Categoría: Disciplina

Episodio #53: Ley y gracia: ¿compatibles en la crianza? con Mateo Bixby

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September 23, 2020

Los padres cristianos sabemos que Dios ha dado su ley, y que su Palabra está llena de mandamientos. También conocemos la gracia de Dios y queremos extender esa gracia nuestros hijos. ¿Pueden existir y ser útiles ambas cosas en un hogar donde Dios es glorificado y los hijos están siendo discipulados? No te pierdas esta importante conversación en la que Mateo nos aclara varios puntos importantes sobre este tema.

Guía de estudio Capítulo 3: Ley

Guía de estudio Parte A

Preguntas de la guía de estudio:

Principio: Tus hijos necesitan la ley de Dios, pero no puedes pedirle a la ley que haga lo que solo la gracia puede hacer.

  1. Si alguien externo pudiera observar las últimas semanas de tu vida, específicamente cómo evalúas a tus hijos y cómo buscas obrar cambios en ellos, ¿a qué conclusión llegaría sobre cuál es la principal herramienta que utilizas? Toma unos momentos para revisar y responder. Si es posible, pídele a tu cónyuge que te ayude a evaluar.
  2. La ley que Dios dio en el Antiguo Testamento es parte de las escrituras inspiradas. Pero puede ser difícil entender qué función sigue teniendo la ley en nuestras vidas como personas que vivimos no bajo la ley sino bajo gracia (Rom. 6:14). Busca los siguientes pasajes y contesta las preguntas:

–¿Qué dijo Jesús sobre su relación con la ley en Mateo 5:17-18?

–Lee Gálatas 3:10-29. Según versículos 10 y 11, ¿es posible ser salvo por cumplir la ley? ¿Qué le sucede al que depende de las obras de la ley?

–Según v. 19, ¿por qué fue añadida la ley después de la promesa a Abraham?

–Según v. 21, ¿la ley puede dar vida?

–Según v. 24, ¿cuál es la función de la ley?

–¿Qué dice Pablo en Romanos 7:7 que la ley hizo para él?

–Basado en estos pasajes, ¿crees que la ley puede tener alguna función en la crianza? Si es así, ¿qué función sería?

–En grupo, compartan sugerencias de cómo se pueden utilizar reglas y límites para cumplir la misma función que Dios tenía cuando dio la ley.

  1. Según Jeremías 17:9, ¿qué condición fundamental sufres tú y tu hijo que hace necesario un cambio más allá de la simple conducta? ¿Qué impacto debe tener esto en la crianza?
  2. Cuando tu hijo hace algo indebido, ¿a qué atribuyes esa conducta? Piensa en situaciones específicas y evalúa tu respuesta interna a esa conducta.
  3. Tripp dice: “No es el pecado de nuestros hijos lo que estorba la buena crianza; es nuestra tendencia a hacer que la paternidad gire en torno a nuestro pequeño reino de deseos y necesidades, y nuestra tendencia a querer que nuestros hijos sirvan a los propósitos de nuestro reino en lugar de sujetarnos a los propósitos del reino de Dios”. ¿Puedes identificar propósitos y deseos que tienes como padre o madre que no se conforman con los del reino de Dios?
  4. Para cada una de estas respuestas comunes incorrectas que los padres tendemos a tener, identifica el problema fundamental y reemplaza la declaración o pregunta con una respuesta que predica y modela la gracia del evangelio de Cristo:
    –“¡No puedo creer que hayas hecho tal cosa!”
    –“Hago muchas cosas por ti, ¿y así es como me agradeces?”
    –“¡No te quieres imaginar lo que va a pasar si tengo que subir las escaleras una vez más!”
    –“¿Podrías callarte por favor para que yo pueda comer en paz?”
  5. ¿Qué quieres para tus hijos? ¿Quieres controlar su conducta para que no se porten mal en público? ¿O quieres mucho más? ¿Quieres hijos que vivan cada día como Dios desea, cuyos corazones sean gobernados por la alabanza a él? No puedes producir esa clase de hijos, así que es tiempo de dejar de intentar hacer en los corazones de tus hijos lo que solo Dios puede hacer. Junto con tu cónyuge, escribe una oración de entrega y dedicación al Señor, y pídele que derrame de su gracia y sabiduría para predicar y modelar el Evangelio de Cristo en tu hogar. Comparte tu oración con tu grupo y terminen su tiempo juntos en oración.

