Aunque los padres deseamos con todo el corazón ver a nuestros hijos madurar y crecer debidamente, la transición a su etapa de adultez no siempre es fácil. Cada hijo tiene capacidades diferentes para tomar decisiones, y personalidades diferentes que impactan cómo manejan las transiciones. Requerimos de sabiduría de lo alto, y Dios está más que dispuesto para dárnosla. Sin importar en qué etapa de la crianza te encuentres actualmente, ¡te va a servir esta franca conversación con Patricia de Saladín!
Recurso recomendado: Nunca dejas de ser padre por Jim Newhauser & Elyse Fitzpatrick
Transcripción:
¡Hola! Una vez más estamos aquí en Crianza Reverente, y ya llegamos al último episodio de la serie que hemos estado llevando desde el episodio #71 sobre un hogar cristiano equilibrado en cada etapa, desde el embarazo hasta la adolescencia, y ahora incluso hasta la etapa de “nido vacío”, como algunos la llaman. Obviamente yo no he pasado todavía como madre esta etapa porque tengo a mis tres hijos en mi hogar, pero para hablar de este tema, estoy muy contenta que puedo conversar con mi amiga y hermana en Cristo, Patricia de Saladín. Paty, muchas gracias por aceptar la invitación de estar aquí hoy con nosotros.
Paty: Hola, Susi, es un privilegio compartir contigo y sobre todo con este tema, y para poder ser de utilidad para otros.
Susi: A Paty la conocemos muchas de las que escuchamos este podcast; conocemos su voz porque ella participa en el ministerio de Aviva Nuestros Corazones. Agradecemos tu labor en este ministerio Paty. También Patricia es esposa de Eduardo y él es un pastor, lo ha sido por muchos años. Y creo que Patricia también participa en la enseñanza de mujeres en su iglesia. Y has criado a tres hijos y ya ellos dejaron el hogar hace tiempo. ¿Cuántos nietos tienes Patricia?
Paty: ¡Tenemos seis nietos! Mucha gente dice: “seis coronas”.
Susi: Y la mayor ya es adolescente ¿verdad?
Paty: Sí, la mayor es Paty que tiene dieciséis años.
Susi: Y todos viven más o menos cerca de ti, así que los disfrutas seguido.
Paty: Sí, tenemos ese privilegio todavía en estos países nuestros en Latinoamérica, que a veces son pequeños, entonces no hay tanta movilidad. Y por la gracia de Dios mis hijos viven cerca y he podido y puedo disfrutar de mis nietos.
Susi: Qué alegría, qué bendición. Pues creo que es importante decir desde un principio que la etapa de vida en la que nuestros hijos empiezan a dejar el hogar, que ya sean adultos, se ve muy diferente para cada familia. Así que hay situaciones muy variadas y obviamente ni Patricia ni yo podemos saber o entender tu situación específica, si nos estás escuchando. Pero comoquiera, pienso que puede ser muy valioso hablar del tema, porque realmente no es algo que se habla mucho.
Comentábamos con Patricia que no hay mucho material impreso para ayudar a los padres en esta etapa, así que esta es una etapa real de la vida, la de nido vacío, y queremos hablar de eso. Y quisiera que comenzáramos desde justo cuando va a comenzar esta etapa, porque frecuentemente cuando un joven está haciendo la transición de la adolescencia mayor a la etapa de adulto, él o ella y sus padres tienen perspectivas muy diferentes sobre cuánta autoridad deben seguir ejerciendo los padres en su vida. Entonces Patricia, ¿cómo podemos los padres tener una perspectiva correcta de nuestro rol en la vida de nuestros hijos cuando están llegando a la mayoría de edad y viendo la posibilidad de dejar el hogar?
Paty: Susi, que bueno que comenzaste aclarando que cada hogar es diferente y que cada situación es diferente y que aquí tenemos principios, pero no, nada de lo que, por ejemplo, yo puedo compartir, que quizás es una experiencia personal, es que encaja perfectamente. No, simplemente Dios nos concede que cada hogar es una unidad independiente con Cristo, si son creyentes, como su cabeza; y el de papá, el esposo, como la autoridad; y se van a manejar las situaciones de manera distinta.
