Con cuatro niños pequeños, es difícil lograr un momento de tranquilidad o una consistencia predecible. Incluso con mis mejores esfuerzos por ser organizada e intencional, aún así es difícil mantener un estudio bíblico regular, discipular a mujeres, tener comunión regularmente con otros creyentes o servir de maneras que me saquen de mi hogar. El deseo está ahí, pero también lo están los pañales sucios, las rutinas para la hora de la siesta, las pilas de ropa sucia y las cosas mundanas que mantienen viva a nuestra familia.
En ocasiones, las distracciones, los reveses y desafíos me hacen preguntarme si el crecimiento teológico no es posible para una mujer que está en la etapa de niños pequeños. Me he preguntado si simplemente debería encogerme de hombros ante mis inconsistentes momentos de tranquilidad y mi árida vida de oración; incluso he considerado no asistir al estudio bíblico de mujeres o liberar nuestro calendario de preparar comidas hospitalarias porque es demasiado difícil.
Pero, por la misericordia de Dios, también he visto que una vida sin una comunión frecuente con Jesús es, en el mejor de los casos, desoladora. El Señor ha ampliado mi visión para ver formas creativas de crecer en mi conocimiento de la sana doctrina, la rica teología y la verdad del evangelio (incluso cuando abundan las montañas de ropa sucia y las ollas de cocción lenta). Y cuando permanezco conectada a la vid de esta manera, también me he dado cuenta de que naturalmente doy fruto y camino en buenas obras que se adaptan a mi etapa de vida.
Entonces, para cada madre de niños pequeños que anhela ver su relación con Dios como algo más grande que el esquivo “momento de tranquilidad”, esta lista es para ti:
1. Escucha:
Consume la Palabra de Dios a lo largo de tu día utilizando la tecnología para aprender y crecer. Utiliza una aplicación de la Biblia y escucha grandes fragmentos de las Escrituras o repite una y otra vez un pasaje que estás tratando de memorizar. Cuando estés ocupada jugando con los niños o recogiendo juguetes, permite que los valiosos himnos te recuerden verdades importantes. Las tareas rutinarias son una maravillosa oportunidad para dejar que tu mente procese a través de sermones desafiantes, podcasts teológicos o incluso un buen audiolibro. Independientemente del momento o el lugar, enciende tu dispositivo y aprende (¡mientras tus hijos aprenden la buena verdad junto a ti!).
2. Mira:
Más allá de simplemente escuchar, hay archivos llenos de mensajes de conferencias, conversatorios y sermones a tu alcance. Puedes doblar la ropa y colocar en tu laptop una predicación alentadora o desafiante. Ve más allá de tu programa favorito de Netflix y ponte al día con algo que te apunte a Jesús. O incluso puedes ver videos en Facebook de personas que te inspiran a tomar tu cruz y difundir el evangelio.
3. Lee:
Todos somos culpables de pasar demasiado tiempo en las redes sociales, revisando interminables actualizaciones cuando podríamos dar un mejor uso a nuestro tiempo y nuestra mente. Ten algunos buenos libros descargados en tu aplicación de Kindle y entrénate para utilizarlos de forma predeterminada en un momento libre que tengas en vez de entretenerte sin sentido. También sé intencional acerca de a quién sigues en las redes sociales, para que puedas echar un vistazo o leer artículos centrados en el evangelio en lugar de solo inspiración cultural.
4. Comparte:
A medida que aprendes, da la vuelta y comparte la verdad con los demás. Es posible que al principio tus hijos piensen que estás un poco loca, pero eventualmente se acostumbrarán a escuchar a su mamá a procesar verbalmente las verdades teológicas. Que te sientas cada vez más cómoda en tener conversaciones sobre el evangelio al involucrar a una amiga que está dispuesta a intercambiar ideas sobre la doctrina. Comparte con quién tengas al alcance o que quiera escucharte, a través de las redes sociales, conversaciones mientras tomas un café o incluso con tu esposo mientras recoges la casa antes de acostarte. Cuando compartes, de una manera comprensible, lo que estás aprendiendo puedes estar segura de que las verdades quedarán profundamente grabadas en su corazón.
5. Ora:
Finalmente (y esto es difícil para muchas de nosotras), date muchas oportunidades para orar durante el día. No tienen que ser oraciones largas, tranquilas y complejas, sino momentos para reconocer tu necesidad de Dios y tu gratitud por su gracia; pienso que estos son acontecimientos naturales que se dan a la hora de comer, descansar y corregir a los niños pequeños. Al orar las verdades que aprendiste al escuchar, mirar, leer y compartir para ti o para tus hijos, las verás y alabarás a Dios más fácilmente por ellas.
Independientemente de cómo consumas y derrames la verdad del evangelio, la clave es sumergirte en él. Apasiónate por aprender acerca de Jesús y amarlo. Deja de pensar que tu tiempo con el Señor se limita a un momento en tu sillón favorito, con tu taza de café favorita, cuando todo está en silencio antes de que los niños despierten. Aunque eso es maravilloso (y las mamás de los pequeños necesitan más momentos para estar a solas con Dios), eso no invalida las miles de otras oportunidades de amar al Señor con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas a lo largo del día. Mamá de pequeños: obtén una visión más amplia del estudio de la Biblia y el crecimiento, una visión que incluya a tus hijos, las tareas rutinarias, los traslados diarios al trabajo, las comidas y los momentos de compañerismo. La teología también es para ti, incluso si tienes un bebé en tus brazos y un niño pequeño en tu regazo.
Este artículo fue publicado primero en Risen Motherhood. Traducido y publicado con permiso.