La crianza de los hijos es emocionante y abrumadora. Es deleitosa y tediosa al mismo tiempo. ¿Será que cambiar pañales, llenar barrigas, asesorar tareas, dosificar medicamento, consolar llanto, escuchar 100,000 palabras al día, dar y negar permisos, y cargar con la incertidumbre del futuro tenga un propósito mayor? ¡La historia de la maternidad nos dice que sí! Susi te invita a acompañarla para explorar juntos la historia bíblica que otorga significado mayor a todo lo que los padres hacemos en el hogar.
Transcripción:
¡Me tomó un poco por sorpresa cuando me di cuenta que ya llegamos al episodio 150! Y me provocó un poco de reflexión. Desde nuestros comienzos en el 2019, el podcast y blog de Crianza Reverente existe para expandir la gloria de Dios y su reino a lo largo del mundo habla hispano, un hogar y un corazón a la vez. Al estar recordando nuestro propósito principal, oraba y pedía sabiduría al Señor para decidir qué planear para este nuevo año en Crianza Reverente, y en particular esta nueva temporada. Dios trajo a mi mente la obra que Él hizo en mi corazón hace más de un año cuando pasé muchas semanas estudiando y preparándome para enseñar sobre una perspectiva bíblica de la maternidad. En esa ocasión, yo tomé un paso atrás y le pedí al Señor que me ayudara a poner a un lado todos mis prejuicios y supuesto conocimiento, y que me capacitara para comprender y luego enseñar lo que la Biblia presenta como el cuadro de la maternidad. Quiero compartir contigo, a lo largo de varios episodios, mucho de lo que Dios me enseñó en esos meses de estudio y preparación.
Creo que el tener una perspectiva bíblica de cualquier tema beneficia a todo creyente, y esta ocasión deseo que no solo las mamás podamos crecer en conocimiento del plan hermoso de Dios, sino que esposos y padres y jóvenes y abuelitos. La maternidad es crucial, y existe para la gloria de Dios. Y la historia de la maternidad está indisolublemente entrelazada con la historia de la redención.
Ahora, antes de meternos de lleno en esa historia, tenemos que reconocer algo acerca de nuestra sociedad. Siempre podemos tener puntos ciegos donde ni nos damos cuenta de que estamos permitiendo que ideas anti bíblicas formen parte de nuestra manera de pensar.
Considera conmigo un momento lo que nuestro mundo y sociedad opina sobre la maternidad. Al estar investigando, me topé con una mujer que escribió su tesis doctoral sobre el tema “¿qué es una madre?”. Ella dice así: “La maternidad no tiene definición. Es un sentimiento. Para ser auténticas en nuestra experiencia de la maternidad, no podemos permitir que nadie prescriba ni defina nuestra maternidad. Solo tú puedes saber lo que es la maternidad para ti.”
Esta es la conclusión a la que llegó Katy Harrison cuando escribía su tesis. Y tanta fue la convicción a la que llegó que lanzó una página que se llama (en inglés) “undefiningmotherhood.com”. Esto significa “desdefiniendo la maternidad”. La idea es que cada persona debe tener la oportunidad de definirse a sí misma y eso incluye si cree o siente que es madre o no, y cómo se siente en cuanto a la maternidad.
Esta perspectiva refleja el pensamiento de nuestra era. Tú decides tu género, o si no quieres asociarte con ningún género. Tú decides tu destino y lo que da propósito a tu vida. Tú decides cuándo acabas con tu vida (eutanasia). Tú decides si acabas con la vida que crece en tu vientre (el aborto). No permites que nadie imponga sobre ti su autoridad ni sus creencias. No te sometas a un hombre porque no eres inferior a él, no ejerzas autoridad sobre tus hijos porque ellos se deben definir por sí mismos. Vive según tus propias definiciones y sentimientos. Este es el mundo en el que vivimos, entonces las palabras de Katy no nos deben sorprender.
Pero la pregunta ¿qué es una madre? es una pregunta válida. ¿Qué es la maternidad? ¿Qué significa ser madre? ¿Por qué existe la maternidad? ¿Quién define y controla la feminidad, la maternidad, la fertilidad y la vida?
