Categoría: Manejo del tiempo

Episodio #107: Aprovechando bien el recurso del tiempo con Ana Ávila

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junio 1, 2022

¿Qué es el tiempo para ti? Quizá es algo para controlar y usar para lograr tus metas. Quizá no es importante en tu diario vivir. Quizá te sientes abrumado cuando piensas en el paso del tiempo, o sientes culpa cuando piensas en lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que has podido lograr. ¿Hay manera de usar el tiempo como creyentes de manera responsable e intencional sin caer en el exceso de manipularlo o perderlo demasiado? Cada familia cristiana tiene disponible el tiempo que Dios le ha otorgado, y puede ser usado para su gloria. ¡No dejes de escuchar esta conversación!

Transcripción:

Susi: Veinticuatro horas en un día, siete días en una semana, 365 días en un año: el tiempo es un recurso que cada persona tiene por igual. Tú no tienes ni más ni menos tiempo que yo. Tu familia no tiene ni más ni menos tiempo que la familia de tu pastor, o de tu vecino, o de tu hermano. El tiempo es probablemente el recurso principal que Dios nos concede en la vida.

Así que creo que no podemos tener una serie sobre la productividad y las prioridades bíblicas para una familia cristiana sin hablar del tiempo, y para hablar de esto, está de regreso con nosotros Ana Ávila. Ana nos ayudó a abrir esta serie, hablando de la productividad en la vida del creyente. Ella escribió un libro que se llama Provecha bien el tiempo, en el que puedes abundar bastante en ese tema con ella.

Pero ahora, gracias, Ana, por estar otra vez aquí acompañándonos. Quiero empezar preguntándote algo: ¿Qué haces, tú que escribiste un libro que se llama Provecha bien el tiempo, para perder el tiempo? ¿Qué haces para pasarla bien?

Ana: Es una pregunta difícil de responder porque me cuesta. Me cuesta el descanso, porque yo sé que decimos perder el tiempo jocosamente porque no queremos perder el tiempo, pero sí queremos descansar. Queremos aprovechar el tiempo que Dios nos ha dado para el reposo, para su gloria. Y la verdad es que mi pecado es que tiendo a no querer obedecer ese mandato del descanso.

Pero hay algunas cosas que sí disfruto hacer bastante; lo obvio quizá sea leer. La gente va a decir, “Eso no es perder el tiempo; ¡es estudiar!”. Pero no; hay lecturas que tú dices que son como palomeras, que dices, “De aquí no voy a sacar nada, ¡nada!”. ¡Es el punto!

Susi: Para entretenimiento.

Ana: Sí, solo para entretener. Entonces trato de leer así novelas ligeras para entretenerme, o me gusta mucho armar rompecabezas.

Susi: ¡Yo también!

Ana: Es una de las cosas que hago cuando me relajo. Me gusta escuchar un podcast o un audio libro y estar armando cosas. Me gusta caminar en el parque de mi casa; aquí en la colonia hay como un bosquecito. Me gusta mucho ir a caminar. Y esto es algo mucho más reciente, y con reciente me refiero a ayer: ayer me compré unos patines; de hecho, en este momento, tú no me puedes ver, pero ¡los traigo puestos!

Susi: ¿Los traes en la casa? (Se ríe.)

Ana: Los traigo puestos en la casa. Cuando era adolescente joven, hace unos quince años, me gustaba mucho patinar y ayer, no sé, me entró la locura y dije, ¿Sabes qué? Quiero retomar esto, quiero aprender a patinar. Es buen ejercicio; es divertido; me va a servir para estar con mis hijos en el parque.” Porque ellos siempre son de, “Mami, quiero ir al parque a andar en bicicleta”, y yo, “Eh, está bien”, y voy, y los acompaño, y estoy sentada no más viéndolos ir de un lado a otro. Me voy a unir a ellos con mis patines.

Susi: ¡Qué padre!

Ana: Sí. Esas son algunas cosas que estoy haciendo para divertirme.

