Ep 162: Crianza que aviva: la verdad en la vida real

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May 28, 2024

Cualquier persona se convierte en lo que más contempla. Nuestros hijos necesitan ser expuestos a la gloria de Dios para que puedan entender cómo funciona la vida real y qué es lo más importante en la vida. No queremos que nuestros hijos terminen como necios, dejándose llevar por cualquier idea. Queremos que experimenten una verdadera transformación. ¡Sigamos nuestra conversación sobre la crianza que transforma! 

Transcripción:

Susi: En busca de una crianza que verdaderamente lleva a la transformación, estamos estudiando aquí en Crianza Reverente un material que nos ha sido útil por muchos años. Estamos siguiendo con este episodio 162 con nuestra serie Crianza que transforma, basada en el libro Transformados en su imagen por el autor Jim Berg, publicado por Editorial Bautista Independiente.

Seguramente si lo buscas en Internet o en tu librería local lo puedes pedir, y te animamos a hacerlo, aunque no es necesario que tengas el libro. No estamos estudiando cada parte del libro juntos, sino que estamos tomando diferente material que consideramos clave para poder hablar de este material a la luz de la crianza.

En este episodio pasamos de haber estado hablando o enfatizando refrenar la carne, a renovar la mente, que es otra etapa, otro paso en ser transformados en su imagen. En este episodio estamos cubriendo material de capítulos 6 y 7, algunas partes del material de esos capítulos de este libro.

Aquí estoy otra vez con Mateo. Gracias porque estás dando de tu tiempo para cada episodio de esta serie. Mateo, los padres, yo creo que queremos—casi todos los padres queremos preparar a nuestros hijos para la vida real, ¿verdad?

Mateo: Claro.

Susi: Es algo que se suele decir: “Quiero que mis hijos estén listos para la vida real”. ¿Qué tiene que ver ese deseo, que creo que es bueno en muchos sentidos, con el concepto bíblico que vamos a estudiar ahora de renovar la mente?

Mateo: Es curioso que muchos padres, incluso cristianos, creen que la Biblia está bien para la vida espiritual, pero que no aplica tanto para la vida real “allá fuera” en el mundo. Nos dicen que “bueno, el cristianismo, sí, eso es para la iglesia. Pero allá fuera del lunes a viernes tienes que seguir viviendo…seguir otros principios”.

Susi: Sí.

Mateo: Pero tristemente, esa perspectiva refleja que no conocemos la realidad verdaderamente. La realidad es que los únicos que pueden entender el mundo real son creyentes que andan en comunión con Dios. ¿Por qué? Porque este es el mundo que Dios ha creado. Y aunque sí, el mundo lo ha trastornado y ha rechazado los principios de Dios, si queremos vivir con gozo, con la paz de Dios en nuestra vida, tiene que ser a través de la verdad de Dios.

El autor inicia con una curiosa ilustración que es: ¿cómo sería si tomaras un indígena que lo encuentras en la selva, en las Amazonas, alguien que nunca ha tenido contacto con el mundo moderno? Siguen con flechas y arcos, matando animales en la selva.

Susi: Para comer.

Mateo: Tomas a ese indígena y lo teletransportas aquí a Monterrey, a la Macroplaza.

Susi: En el mero centro de la ciudad.

Mateo: Una ciudad de 6.000.000 de habitantes, moderna. Aquí no hay selva para nada, ¿verdad?

Susi: No, nada.

Mateo: Imagínate cómo se sentiría ese indígena. Todo lo que él sabía, la manera en que él vivía: nada funciona. Porque las reglas han cambiado totalmente. Allá, quizás, en la selva, él era el guerrero más poderoso, y el mejor cazador, y se trepaba los árboles más altos. Pues si él empieza a treparse en los árboles en la Macroplaza, ¡van a venir a decirle que se baje!

Si él necesita comer, agarra su arco, su flecha. ¿A qué le va a disparar? Pues alguien que tiene su perrito por ahí, ¿verdad? Va a matar el perrito, ¡y lo van a arrestar por eso! Quizás no va a hablar el idioma. Bueno, ¿cómo se siente ese indígena? Pues seguramente va a sentir temor; va a sentir confusión; se va a sentir frustrado.

