Categoría: Finanzas

Episodio #110: Finanzas bíblicas en la familia Parte 2 con Héctor Salcedo

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June 22, 2022

¿Cómo se ve en la vida real el buen manejo de las cosas materiales en la familia? ¿Cómo puedo entrenar a mis hijos a glorificar a Dios y hacer decisiones sabias con el dinero? ¿Está bien pagar a los hijos por buenas calificaciones o por ayudar en la casa? Continuamos la conversación con el Pastor Salcedo hablando de herramientas prácticas y contestando algunas preguntas típicas que surgen en la familia. ¡No te pierdas esta segunda parte!

Transcripción:

Susi: Estamos aquí otra vez en el podcast de Crianza Reverente en la serie sobre las prioridades bíblicas de una familia cristiana. La semana pasada empezamos una conversación sobre las finanzas, el dinero en la familia cristiana, y gracias a Dios nuestro hermano Héctor Salcedo, pastor administrativo en la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, nos está acompañando otra vez. Gracias, hermano Héctor, por seguir aquí con nosotros.

Héctor: Gracias a ti, Susi, por la invitación y qué bueno que podamos hablar de estas verdades que son tan importantes para nuestras vidas.

Susi: Amén. Vamos a retomar la conversación acerca de las finanzas, y quisiera empezar haciéndote una pregunta acerca de algo, quizás un poco más práctico: ¿cuáles serían algunas herramientas prácticas que pudieras recomendar para ayudar a vivir en la economía familiar según las prioridades que la Biblia establece?

Héctor: Sí, podemos hablar de múltiples. Yo simplemente voy a mencionar algunas, pero no es una lista exhaustiva; no es una lista donde voy a mencionarlas todas. Pero primero, nosotros debemos saber que las finanzas, el dinero, las posesiones, son recursos limitados. Y como recursos limitados, nosotros necesitamos tener un presupuesto. Si no tuviéramos recursos limitados—supongamos por un momento que hay recursos ilimitados. Bueno, no hay que asignar, no hay que priorizar, porque tenemos suficiente para lo que queramos: para lo que necesitemos, y para lo que queramos. Entonces lo primero es que el 99.99% de las familias necesita un presupuesto, un orden en el cual en ese presupuesto se establezcan las prioridades.

Y para hacer un presupuesto, básicamente yo hago un par de recomendaciones. En primer lugar, la familia debe ponerse de acuerdo en un presupuesto conjunto. El concepto de que somos el hombre y la mujer, somos una sola carne delante de Dios, implica, desde mi punto de vista, que somos uno. Tenemos un solo proyecto de vida como familia y, por lo tanto, mi cuenta es tu cuenta; mis ingresos son tus ingresos; y nuestro presupuesto es conjunto y común, ahí en el presupuesto.

Así como pasa con las empresas, que las empresas primero planifican su futuro 3 años, 5 años, y luego que planifican, presupuestan. El presupuesto de la familia es un reflejo de sus planes, de sus sueños: la educación de los hijos; lo que queremos hacer en un futuro; queremos adquirir una vivienda; queremos ahorrar para nuestra vejez; queremos contribuir con la obra de Dios. Como familia nosotros nos ponemos de acuerdo en cómo vamos a manejar los recursos que Dios nos da.

Entonces el presupuesto va a requerir que se pongan de acuerdo de manera conjunta. Va a requerir también que yo sepa, que tenga discernimiento, de saber lo que son necesidades y de lo que son deseos. Dios en su bondad hacia nosotros, en ocasiones nos provee dinero y recursos para cubrir necesidades y deseos, algunos deseos: cosas que nosotros no necesitamos, más bien que queremos, pero que realmente no necesitamos. Tenemos que distinguir una cosa de otra, porque muchas veces con facilidad confundimos deseos con necesidades, y queremos suplir algo que queremos que no es necesario y nos metemos en problemas.

Mi recomendación es que luego de que se planifique de manera conjunta, se tenga en cuenta qué es un deseo, y qué es una necesidad, y que mantengamos los deseos fuera de eso.

Número tres, para hacer un presupuesto, es que seamos bien detallistas, y bien humildes. El detallismo se requiere para hacer un buen presupuesto; la humildad se necesita para poder llevar a cabo el presupuesto. Porque si yo no tengo humildad, yo no me voy a someter a lo que mi esposa y yo acordamos. Yo voy a hacer lo que yo quiera y después le voy a decir, “Bueno, es que yo quise eso. Esos son mis recursos.” La humildad se necesita para yo obedecer el presupuesto. Eso es el primer elemento, el recurso, que yo diría que es importante en una familia.