Susi: ¡Qué bien! Yo también crecí en patines de niña y me encanta cuando tengo oportunidad de retomarlos de repente. Y también me gustan los rompecabezas. Acabo de terminar uno de 1,000 piezas del Gran Cañón.

Ana: ¡Wow! Eso ha de haber sido difícil.

Susi: Sí, donde visitamos el año pasado. Fue un gran reto, y no lo voy a deshacer. De hecho, lo voy a enmarcar y lo voy a poner en la pared.

Ana: Yo también tengo aquí en la pared un cuadro que es un rompecabezas.

Susi: ¡Qué bueno, Ana, que sabes también perder el tiempo! (Risas)

Ana: ¡Es importante!

Susi: Que no todos tenemos que pensar que TODOS los minutos del día tienen que ser en trabajo. Gracias por contarnos un poquito de ti. Ahora, entrando al tema del tiempo, cuando tú piensas en el tiempo, y en especial en los países latinoamericanos, ¿cómo caracterizas la perspectiva que las personas en general tienen sobre el tiempo, hablando de días, de horas, de los minutos que pasan? En la mayoría de los países latinoamericanos, ¿cómo lo caracterizas?

Ana: Es curioso, porque con respecto al tiempo en sí, el concepto del tiempo, creo que sí lo vemos de una manera mucho más relajada que quizá nuestros vecinos en el Estados Unidos.

Susi: O sea, yo. Yo crecí en Estados Unidos, y yo sí, sé que tengo una perspectiva bastante diferente.

Ana: Sí, tal vez un poquito más estricto, un poco más tratando de controlar cómo manejamos cada uno de los momentos del día y así, teniendo rutinas, ritmos bien estructurados. El latino tiende a ser mucho más relajado. ¡Ojo! Esto no significa que seamos flojos o poco trabajadores. Creo que eso se ha convertido en el estereotipo del latino flojo, pero si nos ponemos a pensar un poco, también tenemos fama de muy trabajadores, de ser personas que están dispuestas a trabajar duro, en trabajos que quizá otros consideran que no son dignos de ellos, o cosas así. Así que también tenemos fama de trabajadores, pero eso no significa que no a veces somos un poquito demasiado relajados con el tiempo.

Yo creo que las dos perspectivas son útiles y necesarias. Él que es más estricto con el tiempo (es más firme con la manera en que se maneja a lo largo del día) y él más relajado, creo que nos podemos ayudar entre nosotros a no irnos a ninguno de los dos extremos. Y creo que eso es importante.

Uno se puede examinar, porque si bien es cierto que el latino en general tiene la tendencia de ser más relajado, no todos los latinos en particular somos así. Por ejemplo, yo me considero una persona muy controlada con el tiempo, y tengo que aprender a relajarme. Uno tiene que examinarse en lo personal, independientemente de la cultura de que venga, y preguntarse, ¿Hacia dónde tiendo? ¿Hacía más relajado, o más estricto? y ¿cómo puedo evitar irme al extremo y no pecar?

Susi: Sí, estoy de acuerdo. De hecho, ahora vamos a cumplir 20 años viviendo en México. Hasta los 16 crecí en Estados Unidos, pero llevo 20 años viviendo en México, y algo que me he dado cuenta es que a veces mi perspectiva hacia el tiempo está controlada por orgullo. Yo me siento mejor que otros cuando yo pienso que uso mejor mi tiempo (entre comillas). Entonces he aprendido de mis amigos y hermanos latinoamericanos que hay valor en muchas otras cosas más que solamente en cómo utilizas cada minuto.

Aquí donde yo vivo veo que se valora mucho las relaciones, que siempre hay tiempo para un amigo en necesidad, o para un familiar en necesidad. Hay ventajas y desventajas de las dos perspectivas, y creo que allí también puede entrar nuestro pecado. Mi corazón pecaminoso puede excusar flojera, o puede ser muy orgulloso de mis cosas, y las dos cosas son pecado, ¿verdad?

