por Quina Aragon
Nuestra pequeña hija tiene un juego bobo que juega con mi esposo. Ella grita, “¡Yo soy Papá!” mientras apunta a su pecho. Mi esposo responde, “No, yo soy Papá” y así sucesivamente hasta que ella se ataca de risa y no puede continuar más con el juego. Nos encanta cultivar su floreciente sentido del humor.
El juego bobo que juega mi hija ya no es tan gracioso cuando nosotros peligrosamente lo jugamos con Dios. Es tan fácil leer el Salmo 100:3, “Él nos hizo…pueblo suyo somos,” y pensar, “Sí, claro. Eso ya lo sé.” Y aun así apuntar a nuestro pecho y decir “Yo soy Papá.” En muchas maneras expresamos independencia de Dios. En muchas maneras nos olvidamos que fue el amor el que nos hizo.
El Rey fue primero el Creador
La Biblia comienza con Dios. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1:1). La historia de la creación revela un Dios no creado que supremamente gobierna. Antes que el Rey del universo se sentara en su trono (por así decirlo), Él creó Su dominio: todo (Gn 2:1-3; Ps 103:19). El Rey fue primero el Creador. En el verdadero sentido, sólo Dios puede decir, “No, yo Soy Papá.”
Sabemos lo que pasó después de que Él nos creó. Nos rebelamos contra Él, y en efecto gritamos, “¡Yo soy Papá!”. Podemos ver a nuestro alrededor los efectos de este juego peligroso al que jugamos con Dios: relaciones rotas, sistemas rotos y corazones rotos.
Podemos ver ese quebrantamiento en nuestros hijos quienes increíblemente traducen nuestro “No” como un, “¡Vamos hazlo!” y nuestro “Comparte” en, “¡Pégale al otro niño para que puedas tener el juguete solo para ti!”
Lo más aterrador de todo es que ese quebrantamiento “allá afuera” está también “aquí adentro,” en nuestros corazones. Nos ponemos furiosos por planes pospuestos, presupuestos en quiebra y leche derramada: esos espejismos que desvanecen nuestro supuesto control. Buscamos propósito y valor en nuestra casa limpia, en un esposo feliz e hijos respetables. La vergüenza de nuestro pecado, y el pecado hecho en nuestra contra, frecuentemente silencia nuestras oraciones y alabanza.
¿Cómo llegamos a eso? Adán y Eva olvidaron que el amor los hizo, y nosotros también.
El Creador primero fue una comunidad de amor.
El apóstol Juan nos volvió a introducir al amor cuando escribió su relato de Jesús. Empezó su historia usando la línea introductoria de la Biblia: “En el principio” (Jn 1:1). Después Juan muestra algo increíble acerca de la naturaleza de nuestro Creador.
Juan escribe, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1:1). Juan enseguida revela claramente “el Verbo” como Jesucristo, el Hijo de Dios (Jn 1:14-18). Después, Jesús va a hablar acerca de “El Espíritu de verdad, que proviene del Padre” (Jn 15:26). Juntos como Uno solo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo crearon todo y existían antes de la creación (Gn 1:1,2; Jn 1:1-3; Co 1:16).
El Rey primero era el Creador. Y el Creador era primero una comunidad de amor; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Dios es amor
¡Imagina eso! El amor preexistió a la creación. ¿Cómo? Porque “Dios es amor” (I Jn 4:8).
Esto drásticamente difiere de cosmovisiones no bíblicas.(1) Antiguos mitos del Cercano Oriente acerca de la creación típicamente involucran varios dioses peleando por el poder.(2) En la mayoría de las cosmovisiones, el origen del universo y la naturaleza es uno en una lucha de poder.(3)
Pero el Dios bíblico existió antes de la creación en una eterna y unificada comunidad de amor. Jesús oró a Dios el Padre, diciendo, “porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Jn 17:24). “El Verbo estaba con Dios,” no en competencia, pero en amorosa comunidad (Jn 1:1). Y “el Verbo era Dios” uno en el mismo (Jn 1:1).
En el principio no había ninguna lucha de poder. En el principio había amor; un Dios que existía feliz como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El amor nos hizo
El hecho de que Dios es Trino (un Dios que existe por siempre en tres distintas Personas) no es algo que podamos entender en nuestras mentes. Pero es algo en lo que nos podemos regocijar. ¿Por qué? Si Dios nos creó y Dios es amor, ¡entonces el Amor nos hizo!
Dios creó con deleite todo desde su ya existente amor y gozo (Ps 104; Pr 8:22-31). ¡Era como si el gozo que Dios tenía dentro de sí mismo se desbordara para hacer la creación! (Gn 1:1-2:3) Cuando Dios creó seres humanos a Su imagen como el pináculo de su creación, Él los hizo cuidadosamente como un maestro artesano (Gn 2:4-25). El sopló aliento de vida en ellos, poniendo a los humanos aparte de todos los otros seres creados.(4)
Pero el amor de Dios no se detuvo en la creación. A pesar de nuestra rebelión pecaminosa, Dios envió a Su Hijo Jesús para traernos de regreso a nuestro verdadero Papá (Lu 19:10; 1 Pd 3:18). En el sacrificio supremo de Cristo encontramos la más profunda expresión del amor de Dios para con nosotros (Ro 5:8). Encontramos una invitación a confiar en el Cristo resucitado y convertirnos en hijos amados de Dios (Jn 1:12-13; Ef 5:1).
Cualquiera que sea nuestra historia familiar, cualquiera que sea nuestro estatus social, cualquiera que sea nuestra marca particular de quebrantamiento, todos fuimos hechos por el amor. Cada uno de nosotros estamos deleitosamente hechos con propósito, valor y dignidad que nos ha sido dada por el Dios que se define por amor (Ps 139:13-16). Y a cada uno se nos ha hecho la invitación de ser eternamente envueltos en la unión de amor de Dios a través de la fe en Jesús (Jn 17:23-26).
¿Lo has olvidado?
Como yo, ¿fácilmente olvidas esto? ¿Has centrado tu identidad, o la identidad de tu hijo, en algo que no es Dios y su amor?
Entonces bebe esto con tu café caliente (o frío) de hoy: “Querido papá o mamá, en Cristo fuiste hecho con amor por el Dios que te escogió, llamó y vino por ti. Estás definido como un hijo amado de Dios mismo” (1 Jn 3:1; Ef 5:1). Ésta es la esperanza que purifica, no el palomear cosas en tu lista de “cosas por hacer hoy” (1 Jn 3:1-3). Ésta es la verdad que define el alma, y que nos obliga y nos empodera a amar sacrificialmente a otros día tras día.
Mientras bebemos ese amor hoy, que nuestros corazones revivan y nuestros labios proclamen, “Dios, ¡tú eres Papá!”
Este artículo fue publicado primero en inglés en Risen Motherhood. Traducido por Eyliana Perez y usado con permiso del autor.
1Keller, Moore, and Duncan on the Non Negotiable Beliefs About Creation
2Comparing the Bible to Other Creation Accounts