Categoría: Padres fieles

Ep 166: Crianza que enseña: padres maestros de la Palabra

0
June 25, 2024

¿Cómo quiere Dios que los padres ayuden a sus hijos a saber lo que es correcto y corregirse cuando no hacen lo correcto? Solamente la Palabra de Dios tiene la capacidad de enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia. ¿Quieres ser una influencia poderosa en la vida de tu hijo para que en 30 años continúe en el camino del Señor? Escucha este episodio. 

Transcripción:

Susi: Creo que todos los padres entendemos por instinto que criar hijos implica ejercer influencia sobre ellos. De hecho, todos los que damos clases a niños o jóvenes, entendemos que cuando uno imparte información, también está intentando convencer o influir en la mente de esa persona, una persona que está en desarrollo.

Contrario a lo que la cultura moderna promueve, esto es algo muy bueno en general, especialmente dentro del hogar. Como cualquier cosa, puede ser tergiversado, porque vivimos en un mundo roto, pero no hay duda de que los padres tenemos que ser una influencia sobre nuestros hijos.

Nosotros aquí seguimos en nuestra serie Crianza que transforma, llegando casi al final de la serie con el episodio 166. Este episodio va a cubrir algo del material del capítulo 11 del libro Transformados en su imagen que estamos viendo. Aprendimos en el episodio anterior que la primera clave para poder ejercer una influencia piadosa sobre nuestros hijos que los llevará hacia una transformación bíblica es vivir como ejemplo de una persona que ama a Dios.

Pero justo al final de ese episodio dijimos que, para poder vivir así, tenemos que meditar en la Palabra. Tenemos que deleitarnos en ella y tenerla presente en nuestras mentes y nuestros corazones. Y así, siendo llenos de la Palabra, entonces podremos ser maestros de la Palabra en nuestra casa. Mateo, ayúdanos a entender primero cuál es el riesgo aquí si no somos padres llenos de la Palabra.

Mateo: Pablo advierte a Timoteo que vienen días peligrosos. Los días peligrosos que él menciona en 2 Timoteo, capítulo 3, son días peligrosos porque las personas no van a querer seguir siendo fieles a la Palabra de Dios. Cuando nosotros observamos a nuestros días, notamos que las personas no valoran la doctrina.

Incluso en muchas iglesias cristianas no se valora la doctrina. Se dice: “La doctrina envanece; nos llena la cabeza de soberbia porque sabemos tantas cosas”. Y es un peligro; el conocimiento sí envanece. Pero no es un problema de la doctrina o del conocimiento en sí. Es cuando manejamos mal eso. Se dice que la doctrina divide, y es verdad—a veces de una manera incorrecta. Pero sí es verdad que la doctrina divide: divide entre el mundo y la iglesia.

Pero tristemente hay muchas iglesias donde no se enseña la Palabra de Dios; no se enseña la doctrina. Lo único que importa es el amor. Nada más a veces decimos cosas muy genéricas acerca de Jesús y acerca de Dios, y nos sentimos bien por eso. Pero no hay una enseñanza clara de la Palabra misma.

Y es curioso porque Pablo advierte de características de personas que no aman la sana doctrina. Va a mencionar que son amadores de sí mismos, que son avaros, que son vanagloriosos, que son soberbios. Piensa un momento en tu iglesia. ¿Está llena de personas así? Ahora, en cualquier contexto, cualquier iglesia—la mejor iglesia—se va a luchar con alguno de estos puntos, ¿no?

Susi: Sí, porque hay pecadores en todos lados.

Mateo: Todos somos pecadores.

Susi: Somos pecadores, sí.

Mateo: Pero estas cosas caracterizan a personas que no están en la doctrina, que no aman a Dios como deberían de amar a Dios. No se están sometiendo a la Palabra de Dios. Menciona ahí la falta de gratitud, que son calumniadores o chismosos, que son intemperantes, o que no tienen dominio propio.

A veces eso describe a grupos que dicen ser cristianos. Incluso Pablo está diciendo que eso muchas veces caracteriza a los maestros que son falsos maestros, pero tienen cierta apariencia. Pero si examinamos sus vidas, nos damos cuenta que no están reflejando una sumisión verdadera a la Palabra de Dios.

