Iniciamos una serie sobre las prioridades bíblicas para una familia cristiana. ¿Qué hace que una persona o una familia sea productiva? ¿Para qué existe la familia realmente? Las familias de hoy viven para lograr y conseguir muchas cosas, pero ¿a qué dice la Biblia que debemos aspirar? ¡Quizá te sorprendas del contenido de esta conversación!
Recurso recomendado:
Libro “Aprovecha bien el tiempo” por Ana Ávila
Transcripción:
Susi: Es un gran placer para mí, saludarte otra vez desde el micrófono de Crianza Reverente y agradecerte tus oraciones, las sugerencias, los mensajes que han enviado, su agradecimiento y las palabras de ánimo también. Hemos estado orando bastante, estudiando, trabajando en una nueva serie, y yo estoy súper emocionada, súper expectante de lo que Dios quiere hacer en nuestras vidas en estas próximas semanas; mientras consideramos las prioridades y la productividad de una familia centrada en Cristo y en Su Palabra. La verdad es que, llevamos bastante tiempo deseando hacer una serie como esta, y hace unos meses empecé a conocer el trabajo de una persona; que ha pensado y ha estudiado mucho sobre el tema de la productividad, y de las prioridades en la vida del creyente. Entonces, hoy estoy súper agradecida por su disposición de participar en esta serie para Crianza Reverente. Ana Ávila, es Editora Senior en Coalición por el Evangelio; y ella está con nosotros el día de hoy, para este Episodio # 104. ¡Bienvenida Ana! ¡Es un placer tenerte aquí!
Ana Ávila: Muchísimas gracias, Susi. Es un honor compartir con ustedes hoy.
Susi: Ana, has escrito un libro que me encanta, y creo que muchos de los que oyen probablemente ya te conocen, por el libro o por otras cosas que haces; pero quisiera pedirte que te presentes, que nos cuentes sobre ti, tu familia y el trabajo que Dios te ha dado.
Ana: Claro que sí, con mucho gusto. Bueno, yo tengo 29 años, a punto de cumplir 30. Cuando escuchen esto probablemente ya voy a tener 30 años, y estoy muy emocionada de ese cumpleaños # 30.
Susi: ¡Felicidades!
Ana: Es un poco irónico porque precisamente en el libro hablo de mi crisis de cuarto de siglo…
Susi: ¡Sí!
Ana: De cómo tenía terror de cumplir 25, pero ahora voy a cumplir 30; y estoy súper contenta, emocionada, agradecida con el Señor. Yo soy mexicana, de Sonora México, pero ya tenemos unos años con mi esposo viviendo acá en Guatemala. Nosotros nos casamos en 2014. Vamos a cumplir este año, 8 años de casados y tenemos 2 hijos mexitines, nacidos en tierra chapina los 2: uno de 10 años y uno de 3 años. Como decías, soy editora en Coalición por el Evangelio. Me dedico más que todo a escribir, producir contenido en temas de productividad, de lectura, de fe y ciencia. Yo tengo una carrera de Químico-biólogo clínico, y una de las cosas que más me apasionan es ayudar a la gente a ver la ciencia desde una perspectiva bíblica también, y bueno la productividad también; precisamente, ayudar a las personas a ver este tema desde una perspectiva bíblica, un tema sumamente práctico que muchos ni siquiera, o sea no se les ocurre cómo es posible que una agenda, una lista de tareas tenga que ver con la Biblia, pero sí, Dios tiene mucho que decir acerca de nuestra productividad, así que, me apasiona muchísimo poder ayudar a la gente a ver eso mejor.