Uno de los propósitos de este ministerio es que todos los padres desarrollemos una perspectiva bíblica del hogar, de la vida, de los roles que nos tocan a cada uno. Queremos que la Palabra de Dios sea el filtro por medio del cual especialmente nosotras, las hijas de Dios a quien Él ha dado este don, veamos la maternidad. Pero más allá de eso, que todo creyente, en especial cada mujer, sea joven o anciana, casada o soltera, fértil o infértil, madre, tía, hija, abuela… que cada mujer abrace las verdades transformadoras de la Palabra de Dios, dadas por un Creador amoroso, que se sometan a ellas y sean transformadas. Entender la historia de la maternidad nos edifica a todas y a todos.
Sabes, cuando nos acercamos al tema de la maternidad bíblica, no está en juego solamente que si deseamos tener hijos o preferimos una carrera, o incluso que si ejercemos nuestra maternidad según el diseño de la Palabra de Dios. No está en juego solamente la generación siguiente de las iglesias locales. Primero, querida hermana que me escuchas, sea cual sea tu situación de vida, estado civil, tu carrera, los hijos que tengas o no tengas, primero tú y yo tenemos que examinar nuestra disposición delante de nuestro Dios y el plan que Él tiene para con nosotras. Si escuchas las hermosas verdades que Dios nos enseña en su Palabra, pero tu mente y corazón no están sometidos al Dios de la Biblia, vas a considerar lo que yo te comparto de la Palabra como algo opcional.
Es sano que peses mis palabras y te preguntes si reflejan fielmente la verdad de la Biblia, y en base a eso decidir si vas a someterte. Pero si no vienes ya con un corazón que desea conocer más a Dios y someter tus ideas, tus deseos, y tus acciones a Él, vas a pesar mis palabras bajo el criterio de que si te GUSTAN o no. Esto no producirá una transformación de tu mente, corazón y vida.
Creo que esto es un buen momento para recordar algo que hemos comentado antes aquí, sobre cómo es que Dios nos ayuda a cambiar a ser más como Él. Lo resumimos en estas 3 palabras: cabeza, corazón, conducta. Creencias, valores y acciones. Esta es la manera en que Dios obra transformación verdadera en nuestras vidas. Al creer en su verdad (en particular las verdades acerca de Dios y cómo Él obra), lo que el corazón valora va cambiando, y ese cambio de valores va produciendo un cambio de actitudes y acciones en la vida diaria.
De manera deliberada, te invito a primero tomar tus ideas, tus creencias, las cosas que traes en tu cabeza y que definen cómo tú filtras las cosas, y que pongas tu mente delante de Dios, invitándole primero a transformar cualquier creencia que tengas que no refleja acertadamente la visión bíblica de la maternidad.
Luego, quiero invitarte a examinar tu corazón, la disposición que tiene ahora mismo, y tomar los deseos y anhelos, lo que tú valoras, lo que tú persigues, lo que tú adoras, y abrir tus manos y extender hacia Dios el centro de adoración de tu vida. Que Él tenga reino absoluto en tu corazón y llegue a ser el objeto de tu adoración en toda área de tu vida.
Por último, te invito a considerar las acciones de tu vida diaria, las decisiones que tomas, las palabras que dices, las actitudes que demuestras, lo que dejas de hacer y no puedes dejar de hacer, cómo pasas tu tiempo, cómo reaccionas a lo inesperado de la vida, todo lo que sea acción o actitud, y que le pidas al Señor que te demuestre en qué áreas de tu vida diaria no vives conforme a lo que a él le glorifica.
Este es el proceso por el cual quisiera que me acompañes en estos dos episodios. Vamos a considerar lo que Dios enseña a nuestra mente sobre el origen y propósito de la maternidad (y en esencia realmente la feminidad), luego vamos a examinar los valores y la adoración de nuestro corazón, y por último, cómo esto impacta nuestras acciones.
Ahora quiero contarte una historia, una que probablemente ya conoces, pero que quizá nunca has considerado a la luz de la pregunta: ¿Qué significa realmente la maternidad? Yo sé que probablemente estás escuchando mientras tus manos están ocupadas, pero voy a estarme refiriendo a algunos textos de Génesis 1 por si quieres abrir una Biblia o tu aplicación de la Biblia.
…Érase una vez en una enorme galaxia hermosa, sobre una pequeña bola de masa oscura y sin forma reconocible, habló una voz con autoridad: “Sea la luz”. De repente, hubo luz, y el desorden se empezó a ordenar. Las aguas se acomodaron alrededor de masas de tierra seca. Esa tierra se comenzó a cubrir de plantas y árboles. Los cielos también tomaron forma y en ellos fueron colocadas lumbreras para el día y la noche. Los cuerpos de agua, mares y ríos, se llenaron de seres vivientes que nadaban de muchas maneras variadas. Los cielos también se llenaron de seres vivientes que volaban. Y la tierra seca se llenó de seres vivientes de todo tipo, grandes y pequeños, fuertes y frágiles, silenciosos y chillones, rápidos y lentos, torpes y elegantes, hermosos y curiosos.