Susi: Enojado. Nadie lo entiende. No puede hacer nada.

Mateo: Enojado, desesperado, quizás incluso llegue a cometer actos de violencia por la desesperación que siente. Ahora, ¿no acabamos de describir a la persona moderna? ¿Cómo se siente la persona moderna? Temeroso, enojado, frustrado, confundido, desesperado, deprimido, violento. Eso describe nuestra sociedad.

Susi: Es la realidad.

Mateo: ¿Por qué? Porque realmente vivimos en un mundo creado por Dios, y si nosotros no observamos los principios de Dios, vamos a tener todos estos tipos de lo que hoy llamamos “trastornos emocionales”, que no son más que sentimientos que tenemos porque no vivimos según las reglas de Dios en el mundo que Dios ha creado. Aunque el mundo resiste a Dios y se rebela contra Dios, vive en el mundo que Dios ha creado.

Pablo dice en Hechos 17:28: “Porque en él [en Dios] vivimos, y nos movemos, y somos”. O sea, Dios es nuestro medio ambiente. El medio ambiente en el que nosotros vivimos, en el que nos movemos, en el que existimos, es Dios mismo. Y mientras que nosotros no vivamos según los principios de Dios, vamos a sentir ese enojo, esa frustración, esa desesperación.

Necesitamos como padres darles a nuestros hijos una mente renovada, que es pensar como Dios piensa, pensar de acuerdo a la verdad de Dios. Es la única manera de poder realmente vivir en el mundo que Dios ha creado.

Susi: Yo creo que esto se ve en la vida diaria como: es necesario interactuar con Dios. ¿Se basa en una relación con Dios?

Mateo: Empezamos con esa relación. Cuando interactuamos con Dios, Dios empieza a transformarnos a nosotros. Y es por medio de esa comunión con Dios que nosotros vamos a ser transformados en la imagen de Jesucristo.

Claro, comienza con la salvación. Comienza cuando iniciamos nuestra relación con Dios: nos arrepentimos de nuestros pecados; creemos en Jesucristo como el hijo de Dios que ha muerto en la cruz por nuestros pecados, que ha resucitado, que se ha sentado a la diestra del Padre, y su obra es suficiente para nuestra salvación. Tenemos que enseñarles esto a nuestros hijos. Tenemos que enseñarles el evangelio.

Pero el evangelio nos inicia en una relación con Dios, y una relación implica interacción. Implica comunión. Si yo dijera—bueno, si un joven dijera (pues yo no; ya estoy casado)—pero si un joven dijera: “Yo tengo una novia.”  — “Ah, sí, ¿dónde está tu novia? ¿Cómo es? A ver, cuéntame”.  — “Pues la verdad no la conozco”.  — “Pero pues tú hablas con ella, ¿no?” — “No, nunca hablo con ella”. — “¿Pero ni por Zoom?” — “No, no, tampoco”. — “¿Ni te mensajeas con ella?” — “No”. Entonces, ¿tienes una novia realmente? ¡No!

¿Por qué? Porque una relación implica interacción. Nuestra relación con Dios tiene que implicar una interacción con él. Esa es la comunión con Dios: la comunión con Dios es interacción personal continua con alguien. Es interacción personal continua con Dios también; interactuamos con él.

Muchos de nosotros en nuestra vida cristiana no interactuamos con Dios. No estamos cuidando nuestra relación personal con Dios. Somos como ese joven que dice que tiene una novia, pero realmente no tenemos esa relación; no existe esa relación.

Susi: Entonces, realmente no estamos viviendo la vida real cómo Dios quiere que lo vivamos, y cómo puede evitar todos esos problemas que ya comentamos. ¿Cómo es que una persona no tiene que crecer viviendo confundido o desesperado o deprimido o enojado todo el tiempo?

