Categoría: Enseñanza

Usa los salmos para enseñar a los niños sobre las emociones

October 6, 2024

En su libro The Vanishing American Adult [La desaparición del adulto estadounidense], Ben Sasse argumenta a favor de criar niños para que sean resilientes. Él habla del valor de la perseverancia, el trabajo duro y de la importancia de aprender a sufrir. Su objetivo es contrarrestar la prolongada adolescencia que observó a lo largo de sus años como rector de una universidad al señalar un camino para la próxima generación estadounidense.

Aunque probablemente estemos de acuerdo con Sasse en que es importante ayudar a los niños a desarrollar resiliencia, es más fácil decirlo que hacerlo. Al hablar de la resiliencia, inevitablemente surgen preguntas sobre cómo ayudar a los niños a navegar sus emociones, y hay dos trampas en las que fácilmente podemos caer.

La primera es proteger a los niños de cualquier cosa difícil; la segunda es disuadir a los niños de expresar sus emociones. Por un lado, los padres no quieren ver a sus hijos heridos por este mundo quebrantado y por lo tanto los protegen de las cosas difíciles a cualquier costo. Por otro lado, los padres no quieren que sus hijos sean gobernados por el quebrantamiento que hay en su interior, por lo que, sin darse cuenta, les animan a reprimir sus emociones.

Existe una manera más bíblica de criar niños emocionalmente resilientes. Podemos usar los salmos para enseñar a los niños cómo sentir, tanto en los buenos momentos como en los malos.

Las emociones son buenas

Dios nos creó como seres que sentimos. Sentimos alegría. Sentimos dolor. Sentimos pena. Nos sentimos emocionados. Cada sentimiento nos dice algo sobre el mundo que experimentamos. A veces nuestras emociones nos impulsan a hacer algo, como cuando nos asusta un perro grande y nos alejamos. A veces nuestras emociones nos revelan nuestros deseos, como cuando sentimos amor por familiares y amigos. A veces nuestras emociones nos recuerdan nuestras limitaciones, como cuando nos sentimos ansiosos o abrumados. Podemos ayudar a los niños a reconocer la bondad de sus sentimientos apuntándoles al Dios que los creó para sentir.

Cuando un niño dice: “Me siento triste”, en lugar de intentar animarlo inmediatamente, llévalo a los salmos para que vea que otros cristianos que se sintieron tristes fueron consolados al saber que Dios les escuchaba fielmente en su tristeza. Los salmos a menudo están relacionados directamente con eventos narrativos del Antiguo Testamento y nos brindan una ventana a las almas de los personajes bíblicos.

Vemos a David lidiando con la traición (Salmo 55), Moisés recordándonos la brevedad de la vida (Salmo 90), y Hemán el Ezraíta caminando entre dudas y desilusiones (Salmo 88). En los salmos, los creyentes del Antiguo Testamento expresan y oran sobre sus luchas, emociones, pruebas y dudas delante de Dios.

En diversas situaciones, los padres pueden llevar a sus hijos a los salmos, mostrándoles cómo sirven de modelo para aprender a procesar sus emociones ante el Señor.

Las emociones no dan licencia para pecar 

Aunque no debemos ignorar nuestras emociones, tampoco debemos complacerlas. A veces nuestros sentimientos señalan nuestro pecado. Por ejemplo, un niño puede sentir celos por el juguete nuevo de un amigo o por su éxito en los deportes. No finjas que el sentimiento no existe; mejor reconócelo y muéstrale al niño cómo esa emoción puede llevarlo a pecar (codicia). No debemos considerar que sentir celos es lo mismo que sentirse triste o feliz.

Salmo 4:4 dice: “Temblad, y no pequéis; Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad”. El salmista no nos ordena que no nos sintamos enojados, sino que no pequemos en nuestro enojo. Hay una manera de estar enojado sin dar licencia para pecar, de sentir la emoción sin pecar. El salmista presupone que nuestras emociones no son una excusa para pecar. Cuando tus hijos tengan sentimientos desmesurados, ya sea de enojo o de otra índole, enséñales a preguntarse si sus sentimientos los están llevando a pecar y, de ser así, arrepentirse y encontrar el perdón. El Salmo 51 proporciona un modelo para el arrepentimiento.

