La relación matrimonial debe ser una herramienta de instrucción y edificación en la vida de los hijos. Una madre que desea glorificar a Dios entenderá que sus actitudes y palabras hacia su esposo están impactando la vida de sus hijos. Mamá casada, ¿qué estás comunicando a tus hijos acerca del respeto, los roles, el verdadero amor, y el valor de obedecer a Dios con tu manera de hablar con, y hablar de, tu esposo? Únete a esta conversación edificante con Chárbela.
Transcripción:
Susi: Ya llegamos al último episodio de esta serie, Madres que glorifican a Dios. Hemos recorrido la historia de la maternidad, y cómo ella da forma a la adoración de nuestro corazón, la vida diaria en el Evangelio; hemos hablado de estar presentes, sin huir de nuestra realidad ni amarnos a nosotras mismas más de lo debido, y hemos hablado de cómo una mamá creyente puede mirar al futuro y vivir en esperanza.
Espero que tu visión de la maternidad sea más parecida a la visión que la Palabra de Dios presenta para la maternidad después de haber escuchado esta serie. Si recién estás llegando a la serie en este episodio, luego puedes buscar a partir del episodio 150 para poder escuchar toda la serie.
Hay un tema muy importante para la maternidad que no hemos abordado hasta ahora, y eso es el tema de la relación matrimonial. Para terminar esta serie, queremos hablar de esto. Yo entiendo que no todas las madres que escuchan Crianza Reverente tienen esposo, y si ese es tu caso, nosotros sabemos que Dios te provee la gracia para criar a tus hijos sola.
Pero la realidad es que, en el diseño original de Dios, la relación entre padre y madre de los hijos es un aspecto muy importante de la crianza. Así que queremos abordar esto desde la perspectiva de las madres. ¿Cuál es nuestra responsabilidad como madres en nuestra relación matrimonial?
Para esto estoy muy agradecida porque nos acompaña nuestra hermana Chárbela El Hage desde Santo Domingo por primera vez aquí en Crianza Reverente. Gracias, Chárbela, por tu disposición, y bienvenida a Crianza Reverente.
Chárbela: Gracias a ti, Susi, por la invitación. Es un gozo.
Susi: Eres esposa de pastor; tu esposo es Héctor Salcedo. De hecho, él estuvo aquí en el podcast hace un par de años, y sus episodios sobre las finanzas son de los más escuchados en Crianza Reverente. Lo valoramos mucho.
Chárbela: Recuerdo la grabación de esos episodios. Me alegro de que él también haya podido servir hablando de finanzas con las crianzas.
Susi: Sí, porque parece que fue un tema muy buscado, porque pocas personas hablan de eso, y es muy práctico. Creo que a ustedes Dios les ha usado en su iglesia: sirven en la Iglesia Bautista Internacional de Santo Domingo, y tienen dos hijos adolescentes, ¿verdad?
Chárbela: Sí, tenemos un adolescente de 17 años que se llama Elías, y tengo un preadolescente que se llama Daniel, que tiene 12 años. Pero él tiene 12 para 25, ¡porque sabe demasiado!
Susi: ¡Yo creo que ya no existe la preadolescencia! Creo que la adolescencia empieza ahora ya desde los como 9 años.
Chárbela: Bueno, yo estoy de acuerdo contigo. Respetando a los autores y eso que la clasifican así, pero ¡estoy de acuerdo!
Susi: Guau, los jóvenes de hoy en día se exponen a muchas cosas más jóvenes, y hay que hablar muchos temas con ellos mucho más pequeño. Chárbela, gracias por aceptar estar aquí. Yo sé que tú tienes un podcast con Paty Namnún: De la Biblia a la vida. Te gusta hablar de cosas prácticas, ¿verdad?
Hoy queremos hablar de cómo es que la Palabra, y lo que sabemos acerca de la relación matrimonial, impacta a una mamá y su trato con su esposo delante de sus hijos, o cómo eso afecta a sus hijos. Quería empezar simplemente preguntándote si tú has notado en tu propia vida, o en las de otras mamás creyentes, actitudes preocupantes hacia el esposo, en particular en lo que trata de la crianza de sus hijos. Y si es así, ¿a qué se debe esto en nuestras vidas?