 

Transcripción:

Resumen

Hemos llegado al capítulo 3 del libro La Crianza de los Hijos, y como te habrás dado cuenta por la frase que escuchaste al comienzo del episodio, este capítulo habla sobre la le ley. Quiero recordarte, si estás siguiendo el estudio con nosotros utilizando el libro o la guía, que la secuencia recomendada es leer primero la porción del libro que corresponde, si es que decidiste comprar el libro, luego escuchar el episodio, y después de haberlo escuchado, entonces tomar un buen tiempo para contestar las preguntas de la guía. Podrías contestarlas junto a tu cónyuge, o llevar tus preguntas contestadas a la reunión de tu grupo si están haciendo el estudio juntos. Personalmente estoy orando fervientemente que la Palabra de Dios enseñada en este estudio lleve mucho fruto en muchos hogares.

Regresando a nuestro tema de hoy, esta palabra “ley” provoca muchas ideas en nuestras mentes, probablemente. El autor presenta varios escenarios en las primeras páginas del capítulo en los cuales los padres interactúan con la conducta de sus hijos de diferentes maneras. Pero en cada situación, están confiando en algo para hacer un cambio en sus hijos. De hecho, siempre es así para todos los padres. Cuando lidiamos con conducta, palabras y actitudes de nuestros hijos, cuando les hablamos sobre lo que deben y no deben hacer, siempre estamos actuando en base a la confianza. La gran pregunta es, ¿en qué confiamos para lograr transformación en la vida de nuestros hijos? Citando al autor, “la herramienta en la que has depositado tu confianza no solo será la herramienta que usarás cuando tu hijo necesite cambiar, sino que será el lente a través del cual evalúes a tus hijos”.

El simple hecho es que muchos de nosotros como padres estamos esperando que la ley haga una obra en nuestros hijos. Pensamos que las reglas y las regulaciones tienen poder, y las aplicamos e imponemos como si fuéramos dictadores. Y no entendemos qué pasó cuando nuestros hijos todavía quieren hacer lo malo, cuando no cambian, cuando tenemos que decir lo mismo 1000 veces. Nos enojamos, nos frustramos, ponemos más reglas, pero no funciona. ¿Qué está sucediendo? Estamos esperando algo de la ley que no fue diseñada para hacer. Si las reglas tuvieran poder para transformar a nuestros hijos, Jesús no hubiera tenido que morir por ellos. Es así de simple. La ley tiene su función, pero no tiene el poder de transformación.

¿Por qué existe la ley entonces? ¿Tiene algún uso hoy en día o es cosa del pasado? Hay muchos que dicen que debemos criar solo por gracia y sin ley. ¿Será cierto? Recordemos que la ley fue dada por Dios y tiene lugar en nuestras vidas hasta el día de hoy. ¿Qué función tiene? Nos imparte sabiduría para pecadores que no sabemos discernir el bien del mal. Dios usa la ley para proveerles a nuestros hijos la guía y la sabiduría que tanto necesitan.

La ley también provee la gracia de la convicción de pecado. La ceguera espiritual es peligrosa y mi hijo necesitan verse claramente porque no naturalmente va a creer que es pecador. La ley es una herramienta para que nos midamos contra el estándar de Dios y reconozcamos nuestra necesidad.

Pero la ley tiene una gran limitación, y aquí está la clave para que los padres utilicemos esta herramienta de manera correcta en nuestras vidas personales y en la crianza. La ley hace un muy buen trabajo para exponer el pecado de tu hijo, pero no tiene ningún poder para librarle de ese mismo pecado. No puede crear cambio. Si los padres queremos ser agentes de cambio en la vida de nuestros hijos, necesitamos más que la ley, las reglas.