Susi: ¡Qué bien! Porque tienes razón. Creo que es un aspecto de la vida que no consideramos incluso como un aspecto de la vida cristiana; pero obviamente a Dios le importa cómo usamos nuestro tiempo. Incluso, tu libro se titula: “Aprovecha bien el tiempo”, y obviamente eso viene de una frase que escuchamos en las Escrituras. Pero quisiéramos hablar un poquito de tu trabajo que has hecho; realmente me encantó leer tu libro; y vengo de una familia norteamericana, donde crecimos con horarios y cosas así; entonces quizás puedo tener una perspectiva un poco diferente que algunos de los que oyen. Creo que el mundo latino es un poco más relajado en general, y eso no es malo; pero quizás hay aspectos que deberíamos de considerar. Entonces, al estar leyendo tu libro, me encantó en especial cómo comenzaste hablando de lo que hiciste referencia hace un momento, de tu crisis de cuarto de siglo, cuando tú te acercabas a los 25 años, y te encontrabas cuestionando el valor real de tu vida. Eso me llamó la atención. ¿Puedes contarnos un poco sobre la conclusión a la que llegaste, sobre lo que realmente hace que una vida tenga valor?
Ana: Sí, y es algo que se intensificó en esa época en mi vida; pero reflexionando, creo que es algo con lo que yo luchaba desde la niñez. O sea, yo crecí en una casa donde agradezco mucho a mis papás, que fueron padres que me impulsaron mucho a lograr cosas; y no creo que tenga nada de malo eso, pero cuando no estamos cuidando nuestro corazón, eso puede muy fácilmente convertirse en un vicio; porque empecé a encontrar mi valor en las cosas que lograba, en si ganaba concursos, en si era la mejor de la clase. Entonces, eso se empezó a convertir en un problema en mi corazón, no externamente; porque siempre he sido muy buena en poner una buena cara, y cómo delante de la gente sonreír y seguir adelante; pero sí, en mi corazón había mucha revolución que se extendió hasta ya mis años de joven adulto. Y no sé, yo tenía una idea muy específica, yo tenía como un sentir de que yo iba a lograr cosas, y eso me iba a traer paz; y entonces iba a estar tranquila con mi vida. No sabía exactamente qué era lo que quería lograr, yo solo sabía que quería lograr cosas.
Y cuando llegué a ese tiempo yo dije: “No he logrado lo suficiente”, pero ni siquiera podía articular qué era lo suficiente; y creo que así vivimos muchos, con esta idea de que “algo más tiene que haber, pero ni sé qué es, solamente estoy insatisfecha”. Por esa época leí un librito muy bueno, que lo recomiendo a todo el mundo ampliamente, es de mis libros favoritos que se llama: “La respuesta del espejo”, de Tim Keller. En inglés es: “The freedom of self-forgetfulness”. En español hay otra edición que se llama “Auto olvido”. Es un poquito difícil de conseguir, pero es muy bueno y vale la pena buscarlo; porque ese libro simplemente nos enseña cómo es que el apóstol Pablo le hacía para saberse, por un lado, el peor de los pecadores y, por otro lado, una de las personas más influyentes del primer siglo; y que ni una cosa ni la otra moviera su tapete.
O sea, ni una cosa lo exaltaba, ni la otra lo derrumbaba; porque él estaba muy convencido de lo que era en Cristo Jesús. Él sabía que lo malo que había en él, su pecado, ya no era su identidad; porque Jesús había lavado su corazón, y ahora era santo y acepto delante del Padre; y también sabía que lo que él era delante del Padre, no era por sus propios méritos. Entonces, eso le permitía estar centrado en su identidad, y que cuando le fuera bien, no enaltecerse; y cuando le fuera mal, no derrumbarse. Cuando yo leí ese libro, yo dije: “Ok, ¡Wow! No estoy entendiendo cómo el evangelio debe afectar esto de mi identidad, de mis logros y eso.” Sí, me puedo esforzar por trabajar duro para la gloria de Dios; pero que las cosas salgan bien no es lo que me define, o que las cosas salgan mal no es lo que me define; y entendí eso precisamente, que lo que me da valor, lo que me da seguridad, lo que afianza mi identidad, es lo que Cristo hizo por mí en la cruz, lo que Él ya me otorgó, la identidad que Él me ha dado delante del Padre, que nadie me puede quitar; y a partir de esa identidad bien establecida, de entender el evangelio correctamente, a partir de entonces, yo