Es una reflexión para cada uno de nosotros. Primero en mi propia vida: ¿tengo estas cualidades? Luego en mi iglesia: ¿veo estas cualidades? ¿En los líderes de mi iglesia veo estas cualidades? O, ya no son cualidades; son defectos, ¿no?  Pero si veo estas cosas, yo debería de pensar seriamente si estoy en una iglesia donde se está enseñando la Palabra de Dios como se debe. ¿Por qué? Porque hay una conexión muy directa entre la enseñanza de la Palabra y cómo vivimos. Si enseñamos la verdad, vamos a vivir en piedad. Debería ser una práctica normal. El esquema normal de la vida cristiana así es.

Y cuando no estamos viviendo en piedad, a veces—muchas veces—viene por una falta de enseñanza correcta. Pero el día de hoy las personas no quieren la doctrina. Es curioso porque ahí en 2 de Timoteo 3, Pablo le dice a Timoteo: “Mira. Tú recuerda lo que has aprendido. ¿De quién lo aprendiste?”

Susi: De Pablo mismo, ¿no?

Mateo: Lo aprendió de Pablo, pero primero dice: “¿Lo aprendiste de quién? De tu mamá, de tu abuela”.

Susi: Ah, sí, es verdad. Timoteo.

Mateo: Entonces hay aspectos de crianza aquí.

Susi: Sí, exactamente.

Mateo: Le dice: “Continúa en eso”. Continúa en eso; es lo que nosotros queremos para nuestros hijos, ¿verdad? Queremos que continúen en eso, que no se alejen de la Palabra de Dios. Pero curiosamente, nosotros demeritamos la Palabra de Dios en la casa. Demeritamos la Palabra de Dios en la iglesia.

Si vamos a ser personas de influencia en la siguiente generación, primero tenemos que ser ejemplos de amor a Dios (lo que dijimos anteriormente en el episodio anterior), y también tenemos que ser maestros llenos de la Palabra. Lo que sale de nosotros tiene que ser Palabra de Dios.

Como padres tenemos que preguntarnos qué es lo que sale de nosotros cuando interactuamos con nuestros hijos. ¿Son opiniones personales, o es la Palabra de Dios? Tristemente la Palabra de Dios no sale de nosotros muchas veces porque no está en nuestro corazón mismo.

Susi: Sí, muchas veces lo primero que viene a nuestra mente cuando el hijo hace una pregunta, o surge un problema—un problema de conducta, o tuvo un problema con un niño en la escuela, o cualquier cosa que tú quieras—lo primero que viene a la mente a veces es lo que me decía mi mamá, o lo último que leí en Instagram, o simplemente lo que surge de mi carne. Lo primero que viene a mi mente no son conceptos bíblicos.

Mateo: Recuerda que cada vez que tú tienes esa conversación con tu hijo, tú o le vas a enseñar una perspectiva bíblica, o le vas a enseñar una perspectiva no bíblica. Entonces, si tú no estás lleno de la Palabra de Dios, no vas a poder ser de influencia en la vida de tu hijo en la dirección correcta. Vas a influir, pero tristemente vas a influir en una dirección incorrecta.

Es por eso que en Deuteronomio, capítulo 6, que vimos en el episodio anterior, comienza diciendo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”. Pero el siguiente elemento es: la Palabra de Dios estará en tu corazón. Y cuando tú unes tu amor por la Palabra de Dios, con la Palabra de Dios llenando tu corazón, y enseñas esa Palabra a tus hijos, vas a ser de impacto. Tenemos que tener las dos cosas: el amor a Dios, pero unido con una Palabra que satura y llena nuestro corazón, que luego se la compartimos a nuestros hijos.

Susi: Y yo creo que nosotros podemos suponer que todos sabemos que la Palabra es confiable y la Palabra es verdad, pero yo creo que tenemos que reconocer y abrazar que las Escrituras contienen lo que nosotros necesitamos, ¿no?

Mateo: Sí. El gran peligro para Timoteo era que no continuara en lo que había aprendido de su mamá y de su abuela. Y Pablo advierte una y otra vez acerca de personas que vendrían enseñando un evangelio diferente y dice: “Aunque sea un ángel del cielo, si predica otra cosa, sea anatema” (Gal 1:8). Sea condenado al infierno eternamente, aunque tenga un doctorado de la UNAM, o de Harvard. Sea anatema si te está alejando de la Palabra de Dios.

