La pérdida de un ser querido, una enfermedad grave, o una experiencia traumática son cosas de las cuales quisiéramos poder salvar a nuestros hijos. No nos gusta verlos sufrir, pero el sufrimiento es parte de vivir en un mundo roto por el pecado. Padres sabios entenderán esto y prepararán a sus hijos con las verdades que necesitan para enfrentar el sufrimiento. Escucha este testimonio impactante.
Recursos:
Serie en audio: Persevera en las Dificultades de la Vida
Libros:
Confiando en Dios aunque la vida duela por Jerry Bridges
Bajo las Alas de Dios por John Piper
Transcripción:
Todos quisiéramos tener el poder de evitar el sufrimiento en las vidas de nuestros hijos. Nosotros sufrimos cuando ellos sufren, nosotros nos dolemos cuando ellos se duelen. Con gusto tomaríamos ese dolor y lo cargaríamos por ellos, pero si estamos dispuestos a vivir en la realidad sabemos que nuestros hijos van a tener que sufrir. Esto es parte de la vida en este mundo roto por el pecado. Existen realidades como enfermedad, dolor, y muerte, de las cuales nadie se puede escapar. Por esta razón creo que es importante que los padres aceptemos esta realidad y la incorporemos a nuestra crianza para poder preparar a nuestros hijos para sufrir. Obviamente nuestra propia respuesta al sufrimiento va a ser el modelo que más les va a impactar, así que nuestras palabras y nuestras acciones tienen que ser congruentes.
Para ayudarnos con este tema un poco difícil he invitado a una amiga muy querida a la cual he conocido por muchos años, creo que casi 20 años, desde antes que yo tuviera hijos y antes de que ella estuviera casada. Su familia fue para nosotros como nuestra familia cuando llegamos a México hace ya casi 18 años y por esa razón, también su experiencia y el testimonio que ella tiene es muy personal para nosotros. Quiero presentar a Berenice Montes, nosotros le decimos Bere, voy a dejar que ella se presente y nos cuente un poco sobre su familia.
Susi: Bienvenida Bere, gracias por acompañarnos.
Bere: Hola Susi, muchas gracias por la invitación. Es cierto, nos conocemos desde hace muchos años. Recuerdo cuando ustedes llegaron a México con Aarón, me parece que de 1 mes de nacido. y recuerdo también que disfrutaba mucho cuando tenía la oportunidad de cuidar a ese bebé tan encantador. Y ahora tú ya tienes 3 jóvenes en casa; la verdad es que ha pasado demasiado rápido el tiempo. Es para mí un privilegio poder estar aquí y compartir de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.
Como bien decías, mi nombre es Berenice Montes, soy esposa de pastor. Mi esposo se llama Luis Berlay, y desde hace 3 años él está pastoreando la Iglesia Bautista Genezaret. Es la iglesia en la que yo crecí en Guadalupe, Nuevo León. La iglesia tiene 42 años desde que se fundó. Mi papá fue quien estuvo pastoreando por casi 37 años. Mi esposo y yo nos conocimos en la Universidad Cristiana (UCLA) y por la gracia de Dios llevamos 15 años de casados y durante estos 15 años el Señor nos ha bendecido con 3 hijos varones: Timoteo es el mayor y ya tiene 14 años, Pablo tiene 9 y el pequeño Julio tiene 4 años de edad. Esa es nuestra familia.
Susi: ¡Y una familia muy bonita! ¿Puedes contarnos un poco tu testimonio sobre algunos eventos difíciles que el Señor permitió en la vida de tu familia en el año 2014?
Bere: Fue en octubre del 2014, mi hermana mayor Perla y yo queríamos celebrar el aniversario de mis papás pasando un fin de semana fuera de la ciudad. Queríamos que ellos disfrutaran de un buen tiempo porque siempre estaban muy ocupados en la iglesia. Así que planeamos este viaje de fin de semana, éramos una familia muy unida y siempre tratábamos de encontrar momentos para pasarla juntos. Dios nos dio la oportunidad de disfrutar mucho ese corto viaje. A mis papás les encantaba pasar tiempo con sus nietos como a todos los abuelitos y en esa ocasión yo llevaba a mi hijo Pablo, que tenía 3 años. Estábamos pasándola muy bien con buenas charlas, hablamos acerca de muchos temas y hubo tantas risas, recuerdo cada momento y lo atesoro en mi corazón.