Necesitamos la gracia. Sin la intervención de la gracia divina, nuestros hijos no serán quienes deberían de ser ni harán lo que deben hacer.  Si el pecado es el problema real de nosotros y nuestros hijos, la ley no tiene poder para vencer ese problema. Solo la gracia de Dios manifestada en Jesucristo tiene poder sobre el pecado. Así que, debemos buscar que todo lo que hagamos como padres sea para encaminar a nuestros hijos hacia la presencia y promesas de la gracia de Dios. Somos llamados a predicar y modelar el evangelio de la gracia de Cristo diariamente en nuestros hogares.

Conversación:

Susi: Creo que hoy estamos enfrentando un tema clave, no solo en la crianza, sino en nuestras vidas espirituales como padres: la ley y la gracia. Le pedí a mi esposo Mateo que me acompañara en esta conversación porque ¡creo que necesitamos un teólogo para este tema! Gracias, Mateo, por aceptar hablar de este tema un poco complicado. Dime, ¿la gracia y las reglas son incompatibles?

Mateo: Creo que esta es una idea bastante distorsionada de lo que es tanto la gracia como la ley de Dios. Creo que escuchamos frecuentemente personas decir cosas como, “mira aquí en nuestro hogar somos un hogar que creemos en la gracia. Aquí no tenemos reglas. Aquí nos enfocamos en el amor y en el corazón, no en el exterior”. Y eso nos parece muy atractivo. Incluso parece poder tener alguna base bíblica, pero realmente esta idea no viene de la palabra de Dios, sino viene de nuestra cultura. Podemos verlo en el énfasis de que cada quien pueda hacer lo que quiera, de seguir sus propios deseos, de que nadie te ponga límites, autoestima. Incluso en la crianza respetuosa, esta es una de las ideas básicas de ese estilo de creencias.

Ahora el problema es que frecuentemente esto hace lo que dice Judas versículo 4, convierte en libertinaje la gracia de Dios. Pablo mismo en Gálatas 5:13 dice que, ¡sí!, fuimos llamados a libertad en el versículo 1, y dice que estemos firmes en la libertad a la que hemos sido llamados, pero nos advierte en el versículo 13, que no usemos la libertad como ocasión para la carne, sino servirnos en amor los unos a los otros.

Muchas veces la idea común es que, la gracia significa que tratamos a todos con amabilidad, que nunca vamos a confrontar a alguien, nunca vamos a imponer reglas a alguien, no vamos a obligarles a hacer algo que ellos no desean hacer pensando en particular en nuestros hijos, pero esa no es la gracia. La gracia de Dios confronta el pecado, no nos deja donde estamos, sino que nos quiere ayudar a transformar. Dios no hace la vista gorda. Y la gracia no hace la vista gorda.

Si pensamos en el Nuevo Testamento, por ejemplo, hay 1648 verbos imperativos. Esos son mandamientos, 1648. Pensamos que eso de la Ley de los mandamientos es del Antiguo Testamento, pero no. Incluso en las 13 epístolas del apóstol Pablo hay 425 verbos imperativos. ¡Y Pablo es el apóstol de la gracia!

Pero es que no hay un conflicto directo y esencial entre ley o reglas y gracia. Ahora, sí tenemos que pensar en cómo funciona y, Pablo mismo dedica tiempo a hablar de esto. Nos dice, por ejemplo, en 1era de Timoteo 1:8, pero sabemos que la ley es buena si uno la usa legítimamente.

Susi: entonces, pues, ¿cuál sería el uso legítimo?

Mateo: Creo que hay principalmente tres usos legítimos de la ley. Primero, en ese mismo pasaje donde nos dice que debemos usar la ley legítimamente, el siguiente versículo dice que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, y luego sigue hablando un montón de tipos de pecados. Entonces, entendemos que la ley está dada para limitar el mal de las personas que no pueden controlarse, que son esclavas del pecado, y pone consecuencias. Entonces, es una limitación y pudiéramos decir incluso una protección, de protegernos de los extremos.