Como dices, tenemos que examinarnos, y también valorar lo positivo que hay en la cultura en la que me encuentro y no juzgar a otros solamente por su cultura, al mismo tiempo estando dispuestos a aceptar que no porque mi cultura dice que algo está bien, está bien.

Ana: Totalmente.

Susi: Tenemos que evaluarnos. Entonces, habiendo establecido un poquito el contexto en el que muchos estamos, o cómo hemos sido criados acerca del tiempo, ahora pensando como creyentes, como padres específicamente, que deseamos tener una familia que vive para avanzar el reino de Dios, ¿qué perspectiva debemos tener del tiempo, en general, bíblicamente?

Ana: Yo lo resumiría en: “Mi tiempo no es mío”. Y esto se puede decir de cualquier otro recurso que tengamos. Mi inteligencia no es mía; mi energía no es mía; mi dinero no es mío. Soy mayordomo de lo que Dios me ha dado: de mi familia, de mis propias habilidades personales, de mi matrimonio, de mi trabajo. De todo lo que Dios me ha dado, soy mayordomo.

Esta tiene que ser la perspectiva que informa todo lo que haga, todas las decisiones que tome. Y ahorita hablamos de examinarnos. Por ejemplo, hay un amigo en necesidad, como tú decías, y tal vez soy muy estricta, y tengo mi horario del día, y que tengo que hacer esto, y esto, y esto…. Por ejemplo, ayer me pasó, que me escribió una amiga, y traía un problema, y necesitaba ser escuchada. Y yo tomé la decisión consciente de decir, “¿Sabes qué? Yo tenía este plan, pero está esta necesidad, que yo creo que el Señor me está llamando a atender, así que voy a dejar mi plan y atender esta necesidad”.

Porque mi pregunta debe ser: en este momento, ¿cómo va a ser glorificado mi Señor? ¿El Señor de mi tiempo, el dueño de mi tiempo? A veces esa respuesta va a ser: “¿Sabes qué? Voy a soltar mi plan”, y a veces esa respuesta va a ser: “No. Voy a atenerme al plan que yo determiné con sabiduría de Dios”. Tenemos que caminar en sabiduría y preguntar siempre: ¿cómo va a glorificar este momento a mi Señor?

Susi: Me encanta lo que dices de pensar en a quién pertenece mi tiempo, porque creo que la tendencia cultural de ahora es: “Tu tiempo es tuyo. Tú decides. Tú controlas. Tú mandas. No dejes que nadie te imponga”. Obviamente en general, esa es la cultura. Pero nos puede afectar con el tiempo. De hecho, está mucho esto de las mamás de Me time. Tiempo para mí. Hablamos un poquito del autocuidado en otro episodio, pero creo que la tendencia cultural no es ver mi tiempo como que le pertenece a otra persona: Dios, en este caso. No es nuestra tendencia natural.

Creo que es una decisión constante que yo, por lo menos, tengo que tomar cada mañana. Me levanto y tengo mi plan; tengo mi flojera; tengo todo eso en mi cabeza y en mi corazón. Tengo mis gustos, mis días malos, y mis días buenos. Todo eso, poniéndolo a un lado, mi tiempo le pertenece al Señor. Es un punto común, al que podemos regresar los creyentes. Papá tiene que ir a trabajar; tiene sus responsabilidades, pero al fin de cuenta, su tiempo le pertenece al Señor. Y mamá igual, ¡y los hijos también! Los niños, incluso chiquitos, su tiempo no es para perderlo, nada más.

Ana: Así es.

Susi: También su tiempo le pertenece al Señor. Es el punto clave bíblico, ¿verdad? Cuando pensamos en usar nuestro tiempo, queremos ser muy prácticos aquí. Sé que tú has hablado, has estudiado mucho sobre la planeación. Háblanos un poco sobre la planeación como una herramienta que podemos usar para aprovechar el tiempo que Dios nos ha dado. Quizás hay diferentes maneras de implementarlo, pero ¿qué nos recomiendas?

