Seguramente hoy mismo enfrentarás retos en tu crianza. Quizá estés en una etapa caótica de la crianza, o una etapa monótona, o una etapa desesperantemente difícil. Sea cual sea tu situación actual, como padre o madre creyente tienes a tu disposición las misericordias nuevas de cada mañana del cual habló el profeta en Lamentaciones capítulo tres. Camina con nosotros por los retos diarios de la crianza aferrados juntos a la misericordia de Jehová.
Transcripción:
Después de más de 5 años de grabar episodios para el podcast de Crianza Reverente, sigue siendo emocionante cada vez que comenzamos una temporada nueva. Nunca se quitan los nervios, pero siempre por sobre esos eternos nervios está el gozo de tener el privilegio de acompañarte por medio de tus audífonos o altavoz o computadora mientras vas al trabajo, haces ejercicio, amamantas a un bebé o preparas una comida.
Pero sí hay algo diferente ahora al comenzar esta serie. Es la primera vez que voy a grabar un episodio del podcast como una mamá de nido vacío. Muchas cosas han pasado en las semanas desde la última vez que lanzamos un episodio. Nuestro hijo mayor se casó, pero vive cerca gracias a Dios con su maravillosa esposa nueva. Nuestro hijo menor se trasladó a otro país para estudiar una carrera. Y nuestra hija, la del medio, graduó de la universidad y está colaborando en ese ministerio aquí cerca pero viviendo en el dormitorio.
Entonces, estamos aprendiendo muchas cosas nuevas. Y así es la crianza. No termina el aprendizaje. No es una carrera en la que te haces experto y ya ahí vas escalando niveles y logrando promociones y ganando más mérito y felicidad. Simplemente no es así. Algunas personas nos han hecho comentarios o preguntas que dan a entender que suponen que, o estamos devastados y deprimidos porque ya no están nuestros hijos viviendo en casa, o estamos en una condición de “jubilados” o “retirados del juego”, por decir.
No es así. De hecho, no es así la vida cristiana. Esta nueva etapa para nosotros me ha hecho reflexionar bastante en cómo es la vida, pero específicamente cómo es la crianza en todas sus etapas. A primera vista las diferentes etapas pudieran parecer muy contrastantes. Recién nacido o nido vacío. Ufff, qué etapas tan diferentes, ¿no?
Pero si buscamos una crianza reverente, nosotros y nuestros hijos delante de Dios en adoración y obediencia impulsados por la persona de Cristo y su obra a nuestro favor, en esencia, ¿son tan diferentes esas etapas y sus retos? Somos seres humanos creados a la imagen de Dios, necesitados de su intervención y redención y santificación. Y podemos tener la plena confianza de que Él está obrando para su gloria y nuestro bien, esté la casa llena de pañales, juguetes, libretas, llanto, risas… o esté la casa vacía y silenciosa.
Quienes somos tú y yo como padres y madres trasciende la etapa inmediata en la que estamos en la crianza. Y ¿cómo lo sé? Porque creo que así también es la crianza que Dios ejerce en nuestra vida. En el proceso que Él está llevando desde el día que me salvó hasta el día de hoy, a Él no le toma por sorpresa un obstáculo, una debilidad, un fracaso, un reto grande; no se jubila de la crianza después de un éxito momentáneo o un logro espiritual.
Nos cría un día a la vez hacia la meta de glorificarle a El y disfrutar de El para siempre.
Y nos capacita para hacer exactamente lo mismo en nuestros hogares y comunidades, estén llenos o vacíos, alegres o tristes, en paz o estresados, haya obediencia alegre o desobediencia abierta, en decisiones difíciles, berrinches, problemas de salud, discapacidades, abandono, soledad, y abundancia. Dios está obrando en sus hijos un día a la vez, y siempre hay esperanza porque Él nunca descansa de obrar.
Siempre hay retos diarios, y siempre hay misericordias nuevas. No creas que padres en otra etapa o con hijos diferentes que los tuyos, o con una situación económica más estable no tengan retos diarios duros. Todos los enfrentamos porque nos llevan a las misericordias nuevas.
En Lamentaciones hay un pasaje muy conocido, en parte tan llamativo porque viene en medio de un lamento profundamente triste. Hace unas semanas me tocó este pasaje en mi lectura diaria de la Biblia en un año, y otra vez me impactó, en especial dentro de su contexto. No voy a leer todo el capítulo, pero escucha algunas de las frases que vienen en la primera parte de Lamentaciones 3. Creo que es posible a veces los padres sentimos algunas cosas parecidas en medio de la crianza y las dificultades generales de la vida. Si estás donde puedes abrir una Biblia, o una aplicación en tu celular, quizá te ayude ver esto con tus propios ojos. Comienza el capítulo 3 de Lamentaciones:
Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo.
3 Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día.
4 Hizo envejecer mi carne y mi piel; … me rodeó de amargura y de trabajo.
6 Me dejó en oscuridad, … no puedo salir… 8 Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración;
14 Fui escarnio a todo mi pueblo, burla de ellos todos los días;
17 Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien,
18 Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová.