Susi: Como las leyes de una ciudad.

Mateo: ¡Si! Los límites de velocidad, por ejemplo, en las carreteras.

Susi: Que no puedes robar y qué te sucede si robas. Y te sucede algo peor si robas con arma, etc. Son para limitar la maldad.

Mateo: Exacto, pero no es suficiente porque la maldad está en nuestro corazón. Entonces la segunda función de la ley es exponer nuestra pecaminosidad. Nos dice el apóstol Pablo en Romanos 7:7-8; ¿Qué, pues, diremos, la ley es pecado, la ley es mala? Esa es la idea que muchos de nosotros tenemos el día de hoy, “ley mala”, ¿verdad? Luego dice que no, la ley es buena. La ley no es pecado de ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado, sino por la ley, porque tampoco conociera la codicia si la ley no dijera no codiciarás.

Entonces, la ley expone nuestro pecado, ¿verdad? Y la tercera función Pablo la aclara en el libro de Gálatas, donde nos dice en Gálatas 3:24, de manera que la ley ha sido nuestro ayo para llevarnos a Cristo a fin de que fuésemos justificados por la fe. Entonces, al exponer nuestro pecado, al ver que no podemos ser limitados por la ley, nos damos cuenta del mal tan grande que hay en nuestro interior, que nos hace sentir la necesidad de alguien más, algo que solucione nuestro problema real, que es el corazón. Entonces, nos damos cuenta que cambiarnos el corazón nunca ha sido una función de la regla o de la ley, según la palabra de Dios.

Susi: Pero esa misma ley, esas mismas reglas nos pueden hacer entender nuestra necesidad de algo más allá de la ley como tú dices. Entonces, con los niños, en mi casa, el estar dispuesta a poner reglas, significa que estoy dispuesta a obligar a mis hijos a enfrentarse con su condición real.

Mateo: Porque si nunca les imponemos alguna regla o nunca les obligamos a hacer cosas que ellos no quieren hacer, nunca se van a dar cuenta de cuán profundo es el problema que tienen, porque siempre hacen lo que quieren, siempre les damos lo que ellos quieren. Incluso cuando usamos ciertas estrategias para manipularles o distraerles, que es una de las tendencias en la crianza ahora mismo: “¡No! No vayas a disciplinar a tu hijo. Distrae a tu hijo con alguna otra opción, o usa tu mayor capacidad intelectual y emocional para manipularlo para cambiar sus deseos en lo que tú quieres que haga”. Pero realmente no estamos llegando al problema real que es su corazón. Estaba pensando en un ejemplo de esto, y esto pudiera o no reflejar la realidad de nuestro hogar, pero el uso de la tecnología y el Xbox. Vamos a decir, pasar demasiado tiempo en el Xbox no es sano para para ningún niño, ¿verdad?

Susi: Incluso el mundo reconoce eso.

Mateo: Entonces, ponemos límites. Quizás decimos: “mira, solo puedes jugar el Xbox una hora”.

Susi: Esa es una ley, es una regla.

Mateo: Sí, es una regla, es un límite para protegerle, para que no se vuelva adicto a eso y las consecuencias que pueda traer en su vida.

Susi: Es como una de las funciones de una regla, una ley.

Mateo: Y ¿qué sucede? Bueno, otra vez, ¡pudiera reflejar la realidad o no de nuestra casa!. Llegas 3 horas después y te das cuenta que tu hijo sigue jugando, aunque le habías dicho una hora. Entonces, hablas con él, y le recuerdas: “mira, te dijimos una hora”. El día siguiente pasa lo mismo. Entonces impones una consecuencia, puede ser algún tipo de castigo; vamos a decir que en este caso dices: “mira, mañana tú no puedes jugar Xbox”.

