Categoría: Entrenamiento

Episodio #57: La urgente condición de los hijos

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October 21, 2020

Si supieras que tu hijo sufre de una enfermedad grave que requiere cirugía radical para curarlo, ¿te contentarías con solo tratar su dolor de cabeza con una pastilla? La Palabra de Dios claramente enseña que nuestros hijos sufren de una condición espiritual urgente: ¡están perdidos! Esta realidad debe dar forma a todo lo que hacemos en la crianza.

Guía de estudio Capítulo 7: Perdidos

Guía de estudio Parte A

Guía de estudio completa

Preguntas de la guía Capítulo 7: Perdidos

Principio: Como padre no solo estás lidiando con mal comportamiento, sin con una condición que causa el mal comportamiento.

  1. Según los movimientos populares de crianza hoy en día, ¿cuál es la naturaleza fundamental de los niños? Escribe algunas frases que has escuchado.
  2. ¿Qué dice Dios en cada uno de los siguientes versículos sobre la naturaleza fundamental de los niños?
    1. Isaías 53:6
    2. Salmo 51:5
    3. Romanos 7:18
  3. El principio central de este capítulo es: “Como padre no solo estás lidiando con mal comportamiento, sino con una condición que causa el mal comportamiento”. Abajo, escribe esta frase en tus propias palabras, utilizando tu propio nombre, el nombre de tu hijo, refiriéndote a alguna conducta específica, y la condición que descubriste en los versículos anteriores.
  4. ¿Qué dice Lucas 19:10 sobre la misión central de Jesús cuando vino a la tierra?
  5. Al evaluar tu crianza hasta este momento, específicamente tu manera de tratar con el comportamiento inapropiado de tu hijo, ¿tiendes a dirigirte más a la enfermedad (condición de perdido) de tu hijo, o a sus síntomas (conducta)? (Da ejemplos específicos; pide evaluación de tu cónyuge).
  6. Lee Lucas 15. Jesús cuenta tres parábolas y las tres tienen que ver con algo “perdido”. Contesta las siguientes preguntas sobre cada parábola.

Oveja perdida (v. 1-7)

  • ¿Qué tendencia tienen siempre las ovejas?
  • ¿A quién necesitan las ovejas? ¿Son capaces de rescatarse a sí mismas?
  • ¿Qué aprendemos acerca de nuestros hijos perdidos en esta parábola?
  • ¿Qué nos enseña a los padres que representamos al gran pastor en nuestros hogares?

Moneda perdida (v. 8-10)

  • El enfoque de esta parábola está en “el buscador” y no en “lo perdido”. ¿Qué aprendemos acerca de la actitud del Padre celestial y su interés en sus hijos perdidos?
  • ¿A qué nos llama esta parábola a los padres?

Hijo perdido (v. 11-32)

  • ¿Qué aprendemos de esta parábola sobre la susceptibilidad de nuestros hijos a la tentación?
  • Si vamos a imitar al padre de esta parábola, ¿qué cualidades de carácter necesitamos?
  1. Tripp dice que nuestros hijos creen dos grandes mentiras que atrapan su corazón y producen su conducta. Todos caemos en la trampa de estas mentiras, y necesitamos rescate. Para cada mentira, completa estos tres pasos:
    a) Busca uno o dos pasajes bíblicos que la ilustran.
    b) Piensa en una manera en que se manifiesta esta mentira en tu propia vida.
    c) Anota un ejemplo de cómo has visto esta mentira reflejada en tu hijo.

Mentira: “Soy autónoma: tengo el derecho de vivir mi vida como yo quiera”.

Mentira: “Soy autosuficiente: tengo todo lo necesario dentro de mí”.

  1. Los niños perdidos necesitan: Visión (de su propia condición), Compasión, Esperanza, Rescate, y Sabiduría. Los padres también necesitamos y recibimos estas cosas de nuestro Padre celestial. Evalúa cómo vas, o cómo van como matrimonio, en proveer de estas cosas a sus hijos. En grupo, compartan sugerencias y peticiones de oración específicas para crecer en estas áreas.