Esta misma voz llena de autoridad ha creado todo esto, y la Biblia me dice que es la voz de “Elohim”, Dios poderoso. El que acomoda las galaxias y crea con solo su Palabra, ha diseñado para sí un pequeño planeta que tiene las capacidades de sostener vida. Todo esto que ha creado es bueno. Él mismo lo dice: “Y vio Dios que era bueno” (1:23).
Mientras observamos la escena, vemos que el Creador aún no termina su proyecto. Escuchamos una vez más aquella voz potente: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree … en toda la tierra.” (Gen 1:26)
Parece que todo lo anterior ha sido un preparativo para la criatura especial que portará la misma imagen del Dios que lo crea. El narrador Moisés nos expresa nuestro origen en forma de una poesía: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Gen. 1:27)
Génesis 2 continúa asombrándonos con más detalle sobre esta escena. Dice vs. 7: Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. (Gen. 2:7) Dios fue quien hizo esto. ¡Fue un ser viviente porque Dios lo creó!
Habiendo hecho esto, Dios ve que por primera vez hay algo que no es bueno: que el hombre esté solo y decide hacerle una ayuda idónea, una contraparte adecuada e ideal. Pero en lugar de formarla del polvo de la tierra, la forma a partir de una costilla, un hueso, del varón.
Aquí estamos delante de toda esta creación increíblemente hermosa, buena, variada y creativa. Y la estrella de todo: estas dos criaturas hechas por el Dios Creador, a imagen de Dios, varón y hembra. Su color de piel, su sexo, su etnicidad, su edad… ninguna de estas cosas define su esencia: son criaturas de Dios hechas ambas igualmente a Su imagen.
Y ¿para qué? ¿Por qué ha creado Dios todo esto? Y ¿Qué quiere en particular con estas criaturas que llevan su imagen? Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Gen 1:28)
Las primeras palabras registradas del Dios Creador dirigidas a las personas que creó a su imagen fueron las de esta comisión, su propósito de existir, su razón de ser, su proyecto de vida es este: Como representantes de su Creador, debían disfrutar de su relación con Dios y entre ellos mutuamente, mientras llenen la tierra de sus propios descendientes y señorean en la creación. Poco a poco, ese planeta diseñado por la misma mano de Dios para sostener la vida de su creación debe convertirse en un lugar completamente entregado al reino de Dios, donde sus criaturas le disfruten a Él y sus relaciones mutuas. Tanto el varón como la mujer juegan cada uno un papel clave al ser los agentes que Él ha creado y equipado para juntos llevar a cabo esta misión, el hombre como responsable y la mujer como su ayuda. Toda la gloria (reconocimiento, fama, peso) la merece Dios por quién es, y Él ha escogido glorificarse a sí mismo al crear personas que reflejan su imagen y, por lo tanto, tienen una capacidad especial para reproducirse y así traerle gloria y experimentar comunión con Él.
Para nosotras las mujeres, esto significa que compartimos la imagen de Dios de un grado igual que el hombre, pero con características y roles diferentes. Fuimos creadas para reproducirnos, igual que el hombre pero con capacidades físicas diferentes y especiales, y también fuimos creadas para gobernar para la gloria de Dios de una manera que complementa y ayuda a la responsabilidad que tiene el hombre. Muchas mujeres jóvenes (y quizá no tan jóvenes también) que escuchan muchos mensajes hoy en día del mundo alrededor, y batallan para abrazar este hermoso diseño. No puedes separar tu feminidad del hecho que tienes ovarios y útero, y una constitución física y emocional ideal para portar vida, y esas capacidades reflejan el diseño perfecto de tu Creador y ¡es bueno en gran manera!
La creación y comisión de la primera pareja de portadores de la imagen de Dios es el principio de la historia de cada ser humano que ha vivido desde ese momento. Cómo llegamos a existir y para qué propósito fuimos creados impacta cada aspecto de nuestra vida. Tenemos que conocer nuestra historia.
El ambiente en el que vivía el primer matrimonio era ideal. Tenían completa provisión física por medio del medio ambiente y el huerto donde Dios les había colocado. Tenían completa provisión emocional por la relación íntima y transparente con esa contraparte idónea que cada uno disfrutaba. Tenían completa provisión espiritual en su Creador Dios quien estaba presente con ellos en el huerto. Tenían una comisión que daba propósito a su diario vivir, trabajo gratificante y satisfactorio.
