Cada familia tiene metas hacia las cuales está corriendo. Cada padre y madre vive según ciertos objetivos, y cada niño funciona en base a buscar algo en la vida. El autor del libro “Como Pastorear el Corazón de tu Hijo” nos asegura que todos vivimos en busca de algo, y para poder criar a nuestros hijos de manera bíblica, teneos que identificar nuestros objetivos, y reemplazarlos cuando sea necesario con objetivos bíblicos. No te pierdas este importante episodio que te puede ayudar a reorientar tus metas en la crianza. Si vas siguiendo la serie, este episodio corresponde al capítulo 4 de la guía de estudio, y capítulos 5 y 6 del libro.
Descarga la guía de estudio gratuito: https://bit.ly/crianzapoiema
Transcripción:
Susi: Hasta ahora el libro Cómo pastorear el corazón de tu hijo ha retado mi vida al volver a leerlo esta vez. Si tú estás leyendo junto a nosotros, ¿cómo ha sido esta experiencia para ti?
Algunos han comentado que este libro es muy bueno para los que tienen niños pequeños. Eso es verdad; es muy bueno para esa etapa. Pero yo tengo un hijo adolescente, y dos que básicamente ya son adultos, y aun así me está sirviendo mucho leerlo otra vez en esta etapa.
Si aún no tienes el libro, puedes conseguirlo buscando en la página de poiema.co, o también puedes simplemente usar la guía de estudio, escuchar los episodios, y seguir aquí con nosotros. Esperamos que te sea de ayuda.
Esta semana nos tocaba leer los capítulos 5 y 6 del libro, que tratan con el tema de evaluar y reconstruir los objetivos, o las metas, para nuestra crianza. Antes de conversar con Mateo sobre esto de los objetivos, vamos a darles un vistazo a los capítulos 5 y 6—algo breve para que estemos captando la esencia de lo que el autor nos quiere enseñar.
Primero, somos llamados a examinar cuáles son realmente nuestros objetivos. El autor hace una observación muy interesante y acertada, yo creo, sobre los padres y sus objetivos. Dice que todos los padres tenemos objetivos en la crianza. Nadie cría sin objetivos. Puede que no podamos expresarlos claramente, o incluso que ni estemos conscientes de cuáles son nuestros verdaderos objetivos, pero sí existen. De esto vamos a hablar más en un momento.
La gran mayoría de los padres quieren que sus hijos tengan éxito. Para cada uno ese éxito puede tomar diferentes formas, pero en su esencia, ese es el deseo común que los padres tienen para sus hijos. Puede ser éxito en felicidad, carrera, salud, comodidad, bienestar emocional…cualquier cosa.
El autor nos da una lista de varias maneras en que los padres, muchas veces propulsados por ciertas industrias o por la psicología, buscamos preparar a nuestros hijos para ser exitosos. Los que menciona el autor son: desarrollar habilidades especiales, ajuste o bienestar psicológico, hijos convertidos, adoración familiar, niños de buen comportamiento, buena educación y control.
Pero en contraste con nuestra cultura, la Biblia nos presenta un objetivo totalmente diferente. Es el que encontramos en el catecismo menor famoso, que responde a la pregunta: ¿Cuál es el fin supremo del hombre? Y esa respuesta es: El fin supremo del hombre es glorificar a Dios y gozar de él para siempre.
Esto es lo de supremo valor, y debe ser el objetivo principal en nuestras vidas y para nuestros hijos. Habiendo establecido esto en el capítulo 6, el autor vuelve a repasar esa misma lista de maneras en que buscamos preparar a nuestros hijos para el éxito, y nos ayuda a evaluarlas y ver cómo al ir detrás de estas cosas podemos estarnos perdiendo de ese objetivo supremo.
El capítulo 6 termina así (voy a citar): “Enseñar a tus hijos a vivir para la gloria de Dios debe ser tu objetivo primario, y debes enseñarles que para ellos, al igual que para la humanidad completa, la vida consiste en conocer y servir al Dios vivo y verdadero; pues el único objetivo que tiene valor en la vida es glorificar a Dios y gozar de él por siempre”.
Mateo, esto es un increíble objetivo, ¿no? Yo creo que muchos padres tenemos que detenernos aquí en este momento y antes de hablar de la crianza, simplemente preguntarnos si hemos abrazado esto personalmente.