Pero el 4 de octubre cuando ya estábamos de regreso, tuvimos un fuerte accidente en el que nuestro vehículo salió de la carretera. Comenzamos a dar varias vueltas sufriendo una volcadura; lo recuerdo como en cámara lenta. Solo pensaba en mi pequeño hijo de 3 años. En cuanto se detuvo la camioneta me di cuenta de que mi hijo estaba bien, si con algunos golpes y heridas, pero él estaba vivo. Lo que nunca nos imaginamos es que nuestros padres perderían la vida de forma instantánea. Los dos en cuestión de segundos ya no respondían, aquello fue como una pesadilla de la que yo quería despertar. No se suponía que así debería terminar nuestro viaje familiar y ese fue el comienzo de una nueva etapa en nuestra vida. Dios trajo un gran cambio a nuestra familia, a la iglesia y en todo nuestro entorno en general. Fueron algunos años de dolor, sufrimiento, confusión e incertidumbre, pero también un tiempo en el que hemos visto la mano poderosa de Dios obrar de maneras inexplicables. Hemos entendido su soberanía porque, aunque uno muchas veces escucha sobre este tema, no es hasta que lo experimentas que puedes disfrutar de esas ricas verdades que hay en su Palabra. La verdad es que estamos tan convencidos de que mis papás vivieron los años que Dios había determinado para ellos en esta tierra, así Él lo quiso y no hay nada ni nadie que pueda cambiar los planes que Él ha determinado hacer.
Susi: ¿Qué edad tenían tus hijos cuando perdieron a sus abuelitos? Obviamente Julio todavía no nacía, pero Timmy y Pablo ¿qué edad tenían?
Bere: Pablo estaba por cumplir sus 4 años en noviembre y Timmy acababa de cumplir 9 años. De hecho una semana antes mi mamá quiso festejarle con los compañeritos de la escuela y ella le preparó sus deliciosos tamales de queso.
Susi: ¡Oh! ¡Sí recuerdo esos tamales!
Bere: Solo tenía a Pablo y a Timmy porque Julio llegó un año después de que fallecieron mis padres. Aún en eso yo veo la soberanía de Dios porque mi hermana Perla, la mayor, estaba soltera. Ella se comprometió al año siguiente y en poco tiempo 2 miembros más se unieron a la familia, como siempre Dios proveyendo para sus hijos.
Susi: Pensando ahora como mamá—porque obviamente tú pasaste un tiempo de sufrimiento muy fuerte, tú y tus hermanas—pero cuando veías a tus hijos, teniendo ellos 4 y 9 años, ¿qué reacciones viste en ellos a este evento que te sorprendieron o quizás te causaron confusión?
Bere: Bueno, en el caso de Pablo, él era muy pequeño, pero él estuvo presente, él vio sin vida a sus abuelitos. De hecho él lo recuerda porque fue tan impactante, y son imágenes que quedan grabadas. Tal vez en ese momento él no entendía mucho, pero al paso del tiempo sé que él entiende que la muerte es real. En una ocasión recuerdo que estábamos en un funeral, poco tiempo después de lo que había pasado con mis papás. Pablo observaba atentamente un cuadro con la imagen de Jesús en la cruz y yo notaba que él prestaba atención en cada detalle y me dijo: “Mamá, Jesús también murió”. Pude explicarle de ese sacrificio de Cristo en la cruz que implicó su muerte y sé que fue más claro para él y mucho más significativo.
