El Reino de Mamá

December 9, 2019

por Maggie Combs

“No soy tu sierva”. A penas pude detener la frase que estaba en la punta de mi lengua e iba en dirección de mi hijo. Es un dicho bastante común, una réplica rápida para lanzar de vuelta a nuestros hijos cuando sus necesidades ya se hicieron ridículas, cuando están evitando independizarse, o cuando esperan mucho más de lo que les podemos dar. Pero este dicho es simplemente un síntoma del problema real escondido en las profundidades de nuestros corazones: preferimos gobernar como soberanos que humillarnos como siervos.

Es fácil como mamás vivir como reinas de nuestros reinos. Nos sentamos sobre nuestros tronos y controlamos casi cada detalle de la vida familiar. Gobernamos nuestros hogares, guardándolos de tales desastres atroces como demasiada televisión y camas destendidas. Nuestros hijos viven bajo nuestras emociones cambiantes y una constante sarta de instrucciones. Nuestros esposos cumplen nuestras listas de quehaceres y doblegan su rodilla a nuestros menús. Creamos listas y metas, y luego dirigimos nuestros mundos haciéndolos funcionar. En breve, nosotras gobernamos. El propósito del reino que construimos —el Reino de Mamá— es hacernos lucir genial, asegurar nuestra comodidad, darnos control, y alcanzar nuestros deseos.

Establecemos el plan para nuestro reino, luego nos agotamos intentando construirlo piedra por pesada piedra. Pero es imposible hacer que nuestro pequeño y desordenado reino de la vida real cumpla con el anteproyecto que creamos. Cuando nuestras circunstancias no apoyan al reino de mamá, los pecados emergen. Si la lista de quehaceres no cumple, nos volvemos ansiosas e irritadas. Cuando los hijos no se visten para la escuela en la mañana, damos pisotones y gritamos para que obedezcan. Si las demandas constantes de nuestros hijos nos obligan a dejar compañía agradable, refunfuñamos y nos quejamos. Cuando el pequeño reino de una amiga luce más arreglado que el nuestro, envidiamos. Si nuestro esposo no hace las cosas según nuestro plan, lo manipulamos o lo ignoramos. La verdad es que nuestros hijos y esposos imperfectos jamás podrán cumplir con las leyes de nuestro reino. Dios nos está llamando a rendir nuestras coronas auto-elaboradas y reinos temporales para ser parte de su reino eterno.

Cuando llega la temporada de Navidad, pasamos horas planeando y preparando, intentando enseñar a nuestros pequeños reinos sobre el Rey venidero. Pero si ya existe una soberana, nuestros intentos de compartir el reino de Dios fracasan. Cuando estamos construyendo nuestro propio reino, no podemos exhibir plenamente la gloria del Rey Jesús.

Mientras que nuestra tendencia natural es a enfocarnos en construir nuestro propio reino, la temporada navideña nos recuerda que Él vino para librarnos de nuestras tendencias naturales y redimir nuestras motivaciones caídas. Solo Jesús es la receta para toda nuestra infructuosa y ardua construcción de reinos propios. Aunque Jesús fue el Rey del universo, nació humildemente y vivió para servir a un mundo que no le merecía. Demostró amor sobrenatural por medio del servicio. Rindió su tiempo libre, sus planes, su comodidad personal, y su libertad para servirnos a nosotros.

Servir como Jesús quizá se siente imposible, pero afortunadamente Dios nos otorga todo el poder y la energía que necesitamos. La buena nueva es que a Dios le gusta usar al imperfecto y al humilde para exhibir su gloria. Dios quiere usar nuestro servicio para demostrar su infinito amor a nuestras familias.

Cuando nos comprometemos a servir como Jesús, no significa que reemplazamos el reino de mamá con el reino de los hijos o el reino del esposo. Esos reinos están igual de rotos e insatisfactorios que el reino de mamá. Jesús vino como heraldo del reino de Dios, para crear un camino para entrar al único reino eterno. Dejemos a un lado nuestros reinos y sirvamos a nuestras familias de una manera que les apunte al reino de Dios en lugar de establecerles como soberanos.

Esto de morir a mí misma puede provocar miedo. ¿Qué si pongo las necesidades de mi esposo e hijos antes de las mías? ¿Quién cuidará de mí? ¿Qué si me someto con gracia al plan que Dios tiene para mí en lugar de mi agenda propia? Jesús nos asegura, “Así que no se preocupen diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos vestiremos?’ Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mat. 6:31-33). Podemos confiar nuestras necesidades físicas, emocionales y espirituales a Dios. Él es un gobernante bondadoso y amoroso. Vino a esta tierra a vivir dentro de las limitaciones de su humanidad para que pudiera compadecerse de nuestras debilidades. Este gobernante amoroso y solidario es digno de toda nuestra confianza. Vivir en su reino es el único lugar donde encontraremos el consuelo, la satisfacción, y la aceptación que hemos estado buscando al construir el nuestro. Cuando encontramos nuestro gozo al vivir bajo la libertad de su gobierno, podemos servir de la abundancia que hemos recibido.

Podemos volver a escribir nuestros planes para la maternidad, removiéndonos como soberanas, y humillándonos delante de nuestro siervo Rey. Soltemos nuestros planes perfectos para la Navidad según nuestros propios reinos, y sirvamos humildemente a nuestras familias como una demostración diaria del amor que llevó a Jesús a rendir su corona y venir a la tierra a habitar entre nosotros.

Este artículo fue publicado primero en www.risenmotherhood.com. Usado con permiso.

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Autor

  • Es esposa, madre de tres chicos ocupados, escritora, y oradora. Cuando la maternidad la agobió, Dios la acercó a Él al escribir su primer libro, Unsupermommy: Release Expectations, Embrace Imperfection, and Connect to God’s Superpower. Quizá la hayas visto en www.coalicionporelevengelio.com o en www.avivanuestroscorazones.com.

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