Mateo: Sí, esto viene del catecismo menor. Lo interesante de esto es que tú no puedes catequizar a tus hijos y lograr que ellos adopten estas verdades. Estos realmente se contagian con nuestra vida, y si tú no lo tienes en tu vida, de poco va a servir que tú leas esa pregunta y busques que tus hijos memoricen la respuesta, porque van a ver lo que son las realidades de tu vida—las metas reales, los objetivos reales, lo que verdaderamente tú crees que te hace feliz a ti—y eso se les va a contagiar sin importar tanto lo que estás diciendo en tu catecismo o en tu enseñanza.
Algunos no catequizamos a nuestros hijos, pero sí les estamos dando instrucción. Pero la instrucción de vida es más poderosa que la instrucción verbal que damos a nuestros hijos.
Susi: Sí, creo que hay mucha frustración entre padres cristianos, a veces, que sienten que hicieron todo lo que tenían que hacer, y sus hijos no buscaron a Dios cuando crecieron. En algunos casos es simplemente el hecho de que los hijos decidieron no seguir a Dios. Y eso es verdad, es un hecho.
Mateo: Sí, los padres hicieron todo bien, y amaban a Dios, y buscaban esto para sus vidas, pero sus hijos se apartaron de Dios.
Susi: Eso siempre puede pasar, pero también creo que hay un patrón: que a veces en el cristianismo confiamos demasiado en haber hecho las cosas que creemos que son—disciplina y amonestación, como dice la Biblia—y no hemos vivido vidas personales que contagian, como tú dices, a nuestros hijos, con un amor por Dios. Esto va mucho más allá de un sistema que establecemos en nuestra casa.
De hecho, yo creo que hay hogares que pueden variar mucho en exactamente cómo se vive esto, pero si los padres no están fingiendo, si realmente, sinceramente, viven sus vidas para la gloria de Dios…creo que aquí hay un elemento muy importante. Porque vivir para la gloria de Dios puede sonar, o puede sentirse un poquito como…eso, ¿cómo se ve? Eso, ¿Qué es?
La segunda parte de la respuesta nos ayuda mucho, porque es: vivir para gozar de Dios o disfrutar, o deleitarnos, en Dios para siempre. Para muchos de nosotros nos puede faltar ese aspecto de deleite, de gozo. No sólo vamos a gozar de Dios en la eternidad, sino que podemos gozar en el camino de esperar ese momento, aquí.
Mateo: Y si nosotros no nos gozamos ahora en Dios, les estamos diciendo a nuestros hijos que Dios no es digno de que hagamos su gloria y la búsqueda de él nuestro objetivo primario en la vida. Porque lo que nos está trayendo gozo es otra ambición, otro objetivo. Viene de otra fuente. Y nuestros hijos captan eso. Lo detectan, y ellos también van a empezar a vivir por otros ídolos, que es natural; todos nosotros somos idolatras por naturaleza.
Susi: Es una gran responsabilidad. Nos regresa a lo mismo que repetidas veces hemos dicho: es más importante quién eres como padre y madre que lo que haces. Sí, hay muchas cosas que podemos hacer y debemos hacer, y hablamos muchas veces de esas cosas aquí en el podcast, pero no hay nada más importante que primeramente nuestro propio caminar con Dios. Y esto es un buen momento para que evaluemos.
Me parece interesante lo que el autor dice sobre el hecho de que los padres, todos tenemos objetivos, aunque quizás no los podamos expresar. Yo me puse a pensar en mí misma, en cómo yo podría evaluarme y detectar lo que realmente estoy buscando lograr, tanto en mi vida personal como también con mis hijos.
Y lo primero que vino a mi mente fue, ¿qué me produce ansiedad? ¿Qué me hace sentir ansiedad, especialmente en cuanto a mis hijos? Eso muchas veces está revelándome una meta o algo que estoy buscando lograr.
Mateo: Claro, un objetivo. Cuando yo he puesto mis esperanzas en ese objetivo y luego parece que está amenazado ese objetivo, me produce ansiedad. Puede producir temor; puede generar también enojo, porque es amenazado ese objetivo, ese ídolo que yo tengo en mi vida. Reacciono de esta manera porque es algo que es principal, que es primario, que es una meta muy importante para mi vida.
Susi: Yo creo que hoy en día es casi popular que, por ejemplo, las mamás sean enojonas, en cuanto a ciertas cosas con sus hijos. Ahora es casi esperado que si algo sucede en la escuela, que una mamá se enoje con la mamá del otro niño, que la mamá se enoje con la maestra, por no estar al pendiente.