Otros aspectos que yo sugiero que se tenga, es que dentro de ese presupuesto, el ahorro debe ser algo intencional, no algo residual. No es lo que me sobra, sino lo que yo quiero lograr. Voy a ir muy rápido por algunas cosas. La generosidad debe ser también intencional. Una familia cristiana debería proponerse: yo quiero hacer buenas obras para la gloria de mi Dios. Sabemos que no somos salvos por obras, que nosotros somos salvos por la pura gracia de Dios en Cristo Jesús. Eso lo sabemos. Nosotros no nos ganamos la salvación; nos es concedida cuando nos arrepentimos y ponemos nuestra fe en Jesucristo.

De acuerdo, pero las buenas obras siguen a la persona que es salva, y contribuir con el alivio de una persona, de una familia, con expandir la obra de Dios en el mundo, eso es parte de nuestro rol aquí en la tierra, y es parte del propósito por lo que tenemos recursos. La obra es intencional; la generosidad debe ser intencional.

Nosotros también tenemos que tratar de vivir dentro de los límites que Dios nos ha concedido. Mi recomendación es que no nos endeudemos, a menos que no sea para asuntos de necesidad. Una vivienda es una necesidad; un auto en ocasiones es una necesidad. No quiero generalizar porque hay países donde un auto no es necesario. Pero a veces un auto es una necesidad en algunos países, y una vivienda también, que esté dentro de nuestro rango de ingreso, para no poner demasiada presión a nuestras finanzas. Con esas ideas, así generales obviamente; ojalá poder tener más tiempo para hablar, pero yo diría que son los aspectos básicos de herramientas concretas para manejar nuestras finanzas.

Susi: Yo creo que probablemente la mayoría de las personas que escuchan tendrían acceso a algún hermano con más experiencia. A veces las parejas quizás más jóvenes, o incluso una madre soltera, que simplemente siente que no sabe qué hacer con su presupuesto; para eso también está la iglesia, o quizás la familia extendida, o algún familiar, u otro hermano.

Héctor: Es una muy buena observación la que haces, Susi. Yo creo que el consejo de otros es vital para nosotros manejarnos financieramente. A veces no estamos viendo cosas sencillamente porque estamos en medio del problema, pero cuando tenemos contacto con alguien que lo ve de afuera, nos puede señalar los errores, y las cosas que tenemos que ver. Así que muy buena sugerencia. También es una herramienta básica de poder yo buscar consejo en otros que tengan más experiencia que yo, un mejor manejo que yo, definitivamente.

Susi: O alguien que quizás mira mi estilo de vida y me dice, “Pero ¿tú realmente crees que eso es una necesidad?” Porque hay cosas—yo he observado que algunos crecemos con ciertas cosas, que nadie nunca nos dijo que no eran necesidades, que eran lujos, ¿verdad? Entonces a veces alguien de afuera, o te casas, y de repente tu esposo o tu esposa dice: “No, eso no es una necesidad” y tú dices: “¿Cómo?” Esa sabiduría que podemos tener en comunidad va a ayudar mucho.

Héctor: Así es.

Susi: Me gustaría que habláramos un momento sobre el hecho de que nuestros hábitos como los adultos en la casa se transmiten a nuestros hijos. Incluso sin decir nada, ellos están aprendiendo. Nos observan; escuchan nuestros comentarios; ven patrones de cómo gastamos dinero. ¿Cómo se logra una enseñanza íntegra de padres a hijos sobre tener su tesoro en el cielo, mientras al mismo tiempo sí tenemos que vivir en un mundo donde hace falta el dinero?

Héctor: Claro. Eso es un gran tema porque como decíamos en el programa anterior, el dinero refleja, o el manejo del dinero, refleja quién eres. Entonces en nuestra interacción con nuestros hijos en el ámbito de las finanzas, todo lo que sucede, todas nuestras decisiones de compra, de venta, incluso de nuestra mística de trabajo, nuestra actitud hacia el trabajo, hacia las personas con las que nos relacionamos—tengan mucho dinero, tengan poco dinero—todo eso tiene un mensaje acerca de las riquezas y de las posesiones.