Creo que hay pocas madres, pocos padres, que no han sentido cosas parecidas a estas, sea por luchas en su vida espiritual personal, problemas en su familia, o de salud, o el simple reto enorme de criar hijos día tras día en un mundo roto.
El autor de Lamentaciones, quienes la gran mayoría asumen es Jeremías, ahora voltea su mirada y comienza a orar directamente a Dios. Los vs. 19 a 21 en la NVI dicen:
19 Recuerda que estoy afligido y ando errante, que estoy saturado de hiel y amargura.
20 Recuerdo esto bien y por eso me deprimo. (Jeremías le cuenta a Dios cómo se siente. Es real la aflicción, la condición errante de su mente y corazón, la amargura de vivir los efectos del pecado de su nación. Es normal deprimirse cuando pensamos en las consecuencias que vienen a nuestras familias por nuestro pecado, por el pecado de personas ajenas, por el pecado de nuestros hijos. Dios puede escuchar estas oraciones y quiere escucharlas.)
Pero no se queda ahí el poeta:
21 Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza:
Ahora sí la Reina Valera para escuchar esas palabras tan familiares:
22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
24 Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.
25 Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.
Otra vez escúchalo así:
Por el gran amor del Señor no hemos sido consumidos[b]
y su compasión jamás se agota.
23 Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad!
24 Me digo a mí mismo:
«El Señor es mi herencia.
¡En él esperaré!».
25 Bueno es el Señor con quienes esperan en él,
con todos los que lo buscan.
Varias cosas que extraemos aquí para nosotros como padres:
- Si nos quedamos mirando solamente las consecuencias de vivir en un mundo roto por el pecado, la paz se nos aleja, nos olvidamos del bien y solamente nos rodea amargura y trabajo.
He sido esa madre, y he hablado con esos padres, que no pueden ver las misericordias nuevas porque solo tienen ojos para ver las consecuencias del pecado en este mundo. No tenemos paz, no recordamos el bien, nos quedamos amargados y cargados de tanto trabajo porque no hemos volteado la cabeza para ver la verdad.
Quizá tú lo has hecho, papá. No puedes descansar en el poder de Dios en tu familia y solo vives intentando proteger más y más a tus hijos, creyendo que de alguna manera puedes hacer lo que solo Dios puede. Mamá, tú solo puedes ver la enorme cantidad de trabajo que tienes por delante. Ahí vas todo el día maldiciendo a Eva porque si no fuera por el pecado, no tendrías que lavar ropa sucia, cuidar de niños enfermos, sentir dolor en los huesos, ser arbitro de peleas entre hermanos, ni consolar pequeños corazones rotos.
No podemos quedarnos viendo solamente los efectos de vivir en un mundo roto.
- Es necesario llevar a Dios nuestro llanto, tanto por el abatimiento que es resultado del pecado de otros, como por nuestro propio pecado y lucha.
En el vs. 18 el profeta dice que ha perdido su esperanza en Jehová, pero inmediatamente en el 19 le pide a Dios que recuerde su situación, porque cuando él lo recuerda se deprime. Este primer paso es vital. Recuerda a Jehová tu situación. Llevale tus dolores y confusiones y enojos y dudas. Expresale tu frustración de vivir en un mundo que no es justo. Donde tú o tus hijos sufren por el pecado de otras personas. Donde tu propio pecado afecta a tus hijos también. Llevale tu llanto.
- Es esencial tener en nuestra memoria verdades acerca de Dios que nos pueden llenar de esperanza.
El profeta dice en vers. 21 que “recapacitará en su corazón”. “Algo más me viene a la memoria” dice la Reina Valera, y que esto lo hace tener otra vez esperanza. ¿Qué es lo que va a hacer que pueda recapacitar? Tiene verdades acerca de Dios guardadas en su mente y corazón. El año pasado hicimos toda una serie de episodios sobre los atributos de Dios para que tú y tu familia puedan tener en su memoria verdades acerca de quién es Dios.
Entre las más importantes de esas verdades es que no hemos sido consumidos como merecimos por las puras misericordias de Jehová, por el gran amor de Jehová. Esa palabra es una palabra clave en el Antiguo Testamento sobre el carácter de nuestro Dios: Hesed. Un amor leal redentor.
- Cada mañana se renuevan sus bondades. Cada día se comienza de ceros, en cierto sentido.
¿Por qué dice el profeta poeta esto así? ¿Será que Dios de alguna manera vuelve a fabricar su misericordia, ese gran amor leal? Pues la misma naturaleza de su amor de pacto implica constante fuente de energía divina, implica algo que recibe la atención consistente de Dios.
Tal como Dios no soltó a la creación para sostenerse sola, sino que El mantiene la tierra girando alrededor del sol exactamente como hace falta para que la vida sobre este planeta no sea extinguida, así de manera constante y completamente fiel El hace disponible cada mañana una fuente de amor divino leal, inmerecido pero dado abundantemente y sin reproche. Y lo ofrece porque sabe que no hay sostén para nosotros sin ello.