puedo esforzarme por utilizar lo que Dios me ha dado: mi tiempo, mis energías, mis habilidades, para la gloria del Señor y para el bien de otras personas; pero no voy a poder hacer eso con libertad, si estoy dependiendo de los resultados para ver cómo me siento, para determinar si estoy haciendo las cosas bien o no; porque vivimos en un mundo caído con dificultades, somos pecadores, nos equivocamos. Entonces, si estamos poniendo la mirada en eso, en cómo yo hago las cosas o en cuáles son los resultados que obtengo, me voy a quedar paralizada, derrumbada en el suelo; como yo estaba, paralizada en el suelo, como yo estaba efectivamente a esa edad. A pesar de que aparentemente lo tenía todo, porque no había nada que yo pudiera identificar que dijera: “¡Ah! Es que quisiera casarme” o “quisiera esto o lo otro”, o sea, yo tenía lo que entre comillas debía de tener; pero incluso así, no estaba satisfecha, y eso era una señal de alerta muy grande; porque a veces como que enmascaramos esto diciendo: “Bueno, ya que logre esto; entonces voy a estar satisfecha”. Pero los que hemos alcanzado “eso”, sabemos que nuestro corazón nunca está satisfecho, hasta que esté satisfecho en el Señor; como dice Agustín. Entonces, la conclusión a la que llegué, fue que tenía que poner mi mirada en el evangelio cada día, en lo que Jesús ya me había dado, en entender que mi vida es para la gloria de Dios, en las buenas y en las malas, en la abundancia, en la escasez y a partir de entonces, poder vivir como Dios me llama a vivir, para su Gloria y el bien de otras personas.
Susi: Me encanta una cita de tu capítulo uno, creo que es, que dice que: “Nuestras vidas no son valiosas por todas las cosas que logramos; nuestras vidas son valiosas por todas las cosas que Dios ha logrado a nuestro favor”. Yo creo que, eso voltea completamente la perspectiva que muchos tenemos de, qué busco cada día; quizás soy mamá, papá, trabajo o estoy en la casa; pero, qué me levanto a hacer todos los días, cuál es mi motivación; y si tan solo pudiéramos meditar en lo que Dios ha logrado a mi favor; como tú dices, que eso es lo que me da identidad y creo que como padres estamos en muchas situaciones diferentes de la vida; hay padres que tienen muchas luchas, que tienen hijos con necesidades especiales, y si se enfocan en lo que tienen que lograr, humanamente hablando, eso va a hacer muy difícil, que sientan que sus vidas son productivas; pero, si se enfocan en lo que acabas de comentar, que Dios nos llama a vivir para la gloria de Él, es posible vivir para la gloria de Dios, aun no produciendo, humanamente hablando, mucho en un día.
Ana: Y tengo una frase enfrente de mí, que yo escribí y dice: “Gózate en plantar semillas; aunque no te toque ver el fruto”. Eso es un recordatorio que yo tengo que hacerme todos los días, como madre, como trabajadora, como sierva en la iglesia, como todo lo que hago; porque si yo estoy poniendo mi mirada en el fruto, si yo estoy esperando los resultados, o el reconocimiento o los aplausos o ver la lista de tareas completadas, lo que sea; si estoy poniendo mi mirada en el fruto, me voy a decepcionar mucho. Va a ver días buenos, en que yo diga: “Sí, hoy logré X o Y”, o “vi esto en mis hijos o de mi trabajo”; pero hay muchas veces que no es así; y especialmente en la crianza, todos los días de sembrar, sembrar, sembrar, sembrar; confiando en que Dios dará el fruto a su tiempo, y a veces parece que estamos como en una caminadora; así que no avanzamos, que damos y damos y no avanzamos; porque pues lavamos los platos, se vuelven a ensuciar; cocinamos, la gente come y luego hay que volver a cocinar; tendemos la cama y se vuelve a destender. Entonces, no hay algo como una meta final. En realidad, como padres nuestra meta es sembrar, es sembrar, sembrar, sembrar y confiar en que Dios está haciendo la obra en los corazones. Entonces, ese es un recordatorio bien importante, gozarnos en plantar semillas; porque nos gozamos en el Dios que nos llamó a plantar esas semillas; o sea, mi deleite no está en el resultado, no está en el fruto; está en el Señor a quien estoy obedeciendo, y eso es lo que me permite continuar, a pesar de que quizás a mí no me toca ver el fruto. Eso está bien.