La única manera es vivir en el mundo como Dios dice. Y parte de eso es que tiene que ser en una relación con él. No es suficiente que alguien diga (quizás un buen católico puede decir): “Sí, este es el mundo que Dios ha creado”.  Pero puede seguir viviendo con todos esos problemas. ¿Por qué? Porque no ha tomado ese siguiente paso de entablar una relación con Dios y vivir en comunión.

Mateo: No solo un católico; muchos creyentes también. Hay muchos cristianos que dicen: “Yo soy cristiano; yo he creído en Jesucristo; me he arrepentido de mis pecados”. Quizás son realmente salvos, pero no están viviendo en comunión con Dios. ¿Cuántos cristianos no están viviendo con temor, con enojo, con depresión, con desesperación? Es señal de que algo anda mal en su comunión personal con Dios.

El libro cuenta una historia de un joven llamado Felipe. Felipe es un joven que parece que es ejemplar. Felipe está caminando con el Señor en el sentido de que lee su Biblia, está en la iglesia, está sirviendo. Conforme vas leyendo la historia de Felipe, el autor va destacando que ser cristiano y vivir la vida cristiana, por ejemplo, no es una serie de actividades como ir a la iglesia.

¿Hay que ir a la iglesia? Bueno, Dios manda que vayamos a la iglesia, sí. Pero ir a la iglesia no es la esencia de la vida cristiana. Menciona que está activo en servicio, está sirviendo. Pero servir no es la esencia de la vida cristiana. Puedes estar sirviendo…

Susi: Y ni ser creyente, o no estar llevando una relación con Dios.

Mateo: No tener una buena comunión con él. Menciona que él leía su Biblia para encontrar algunos principios sobre cómo debe de vivir. Claro, debemos de someter nuestra vida a las enseñanzas de la Palabra de Dios, pero la vida cristiana no es un estilo de vida. No es simplemente adoptar ciertas reglas, ciertos parámetros, y así, vivir de acuerdo a ellos.

Incluso menciona que no es tener conocimiento cristiano. Porque muchas personas conocen el contenido de la Biblia; incluso te pudieran aprobar un examen de teología. Pero esa no es la vida cristiana. La vida cristiana, la esencia de la vida cristiana, es tener una relación con Dios, tener comunión con Dios, interacción personal continua con él. Si no estamos teniendo esa clase de relación, interacción continua con él, algo anda mal.

El autor también destaca que, para tener esa comunión con Dios, tiene que haber en nosotros un deseo de Dios. Hay varios versículos que podemos recordar, de David, donde David dice que él desea a Dios: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, Oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42). Eso describe el corazón de un creyente. Si alguien no tiene esa clase de deseo, tiene que realmente preguntarse si es salvo, porque esto caracteriza al hijo de Dios.

Un joven, o un hijo de nosotros mismos, o un padre también que se acopla a la vida cristiana, a cierto estilo de vida, incluso hace algunas actividades, pero realmente no tiene un deseo de conocer a Dios personalmente, de buscarle con todo su corazón, probablemente este hijo o este padre no es salvo.

Creo que como padres es algo que tenemos que buscar en nuestros hijos, porque a veces nos conformamos con que se porten bien, con que no sean el rebelde declarado que decíamos hace algunos episodios, y si no es así nos sentimos bien.

Susi: O aceptamos que repitió una oración y ya. Entonces creemos que ya es salvo. También eso es otro.

Mateo: Que con eso ya es salvo, sí. ¿Pero dónde está la evidencia? Y no solo la evidencia en cierto comportamiento, sino la evidencia de un corazón que anhela las cosas de Dios. Y esto exige todo de nosotros. Santiago nos dice, por ejemplo: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Entonces, si quieres ser amigo del mundo, te constituyes enemigo de Dios” (Sant 4:4).

No hay dos opciones. Tú no puedes caminar con un pie en el mundo y un pie en la iglesia. No. Dios dice que no. Jesucristo dice que no puedes servir a dos señores porque aborrecerás al uno y amarás al otro. No hay opciones. Es una búsqueda apasionada de Dios, de buscarle con todo nuestro corazón, porque eso es lo que dice Deuteronomio 4:29: “Que si le buscares a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, lo hallarás”. Pero tienes que buscarlo de todo tu corazón.

