a la iglesia? ¿Cuáles son tus actitudes y qué comunicas a tus hijos? Si tus hijos están más grandes puedes platicar con ellos y evaluar sus reacciones y actitudes y quizás detectar áreas en las que puedes trabajar con ellos.

Quizá necesites acercarte a tus hijos y pedirles perdón por no haberles comunicado un mayor amor por la iglesia, por haber chismeado y criticado, por no haber hecho prioridad a la iglesia y, junto con ellos, determinar que vamos a priorizar la vida en la iglesia. Todos necesitamos crecer en estas áreas. Yo necesito crecer en esta área. Me es fácil distraerme con otras cosas. ¡Que todos seamos miembros activos y gozosos de nuestras iglesias locales!

Compartir:

Autor

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

Publicaciones relacionadas