Quizás algunas cosas que vienen a mi mente que son fundamentales: en primer lugar, recordarles a nuestros hijos constantemente que lo que recibimos viene de Dios. Viene de Dios. Aún nosotros seamos personas muy capaces en términos profesionales y en términos de generar dinero y generar posesiones, debemos siempre recordarles a nuestros hijos que esa capacidad incluso viene de Dios. Es una gracia de Dios. Cultivar ese sentido de gratitud, ese sentido de que somos recipientes de la gracia de Dios. Eso es lo primero que para mí es fundamental cultivar en nuestros hijos.

En segundo lugar, nosotros vivimos en una generación, que si tiene mucho, entiende que debe gastar mucho y vivir por todo lo alto, y no hay límites. Y si tenemos, porque no comprar lo que quiero.

Susi: “Solo se vive una vez.”

Héctor: Exacto. Solo se vive una vez: esa filosofía de que gastemos lo que tenemos, o que si tenemos dinero podemos comprar lo que nosotros queramos.

El hecho de que recibimos de Dios implica que yo hago con esos recursos lo que Dios quiere, no lo que yo quiera. Ciertamente hay un margen que Dios me da para que yo disfrute de la abundancia que él me da, pero yo no tengo libertad completa para hacer lo que yo quiero con esos recursos. Yo soy un mayordomo.

Una de las dificultades que como padre yo he encontrado es que en ocasiones mis hijos me piden algo material. Yo se lo puedo dar económicamente hablando; yo tengo la capacidad para proveérselo. Pero me debato de si realmente lo debo hacer, porque quizás no hay necesidad de eso; quizás no hay que cambiar ese celular, no hay que cambiar esa tableta, o no hay que cambiar esos zapatos. O no tenemos que cambiar aquella cosa; no tiene que hacer ese viaje, etcétera.

Cómo les razonamos a nuestros hijos esas decisiones, es tratando de hacerles entender que no todo lo que tenemos es nuestro, y que hay otros destinos de nuestro dinero que no son nuestros placeres. Lo tenemos que estárselo recordando.

A veces, lo que yo he hecho es ayudar a mi hijo a posponer los deseos. Él me pide algo, y le digo: “Sí, mi hijo, yo te lo pudiera dar. Gracias a Dios tenemos los recursos. Pero no creo que sea el momento. Vamos a dejarlo para una fecha especial; vamos a dejarlo para tu cumpleaños; vamos a dejarlo para la Navidad; en fin, vamos a buscar una fecha especial que sea más razonable yo darte.” Y yo les he dicho a mis hijos, “Mi hijo, si yo te doy todo lo que tú me pides, tú vas a pensar que de eso se trata el dinero: de yo comprarme todo lo que quiero. Pero realmente no es así.” E ir forjando esa mentalidad.

Susi: Podríamos estar alimentando ídolos en los corazones de nuestros hijos.

Héctor: Exactamente. Mi esposo y yo, a veces las discusiones que tenemos para comprar quizás un mueble para la casa, o comprar algo para nosotros, comprar ropa para nosotros, nosotros hacemos las discusiones frente a ellos y decimos, “No, pero que no es necesario, ¿por qué no lo hacemos después?” y ellos se dan cuenta que realmente no es algo que queremos hacer con ellos, sino que nosotros mismos tratamos de modelar. Hemos hecho los errores, sí.

Susi: Eso es muy bueno porque muchos padres preguntan: “¿Cuánto deben saber mis hijos acerca de las decisiones financieras?” Hay padres, e incluso hay esposos, que hacen todas las decisiones, y sus esposas no tienen idea de las finanzas de la familia. Y hay padres cuyos hijos crecen sin nunca saber realmente nada, ni cómo se toman las decisiones. Ahí a lo mejor puedes comentarnos cómo tener un equilibrio, qué tanto debemos conversar juntos y delante de nuestros hijos.

Héctor: Sí, yo creo que las decisiones se deben conversar lo más abiertamente posible. Cuando son decisiones si vamos a tomar unas vacaciones, si vamos a comprar ropa, si vamos a contribuir, con ser generosos con alguien, ese tipo de decisiones se pueden conversar.

Yo me cuidaría de no traer mucho estrés a los niños que son muy pequeños, quizás antes de los 10 años 11, 12 años. Quizás estamos pasando por una situación económica difícil, y yo revelarle que no tenemos dinero, que no sabemos qué vamos a hacer… yo creo que eso hay que evitarlo, porque ellos no tienen la madurez para aguantar, soportar, un estrés muy significativo.