Chárbela: Sí, Susi, me encantó el título, el tema que tú estás planteando, porque casi siempre hablamos de crianza y estamos hablando de la relación de la madre con los hijos, o el hijo, o el padre de los hijos. Nos olvidamos de que también en el rol de crianza hay una relación entre la madre y el padre del hijo, o el esposo, que a veces no le ponemos atención.
Pensamos que la crianza solo consiste en el ejemplo que le doy de arriba hacia abajo: madre-hijo. Se nos olvida de que también hay algo que modelar en cuanto a la relación esposo-esposa, o madre y padre. Casi nunca hablamos de las actitudes que nosotras como esposas tenemos hacia el esposo. Me ha encantado que se te haya ocurrido esta idea para poder hablar un poquito de eso, de cómo yo trato a mi esposo y de cómo eso afecta de forma directa o indirectamente a la crianza.
Tú preguntabas: ¿Por qué? Y dentro de eso te puedo decir que nosotras hacemos eso porque erróneamente pensamos que lo que pasa entre papá y mamá no es relevante para la crianza, que no importa, que no afecta a la crianza. A veces pensamos que nuestros hijos no están observando, que nuestros hijos no están razonando y no están interpretando lo que están viendo en la relación que hay en la pareja, el trato. Queremos hablar un poquito de esas actitudes.
Susi: Subestimamos la habilidad que nuestros hijos tienen natural de interpretar, de observar. Ellos están viendo muchas cosas. ¿Qué tipo de actitudes crees que son comunes?
Chárbela: Lo importante es primero que cada una de nosotras haga una evaluación y diga: “¿Cuáles actitudes yo he visto en mí?” Así yo he querido comenzar: ¿qué yo he visto en mí? Porque yo, ni tú tampoco Susi, aunque estamos sirviendo al Señor por tantos años, ninguna estamos exenta de equivocarnos, de tener áreas que no vemos en nuestras vidas, áreas pecaminosas que no hemos redimido porque estamos aquí en el cuerpo, poseedoras de una naturaleza caída.
He visto cosas en mí, y por la labor ministerial, he podido ver cosas en todas estas mujeres que me rodean, en el salón de consejería, en los ministerios en los que he podido participar. Vamos a enlistar quizás por lo menos tres de ellas. Es mi deseo que al hablar esto nosotras hagamos una introspección y que estas sean las palabras como las de ese Nathan, que fue donde David y le mostró su pecado.
David no se dio cuenta de ese pecado hasta que tuvo que venir Nathan, el hombre conforme al corazón de Dios. No sabía lo que estaba haciendo; por lo menos no lo veía hasta que vino ese otro. Hasta que vino Susi a hablarle este tema pudo ver. 😊Quiera Dios concedernos que en este episodio muchas de nosotras puedan verse a sí mismas, y ver si hay algo de esto en su corazón, en un menor o mayor grado, y podamos corregirlo.
La primera actitud que yo he visto es el egocentrismo. ¿Y cómo se traduce eso? Muchas de nosotras somos manipuladoras. El egocentrismo es querer todo para mí. Yo soy el primer lugar. Si yo estoy cansada, yo quiero descansar. A veces ese esposo llega a la casa de un horario laboral extendido. Como somos muchas de nosotras las que estamos lidiando el día entero con los niños, estamos cansadas ciertamente. Al ese esposo llegar, yo me desentiendo de ese niño. Porque ya yo quiero descansar, se me olvida que mi esposo también quiere descansar.
A veces usamos—no sé si a ti te ha pasado—pero usamos esos mecanismos de manipulación donde le entregamos a los niños al esposo para que vean lo difícil que esto ha sido en el día de hoy. ¡Yo quiero que tú sientas lo que yo he sentido por 8 horas o 10 horas! ¡Que tú lo sientas ahora! Y me voy, y salgo. No me ocupo, o me desentiendo, de los muchachos. Yo pienso que esa es una actitud hacia el esposo, un daño que le estamos haciendo hacia el esposo.