Susi: Como consecuencia de no haberte controlado y no haber obedecido.

Mateo: Porque no has acatado la regla, mañana no puedes jugar, perdiste tu tiempo. Y luego sales de compras y regresas y te das cuenta que cuando estuviste fuera, aprovechó el tiempo para jugar Xbox y pensó que no te darías cuenta, pero te das cuenta. Ok, en ese momento tenemos una oportunidad muy grande, y lo que estamos detectando es que, el Xbox es un ídolo muy, muy grande para nuestro hijo, a tal grado que está dispuesto a desobedecer. Está dispuesto a manipular, a esconderse, a hacer cosas que no debería de hacer. Aquí nosotros vemos su corazón y ahora tenemos la oportunidad de trabajar en su corazón para tratar con el problema real que es la idolatría que tiene por el videojuego.

Susi: Y el hecho de que se haya pasado su tiempo el primer día, pudo haber revelado un simple descuido, pues, una falta de poner demasiada atención. Pero el hecho de que lo haga cuando está totalmente prohibido eso revela otro nivel de idolatría en su corazón, porque hay niños que simplemente no vigilan el reloj. ¡Ah es que no me di cuenta que me pasé el tiempo!, bueno eso puede ser cierto o no…

Mateo: jaja una buena excusa…

Susi: …aunque sabemos que a veces no… Pero, el hecho de que lo haga abiertamente desobedeciendo ahora eso, como tú dices, nos da una oportunidad más grande de ver esa rebeldía en su corazón. Así que la solución que él necesita no necesariamente es más reglas. Quizá el necesita le quitemos el Xbox un tiempo indefinido porque ya sabemos que es un ídolo, pero va más allá de eso. Es una oportunidad de ayudarle a él a ver el control que esa cosa tiene (y no tiene que ser el Xbox, ¿verdad?, para cada niño es algo diferente), pero el control que tiene sobre su corazón como un ídolo está revelando su rebeldía. Entonces, tenemos la oportunidad de apuntarle a Cristo.

Mateo:  Y si solamente imponemos consecuencias, y solamente imponemos más reglas, no vamos a solucionar el problema, porque las consecuencias y las reglas no cambian el corazón. Es ahí donde tenemos que aplicar la gracia de Cristo y ayudarle a entender que, ¡sí!, necesitas ser una persona más disciplinada, necesita entender los efectos que puede traer demasiado Xbox o videojuego a su vida. Pero lo que necesita realmente ver es la importancia de Cristo y la hermosura de Cristo, cómo el Evangelio puede cambiarle, y ver que hay otras cosas de mayor significado a las que debe invertir su tiempo y su vida para vivir para la gloria de Dios, no para alcanzar el siguiente nivel del juego que esté jugando en este momento.

Susi: Entonces, pues, hablemos en la práctica, reglas en la casa. ¿Hay beneficios o qué beneficios tiene el establecer ciertas reglas en la casa?

Mateo: Pues, estaba haciendo una lista rápido hace un rato de cuáles son los beneficios de las reglas en el hogar y, déjame nada más leer lo que anoté.

Las reglas:

  • instruyen en el comportamiento bueno y malo para nuestros hijos
  • protegen a nuestros hijos de sus propios deseos e inmadurez
  • les ayudan a entender el principio de acción/consecuencia (que si hacen algo impone consecuencias o trae consecuencias a sus vidas)
  • les enseña el principio de sumisión (porque siempre vamos a estar bajo la autoridad de Dios, y también bajo la autoridad de otras personas no, en el trabajo, en el gobierno)
  • les ayuda a desarrollar disciplina en su propia vida (cuando nosotros les exigimos cierto comportamiento poco a poco eso va echando raíces en su vida, y ellos lo van a empezar a hacer por inercia propia)
  • expone su corazón malvado y entonces les obliga a reconocer su profunda necesidad de Cristo y del cambio que Cristo puede traer en sus vidas
  • les ayuda a madurar para una vida sin reglas

Mateo: Claro que nunca estaremos completamente sin reglas, pero van a llegar a ser adultos donde no habrá alguien diciéndole, “no juegues Xbox más de una hora al día”, ¿verdad?