Pero sí les podemos decir que estamos en una situación de estrechez, y que queremos orar y pedirle al Señor que nos ayude, y que nos sostenga, y que nos fortalezca. Estoy de acuerdo con que se compartan las decisiones hasta cierto punto, y más que las decisiones, porque no debemos poner las decisiones en sus manos, sino los criterios para nosotros tomar una decisión.

Por ejemplo, mi esposo y yo, más o menos cada dos años queremos tomar unas vacaciones especiales con nuestros hijos. Más o menos cada dos años. Hace poco se nos presentó una oportunidad de salir con nuestros hijos fuera del país, pero no hacían dos años; habíamos salido el año pasado. Y nos sentamos con ellos y les dijimos: “Bueno, nosotros pensamos que cada vez que salimos del país gastamos mucho dinero, invertimos mucho dinero, y no es el momento, porque tenemos otras prioridades, y no vamos a hacer esta decisión porque tenemos otras prioridades”. Se lo informamos.

Ellos saben ya que nosotros no tomamos las decisiones de manera impulsiva, que no es simplemente por deseo, sino que hay un plan en nosotros. Hay un presupuesto que nosotros obedecemos para tomar esas decisiones. Se lo informamos y ellos estuvieron conformes.

A veces nuestros hijos nos han venido a pedir cosas porque otros amigos lo tienen o porque otros amigos lo han hecho. Nosotros les decimos: “Bueno, pero si ellos lo tienen, qué bueno que Dios se lo proveyó a ellos. Pero nosotros no podemos hacer eso. No tenemos los recursos.” En ocasiones he encontrado padres que les da vergüenza decirles a sus hijos que no tienen los recursos. Eso es un error, avergonzarnos.

La realidad es que nosotros no somos dueños, y si el Dueño de los recursos no me ha dado suficiente para hacer tal o cual cosa, no tengo los recursos y tengo que compartirlo con nuestros hijos. Eso les ayuda a ellos a limitarse al nivel de vida que Dios les ha provisto. No sé si a eso te referías, Susy, de compartir estas cosas.

Susi: Sí. Creo que son preguntas muy prácticas que algunos padres tienen. Muchas veces simplemente repetimos lo que nuestros padres hicieron. Si yo crecí en un hogar donde no se hablaba nunca del dinero, sólo papá sacaba dinero cuando había, y si no había, no lo sacaba, y nunca supe, así lo voy a manejar probablemente con mis hijos. Y sí crecí en un hogar donde todos compartían el estrés de cada necesidad económica, probablemente, aunque no me haya gustado, así lo voy a hacer.

Estas son conversaciones muy importantes para que cada familia pueda evaluar y no solamente repetir lo que experimentaron, sino realmente tomar esas decisiones con sabiduría en cómo lo conversan con sus hijos.

Otra cosa que me gustaría preguntarte, porque es una frase que escucho muchísimo, a muchos padres los he escuchado decir: “Es que quiero darles a mis hijos lo que yo no tuve”. Y lo dicen refiriéndose a lo material. A veces yo no sé qué responder porque siento que ahí puede haber como un orgullo de papá, o quizás simplemente una mala comprensión de lo material. ¿Qué dirías de esa frase?

Héctor: Yo la he escuchado también, y creo que la frase está bien intencionada, pero mal informada. La buena intención es que yo como padre no quiero que mi hijo sufra, por así decirlo, o pase las dificultades que yo pasé. Esa es la buena intención. Pero la mala información es que realmente, muchos padres piensan que las dificultades económicas hacen daño, o afectan, o que el sufrimiento económico, tenemos que evitarlo a como dé lugar, o a costa de lo que sea.

En realidad, yo puedo decir por testimonio propio, que las dificultades económicas forjan el carácter mejor que la abundancia y que la comodidad. Tenemos que apreciar los momentos de estrechez económica que en ocasiones Dios nos permite tener, porque son buenas oportunidades, o son oportunidades, para forjar el carácter de nuestros hijos y ayudarlos a ellos a depender de Dios.

Yo lo puedo decir en mi propia experiencia, y los que tenemos, digamos, una economía donde no tenemos estrechez, realmente tenemos un desafío en la crianza. Tenemos un desafío porque ¿cómo forjo el carácter de mi hijo? ¿Cómo forjo la dependencia de Dios? ¿Cómo le enseño la humildad? ¿Cómo le enseño que el dinero no satisface, cuando nosotros no tenemos problemas? ¿Cómo le enseño la generosidad cuando él mismo no ha padecido nunca el dolor, o unas finanzas escasas?