Muestra mucho del egoísmo que hay en nuestro corazón, y de actitudes manipuladoras para nosotras hacer llegar un mensaje sin hablar, o un castigo para mi esposo que me ha abandonado. No sé si te identificas con eso.
Susi: Sí, claro. Creo que es una experiencia común para las mamás, en especial de niños pequeños, con la energía que se requiere, la energía física, o si están en la casa, si hay educación en casa, o solo va al kinder unas horas y el resto del día está conmigo. Ese egoísmo se manifiesta. Sí, es muy común.
Chárbela: Sí. Yo primero, y luego no pienso en que él llegó cansado y que debo considerarlo. Si yo quiero descansar, pues que él resuelva con los niños.
Otra actitud también pecaminosa que yo he visto, y es muy constante. Sobre todo, en nosotras las mujeres latinas lo he visto mucho, por lo menos en la cultura latina: es un irrespeto a la autoridad de ese esposo. Por ejemplo, papá pone unas consecuencias como parte del proceso disciplinario que un papá tiene que hacer. Pero la esposa, por múltiples razones, ya sea porque ella no está de acuerdo con lo que él dijo, o ella está cansada, levanta las consecuencias. Las remueve.
Muchas veces muchas dicen: “Yo lo voy a hacer por amor al hijo”, pensando que quizá esa disciplina del papá fue desproporcionada, y ella es la que tiene que arreglar ese error que cometió ese papá. Remueve las disciplinas. Yo he visto mucho eso, y eso es irrespeto a la autoridad.
Otras también lo hacen por cansancio. Imagínate: son tres hijos en la casa, y el papá le dice al hijo más pequeño que no se puede ver la televisión. ¿Qué hacemos con los dos grandes? Entonces la mamá dice: “Es que yo necesito la televisión para entretenerlos en lo que resuelvo otra cosa”. Prendo la televisión, y no estoy dispuesta a pagar el precio que implicaba el sostener la disciplina que papá había marcado. Eso es un irrespeto, porque yo no estoy dándole la importancia que se merece a lo que papá dijo. No sé si tienes algún comentario en esa línea.
Susi: Creo que ahí sale el gran problema de la comunicación que tenemos a veces los matrimonios. Realmente no nos comunicamos claramente. Él pone, o yo pongo, un castigo por emoción y no nos comunicamos para ponernos de acuerdo.
De parte de la mamá, muchas veces no estamos dispuestas a decir: “Dios también da sabiduría a mi esposo. Si mi esposo cree que esto es una disciplina apropiada, yo debería de someterme con respeto a eso. Incluso confiar en Dios, y en que Dios usa la disciplina que mi esposo quiere poner”. La disciplina y las estructuras de la casa no son solamente responsabilidad de la mamá.
Chárbela: Totalmente.
Susi: Ahí es donde salen los problemas incluso de comunicación que tenemos.
Chárbela: Sí. Y tomando eso que dices acerca de ese punto de dialogar con el esposo, muchas entendemos: “Bueno, es que ese hombre no entiende. Ese hombre no me escucha”. Pero hay un versículo en la Biblia que a mí me gusta mucho que está en Proverbios 16:7. Obviamente no es una promesa, sino que es un consejo sabio, y si tú te llevas de él, como es un proverbio, hay alta probabilidad de que te vaya bien.
Dice Proverbios 16 que cuando los caminos del hombre agradan a Dios, él hace que hasta sus enemigos estén en paz con él. Si el camino de una esposa, de una madre, agrada al Señor, ella puede estar confiada en que Dios le dará la forma de convencer a ese papá, quizás de: “Mira, tú hiciste una disciplina desproporcionada. Vamos a ver cómo lo arreglamos”. Ella puede estar confiada en que ese hombre va a escuchar, de que ese hombre va a prestar sus oídos y quizás cambie de opinión y ella lo arregle.