¡Pobres de las escuelas, porque todos los directores y maestros andan temerosos de cuál va a ser la siguiente mamá que va a llegar enojada! Y esa mamá cree que está buscando lo mejor para su hijo, que tiene que proteger los intereses de su hijo. Pero ese enojo revela objetivos deficientes o incorrectos.
Mateo: Porque definimos ser buen padre, con hacer feliz a mi hijo. Y entonces hacer feliz a mi hijo significa que no le pasa nada malo, que nadie le habla mal. Significa que yo le puedo dar todo lo que él quiere, y que puede hacer todo lo que él quiere dentro de una burbujita que yo creo para él.
En ese contexto, si algo amenaza la felicidad de mi hijo, voy a responder de una manera incorrecta. Esa es una pregunta interesante: ¿Crees que es incorrecto desear que nuestros hijos sean felices? Él dice que todos los padres deseamos eso. ¿Es bueno eso, o es malo eso?
Susi: Si uno tiene un hijo, un ser que salió, de cierta manera, de ti mismo, es imposible evitar que yo quiera que mi hijo sea feliz. Y creo que no es antibíblico desear que mi hijo sea feliz o que tenga gozo, que disfrute de la vida. Pero fácilmente lo que no hacemos bien es no definir felicidad correctamente.
Lo que buscamos para nuestros hijos realmente no es un gozo verdadero, al final. Muchas veces lo que estamos buscando es una felicidad temporal que produce un cierto sentimiento y a veces hasta es egoísta.
Por lo menos para las mamás, sacamos mucho gozo personal en ver a un hijo feliz, pero ponemos demasiado énfasis en una felicidad temporal, que no estamos pensando en una felicidad más a largo, un gozo más a largo plazo, ¿no?
Mateo: Sí. Cuando pensamos en qué significa ser feliz, muchos padres lo definen: que tengan una buena carrera, una buena educación, una buena casa, un buen carro, que tengan 2 o 3 hijitos, que sean saludables. Si nos damos cuenta, todas estas metas son las mismas metas que tendría un padre inconverso para sus hijos. Ahora, a veces nosotros le agregamos ciertos temas, como: que no se aleje de Dios, o que no se aleje de la iglesia.
Susi: Que ande tomado de la mano de Dios en todo lo que hace, ¡pero que todavía haga todo eso!
Mateo: Pero que tenga todo lo demás.
Susi: Sí, que nada más tenga a Dios como agregado allí.
Mateo: Dios es casi el amuleto que va a garantizar que va a tener todo eso. Pero nuestras metas y objetivos tienden a ser las mismas metas y objetivos que tienen los padres inconversos.
Ahora, si entendemos que ser feliz realmente es glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre, que eso es lo que nos hace feliz, y ahí está la mayor felicidad, pueden venir momentos de dificultad económica, va a haber momentos de problemas, de salud, momentos difíciles en cuanto a mi empleo, quizás incluso puedo perder la casa, y aun así, puedo ser feliz.
¿Por qué? Porque estoy glorificando a Dios y disfrutando de él, deleitándome en él. Cuando yo tengo eso en mi vida, lo demás es secundario. Pero sí creo que muchos padres queremos que nuestros hijos sean felices, pero estamos definiendo la felicidad exactamente como el mundo lo define.
Susi: Sí, con algo pequeño, adicional, espiritual, ahí. Y creo que los papás de hoy tienden a incluso pensar un poco menos en el futuro que antes, y quieren que sus hijos sean felices en este momento. Quiero que mi hijo sea feliz en este momento, y por eso no le voy a decir que no. Por eso voy a enojarme con el otro niño que le hizo infeliz en la escuela, en lugar de aprovechar la oportunidad de enseñarle que la felicidad no viene de que todos sean tus amigos.
Eso no produce felicidad. Claro que queremos tener amigos, pero el niño llega devastado de la escuela porque “me dijo que ya no va a ser mi amigo”. Y en lugar de aprovechar esa oportunidad, vamos enojándonos con el otro niño o con la mamá. Incluso en esas cosas no estamos definiendo felicidad.
Mateo: Ahí se demuestra cuáles son nuestros objetivos reales, también. Porque creo que todos diríamos: “Bueno, Dios es lo más importante,” si somos creyentes, ¿verdad? Pero en la práctica tenemos lo que el hermano de Tedd Tripp llama nuestros dioses funcionales. Tenemos nuestro Dios teórico que es el Dios de la Biblia, pero luego tenemos nuestros ídolos o dioses funcionales que son los que realmente, en el día a día, en nuestro funcionamiento, son nuestros dioses.