Susi: ¡¿o a lo mejor la esposa?!

Mateo: ¿quizá sí verdad? jaja

Susi: ¡eso ya es otra cosa!

Pues, escuchando esta lista de beneficios, creo que cada padre y madre tiende probablemente hacia un extremo o el otro, hacia decir como tú dijiste al principio: “yo tengo un hogar de pura gracia, aquí no hay reglas”, o quizás podemos tener la tendencia opuesta y decir: “todo lo manejamos por reglas”, y hay un montón de reglas y ¡pobre del niño que se le olvide la regla número 125!, ¿verdad? Entonces, creo que hay un balance, el hecho de que sí debemos tener reglas, pero recordar que como esas reglas no tienen el poder para transformar el corazón, eso me limita mi uso de reglas. ¿Cómo podemos tener una cantidad razonable de reglas, y al mismo tiempo cuidarnos de ser extremos en el uso de reglas?

Mateo: Esta es una pregunta muy complicada, y va a variar dependiendo del hogar, de los hijos, y de los padres. Creo que identificar tu propia tendencia hacia cuál de los extremos es muy importante. En la Biblia misma vemos estos extremos. La mayoría de los hogares buenos judíos tenían un montón de reglas, tenían todos los mandamientos de la ley, pero algunos no guardaban esos mandamientos. Tenemos ejemplos, por ejemplo, de Elí el sacerdote con sus hijos Ofni y Finees. Nos dice la Biblia que Dios estaba airado con Elí porque él no había estorbado a sus hijos, en 1era de Samuel 3:13. Entonces, Dios tenía la expectativa de que él debía de estorbar a sus hijos. David mismo como padre, sabemos que no fue muy buen padre, y dice acerca de Adonías en 1era de Reyes 1:6, que David nunca lo había entristecido en todos sus días, o sea nunca le había dicho “no” a su hijo. Imagínate eso. Y, ¿qué pasó? Entonces, creció y se rebeló en contra de su padre al final.

Susi: Porque no fue entrenado desde un principio a obedecerle.

Mateo: No aprendió la sumisión, no aprendió a negarse a sus propios deseos, no vio su necesidad de Dios, no vio que la gracia de Dios y la voluntad de Dios es más importante que lo que yo quiero. Todo porque nunca tuvo un padre que le impuso ciertos límites, que tenía quizá reglas si queremos decirlo así, pero la verdad es que las reglas no lo son todo y es ahí donde tenemos que tener eso es nuestra mente. Las reglas son una oportunidad de instruir a nuestros hijos y ayudarles a madurar, pero especialmente una oportunidad para llegar a su corazón. Entonces, si yo puedo tener eso en mente, creo que me va a limitar, porque si yo creo que las reglas van a cambiar a mis hijos, voy a tener muchas reglas.

Susi: Voy a exagerar, y cada vez que sucede algo, mi respuesta va a ser: ¿qué regla puedo poner para que mis hijos ya no hagan esto? Y eso no funciona. Pienso en una mamá que tiene tres niños chiquitos que siempre se están peleando. Si ella cree que las reglas van a cambiar a sus hijos, ella va a poner muchas reglas acerca de cuánto tiempo le toca a cada niño el juguete. Porque como no pueden jugar juntos, pues cada una aparte. Y va a establecer regla tras regla tras regla. Ni ella misma se va poder acordar de lo que les dijo y cuánto tiempo.

Yo como mamá pienso cómo yo creo que Dios trata conmigo, porque al final tenemos que imitar la crianza, por decir, de Dios hacia nosotros. Dios no me pone regla tras regla a mí simplemente porque él cree que voy a cambiar con sus reglas. Primero, transforma mi corazón, y luego me pide que yo le obedezca, y entonces si podemos dirigir los corazones de nuestros hijos hacia entender su incapacidad de poder cumplir la ley, pero no aflojar la ley de Dios para que tengan que enfrentar su pecado.