Pero a veces nosotras queremos, de forma irrespetuosa, arreglar aquellas cosas que entendemos que no nos convienen o que fueron desproporcionadas, pero esa no es la forma de Dios. Nosotras no podemos arreglar un pecado con otro pecado, pero muchas veces lo hacemos.
Cuando yo irrespeto a mi esposo, yo estoy pasando por alto ese mandamiento—ya sí es un mandamiento porque está en Efesios. Es una instrucción en Efesios 5. Tú sabes, Susi, que siempre nos acordamos de Efesios 5:22 donde dice que “la mujer se someta a su marido”. Pero se nos olvida que más abajo en Efesios…
Susi: En el 33.
Chárbela: En el 33, exactamente, hay una instrucción que está resumida, que no es solo de la esposa, sino también del esposo. Dice: “En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su mujer, como a sí mismo”. Es un mandamiento muy grande que tiene el papá. “Y que la mujer respete a su marido”.
Ese versículo lo pasamos por alto. Vivimos a veces matrimonios muy conflictivos, poco gozosos, porque no entramos en ese círculo vicioso que habla Efesios de amor y respeto, donde yo respeto a mi esposo, y él me va a hacer sentir amada, sino que entramos en el círculo vicioso pecaminoso, donde yo irrespeto, y él no me ama.
Nosotros tenemos que elegir qué es lo que queremos. Queremos ser amadas; pues comienza a respetar. Una de las cosas es: respeta las consecuencias, las disciplinas que él marcó, los lineamientos que el esposo marcó, y no ser irrespetuosa al desautorizarlo. Cuando él ha dicho algo y tú cambies las reglas del juego, eso es un irrespeto total.
Susi: Ahora que mencionas Efesios 5, eso me lleva a otra pregunta que quería hacerte. ¿Qué es lo que debemos recordar en general de la perspectiva bíblica acerca de la relación matrimonial, y de los roles que nos toca a cada uno?
Ahora mencionas lo de la sumisión y respeto de la esposa; obviamente a la esposa le toca amar, pero creo que a veces tenemos una idea equivocada de que, si él no me ama, no le tengo que respetar. Parte de lo que ese pasaje enseña es: yo tengo la responsabilidad de respetar y someterme. Él tiene la responsabilidad de amar. Pero sí, es un ciclo. Al yo someterme y respetar, le animo en su rol de amarme. Cuando él me ama, eso a mí me anima y me ayuda a poder amar y respetar mejor.
¿Qué otras cosas acerca de una perspectiva bíblica de la relación matrimonial nos pudieran ayudar con esto?
Chárbela: El problema de todas estas actitudes pecaminosas—el egocentrismo, el irrespeto, también la actitud de competencia que muchas tenemos—es un mal entendimiento de lo que es nuestra relación matrimonial. Nosotros no hemos entendido que nuestra relación matrimonial es una relación complementaria.
Desde el Génesis Dios está diciendo: “Yo traje a Eva para hacer complemento de Adán”. Hay principios del matrimonio desde el Génesis que muchas de nosotras no hemos atesorado, verdades expuestas en la Palabra que deben de influir en la forma en que yo me relaciono con mi esposo.
Una de esas cosas, Susi, que yo pudiera mencionarte es que nosotras como mujeres debemos de atesorar que Dios nos ha regalado un género único y exclusivo, comenzando por nuestros cuerpos: la capacidad de nosotras de amamantar, de gestar un hijo, la capacidad de fuerza de ellos…hormonalmente nosotras somos diferentes.
Las mujeres tenemos unas hormonas distintas que nos ayudan a relacionarnos mejor, a poder escuchar, a poder hacer diez cosas al mismo tiempo. Pero Dios ha capacitado al hombre con un alambrado, vamos a decir, cerebral diferente que hace que ellos solamente puedan hacer una cosa, pero se enfocan en eso y lo terminan, cosa que a veces nosotras no podemos.