En el caso de Timmy, pues sí ha sido muy difícil porque yo lo vi a él hasta el siguiente día. Estuve internada toda esa noche y hasta la mañana siguiente él no sabía nada, solo que habíamos tenido un accidente. Me tocó tener que darle la noticia. Cuando él me vio, corrió a darme un abrazo y me dijo: “Mamá, ¡qué bueno que están bien!” y me preguntó: “Mis abuelitos, ¿dónde están?”.
Recuerdo que tomé una pausa, me sonreí con él, lo abracé y le dije: “Hijo, tus abuelitos están en el cielo”. Ese es otro momento que no se me olvida porque él me dijo: “No, no es cierto, mamá, no me digas eso, mamá no me digas eso”.
Yo lo dejé que llorará, lloramos juntos; imagínate el dolor que yo sentí en ese momento, creo que ese fue uno de los momentos más dolorosos para mi, ver a mi hijo llorar tan profundamente por la pérdida de sus amorosos abuelos. Yo sabía lo mucho que a él le estaba doliendo esta noticia porque ya no los volvería ver y sé que eso destrozaba su corazón. Para Timmy fue en realidad muy difícil, porque él convivió más con sus abuelitos. Él tenía muchas preguntas. Una de las cosas que le dije fue: “Timmy, tus abuelitos están en el lugar que ellos anhelaban estar, nosotros estamos aquí llorando, pero ellos se están gozando con Él Señor en su presencia”, y a partir de eso, él siempre preguntaba cómo era todo en el cielo, qué era lo que pasaba cuando la gente moría. Entonces hubo muchas oportunidades para platicar con él y explicarle que, aunque todos tenemos un fin terrenal, a los creyentes nos espera una eternidad con el Señor.
Susi: ¡Que bonito! Y viendo entonces quizá la confusión y el sufrimiento de ellos, ¿qué sentías tú en tu corazón, en tu mente? ¿Qué estabas pasando al ver que ellos sufrían?
Bere: Sí, el verlos sufrir a ellos era una de las cosas que más me causaban dolor. En varias ocasiones mi hijo Timoteo tomaba una foto de sus abuelos la abrazaba y lloraba. Él gritaba “¡Mis abuelitos! ¡Los extraño! ¡Los quiero ver!”, y obviamente cada vez que yo lo veía, no podía evitar las lágrimas. Él en particular tuvo varios episodios así, extrañaba todo, su voz, el aroma de sus abuelitos, su cariño, la comida de la abuelita y creo que hasta pronunciar las palabras “abuelito y abuelita”. Esos eran momentos difíciles para mí. Recuerdo en otra ocasión también, una de las tareas escolares de Pablo en la que yo tenía que ayudarle porque él debía de hacer un árbol genealógico. La primera vez me había tocado ayudarle a Timmy hacer una tarea así, pero esta vez era diferente porque los abuelos ya no estaban. Colocamos las fotos en el árbol genealógico y pusimos una cruz a un lado de cada foto. Esa fue una sensación muy extraña y le dije a Pablo: “Hijo, cuando te toque compartir en tu clase, tú vas a explicar lo que significan esas cruces y les vas a decir a tus compañeritos que tus abuelitos ahora están en el cielo con el Señor”. Son algunas cosas que me movieron mucho mis sentimientos.
Susi: A veces es más difícil ver a los hijos sufrir que cuando uno sufre y es fácil quizá incluso dudar de que sea mejor para ellos. ¿Debo dejar que lloren? ¿No debo dejar que lloren tanto? Ahora que lo piensas y estás mirando hacia atrás, esto fue hace 5 años, ¿qué crees que sí haya sido sano? ¿una manera sana de expresar su dolor, que quizá en un principio no estabas segura de eso?
Bere: Ellos amaban tanto a sus abuelitos, entonces claro que la pérdida causaba mucho dolor, y ese dolor se veía reflejado de diferente forma en cada uno. Timmy, él es muy sentimental y lloraba mucho pero también era una oportunidad para tomarnos el tiempo con él. Algunas veces yo simplemente lloraba a su lado y eso ayudaba, pero le recordaba también en cada momento que Dios es bueno, aunque esto nos causaba dolor. El dolor es inevitable en un mundo caído, de hecho, una expresión de dolor que yo tenía era de mucho impacto porque en muchas ocasiones mientras yo estaba en la cocina, me venían recuerdos y lloraba. Mi dolor se hacía evidente para ellos.