Susi: Y el simple hecho de yo hacer esa labor que Dios me ha llamado a hacer, de plantar semillas, como dices, es adoración a Dios.
Ana: ¡Amén!
Susi: Entonces, si yo puedo glorificar a Dios, al hacer algo que parece tan insignificante en ese momento, que los ojos de ningún ser humano pueden ver; pero estoy glorificando a Dios, entonces estoy viviendo una vida productiva.
Ana: Definitivamente.
Susi: Y eso libera. Creo que te libera realmente de muchas de las cosas que nos pesan a veces en nuestro caminar como padres. Hay cosas bien pesadas acerca de la crianza, realmente lo hay. Hay cargas que llevar, pero este concepto de vivir diariamente para la gloria de Dios, es algo que nos puede liberar; y gracias por compartir de tu experiencia con nosotros también en esa área. Yo estaba pensando que en el diario vivir de la vida familiar es muy fácil perdernos en todo ese trabajo, en todas esas actividades, y también es fácil escuchar las voces que están a nuestro alrededor que nos predican muchos mensajes variados acerca de cómo se ve una buena familia, o cómo es que se logra tener hijos felices o equilibrados, o muchas cosas que podemos hacer y escuchar. Pero me encantó el énfasis que tú haces sobre los versículos de Mateo 22, y quisiera leerlos para que los comentemos.
Mateo 22.37-40 dicen así: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Entonces, tú mencionas esos versículos en el Capítulo 2 de tu libro, y yo te quería preguntar cómo estos versículos nos pueden ayudar a adquirir una perspectiva bíblica sobre la verdadera grandeza, especialmente en el contexto de la vida familiar.
Ana: Creo que como padres es tan fácil poner sobre nosotros mismos cargas que nadie nos ha llamado a llevar, que el Señor no nos ha llamado a llevar. Como tú decías, hay tanta información sobre cómo criar a nuestros hijos, cómo mantener el hogar; lo que tú quieras, hay diez mil blogs, libros, todo; y vamos escuchando estas voces, y vamos poniendo en nuestra mochila: “Ok, tengo que hacer esto y tengo que hacer lo otro”, y ni siquiera nos ponemos a preguntar: “¿Esto es algo que Dios quiere que esté haciendo en esta etapa de mi vida, con mi familia o no?”
Pueden ser cosas sumamente buenas; pero de nuevo, cualquiera que se pone a investigar consejos de crianza en Internet, lo primero que tiene que entender, es que no todos los consejos aplican igual a todo el mundo. Todos nosotros somos familias diferentes, viviendo contextos diferentes, con responsabilidades diferentes, etapas de vida diferentes, situaciones económicas diferentes, lugares para servir diferentes; somos tan diferentes y nosotros queremos, no sé, ver a esta familia imaginaria Pinterest-Instagram perfecta, y ser exactamente como ellos. Pero Dios no nos ha llamado a eso, Dios nos ha llamado a estas cosas que nos dice Mateo 22: “Ama a Dios con todo lo que tienes, ama a tu prójimo como a ti mismo”; y eso va a lucir de manera diferente para cada familia.
Vamos a tener oportunidades de servirnos de manera diferente cada uno de nosotros, y a veces pensamos en que: “Quiero ser una gran familia, quiero hacer grandes cosas, cambiar el mundo, cambiar la vida de mis hijos, tengo que cumplir con toda esta lista que encontré ahí en Instagram de cómo tiene que lucir la familia perfecta”. ¡No es así! Dios nos dice: “Ámame y ama a tu prójimo.” La pregunta es: “Donde yo estoy, con lo que tengo, con las responsabilidades que el Señor me ha confiado, con los lugares de influencia en los que Dios nos ha puesto, con los hijos que el Señor me ha dado y sus necesidades específicas, en la etapa de vida en la que estoy, ¿cómo amo a Dios? ¿cómo amo a mi prójimo?” Y de nuevo, eso va a ser diferente para cada uno de nosotros.
