Nací en un hogar creyente, con tíos y tías creyentes y una abuela fiel y confiada en su Señor. Crecí en una iglesia y todos mis estudios los hice en una escuela cristiana. Mis amigos eran de familias creyentes e íbamos casi todos a la misma iglesia. Se puede decir que tenía las condiciones ideales para crecer firme y fuerte en el cristianismo.
Y quizás allí recae el pequeño problema. Todo mi trasfondo me preparó para “saber mucho” de la Biblia y de la liturgia de ser cristiana; pero conforme fui creciendo y entré a mi juventud surgieron tantas dudas. Mis amigos que salieron de la escuela cristiana e hicieron sus estudios en planteles seculares comenzaron a cuestionar lo que habíamos “aprendido” desde niños. No pasó mucho tiempo para que sus dudas fueran más grandes que su fe y así fueron dejando sus iglesias. Llegó el momento en que me encontré sola, de toda mi generación, la única que continuaba en la iglesia; y aunque seguía asistiendo fielmente, sirviendo en ministerios y aparentemente muy firme, yo también tenía mis dudas; los cuestionamientos que mis amigos hacían abiertamente yo las meditaba en mi corazón.
¿Por qué los jóvenes abandonan la iglesia? Es una pregunta que constantemente nos hacemos — se han hecho podcasts al respecto, se han escrito buenos artículos e incluso libros que abordan el tema de los jóvenes y la iglesia. Ahora este tema me vuelve a sacudir, ya no como una jóven llena de dudas, sino como una madre que cría hijos. Y no puedo evitar preguntarme si, como padres creyentes, estamos tomando en serio nuestra responsabilidad de enseñar nuestra fe. ¿Estamos instruyendo a nuestros hijos en el temor del Señor o le estamos dejando la responsabilidad a alguien más?
En su segunda carta a Timoteo, Pablo le recuerda al no tan joven Timoteo, Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús (2 Tim 3:14). Pablo anima a Timoteo a persistir en lo que sabe y ha aprendido desde niño; y le recuerda, trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. (2 Tim 1:5) Eunice y Loida conocían su responsabilidad como madre y abuela. Sabían que nadie sería más indicado para enseñar las Escrituras a Timoteo para que obtuviera conocimiento bíblico, pero también más allá de esto, se encargaron de transmitir su fe en Cristo Jesús. Esto no es solo conocimiento teórico sino una vida que practica lo que las Escrituras dicen.
Yo no sé si Timoteo tuvo la misma pregunta que muchos jóvenes creyentes tuvimos al crecer: ¿cómo puedo estar segura de que lo que creo es lo correcto? Es la fe lo que disipa las dudas de nuestro corazón y nos mantiene firme en nuestras convicciones. Pero esa fe, como nos lo recuerda Pablo en Romanos 10:17 …es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. La fe tiene sus raíces en escuchar con atención y detenimiento la Palabra de Dios. La fe se refiere a una confianza lógica, robusta e inquebrantable en la verdad; esto no se desarrolla por una cultura eclesiástica, ni podemos confiarnos que con tan solo una escuela dominical a la semana, una historia bíblica antes de dormir, o un proverbio al día habremos hecho lo suficiente para que nuestros hijos estén firmes contra las asechanzas del enemigo y sean como árboles plantados junto a corrientes, firmes y fructíferos. Como padres, necesitamos hacer mucho más que eso; necesitamos ser capaces de responder sus dudas, incluso aquellas que podrían agitar nuestras creencias. Debemos ser padres que se equipan en conocer la Palabra para que nuestra fe crezca, y eso nos lleve a una vida transformada que embellezca el Evangelio de Cristo, con acciones que corresponden con lo que enseñamos.
Como padres en esta época donde nuestros hijos están enfrentando preguntas más duras y son, cada vez más, asediados con ideologías, no podemos confiar solo en lo que ya sabemos para enseñar a nuestros hijos.
Les mostramos amor a nuestros hijos cuando escuchamos sus dudas, sus conflictos y nos toca hacer el trabajo difícil de encontrar respuestas a esas dudas. El amor que les tenemos y la urgencia que representan sus almas debe motivarnos a estudiar las Escrituras, debe motivarnos a ser padres apologetas. Usualmente asociamos la palabra “apologética” con pastores, evangelistas o teólogos y pensamos que no es un tema para nosotros. Sin embargo, si queremos enseñarles a nuestros hijos a ser pensadores críticos y prepararlos para defender su fe, necesitamos ser padres apologetas.
Pedro nos anima a estar … siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros (1 Pedro 3:15). La palabra “defensa” es la palabra “apología”. No se refiere a argumentar o estar a la defensiva en un sentido negativo; en cambio, se refiere a dar razones para apoyar una conclusión y de forma naturalmente persuasiva. Entonces, ser apologetas es dar razones y evidencias de lo que creemos, preferentemente con la habilidad y el tacto necesario para persuadir a otros a aceptar la verdad de Cristo; es presentar un caso por la fe cristiana.
¿Te das cuenta cuán importante es ser padres apologetas? La apologética no es solo para teólogos que escriben libros o enseñan en seminarios, o pastores que preparan sermones; aplica para padres que están preparando a sus hijos para presentar defensa cuando les bombardeen con malas ideas y que su fe no se ahogue.