Muchas veces nos hemos conformado con tener hijos que son buenos, pero no están teniendo realmente comunión con Dios. Entonces van a experimentar ese trastorno de vivir en el mundo de Dios, pero no estar viviendo en comunión con Dios y según los principios de Dios. Porque es la comunión con Dios que realmente empieza a renovar nuestra mente.

De hecho, de eso se trata el capítulo 7. Lo que acabamos de describir es el capítulo 6, el contenido del capítulo 6, pero el capítulo 7 nos empieza a describir cómo es que nosotros podemos llegar a ser como Cristo. Y aquí usa varias, bueno, dos ilustraciones muy interesantes.

Una es la ilustración de la luz. La luz, ¿qué color es la luz del sol? Pues bueno, miramos el sol y vemos una luz amarilla.

Susi: No. ¡No debemos mirar el sol!

Mateo: Con el eclipse reciente, nos recordaron eso, ¿verdad? Pero si vemos el sol, quizás es amarillo o blanco. Realmente la luz del sol es blanca, pero aquellos que saben de la luz dicen que la luz blanca es realmente la combinación de todos los colores.

Susi: Todos los colores. Qué interesante.

Mateo: Cuando se refracta la luz vemos los diferentes colores. Es lo que pasa con el arcoíris. La luz del sol pasa por la humedad de las nubes.

Susi: De la lluvia, sí.

Mateo: O de la lluvia, y de repente ahora vemos toda una gama de colores. Está dentro de la luz blanca. Un prisma también; si haces que la luz pase por un prisma, se refracta la luz.

Susi: Se separan los colores.

Mateo: Ahora dices: ¿qué tiene que ver eso? Bueno, la luz blanca es como la gloria de Dios. De hecho, cuando muchos hombres vieron a Dios, dice que vieron una luz que les cegaba.

Susi: Varias veces en las Escrituras pasa eso.

Mateo: Sí, es más brillante que la luz del sol. ¿Qué es eso? La gloria de Dios es la combinación de todos los atributos de Dios. Cuando Dios se manifiesta de esa forma, el hombre no lo puede observar, no lo puede mirar.

Susi: No lo puede tolerar. Es demasiado.

Mateo: Sí. Si se queda mirando eso, muere. ¿Cómo terminan todos los seres humanos que ven a Dios? Terminan de cara en el piso, ¿verdad? Arrodillados, postrados delante de él.

Susi: Sí, sí.

Mateo: ¿Qué es lo que Dios quiere de nosotros? Dios quiere que nosotros le reflejemos a él. Ahora, no podemos reflejar a Dios en todos sus atributos. Hay atributos que pudiéramos llamar incomunicables, que no se comunican al hombre, no se transfieren al hombre. Pero hay otros atributos que son comunicables que el hombre sí puede reflejar. ¿Cuáles son esos? Bueno, serían como amor, gozo, paz, paciencia.

Susi: Me suena.

Mateo: ¿Ya te suena de algo?

Susi: El fruto del Espíritu.

Mateo: Sí. Estamos hablando del futuro del Espíritu. Claro. Esos son atributos de Dios, pero que Dios quiere que nosotros tengamos en nuestra propia vida, que nosotros lo reflejemos.

Si nos vamos hacia atrás, hacia la bolsita de té, de hace unos episodios, en vez de tener una bolsita de té que cuando lo metes en agua caliente, sale el sabor a carne, lo que Dios quiere es que tengamos una bolsita de té, o sea, un corazón, que está transformado por Dios; que cuando lo metes en el agua caliente, lo que sale de ahí es amor, gozo, paz. Es el fruto del Espíritu. Ya no es sabor a carne, sino es sabor al fruto del Espíritu. Eso es lo que Dios quiere, y eso es cómo nosotros reflejamos a Dios.

Susi: Para poder hacer eso tenemos que verlo. Tenemos que ver cómo él es en toda su gloria.