Ana: Definitivamente hay diferentes maneras de abordar esto, y es bien importante comprenderlo, porque quizá algunos de nosotros pensamos en la productividad y tenemos una idea muy específica de cómo quisiéramos que luzca nuestra vida productiva. Y esto es especialmente intensificado por las redes sociales. Quizá vemos Instagram: esta familia, la mamá hace estas cosas a esta hora, de esta manera, y yo quiero ser así, porque así es como luce una mamá o un papá productivo.

Todos nosotros somos diferentes. Somos mayordomos, sí, todos. Pero todos tenemos diferentes recursos que Dios nos ha dado. Aunque hablamos al principio de que todos tenemos el mismo tiempo disponible, la realidad es que no todos tenemos la misma flexibilidad, o la misma capacidad de hacer uso de nuestro tiempo de la misma manera. Yo tengo que evaluar mi situación. ¿Cuáles son los recursos que a mí, en esta etapa de mi vida, de mi familia, Dios me ha dado? Y ¿cómo puedo usarlos para su gloria?

La planeación, en términos bíblicos, es simplemente ser intencionales con los recursos que Dios nos ha dado y buscar tomar decisiones para utilizar esos recursos con sabiduría de Dios. Y las maneras en que se puede hacer esto son muchísimas. Todos somos diferentes, y nos funcionan cosas diferentes, en términos ya prácticos.

Hay gente que le encantan las agendas físicas, y tener todo codificado con colores; hay gente que somos más de herramientas digitales; hay gente que nos gusta tener calendarios de familia donde todos tengan sus actividades allí. Hay muchas cosas que se pueden hacer, y uno tiene que ir experimentando y probando qué es lo que le funciona mejor. De nuevo, la meta es utilizar nuestro tiempo con sabiduría para la gloria de nuestro Señor.

La planeación es simplemente ser realistas respecto a los recursos que tenemos y empezar a tomar decisiones. A veces no nos gustar tomar esas decisiones. Hablamos de los extremos. Está aquel que quiere tener absolutamente todo bajo control, hasta cada uno de los minutos y cada mínimo detalle, y si su plan se sale del control, ¡es el fin del universo! Y está el otro extremo que es, “Ay, no, pues me voy a levantar, y a ver qué sale, a ver qué hay que hacer. A ver qué comemos hoy”; abre el refrigerador y no hay nada. Y pues, “A ver, ¿qué puedo hacer?” Y son extremos, los dos igualmente negativos.

A mí lo que me gusta es empezar con un calendario, porque el calendario nos ayuda a visualizar este recurso del tiempo que tenemos disponible todos de manera equitativa. Pero de nuevo, no todos tenemos la misma libertad de usarlo como quisiéramos, porque quizá algunos tenemos trabajos más demandantes, o hijos más pequeños, o menos ayuda en casa.

Simplemente es tener un calendario en el que yo pueda visualizar: Ok, estos son las 168 horas que yo tengo disponibles. ¿Cómo las voy a administrar con sabiduría para la gloria de Dios? También tenemos que tener en cuenta que este recurso del tiempo no es un recurso que podemos manipular como, por ejemplo, los recursos financieros: yo tengo cierta cantidad, y voy a moverlo por aquí, por allá. El tiempo es un recurso que se va, que va avanzando, y queramos o no, se va usando en algo. En algo se va invirtiendo el tiempo. Nosotros tenemos que detenernos y empezar a tomar decisiones acerca de dónde se va a ir ese recurso.

¿Vamos a tomar decisiones perfectas? Por supuesto que no. ¿Va a salir todo como nosotros lo planeamos? Por supuesto que no. Pero es allí donde nosotros confiamos en la soberanía de Dios, y decimos, “Dios, yo voy a empezar a tomar estas decisiones en tu sabiduría, buscando tu palabra, qué es lo que dice que debo de hacer con mis días, buscando discernimiento, buscando la guía de tu Espíritu. Pero al final de cuentas, confío en que tú eres soberano, y que tus planes son mejores que los míos. Y si tú quieres destruir esto, hazlo para tu gloria, y ayúdame a hacer las cosas que tú me has llamado a hacer”. Esta es la verdad bíblica que informa nuestros planes. No se trata de hacer planes de “esto es, y sí o no, va a salir, porque sí.” Es planear a manos abiertas.