Transcripción:

Resumen:

Si recién te estás uniendo a nosotros aquí en Crianza Reverente, estamos en medio de un estudio basado en el libro “La Crianza de los Hijos” por el autor Paul Tripp. Si quieres, puedes simplemente escucharnos cada semana, o si quieres profundizar más, puedes ir a la página de Crianza Reverente, o buscarnos en las redes sociales, bajar la guía de estudio, y también puedes buscar el libro en tu librería local o en amazon.com. Para todos, quiero recordarles que este primer segmento de cada podcast de esta serie es un resumen del capítulo, no es material propio mío. Te lo comparto para recordarte del contenido esencial del capítulo y por si acaso no tienes acceso al libro.

Como escuchaste en la frase al comienzo del episodio, el principio sobre el cual está basado el capítulo 7 es uno fundamental y contracultural. Nuestros hijos manifiestan conducta todo el día, todos los días, al igual que nosotros. Las personas que vivimos en la misma casa con ellos tenemos que observar, aguantar, y soportar su conducta hora tras hora. No es de sorprenderse, entonces, que el deseo, el sueño, de muchos padres es que sus hijos simplemente se porten bien, aunque sea por una tarde o un día. Y esto hace que nos enfoquemos en la conducta. El comportamiento recibe toda nuestra atención porque parece tan urgente.

Pero realmente estamos lidiando como padres con algo muchísimo más importante que el comportamiento diario de nuestros hijos. Ellos sufren de una condición, desde el momento en que son concebidos, que tú y yo como padres también sufrimos. Cada bebé que nace sobre la faz de esta tierra nace “perdido”. Esta condición fundamental es la causa, la fuente, de toda su conducta. Es imposible servir correctamente como embajadores de Dios en nuestros hogares si no nos estamos enfocando en esa urgente condición y necesidad que ellos tienen.

Jesús dijo que vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Esta fue su misión, y nosotros los padres podemos imitar a Jesús al seguir con esta misión. Obviamente entendemos que no salvamos a nuestros hijos, pero somos instrumentos divinos en sus manos. Es como si uno de nuestros hijos tuviera un cáncer horrible en su cuerpo, y nosotros nos contentáramos solamente con tratar los síntomas. Claro que queremos que deje de sufrir síntomas, pero sabemos que lo que más necesita es que se le cure ese cáncer. Si no, morirá. Esta es la historia espiritual de nuestros hijos. Están perdidos. Esta es cosa seria.

El autor hace referencia a tres parábolas que Jesús contó en Lucas 15 que nos amplían bastante nuestra comprensión de lo que significa estar perdido. La parábola de la oveja perdida nos ilustra el hecho de que nosotros, y nuestros hijos, somos ovejas que tenemos la tendencia de descarriarnos, sin poder rescatarnos a nosotros mismos, y en necesidad urgente de un pastor que nos rescate.

La parábola de la moneda perdida se enfoca en ilustrar la actitud y disposición que Dios tiene hacia los perdidos, y que nosotros debemos imitar al buscar urgentemente que nuestros hijos entiendan su condición y acepten el rescate. La parábola del hijo perdido ilustra el gran peligro que nuestros hijos corren si se escuchan a sí mismos. Ellos son su más grande peligro. Y nosotros como padres debemos imitar esa compasión, paciencia, perdón y gracia que el padre de la parábola mostró.

Nuestros hijos se creen muchas mentiras, pero dos de las más grandes son la autonomía y la autosuficiencia. Cada día los padres nos enfrentamos a estas dos cosas operando en el corazón del hijo. Por esto, los niños necesitan estas 5 cosas: 1) Una visión clara de su verdadera condición. 2) Padres llenos de compasión que se lamentan con ellos y anhelan que sean encontrados. 3) Esperanza en el difícil proceso de reconocer su necesidad. 4) El rescate que pueden encontrar en la obra de Dios en su corazón por medio de Cristo. 5) Sabiduría para saber cuando decir no.

Así como Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, nos llama a amar y a ayudar en el rescate de nuestros hijos perdidos.

