Categoría: Padres fieles

Ep 119: Ejerce autoridad e influencia sana sobre tus hijos

0
octubre 25, 2022

¿Te has preguntado cómo puedes lograr tener una influencia piadosa en la vida de tus hijos cuando crezcan? ¿Cómo interactúan la autoridad y la influencia en la relación padre/hijo? En este episodio Susi y Mateo conversan sobre verdades presentadas en el capítulo 10 de “Cómo Pastorear el Corazón de tu Hijo”. Abordan de manera práctica cómo luce una vida de comunicación a lo largo de las etapas de la crianza, donde papás y mamás se sacrifican para discipular a sus hijos. No te quieres perder este episodio muy útil, que va de la mano con el capítulo 8 de la guía de estudio.

Descarga la guía de estudio gratuita: https://bit.ly/crianzapoiema

Escucha todos los episodios del podcast Crianza Reverente, y accede a todos los materiales gratuitos que ofrecemos en https://crianzareverente.com/

Transcripción:

Susi: Una comunicación verdaderamente bíblica, detallada y honesta es costosa. Así dice Tedd Tripp en el capítulo 10 de su libro Cómo pastorear el corazón de tu hijo.

Sea que nos estés siguiendo a la par en tu lectura del libro y la guía de estudio, o simplemente quizás nos estás acompañando en los episodios, sin duda has sido retado a considerar la calidad y la cantidad de la comunicación que tienes con tus hijos, o incluso tu cónyuge, tus amigos, tus compañeros de trabajo y quizás más relaciones interpersonales que tienes.

Este capítulo es el último de tres capítulos enfocados en la comunicación o, como comentamos en el episodio anterior, el discipulado. Quizás nunca habías contemplado el gran costo que implica dedicarte a criar a tus hijos en los caminos del Señor por medio, principalmente, de una comunicación plena e íntegra.

En este capítulo 10, el autor enfatiza que tendrás que dejar otras cosas de menos valor: posiblemente no obtener cierto nivel socioeconómico, o dejar de practicar algo que te gusta mucho, para poder responder de todo corazón al llamado bíblico de una crianza que discipula.

Este es un buen momento para que todos consideremos si estamos dispuestos a calcular el costo. El autor nos ayuda al presentarnos algunas de las bendiciones o beneficios de pagar ese precio alto. Primero, vamos a experimentar una rica y unida relación con nuestros hijos, una relación en la que vamos a disfrutar de poder ejercer una influencia piadosa sobre él o ella mientras vaya creciendo.

Otra bendición es ver cómo nuestros hijos están siendo preparados para disfrutar relaciones correctas y ricas con otras personas. También tendrán una comprensión de la vida en general mucho más realista y sabia que si no hubieran crecido dentro de un hogar lleno de una rica comunicación y discipulado.

La cuarta bendición que menciona el autor es que esta vida de comunicación bíblica va a proveer a nuestros hijos un filtro que les permite ver toda la vida a través de la redención que Cristo ofrece. El autor termina el capítulo preguntándonos qué precio podemos ponerle al gozo de ver hijos adultos que entienden el evangelio y expresan gratitud a sus padres por haberlos criado así. Esto es una motivación para invertir diariamente y sacrificialmente, obedeciendo a Dios en esta tarea.

Mateo, este capítulo es inspirador y retador al mismo tiempo. Esa pregunta: ¿vale la pena el costo? me hizo pensar mucho, tanto en el sentido de renovar mi propio compromiso con esta inversión, aunque nuestros hijos están grandes (pero todavía hace falta), como también preguntarme si hay un costo que no he estado dispuesta a pagar.

Para mí, muchas veces es el tiempo; es mi tiempo para hacer mis cosas, y no quiero rendir eso en un momento de oportunidad con uno de mis hijos. ¿Qué te pareció a ti, o qué te llamó la atención a ti?

Mateo: Creo que sí, te vas con una carga de conciencia al leer este libro—saber que no has sido perfecto y que todavía tienes mucho más que hacer, áreas de mejorar en tu vida, en cómo hablas con tus hijos, la comunicación que tienes con ellos. Es fácil leer eso y saber que no lo estás haciendo bien. Pero no debemos cargarnos de culpa y luego pensar: “Voy a tirar la toalla porque nunca lo voy a poder hacer”.