Al principio trataba de evitar que me vieran, pero aprendí lo bueno que puede ser que ellos también vean nuestro dolor como padres porque somos frágiles y ellos sabían que yo estaba sufriendo mucho. Timmy me veía y me abrazaba, pero también él podía observar en dónde yo me refugiaba. Yo sabía que la única forma de acallar mi alma que se lamentaba era hablándole verdad: escuchaba cantos, meditaba en la Palabra y ahora con tantos recursos que tenemos a la mano, gracias a Dios hubo muchas maneras en que yo pudiera empaparme de las verdades. Sé que mis hijos también pudieron ver cómo encontraba un gran consuelo y descanso cuando me anclaba en la verdad. Podían ver como recibía esa paz y fortaleza que solo se encuentra en el Señor. Me aferraba en esa roca firme y estoy segura de que ellos pudieron ver como la gracia de Dios se manifestaba en mi debilidad y que Él usa el sufrimiento para santificarnos y parecernos más a Él. Con el paso del tiempo creo que ellos han entendido mucho mejor lo que Dios hizo aquel 4 de octubre, pueden ver la obra de Dios desde otra perspectiva.
Susi: Es tan difícil ver a los hijos sufrir que a veces la tendencia que tenemos las mamás es distraer o evitar. He escuchado de casos donde padres no les han dicho la verdad a sus hijos acerca de algo y luego sus hijos saben mucho tiempo después que se les mintió. O quizás se le diga al niño: “Ya fue suficiente llorar”, “Ya no hay que llorar tanto”, no dejar que el niño haga su proceso de duelo.
Encontramos Salmos de lamento en la Biblia. El lamento no es malo, es parte, como tú dices, de vivir en un mundo roto. Yo creo que sí hay lugar para que nuestros hijos expresen su dolor y luego como tú dices, apuntarlos hacia las verdades que ya conocemos, pero que a veces no aplicamos. Entonces hablando de esas verdades o enseñanzas que en este caso pudiste aplicar en el momento del dolor, viendo que ellos habían sido instruidos antes de que esto pasara, ¿qué enseñanzas o verdades crees que, en especia tu hijo mayor, ya sabía antes de esta situación, y que tú pudiste ayudarle a aplicar? O quizás cosas que te hubiera gustado que supiera para ayudar a padres que quizá no han pasado todavía una situación así, pero quisieran poder preparar a sus hijos. ¿Hay algunas cosas que pudieras sugerirnos o compartirnos?
Bere: Para mí y mis hijos, el saber que tenemos un Dios que nos ama por sobre todas las cosas, entender que Él es fiel, que siempre está cuidando de sus hijos, y la verdad de que Él es soberano y controla cada circunstancia de nuestras vidas. Aunque ellos conocían de estas verdades, sé que después del 4 de octubre ahora pueden entenderlo mejor.
Algo que me hubiera gustado enseñarles o decirles es un poquito más acerca de las pruebas, porque sé que es un tema que no tocamos comúnmente con los hijos y creo que es muy importante que nuestros hijos sepan que, de este lado del cielo, el dolor y el sufrimiento son reales, pero que también son instrumentos que Dios usa para nuestro bien.
Como padres queremos evitarles el dolor, el sufrimiento, las dificultades, que no batallen, que no les cueste, pero la realidad es que por más que intentemos como padres protegerles, nosotros estamos limitados y no podremos evitarlo. Muchas veces ni siquiera vamos a estar ahí para rescatarlos, así que creo que como padres creyentes debemos recordarles a nuestros hijos que vendrán pruebas, que sufrirán dolor. Pero en medio de la dificultad podemos tener paz y confianza de que lo que pase aquí es temporal y pasajero, y que nos espera un lugar donde no habrá más llanto, ni tristeza, ni dolor y que será cuando estemos con Él por la eternidad.