Pero en esa pregunta que tú me haces, yo creo que la respuesta es la respuesta que le damos a muchas otras preguntas que nos hacemos como creyentes. Es: “¿De dónde va a venir mi autoridad? ¿De dónde va a venir lo que yo creo?”. Bueno, como creyentes sabemos que la Biblia es suficiente y si la Biblia es suficiente tiene que tener principios claros o por lo menos tenemos que buscar esos principios, porque tiene principios muy claros para la crianza. El punto es, y tiene muchos ejemplos de familias y tiene inclusive un libro entero que es el libro de Proverbios, dedicado a un padre instruyendo a su hijo y en muchos casos un hijo adulto.
Entonces como padres nuestra labor en esta etapa donde ya la crianza de niños pequeños se ha ido dejando atrás, es buscar: “¿Qué dice Dios en su palabra? ¿Cuáles son los principios de Dios sobre la crianza en relación a esos hijos adultos?”. Porque es importante entender que hay cosas en la Biblia que son temporales, roles que jugamos que son temporales, y definitivamente la crianza es uno. La crianza como la conocemos de: “Instruye al niño en su camino”, o “que te levantes por la mañana, al acostarte, al levantarte, que le pongas esa Palabra, que lo rodees de esa Palabra”, ese tiempo es temporal. Donde tú ejerces esa autoridad prácticamente total sobre esos niños, es una temporada que tiene un fin, y como adultos, como padres e hijos, nosotros adultos y ellos adultos, tenemos que saber que esa autoridad está limitada por un tiempo. Creo que ahí hay una clave, nosotros tenemos que poder con la escritura discernir hasta donde Dios dice que es esa autoridad, sabiendo que es su diseño. Porque Dios dice: “El hombre dejará a su padre y a su madre”, o sea ese mandato está desde las páginas del Genesis. Está establecido que los hijos se van y que los hijos forman sus propios hogares. El punto es: ¿Hasta dónde? ¿Dónde llega mi autoridad? ¿Cómo sigue esa autoridad? Si es que sigue, luego que esos hijos son adultos, y ¿cómo manejarlos ahí?
Susi: Sí, yo lo veo con mis hijos. Bueno yo tengo un hijo de dieciocho años, casi diecinueve, y pues en el mundo se considera que él ya es adulto. Él vive en mi casa y mi relación con él está cambiando y hay una tensión ahí. Hay veces cuando quiero decirle: “No hagas” y “haz”, y es mejor que yo le pregunte qué cree él que es mejor o si ha considerado algo que quizás no ha considerado; y es más conversación y menos orden. Obviamente eso ya se ha venido haciendo esa transición en su adolescencia; pero la verdad es que es difícil, aún con mi hijo aquí en la casa, que sí implica una autoridad que todavía tengo sobre él, pero ha sido una etapa en la que tengo que pedirle mucha sabiduría al Señor.
El peligro que yo veo, personalmente, es que yo pueda frustrar a mi hijo. Puedo hacerle sentir menos adulto de lo que es, y creo que muchas veces los muchachos de esta edad toman más responsabilidad personal cuando nosotros se la damos, cuando les tratamos como adultos en nuestras conversaciones, pero es realmente un asunto que requiere mucha oración, pedir sabiduría al Señor porque cada hijo es diferente.
Paty: Así es, mucha sabiduría, porque es un ejemplo muy negativo para nuestros hijos y sobre todo que tú ponías el ejemplo de tu hijo varón, tener una mamá controladora, tener una mamá que todo el tiempo está dando órdenes. Porque como tú mencionabas, en la medida que los hijos van creciendo, ese control diario, ese control de cosas pequeñas tiene que ir disminuyendo. Para nosotras inclusive, ver mientras están bajo nuestro techo, ver como ellos toman decisiones, o sea es como cuando tú lo dejas hacer cosas y tú estás ahí observando, ¿verdad?