Nosotros tenemos un problema, un desafío en nuestra crianza, cuando tenemos mucho. Yo creo que es un mejor terreno la escasez para criar que la abundancia. Esa es mi opinión. Entonces, no veamos la escasez como algo negativo, o como algo que queremos evitarles a nuestros hijos que la pasen. No. Eso puede ser una gran oportunidad para forjar en ellos un carácter mucho más profundo y maduro y menos materialista. Y los que tenemos recursos, pidamos la sabiduría a Dios cómo hacerlo.

Susi: Creo que la clave sería, porque he visto—he vivido y he visto—de los dos. He visto padres que viven en escasez con un contentamiento increíble, y sus hijos ni se dan cuenta, casi, que tienen escasez. Yo crecí en un hogar así, donde yo sé ahora que hubo mucha escasez en ciertos momentos, cuando literal, mamá no fue al mandado porque no había para ir a comprar. Y no se sabía de dónde se iba a sacar la siguiente comida.

Pero el contentamiento que nosotros observamos en el hogar hizo que eso tuviera un impacto muy grande. Pero también he visto hogares donde la escasez provoca un constante descontentamiento, y creo que los padres tenemos que tener muchísimo cuidado ahí.

Creo que allí probablemente regresamos a lo que decías en el episodio anterior del carácter personal de nosotros delante del Señor: yo como creyente dependiente de Dios tener ese contentamiento y no estarme quejando constantemente por la falta.

Héctor: Claro. Y el mensaje que, si yo estoy contento en la escasez, eso significa que mi gozo no viene del dinero. Viene de otro lugar, que en este caso es Dios. Si yo logro transmitir ese mensaje a mis hijos, eso es una lección extremadamente valiosa.

La persona que piensa: “Yo le quiero dar una mejor vida a mis hijos”, pero asocia que mejor vida significa más abundancia, está pensando mal. No está pensando bíblicamente, porque Cristo dice claramente que en la abundancia de bienes no está la vida. Cuando yo pienso: “mejor vida” es “más abundancia”, eso no es así. Y una vida de escasez es una “mala vida”, eso no es así, bíblicamente.

Yo puedo tener una buena vida, bíblicamente, en la escasez y una mala vida, bíblicamente, en la abundancia. ¡Increíble! Porque lo material no determina mi gozo y mi plenitud. No lo determina. Lo determina Dios.

Susi: Amén. Así es. Excelente. Pues, no sé si podemos tomar unos minutos para comentar sobre algunas cosas prácticas. Muchas veces los padres preguntan que si es bueno darle—no sé si sólo en México se le llama el domingo—una cantidad de dinero…

Héctor: Mesada.

Susi: OK, en República Dominicana así se llama. Muy bien.

Héctor: Aquí se le llama el semanal o la mesada.

Susi: Muy bien. Ok, perfecto. Claro que cada país tendrá su expresión ¿no? Pero el punto es que, si los padres debemos, en cierta edad, o cierta situación de vida, empezar a darles algo para que aprendan a administrarlo. También está la pregunta de que, si se le debe pagar a los hijos por tareas de la casa diarias, o incluso por buenas calificaciones. Eso, por lo menos aquí en México, es muy común, que a los hijos se les promete cierta cantidad por buenas calificaciones. No sé si tiene algún comentario sobre ese tipo de situaciones.

Héctor: Sí. Yo creo que mandamos un mensaje negativo a nuestros hijos cuando queremos que ellos hagan lo que les toca hacer por dinero. Porque les estamos enseñando, entonces, que se trabaja por dinero, y se hace las cosas bien por dinero.

Por ejemplo, un profesional que se sienta que no se le está remunerando bien, ¿tiene excusa para trabajar de manera mediocre? No. Porque nosotros estamos llamados a trabajar de manera excelente, como si fuera para Dios. Ese mensaje de que, si tú sacas buenas notas, o buenas calificaciones, yo te voy a dar dinero, es asociar tu trabajo…o la calidad de tu trabajo depende de lo que te paguen.

Pero las cosas tenemos que hacerlas independientemente de cuánto se me pague. No podemos monetizar todo el accionar de nuestros hijos. Sería un error. De hecho, nuestros hijos que están en nuestras casas ya reciben múltiples beneficios. Ellos reciben alimento, comida, vestido, educación, cuidado, y eso lo reciben porque son nuestros hijos. Ellos deberían retribuir, por así decirlo, en parte, esos beneficios y favores que ellos reciben. Los llevamos de vacaciones, les regalamos juguetes, los transportamos en nuestros vehículos; tenemos que hacerles ver a nuestros hijos que la cama donde ellos duermen, la ropa que se ponen, el colegio donde están: es una bendición. Es una gracia de Dios.