Al explicarles la provisión que los había preparado, Dios también les advirtió sobre su única vulnerabilidad: Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. (Gen 2:16-17)
Desde el principio, Dios dio abundante provisión junto a límites claros. Así es el carácter de nuestro Dios. El hombre y la mujer tenían una voluntad propia, y fueron creados para usar esa voluntad para glorificar a Dios. La consecuencia de no respetar los límites de Dios, de usar su voluntad para ir en contra de los deseos de Dios, sería la muerte. Tú y yo pensamos en muerte y nos imaginamos un cuerpo sin aliento, sin posibilidad de alguna vez volver a hablar, como todos hemos visto en un ataúd en algún funeral. Las primeras personas nunca habían experimentado eso. No sabemos exactamente lo que ellos hubieran entendido con esas palabras, pero Dios es un comunicador perfecto, y no hay duda de que entendían que “muerte” significaba separación de Dios y la pérdida de vida.
La Mujer conocía estas instrucciones, pero apenas comienza el capítulo 3 de Génesis y la encontramos entablando una conversación con una serpiente chismosa e intrusa. La Mujer se deja influenciar por las palabras e ideas manipuladoras y sutiles de este enemigo de Dios. Lo primero que hace él es cuestionar las palabras de Dios. ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
Él sabe que si puede hacerle dudar de quién es Dios y de la veracidad de sus Palabras, ella se quitará a sí misma de debajo de la protección y provisión de Dios que está experimentando al vivir en sumisión a Su reino. Y de esta manera se expondrá a convertirse en un instrumento del enemigo quien desea socavar y destruir el mundo que Dios ha creado para su propia gloria. Esta es la agenda del enemigo: que Dios no sea glorificado y enaltecido. Él busca su propia gloria, y esto lo convierte en enemigo de Dios.
La Mujer se deja influenciar por esta criatura y come del fruto que Dios ha prohibido. Ella permite que esa voz extraña y externa hable a su mente y eso causa que comience a cuestionar a Dios, a cuestionar su provisión y su motivación, y al hacer esto, ella experimenta lo que nos describe Santiago 1: cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia (malos deseos) es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. La mujer, como primicia de las criaturas de Dios, erró porque olvidó que toda buena dádiva y todo don perfecto desciende del Dios en quien no hay variación. Y todas las mujeres, hijas de ella, hemos cometido este mismo error.
La Mujer es el primer ser humano que conoce el pecado, que se deja seducir por sus propios malos deseos (malos, porque van en contra de Dios), y experimenta la concepción y alumbramiento del pecado en su vida. Y al permitir que suceda esto, ella sufre la muerte. A partir de ese momento, su cuerpo comienza una marcha lenta hacia la muerte física, y su alma se enfrenta al destino de la muerte eterna. Su instinto es invitar a su esposo Adán a participar con ella en esta tragedia, y él acepta. Cada mujer y hombre que hemos vivido a partir de ese momento somos afectados por las acciones de Adán y la Mujer.
Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen para disfrutar de una relación con Él. Su pecado ha irrumpido en esa relación. Ha hecho imposible que las cosas sigan como antes. Dios ya no puede morar libremente entre sus criaturas, porque no puede mirar el pecado. La pena del pecado de Adán y la Mujer es la muerte. ¡¿Ya se acabó la historia?! ¿Dios podrá morar otra vez con sus criaturas? ¿Dios podrá reinar sobre sus seres creados? ¿Dios será glorificado alguna vez como Él merece?
Ese día cuando Adán y la Mujer toman la decisión de creer a un ser creado en lugar de su Creador, Dios llega al huerto para pasear y platicar con ellos como él acostumbraba. Pero ellos no lo están esperando como siempre. ¿Dónde están? Escondidos, tapados con ropa hecha de hojas porque se sentían avergonzados y no sabían qué hacer con esa sensación. Por alguna razón, taparse su cuerpo aliviaba un poco ese sentir.
Dios entabla una conversación histórica con la serpiente, la Mujer y el Hombre, y juzga justamente a cada uno, comenzando con la maldición sobre la serpiente, el enemigo de Dios. Génesis 3 nos dice que le maldijo tal que andará siempre sobre su pecho, comiendo polvo, y que la mujer, en quien él buscó aliada, será su enemigo mortal. Ella se reproducirá, y específicamente dará a luz un hijo, una simiente, quien aplastará la cabeza de la serpiente, causándole una herida mortal, mientras que la serpiente, a pesar de todo su esfuerzo por derrotarle, solo alcanzará a causarle una herida menor al Aplastador.
