por Katie Faris
Las vívidas imaginaciones de los niños aceptan el concepto de Superman, el ratón de los dientes, y otras fantasías. A medida que van creciendo y estas fantasías van siendo reveladas, no queremos que Dios encaje en la misma categoría. Pero ¿cómo evitamos eso? ¿Cómo ayudamos a nuestros hijos a diferenciar entre Dios y la fantasía para que el niño Jesús que celebramos en Navidad no sea puesto en la misma categoría que Santa y sus duendes? Es importante para nuestros hijos que conozcan que Dios es real.
Aunque los atributos de Dios se ven claramente en Su creación, el pecado suprime la verdad acerca de la realidad de Dios, obscurece nuestro corazón, y nos hace necios (Rom. 1:18-22). Mientras nosotros desesperadamente queremos que nuestros hijos amen a Jesús, dependemos de Dios para que les dé verdadera y salvante fe (Ef. 2:8-9).
Solo Dios puede cambiar el corazón de nuestros hijos, pero nosotros podemos guiarlos en un sendero de fe para mostrarles que Dios es real. Este sendero implica que “el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Heb. 11:6).
Cree que Él existe
Antes de que guiemos a nuestros hijos por este sendero de fe, necesitamos estar familiarizados con él nosotros mismos. ¿Verdaderamente creemos que Dios existe? ¿Creemos que hay recompensa para los que le buscan? ¿Creemos que conocer a Jesús es mejor que cualquier otra cosa que el mundo ofrece? Si no es así, nuestros hijos lo notarán.
Los niños pueden ser inexpertos, pero son listos. Una mañana ellos pueden preguntar por qué la letra del ratón de los dientes es parecida a nuestra letra. O por qué hay regalos escondidos debajo de la sábana en el armario. Nuestras acciones revelan que el ratón de los dientes y Santa realmente no existen. ¿Qué acerca de Jesús? Ellos no pueden verlo tampoco. ¿Eso significa que también fingimos acerca de Él?
Si simplemente vamos desplazándonos por entre la fe, nuestros hijos lo sabrán. Si la muerte y resurrección de Jesús no hace ninguna diferencia en cómo les hablamos a ellos o en cómo tratamos a nuestros esposos, nuestros hijos pueden empezar a cuestionar nuestra fe. Aún si adoramos a Jesús los domingos en la mañana, si entre semana adoramos nuestros horarios, ejercicio, trabajo o Netflix, no les tomará mucho tiempo a nuestros hijos para ver qué es lo que más nos importa.
Pero si vivimos diariamente conscientes de que nuestras acciones tienen implicaciones eternas, lo mismo es cierto. Nuestros hijos pueden ver que creemos que Dios es real cuando humildemente confesamos nuestra impaciencia y enojo, pedimos perdón, apuntamos al sacrificio de Cristo a nuestro favor y cambiamos nuestro comportamiento. Aún que parece que ellos no están poniendo atención, ellos notan cuando leemos nuestras Biblias, hacemos comida para una recién mamá y salimos temprano para ir a ayudar en la iglesia.
Ninguna de nosotras hace esto perfectamente. Pero cada vez que lo pasamos por enfrente de nuestros hijos, tenemos otra oportunidad de apuntarlos a Jesús, el único con un registro implacable, el único que los puede salvar a ellos y a sus padres pecadores.
A medida que maduran, nuestros hijos harán preguntas, pero esperamos no sean sobre la autenticidad de nuestra fe. Queremos establecer confianza para tener voz e influencia en sus vidas al ellos ir procesando lo que creen que es verdad.
Búscalo
Otra manera significativa en que podemos guiar a nuestros hijos en un sendero de fe es a través de la oración. Cuando buscamos a Dios con nuestros hijos, les mostramos que creemos que Él es real y esperamos que Él responda.
Por la fe en Jesús, podemos acercarnos confiadamente a Dios en oración (Heb. 4:16). Alabamos y agradecemos a Dios por quien es Él. Confesamos nuestro pecado. Traemos ante Él nuestras peticiones, la misma cosa que Dios nos invita a hacer. “Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mat. 7:7-8) Si el tiempo de oración es una lucha o no sabes cómo involucrar a tus hijos, hazlo simple. Nosotros hacemos oraciones cortas, generalmente antes de una comida o la hora de dormir.
Recientemente, mi esposo y yo hemos incluido a nuestros hijos en orar por algunas necesidades tangibles. Cuando el costo de la reparación de nuestro carro era mayor que el valor del mismo y no teníamos dinero para reemplazarlo, nuestra familia oró. Todos nuestros hijos se gozaron cuando Papi estacionó frente a nuestra casa una mini van bastante usada pero en excelentes condiciones, un regalo de un amigo de la iglesia, y un regalo de Dios.
Inevitablemente, habrá veces cuando nuestros hijos van a orar con nosotros por algo y el Señor decide no responder como nosotros estamos pidiendo. ¿Qué cuando la abuela no recupera su salud o el nuevo trabajo de un papá implica que un mejor amigo se mude? ¿Estamos haciendo que nuestros hijos crean que Dios no es real? No, son oportunidades para considerar el carácter de Dios.
Dios no es el genio de la lámpara que concede lo que sea que deseamos. Él es un Padre celestial perfecto que sabe mucho mejor que nosotros lo que necesitamos. Es por eso que enseñamos a nuestros hijos a orar como Jesús oró en el Padre Nuestro, “Hágase Tú voluntad.” (Mat. 6:10) Pedimos con manos abiertas. La respuesta de Dios puede ser sí, no, espera, o cualquier otro número de respuestas. No importa cómo Dios responde, orar con nuestros hijos provee una oportunidad para nosotros de enseñarles verdades acerca de Su carácter.
¿Qué es aquello que tu familia genuinamente necesita que solo Dios puede proveer? ¿Qué es algo imposible para ti de hacer pero solo Dios es capaz de hacerlo? Considera invitar a tus hijos a orar regularmente contigo hasta que Dios responda.
Nuestra gran esperanza como cristianos es que un día veremos el rostro de Dios (1 Cor. 13:12; Apoc. 22:4). Hasta entonces, caminamos en un sendero de fe. Aunque no vemos a Jesús, creemos que existe, y queremos que nuestros hijos experimenten el mismo gozo y esperanza que nosotros experimentamos (1 Ped. 1:8). Orar juntos es una manera de mostrarles a nuestros hijos que Dios es real.
Este artículo fue publicado originalmente en www.risenmotherhood.com. Usado con permiso.