Mateo: Sí. Tenemos que estar en comunión con él. Esa es la conexión con lo que hemos estado diciendo. Tenemos que estar en comunión con él. Tenemos que mirarlo. De hecho, 2 Corintios 3:18 dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”

¿Qué es lo que nos transforma? Es ver la gloria de Dios. Y cuando vemos la gloria de Dios, dice que somos transformados de gloria en gloria. Creo que implica primeramente la gloria de salvación. Vemos a Dios de manera inicial y somos transformados en una salvación inicial. Pero luego “de gloria en gloria” indica un proceso, un progreso. Estamos hablando de la santificación progresiva, donde progresivamente estamos siendo transformados para reflejar más y más los atributos comunicables de Dios.

Susi: El fruto del Espíritu.

Mateo: El fruto del Espíritu. Ya no sale carne, sino que sale el fruto del Espíritu. Eso es lo que está pasando en nuestra vida; cuando tenemos comunión con Dios, vemos a Dios. Eso es parte de la vida cristiana tan importante. Recuerda: no es una serie de actividades; no es un estilo de vida; es comunión con Dios. Vemos a Dios mismo y vemos su gloria, y somos transformados de gloria en gloria. Y es aquí donde nos equivocamos otra vez en nuestra propia vida y con nuestros hijos. No estamos trabajando para que nuestros hijos vean a Dios.

Susi: Queremos imponerles el fruto del Espíritu. Queremos que sean pacientes, pero no les hemos mostrado y llevado a ver a un Dios paciente. Queremos que sean amorosos con sus hermanos, pero no les hemos puesto a contemplar al Dios de amor.

Mateo: Incluso cuando los llevamos a la iglesia, a veces los sermones en la iglesia, o cuando hacemos el devocional familiar, o cuando ellos hacen su devocional, ¿qué es lo que están buscando? Reglas, principios.

Susi: Algo para hacerme sentir bien, o algo que debo hacer o dejar de hacer, nada más.

Mateo: Todo eso puede ser bueno, pero ¿qué deberían de estar buscando? A Dios. Ver a Dios. Conocer a Dios. Tener interacción con Dios. Porque cuando veo a Dios, soy transformado de gloria en gloria. Eso es lo que me cambia. Y esto es un proceso. Es algo que no funciona así de la noche a la mañana.

Susi: No. No le podemos decir: “Ayer te dije que Dios es amor, y hoy no estás siendo amoroso. ¿Qué pasó?”

Mateo: Así es. La única manera de ser transformado es viendo a Dios, quedándonos expuestos a Dios. Aquí usa una ilustración interesante, y es la de un bronceado. Es curioso porque las personas que tienen una piel morena no quieren más bronceado. Quieren ser más claros. Y los que tenemos una piel un poquito más clara, muchas veces sí queremos un bronceado.

Susi: Buscamos tener “color más sano”.

Mateo: Sí. Es curioso como siempre estamos inconformes. Pero muchas veces eso pasa. La persona va a la playa y quiere un buen bronceado. ¿Qué tiene que hacer?

Susi: Pues, exponerse al sol.

Mateo: Exponerse al sol, ¿verdad? Es la única manera de tener un buen bronceado. Y esto normalmente no pasa—bueno, puede ser que lo hagas todo en un día, pero pobrecito, te vas a quemar.

Susi: Te vas a quemar y se sale la piel. Para un buen bronceado, tiene que ser algo constante, consistente, ¡cierto tiempo al día es la manera que los blancos sabemos que hay que tomar un buen bronceado!

Mateo: Sí. Eso es verdad con Dios también. ¿Qué tenemos que hacer? Exponernos a Dios de manera habitual. Una persona que quiere un buen bronceado no está midiendo el tiempo, sino que está midiendo el color de su piel. Si yo quiero realmente conocer a Dios y reflejar a Dios, yo no debo estar midiendo mi tiempo, por ejemplo, en mi devocional personal: 5 minutos, o 15 minutos. Ya pasaron 15 minutos; ya acabó, y pum.