Ellos tienen que sentirse agradecido por todo eso. Y una gratitud que los mueva incluso a hacer. Yo tengo todo el derecho de reclamarle a mi hijo su falta de colaboración en la casa, aún yo no le dé ninguna mesada, ningún domingo, ningún semanal. Porque él recibe múltiples beneficios, y él debería ser agradecido y moverse también. Entonces yo no creo que debamos pagarles a nuestros hijos la colaboración del hogar, ni tampoco las calificaciones buenas.

Ahora bien, en un momento dado de la vida, cuando ellos comienzan a tener cierta independencia: por ejemplo, ya adolescentes de 14, 15 años, salen en una ocasión con sus amigos, salen a comer algo, salen a ver una película en el cine, se van a algún lugar y pasan un día ahí. Bueno, sería bueno, creo, suplirle una cantidad equis, semanal o mensual, para que él se administre. Pero ya yo no lo estoy pagando por su buen desempeño o mal desempeño, sino por su dinámica de vida. Y ahí él va a aprender.

Si él me pide cosas, yo le puedo decir: “Bueno, pero ahorra de lo que tú tienes, ahorra de varios meses, y tú te puedes comprar eso que tú quieres.” Y ya yo lo estoy instruyendo en cómo manejarse. Ahí sí, yo estoy de acuerdo, pero no por hacer las cosas que le corresponden hacer por gratitud y correspondencia a lo que él recibe.

Susi: Estoy totalmente de acuerdo. Lo hemos visto también en nuestros hijos. Cuando hay oportunidad para enseñarles a administrar, excelente. Pero yo quiero que mis hijos, en la casa donde vivan, contribuyan al mantenimiento, y la limpieza, y la comodidad de los que están a su alrededor. Porque eso es lo que debe hacer un ser humano que ama a otros, que es algo que Dios nos ha mandado hacer.

Lo otro que yo quisiera comentar en cuanto las calificaciones: llegué a hablar con una persona, que sus papás manejaban las calificaciones, las notas de la escuela, con dinero. Y ella tenía un poco de retraso, una situación en la que era imposible para ella sacar las calificaciones que sacaban sus hermanos, porque realmente tenía una situación mental, emocional, con la que ella había nacido. Entonces eso le marcó, de una manera increíble, como una persona deficiente, como una persona menos valiosa. Ella trabajaba mucho más que sus hermanos, y nunca recibía el dinero que ellos recibían.

Yo pensaba, ¡guau! ¡Cómo esos padres, con una buena intención de motivar a sus hijos a estudiar, realmente terminaron dañando bastante el concepto que esa hija tenía de lo que es trabajar, de lo que es manejar dinero! Todo. En muchas maneras.

Héctor: Así es.

Susi: Creo que eso es otra cosa que tenemos que tomar en cuenta cuando pensemos en ese asunto.

Héctor: Yo les he dicho a mis hijos que las buenas notas no son para mí. Son para ustedes. Si a ustedes les va bien, a ustedes les va bien. Pero ya yo estudié; ya yo tengo mi vida hecha. Ustedes son los que van a necesitar buenas notas. Así que pónganse en eso.

Susi: Sí, y para la gloria de Dios, ¿verdad? Para la gloria de Dios también. Pues, yo creo que podríamos, seguramente, seguir con el tema, pero, hermano, muchas gracias por su tiempo, por esta contribución a las familias que escuchan. Y yo quiero animar incluso a las madres quizás solteras, que están solas, que escuchan: tú tienes también la posibilidad de instruir, de hablar sobre decisiones económicas con tus hijos, de modelar, de buscar consejo, también de confiar en que el Señor provee.

Gracias, hermano. Quiero volver a recomendar el libro; se llama Finanzas bíblicas. Gracias por estar con nosotros estos dos episodios. Nos queda un episodio más de esta serie para terminarla, y va a ser sobre el recurso que Dios nos ha dado de nuestra energía y nuestros cuerpos. Así que no se lo pierdan. Eso va a ser la próxima semana. Que las verdades de las Escrituras que hemos escuchado aquí hoy y la semana pasada transformen la forma en que caminemos con Dios en cuanto a nuestras finanzas. Bendiciones para ti.

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Autores

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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