Cuando nosotras comenzamos a apreciar tanto el diseño divino de Dios y especial para cada género, cuando nosotras comenzamos a apreciar lo que dice el Génesis de que ambos somos valiosos porque nos ha dado su imagen, de que ambos somos coherederos de la gracia, de que ambos tenemos roles diferentes que Dios en su inagotable sabiduría nos ha dado, pero que ambos nos complementamos, cuando yo comienzo a atesorar eso, mi matrimonio va a funcionar bien.
Yo no voy a competir con mi esposo porque yo no lo veo a él como un enemigo, sino que yo veo todos mis intentos, todas mis estrategias, orientados a ayudarlo a él, a perseguir esa meta que ambos tenemos como un equipo. Nosotros deberíamos de vernos como un equipo con nuestros esposos arando, caminando hacia el mismo lado con esa relación complementaria que la Biblia nos da.
El feminismo nos ha hecho mucho daño. Nos ha vendido la idea de que el rol de ayuda idónea es un rol de segunda clase. ¡No es así! Nosotras debemos comenzar a atesorar lo que la Biblia dice acerca de nosotras como mujeres y de nuestro rol como esposas, y comenzar a caminar junto a nuestros esposos en una relación complementaria, donde no hay una competencia, sino un complemento.
Nosotros vamos a tener matrimonios más felices y una crianza más placentera, porque los momentos difíciles en la crianza van a llegar. Tú tienes hijos más grandes que yo; tú sabes que entre más grandes, más problemas, o más retadores los problemas. Pero si los dos estamos de acuerdo arando para un mismo sentir, donde no hay contradicciones, donde yo lo respeto, donde yo no soy una egoísta, el matrimonio va a salir bien. La crianza va a ser buena.
Susi: Me encanta lo que enfocas acerca de valorar los roles y los dones y el diseño, porque desafortunadamente muchas mamás, como tú dices, son más rápidas para contestar; son más rápidas con las ideas. Somos mejores, a lo mejor, según nosotras, en conversar con nuestros hijos, y de alguna manera eso produce una soberbia.
Creemos que somos más capaces en la crianza que nuestros esposos, pero no es así. Simplemente es que tenemos capacidades diferentes. Aplastamos a nuestros esposos; no abrimos espacio para que ellos influyan en los hijos, porque realmente tenemos un orgullo en nuestro corazón.
Creo que no tenemos la idea correcta acerca de cómo los roles del matrimonio encajan en la crianza. Como tú dices, es un equipo. Es un equipo que si no hay papá hay deficiencias. Si no hay mamá hay deficiencias. Ambos debemos estar procurando cumplir y vivir ese rol.
Quiero comentar que yo sé que hay mujeres escuchando que no tienen esposo. Ahí es donde confiamos en la provisión de Dios Padre. Dios puede ser el Padre que nuestros hijos no tienen en ese caso.
Pero también hay mamás que están casadas con hombres inconversos o hombres que no cumplen y no viven su rol. Ahí simplemente deberíamos dar esa esperanza a que, si tú vives tu rol de la mejor manera que tú puedas hacer, cumpliendo con ese rol, tú puedes confiar en la provisión también de Dios. No sé si tendrías algún comentario sobre eso.
Chárbela: Yo estoy totalmente de acuerdo contigo. Nosotras a veces queremos resolver; es una parte de nuestra tendencia controladora. También el Génesis habla de eso, de cómo somos mujeres muy controladoras. Nosotras queremos a veces resolver a nuestra manera porque nos desesperamos con las cosas, como si Dios no estuviera en el cielo gobernando. Eso es una rebeldía contra Dios, una falta de fe, una falta de confianza.
A nosotras, lo que nos toca es vivir conforme al diseño, conforme a lo que Dios ha mandado—ya sea que yo estoy casada o no con el padre de mis hijos—vivir conforme a los principios que la Biblia dice, a obedecer eso, porque esa es la única ruta de bendición.