Nos conoce y sabe que nuestra naturaleza nos va a llevar a depender de nosotros mismos, a no creerle a Él y confiar en El, a hacer de nuestra vida un desastre. Sabe que nuestros hijos tienen las mismas inclinaciones, porque el pecado hace que cada uno busque su propio camino, como aprendimos en la temporada pasada del podcast. Para esa rebeldía, ignorancia, apatía, hay misericordias nuevas cada mañana.
Hoy no tengo que tener victoria sobre el pecado que me va a acechar mañana. Porque mañana habrá misericordia nueva.
Hoy no tengo que tener fuerzas para aguantar las pruebas que pudieran llegar y que me aterrorizan. Mañana habrá misericordia nueva para cada reto que enfrento.
Hoy no puedo desenredar y determinar el futuro de mi hijo. Mañana, y la siguiente mañana, y así por 5, 10, 20 años, habrá misericordia nueva para sostener y guiarnos.
Hoy no puedo predecir ni evitar las luchas que mis hijos preadolescentes tendrán la próxima semana ni el próximo año. Hay misericordia nueva hoy para ellos y para mí, y habrá misericordia nueva el día que me entere de una lucha nueva.
Hoy no puedo convertirme de la noche a la mañana en la mamá que nunca le grita a sus hijos. Pero puedo voltear hacia la misericordia disponible hoy, responder a esa misericordia con arrepentimiento y fe, y saber sin lugar a dudas que mañana estará disponible una nueva misericordia.
¿Es nueva en el sentido de ser diferente en calidad? Claro que no. Pero es nueva porque viene de la mano de mi Padre justo en la medida y el tiempo que la necesito. No depende de mi astucia ni mi récord pasado. Es parte de SU persona, Él es la fuente de misericordia nueva cada mañana.
Si entendemos estas verdades en el contexto de toda la Biblia, vamos al Nuevo Testamento y entendemos que vivir en las misericordias nuevas de cada mañana es andar por fe y no por vista, como dice el autor de Hebreos. Es vivir negándonos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz, y siguiendo a Jesús, como Él mismo dijo.
Es ser transformados de gloria en gloria, un día a la vez. Porque cuando meditamos en la Palabra sobre las verdades de Dios, giramos nuestra vista hacia esas verdades, nos apropiamos de esa misericordia nueva, sí seremos transformados. Seremos padres cada vez menos enojones y más llenos de gracia. Seremos esposos más transparentes y amorosos el uno con el otro. Seremos hijos de Dios que vencemos el pecado un día, un momento a la vez.
Porque vivir un día a la vez en las misericordias nuevas de cada mañana no es bajar la cabeza y nunca pensar en el futuro ni la eternidad. Es levantar el rostro y mantener los ojos puestos en Aquel que corrió delante, y vivir para la eternidad. Las misericordias nuevas demuestran la gran fidelidad de nuestro Dios, quien nos promete llevarnos hasta el final.
¿En qué piensas cada mañana cuando te despiertas? ¿Recuerdas esas misericordias nuevas?
¿Confiesas tu pecado con un corazón arrepentido y deseoso de ser transformado para glorificar a Dios? La misericordia nueva de cada mañana no excusa el pecado, cambia el corazón.
¿Recuerdas a tus hijos las nuevas misericordias de Jehová? ¿O eres mejor para recordarles solamente de su juicio si no obedecen? ¡Necesitan conocer a Dios! Y la misericordia de Jehová para perdonarles y sostenerles es esencial.
En esta temporada del podcast, vamos a ver retos comunes diarios que muchos enfrentamos en la crianza, y vamos a tratar de siempre apuntarte a cómo las nuevas misericordias de cada mañana pueden sostener dar crecimiento en medio de esos retos.
Que Dios abra tus ojos y te haga recordar cada día de esta semana que sus misericordias son nuevas para ti. Te dejo con la letra de dos estrofas del gran himno clásico “Grande es tu Fidelidad”, tomado de este pasaje de Lamentaciones capítulo 3, para que medites sobre estas verdades.
Oh, Dios Eterno, Tu misericordia
Ni una sombra de duda tendrá;
Tu compasión y bondad nunca fallan
Y por los siglos el mismo serás.
Coro: ¡Oh, Tu fidelidad! ¡Oh, Tu fidelidad!
Cada momento la veo en mí.
Nada me falta, pues todo provees,
¡Grande, Señor, es Tu fidelidad!
Tú me perdonas, me impartes el gozo,
Tierno me guías por sendas de paz;
Eres mi fuerza, mi fe, mi reposo,
Y por los siglos mi Padre serás.
Coro: ¡Oh, Tu fidelidad! ¡Oh, Tu fidelidad!
Cada momento la veo en mí.
Nada me falta, pues todo provees,
¡Grande, Señor, es Tu fidelidad!