Juan dice que han salido muchos espíritus por el mundo. No creas todos los espíritus, sino pruébalos a la luz de la Palabra de Dios. Porque si no perseveras en la doctrina de Cristo, no tienes a Dios, dice el apóstol Juan en 2 Juan, capítulo 9. Tenemos que ser muy seguros de que la Palabra de Dios está llenándonos.

Todo esto, regresando ahí a 2 Timoteo, capítulo 3, todo esto Pablo lo culmina diciéndole a Timoteo que la Palabra de Dios tiene todo lo que él necesita para su vida y ministerio. Le dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (16-17).

Es la culminación. Apunta a otros hombres, que dice: no quieren someterse a la Palabra de Dios. No quieren la Palabra de Dios. Pero tú, Timoteo, lo has aprendido de tu mamá y tu abuela; persiste en ello.

¿Por qué debes de persistir en la Palabra de Dios? Mira todas las virtudes de la Palabra de Dios—en el resto del episodio lo que queremos hacer es desglosar ahí un poquito estas cosas—dice el versículo que es útil. La Palabra de Dios es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir”.

Podemos resumir esos cuatro puntos. Enseñar es enseñarnos lo que es correcto. Luego redargüir es enseñarnos lo que es incorrecto. Cuando hemos pecado, nos enseña lo que es incorrecto. Luego nos corrige; nos enseña cómo regresar al camino de Dios después de habernos salido. Luego nos instruye en justicia, que es cómo mantenernos en el camino del Señor.

Queremos tomar un poquito de tiempo para hablar de cada uno de estos elementos. El primero es enseñar. Nos enseña, ¿por qué la Palabra de Dios debería de ser lo que instruye nuestra manera de pensar? Pablo lo contesta en la primera parte del versículo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”, a diferencia de todo libro de texto que puedes tener en tu universidad.

Susi: Exacto. Toda página de Internet.

Mateo: Toda página de Internet, todo podcast, todo blog, todo.

Susi: Toda la sabiduría enorme de tu vecina que te dice qué hacer en cada momento.

Mateo: Ese consejo no es inspirado por Dios. Lo único que ha sido inspirado por Dios es la Biblia. ¿Cómo es inspirada? Es la Palabra soplada de Dios. Cuando nosotros leemos la Palabra de Dios, no leemos la palabra de Pablo; es la palabra de Pablo, porque él la escribió, pero detrás de él soberanamente gobernando todo lo que él estaba haciendo y escribiendo, está el Espíritu Santo de Dios.

De hecho, nosotros cuando pensamos en inspiración, pensamos en inspirar, es como tomar aire hacia dentro. Pero la palabra griega, realmente lo que significa es expirar, exhalar.

Susi: Como, respirado.

Mateo: Sí, es el aire que sale de nosotros, y esto es porque cuando yo hablo—ahora mismo estoy hablando—¿qué está pasando? Hay aire en mis pulmones, y pasa por mi garganta, y pasa por mis cuerdas vocales, y vibran. Cuando vibran, generan un sonido. Ese sonido yo entonces lo moldeo en mi boca con mis dientes, con mis labios, y formo palabras. Y es en formas de ondas sonoras que escuchas.

Bueno, cuando yo hablo, ese aire produce esas ondas sonoras que tú estás escuchando. Tú puedes saber que esas son las palabras de Mateo porque han sido exhaladas; han salido del aire de mis pulmones. Cuando tú lees la Biblia, tú estás escuchando y leyendo la Palabra de Dios. Tú estás escuchando la voz de Dios de la misma forma que ahora mismo tú estás escuchando mi voz, porque es Palabra exhalada por Dios. ¡Qué privilegio tenemos nosotros!

Susi: Sí, qué enorme privilegio.

Mateo: Dios, el Creador del universo, omnisciente, omnipotente, que conoce todas las cosas, tiene toda sabiduría, te ha dado su Palabra. Y esa Palabra es útil para enseñarte, redargüirte, corregirte, instruirte en todo lo que tú necesitas. Y como viene de Dios, es una Palabra infalible. Es inerrante; no contiene errores; no comete error para nosotros.