Yo recomiendo eso como una ayuda visual, tener algún calendario que nos permita tener accesible visualmente las horas que tenemos disponibles en la semana y empezar a ver. Es un ejercicio muy sencillo, pero intentar, en vez de poner en una lista de tareas todo lo que quieres hacer, empezar a ponerlo en el calendario en bloques de tiempo. “Yo quiero leer este libro”. Ok, te va a tomar este capítulo media hora. Ponlo en tu calendario. Y luego dices, “Yo quiero que vayamos al parque”.  Bueno, ponlo en tu calendario. Y luego, “No pues, yo quiero limpiar la cocina. Está muy mal la cocina; le hace falta mucho la limpieza. Me va a tomar hora y media”. Ok, ponlo en tu calendario.

Y empiezas a ver que estas cosas van a tomar cierto tiempo, y te vas dando cuenta de que quizá no tienes tanto como tú quisieras. Pero enfrentarnos esa realidad de todo lo que soñamos y queremos hacer y la realidad del tiempo que tenemos disponible en nuestra etapa de vida, con las responsabilidades que tenemos. Nos ayuda a despertar y ver, “Ok, necesito tomar mejores decisiones, quizá soltar algunas responsabilidades que tengo demás, o ser un poquito más diligente con las que me han tomado más tiempo del que debería”. Y eso es un buen paso para empezar: tener simplemente esa ayuda visual.

Susi: Sí. Creo que las personas, como dices, son diferentes. Yo conozco a personas que tienen su agenda, diario, con todas las horas bloqueadas allí, y hay otros que a lo mejor funcionamos en bloques, en el sentido de bloques más largos. “Este día de la semana, en la mañana, yo lo voy a separar para trabajar en este proyecto. No necesariamente sé cuánto me va a tardar, pero voy a avanzar ese proyecto en el transcurso de esa mañana. Esa mañana no voy a hacer otra cosa más que eso”. Hay diferentes maneras de organizarnos, pero el punto es planear y no simplemente dejar que la vida nos lleve.

Ana: Definitivamente.

Susi: Porque pasa el tiempo y no se recupera. Como dices, no se recupera nunca. ¿Hay algunas cosas prácticas, pensando especialmente en las mamás? Mencionaste lo de que abres el refri…no hay nada. Ya tratando de ser muy práctico para las mamás, ¿hay algunas cosas que haces, o has visto que otras personas hacen, para ayudar a usar mejor el tiempo y también descansar mentalmente de cosas que nos abruman?

Ana:  Sí. Lo primero que yo siempre recomiendo (y esto se lo recomiendo a todo el mundo), el primer hábito de productividad, aparte de hacer la parte de tu vida devocional, que recomiendo desarrollar, es una revisión semanal, que es básicamente una hora a la semana en que tú te detienes y tienes un espacio de hacer borrón y cuenta nueva, casi como si fuera año nuevo cada principio de semana. Tengo todo un taller en el que explico cómo hago esto, y lo pueden buscar en Teachable; se llama Organiza tu semana, y es un taller en el que yo explico cómo detenerte y evaluar cómo van mis proyectos que tengo en marcha: si voy a tiempo, si no voy a tiempo, si tengo que ajustar una fecha de entrega. También determino, “OK, ¿qué me gustaría que pasara la próxima semana? ¿Cuáles son las cosas que me gustaría completar para poder continuar avanzando en mis proyectos en tiempo y forma? ¿Cuáles son las cosas que tienen que suceder en el hogar? Y ¿cuándo van a suceder?”.