Susi: Sí.
Mateo: Y creo que podemos detectar eso, por ejemplo, con qué nos enojamos, qué nos hace ser ansiosos, en qué es lo que pensamos mucho, a veces las cosas que nos hacen dispuestos a pecar. Si yo estoy dispuesto a ir en contra de algo que la Biblia dice para lograrlo, entonces es un ídolo, realmente, para mí.
Pensaba también en dónde invertimos nuestro tiempo y nuestro dinero; son nuestros recursos que tenemos y vamos siempre a poner nuestro dinero y nuestro tiempo en las cosas que consideramos importantes. Muchas veces tenemos que preguntarnos: cuando tengo que tomar decisiones, ¿qué es lo que siempre gana? ¿Qué es lo que gana?
Podemos decir: “Bueno, yo sirvo a Dios” y todo eso, pero si Dios siempre sale en segundo lugar, cuando es un evento deportivo o un evento familiar o las tareas…. Siempre hay tiempo para las tareas. Leer la Biblia no, ir a la Iglesia no, servir juntos no, pero las tareas sí. Bueno, estamos expresando cuáles son nuestros ídolos.
Y también pensaba como el autor menciona el ritmo frenético de la vida, y como en la vida llenamos nuestra agenda. Es interesante porque creo que por muchos años eso era más un problema en Estados Unidos en el contexto de Tedd Tripp, y no tanto en un contexto latinoamericano. Pero cada vez más, yo por lo menos he observado que está haciendo más un problema. Al interactuar tú con las mamás y las familias, ¿tú detectas que eso es un problema también cada vez mayor en Latinoamérica?
Susi: Sí. Obviamente, el autor habla en el libro de ciertas actividades, como de inscribir a los hijos en deportes, y cosas así. Y tienes razón; hace a lo mejor 15 o 18 años, que primero yo leí este libro viviendo aquí en México, dije: “Bueno, aquí no es lo mismo”. Pero hace unos años empecé a darme cuenta que era mucho más común aquí, y creo que en otras partes también, dependiendo donde vivas.
Pero luego llegó la pandemia en marzo del año 2020, y todo se detuvo: todas las clases de ballet, todos los eventos, de llevar a los niños a inscribirlos en fútbol, y todo eso. Quizás lo que empezó más fueron cosas en línea, pero creo que muchas familias sí pudieron disfrutar el tiempo juntos.
Pero ahora, más de dos años después, quizás a un año de en muchos lugares empezar a retomar la vida, yo ya estoy viendo, por lo menos aquí en Monterrey, otra vez, esos horarios más llenos, de que no hay ningún día cuando toda la familia simplemente está en la casa en la tarde, y pueden leer la Biblia juntos. Creo que algunas personas tomaron un aprecio más grande por la familia, y ahora todos los eventos familiares toman prioridad. Todos los fines de semana hay que estar en eventos sociales.
Lo que yo veo mucho con las mamás, es que aunque no estemos llevando nuestros hijos a muchas actividades, las mamás mismas estamos muy ocupadas. Entonces, ¿qué hacemos? Dejamos a los niños entretenidos con sus tablets y con sus celulares, y andamos trabajando más horas, visitando las amigas, muchas llamadas telefónicas, estando en redes sociales muchas horas.
En ese sentido estamos llenando nuestra vida de actividades que no contribuyen a que nuestros hijos crezcan en su amor por Dios, su conocimiento, y no ven en nuestras vidas una vida que busca glorificar a Dios y vivir para él y disfrutar de él.
Mateo: Estamos comunicando que esas actividades son las que nos hacen felices, y no tomamos tiempo para pasar con la familia. Recuerda, estas cosas se contagian. Si no estamos con nuestros hijos, no tenemos la oportunidad de contagiar a nuestros hijos con estas verdades. No están caminando con nosotros en el día a día, no “por el camino”, como dice Deuteronomio 6: “Cuando nos levantamos, cuando nos acostamos.”
En España, dicen: “El roce es el que hace”. Normalmente lo usan en términos de una relación de noviazgo, pero pasa también en la instrucción de los padres con los hijos. Si no hay roce, si no hay contacto, si no hay interacción, no van a captar estas cosas.
Necesitamos pasar tiempo con ellos alrededor de la Palabra de Dios y conversando, teniendo instrucción con ellos, que realmente puede influenciarlos mucho más que simplemente un momento de llevarlos a la iglesia, o incluso sólo el devocional familiar. Ese tiempo en familia, esa interacción con nuestros hijos va a marcar la diferencia.