Mateo: Eso es muy importante porque si no tenemos esa perspectiva, nuestros hijos van a caer en una de dos categorías: van a ser los hijos buenos o van a ser los hijos malos. Y los malos son los que no cumplen con las reglas, y los buenos son los que si cumplen con las reglas. El problema es que los buenos también son malos. Los que obedecen la ley, si Cristo no ha transformado su corazón puede ser que simplemente están obedeciendo las reglas porque encontraron que así la vida funciona mejor, consiguen lo que quieren, les gusta la imagen de niño bueno, y su corazón sigue siendo pervertido, corrupto, malo, depravado.

Entonces como padre, recordando que la regla no lo es todo, yo entiendo que aún el que obedece tiene un corazón que necesita el evangelio de la gracia de Dios, y el que desobedece también lo necesita. Ya no es niño bueno o niño malo, que va a crear más problemas en el hogar, sino es la gracia de Cristo que finalmente tiene que transformar su corazón. La regla es una herramienta, la ley es una herramienta hacia eso, y lo vemos en la Biblia, la progresión del plan de Dios. Primero, no había ley y era un caos. Leemos los primeros capítulos del libro de Génesis y era un caos.

Luego viene la ley, un montón de leyes, y ¿por qué? Porque el hombre era inmaduro. Y entonces, en este periodo de inmadurez, Dios impone el ayo de la ley para llevarnos a la madurez que llega cuando Cristo viene. Ahora que tenemos algo de madurez, no necesitamos todo el código de la ley de Moisés, pero no estamos sin ley, porque estamos bajo la ley de Cristo, como nos dice Pablo.

Santiago nos dice que tenemos que cumplir la ley real, que es amar a nuestros prójimos. Y eso entonces, ya es algo del corazón, que era imposible bajo solo la ley. Esa progresión, esa trayectoria es lo que necesitamos también en nuestro hogar cuando nuestros hijos son inmaduros, necesitamos un poquito más reglas. Sino ¿qué va a haber? ¡Caos! Pero conforme crecen va cambiando un poco el trato con ellos. Trabajamos más con su corazón, Dios transforma su corazón. Y ahora ellos obedecen lo que nosotros les decimos porque primeramente aman a Dios y también aman a sus padres y también aman a sus hermanos. Entonces, ya no son egoístas como antes eran.

Susi: Pensando en esa progresión, pienso en las cosas tan sencillas que tú y yo enfrentamos. Por ejemplo, nuestro primer hijo nació de esos “nobles” que desde que tenía un año le decían  “que noble”. Realmente no tuvimos que lidiar con rebeldía abierta en él por muchos años. Luego, nació la segunda y ella tenía una personalidad súper diferente. Y al principio, por lo menos personalmente, mi tendencia era pensar: ¡esta niña nació más mala! Pero ¡no es así! Al final concluimos que a veces con los hijos que hacen lo que piensan y no esconden nada, es más fácil tratar con su pecado. Así que, si tienes uno de esos hijos que obedece todo y es bien tranquilo, cuidado, porque como quiera pudieras estar criando a un rebelde que se cree justo por sus obras, y sabemos que por las obras de la ley no somos justificados. Ese es el peligro de criar niños que son muy obedientes a la ley, pero no han tenido sus corazones transformados.

Estaba pensando en el uso de reglas hacia la madurez. Creo que esto es algo que aprendemos sobre la marcha y me hubiera gustado quizás entender un poco hace 15 años. Por ejemplo, yo como niña, desde la edad que yo podía leer, nos sentaban en el sillón y leíamos nuestra Biblia y orábamos. ¡Quién sabe qué tan genuinamente lo hacíamos!, ¿verdad? Pero ese era el hábito. Cuando yo tenía 16 años, mi papá ya no me sentaba en el sillón a cierta hora del día, pero sí me preguntaba: ¿estás leyendo tu Biblia? ¿qué estás leyendo? Entonces, ahí sobre la marcha de los años, lo que empezó como una regla se desarrolló como un hábito sano. Creo que podemos ver eso, cómo estamos usando reglas o ley para entrenar a nuestros hijos. Dice que es nuestro “ayo”, ¿verdad?