Aquí también se hacen cosas como el plan de comida, por ejemplo; si tenemos algún plan de ejercicio, algún plan de estudio, si queremos hacer actividades especiales con los niños. Aquí es donde tomamos todas esas decisiones. Es la clave. Detenernos al principio de semana o al final de la semana laboral para empezar la siguiente, para tomar decisiones, y el resto de la semana simplemente dedicarnos a actuar.

Porque esto es lo que muchas veces nos llena de estrés y afán, que cada momento del día tenemos que estar tomando decisiones que no nos hemos detenido a planear con anticipación. Cada día tengo que preguntar: “Ay, ¿qué voy a hacer de desayuno? Ay, ¿qué voy a hacer del almuerzo o el lonche de los niños? Ay, ¿qué voy a hacer de comida? ¿Qué voy a hacer de cena? ¿Qué me voy a poner? ¿Qué será bueno que lea hoy en la Biblia? ¿Qué será bueno que estudie hoy? ¿Qué será bueno que hagamos juntos en familia esta semana?”.

Y todas estas decisiones las queremos estar tomando improvisadamente, cuando lo más fácil del mundo es sentarte y decir, “Ok, voy a hacer todas estas preguntas que me hago continuamente, y las voy a hacer el último día de la semana, o el primer día de la semana, cualquier que funcione mejor. Y voy a tomar decisiones de nuevo”, sabiendo, “Señor, estas decisiones son lo mejor que he podido hacer, pero tú sabes mejor que yo. Así que, si quieres, túmbame todo esto; no pasa nada”.

Pero ser sabios y tomar decisiones para en la semana simplemente dedicarme a actuar. Ya sé qué vamos a comer, incluso ya preparé algunas cosas por adelantado. Ya sé a dónde vamos a salir; ya compré los boletos; ya tiene gasolina el carro. Ya sé qué voy a leer en la Escritura esta semana; solo tengo que abrir mi Biblia porque ya está todo preparado. Detenernos a tomar estas decisiones con anticipación es una de las mejores cosas que podemos hacer, lo que es muy útil.

Susi: Estoy de acuerdo. Es increíble cómo te puede cambiar la vida simplemente el haber hecho un plan de menú, por ejemplo, y haber hecho la lista de lo que se necesita cuando pido o voy al supermercado. Incluso el andar en el supermercado con una buena lista hace la experiencia completamente diferente. Y el gasto de dinero incluso, te ahorra bastante porque solo compras lo que necesitas.

Creo que debajo de la superficie de hacer todo esto es la planeación semanal, la que mencionas. Es no solamente sentarte y decir, “Bueno, tengo esta semana; ¿qué quiero hacer?”. Es un momento de humildad, ¿no? De sentarte y reconocer: “Esta semana te pertenece a ti, Dios. Yo quiero ser buen mayordomo de esta semana. Entiendo que me puedes mandar interrupciones, pero como te pertenece a ti este tiempo, quiero pedir sabiduría”. Creo que recomiendas incluso que sea un tiempo de oración.

Ana: Definitivamente. De hecho, el primer paso de mi plan semanal es orar. Y así lo enseño en el taller, porque es importante recordar por qué hacemos lo que hacemos, y para quién hacemos lo que hacemos, y que estas decisiones que estamos tratando de tomar, no sean informadas por miedo, por mis ganas de control, por mi desesperación, porque quiero que ahora sí ser la mejor mamá del mundo.

No. Es de glorificar a Dios con mi vida en lo cotidiano, en lo sencillo. Vamos el domingo a la iglesia y decimos, “Señor, mi vida, te la entrego a ti”. ¿Y cómo usas tu vida en la semana? Tu vida real, en la casa, en el hogar, en lo cotidiano, ¿cómo glorifica al Señor? ¿Estás simplemente improvisando, y que salgan cómo salgan las cosas? O ¿estamos viviendo con intención, buscando, en el orden, en los días cotidianos, que Dios sea exaltado? Entonces definitivamente es un momento de humillarnos y de pedirle a Dios su sabiduría, porque la buena noticia es que él promete dárnosla, como dice Santiago 1:5.