Cuando yo me voy de espalda a Dios y hago lo que yo entiendo que debo de hacer, ¿cómo voy a orar? Mis oraciones van a ser estorbadas por mi pecado. ¿Cómo voy a orar pidiéndole al Señor, bendice en mis planes y mis formas”? El Señor así no es que opera. Es lo que vemos en la Biblia. El Señor dice: “Llévate de mí. Mete los pies en el mar, que yo lo voy a abrir. Confía”. A veces actuamos de una forma insensata. Muchas veces, lamentablemente.
Susi: Yo quisiera que las mamás que nos escuchen sientan el peso de por qué esto es importante. Muchos padres no sabemos cuánto impacta a nuestros hijos nuestra vida matrimonial, nuestra relación. Yo te contaba hace unos momentos que nosotros llevamos más de 20 años en una universidad cristiana, y hemos hablado con muchos jóvenes que vienen apenas de su crianza. Llegan aquí a los dormitorios a los 18 años y vemos las evidencias, vemos los estragos.
¿Cuáles serían algunos efectos futuros en nuestros hijos de esto? ¿Efectos positivos, o también los estragos que podrían verse más adelante cuando los hijos no han visto las actitudes correctas en sus mamás? Para que sintamos la importancia de esto.
Chárbela: Creo firmemente que nuestros hijos absorben lo bueno y absorben lo malo también de nosotros. A veces pensamos: “No, lo malo, ellos van a saber eventualmente qué es malo”. Pero no; a veces lo malo, ellos lo toman como si fuera bueno, porque papá y mamá lo hacían normal. Dan por sentado y por buenos y válidos patrones disfuncionales que nosotros tenemos porque nosotros los padres no somos perfectos.
Yo necesito constantemente ir creciendo, en pos de lo que la Biblia dice: seguir siendo moldeada a la imagen de Cristo, que mi carácter siga siendo moldeado. Porque mis hijos me están viendo y yo necesito modelarles a mis hijos un rol de madre, por lo menos en el caso mío, un rol de madre funcional.
Mira qué impacto tiene: yo tengo dos varones, Susi, y yo quisiera que ellos vieran cosas buenas en mí. Porque en un futuro, cuando ellos vean cosas malas en una potencial esposa, ellos puedan decir: “No, no. Eso está mal. Porque yo vi modelar lo bueno. Yo vi los beneficios, y yo vi la integridad de mi mamá. Yo vi esto; yo vi aquello”.
Cuando yo modelo algo, mis hijos van a tener herramientas para poder elegir mejor. Igual pasa con lo malo. Si yo no arreglo esas áreas negativas de mi vida, esa forma de hablar, esa forma de corregir quizás, mi forma manipuladora, mi forma irreverente, irrespetuosa, probablemente ellos digan: “Bueno, el que una esposa me hable de forma irrespetuosa es normal, porque mi mamá lo hacía”.
Es preocupante porque les estamos dando malos ejemplos a nuestros hijos y ellos están copiando. Son una aspiradora que copian lo bueno y copian lo malo. Yo quisiera en la medida de lo posible, porque no lo voy a hacer perfecto, llegar a ser lo más santificada posible. Pero eso va a requerir humillación. Va a requerir que yo deje que el Espíritu gobierne y no la carne.
Porque a veces cuando yo quiero llamarles la atención a mis hijos o llamarle la atención a mi esposo, la carne gobierna y lo hago de una forma irrespetuosa, cuando lo que debería es callar y dejarme dominar por el Espíritu. Cuando mis hijos ven eso, una mujer gobernada por el Espíritu, yo confío en que ellos van a elegir algo de lo bueno, porque ellos saben lo que es bueno y lo que es malo. Ellos van a elegir lo mejor. Yo quiero modelarles a mis hijos.
Para mí ese es el mayor ejemplo. Y también que ellos no repitan patrones pecaminosos en su crianza. Porque yo sé que yo tengo formas de corregir, por ejemplo, que yo traje de mis padres inconversos, y ha sido la Palabra y el consejo de mi esposo que ha tenido que moldearme y decirme: “No, eso no funciona. Tú tienes que cambiar”. Nosotros copiamos lo malo y lo bueno, así que Dios nos dé sabiduría.