Pero lo ideal es que cada vez haya más libertad, dentro de parámetros establecidos, reglas que cada casa tiene, porque cada hogar es diferente y esos principios se van a aplicar de manera diferente. Pero en la medida que ellos se hacen adultos, es, como tú dices, irle preguntando: ¿Tú qué opinas? ¿Qué tu harías? Claro, mientras estén bajo nuestro techo y nosotros tengamos toda su manutención y todo eso sobre nosotros, nosotros somos autoridad; pero aun así no podemos obligarlos a hacer nuestra voluntad, aunque muchas veces nosotros pensamos: “Tengo razón”, “Él está equivocado”. Porque un gobierno dictatorial no va a engendrar en ellos ese amor y ese respeto que nosotros queremos conseguir.
Susi: Yo pienso en la palabra “discipulado”, que usamos mucho aquí en el podcast para describir lo que dice Efesios 6, cuando dice que hay que criarlos en la disciplina y amonestación o instrucción del Señor. Me gusta describirlo como discipulado y para esta etapa de la vida, básicamente existe el discipulado, ya casi no existe la disciplina. Ya hemos llegado a la etapa de puro discipulado prácticamente. Pensando en que mi hijo pronto pudiera irse de casa, yo quiero que ese discipulado continúe después, obviamente de una manera diferente, pero yo quiero que esa influencia continúe, entonces tengo que cuidar mi actitud hacia él.
Las mamás somos super buenas para controlar y tenemos que ir soltando eso para que él empiece a hacer sus decisiones pero que yo pueda continuar con esa relación de influencia, de discipulado, y no es fácil. Creo que es una buena oportunidad para las mamás, y los padres, humillarnos y empezar a orar más, que el Señor obre en nosotros y también en ellos, y a soltar muchas cosas que nos cuesta soltar.
Y pensando en eso, ¿cuáles crees que son algunos otros errores comunes que cometen los padres? Quizás ya que los hijos dejaron el hogar, ya que estás en esa etapa del nido vacío, ¿cuáles son algunos de los errores más comunes que luego complican la relación que podemos tener con nuestros hijos adultos?
Paty: Bueno, el del control yo diría que es de los primeros. Yo preparándome y buscando material para esta entrevista, para ver si había material escrito sobre este tema, yo te decía antes de comenzar la entrevista que te daba gracias porque creo que Dios quería que yo revisara cosas y que le pidiera perdón al Señor. Porque fíjate lo que pasa: nosotras venimos, dependiendo también de cada personalidad, de tomar decisiones para estos hijos, para el hogar: “donde vas, donde no vas, con quien no te juntas”. Entonces ahora hay un proceso en el que esas órdenes tienen que cesar; en algún punto debieran ir cesando gradualmente. Pero es que hay algo, en las mamás, sobre todo, que nos sentimos como con ese derecho, y a nadie le gusta.
Si tú eres parte de un equipo, a nadie le gusta que te digan: “mira, llegó tu momento de sentarte en el banco, ahora tú vas a observar y quizás se te va a permitir que tú des alguno que otro consejo para la jugada”. Era como una mamá me decía en estos días, que su hija se casó y que ella quería que su hija y el esposo fueran a una actividad, y el esposo tenía un plan. Y la mamá le decía a su hija: “Pero porqué tú no le sugieres tal cosa”, y “porqué tú no le dices tal cosa”, y yo le decía: “No, es que simplemente vamos a aceptar la decisión”.
Escojamos en qué cosa nosotros queremos que escuchen nuestra voz, porque si no nos piden consejo, muchas veces realmente lo que tenemos es que guardar silencio. Es discernir, es pedirle a Dios sabiduría, saber que ellos son adultos, saber que ellos están formando su propio espacio, su propia familia; y que, así como nosotros tuvimos la oportunidad de equivocarnos, ellos van a tener también equivocaciones.