Susi: Yo pienso incluso cuando hablamos del futuro con nuestros hijos, ¿hablamos del futuro en términos de buscar glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre? O ¿hablamos de sus estudios, y el futuro que les espera, y las motivaciones, y qué sería padre hacer con mi vida, y todo eso? Todos esos temas—¿alrededor de qué está girando nuestras conversaciones?
Mateo: Muchas veces estamos viendo cómo la cultura nos ha influenciado de esta forma. Me llamaba la atención como decía que Israel era susceptible a las corrientes de las naciones a su alrededor, de su cultura. Creo que nosotros también lo somos. Somos susceptibles a adoptar los valores de la cultura.
¿Cómo crees que esto sucede en las familias el día de hoy? ¿Cuáles son las influencias culturales que son de mayor influencia ahora mismo en las familias?
Susi: Cuando el autor menciona ajuste psicológico como una de las categorías allí, se está refiriendo al bienestar psicológico, emocional. Y definitivamente eso es una de las metas que la cultura hoy en día tiene para los niños, que quizás hace 30 años no era tan fuerte.
Yo veo a muchas mamás que sinceramente desean que sus hijos crezcan sin ser dañados. Eso no es un deseo malo, para nada. Nadie quiere exponer adrede a sus hijos al daño. Simplemente no, pero eso del ajuste, del bienestar emocional y psicológico, ha llegado a ser una prioridad desmedida en las familias de hoy.
¿Por qué digo desmedida? Porque Dios procura nuestro bienestar psicológico y espiritual y emocional. Pero hay una manera en que Dios procura eso. La manera en que Dios, bíblicamente, procura nuestro bienestar emocional y espiritual y físico (todo está enlazado; no puedes separar completamente el bienestar espiritual del bienestar emocional) es completamente diferente a la manera en que el mundo de hoy dice que los niños en particular van a tener bienestar emocional.
Como mamás en particular, que tendemos a ser un poco más sensibles al estado emocional de nuestros hijos, tenemos que tener muchísimo cuidado con esto. Por ejemplo, yo veo a una mamá con su niño, y hay mucha gente a su alrededor a quien se debe tomar en consideración, pero no puede. Ella no puede, porque lo único que ella ve es el bienestar emocional de ese niño en ese momento.
Entonces ella no tiene la capacidad de decirle: “Vamos a pensar en otras personas en este momento, y vamos a hablar de esto más tarde”, o: “Vamos a tratar esto más tarde”, o: “Tú necesitas hacer esto por amor a las personas a tu alrededor”.
No, lo único que esa mama puede ver es lo que ese niño quiere y necesita en ese momento. Entonces no le está enseñando que el mundo no gira alrededor de él, y no le está enseñando que Dios le ofrece un bienestar emocional y espiritual que no significa lograr todo lo que yo quiera, o siempre decir todo lo que yo quiero decir.
Mateo: Una de las metas u objetivos que menciona Ted Tripp es el de control. En años anteriores, y todavía existen familias así, tenían la tendencia de querer controlar a sus hijos. Va a hacer esto, y va a hacer esto, porque eso es lo que va a servir para que él sea el mejor futbolista, o para que él sea el mejor administrador de empresas.
Hoy muchas veces el control que queremos ejercer sobre la vida de nuestros hijos no es tanto directamente sobre ellos, sino alrededor de ellos.
Susi: Su entorno.
Mateo. Su entorno, controlar sus circunstancias. Queremos meterlos en una burbujita de perfección donde nunca le sucede nada malo, y dentro de esa burbuja, el niño es libre para hacer todo lo que él quiere. Y eso es lo que le hace tener bienestar psicológico y emocional, porque puede expresarse, y puede perseguir sus deseos, y todo lo que nos dice la psicología moderna.
El problema es, primero, nunca vamos a poder controlar todo su entorno. Siempre van a venir cosas negativas a su vida porque vivimos en un mundo caído. Segundo, el bienestar psicológico de mi hijo no se encuentra en lo que tú acabas de describir: que él pueda hacer todo lo que él quiere, que pueda cumplir sus sueños. Eso no le va a hacer feliz.
¿Qué es lo que le va a hacer feliz? Conocer a Dios, vivir para la gloria de Dios, deleitarse y disfrutar en Dios. Eso es lo que realmente va a traer felicidad a su vida y le va a dar esa estabilidad emocional y psicológica que tanto el mundo busca y que nunca puede encontrar porque no lo está buscando en la fuente correcta.