Como es la Palabra de Dios, es autoritativa. O sea, no es opcional. Yo no puedo escoger si voy a creer la Biblia o no. Yo no puedo escoger qué porciones de la Biblia voy a escoger. Creo que es un peligro muy grande el día de hoy.

Susi: Yo creo que muchos están buscando soluciones, información. Y no hay otra—¡pensar en eso! No hay otra fuente de respuestas, de métodos, de todo lo que los padres a veces buscamos. No hay otra fuente que es tan confiable como la Palabra de Dios. Y hay algo, yo creo, en nuestra carne, como en nuestras tendencias modernas también, de buscar por ahí soluciones. Esto es tan importante para nosotros.

Mateo: Vemos la Palabra de Dios, y luego leemos algo en el Internet. Nosotros escogemos qué vamos a creer en ese momento. ¿Voy a creer la Palabra de Dios, o voy a creer los resultados del último estudio?

Susi: Y tengo que conocer la Palabra de Dios para incluso saber si lo que estoy leyendo es en contra de la Palabra, ¿verdad?

Mateo: Sí, porque muchas veces ni nos damos cuenta de eso; creemos esto y hasta pensamos que estamos de acuerdo con la Palabra de Dios. Ni nos damos cuenta que es una contradicción a lo que la Palabra de Dios dice. Pero tristemente muchas personas ven las dos opciones y dicen: “Bueno, eso de la Palabra Dios no lo voy a creer, porque voy a aceptar lo que esta otra persona, esta otra fuente, me dice”.

Eso es muy peligroso. Eso es no continuar en la Palabra de Dios. Te acuerdas que decíamos que el peligro de Timoteo era que no continuara en lo que había aprendido. Y ese es un peligro para nosotros. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios es la que nos enseña. Es la fuente exclusiva de cómo nosotros podemos tener salvación y cómo nosotros podemos vivir una vida piadosa, y cómo nosotros podemos tener bienestar en este mundo; cómo podemos tener contentamiento, cómo podemos tener gozo, cómo podemos conocer la paz de Dios.

Eso lo encontramos en la Palabra de Dios, no en la psicología; no la encontramos en los últimos estudios, las últimas investigaciones; no lo encontramos en los consejos de otra persona. Lo vamos a encontrar en la Palabra de Dios. Cuando nosotros aprendemos la Palabra de Dios, lo que Dios dice en su Palabra, y vivimos de acuerdo a esa Palabra, vamos a conocer la vida abundante que Cristo nos prometió.

Nos quejamos mucho: “Ay, qué triste, la vida. Es que no disfruto. Es que la vida cristiana no es lo que yo esperaba, y no tengo gozo. Mira, mis vecinos, parece que se lo pasan tan bien, y pobrecito, yo aquí como cristiano sufriendo”. Pero ni hemos hecho estas cosas tan básicas como ir a la Palabra de Dios e intentar vivir de acuerdo a ella, de acuerdo a lo que ella realmente dice y enseña.

Susi: Sí, y queremos todo eso para nuestros hijos, ¿no? Decimos que queremos que cuando nuestros hijos estén grandes, que tengan paz, que tengan gozo. Pero no les damos lo que necesitan para continuar.

Creo que hay muchos padres que creemos que si yo le digo muchas veces mis opiniones, eso es lo que se les va a quedar. “Yo quiero que mis hijos se acuerden que la vida es difícil, pero hay que seguir”. Todos nuestros dichos, pero debería de estar saliendo de nuestra boca la Palabra para que realmente tengan algo que les va a permitir continuar.

Mateo: Sí. Así es. La Palabra de Dios—dijimos que nos enseña. Yo, lo que me imagino aquí (quizás tú te lo puedes imaginar también) es como un camino. Cuando la Palabra de Dios nos enseña, nos está marcando el camino. Es lo correcto. Si es el camino correcto, debo caminar en él. Debo andar en él.

Pero luego dice que nos redarguye porque ¿qué pasa? A veces nos salimos del camino. A veces yo escojo: “Bueno, yo sé lo que Dios dice, pero no me gusta lo que Dios dice”.