Entonces, yo como madre, mi esposo como padre, juntos como familia, tenemos que preguntarnos a cada rato (porque es bien fácil desviarnos): Esta carga que estoy llevando, esta rutina que estoy implementado, esta actividad que estamos realizando, este tiempo que estamos invirtiendo, ¿me está llevando a amar a Dios con todo lo que soy y amar a mi prójimo, o no? Esa es la pregunta, y la respuesta va a lucir distinta para cada uno de nosotros.
Al final de cuentas no se trata de decir: “Ah! Mis hijos hacen esto o han logrado aquello, o nosotros como familia somos…”, y gloriarnos en eso; sino simplemente buscar amar con lo que tenemos. No se trata la productividad de lograr grandes cosas, lograr lo que otros te dicen que tienes que lograr, sino amar como Dios nos ha llamado a amarnos unos a otros. Entonces, creo que eso es sumamente importante, estar examinando nuestra vida familiar continuamente, las actividades que realizamos, la manera en que hacemos las cosas, la manera en que corregimos, la manera en que disciplinamos a nuestros hijos, toda actividad, a la luz de estos dos mandamientos, no a la luz de la familia Instagram.
Una pregunta que yo me hago con frecuencia es: “¿Esta carga que siento que estoy llevando…?” Y usualmente, cuando es una carga pesada que me abruma, usualmente es una carga que yo solita he puesto sobre mí, no es una carga que el Señor me ha llamado a llevar; porque su yugo es fácil, su carga es ligera. No significa que la vida cristiana va a ser fácil; pero es sencilla hasta cierto punto. No tenemos que complicarnos demasiado la existencia. Entonces, cuando yo siento que alguna rutina, alguna tarea, alguna actividad, está abrumándonos hasta el punto de no poder caminar con esa ligereza para la gloria de Dios y para el bien de otras personas, es una señal de que estoy llevando cargas sobre mí que Dios no me ha llamado a llevar.
Susi: Y eso se puede ver de muchas formas en la vida diaria de una familia. Pueden ser actividades buenas que hemos visto que otras familias hacen, o porque tenemos un sueño para nuestro hijo, quizás un sueño que yo no logré, porque me casé muy joven o quién sabe por qué, y yo no lo logré, y ahora estoy proyectando ese sueño sobre mi hijo o sobre mi hija. Quiero que experimenten grandes cosas como yo las defino. Entonces estamos participando en demasiadas actividades, o presionando a nuestros hijos a lograr algo, y faltando en enseñarles a amar. A veces esa misma ambición de lograr algo apaga la obra del Espíritu Santo en la vida de nuestros hijos, de enseñarles amar a Dios y amar a otros. Entonces realmente estamos hablando de algo serio; o sea, no estamos hablando de un estilo diferente de crianza: “Bueno, tú tienes tu estilo, yo tengo mi estilo”. No. No estamos hablando simplemente de estilos; estamos hablando de la razón por la que existen nuestros hijos y cómo nosotros procuramos que la familia avance día tras día, en ese propósito que Dios ha establecido.
Ana: Definitivamente, definitivamente.
Susi: Hablaste en el libro sobre el hecho de que todos tenemos algo que ofrecer, y pensé mucho en las mamás, e incluso los papás, que a veces sienten que se tienen que ir a trabajar todo el día y no tienen mucho que ofrecer a las vidas personales de sus hijos. Puede pasarnos a todos, pero a veces podemos llegar a sentir que no tenemos mucho que ofrecer; porque no logramos grandes cosas.