Las emociones se pueden compartir

Mientras Salmo 4:4 nos dice que meditemos en la ira de nuestro corazón y guardemos silencio, otros salmos hablan de derramar nuestro corazón ante el Señor. La mayoría de los salmos son gritos por ayuda en momentos de angustia. Muchos de los salmos son oraciones a Dios, pero un buen número va dirigido a una congregación. Esto nos transmite la noción de que el pueblo de Dios clama juntos, expresando como congregación las emociones que siente acerca de su sufrimiento.

No siempre es prudente desahogar nuestras emociones cuando estamos frustrados, pero el impulso de hablar con los demás sobre cómo nos sentimos es bíblico, incluso al cuidar a quién se lo contamos. Cuando hablamos con los niños sobre sus emociones, es importante que sepan que queremos escuchar cómo se sienten y que también pueden compartir sus emociones con amigos de confianza. Los creyentes deben sentirse libres de hablar sobre sus emociones y presentarlos juntos ante el Señor.

Las emociones no siempre son confiables

En el Salmo 73, el salmista mira la prosperidad de los malos y se siente tentado a dudar de la bondad y el cuidado de Dios. Está tentado a entregarse a la envidia y a la codicia, y lo que siente es fuerte (v. 22). Casi resbala (v. 2), lo que significa que casi se cae en su intento de caminar fielmente. Pero vemos que cuando lleva sus emociones al Señor, su corazón y su perspectiva cambian.

Cuando tus hijos se sientan tentados a confiar en sus sentimientos, llévalos a un salmo como el Salmo 73. Enséñales a repudiar la idea de que se pueda esquivar los efectos de este mundo roto, pero enséñales también a contrarrestar la noción de que sus sentimientos son el motor que impulsa sus vidas. A menudo escuchamos a la gente hablar de “su verdad” o decir cosas como “No puedo evitarlo, así es como me siento”. Queremos honrar las emociones de las personas, pero debemos recordar también que el corazón es engañoso (Jer. 17:9–10). Si confiamos en las emociones, eventualmente nos extraviaremos, porque las mismas emociones nos mentirán.

Enseña a los niños que los sentimientos no son el estándar de la verdad; Dios sí lo es. Incluso nuestros sentimientos se someten a Él y a su voluntad. Habrá momentos en que nuestras emociones nos traicionan, pero para saber si nos están mintiendo, debemos compararlos con las Escrituras. Si traicionan la Palabra de Dios, nos están traicionando a nosotros.

Muestra a los niños un mejor camino

En momentos de intensa emoción, los sentimientos pueden parecer la única realidad para nuestros hijos. Por tanto, no podemos empezar la conversación con la idea de que las emociones no son dignas de confianza. Queremos llevar a los niños a reconocer tanto la bondad de Dios al crearnos como seres que sienten emociones, como la realidad de ser una quebrantada criatura emocional. 

Habiendo hablado de nuestras emociones, habiendo reconocido su lugar en nuestras vidas, y habiendo luchado contra el impulso de pecar, podremos mirar junto con nuestros hijos sus corazones y discernir la validez de sus emociones.

Nuestra cultura parece ofrecer sólo dos opciones en cuanto a las emociones: confiar siempre en ellas, o negarlas por completo. Ninguna de estas opciones producirá niños verdaderamente resilientes. En su lugar, ayuda a tus hijos a reconocer las dificultades que hay en este mundo y encontrar formas saludables de expresar sus emociones. Usando los salmos como guía, muéstrales un mejor camino para involucrar las emociones, uno guiado por el Dios que nos creó como seres con la capacidad de sentir emociones y nos dio un libro completo (la Biblia) para enseñarnos a sentirlas correctamente.

Este artículo fue publicado primero en The Gospel Coalition. Traducido y publicado con permiso. 

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Autor

  • Courtney Reissig es una escritora y profesora de la Biblia que vive en Little Rock, Arkansas. Ella es la autora de Enséñame a sentir: La adoración en los Salmos en cada estación de la vida, el cual puedes encontrar en Amazon, así como otros libros en inglés. Está casada con Daniel, tiene 4 hijos varones, y juntos pertenecen a la Iglesia Bautista Emanuel de Little Rock, Arkansas, EEUU. Puedes leer más escritos suyos en inglés en su blog.

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