Susi: Sí. Como cuando uno anda, por ejemplo, en el parque con los niños, y uno les dice: “Nos vamos a quedar sobre la banqueta porque ahí hay, no sé, animalitos. O acá hay…” ¿Qué hace el niño? Lo primero que va a hacer después de que tú le digas: “Tus pies se deben quedar sobre la banqueta”, ¿qué van a hacer? Pues, van a correr a donde no deberían. Es la naturaleza.

Mateo: Sí. Quizás hay lodo, y no queremos que se enloden. Pero ¿qué quieren ellos? Ellos quieren brincar en los charcos, y a veces eso pasa con nosotros. Sabemos lo que Dios dice, y no queremos hacer lo que él dice. Entonces nos salimos de la senda; nos enlodamos en el mundo.

Lo curioso es que el autor destaca que para nosotros hay un problema. El problema es que no creemos lo que Dios dice. Dios nos dice: “Este es el camino”. Dios nos dice: “Si tú quieres tener gozo, bienestar, paz en tu vida, camina de esta forma”. Y nosotros decimos “no” porque no creemos.

Esto lo resalta con la historia de Moisés, cuando el pueblo se estaba quejando por la falta de agua—una de las muchas veces. Dios les había dado agua de diferentes formas. Una vez ya les había dado agua de la piedra, y en la segunda ocasión, Dios le dice a Moisés que no le golpee a la piedra, sino que le hable a la piedra. Pero se llena de ira, y Moisés golpea la piedra.

En Números, capítulo 20:12, Dios viene y le dice a Moisés y a Aarón: “Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”. Es curioso porque no le regaña, no le redarguye, por su ira. Dice: “Porque no creísteis en mí”. Cuando él golpeó la piedra, fue un acto de incredulidad.

No sabemos qué es lo que no estaba creyendo, pero no estaba creyendo. Cada vez que nosotros nos salimos de la senda que Dios nos ha marcado, estamos actuando en incredulidad. Más adelante en Deuteronomio, casi al final de Deuteronomio, 32:20, dice: “Fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios, y no le creísteis, ni obedecisteis su voz”.

Piensa en todos los problemas que Israel tuvo en el desierto: la incredulidad, la idolatría, la inmoralidad. Pero Dios lo que señala es “no creísteis”. Nosotros nos salimos del camino; la raíz de nuestra desobediencia es incredulidad. La desobediencia es solamente el fruto. El problema real fue incredulidad.

Otra vez Dios nos dice lo que es correcto, y tristemente muchas veces estamos siendo incrédulos, escogiendo mejor lo que dice el mundo. Y entonces nos salimos del camino. Pero lo bueno es que la Palabra no solamente nos enseña, pero nos redarguye. Nos señala. El Espíritu Santo, por medio de la Palabra de Dios, trae convicción de pecado. Señala cómo nosotros estamos actuando.

Señala el acto de incredulidad que hay en nuestro corazón. Puede ser por nuestra lectura personal de la Biblia; puede ser en una predicación. Puede ser que tenemos una conversación con otra persona que sí está llena de la Palabra, y señala algo en nosotros, y de repente sentimos convicción. Esa es la Palabra haciendo su función de enseñar y de redargüir también.

No nos gusta que nos reprendan, ¿verdad? Pero es una parte esencial de la Palabra de Dios en nuestra vida, que señala aquellas cosas malas que estamos haciendo. Nos enseña lo correcto y nos enseña lo incorrecto. Señala lo incorrecto en nuestra vida.

Susi: Eso es muy importante también en la crianza, con nuestros hijos; que nuestros hijos sepan que hay una medida, hay alguien más grande que nosotros que determina lo que es correcto e incorrecto. Porque mamá hoy puede considerar lo que hiciste como incorrecto y mañana, porque anda de mejor ánimo, no te reprende por lo mismo.

Pero Dios es constante, y lo que es incorrecto es incorrecto. También es muy importante eso de la incredulidad, porque queremos que nuestros hijos tengan fe. Queremos que lleguen a creer. Porque si llegan a creer en Dios, que Dios es quién dice, esa es la forma en que toda su vida puedan continuar, ¿no? Estos son aspectos súper importantes.