Susi: Amén. ¿Hay algunos errores comunes que pudiéramos evitar? Ya hemos mencionado un par de cosas, pero ¿hay otras cosas que has visto que son maneras erróneas de acercarnos a la planeación del tiempo, o al tiempo en general, que pudieras mencionar para evitarlas?

Ana: Sí, creo que una de las cosas que es más común es el no tener una idea realista de cuánto tiempo toman las cosas. En mis talleres, muchas veces uno de los ejercicios que pongo a mis estudiantes es: “Ok, vamos a hacer una lista de todas las cosas que quieres hacer el día de mañana”. Y empiezan ellas a escribir. Les doy unos 5 minutos para que empiecen a escribir todas las cosas.

“Ok, ahora pon en seguida de cada cosa cuánto tiempo en minutos crees que te va a tomar cada cosa”. Y empiezan a escribir. “Ahora, a eso agrégale quince minutos mínimo, porque fuiste muy optimista, seguramente”. Todo el mundo decimos, “Sí, esto en media hora sale”, y una hora después todavía estamos cocinando. Nos pasa a todas. Y empiezan ellos a agregar esos 15 minutos y luego hacen la suma de todo. Y luego a eso les digo, “Ok, tienes que sumarle horas de sueño, las horas en que te vas a sentar a comer, horas en el tráfico”. Y empiezan a hacer las sumas, y dicen, “Ok, mañana tengo 37 horas de tareas”. Y yo, “Malas noticias. ¡Tú día solo tiene 24 horas!”

Lo primero que tenemos que hacer es ser realistas respecto a cuánto nos toman las cosas que tenemos que hacer en el día a día, y está bien; a veces nos sentimos mal que no podemos hacer todas las cosas de nuestra lista, como si tuviéremos la obligación de ser superhumanos, de ir más allá de nuestros límites. Y eso es otro error: pensar que tenemos que superar nuestros límites: del tiempo que necesitamos para dormir, del tiempo que necesitamos para descansar, de lo que nos toman las cosas, para glorificar a Dios. Y no es así. Dios conoce nuestros limites; él sabe que somos polvo. Y dentro de esos límites podemos glorificar a nuestro Señor.

Susi: Amén. Yo pensaba en algo que hace unos años reconocimos, con mi esposo: un error que teníamos era de que realmente no sabíamos discernir bien entre lo que es urgente, y lo que es importante. Y creo que muchos vivimos apagando incendios. Vamos de una situación urgente a la siguiente, y las cosas que no son urgentes, pero sí son importantes, al final son las cosas que se quedan a un lado. No sé si tendrías una sugerencia para ayudarnos a crecer en la sabiduría de discernir entre lo urgente y lo importante, y cómo asegurarnos de que lo importante sí sea parte de nuestra vida.

Ana: Sí, es un reto muy común, y creo que es algo que todos tenemos que aprender a distinguir entre lo urgente y lo importante. Lo urgente es simplemente lo que necesita nuestra atención inmediatamente. Eso es urgente. Hay cosas urgentes que también son importantes. Pero hay muchísimas cosas urgentes que no son importantes. Y ¿qué es lo importante? La manera en que me gusta explicarlo es que lo importante es lo que te lleva a avanzar en los proyectos que Dios te ha llamado a ti para hacer, en las buenas obras que Dios ha preparado para ti. Eso es lo importante. Las cosas que me llevan a caminar en las buenas obras que el Señor tiene para mí.

De nuevo, nosotros, con nuestro cerebro humano limitado, tenemos que tomar decisiones sobre qué es importante. ¿Vamos a hacerlo correctamente siempre? Por supuesto que no, porque somos seres humanos falibles. Pero, de nuevo, Dios nos puede dar sabiduría para empezar a tomar decisiones respecto a cuáles son las cosas importantes que él nos llama a hacer. Es importante sentarnos con relativa frecuencia para decir, “Dios, en esta etapa de mi vida, de nuestra familia, ¿cuáles son las cosas en las que tú nos has llamado a enfocarnos? ¿Cuáles son esas buenas obras que tú has preparado para nosotros?”.