Hay algo en nosotras que queremos como si fuera evitarle todo lo malo, todo lo que nosotros entendemos que es un tropiezo, todo lo que nosotros pensamos que no les va a hacer bien. Pero llegó el momento de estar ahí para servirles, para amarlos, para cuando nos necesitan con muchísimo gusto. “¿Te puedo dejar lo niños?” “¡Claro que sí!” “¿Te puedo pedir consejo sobre esto?” “¡Claro que sí!” Pero no ser opinadoras, porque llegará el momento en que, como mamá en este caso, podemos estar aun compitiendo con la autoridad que Dios quiere establecer en ese hogar, y ahora es la autoridad de un esposo sobre esa esposa y sobre esos hijos.
Entonces, no es sencillo, Susi, no es sencillo, pero tenemos que pedirle a Dios gracia y sabiduría y que nos permita ahora enfocarnos en otras cosas, porque es como que el nido vacío no está tan vacío porque somos dos. Ahora tenemos que reenfocar nuestras actividades; y te lo digo con conocimiento de causa. Yo teniendo a mis hijos cerca, mucha parte de mi día yo lo paso pensando en mis hijos. Me doy cuenta de que yo pienso: “¿En qué estará ésta?”, “¿En qué estará aquella?” A veces le escribo una notita por WhatsApp. Entonces, en ese sentido es como: “Señor ayúdame a saber que este va a ir creciendo por su lado y yo tengo que seguir con mi esposo”.
Si todavía estamos juntos, si Dios nos ha permitido en esta etapa de la vida estar juntos, desarrollar esta etapa como Dios quiere que la desarrollemos, como una relación. Y aun si la relación se ha deteriorado, este es un momento para cultivarla como esposos y para hacer cosas en común. Tenemos una libertad que no teníamos, pero Dios tiene que darnos claridad, porque es fácil confundirse, muy fácil.
Susi: Creo que a veces la etapa en que los hijos ya se fueron de la casa revela un ídolo del corazón que tenemos las mamás, incluso los padres lo pueden tener, y eso es que la identidad nuestra estaba en nuestros hijos. Cuando se van de la casa queremos como si fuera retener eso. Yo lo he observado, porque todavía no lo he vivido, pero veo tendencias en mi propio corazón que sé que tengo que cuidar mucho eso. He visto, por ejemplo, abuelitas regañando en público a sus hijos por la forma en que están criando a sus nietos. Pero la motivación no es la vida espiritual de esos niños en ese momento, la motivación es la identidad de la abuelita. Ella está viendo que refleja mal sobre ella la forma en que sus hijos los están criando, entonces es el orgullo de ella, es ese ídolo.
O quizás, como tú decías, yo como mamá puedo pensar que mis hijos adultos deben participar en tal cosa, deben ser así, deben ser asá, entonces lo que yo estoy diciendo es que: “Bueno, si yo fui buena mamá, si yo crie bien a mis hijos, deberían de ser adultos así”.
Tengo en mi mente ese perfil ideal de lo que deben ser mis hijos, y quizá veo que hermanos de la iglesia ven que no llegan a todos los cultos o ven que, no sé, que toman muchas vacaciones o quién sabe cualquier cosa que yo veo que no hacen o hacen, pero mi preocupación no es su vida espiritual. Más que nada es mi reputación. Entonces, yo creo que las abuelitas, los abuelitos o simplemente los padres cuyos hijos ya se han casado y formado su propio hogar, tenemos que tener mucho cuidado de no tratar de encajar a nuestros hijos en un perfil de hijo adulto ideal, sino, pues, aceptar donde están. Sí, dar consejo cuando se pide o cuando hay oportunidad, pero examinar nuestros propios corazones, ¿no?, por esos ídolos, porque cada etapa tiene sus ídolos y esta etapa no está exenta a eso.