Mateo: Sí. Cuando tenemos conversaciones con nuestros hijos acerca de su desobediencia, una manera de profundizar más allá del acto es intentar discernir la incredulidad. ¿Por qué no obedecieron? Porque había incredulidad en su corazón.

Podemos tener conversaciones mucho más influyentes si no solo tratamos con el acto, pero buscamos la raíz de incredulidad en su corazón. Te invito a pensar así la siguiente ocasión que tu hijo desobedezca.

Susi: Sí, tratar de indagar ahí.

Mateo:. Estamos fuera del camino. Dios nos marcó el camino. Nos salimos del camino por incredulidad. Ahora, ¿qué pasa? Bueno, nos enseña, nos redarguye y nos corrige. La idea aquí es que nos permite corregir aquello que está mal en nuestra vida. Nos permite regresar al camino que deberíamos de seguir.

Hay básicamente dos elementos aquí que tenemos que seguir. Viene de Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Esos dos elementos: confesar el pecado y apartarse del pecado. La confesión es simplemente decir lo mismo que Dios dice acerca del pecado, estar dispuesto a reconocer que ese acto fue pecaminoso y que vino de un corazón incrédulo.

Cuando hablamos con nuestros hijos, queremos que ellos estén de acuerdo con Dios, que lleguen al momento de decir: “OK, lo que hice delante de Dios es pecado. Está mal delante de Dios”. Pero no basta con eso, porque luego tenemos que apartarnos. Este es más el aspecto del arrepentimiento.

Susi: Sí. Cambiar de dirección.

Mateo: Porque íbamos alejándonos del camino. Ahora queremos regresar al camino del Señor. A veces este paso de abandonar el pecado, de dejar el pecado, apartarse de él, requiere también consecuencias. A veces tenemos la noción de que si alguien pide perdón, que ya no debe haber consecuencias. Pero Dios no actúa así.

Por ejemplo, Dios perdonó a David por su pecado con Betsabé y Urías, pero aun así su hijo murió. El hijo pródigo regresa. Confiesa su pecado. Su padre lo perdona, pero él ha perdido su herencia. Él no va a recuperar la herencia, porque él ya gastó su porción de la herencia. Adán y Eva, Dios los perdonó, pero no regresaron al huerto. Quedaron excluidos del huerto.

Entonces con nuestros hijos, sí queremos perdonar a nuestros hijos, pero eso no significa que ya no hay consecuencias: ah, porque vinieron llorando, pues ya no hay disciplina, o ya no hay alguna consecuencia. Si hacemos eso, rápidamente van a aprender a manipularnos.

Susi: A manipular. Exactamente.

Mateo: A veces sí tienen que haber algunas consecuencias por el pecado. No está peleado con el perdón y con el amor.

Luego el último elemento: hay mucho más que podíamos decir aquí sobre estos temas, pero el último elemento es que nos instruye en justicia. La idea aquí es que nos enseña cómo mantenernos en lo correcto, en el camino del Señor.

Si pensamos en el camino: Dios nos señaló el camino; nos salimos del camino por nuestra incredulidad; regresamos al camino porque la Biblia nos enseñó cómo corregirlo, confesar nuestro pecado. Ahora la Biblia nos va a instruir. La palabra instruir es interesante porque viene de una palabra griega que es pedía o paidea, dependiendo como quieras pronunciarlo, pero habla de la crianza, de la instrucción de niños.

Susi: Pedagogía, ¿verdad?

Mateo: De hecho, la palabra pedagogía (pedía)—por eso lo pronuncié así, porque pedía, pedagogía, viene de la misma fuente. Esta palabra habla de todo lo que alguien hace para que un niño llegue a la madurez. Habla de entrenamiento, de instrucción. Habla de animar a nuestros hijos. Implica repetición. Implica disciplina a veces, porque es un concepto bastante importante de esta palabra: todo lo que hacemos para entrenar a un niño, para que llegue a ser un adulto maduro.

¿Cuál es la diferencia entre un adulto maduro y un niño? Bueno, un niño hace lo que quiere cuando quiere. Es muy espontáneo; no tiene dominio propio. No puede hacer lo que es correcto. Un adulto maduro es una persona que ahora ya no necesita que mamá le saque de la cama para irse a la escuela o al trabajo. Ya soy maduro, ¿verdad? Mi mamá no me tiene que jalar de las greñas para que yo vaya a trabajar. Si es así, no soy maduro.