Entonces, ¿por dónde comenzar?
1. Examina lo que “crees”.
Me convertí en adulto y aprendí a convivir con esos cuestionamientos; mantuve mi ritual religioso y me conformé con lo poco que yo sabía de Dios y de su Palabra. Varias experiencias me llevaron a examinar lo que creía y cuánto realmente conocía a Dios. Aproveché oportunidades para tomar una u otra clase que me apoyaron en mi estudio de la Palabra y cada vez me dí cuenta que había muchas cosas que necesitaba desaprender. Me di cuenta que mucho de lo que creía estaba basado en una tradición religiosa, una liturgia eclesiástica o una cultura y no en algo que había aprendido directamente de la Palabra de Dios. Para que seamos padres apologetas necesitamos evaluar lo que creemos. ¿Se basa en lo que dice la Biblia o nos hemos conformado con lo que nos dicen? Queremos inculcar a nuestros hijos a ser pensadores críticos y enfrentar cada duda que tengan con una simple pregunta: ¿qué dice la Biblia?
2. Padres, Dios nos llama a prepararnos.
Quizás ya te sientes abrumado porque no sabes por dónde comenzar. Puedes iniciar leyendo material del tema o escuchar un buen podcast de apologética. Equiparte puede ser tan sencillo como abrir tu Biblia y comenzar a escudriñarla. Puedes comenzar con un buen estudio inductivo[1]. Conocer las Escrituras es el primer paso para presentar defensa del Evangelio; no puedes defender algo que no sabes. Aprende la Palabra de Dios para que lo que les repitas a tus hijos sean las palabras del Señor y no las de otras personas.
Al mismo tiempo que te preparas para enseñar a tus hijos, Dios te está entrenando para ayudar a tus amigos, familia e iglesia local. Prepárate para educar a tus hijos en el camino del Señor, habla la verdad del Evangelio; escudriña las Escrituras para que obtengas sabiduría y discernimiento y guíes a tus hijos a tener un pensamiento crítico y bíblico para enfrentar la cultura posmodernista en la que viven.
3. ¿Somos padres que practicamos el pensamiento crítico a la luz de una cosmovisión bíblica?
Como creyentes estamos llamados a vivir nuestras vidas con una cosmovisión bíblica. ¿A qué nos referimos con eso? Una cosmovisión bíblica no es solo saber versículos de la Biblia (aunque es un buen inicio), sino que es tomar principios basados en toda la Biblia y aplicarlos a cada situación de la vida. Tener esta cosmovisión nos dará un discernimiento para que cuando vengan las ideologías podamos separarlas de la verdad. Pablo nos anima: examinadlo todo; retened lo bueno (1 Tes 5:21). A esto lo llamamos “discernimiento bíblico”. Como padres, una de nuestras tareas es ayudar a nuestros hijos a separar lo bueno de lo malo; a retener lo bueno y desechar lo malo. Para ello volvemos al centro de todo, debemos ser padres que están en constante interacción con las Escrituras, padres que conocemos la Palabra, tenemos una relación real y viva con el Señor, somos constantes en enseñar toda la Escritura a nuestros hijos y que ellos vean una vida realmente transformada por Cristo y no solo papás que usan todos los términos bíblicos pero no los modelan con sus vidas.
Así como vimos a Eunice y Loida, ellas no solo le enseñaron a Timoteo la ley (las Escrituras), sino que le modelaron una vida digna de Cristo. Nuestros hijos no aceptarán la verdad de Cristo a menos que sean expuestos a esa verdad, que sepan que esa verdad ya existe y no depende de interpretaciones. Queremos ver a nuestros hijos derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Cor 10:5). Pero para ello necesitamos entrenarlos en las Escrituras para que sepan por qué esas ideologías son incorrectas. Padres, queremos entrenar a nuestros hijos para que sepan usar su pensamiento crítico durante cada lectura que hacen, cada película que ven, cada música que escuchan e incluso cada sermón que reciben.
Pero, ¿estamos nosotros, como padres, siendo como los creyentes de Berea que escudriñaban todo para ver si lo que se les enseñaba era así? (Hech 17:11)
Padres, la tarea que tenemos no es mínima ni de poca importancia. Somos encargados de sembrar la semilla del Evangelio a nuestros hijos. Tomemos el ejemplo de Salomón que al ver el gran trabajo que tenía de frente, gobernar el pueblo de Dios, no dudó en ir con toda humildad a Jehová y pedir sabiduría y capacidad. (1 Reyes 3:9) Vayamos con toda humildad ante el Señor y pidamos sabiduría y capacidad; el tiempo que tenemos es corto, aprovechemos cada momento para criar a nuestros hijos en la verdad de la Palabra y en el temor del Señor.
[1] Este link te llevará a la página de Como Estudiar la Biblia, es un recurso creado por Mateo y Susi Bixby donde podrás encontrar herramientas y recursos que te ayudarán a profundizar en tu estudio de las Escrituras de forma inductiva.
[2] Mi lectura del libro “En defensa de la fe de nuestros hijos: Enseñando a sus hijos a desafiar las mentiras de la cultura” contribuyó a algunas de las ideas expresadas en este artículo. Te lo recomiendo ampliamente.