Ana: Sí, creo que la palabra productividad se ha vuelto sinónimo de utilizar los recursos que tienes de la mejor manera que puedas, ser eficiente en el uso de tu tiempo, tu energía, tu atención. Como lo menciono en el libro, se vuelve en: “Eres productivo si estás o ganando dinero o logrando reconocimiento”. Esas básicamente son como las dos señales de una vida productiva, según la mayoría de la gente: Que estás obteniendo dinero, o que estás siendo reconocido de alguna manera por tu labor.
Pienso en una persona que, por ejemplo, no tiene un trabajo remunerado, pero tiene algún blog o crea contenido o da charlas. “Eso es una persona productiva”, porque está teniendo este reconocimiento externo; pero no es así. Una vida productiva es simplemente utilizar los recursos que Dios te ha dado, tu tiempo, tu energía, tu atención, tus habilidades; para la gloria de Dios y para el bien de otras personas. Esa es la definición de una vida productiva.
Todos tenemos tiempo, todos tenemos energía, todos tenemos habilidades, todos tenemos atención que tenemos que aprender a utilizar bien; y de nuevo, esto va a lucir diferente para cada uno de nosotros. A algunos de nosotros, Dios nos ha llamado a utilizar eso en lugares que nadie nos va a ver jamás. Hay otras personas a las que Dios ha llamado a utilizar estas habilidades, este tiempo y esta atención en lugares muy públicos; pero eso no significa que una persona sea más productiva que otra. Simplemente es un llamado diferente que Dios le ha dado a cada uno.
Entonces, tenemos que quitarnos la idea de que, si no estamos recibiendo remuneración económica, o si no estamos recibiendo reconocimiento externo, no estamos siendo productivos. Es nuestra responsabilidad, y Dios va a demandar de nosotros: “A ver, ¿qué hiciste con todos esos recursos que yo te di?”. Pero muchas veces, somos como ese siervo en la parábola de los talentos, que escondemos nuestro talento bajo tierra; porque, “¡ay, no! Yo aquí, aquí en mi casa, no, no pasa nada”, como si Dios no estuviera viendo lo que yo hago con mi tiempo en mi casa, con mi energía en mi casa, con mi atención en mi casa.
Todos tenemos tiempo, todos tenemos energía, todos tenemos habilidades que debemos aprender a utilizar con sabiduría para la gloria de Dios y el bien de otras personas. Entonces, seamos quienes seamos, todos tenemos algo que ofrecer, y por supuesto, que, si Dios nos ha puesto como padres en un hogar, nuestra responsabilidad es darle ese tiempo, esa energía y atención a nuestros hijos. A pesar de que algún padre puede ser el proveedor económico del hogar, eso no significa que: “¡Ah no! Yo proveo económicamente y ya no tengo que proveer espiritualmente”. Eso es contrario a la Palabra de Dios, y no necesitamos mucho para demostrarlo.
Susi: ¡Sí! Creo que eso sí es una tendencia que podemos tener los padres. Tenemos mucho que ofrecer porque Dios nos ha dado mucho. Yo pienso también en los hijos, todos los hijos tienen algo que ofrecer.
Ana: Totalmente.
Susi: Entonces, cuando permitimos que nuestros hijos no crezcan con esa sensación de que su vida le pertenece a Dios, que Dios los ha llamado también a ellos a amar a Dios, y amar a otros, realmente no estamos entrenándolos en una perspectiva de la vida que agrada y glorifica a Dios. Hay algunas filosofías hoy en día sobre dejar que el niño escoja su camino, ser respetuoso con él y sus inclinaciones y sus deseos, o de no presionarle. Obviamente queremos respetar el hecho de que nuestros hijos son personas individuales independientes; pero creo que parte de nuestra tarea de usar bien lo que nosotros tenemos, es usar bien nuestro tiempo de entrenamiento en la vida de nuestros hijos; para entrenarles también a ellos a que sí tienen algo que ofrecer. Y lo que tienen que ofrecer no es lo que les da valor. Ese es el problema.