Susi: Sí. Yo también pensaba: yo quiero que mis hijos sepan qué es una relación sana en general, cómo es que respetamos a la otra persona. Mi esposo es creado a la imagen de Dios; debo respetarlo por eso. Y en general que sepan llevar relaciones sanas.
Quizás pudiéramos comentar algunas cosas prácticas específicas. ¿Cómo es que esto se ve? Porque yo creo que para algunas mamás es que: ah, bueno, sí, qué bonito lo que dicen, pero yo no hago eso. En los últimos minutitos que nos quedan, vamos a mencionar [algunas cosas prácticas].
Yo pensaba en que a veces yo veo que las mamás casi usan a papá como arma: “Papá es el malo”. Eso no es una perspectiva sana hacia el papá. El papá no es el arma que yo saco para amenazar a mis hijos: “¡Espérate que llegue papá! ¿Quieres que vayamos a hablar con papá?” Y todas esas cosas, pero ¿qué otras cosas comentarías?
Chárbela: Así es. En cuanto a mi trato con mi esposo, cosas pecaminosas prácticas: por ejemplo, ya hablamos de desautorizarlos. Está gravísimo, pero fíjate, yo no sé si tú has visto, Susi, mentiras. O sea, a veces decimos verdades a medias, y eso es una mentira. Le decimos mentiras tanto al padre, para salirnos con la nuestra; le decimos: “No, en realidad esos zapatos costaron 20 dólares”, por ejemplo, cuando en realidad costaron 40. Pero yo le estoy complaciendo a mi hijo, queriendo ganarme su favor, comprándole el zapato que él quería. Pero estoy mintiéndole a mi esposo para salirme con la mía. Le estoy diciendo una mentira para congraciarme con el niño.
A veces para congraciarnos con el hijo le decimos: “No te preocupes; yo no le voy a decir a tu papá lo que tu hiciste. No le voy a decir la hora que llegaste. No le voy a enseñar tus notas”, queriendo, con mi pecado, ganarme el favor de mi hijo. Eso es totalmente malo.
Hablamos también ahorita de la manipulación, cuando yo quiero conseguir algo, que el papá del hijo me lo de, o de mi esposo, si es mi esposo—usamos a los hijos como un pretexto. “Bueno, tu hijo lo necesita; tú vas a ser un mejor padre si tú le concedes eso”. Esas son dos herramientas que te puedo mencionar que yo sé que usamos mucho y son pecaminosas, de forma práctica.
Susi: Esas cosas demuestran que quizás ganar el afecto de mi hijo es un ídolo para mí. Porque si yo estoy dispuesta a pecar en contra de mi esposo para ganar el afecto de mi hijo, eso ya debe ser una alerta muy grande en mi corazón, en mi mente. Esto es algo que yo necesito pedirle a Dios que yo pueda tener la meta correcta y que comparta esa meta con mi esposo para que juntos procuremos una crianza en un hogar donde Dios es honrado en las actitudes, en las acciones y en las decisiones que hacemos.
Bueno, siempre se nos acaba el tiempo muy rápido. Chárbela, muchas gracias por abrir tu corazón con nosotros, por tomar de tu tiempo para acompañarnos.
Chárbela: Gracias a ti, Susi. Espero que todos los podcasts que vienen por ahí sean de bendición para las mujeres. Gracias por ayudar con este recurso.
Susi: Gracias a ti. Y a ti que nos escuchas, gracias por habernos acompañado en esta serie sobre la maternidad: Madres que glorifican a Dios. Yo espero que eso sea el resultado de esta serie: que en tu hogar tú glorifiques a Dios de una manera mayor por haber escuchado estas conversaciones. Que Dios te bendiga en tus esfuerzos de maternidad. Nos vemos en algunas semanas con una nueva serie. Bendiciones.