Podcast:

No sé si te habías dado cuenta, pero ¡ya vamos por la mitad de este estudio! Este episodio es el octavo de 15 que tendremos como parte del estudio de “La Crianza de los Hijos”, el libro por Paul Tripp. Quiero hacer algo un poco diferente aquí al principio de este episodio. Quisiera que tomáramos un respiro y miráramos hacia atrás un momento, como para orientarnos y afirmar nuestras pisadas un poco.

Si los conceptos enseñados en este libro son bastante nuevos para ti, es posible que en algún momento del estudio ya te has sentido abrumado. Aunque yo había leído anteriormente este libro, y llevo 18 años en el camino de la crianza, y he leído a lo largo de los años varios muy buenos libros que me han confrontado y ayudado, aun así he experimentado en algunos momentos de este estudio, un sentido de culpa por no haber siempre hecho las cosas bien. He sentido, como ya tengo 3 adolescentes, 2 en la universidad, de hecho, que ya es muy tarde. Si me equivoqué, ya no lo puedo corregir.

Si tienes hijos grandes como yo, incluso quizá adultos y fuera de la casa, es posible que hayas sentido algo parecido. O si eres papá o mamá de niños de edad de primaria, puedes sentir que cambiar de rumbo en tu crianza en este momento parece imposible. Ya llevas 7, 10, 12 años criando de la misma forma, aunque equivocada. ¿No vas a confundir a tus hijos si ahora cambias? ¿Cómo ellos van a responder? ¿Cómo es que uno como mamá o papá puede cambiar todo sobre la vida familiar diaria? Si tienes niños pequeños, se te puede hacer abrumador pensar en todo lo que tendrías que recordar y poner en práctica y te parece imposible poder hacerlo.

Consideremos todo esto un momento a la luz de lo que hemos aprendido hasta ahora. Pasemos nuestros sentimientos y emociones por el filtro de las verdades que hemos visto. ¿Tenemos una tarea y un llamado? ¡Sí! Probablemente el más significativo en nuestra vida en cuanto a las relaciones interpersonales. Somos llamados a ser embajadores de Dios sirviendo como instrumentos en sus manos.

Pero ¿qué hemos aprendido sobre la fuente de la fuerza y sabiduría para poder cumplir con ese llamado a largo plazo? En el capítulo 2 vimos que solo la gracia y el poder de Dios en nuestras vidas y nuestros hogares podrán lograr transformación en nuestros propios corazones y los de nuestros hijos. Ni las reglas astutas, ni los sistemas ingeniosos de manipulación, ni nuestra ira, ni nuestros ruegos emocionales lograrán la salvación y santificación de nuestros hijos. Somos padres incapaces llamados a una tarea a largo plazo para lograr un objetivo que es imposible que logremos en nuestras fuerzas. ¿Quién diseñó que la crianza fuera así? Todo esto Dios lo ha puesto en marcha porque sabe que lo mejor que nos puede pasar es que tengamos que depender 100% de Él. Cualquier cosa que nos lleva a depender de Dios, a admitir nuestra impotencia y nuestro pecado, es una gran bendición. Este es el camino a ser instrumentos útiles en las manos del Redentor.

Así que, si tú, como yo, has pasado por las aguas de desánimo y desilusión en tu crianza, si al hacer este estudio tus ojos están siendo abiertos a tu incapacidad y tu fracaso y no sabes qué hacer con esos sentimientos, ¡corre a Cristo hoy mismo! Acepta que el “sentirte bien acerca de ti mismo” no te va a proveer nada. Eso no es el punto. La confianza y el descanso en el Dios todopoderoso cambiará completamente tu perspectiva. Sí, el camino es largo, pero es así porque Dios lo ordenó así. Él ordenó que el matrimonio y la crianza fueran caminos largos y arduos, porque así nos llevan a Él.