Paty: Y tú mencionabas que muchas veces es por la opinión de los demás, pero muchas veces, Susi, yo me he encontrado a mí misma con expectativas no realistas de lo que es una familia en un mundo caído. O sea, yo quisiera la realidad del Salmo: “todos mis hijos alrededor de mi mesa como plantas de olivo”. Y cuando Eduardo me dice: “Paty, pero es que tú quieres todo el tiempo tenerlos juntos y a veces eso no es posible, no se puede”. Y yo: “Pero mira lo que la Biblia dice que están como plantas de olivo alrededor de su mesa, tú no me puedes negar eso que yo anhelo”. Y él me dice: “No, no es que yo te lo niego”.
Y yo entiendo, y Dios me muestra que él tiene razón, porque aún las familias que aparecen en las páginas de las escrituras te dicen que no hay familias ideales. Nosotros podemos tener hijos piadosos, hijos creyentes, quizás todo. Gloria a Dios que él Señor ha tenido esa misericordia, si ese es tu caso, si ese es mi caso o el de alguien que nos está escuchando. Pero aun si tú tienes hijos difíciles, esa es en la soberanía de Dios, eso es lo que Dios ha traído a tú vida, porque ese es el plan de Él ahora mismo, para ese hijo o para esos hijos y para ti.
Y no es que no anhelemos lo más excelente. Anhelamos lo más excelente, pero sabiendo que vivimos en un mundo caído. Y si los hijos de Samuel, por ejemplo, el juez, profeta, e Israel no los quiso porque no eran buenos… y si los hijos de Elí el sacerdote eran hijos impíos que deshonraron el nombre de Dios… y si los hijos de David… si comenzando con Adán y Eva, la primera familia, un hijo mató al otro… y así vemos disfunción tras disfunción. Jacob y Esaú, dos hermanos gemelos distanciados, peleados, por una mamá que se metía. O sea, ¿qué yo pienso? ¿Qué mi familia va a escapar de eso? Entonces yo digo: “¡Wow! Yo estoy haciendo un ídolo del bienestar y la estabilidad y la armonía en mi familia”.
Los conflictos Susi, son inevitables, y mientras más roce tenemos, más conflictos puede haber en una familia. Ahora, no que son necesariamente malos, porque los conflictos muchas veces si los manejamos bíblicamente, nos ayudan a madurar y a crecer, y a fortalecer nuestras relaciones. Pero asegurémonos de que no estemos yendo tras un ideal que no existe, que está solamente en el anhelo de nuestro corazón, porque definitivamente fuera muy hermoso, pero eso es el cielo y aquí en la tierra eso no está.
Susi: Sí, qué bueno que dices eso Paty, porque yo creo que eso nos pasa. Yo veo la tendencia ya en mi corazón, porque mis hijos están grandes, mis dos hijos mayores están en la Universidad, están como a punto de entrar en esa etapa de vida y sería fácil para mi idealizar cómo va a ser en unos próximos años. Probamente mis hijos se casen y tengan hijos, y espero que estén cerca y cómo va a ser todo. Y desde ahorita es posible que yo esté haciendo ídolos e ideales que no son realistas y que hagan que mi corazón se desvié tras una expectativa que es para agradarme a mí, en lugar de una expectativa de cómo yo puedo seguir invirtiendo en el Reino, en sus vidas, de una manera apropiada. Con los hijos hay algo que cautiva nuestro corazón, que tenemos que tener tanto cuidado con esa idolatría del corazón.
Quisiera hablar un momento de hijos que se van de casa antes del tiempo, o se van de casa de alguna manera mal. Quizás se van dudando de su fe o en una rebeldía abierta, o cumplen los dieciocho años y rápido se van, no sé, hay muchas situaciones, ¿verdad? No quiero encajar la situación en una sola, pero ¿qué sugerencias tienes para alguien que está en una situación así en cuanto a su relación y su interacción con un hijo rebelde?