Esta promesa en Gen 3:15 es realmente increíble cuando te detienes a pensarlo bien. Dios había diseñado y creado un planeta entero con el propósito de establecer ahí un reino suyo donde sus criaturas especiales hechas a su imagen se reproducirían y trabajarían para llenar todo ese planeta de portadores de la imagen de Dios que traerían gloria a Él.
Las primeritas de esas criaturas acaban de traicionarle, quitándose de debajo de su leal y perfecta autoridad amorosa, introduciendo una barrera en su relación, y arruinando, al parecer, su hermoso Plan. Y ¿qué hace Dios? ¿Qué harías tú en una situación parecida?
Digamos que tú crías caballos, y tú quieres comenzar a criar una raza especial de caballos para el propósito específico de servir a niños con necesidades especiales, para terapia equina. Estos caballos no deben pasarse de cierta altura, deben de tener cierta disposición paciente, obedientes a cualquier indicación rápida, etc. Si cruzas dos caballos, y sus primeros dos potros salen violentos o impetuosos, difíciles de entrenar, peligrosos, ¿qué haces? Detienes el proceso ahí y comienzas de nuevo con otros caballos, ¿no?
Sería lógico pensar que Dios pudo haber hecho borrón y cuenta nueva. Había creado personas para traerle gloria y gobernar justamente como sus representantes, expandiendo su reino. Él advirtió al Hombre y a la Mujer que Él creó que la pena de su desobediencia sería la muerte. Pero en lugar de acabar ahí mismo con el linaje humano y volver a intentarlo, le dice algo increíble a la mujer. Incluso en vs. 15, cuando aún está hablando con la serpiente, hace referencia a la simiente, o descendencia, de la mujer. La Mujer se habrá quedado sin aliento por un momento cuando comienza a entender lo que Dios le está diciendo. Y cuando termina de hablar con la serpiente y se voltea con ella para pronunciar las consecuencias, el justo juicio, que ella sufrirá por su rebeldía, las mismas palabras de castigo contienen también palabras de esperanza. ¡Jehová no ha terminado con la raza humana! ¡Va a permitir que sus criaturas sigan adelante con su plan de multiplicarse y llenar la tierra y sojuzgarla! Ahora, claro, todo será más difícil, será con dolor el parto y todo el proceso de crianza, al hombre se le complicaría el proceso de trabajar la tierra y tener qué comer. Habrá muerte. ¡Pero habrá esperanza también!
Cuánto peso y significado habrán tenido las palabras de Adán hacia la mujer justo después de que Dios declarara las consecuencias de su pecado. Hasta este momento ella simplemente es La Mujer. Pero ahora, Adán finalmente termina con su tarea de nombrar a todas las criaturas de Dios, y le da a la Mujer el nombre “Madre de todos los vivientes”. Eva. La que merece estar muerta, está viva, y tiene el enorme privilegio de que por medio de ella nacerán descendientes, y uno de aquellos descendientes traerá la esperanza de la muerte vencida, y una restauración completa en la relación de los seres humanos con su Dios Creador.
Según su carácter santo, Dios juzga, pero juzga con misericordia dando inmediatamente una promesa de rescate.
Desde el principio, Dios creó a la mujer con la capacidad de portar y nutrir vida dentro y fuera del vientre, y su pecado no eliminó esa parte de su diseño. Al contrario, Dios usaría ese diseño para proveer el Aplastador, la Simiente de la Mujer, la Descendencia prometida que proveerá el rescate del pecado, y llevará a sus criaturas redimidas a la glorificación.
Esto da una perspectiva mucho más trascendente a la existencia de las madres, de la unidad familiar, de los hijos, la procreación en general… Desde sus comienzos, la maternidad apuntaba a ser un instrumento, una vía de salvación.
Aún falta una buena parte de la historia de la maternidad que contar, y seguiremos en el siguiente episodio, número 151. Pero aquí vamos a detenernos y quedarnos contemplando el gran plan de Dios en su creación, y en la existencia del hombre y la mujer, la fertilidad y sus propósitos redentores, y cómo esto nos ayuda a conocer más a nuestro gran Dios y ser transformados.
Deja que estas realidades te asombren esta semana, y nos vemos en el siguiente episodio para continuar meditando en la historia de la maternidad.