Con la gracia de Dios, y sí, con esfuerzo y disciplina de nuestra parte, podremos llegar a tener esa comunicación tal como Dios quiere que la tengamos. Pero sí, yo puedo recordar áreas y momentos de mucho fracaso en este aspecto, y también ahora mismo pensar en cosas que tengo que mejorar como padre de esta familia.

Susi: ¿Hubo algo en el capítulo que te llamó la atención, que te gustó?

Mateo: Algo que me impactó bastante fue el párrafo bajo el encabezado El pastoreo del corazón, casi al inicio del capítulo. Dijo algunas cosas que creo que son muy interesantes que nos pueden ayudar de manera muy práctica cuando estamos teniendo conversaciones con nuestros hijos. Puede ser en el momento de disciplina o puede ser simplemente en una conversación ordinaria.

Dice que cuando estamos hablando con nuestros hijos, parte de lo que queremos para poder realmente pastorear su corazón es ayudarles a entenderse a sí mismo. Eso es una cosa: entenderse a sí mismo.

Luego dice que les ayudemos a entender las obras y caminos de Dios: cómo es que Dios está obrando en este mundo. También menciona cómo es que el pecado opera en el corazón del hombre.

Susi: O de ellos mismos en ese momento.

Mateo: Exacto, de ellos en ese momento. El pecado: ¿qué está haciendo? ¿Cómo les está llevando a dudar, o a cuestionar, o a incluso no creer lo que Dios está diciendo en su Palabra? Y luego, cómo el evangelio puede llegar a las profundidades más grandes del corazón y suplir las necesidades que el pecado promete suplir y que no va a suplir realmente.

Estas cosas me parecieron tan prácticas. La comunicación con nuestros hijos será mucho más profunda si tomamos en cuenta estas cosas. Yo quiero ayudar a mi hijo a entenderse a sí mismo, a entender las obras y caminos de Dios: cómo el pecado está obrando en su corazón en ese momento, y luego cómo el evangelio realmente suple esa necesidad que el pecado le está sugiriendo que puede suplir. A mí, cuando lo leía dije: “Esto es muy bueno para tener buena comunicación”.

Susi: Sí, y no está tan complicado. A veces sentimos: ay, pero ¿cómo me voy a acordar qué decir? ¿Cómo es que el evangelio debe estar en mis conversaciones? Lo que tú acabas de leer o citar ahí, todo eso es evangelio. Es quién es el hombre, cómo es, cómo opera el pecado. Esa es la necesidad que nos hace necesitar el evangelio.

Mateo: Claro.

Susi: Dios—quién es, cómo obra—todo eso nos lleva a creer en el evangelio, confesar pecado, abandonar pecado, confiar en la obra de Cristo. Todo eso es evangelio. Creo que no está tan complicado. A veces sí nos complicamos demasiado las cosas.

Mateo: Simplemente se nos olvida en el momento porque estamos tan metidos en el fastidio, o que nos hicieron enojar.

Susi: Nos dejaron ver mal.

Mateo: Sí, mal delante de alguien más. Nos metemos en eso y nos enfocamos en solo su conducta, y no llegamos al corazón. Por eso ese párrafo del pastoreo del corazón fue tan interesante. Vale la pena pensar en ello más profundamente: recapacitar, meditar sobre ello, y que eso controle y dirija la manera en que tenemos nuestra comunicación con nuestros hijos.

Susi: Sí. Puede ser que debemos anotar esas cosas en una tarjetita y tenerla por ahí para repasarlo, de repente, después de un día pesado, cuando hemos tenido que hablar mucho con los hijos. Nos podemos preguntar: “¿Los he llevado a Cristo? ¿Les he ayudado a ver su pecado? ¿Les he ayudado a ver a Dios y a entender un poquito más el evangelio?” Si es así, pues mañana le seguimos.

Mateo: Porque esto no se hace en una conversación, ¿verdad? Son múltiples, miles de conversaciones diarias a través de 18 años o 20 años o 22 años. Realmente, como incluso vamos a ver un poquito más adelante, la influencia que tenemos en la vida de nuestros hijos no acaba nunca.

Susi: Cuando salgan la casa.

