Categoría: Enseñanza,Hijos

¡Auxilio! Mis hijos no dejan de pelear

May 10, 2020

por Corlette Sande

Tenía solo unos minutos al teléfono cuando mis hijos de edad preescolar empezaron una de sus peleas diarias de poder. Lloros, gritos y culpas resonaban por nuestra previamente silenciosa casa. Terminé rápidamente la conversación antes de dirigirme hacia la sala para fungir como réferi.

Cuando llegué me sorprendí de encontrarlos riendo y jugando juntos. Mi hija me miró y dijo orgullosamente: “¡Está todo bien, Mami! Hicimos las paces.” Estaba agradecida y más que sorprendida.

Actualmente estamos en un momento único en la historia, en donde la vida tal y como la conocemos ha estado dando vueltas hasta detenerse. Con las escuelas cerradas y las familias siendo animadas a quedarse en casa debido al COVID-19, las familias cristianas tendremos muchas oportunidades para discutir y estar en desacuerdo. También tendremos oportunidades para vivir como pacificadores.

Desde los primeros años de vida de nuestros hijos, mi esposo y yo les enseñamos, y buscamos modelar, principios para hacer las paces bíblicamente. Tomando aliento de las enseñanzas de Jesús en Mateo 18 y asimismo de las repetidas exhortaciones de Pablo de estar en paz (Rom. 12:18, 14:19, 2 Cor. 13:11, Ef. 4:3) tratamos de equipar a nuestros hijos para honrar a Dios en la manera en que resolvían sus inevitables conflictos.

Nuestros hijos tuvieron muchas oportunidades de practicar el hacer las paces con nosotros y entre ellos, lo cual ayudó a preservar las relaciones familiares, especialmente cuando atravesamos los años tumultuosos de la adolescencia. No siempre fue fácil. Tuvimos nuestros momentos de dolorosas discusiones, pero, por la gracia de Dios, también tuvimos muchas resoluciones pacíficas.

Respuestas al Conflicto

En nuestra familia, hablamos acerca de las maneras tanto dañinas como benéficas con las que la gente por lo general responde al conflicto. (Las explico en mi libro The Young Peacemaker [El Joven Pacificador].) Les enseñamos a nuestros hijos que cuando trataban de escapar de un conflicto, ya sea negando su contribución, culpando a otros o huyendo de una relación, el problema siempre empeoraba. Muy similar, cuando estaban a la ofensiva humillando a otros, involucrándose en chisme o en una pelea, esos dolorosos conflictos dañaban sus relaciones y los dejaban solos y aislados.

Sin embargo, cuando nuestros hijos optaban por practicar una respuesta de resolución de conflicto, sus relaciones se hacían más fuertes. Como padres, nuestra meta es ayudar a nuestros hijos a llegar a ser pacificadores competentes y llenos de gracia que puedan llegar a crear soluciones para sus propios conflictos. Queremos que cuando las riñas entre hermanos y las discusiones con los compañeros surjan, ellos tengan las herramientas necesarias para buscar la paz.

Tres Habilidades de Pacificación

Aquí hay tres habilidades para enseñar a tus hijos a poner en práctica cuando estén en conflicto con otros.

  1. Pasarlo por alto

La primera habilidad es que ellos aprendan a pasar por alto una ofensa (lee Prov. 12:16, 17:14, 19:11, Col. 3:13, 1 Pedro 4:8). En otras palabras, ellos pueden simplemente decidir perdonar un mal hecho en su contra y retirarse del conflicto aún y cuando la persona que los dañó no reconozca que hizo mal. Esto les permite continuar disfrutando esas relaciones sanas y en crecimiento porque escogieron no dejar que la ofensa se interpusiera entre ellos.

Cuando un hermano les arrebata un juguete o acapara la computadora portátil, un pacificador aprende a retirarse y se niega a estar amargado.