Mateo: Es un tutor.

Susi: Entrenarles, no para hacerle sentirse como santos o como buenos obedecedores de la ley, sino a crecer hacia esa santidad que glorifica a Dios. Y obviamente en este proceso lo que más deseamos es que conozcan realmente a Cristo y que transforme ese corazón. Pero usar la ley en la casa, no estorba que Dios haga su obra de gracia en sus corazones. Algunas personas sienten eso.

Mateo: Y porque muchos han distorsionado la perspectiva de la gracia, la perspectiva bíblica de la gracia, y la perspectiva bíblica de ley, y al no entender, entonces ahora tenemos muchos problemas y nos lleva al efecto péndulo de reaccionar en contra de una distorsión y caer entonces en otra distorsión. Ese equilibrio, ese balance sí es sumamente importante para nuestra crianza sana y bíblica que puede llegar no solo a cambiar el exterior, pero llegará al corazón y cambiará el interior del joven o del niño, para que cuando madure sea un hombre, una mujer que ama a Dios y que le sirve, y que ama a otras personas y que sirve a otras personas. Y de esta manera refleja la imagen de Cristo. Eso es lo que todos queremos para nuestros hijos.

Susi: Si como padres no estamos viviendo en obediencia a Dios, experimentando esa gracia en nuestros corazones, va a ser muy difícil que lo estemos transmitiendo a nuestros hijos. Empieza con nosotros los padres también. De hecho, si pensamos en las escrituras, incluso desde el Antiguo Testamento, Dios expresó a su pueblo que lo que él deseaba no eran los sacrificios. Los sacrificios eran parte de esa ley, pero eso no era el punto. Dios siempre ha deseado ese quebrantamiento de corazón, que lleva hacia una obediencia que está basada en el deseo de glorificar al Dios que nos creó, que nos salvó, y que un día vamos a poder disfrutar con él para siempre.

Así que, como padres yo les animo, y me animo a mí misma, siempre tengo que recordarme está verdad, estar meditando y empapándonos de la gracia de Dios, y eso no significa que no leo los pasajes del Antiguo Testamento, pero siempre los interpretamos a la luz de esa gracia, esa gran historia donde Cristo se sacrificó por nosotros, extendió su gracia para que podamos tener transformados nuestros corazones, y de verdad, no solamente llegar a ser personas que cumplen la ley, sino personas que buscan a Dios de todo corazón. Y yo sé que eso es lo que yo quiero para mis hijos. Yo sé que eso es lo que tú deseas para tus hijos. Así que, vivamos la gracia en nuestros hogares y apuntemos a nuestros hijos hacia Cristo. Incluso cuando imponemos reglas.

Bueno se nos ha acabado el tiempo. Gracias Mateo porque siempre puedo contar con tu colaboración aquí en Crianza Reverente, no sería lo mismo sin ti. Y, pues, te recuerdo que en la publicación en nuestra página de este episodio está la guía de estudio, las preguntas que tú puedes usar para profundizar y te animo a que las repases con tu esposo, con tu esposa, con tu grupo de estudio para que podamos siempre estar profundizando más y permitiendo que el Espíritu Santo use su palabra para cambiar nuestros corazones. Que Dios te bendiga que esta semana.

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Autores

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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  • Nació y creció en España, de padres americanos misioneros. Estudió en Estados Unidos y está a punto de terminar su doctorado. Lleva casi 20 años viviendo en Guadalupe, Nuevo León, junto con su esposa Susan y sus tres hijos: Aarón, Ana y David. Es director de la Facultad de Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas y es pastor fundador de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, Nuevo León.

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