Paty: Bueno, a mí lo que me da consuelo cuando yo pienso en un hijo que se va en una situación difícil, es pensar en el relato en Lucas 15 del hijo pródigo y el padre perfecto. El único padre perfecto es Dios, con el único hijo perfecto que fue nuestro Señor Jesucristo, ¿verdad? Pero en esa parábola que se llama, “la parábola del hijo pródigo”, ese hijo fue un insensible, ese hijo pidió la parte de la herencia que le correspondía y se fue. Pero cuando yo he oído a Eduardo enseñar ese pasaje, a mí me conmovió mucho que él decía que ese padre amó lo suficientemente a ese hijo para dejarlo ir.
Eso es duro de decirlo, porque es duro de vivirlo, me imagino, pero es muchas veces la mejor forma de mostrarle el amor a ese hijo. Yo sé que nuestro corazón de madre, y yo eso lo viví, que tú no quieres que tus hijos salgan de tu casa. Muchas veces no queremos ni que salgan bien, porque quisiéramos, por lo menos en América Latina, nuestra idea no es tanto como la que se vive en los Estados Unidos de que los hijos se van cuando se van a la universidad. Porque nosotros en muchos casos tenemos a nuestros hijos en las universidades cerca, entonces se quedan en la casa. Y nuestro ideal es que ese hijo salga de la casa para casarse, sea mujer o sea hombre. Que se encuentre una buena mujer y que ya todo preparado, ya siendo un adulto responsable, que trabaja, se comprometa, se case y se vaya. Esa es la historia que queremos, pero muchas veces no es así.
Hay algo que me amonestó mucho, leyendo en un libro que se llama: “Nunca dejas de ser padre”; lo tenía y no lo había hojeado; lo miré para esta entrevista. Muchas veces, para nosotros evitar el conflicto y que el hijo no se vaya y no tener ese choque, entonces somos culpables del pecado de estimar a nuestros hijos más que a Dios. Muchas veces el amor de un padre deja ir al hijo, pero dejándolo ir, no es que; “ya lo abandoné a este hijo mío”, ¡no! En la parábola, este padre amoroso y perdonador estaba pendiente de ese hijo, de que ese hijo tuvo que tocar fondo, pero ese padre corrió a abrazarlo cuando ese hijo vino arrepentido, porque muchas veces el dejarlo ir es que Dios está tratando con ese corazón.
Entonces, cuando nosotros hacemos todo lo que está a nuestro alcance para que eso no suceda, muchas veces estamos interfiriendo en el camino de Dios con ese hijo. Entonces como madre, yo puedo decir: “Tenemos que orar mucho, se fue ese hijo, él se podrá haber ido de mi esfera, de mi casa, de mis cuatro paredes, pero no se fue de la presencia de Dios ni de mis oraciones y esas oraciones lo van a perseguir donde quiera que esté”. Que sea triste, es triste, pero Dios no nos entristece si no tiene un propósito bueno, siempre un propósito de llevarnos más cerca de Él, de obrar bien, de hacernos el bien, aunque muchas veces en ese momento no lo veamos. Debemos confiar en que el Señor no desecha nuestro clamor como madres, no desecha la oración que estamos elevando y muchas veces Él lo que está diciendo es: “Mira, yo no me estoy tardando, yo simplemente estoy siendo paciente, no queriendo que ninguno perezca, si no que vengan al arrepentimiento”.
Nosotros tenemos que, en medio de esa situación, pedir sabiduría a Dios, porque en Santiago Él dice que nos la da, sin reproche y en abundancia: “Señor ayúdame a ver este tiempo como tú lo ves”. Y algo muy importante, Susi, es que, si tú tienes a tu esposo, si tú como madre estás casada, oye la voz de tu esposo, oye la voz de tu esposo, porque nosotras como mamás, por lo general, (aunque a veces hay papás que son más sensibles y mamás más fuertes), nosotras creemos entender el bien y el mal, y queremos dirigir a estos hombres para que hagan como nosotras entendemos. A veces ellos tienen las opiniones distintas a nosotras y nosotras torcemos las cosas para que se hagan a nuestra manera y en realidad Dios quiere que el papá sea la autoridad y que se hagan este tipo de situaciones tan duras, lo que ellos dicen. No digo que no traigamos nuestro punto, no digo que no le digamos lo que pensamos, nuestro consejo diciendo: “Mira yo lo veo así, así o asá”. Pero Dios va a bendecir que la cabeza de la casa que es el padre, en este caso, que dirija una situación tan difícil.
