por Millie Hickey
Hace algunos años salió el libro La Crianza de los Hijos de Paul Tripp, y como yo tengo hijos pequeños lo deseé mucho. El año pasado una amiga me lo regaló y pensé, “¡sí!, al fin van a cambiar las cosas en casa. Paul me dará tips para lidiar con mis hijos”. No sabía lo que me esperaba.
Tengo una niña de casi 5 años y un niñito de casi 2. Estábamos pasando una racha difícil con nuestra niña, y recuerdo haber agarrado el libro y pensado, “¡muy bien! Quiero esos principios que van a cambiar a mi niña”. ¡Qué equivocada estaba!
La Crianza de los Hijos fue escrito para animarnos a los padres a examinar nuestro caminar con Dios y recordarnos cuál es nuestro propósito como padres: ser embajadores de Jesús en la vida de nuestros hijos.
Cuando los padres están buscando ayuda en relación a la crianza de sus hijos es fácil ir a la librería y encontrar libros que te dan pasos, tips, y remedios para cambiar el comportamiento de sus hijos. Pero Paul nos invita a poner nuestros ojos más allá del comportamiento, más allá de las apariencias; nos anima a ir más adentro, a la fuente del problema, el corazón. Hay que tratar con el corazón de nuestros hijos a la luz del Evangelio.
Cuando comencé a leer este libro no tuve más que llorar y orar. Fue un shock para mí darme cuenta (tanto en mi lectura como en la vida real) que no tengo el control de nada. Mis hijos no son míos.
“La buena crianza de los hijos, que hace lo que Dios quiere, comienza con el reconocimiento radical y humilde de que nuestros hijos realmente no nos pertenecen. Cada niño le pertenece a Aquel que lo creó”. (pág. 14)
Cuando comenzamos a cambiar nuestra cosmovisión, dejando que Dios se haga cargo, escuchando lo que el “Evangelio dice de Dios, de ti, de tu mundo, de tus hijos y de la gracia de Dios, no sólo enfrentas la crianza de los hijos en nuevas formas, sino que llevas el peso de la crianza de una manera muy diferente”. (pág. 12)
Dios me humilló mucho, mientras más leía más veía mi necesidad de Cristo. Cada “momento de oportunidad” que tenía con mi hija me llenaba de temor y ansiedad. Sentía que Dios había quitado todas las “armas” que tenía, el “control” que yo pensaba tener. Mi hija tiene una voluntad de hierro y muchas veces es muy dura y yo pensaba que si ella es muy dura yo tenía que ser más dura para poder tomar el control.
Dios me despojó de todo “poder” y amorosamente me hizo ver mi llamado, mi llamado a ser su embajadora, mi papel es mostrar a Cristo, hacer la voluntad de Dios.
“Tu labor como padre es algo de extremo valor porque Dios ha designado que tú seas un instrumento primordial, consistente y fiel en sus manos para su propósito de crear consciencia de Dios y sumisión a Dios en tus hijos. No puedes crear esto por ti mismo, sólo Dios puede hacerlo, pero has sido designado para ser un instrumento irremplazable en sus manos poderosas”. (pág. 29)
Y entonces encontré mi propósito más importante como mamá y Paul lo resume maravillosamente, “Dios te ha encontrado para que estés listo para introducir su gloria y su gracia a tus hijos. Dios ha abierto tus ojos a su presencia y a su gloria para que puedas ayudar a abrir los ojos de tus hijos”. (pág. 31)
Al ir avanzando en los capítulos vas ampliando esa visión de la crianza; mientras más leía más pensaba, “este libro está escrito para mí”. Paul te ayuda a darte cuenta de que tú como padre o madre necesitas desesperadamente el Evangelio. Dios quiere tratar contigo, mudar tu corazón para que seas un buen representante de Cristo.
Los capítulos te llevan a abordar temas como la gracia de Dios, esa misma que te equipa para hacer lo que Dios te ha llamado; la Ley, aquella que también nuestros hijos necesitan, pero solo la gracia puede cambiarlos. Uno de mis capítulos favoritos y más desafiantes fue el capítulo 4, Incapacidad; Tripp te muestra en su particular manera que “si vas ser [sic] lo que Dios te ha diseñado para ser como padre y si vas a hacer lo que él te ha llamado a hacer, debes admitir una cosa muy esencial. Es vital que creas y admitas que no tienes ningún poder para cambiar a tu hijo”. (pág.58)
La crianza se trata de hacer lo que Dios te ha llamado a hacer, y dejar a Dios lo que tú no puedes hacer. Tener fe en que el poder de Dios es el que puede hacer un cambio verdadero y traer fruto que provenga de un corazón transformado.
Durante catorce capítulos Tripp te muestra esta serie de principios que moldean la crianza de los hijos y termina su libro con dos ideas liberadoras y llenas de ánimo, Descanso (cap. 13) y Misericordia (cap. 14).
No importa en qué etapa de la crianza estés, Tripp te recuerda que “sólo descansar en la presencia y la gracia de Dios te convertirá en un padre alegre y paciente”. (pág. 177)
“Tu trabajo es hacer todo lo que esté en tu poder, como instrumento en las manos del Redentor que te ha llamado, para animar y entrenar a tus hijos a que voluntaria y gozosamente vivan como discípulos del Señor Jesucristo”. (pág. 181)
No puedes olvidarte de la misericordia diaria que recibes de las manos de tu Padre. “Misericordia es ternura de corazón y compasión hacia alguien en necesidad. Nuestros hijos son justamente eso: necesitados. No existe un solo día en que tus hijos no necesiten tu misericordia. Debido a ello, tu principal llamado como padre no es representar primeramente el juicio de Dios, sino a constantemente otorgar su misericordia”. (pág. 191)
Paul Tripp y su libro La Crianza de los Hijos me ha ayudado a ver mi necesidad de recibir la crianza de mi Padre celestial y darme cuenta de que Él está trabajando en mi corazón y también en el de mis hijos.
“Nadie da gracia mejor que un padre que humildemente admite que él también la necesita desesperadamente. ¿Qué te parece ser el día de hoy un padre así para tus hijos?” (pág. 31)