Creo que, como padres, a veces batallamos para comunicar a nuestros hijos que, por ejemplo, algún talento que tengan, alguna habilidad, algún rasgo de personalidad que vemos que Dios lo podría usar, a veces, si no tenemos cuidado, podemos comunicar a nuestros hijos que eso es lo que le da valor a su vida. Pero realmente no es el talento, no es la habilidad, es el hecho de que Dios se lo dio para usarlo para su gloria. Entonces creo que ahí es donde los padres deberíamos de, no solamente para nuestra vida, sino también para la vida de nuestros hijos, valorar ese concepto de ser personas productivas en el reino de Dios, para la gloria de Dios; tanto nuestros hijos como nosotros también.
Ana: Totalmente de acuerdo. Quiero recalcar que es sumamente importante darles a los hijos ese espacio, para que ellos se vean también como siervos de su hogar, de su comunidad; y a veces, pues es como cualquier aprendizaje en un niño, toma tiempo y nos impacientamos y terminamos haciendo todo para ellos. Me imagino que todos podrán identificarse; cuando le pido a mis hijos que limpien la mesa y se tardan 20 minutos, cuando me pudo haber tomado 3 minutos.
Susi: Y lo tienes que volver a limpiar cuando terminen.
Ana: ¡Pasa, pasa! Pero si no damos esas oportunidades, al final de cuentas, nuestros hijos no adquieren la habilidad de poder utilizar lo que Dios les ha dado para servir a los demás empezando por los de su casa.
Susi: Sí, y algo que quería destacar también, es que me gusta mucho cómo enfatizas la idea de la reverencia. Cuando leí tu libro, pensé mucho en cuando nosotros arrancamos este Podcast de Crianza Reverente, y estábamos por escoger un nombre, y lo que yo quería comunicar incluso con el título, el nombre, la identidad del podcast, era que debemos de vivir en reverencia, en el temor de Dios en todo momento.
Entonces, me encanta cómo destacas eso en el capítulo 2 de tu libro. (¡Estoy mencionando mucho tu libro porque quiero que la gente lo compre y lo lean juntos los papás y las mamás!) Pero me encanta eso porque creo que es tan fácil olvidar que criamos en la presencia de Dios. No sé si te pasa a ti, pero a mí me pasa. Es tan fácil olvidarlo. Cada conversación, cada interacción con nuestros hijos, cada momento en la familia, en casa, en la calle, en donde estemos, es en la presencia de Dios. Creo que lo que enseñas en tu libro y en los talleres que haces nos puede ayudar mucho a mantener esa perspectiva de que siempre estamos en la presencia de Dios. Requiere humildad, entrega y constante evaluación, como mencionaste al principio.
Quisiera que tomáramos un minutito antes de terminar aquí para preguntarte sobre algo que dijiste que creo va en contra de nuestra naturaleza como seres humanos. Dices que la productividad es una cuestión de carácter. Quizás brevemente puedes decirnos, ¿por qué dices que la productividad es una cuestión de carácter? ¿En qué sentido?
Ana: Sí. Creo que cuando pensamos en el tema de la productividad, lo primero que viene a nuestra mente es: “Ok, ¿qué agenda tengo que utilizar?, ¿con qué aplicación te organizas?, ¿cuál calendario?, ¿cómo organizan las comidas en tu casa?” y todo eso. Son cosas muy buenas, muy útiles y me encantan, y lo podemos compartir. Pero no hay ninguna aplicación en el universo que me va a hacer una persona más sabia o diligente, que me va a hacer una persona que se esfuerza por servir a los demás. Esa es la productividad: Yo utilizar mi tiempo, mi energía, mis habilidades de la mejor manera que puedo. Al final de cuentas, si tú te pones a pensar en tus problemas de productividad, que si procrastinas, que si la pereza, que si estás afanado todo el tiempo… todos son asuntos del corazón.
En el libro lo abordo con mucho más detalle, pero esa es una de las cosas que a mí más me sorprendió cuando escribí. Yo no me esperaba eso, hasta que me senté a pensar más detenidamente en el tema y a escribir. Yo pensé que iba a hablar un poquito de que, sí, la teología detrás de la productividad, y luego “ya te voy a dar los tips para ser más productivo”. Pero conforme iba pensando en cada uno de los problemas que tenemos con nuestra productividad, me fui dando cuenta de que todo esto parte de tener un corazón que corre hacia el pecado en lugar de hacia el Señor. Un corazón que está buscando, por ejemplo, algo muy concreto.