Susi: Sí, sí, porque a veces los hombres son un poco más capaces de ver las cosas sin tanta emoción, y nosotras, nuestras emociones a veces nos ciegan, porque hay tantas emociones involucradas cuando hablamos de los hijos. Yo pensaba en eso que decías de Elí, la Biblia dice que Elí no estorbó a sus hijos. No los estorbó. Yo he visto situaciones donde padres deciden aceptar conducta, situaciones en la casa, porque dicen: “Es que es mejor que se quede aquí a que esté allá afuera”. Se quiere ir, pero para que no se vaya le vamos a permitir hacer todo lo que él quiera en la casa, incluso que tenga una novia viviendo con él aquí en la casa, y muchas otras cosas. Pero yo digo que eso suena bien a primera instancia, que es más seguro tenerlo aquí donde podemos exponerlo a la Palabra, pero ¡ese fue el problema de Elí! No estorbó a sus hijos.
Entonces el aflojar todas las reglas y toda ley de Dios, para retenerlos en casa, muchas veces no es la mejor opción. Obviamente cada situación es diferente, pero recordemos que ese error de Elí, según la Biblia, fue que no estorbó a sus hijos. Tenemos que estar dispuestos a estorbar a nuestros hijos, para que ellos tengan que enfrentar su situación espiritual, su condición espiritual, y a veces ese enfrentar su condición espiritual significa que van a pasar por un tiempo de rebeldía, van a estar perdidos en el mundo como el hijo pródigo y ese es el proceso que Dios está llevando en su vida. Muy difícil, pero podemos confiar en ese padre perfecto, que, como tú dices, nunca olvida a nuestros hijos.
Paty: Amoroso y perdonador. Y tú sabes algo, Susi, que cuando dice que Elí no estorbó, él les decía: “Mis hijos, está mal esto que ustedes están haciendo”, pero lo que pasa es que muchas veces nosotros les decimos, pero nuestras palabras no logran el efecto deseado. Muchas veces no hacemos más allá que decirles: “Eso está mal”. Y seguimos con ellos bajo nuestro techo, dándoles comida, transporte, dinero, y como consecuencia entonces tenemos unos hijos que ya se desconectan de nuestros regaños y de lo que les decimos. Ese fue el pecado, que él como sacerdote debió tomar acción, hacerlos responsables en ese caso.
Dice ese libro que yo te comentaba que se llama “Nunca dejas de ser padre”, dice: “Podemos vernos tentados de hacernos de la vista gorda en cuanto a su pecado, porque queremos evitar el conflicto y tenemos miedo de que nuestros hijos se metan en más problemas si los obligamos a irse de casa y no podemos soportar la idea de verlos sufriendo”.
Queremos interferir en la obra que Dios está haciendo. Dios está haciendo eso para atraerlos hacia Él. Nosotros como padres terrenales, como madre terrenal, queremos evitarle un dolor que Dios está queriendo poner en su camino para que vengan a Él, para que acudan a Él, y sin darnos cuenta entonces estamos apoyando su pecado, porque nos amamos más a nosotros, y a ellos mismos, que a Dios, y eso es muy triste. Eso a mí me dio convicción, yo dije: “Señor, perdóname por las veces que amé más a mis hijos que a ti, que traté de acomodar las cosas, de virar, tornar”.
Cuando vemos hijos haciéndose quizás adultos y pasando los años, y los años y los años, aunque en muchos casos (no fue mi caso, pero hay casos) los hijos no trabajan, siguen en la universidad, no tienen aspiraciones de avanzar en la vida, de casarse, tener su propia vivienda, establecer su propia familia. Y con nuestra actitud ¡estamos fomentando eso, sin darnos cuenta! Dios tiene que abrirnos los ojos para que ejerzamos una paternidad responsable de nuestros hijos adultos.