Mateo: Exacto. Toda su vida, toda nuestra vida, vamos a tener la oportunidad de hacer algunas de estas cosas en su vida. Va a cambiar nuestro rol, como nos dice Ted Tripp en este capítulo, pero hay una oportunidad muy grande más allá de esos años que los tenemos en el hogar.

Susi: Sí, esto es algo de toda la vida. Yo recuerdo la primera vez que leí este libro, había algo que me llamó la atención en este capítulo, que se me quedó muy grabado, como es algo visual. Es un dibujito que está en la página 99 y es un contínuum, lo llama el autor, de autoridad e influencia.

Para mí fue una imagen que se me quedó todos estos años, desde que mis hijos estaban chiquitos, en mi mente, y creo que ha sido de mucha ayuda para entender mi rol en sus vidas. Nada más para dejarlo claro qué significa, ¿cómo entiendes tú lo que el autor está diciendo con esto de la autoridad e influencia?

Mateo: Expliquemos un poquito lo que es la gráfica. Quizás alguien no tiene el libro y no sabe lo que es. De hecho, quizás sería interesante ponerlo en la página en este punto del episodio.

Susi: Sí. Vamos a tratar de incluirlo en las redes sociales o en la página.

Mateo: Hay una línea donde está cómo pasa el tiempo. Hay una línea, una flecha, de autoridad, y al inicio hay mucha autoridad, pero va bajando. Luego hay una flecha que es influencia, y como pasa el tiempo, va incrementándose esa flecha. Va hacia arriba.

El punto que menciona el autor es que cada uno de nosotros tenemos autoridad. Con autoridad, lo que él está resaltando en este momento es aquello que podemos lograr porque tenemos más poder que nuestros hijos. Somos más grandes, más fuertes. Los podemos físicamente obligar a hacer ciertas cosas.

Pero obligar a nuestros hijos a hacer ciertas cosas no es la meta que tenemos para nuestra vida. Cuando son pequeños los tenemos que obligar a hacer ciertas cosas, como no cruzar la calle. Tenemos que exigir…

Susi: Que coman ¡para que no mueran!

Mateo: Sí, o se vayan a la cama a dormir. Pero conforme pasa el tiempo queremos que ellos empiecen a hacer esto más por iniciativa propia y no por una obligación forzosa, sino que nosotros les damos la instrucción y ellos lo hacen de manera obediente y voluntaria.

La influencia es, según lo que dice Ted Tripp, la buena voluntad del hijo de colocarse a sí mismo bajo mi autoridad porque tiene confianza en mí. Es lo que resalta. Creo que todos como padres quisiéramos eso para nuestros hijos: que su sumisión sea voluntaria, que no sea porque solamente temen el castigo físico que les puedo dar.

Conforme va creciendo el niño, lo que les estamos obligando a hacer va a disminuir, y lo que van a hacer porque nos aman y confían en nosotros y quieren seguir nuestras instrucciones, eso va a ir incrementándose. Son flechas que van en dirección inversa. Cuanto más pasa el tiempo, menos autoridad ejercemos como obligación y más influencia tenemos en sus vidas porque quieren agradarnos, porque han aprendido la sumisión.

Esto es un punto muy importante, porque el día de hoy los padres no quieren obligar a sus hijos a obedecer. Muchos padres no quieren exigir la sumisión. Y lo curioso de eso es que impide que realmente tengamos influencia en la vida de nuestros hijos. Algunos padres piensan: “No quiero ser su autoridad, pero quiero tener mucha influencia en su vida”.

Curiosamente, la influencia comienza con la autoridad, porque la autoridad enseña a mi hijo. Cuando yo le enseño a obedecer mi autoridad, le enseño los beneficios de someterse a mi autoridad y le inculco esa buena voluntad de someterse a mí. Pero ¿qué pasa si nunca aprende a someterse? Nunca aprende a someterse a sus padres, a otras autoridades en su vida. No aprende a someterse a Dios.

Porque es rebelde. La Biblia nos dice que nacemos rebeldes, con la necedad ligada a nuestro corazón. La naturaleza del niño es pelear, resistir, rechazar la instrucción. Si nunca se quebranta ese aspecto de su voluntad pecaminosa, nunca vamos a poder tener influencia en la vida de nuestros hijos.

Otra cosa que estaba pensando es que aún los padres que rehúsan obligar a sus hijos a hacer algo en cuanto a castigo físico (“No, no; eso es abuso. