por Rebekah Matt
En una de las más famosas líneas iniciales en la literatura, Leo Tolstoy audazmente declara: “Todas las familias felices son iguales; toda familia infeliz es infeliz a su propia manera.” No he leído Anna Karenina, pero puedo decir con confianza que, aunque ciertamente él captura nuestra atención y aún lo seguimos citando después de 150 años, está equivocado acerca de que las familias felices son todas iguales (aunque así se puedan ver desde afuera). Pero sí tiene un punto acerca de las familias infelices.
Las familias infelices pueden tener un sin número de razones por las cuales están infelices, y muchos de nosotros tristemente estamos familiarizados con una de ellas: pecado generacional (también conocido como trauma generacional o disfunción generacional). Esto es la tendencia de comportamientos pecaminosos persistentes que se repiten o “se pasan” de una generación a otra, contribuyendo a la infelicidad de una familia y sus miembros individuales. Esto puede ser un problema en particular con un miembro de la familia, o un ambiente general que permea la vida y perspectiva diaria de cada persona.
Las causas de disfunción familiar son muchas. Aquí hay una lista que de ninguna manera es exhaustiva; y tristemente, cada uno de estos puede ser generacional o transmitido:
- Ira, temperamento explosivo
- Mentira, falta de confianza
- Manipulación emocional
- Narcisismo, egoísmo
- Comportamiento pasivo-agresivo
- Sarcasmo excesivo, palabras crueles
- Intimidación (bullying), palabras amenazantes
- Adicción (de cualquier tipo desde alcohol o pornografía hasta la comida o compras)
- Abuso físico, emocional y sexual
- Flojera, pereza
- Codicia, envidia
- Amargura, insatisfacción, queja
- Adulterio, infidelidad
¿Es inevitable, entonces, que los pecados se transmitan de generación a generación? Aún si no hemos experimentado esto en nuestra propia familia, muy seguramente lo hemos visto en otras familias. Pero gracias a Dios, es completamente posible terminar con el pecado generacional con una persona, en una generación. Y esa persona puede ser (o tal vez has sido) tú.
¿Recuerdas la escena de La Tierra de Nadie en la película de la Mujer Maravilla en donde ella se entera, por medio de una madre desesperada y su hijo, de las atrocidades desapercibidas de la guerra? ¿La escena en donde sus ojos son abiertos a la cantidad de vidas de personas que la guerra ha cobrado que ni siquiera están luchando? (Mírala aquí en inglés https://www.youtube.com/watch?v=8HDC4U8_ptM).
Lloré cuando vi la escena hace tiempo en 2017 y sigo llorando cuando veo nuevamente el video de 4 minutos. Sé que no soy la única que fácilmente se identifica con esta mujer que valientemente enfrentó a su enemigo para así lograr hacer un camino seguro para aquellos que venían detrás; aquella mujer que tomó su escudo y desvió las balas para que aquellas personas inocentes del otro lado estuvieran a salvo del daño.
Si estás luchando en contra de algún pecado generacional, esa mujer en el campo de batalla eres tú. Cada vez que hablas o actúas con amor, dominio propio, gentileza, paciencia, amabilidad o fidelidad, estás desviando las balas de cualquier pecado al cual le estás negando establecerse dentro de tu familia. Esto no es fácil, y mucho menos si fuiste criado en un ambiente disfuncional y has desarrollado tácticas de autopreservación desde muy niño. En ese entonces pudiste haberte retraído, pudiste haber tratado de escapar, pudiste haberte aclimatado o adaptado a la disfunción solo para ser aceptado por la única familia que conocías.
Pero ahora que te encomiendas a poner un fin al pecado generacional recuerda esto: No sólo se trata de levantar ese escudo día tras día, desviando balas de pecado que el maligno continuamente te dispara; se trata también de las personas que ahora pueden correr detrás de ti en relativa seguridad y aquellos que vienen detrás que tú ni siquiera conoces. Tu esposo, tus hijos y aquellas generaciones por venir van a tener una vida familiar muy diferente gracias a ti, aquí y ahora.
La batalla icónica de la Mujer Maravilla duró solo cuatro minutos; la tuya puede durar décadas. Afortunadamente, lo comprenderás mucho antes de desgastarte o desanimarte y empezarás casi inmediatamente a cosechar las recompensas de poner fin al pecado generacional. Aquí hay algunas cosas para recordar a lo largo del camino:
Las personas que más se benefician de acabar con el pecado generacional pueden no saber mucho o nada sobre aquello a lo que le estás poniendo fin. Tu familia actual no creció contigo (obviamente), así que ellos no saben exactamente lo que experimentaste y tal vez no quieras compartir todos los detalles con ellos. Si estás en la necesidad de hablar con alguien, una mejor idea puede ser encontrar un amigo de confianza, alguien que ha experimentado algo similar o un consejero que te pueda ayudar a trabajar con tus emociones.
Mientras estás ocupado poniéndole un alto al pecado generacional en tu familia, haz lo posible para no crear el tuyo propio. Asegúrate que mientras estás diciendo, “No voy a sucumbir a la adicción,” o “Rechazo manipular emocionalmente a mis hijos,” no estés reemplazando eso con enojo, una lengua áspera o una cantidad grande de otros pecados. Nadie es perfecto, por supuesto, pero la idea aquí es no introducir un nuevo pecado que permee tu vida familiar y cree infelicidad o discordia.
Es un privilegio increíble ser la persona que logra decir, “Esto se detiene aquí, conmigo.” Si tú apenas estás comenzando en este camino de poner fin al pecado generacional, quiero animarte y decirte que cada día que no permites perpetuar la disfunción en verdad importa; aún si las personas a tu alrededor saben o no que lo estás haciendo. Tú sabes que tu escudo está levantado y estás desviando las balas a derecha e izquierda. Y si ya has estado en este camino por un tiempo y estás cosechando las recompensas de una familia funcional y feliz, felicidades por el buen trabajo que has hecho. Dios conoce la historia de tu familia y en su sabiduría y misericordia ha declarado, “Esta es la persona que le pondrá fin a esto,” y esa persona eres tú.
No importa dónde te encuentres en el camino de terminar con la disfunción familiar, sé que Dios está contigo en este viaje. Él ama a tu familia más que tú y escucha tus oraciones. Deja que las palabras a Israel en Isaías 43 sean tu consuelo y ánimo: “Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados.” (Isaías 43:18-19)
Dios ha hecho algo nuevo en ti y está haciendo algo nuevo en tu familia. Ya no tienes que considerar más las cosas pasadas. ¿Tu familia será perfecta? Claro que no. Pero eres lo suficientemente fuerte para mantener tu escudo levantado en contra de las cosas pasadas y Dios es lo suficientemente grande para no dejar al maligno ganar esta batalla.
Este artículo fue publicado primero en Great and Noble Tasks. Traducido por Eyliana Perez y usado con permiso.