Susi: Esto nos regresa al hecho de que nuestro mundo no acepta las premisas bíblicas esenciales para entender por qué existimos. El mundo cree que un niño nace bueno. A raíz de eso viene: tú, hazle una burbuja, protégele, porque el niño es bueno. El niño va a gozar de la vida solo. Un niño es inocente. Un niño tiene todo lo que él necesita dentro de él. Sólo evita que las cosas malas le pasen, que la gente tóxica no se le pueda acercar.
Otra vez volvemos a lo mismo: las premisas de nuestro mundo no son bíblicas. No comparten la perspectiva fundamental de Dios en cuanto a la naturaleza del ser humano, la verdadera necesidad, y lo que verdaderamente le va a hacer feliz.
Mateo: Dice algo Ted que es interesante. Dice que no importa si tu hijo es salvo o no; eso no influye en la manera en que le crías. ¿Estás de acuerdo, o no? Choca un poquito al leer eso. De dos formas choca. ¿Qué crees acerca de eso?
Susi: Lo que él está diciendo es que la naturaleza viene siendo la misma del niño. Sus necesidades, muchas son las mismas, antes o después de tomar una decisión. Porque él está hablando, en el contexto del capítulo, de que muchos padres, lo que buscamos es que repitan la oración del pecador, y de ahí en adelante todo va a cambiar.
Pero, realmente, si es sincera o no la conversión, no vamos a saberlo inmediatamente. Tenemos que seguir presentándole las mismas realidades y verdades, y dirigiéndoles hacia los mismos cambios que ellos necesitan en su vida, confiando en que en el momento que entiendan el evangelio y se conviertan, sí va a empezar a haber una transformación real en sus vidas.
Mateo: Porque si hay un cambio de naturaleza cuando son salvos. Pero siguen teniendo el pecado, los remanentes del pecado. Siguen luchando con la tentación; siguen siendo seres humanos. Creo que lo que estás diciendo es que las herramientas son las mismas: es el evangelio, es la Palabra de Dios, es apuntarles a Cristo, es pedir que ellos obedezcan a Dios. Eso se lo pedimos tanto antes como después de que son salvos.
Lo que va a cambiar es cuando son salvos, ahora tienen una disposición nueva. Tienen el Espíritu Santo que les capacita. Antes, va a ser más difícil porque no tienen esa ayuda del Espíritu Santo. Pero sí es verdad. Al principio choca cuando lo lees, pero sí es verdad, porque las herramientas son las mismas que Dios nos ha dado tanto antes de ser salvos como después de ser salvos. Podemos caminar hacia Jesucristo con nuestros hijos antes y después de su conversión.
Susi: Sí. Y si lo pensamos, si la meta es que se conviertan, realmente es una meta deficiente. Porque la meta es que glorifiquen a Dios y disfruten de él para siempre. Que hagan una oración no es suficiente. No somos omniscientes; no vamos a poder detectar en qué momento, exactamente, nuestros hijos realmente entendieron el evangelio y el Espíritu Santo vino a morar en ellos, en la mayoría de los casos.
Hay hijos que se convierten, y el cambio es radical. Pero en muchos casos la fidelidad que necesitamos estar practicando es necesario porque no vamos a saber exactamente el momento, sino que vamos a siempre seguir procurando, usando las mismas herramientas, procurando contagiarles con ese deseo de glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre.
Bueno, creo que rápidamente se nos fue el tiempo, Mateo, ¿verdad? Muchas gracias por estar otra vez aquí con nosotros y por llevar este estudio juntos, porque creo que nos está ayudando también como padres.
Mateo: Es bueno recordar cosas en etapas nuevas; las aplicaciones son nuevas—como decías, con hijos ya un poco más mayores. Pero todavía los principios tienen una aplicación para nosotros y nuestros hijos.
Susi: Sí, amén. En cuanto a esto de lo que hemos estado hablando, yo he encontrado que si le pido a Dios en oración sincera que me revele cuáles son esas metas y esos objetivos que realmente están guiando mis acciones, él sí me responde. Y a veces duele ver mi propio corazón. Pero gracias a Dios, porque él nos ayuda y nos responde cuando le pedimos esa sabiduría.
Espero que eso pueda ser tu experiencia esta semana mientras lees, escuchas, y respondes a las preguntas de la guía de estudio. Puedes revisar crianzareverente.com buscando este episodio 115 para que puedas descargar la guía gratuita de estudio. Nos vemos la próxima semana para hablar sobre los métodos en la crianza. Bendiciones para ti esta semana.