La verdad presentada en el capítulo 7 del libro es otra que pudiera tumbarnos si no tenemos una perspectiva bíblica. Se llama “perdidos” y ya con ver el título podríamos decidir brincárnoslo. ¿Otra cosa negativa sobre mis hijos? ¿Otro capítulo lleno de malas noticias? Pero ¡no! Las malas noticias solo proveen el trasfondo negro sobre el cual brilla el diamante de las buenas nuevas. Comprender la condición fundamental de mi propio corazón y el de mis hijos es el paso necesario para llegar a la verdadera solución. Las malas noticias son necesarias para motivarnos a buscar la cura correcta.

Si el doctor no da un diagnóstico acertado y verdadero, no se buscará la cura correcta. Si un doctor por lástima manda a su paciente a casa escondiéndole la verdad de que tiene un cáncer mortal que requiere tratamiento radical e inmediato, se le quitará su derecho de ejercer su profesión porque es una falta total de ética y pone en peligro la vida del paciente.

De igual manera, si Dios no nos dice claramente nuestra condición y necesidad, y la de nuestros hijos, no es un Dios de amor. Es un Dios cruel. Hermanos, Dios no nos ha escondido nada sobre la urgente condición que nuestros hijos tienen, ni sobre la cura que Él quiere proveerles. ¡Nuestro problema y el de nuestros hijos es que no nos gusta escucharlo! Preferimos vivir en ignorancia. Lo he visto tantas veces en los ojos de mamás que no quieren aceptar la fuente de la conducta de sus hijos. De alguna manera la sociedad les ha convencido que su hijo es “especial” o “diferente” porque tiene mucha energía o es demasiado inteligente. Se ha convencido que hay un raudal de bien que quiere brotar del interior de su niño y revolucionar el mundo, y que ella solo tiene que dirigir esa personalidad fuerte de su hijo para que él controle su conducta y llegue a realizar todo su potencial. Tú, mamá o papá, te has creído la mentira de que disciplinar y limitar a tu hija, o decirle que es mala y pecadora, va a dañar su autoestima y quitar toda su autoconfianza, y ¡es que sin la autoconfianza nadie se esmera en esta vida! Así muchos pensamos hoy en día.

En este capítulo el autor habla de 2 mentiras grandes que los niños siempre van a creer, pero cuando lo estaba leyendo, pensé, “¡claro que los niños se las van a creer porque sus padres ya nos las creemos!”. Quiero que pensemos esto un momento. La primera mentira que Tripp dice que los niños constantemente se van a creer, y que los padres tenemos que estar conscientes de refutar, es la mentira de la autonomía. Esta mentira dice, “soy una persona independiente y tengo el derecho de vivir como yo quiera; mi vida me pertenece y puedo hacer lo que yo quiera con ella para ser feliz, así que nadie debe decirme lo que debo y no debo hacer”.

El impacto de creer esta mentira comienza desde día 1. Sé que es difícil y muy poco popular hoy en día creer que un bebé nace pecador, con un corazón perdido y rebelde. Pero, mamá, papá que están esperando su primer bebé, o tienen un bebé pequeño en la casa. O abuelita cristiana que estás escuchando y no quieres creer que tu angelito sea pecador. Te ruego que escuches y creas lo que el autor está enseñando en este capítulo. Desde el primer día de su vida, cada niño busca la autonomía. Cada niño tiene su personalidad diferente, y se manifestará esta cualidad de maneras variadas. Pero esta es una realidad que tú y yo tenemos que estar dispuestos a aceptar cada día: Yo busco autonomía, yo busco ser feliz a mi manera, yo evito tener que hacer lo que otros me digan. Mi hijo es igual. Y probablemente, si es pequeño, mi hijo es inconverso. No tiene al Espíritu Santo ayudándole como yo lo tengo. Dios le ha dado una consciencia del bien y del mal como a cada ser humano. Pero la condición perdida de su corazón corromperá esa consciencia a menos que yo fielmente la entrene día tras día con la Palabra, ejerciendo autoridad apropiada.