Estamos afanados todo el tiempo, tenemos diez mil millones de cosas que hacer, a pesar de que sabemos que no fuimos hechos para suplir todas las necesidades; sino que Dios ha preparado buenas obras para nosotros, específicamente como dice Efesios 2:10, pero el temor al hombre, me impide decir “no” cuando alguien me pide algo de mi tiempo cuando yo sé que tengo éstas otras responsabilidades. Mejor digo “sí” porque me da temor. Eso es temor al hombre, eso es un asunto del corazón.
Por ejemplo, la procrastinación. Muchas veces depende mucho de por qué estamos procrastinando, y también tengo mucho contenido específico respecto a ese tema, pero una de las razones por las que procrastinamos es también por temor, por temor a no ser capaces de realizar la actividad que Dios nos ha llamado a hacer. Y de nuevo, la solución no está en “bueno, pon esta aplicación y ya te va a ayudar a que puedas hacer las cosas”. Sí hay herramientas que nos pueden beneficiar, pero al final de cuentas, la raíz es temor y el estarme viendo a mí misma, mi incapacidad, mi insuficiencia, en lugar de mirar al Dios que me llama a hacer la tarea.
Igual, por ejemplo, decimos: “No sé ni por dónde empezar con mi lista de tareas”. Bueno, eso es falta de discernimiento, falta de sabiduría; es un asunto del corazón. Y así podemos hablar de muchas cosas con las que sufrimos en el asunto de productividad, que si vamos escarbando, nos vamos dando cuenta de que más que problemas de no saber cómo organizar una agenda, un calendario, (que sí podemos aprender a hacerlo mejor), es un asunto de nuestro corazón. No estamos viviendo en sabiduría, no estamos buscando disciplina, no estamos viviendo en el temor del Señor, sino en el temor al hombre. Y cuando empezamos a dejar de enfocarnos en las agendas y empezamos a pedirle a Dios que examine nuestro corazón, y orar por sabiduría cada día para vivir en lo cotidiano, utilizando nuestro tiempo para la gloria de su nombre, ahí es cuando vamos a ver verdaderos cambios en nuestra productividad. Cambios que duren incluso cuando fallamos; porque al final de cuentas, esto se trata de santificación, de vivir nuestra vida diaria, lo cotidiano, el día a día, nuestros trabajos, nuestras labores como padres, para la gloria de Dios, y para el bien de otras personas. Entonces, al final de cuentas, si estamos esperando que una agenda o un sistema de productividad nos resuelva la vida, eso nunca va a suceder; porque al final de cuentas, lo que necesitamos que sea transformado es nuestro corazón.
Susi: ¡Amén! Gracias Ana, por apuntar nuestros ojos espirituales y ojos como padres, hacia la gloria de Dios, hacia ese llamado que Él nos ha hecho, de amarle a Él y amar a otros. Y gracias por invertir de tu tiempo, por ser productiva en el Reino de Dios ayudándonos con materiales que nos ayudan. Y les voy a adelantar a los que nos escuchan, porque sé que me van a escribir y me van a decir: “Pero, ¿por qué no le preguntaste acerca de hacer planes y organizarse mejor?”, que Ana ya aceptó participar en otro episodio de esta serie. Así que, más adelante la tendremos de regreso. Primero vamos a abarcar un par de episodios sobre prioridades bíblicas con Mateo, así que, esperen eso la próxima semana. Y gracias Ana, por darnos de tu tiempo; y nos vemos ojalá, muy pronto otra vez, en Crianza Reverente. ¡Gracias!
Ana: Claro que sí. Muchas gracias a ustedes por recibirme.
Susi: Y nos vemos la próxima semana, en el siguiente episodio. ¡Gracias por siempre escucharnos!