Obviamente, para los niños van a ser cosas de la escuela, pero no necesariamente todas las cosas que podrían hacer en la escuela, por ejemplo, en el colegio, porque hay niños que viven ahogados en tareas extracurriculares, que se vuelve algo abrumador para ellos. También hay que tomar decisiones respecto a qué tanto es sabio. Igual en asuntos con el trabajo; hay cosas que tenemos en nuestra descripción de trabajo, y cosas extras que nosotros mismos hemos metido a la fuerza. Y es ir separando.

Igual como padres, como madres, en casa tenemos todos los proyectos que queremos hacer en familia, que son cosas muy buenas que nos gustaría hacer, pero a veces nos abrumamos con cosas demás, cosas que no nos ha llamado a hacer Dios. Eso es algo que tenemos que examinarnos con frecuencia porque nuestro corazón es propenso a desviarse. Cuando yo me siento abrumada, cuando siento que mi familia tiene demasiadas cosas en marcha, yo me detengo y digo, “Señor, ayúdame a distinguir entre las buenas obras que tú has preparado para mí y entre las cargas que yo misma he puesto sobre mí que tú no me llamas a llevar”. Es una buena pregunta para hacernos para ayudarnos a distinguir lo importante.

Siempre va a haber más cosas que podríamos estar haciendo de las que tenemos que estar haciendo. Lo importante, de nuevo, es aquello que me va a ayudar a caminar en las buenas obras que Dios preparó para mí. Lo urgente simplemente es lo que requiere mi atención inmediata. Y es mi responsabilidad discernir a qué le debo poner atención en este momento.

A veces sí, hay urgencias que no estaban dentro de nuestros planes que tienen que atenderse. Si hay una fuga en la casa, o algún niño se enferma, nosotros no lo planeamos. Entonces no son esas buenas obras que yo pensé que Dios tenía para mí, pero hay que atender esas urgencias que son obviamente apremiantes. Pero hay muchas otras que no son así, que son cosas que podríamos hacer. Nos pidieron un favor, o cosas que nosotros mismos teníamos la idea que tenemos que hacer, que Dios no nos ha llamado a hacer. Es bien importante pedirle a Dios su sabiduría, de nuevo. Él promete dárnosla.

Susy. Amén. Pienso que la rúbrica que nos dio Mateo en el segundo episodio de la serie nos puede ayudar incluso a definir qué es importante. Porque si Dios nos dice que [las prioridades son] nuestra relación personal y comunitaria con Dios, y luego nuestra familia, y luego el trabajo, la provisión económica de la casa, y luego el servicio a otros, si eso es el orden, a veces tendremos que dejar de servir a otros si eso está perjudicando la crianza de los hijos, o el matrimonio, o incluso la relación personal con Dios.

Otra vez podemos usar la productividad como tú nos ayudaste a definirla en el primer episodio de la serie como amar a Dios y amar a otros, y luego usar ese esquema de prioridades bíblicas para ayudarnos a siempre estar reorientando nuestro corazón, nuestra mente, reconocer nuestras limitaciones, como tú dices. Eso es tan importante. Y gracias a Dios, porque sí tenemos al Espíritu Santo guiándonos, consolándonos cuando nos sentimos culpables. Podemos correr a la cruz y entender que cada minuto le pertenece a Cristo y que él nos llama a usarlo para su gloria.

Gracias, Ana, por acompañarnos y tener esta conversación tan práctica, y por tomar de tu tiempo. Lo agradecemos profundamente. Gracias.

Ana: Es un gusto estar con ustedes. Muchas gracias por todo lo que hacen.

Susi: Nos despedimos. Todavía nos falta un poquito más de esta serie. Así que quédate conectada a las redes sociales, a tu plataforma preferida de podcasts, y nos vemos otra vez la próxima semana. Qué Dios te bendiga grandemente.

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Autores

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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