La autonomía que busca mi hijo le destruirá. Le llevará por el camino de perdición. Dios nos creó para ser dependientes, y aunque no puedo salvar a mis hijos, puedo modelar esa dependencia y entrenarle a buscarla también. Pero, aquí está la clave. Nadie busca dependencia hasta que reconozca su incapacidad y su rebeldía, y se humille y someta a Dios. Sumisión y humildad son la solución a esa autonomía destructiva. Desde que mi bebé se resiste al cambio de pañal, o a dormir a la hora que debe, o a dejar de meter los dedos en el contacto cuando es obvio que entiende que no debe, yo puedo entrenarle en reconocer su deseo de autonomía y comience a someterse.

Lo último que el mundo quiere es humillarse y aceptar que es pecador perdido. Ningún doctor o psicólogo inconverso quiere creerlo. Así que encuentran otras maneras de explicar lo que está sucediendo en la mente y el cuerpo de los niños. Pero, como hemos dicho antes aquí en Crianza Reverente, tenemos que preguntar cuál es la base sobre la cual las enseñanzas y los consejos que estamos escuchando están fundados. Si una bloguera o influencer, o un psicólogo o autor, o incluso un pediatra no parte de las mismas bases que el Creador y diseñador de nuestros hijos, no podemos confiar el 100% en lo que dicen. Dicen que el berrinche es resultado de falta de madurez del córtex. Dios dice que la ira sale de un corazón autónomo. Sí, ¡claro que su mente y cerebro están en formación! ¡Por eso Dios dice que necesitan la disciplina e instrucción del Señor! Piénsalo un momento. Dios sabía cómo sería el proceso de desarrollo físico y emocional de los niños, y ¿cuál es el plan que Él puso en marcha para que llegaran a la madurez de manera adecuada? ¡Padres que instruyen y disciplinan! Wow. No necesitamos toda esa información psicológica y científica para saber lo que está sucediendo con nuestros hijos. Con esto no quiero decir que no hay lugar para leer buena información y aprovecharla, pero ¿cuál es nuestra primordial fuente de información y qué consideramos como la autoridad?

Muy relacionada con esta mentira de la autonomía está la mentira de la autosuficiencia que menciona el autor. Cito al autor: “Esta mentira le dice a tu hijo que tiene todo lo necesario dentro de sí mismo para ser lo que necesita ser y para hacer lo que necesita hacer. No necesita tu ayuda, rescate, instrucción, sabiduría o corrección”. Por esto una bebé de 9 meses quiere agarrar la cuchara para comer sola, y un niño de 5 años dice que puede hacer su tarea solo aunque no sabe leer todavía, y un adolescente no quiere escuchar consejos y sugerencias. Tú y yo somos igual. No queremos que el esposo sugiera que podríamos mejorar en algo, o que el jefe nos dé una crítica constructiva. Más que crecer y madurar, queremos tener la razón y ser autosuficientes. Nuestros niños son exactamente iguales.

Pero la autosuficiencia de manera inherente rechaza ayuda y rescate. Nuestros hijos desesperadamente necesitan rescate de sí mismos. Los padres tenemos el privilegio de ser agentes de rescate, instrumentos que Dios quiere usar en su proceso divino de rescatar a nuestros hijos de su condición tan, tan seria.

Nuestros hijos necesitan que sus padres comprendamos primeramente en nuestras propias vidas esto: toda la conducta negativa que sale de mí (palabras, acciones, actitudes) sale de mi corazón perdido. Dios está haciendo la obra de rescate y yo necesito someterme a esa obra, y llevar a mis hijos hacia la sumisión y entrega a esa obra también. No nos engañemos, queridos hermanos padres de familia, maestros, pastores, tíos y abuelos. No somos tan diferentes a nuestros hijos. Corramos a Dios por el rescate que nos ofrece, y tengamos compasión y valentía para enfrentar la condición de nuestros hijos y ser agentes de su rescate. Termino con esta frase del capítulo 7 del libro: “La crianza no es una misión para controlar el comportamiento; es una misión para rescatar el corazón”.

Recuerda que puedes buscar la publicación de este episodio en nuestra página y ahí bajar la guía de estudio. Espero que te estés reuniendo con tu esposo, esposa o algún grupo de estudio para caminar por la crianza en comunidad. Que Dios bendiga tu tiempo de estudio esta semana.

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Autor

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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