La Palabra de Dios nos instruye en justicia, de cómo mantenernos en el camino. Es como si pusieran algún tipo de barandales al lado del camino por cierto tiempo, para que no me pueda salir. Bueno, eso hace la Palabra de Dios. Y ya cuando llegamos a la madurez, ya no necesitamos esa clase de ayuda externa, sino que ahora lo hacemos por motivación propia, sin estímulo externo.

Ahora, en el proceso necesito el estímulo externo. Necesito la corrección; necesito la disciplina. Pero la Palabra de Dios, esto es lo que hace en mi vida. Creo que el concepto más importante para nosotros como padres es que estemos tan llenos de la Palabra de Dios que cuando tenemos contacto con nuestros hijos, que lo que salga de nosotros, de nuestras palabras, nuestro consejo, nuestra instrucción, que sea Palabra de Dios.

Imagínate que eres una esponja. Metes la esponja en algún contenedor y luego sacas la esponja. ¿Qué pasa cuando le estrujas?

Susi: Sale lo que estaba en ese contenedor.

Mateo: Exacto. Si lo metiste en agua, sale agua; si lo metiste en leche, sale leche; si le metiste en coca, pues sale la coca. ¿De qué nos estamos llenando nosotros? Porque eso es lo que va a salir. Tenemos que ser llenos de la Palabra. “Estas Palabras estarán en tu corazón”, y luego las repetimos a nuestros hijos. Si no, no vamos a ser de influencia positiva espiritual en la vida de nuestros hijos. Vamos a ser de influencia negativa realmente en la vida de nuestros hijos.

Susi: Y podríamos preguntarnos: “OK, yo quiero esto. Yo quiero ser esa mamá que cada vez que su niño pregunte, o desobedece, o llora, o tiene una duda, que pueda salir de mí verdad de Dios”. Pero a veces nos puede abrumar pensar: “Pues es que ustedes—tú eres pastor, Mateo. Claro que tú sabes la Palabra”.

Pero es que no es tanto cantidad, en el sentido de que a lo mejor tú solo tienes un año de haber conocido a Cristo, y no necesariamente tú eres menos capaz de ser esa mamá o ese papá que alguien que tiene cinco años de conocer a Cristo, si es que cada día te estás saturando de la Palabra.

No solamente es que: “Ah, bueno, ya estudié la Biblia varios años”. ¿Y hoy? ¿Esta semana? ¿Este mes? ¿He estudiado? ¿He leído? ¿He meditado? ¿He escuchado predicaciones de sana doctrina en mi iglesia? ¿He interactuado con otros creyentes para ver si yo lo estoy aplicando bien? Eso yo creo que es la clave.

No queremos que nadie se sienta como: “Ah, bueno, yo solo podré ser ese tipo de mamá o papá en diez años, porque soy nuevo creyente”. O: “Estuve toda mi vida en la iglesia, pero me doy cuenta que nunca escuché sana doctrina”. La verdad es que todos tenemos la oportunidad de llenarnos hoy de la Palabra.

Mateo: Así es. Y aún si has estado en una iglesia por mucho tiempo, de buena doctrina, tu corazón tiende a la incredulidad. Necesitas todos los días someterte a la Palabra de Dios en tu lectura personal; necesitas ir a una iglesia donde se predica la sana doctrina, estás escuchando la Palabra de Dios; juntarte con otros creyentes, como decías. Es clave.

Susi: Pues que Dios nos ayude, nos dé la gracia y también el deseo de amar y estar llenos de la Palabra de Dios.

Gracias por escuchar. Todavía nos queda un episodio más de nuestra serie, así que nos vemos la próxima semana. Bendiciones.

Compartir:

Autores

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

    View all posts
  • Nació y creció en España, de padres americanos misioneros. Estudió en Estados Unidos y está a punto de terminar su doctorado. Lleva casi 20 años viviendo en Guadalupe, Nuevo León, junto con su esposa Susan y sus tres hijos: Aarón, Ana y David. Es director de la Facultad de Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas y es pastor fundador de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, Nuevo León.

    View all posts

Publicaciones relacionadas