Creo que hay mucho aprendizaje cuando en lugar de ocultar las dificultades o situaciones de crisis que enfrentamos como familia, alguna enfermedad o pérdida o cualquier otra circunstancia difícil que estemos atravesando, podemos usarlas como oportunidades para sentarnos con ellos y platicar. Porque si nosotros como padres estamos seguros que Dios controla todo y que Él es soberano, entonces esa situación que está pasando en nuestra familia, no está fuera del control de Dios y no escapa de su mano. Así que, sea lo que sea, podemos decirles que Él lo usará para bien. También, es en medio de esas situaciones que les enseñamos en quién debemos poner nuestra confianza, pueden ver quién es nuestra roca firme. Esa es la mejor forma de prepararlos, sabrán que Dios está obrando.
Susi: Yo creo que nuestras respuestas en las pruebas más pequeñas son las que preparan a nuestros hijos para enfrentar las pruebas grandes. Quizá tú puedas decir, bueno es que mi familia no está pasando pruebas fuertes, ¿qué voy a hacer? ¿sentarme con mi hijo y decirle: “Mira, posiblemente un día se muera tu abuelito.”? ¡No estamos hablando de eso! Preparemos a nuestros hijos para enfrentar dolor y pérdida. Como tú dices, el carácter de Dios es como nuestro programa de enseñanza para nuestros hijos, que el carácter de Dios sea como nuestro curriculum en la casa que estemos enseñando su carácter, su soberanía.
Yo recuerdo que justo antes del accidente que ustedes tuvieron, en la iglesia de nosotros, acabábamos de estudiar el libro de Jerry Bridges, que se llama “Confiando en Dios aunque la vida duela”. Recuerdo los puntos principales de ese libro, son: 1) Tú tienes un Dios amoroso; 2) Tú tienes un Dios sabio; 3) Tú tienes un Dios soberano. Si tú crees y conoces esos tres aspectos del carácter de Dios, esas verdades te llevan a través de cualquier prueba. Yo recuerdo esa noche, mi esposo tirado en el piso llorando, porque había fallecido su mentor. Tus padres eran como los abuelos de nuestros hijos. Yo recuerdo pensar: “Dios, estamos aprendiendo que tú eres bueno. ¡Este accidente no estuvo fuera de tu control! Entonces esas verdades tuvimos que comunicar a nuestros hijos. Obviamente nuestros hijos también se dolieron no de la misma manera que tus hijos, pero tengo un recuerdo muy presente de estar con mis dos hijos mayores que fueron los que más habían estado allegados a tus padres, estaban sentados en el funeral, ellos llorando. Yo decía: “Señor, no puedo quitarles este dolor, pero tampoco lo deseo porque quiero que este dolor los lleve hacia ti para que las verdades que acabamos de estudiar en la iglesia, les hagan ver que realmente son parte de lo que les va a sostener en esta vida”.
Bere, gracias por compartir tu testimonio personal y poder ayudarnos a aplicarlo a nuestros hijos. ¿Quieres decir alguna otra cosa para terminar?
Bere: Solamente recordarles a las hermanas que no tengan temor, que vean su debilidad y recuerden que cualquier dificultad que estén pasando, Dios la permite con un propósito. Pueden hacerle saber a sus hijos su dolor y orar con ellos en medio de la debilidad, así sabrán que solo el Señor puede traer fortaleza y cuando ellos vean a Dios obrar, Él y solo Él recibe toda la gloria.
Susi: Amén! Sé que no es fácil hablar de esto pero es una bendición ver como Dios ha fortalecido a tu familia y Él les ha enseñado mucho, Él esta obrando en la vida de tus hijos y le damos gracias por eso.
Bere: Gracias por la oportunidad de poder compartir este testimonio.
Susi: Gracias! Les animo a que consideren cómo están preparando a sus hijos para enfrentar las dificultades, estamos realmente enseñando y modelando una confianza plena en Dios dador de la vida y de la muerte.