Susi: Sí, recordar que la Biblia dice que es bueno que el hombre y la mujer deje a su madre y a su padre, y forme su propio hogar. Eso es algo bueno y creo, según he observado en Latinoamérica, es más común que los padres quieren y deseen que sus hijos se queden en casa, incluso después de casarse. A veces sucede, ¿verdad?, que presionan a sus hijos para que se queden ahí y creo que de parte de los padres debemos valorar lo que la Biblia valora. La Biblia valora el establecer hogares independientes, donde padre y madre viven juntos, solos, sin estar viviendo con sus padres por un tiempo extendido, y establecer su propio hogar. Eso es algo bueno, eso es algo hermoso. El formar hogares fue cómo Dios quiso extender su Reino sobre esta tierra, empezando con Adán y Eva. Esa era su intención desde un principio y es algo hermoso, y creo que los padres que tenemos hijos adultos, acercándose a la adultez o ya adultos, debemos valorar eso en lugar de resentir que mi hijo se quiera ir. Si mi hijo está bien espiritualmente, se quiere casar o simplemente quiere establecer su propio hogar, no le hagamos sentir culpable. Ayudémosle en la manera que podamos a que él establezca o ella establezca un hogar que glorifique a Dios. Y yo creo que eso es algo muy valioso que podemos hacer en nuestro tiempo de tener hijos adultos.
Y ya para terminar Patricia, simplemente, ¿cómo resumirías para nosotros, lo que debe ser bíblicamente nuestra meta principal para nuestros hijos y en nuestra relación con ellos una vez que dejen nuestro hogar?
Paty: Bueno, siempre la meta de un padre es ver a sus hijos conocer al Señor, pero esa parte nosotros no la podemos obrar, ¿verdad? Nosotros trabajamos para eso, para hacerlos hombres y mujeres temerosos de Dios. Pero además de que teman a Dios, nosotros queremos que sean útiles a su generación, que se puedan conducir como hombres y mujeres de bien, que defiendan los valores bíblicos y esperar que Dios haga la obra completa, trayéndolos a salvación a ellos y a sus familias, para ver ese legado de la fe traspasado de una generación a otra.
Y en cuanto a nosotros como padres, queremos pasar de ser padres que criaron a sus hijos, padres que tuvieron control sobre sus hijos y que estuvimos a cargo de ellos, y como ese préstamo que el Señor nos dio por un tiempo, sabiendo que es por un tiempo, y ahora ser amigos adultos de nuestros hijos, que nos respetamos y que nos comunicamos y hablamos. Que ellos valoren nuestros consejos, porque definitivamente nosotros tenemos más experiencia de la vida; nosotros hemos transitado ya por este mundo durante un tiempo y ellos comienzan. Y hay muchas cosas características de la juventud, que necesitan a los padres adultos, y hay muchas cosas de nosotros como padres adultos que nos beneficiamos de su juventud y de su empuje y de su deseo por hacer cosas. Entonces, yo diría que es así, Susi, que lleguemos a ser padres amigos adultos de nuestros hijos y que tengamos hijos que teman a Dios y que sirvan a su generación.
Susi: Amen, muchas gracias, Patricia, por compartir tus experiencias y también tus luchas con nosotros. Nos animas a los padres más jóvenes a saber que nadie llega a la perfección Todos en toda etapa tenemos que andar dependientes del Señor en cada situación y eso es una bendición. La persona que anda en dependencia del Señor siempre es una persona bendecida. Entonces, gracias por compartir de tus consejos con nosotros hoy.
Paty: Gracias a ti, Susi, es un privilegio y de verdad gracias por la oportunidad. Dios te bendiga y siga bendiciendo a tantas mujeres a través de tu Podcast Crianza Reverente.
Susi: Gracias, que Dios les bendiga a los que nos escuchan. Gracias por siempre acompañarnos, y nos vemos la próxima semana.