  1. Hablarlo

Si no pueden pasar por alto la ofensa, un conflicto también puede ser resuelto yendo directamente con la persona que los ofendió y juntos hablarlo (lee Mt. 18:15, Prov. 28:13, Gal. 6:1-3). Esta opción incluye sacar la viga de su propio ojo al confesar sus propios errores a aquellos que han ofendido. También incluye ayudar a otros de una forma respetuosa a entender cómo contribuyeron en el conflicto. La meta aquí es guardar y preservar relaciones por medio de la confesión humilde y un perdón genuino de ambos lados, y crecer juntos aún más.

Cuando un hermano lanza palabras crueles o se niega a cooperar en una tarea, un pacificador habla con él, describe el problema e invita a tener una lluvia de ideas de posibles soluciones.

  1. Pedir Ayuda

Hay ocasiones en las que ni pasar por alto la ofensa ni tratar de hablarlo juntos solucionan el problema. En esas ocasiones, los hijos tienen que estar dispuestos a pedir ayuda de consejeros confiables; consejeros que los van a guiar bíblicamente en vez de decirles lo que sus oídos quieren escuchar (lee Mt. 18:16-17, Fil. 4:2-3, Prov. 15:1, Ef. 4:29).

Como padres, nuestro primer instinto es correr a los conflictos de nuestros hijos con soluciones y consecuencias. En ciertas circunstancias, esto puede ser necesario. Pero para ayudar a nuestros hijos a ser pacificadores necesitamos enfocarnos en equiparlos para hacer el trabajo de resolver conflictos.

El primer paso que un padre debe seguir para ayudar a sus hijos en algún conflicto es asesorarlos para que sepan qué decir a alguien con quien estén en conflicto. Ayudamos a nuestros hijos a planear cómo volver a la otra persona para tener una conversación personal constructiva.

Si una conversación personal no funciona entonces probablemente es tiempo de un mediador. Tú u otro adulto puede juntar a ambas partes para ayudarles a tener una conversación respetuosa y encontrar una solución mutuamente agradable a su desacuerdo. Los mediadores ayudan a cada persona a escuchar más cuidadosamente y a tomar responsabilidad de sus propias decisiones y además sugerir opciones para resolver el conflicto.

Cuando asesorar y mediar fallan, un arbitraje puede ser requerido. Ambos lados explican su propia versión del conflicto a la persona en autoridad, quién a su vez decide qué es lo que se debe hacer. Se espera que los niños acepten lo que sea que el árbitro decida.

Aún si los padres terminan decidiendo quién se queda con el juguete o qué restitución hará el hermano que ofendió, es muy valioso llevar a nuestros hijos a las herramientas que ellos tienen a su disposición. Con la práctica, ellos se volverán más competentes para lograr la resolución.

Efecto generacional

Uno de mis más grandes gozos hoy en día es ver que mis hijos adultos empiezan a enseñar estos y otros principios pacificadores a sus propios hijos. Hace que todos esos años de enseñanza, práctica, tropiezos y de re-enseñar valgan la pena al escuchar a nuestros nietos confesar sus pecados unos a otros, perdonarse de la misma manera en que Cristo los perdona y empezar a jugar como si nada hubiera pasado.

Tú eres el ejemplo de más influencia en tus hijos. Al ellos verte modelar estos principios y al estarlos practicando una y otra vez en sus vidas diarias, ellos desarrollarán hábitos que traigan paz a tu hogar y que les permita experimentar la verdad de la maravillosa promesa de Jesús en Mateo 5:9, “Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

Este artículo fue publicado en The Gospel Coalition. Usado con permiso.

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Autor

  • Sirve como directora de relaciones ministeriales para RW360. Es autora de los currículos de “El Joven Pacificador” y “Pacificadores en Entrenamiento” los cuales son utilizados para enseñar resolución de conflictos a padres e hijos alrededor del mundo. Viaja frecuentemente con su esposo, Ken Sande, enriqueciendo sus enseñanzas con sus propias ideas y experiencia. Corlette encuentra un gran gozo en amar e interactuar con Ken, sus hijos y sus nietos en cada oportunidad que tiene y en adorar en la iglesia Comunidad Piedra Angular (Cornerstone Community Church) en Billings, Montana.

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