Categoría: Familia

Comidas significativas: Reflejando el corazón de Cristo en el comedor

febrero 25, 2024

Las comidas son cautivadoras. Sentarse y partir pan con aquellos a quienes amamos simboliza pertenencia y gracia. Hay una razón por la que la imagen del famoso pintor Norman Rockwell de una familia reunida alrededor de una comida casera se convirtió en una de sus pinturas más famosas. Estas imágenes evocan un profundo anhelo en muchos de nosotros.[1]

Sin embargo, para muchos en el Occidente, las comidas compartidas (en las que los miembros de una familia se reúnen alrededor de una mesa) son raras. De hecho, la familia estadounidense promedio sólo cena juntos tres veces por semana.[2] Los obstáculos para las comidas familiares son infinitos: incompatibilidad de horarios, tráfico pesado al regresar del trabajo y niños pequeños malhumorados que necesitan ir a dormir. Conseguir que todos se sienten alrededor de la mesa al mismo tiempo puede parecer un logro hercúleo.

Y una vez que reunimos a todos en la mesa, las cosas no son inmediatamente idílicas. Es posible que todos estén hablando (o gritando) a la vez. Hay discusiones sobre quién sirve la mantequilla y llantos por la lechuga morada. (Es una tragedia tener eso en el plato). O, peor aún, puede que no haya conversación alguna.

El compañerismo que anhelamos con nuestras familias puede parecer difícil de alcanzar. Vivimos en un mundo caído y una cultura caída. Nuestras familias están formadas por personas caídas, incluyéndonos a nosotros. E incluso las cosas buenas pueden hacer que comer juntos con regularidad parezca imposible. ¿Vale la pena el estrés?

Ministerio a la hora de comer

La Palabra de Dios nos muestra su corazón por la comunión en la mesa; las comidas y el ministerio a menudo van de la mano. Los ejemplos de momentos transformadores, de formación de pactos, de formación de vocaciones y de moldeo de corazones que suceden en torno a la comida son demasiado numerosos para contarlos, pero he aquí una muestra:

En las primeras páginas del Génesis, después de que Dios ha creado al hombre y a la mujer, los invita a comer (Gen. 1:29). Abraham sirve una comida a los mensajeros del Señor poco antes de descubrir que él y Sara concebirán a Isaac en su vejez (Gen. 18:8). Antes de que Dios llame a su pueblo a salir de la esclavitud en Egipto, les instruye a preparar y compartir una comida juntos como familias (Ex. 12). El libro de Levítico está lleno de prescripciones detalladas sobre cuándo, por qué y cómo debía festejar la nación de Israel. Estos días festivos especiales debían ser tiempos de recuerdo, asombro y adoración (Lev. 23).

Avance rápido hasta el Nuevo Testamento y la vida de Jesús se caracterizó tanto por comer y beber con la gente que los líderes religiosos de su época lo llamaron glotón (Mt. 11:19). Después de llamar al recaudador de impuestos Leví para que lo siguiera, Jesús come con él y con otros “pecadores” (Mr. 2:13-17). Jesús conmemoró el Nuevo Pacto, antes de su muerte, a través de una Última Cena compartida con sus seres queridos (Mt. 26:17-29; 1 Cor. 11:23-26). Y Jesús resucitado restauró a Pedro a la comunión consigo mismo durante el desayuno (Jn. 21:15-19).

Jesús demostró a través de su vida que las comidas importan, por eso nosotros también podemos priorizarlas en nuestros hogares. Al esforzarnos por lograr un compañerismo significativo en la mesa con nuestras familias, incluso con bebés y niños pequeños que no hablan, estamos modelando el corazón de Jesús, quien tuvo compasión de las multitudes y les proporcionó comida incluso después de un largo día de enseñanza (Mt. 14:13-21).

Métodos a la hora de comer

Cada familia será diferente y no existe un enfoque universal ideal para las comidas. Pero en nuestra familia, he descubierto que la hora de comer es mejor cuando me preparo a mí y a mi familia con anticipación mediante algunas estrategias simples:

  1. Prioriza el alimento espiritual. En muchos sentidos, el primer paso hacia una mesa vivificante es un corazón lleno del Espíritu. Cuando invertimos en la oración y la Palabra más temprano en el día (nuestro alimento espiritual), nos equipa para reunir y nutrir a nuestras familias y amigos a través del alimento físico más adelante. La preparación para la cena comienza con la preparación de nuestros corazones para amarnos, servirnos y ministrarnos el evangelio unos a otros.
  2. Procuren estar juntos. A veces, tenemos compromisos laborales, horarios deportivos u obstáculos inevitables para sentarnos juntos regularmente en familia. Pero si este es el caso, aún podemos buscar creativamente otras oportunidades de compañerismo, incluso si es solo una merienda juntos antes de salir corriendo al fútbol. Oremos y pidamos a Dios que nos brinde la posibilidad de compartir comidas y luego sacrificarnos cuando sea posible, para que esto suceda.
  3. Incorpora la ayuda– por adelantado y al final. Por imposible que parezca tener manos pequeñas tratando de “ayudar”, con el tiempo empiezan a ayudar. Pidamos al Señor que nos dé creatividad en la asignación de tareas e invitemos a toda la familia al proceso. Poner la mesa, limpiar la mesa, cargar el lavavajillas, cortar tomates con un cuchillo de sierra sin filo, llenar vasos de agua o pelar camarones son algunas de las cosas que mis hijos pequeños suelen hacer.
  4. Espera a que todos se sienten antes de comenzar. Cuando los niños empiezan a comer antes de que mamá se siente, puede parecer menos una reunión familiar y más el restaurante de mamá. Los niños pequeños que gritan son difíciles (créanme, lo sé); pero entrenarlos para que esperen (o distraerlos/redireccionarlos) hasta que todos estén sentados puede ayudarnos a todos a involucrarnos mejor.
  5. Comienza orando. Pedir la bendición de Dios para la comida debería ser más que una formalidad. Después de todo, ¡es Dios quien nos ha dado el modelo de comunión en la mesa! Oremos y pidámosle que bendiga nuestra comunión.
  6. Integra algo de formalidad. Cuando procuramos que nuestra mesa sea acogedora, podemos demostrar que es un espacio sagrado dado por Dios para nuestro deleite. Esto será diferente según las culturas y las familias, y no tiene por qué ser extravagante ni oneroso. En mi familia, encendemos una vela, usamos platos bonitos y, por lo general, tenemos un centro de mesa natural simple (normalmente son pequeñas ramas arregladas alrededor de una vela sin perfume). ¡Ora y pídele a Dios que te bendiga con algunas ideas sencillas y fáciles!
  7. Haz preguntas intencionales. ¿Cuál fue la mejor parte de tu día? ¿Cuál fue la parte más difícil? ¿Cómo te hizo sentir eso? ¿Qué aprendiste acerca de Dios hoy? A menudo, las respuestas a estas preguntas son mínimas. Pero a veces no es así y, de repente, miro al otro lado de la mesa y veo a mi hijo de seis años sumido en una conversación reflexiva con su padre mientras come un plato de tacos.
  8. Establece expectativas. Determinar de antemano qué tipo de comportamiento esperamos ver en la mesa puede ayudar a fomentar un ambiente de paz. Por ejemplo, las expectativas en la mesa de mi familia son que 1) nos sentaremos todos juntos hasta que terminemos de comer, 2) escucharemos cuando los demás hablan y 3) no vamos a tirar todo lo que hay en nuestro plato al piso. ¿Siempre se van a seguir? ¡Casi seguro que no! Pero poco a poco podemos perseverar fielmente llamando a nuestras familias a amarse unos a otros alrededor de la mesa.
  9. Extiendan gracia unos a otros. A menudo me siento frita al final del día y humillada por mi pecado. La mesa del comedor es un lugar de gracia: un lugar para que yo me disculpe con mis hijos por mi enojo y un lugar para que ellos se disculpen conmigo. Y también es un lugar para recordar que no me salvo gracias a las mesas perfectas que pongo o a la vida idílica que creo para mi familia. No, no es por obras de justicia que somos salvos; es por gracia y sólo por gracia a través de la sangre derramada de Jesucristo.

Cuando considero mi mesa, oro para que mi corazón siempre regrese a la mesa preparada para mí por Jesús. Habrá días en que nuestras mesas irradien alegría y belleza, y habrá días en los que nadie hablará entre sí y todos odiarán la comida. Pero en los días bellos y en los menos bellos, mi llamado es el mismo: buscar a Aquel que me ha invitado a probar y ver que Él es bueno (Sal. 34:8). Él me ha amado hasta el fin (Jn. 13:1). Y con su ayuda puedo llamar a otros también a probar y ver que Él es bueno.

Este artículo fue publicado primero en Risen Motherhood. Traducido y publicado con permiso. 

[1] https://www.milanartinstitute.com/blog/art-that-changed-the-world-the-freedom-from-want 

[2] https://www.newsweek.com/average-american-only-spends-3-dinners-week-loved-ones-poll-shows-1731243

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Autor

  • Kira Nelson es esposa, madre de tres niños pequeños que educa en casa, maestra de la Biblia en su iglesia, estudiante de seminario en SBTS y presentadora del podcast Delighted Motherhood. Es una gran fanática de las carreras de larga distancia, la jardinería al estilo de los niños pequeños y de tomar té caliente con sus vecinos en Falls Church, Virginia. Puedes conectarte con Kira en Instagram o en su sitio web. https://kiramichellenelson.com/

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