por Marshall Segal
Si estás casado y tienes hijos probablemente estás más consciente de tus limitaciones.
La soltería, a pesar de todos sus retos únicos, a menudo oculta nuestras limitaciones físicas. Aún nos cansamos, obviamente, pero la mayor parte del tiempo podemos hacer lo que necesitamos hacer (y mucho de lo que queremos hacer), y a su vez tener tiempo para descansar y recargar las pilas. La familia, a pesar de todas sus bendiciones únicas, rompe esa sensación de autonomía. Los niños en particular absorben una mayor parte de esa libertad que podríamos haber tenido. Cuando están pequeños, son los pañales, colaciones, berrinches e interminables preguntas raras acerca de todo. Cuando van creciendo, son las necesidades de la escuela, la felicidad y tristeza que traen las amistades, eventos deportivos y otras actividades, y preguntas difíciles acerca del futuro. Cualquier familia sana demanda mucho de los padres.
Ahora que estoy casado y soy padre, como otros a mi alrededor, simpatizo con ellos, lamentándome de algo común que se ha perdido en las familias: la iglesia. Así como encontramos el amor, tuvimos hijos, compramos una casa, invertimos en nuestras carreras, cultivamos amistades y perseguimos pasatiempos ¿hemos olvidado o negado nuestro precioso y vital lugar en el pueblo de Dios? Ahora con seis años de matrimonio y cinco como padre, he sentido las maneras sutiles en las que Satanás lanza a la iglesia en contra de la vida familiar y a la vida familiar en contra de la iglesia.
Sin embargo, la iglesia no es enemiga de la familia cristiana, sino su aliado devoto y destino pleno. Las familias sanas saben que necesitan desesperadamente a la iglesia y gustosamente construyen sus vidas alrededor de ella, para servir, nutrir y amar a la iglesia. Ellos no solo desean una iglesia que se dé a la familia, sino que se esfuerzan para llegar a ser una familia que se dé a la iglesia.
La iglesia que perdió la unidad
¿Dónde podemos buscar para tener un ejemplo de lo que la vida familiar en la iglesia puede ser? Me encantan los destellos que tenemos de las primeras iglesias en el Nuevo Testamento. Las pequeñas ventanas que tenemos, como Hechos 2:42-47, pintan un cuadro de la iglesia como el jardín de la vida, no como una maceta que cuidamos los domingos:
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
La primera iglesia era una iglesia unida; pasaban tiempo juntos, comían juntos, cubrían necesidades juntos, aprendían juntos, llevaban cargas juntos, ganaban almas juntos. Y todos los involucrados, seguramente incluyendo a familias jóvenes, parecían prosperar en tal unidad en vez de estar frustrados por ello.
Ser la iglesia significaba estar juntos, y no solo por una hora el domingo. Hebreos 13:13 dice: “antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.” Cada día. Y eso era sin teléfonos, o enviando mensajes de texto, o correos electrónicos o por Zoom. Estaban dispuestos a hacer sacrificios diarios para seguir a Cristo y su misión de unidad.
Donde sucede “los unos a otros”
Esa unidad es un hilo que se encuentra a lo largo de las Escrituras con mandamientos de unos a otros. Primero de Jesús mismo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34-35) ¿Qué distingue a los seguidores de Jesús de otras personas? Un amor semejante al de Cristo mostrado a través de “los unos a otros”. Y, ¿dónde ocurre el “los unos a otros” en las Escrituras?
– A la iglesia en Colosas: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Colosense 3:16)
– A la iglesia en Roma: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” y “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.” (Romanos 12:10; 15:7)
– A la iglesia en Tesalónica: “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.” (1 Tesalonicenses 5:11)
– A la iglesia en Éfeso: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32)
– A la iglesia en Corinto: “Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” (1 Corintios 12:24-26)
La historia que Dios cuenta acerca de la iglesia es una historia de reunión, una historia de unos a otros, una historia de unidad. Después de todo, la misma palabra para iglesia (ekklesia) significa asamblea. Así que, ¿a dónde se ha ido esta unidad hoy?
Bueno, la unidad es lo que frecuentemente se pierde por culpa de las ocupaciones; tener horarios tan llenos que no hay espacio para que la iglesia sea la iglesia. Las familias son las más preocupadas de todas. Encima de las constantes demandas de criar nuevos humanos, mamá y papá, ambos, trabajan mucho, (y ambos llevan el trabajo a casa e incluso hasta a la cama). Al crecer los niños, las tardes y los fines de semana están llenos con más y más entrenamientos y partidos, ensayos y recitales, tareas y salidas con amigos. Eso significa que las mismas familias pasan menos tiempo juntas. No es de extrañarse que estén tan celosos de su tiempo y por lo tanto temerosos de comprometerse más a la iglesia o incluso de cumplir con lo básico.
Demasiado ocupados para la unidad
Las presiones en la vida familiar que dificultan la vida en la iglesia pueden estar agravadas por la vida moderna, pero no son nuevas para la vida moderna. Jesús nos advirtió, hace dos mil años, acerca de “los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas.” (Marcos 4:18-19)
Estas amenazas claramente no son únicas de las familias, pero sí pueden ser más amenazantes para las familias. Después de todo, el apóstol Pablo nos advierte, “pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer.” (1 Corintios 7:33-34) Y la misma ansiedad distrae a la esposa. Jesús dijo que los afanes de este mundo son espinos que crecen para ahogar cualquier signo de vida espiritual. No criaremos bien una familia si no detectamos los espinos y hacemos lo que podamos para proteger a nuestras familias de ellos.
Así que, ¿cuáles espinos han particularmente brotado en el jardín de tu familia? ¿Qué hace que no te comprometas por entero con Dios y su pueblo? En la gran mayoría de los casos, nuestros espinos no serán malas actividades, sino buenas actividades que se han convertido en actividades consumistas. En particular, actividades que consumen nuestra limitada capacidad de buscar a Dios, amar su iglesia y buscar a los perdidos.
Jesús dice, “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo 6:25), en otras palabras, las necesidades de cada padre: comida, bebida y ropa (y con suerte una siesta), y así sucesivamente. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. (Mateo 6:33)
¿Cuántas familias dejan que las tormentas de la ansiedad y las ocupaciones consuman su búsqueda del reino? ¿Cuántas iglesias pierden familias por los afanes del mundo, el engaño de las riquezas y el deseo de otras cosas; por los sutiles espinos de la tentación?
Iglesia cautivante
Para vencer los obstáculos de la vida de la iglesia en familia, debemos confrontar al ajetreo que desplaza a la iglesia, pero también necesitamos ver a la iglesia, incluyendo nuestras pequeñas, imperfectas y poco impresionantes iglesias locales, a través de los fervientes y devotos ojos de Cristo.
Nuestros matrimonios, los mismos matrimonios que a veces nos distraen de Cristo y la iglesia, fueron diseñados por Dios para recordarnos que Jesús ama a la iglesia y con un celo santo: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25). Sí, Él fue obediente hasta la muerte, pero no murió por obligación, murió por amor, un cariño real para la iglesia, un compromiso real con la iglesia, un deleite verdadero en su iglesia. Tenemos que poner las frustraciones y decepciones que tengamos con la iglesia delante del ardiente amor de aquel que murió por ella.
El apóstol Pablo dice que fue llamado a predicar “las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas;” pon atención aquí, “para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Efesios 3:8-10). Dios quiere dar a conocer las inescrutables riquezas de Cristo, escondidas por siglos, no primeramente por la creación, ni por medio de Israel o los profetas ni siquiera por los apóstoles, sino por la iglesia, a través de tu iglesia.
Y no son solo amigos y vecinos los que están observando, sino “los principados y potestades en las regiones celestes”. Fuerzas espirituales están siendo frustradas por la multiforme sabiduría de Dios al verlo edificar la iglesia, la misma iglesia que tan frecuentemente es enterrada bajo nuestras vidas diarias con una familia. Podemos ver a la iglesia y ver inconveniencia, formalidad y monotonía, pero el cielo está cautivado con ella, viendo como la salvación se desarrolla y se extiende entre bancas agrietadas y simples salas de estar. Dios dobla toda la historia para mantener la gloria de su gracia para y a través de la iglesia.
Amando más con menos
El Rey del universo ama a la iglesia, los cielos están asombrados con ella y tu familia la necesita: “ Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Hebreos 10:24-25) Y tu iglesia necesita a tu familia (1 Corintios 12:12). ¿Cómo va a prosperar sin un oído, un ojo o lo que sea que Él te ha asignado?
¿Y qué ha asignado Dios para ti y tu familia? No es posible que seas todo para todos; como padre ya has aprendido eso. Los oídos, ojos y rodillas no funcionan así. Dios nos ha dotado y puesto a cada uno en maneras únicas para servir a la iglesia en una manera significativa. Así que, “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe” (Romanos 12:6). Si en servicio, en servir. Si en exhortación, en exhortar. Si en hospitalidad, en hospedar. Si en generosidad, en dar. Si en cuidar niños, en enseñar y jugar. Si en oración, en arrodillarnos. Pídele a Dios gracia para ver los dones particulares que Él le ha dado a tu familia, y luego pídele gracia para no desperdiciar esos dones sino para usarlos en maneras específicas y constantes para bendecir y edificar la iglesia.
Si admitimos nuestras limitaciones como familia y oramos por fuerza y discernimiento y estamos conscientes de los espinos alrededor de nosotros y continuamente nos sumergimos en el amor de Jesús por la iglesia, Dios nos ayudará a amar bien a su iglesia con lo poco que tenemos.
Este artículo fue publicado primero en Desiring God. Traducido por Eyliana Perez y usado con permiso.