No. Yo miro mi vida y si veo que no estoy reflejando a Dios, me doy cuenta que necesito más tiempo con Dios. Si en vez de tener amor, gozo y paz en mi vida, yo tengo temor, ansiedad, depresión, frustración, ¿qué es lo que necesito? Más tiempo con Dios. Porque Dios es el que me transforma. Dios es el que cambia esas cosas, conforme yo lo voy conociendo, me voy exponiendo cada vez más a la gloria de Dios.

No estamos mirando el reloj, sino estamos mirando el bronceado. No estamos mirando el reloj, sino estoy mirando mi vida para ver si mi vida está reflejando a Jesucristo. Si yo miro mi piel y no tengo mucho bronceado, significa que no estoy pasando suficiente tiempo expuesto al sol. Si yo miro mi vida y no hay fruto del Espíritu, significa que yo no estoy pasando el tiempo suficiente expuesto a la gloria de Dios. Porque cuando veo la gloria del Señor, soy transformado de gloria en gloria.

Susi: De manera muy práctica, estamos hablando de leer la Palabra, meditar en las verdades, y cuando la leo busco conocer a Dios. Busco ahí: ¿qué dice acerca de Dios? ¿Cómo veo y conozco a Dios mejor? Estamos hablando de oración, donde respondemos a Dios, o nos arrepentimos, de la Palabra en la iglesia, de comunidad con los hermanos. De eso estamos hablando, ¿verdad?

Mateo: Claro, todo esto no nos pasa de manera automática. Con el bronceado, yo me puedo dormir ahí expuesto al sol y me voy a broncear, quizás demasiado. No pasa así con la vida. No solo por ir a la iglesia o por abrir las páginas de la Biblia y leerlas va a haber un cambio automático.

Es aquí donde tenemos que clamar al Espíritu de Dios. Él es el agente; si se acuerdan, dijimos que él es el agente de la transformación. Tenemos que clamar a Dios, que él ilumine nuestro entendimiento, que él abra nuestros ojos para que realmente podamos ver no sólo las palabras que están sobre la página, sino el Dios que está detrás de esas palabras. Realmente verlo: que él nos transforme, que veamos esas realidades espirituales. Y requiere meditación.

Otra vez lo del bronceado es buena ilustración porque requiere que nos sentemos ahí, que pasemos tiempo, y que lo hagamos de manera constante. Cuando vas de vacaciones y regresas con un bronceado, ¿qué pasa después de unas semanas? Pues va desapareciendo el bronceado.

Susi: Exacto, porque no has continuado siendo expuesto al sol.

Mateo: Sí, y a veces eso pasa en la vida cristiana. Hay una racha donde estamos muy expuestos a la Palabra, pero luego dejamos de hacerlo. A veces pasa en los campamentos, ¿no? Los jóvenes van al campamento, y de repente regresan y están muy animados espiritualmente. A veces hasta que casi nos burlamos un poquito.

Susi: Sí: efecto campamento.

Mateo: Sí. Tranquilo; ¡en dos semanas se le pasa! ¿Significa que no fue real?

Susi: No necesariamente.

Mateo: No. Cuando fuiste de vacaciones, ¿el bronceado que tenías era real? Sí. No duró porque no continuaste haciendo lo que estabas haciendo en vacaciones. El joven va al campamento. Ahí queda expuesto a Dios, a la Palabra, y es transformado. Luego no dura. ¿Por qué? Porque regresa a casa, y en vez de continuar expuesto a la Palabra, está corriendo a Netflix; está corriendo a Spotify; está corriendo a Instagram, al TikTok. Está pasando todo el tiempo en esas cosas. ¿Y qué pasa? Desaparece su bronceado espiritual, por decir así.

¿Por qué? Porque es ver la gloria del Señor que nos transforma, y tenemos que continuar expuestos a eso. Cuando Dios hace esta obra en la vida de una persona, es maravilloso. Ve las verdades de la Palabra y dice: “¡Guau, esto es verdad! Yo estaba creyendo mentiras del mundo, y yo pensaba que eso era real”. (Hablando del mundo real.) “Yo pensaba que esa era la realidad, pero ahora me doy cuenta que lo que Dios dice en su Palabra, eso es real”. Empiezo a creer la Palabra de Dios. Luego cuando vemos la verdad cómo es, y vemos a Dios cómo él es, eso empieza a mover nuestro corazón. Nos mueve en el corazón también.

Susi: Sí, no solamente nivel intelectual de conocimiento, sino que llega a la adoración del corazón.

Mateo: Claro. Veo cómo Dios es hermoso, y que nada se compara a Dios. Dios es admirable, y lo alabo. Tengo que alabarlo yo en mi propio corazón. Incluso tengo que alabarlo con otras personas. Cuando veo una puesta del sol que es hermosa: “¡Oye, vi esto; fue hermoso!” Lo comparto con otras personas.

Luego también nos mueve en la conducta. Yo veo la verdad de Dios, entiendo que es la realidad, y veo que es hermoso. Me mueve en mi corazón, y me lleva a la obediencia. Hablábamos de la obediencia en el episodio anterior. Tenemos que presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo a Dios, ya no al pecado, para que no obedezcamos al pecado.

Ahora lo que estamos diciendo es que vemos la hermosura de Dios, y eso es lo que me motiva a entregarme a él. Mira lo que él es. Mira cómo él dio a su hijo para redimirme. Eso empieza a actuar en mi corazón, y yo digo: “Ya no puedo servir el pecado. Tengo que servir a Dios”. Y me motiva obedecer a Dios. Cuando esto pasa en la vida de un joven, es maravilloso, y cuando pasa en nuestra vida también.

Susi: Por eso, también como padres tenemos que dejar de presentarles motivaciones inferiores, y a veces engañosas, dañinas, a nuestros hijos. Porque cuando les presentamos motivaciones casi para manipular una buena conducta, o cierta conducta que queremos, estamos apagando cualquier efecto que haya tenido que lean su Biblia o que escuchen una predicación. Pero luego cuando les presentamos otras motivaciones que son deficientes o incorrectas, estamos contradiciendo quizás, confundiendo, a los niños muchas veces.

Mateo: Interrumpiendo la obra de Dios. Dios quiere que le vean. En vez de decirles: “Mira a Dios”, les estamos diciendo: “Mira tus calificaciones. Mira tu carrera. Mira el dinero que vas a ganar. Mira tu reputación”. Les apuntamos a eso en vez de decir: “Mira a Dios, porque viendo a Dios, la gloria de Dios te va a transformar de gloria en gloria. Eso va a cambiar tu cabeza; va a cambiar tu corazón; va a cambiar tu conducta”. Tenemos que siempre apuntarles a Cristo, a Dios.

Susi: Ese es el único cambio que realmente dura. Es la única transformación que nos lleva a nosotros y lleva a nuestros hijos a poder descansar en el Señor y vivir en la vida real como Dios la ha diseñado. No es una vida fácil, porque todavía hay pecado, pero podemos apuntarlos hacia él.

Mateo: Vamos a primero nosotros disfrutar de amor, gozo, paz en nuestra propia vida, y luego lo vamos a reflejar también a otros. Entonces no tenemos que ser como ese indígena que está viviendo con todos esos trastornos, sino vemos la gloria de Dios, y cómo nos cambia a nosotros, y cómo nos permite reflejarlo en la vida de los demás.

Susi: Amén. Gracias a Dios que él nos ayuda a renovar nuestra mente y tener la verdad en medio de una vida real como Dios la ha diseñado.

Bueno, este material está muy bueno y vamos a seguir: todavía no acabamos, así que quédate con nosotros. Examina esta semana tu vida personal para ver si realmente has estado expuesto a la gloria de Dios para ser transformado. Nos vemos la próxima semana.

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Autores

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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  • Nació y creció en España, de padres americanos misioneros. Estudió en Estados Unidos y está a punto de terminar su doctorado. Lleva casi 20 años viviendo en Guadalupe, Nuevo León, junto con su esposa Susan y sus tres hijos: Aarón, Ana y David. Es director de la Facultad de Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas y es pastor fundador de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, Nuevo León.

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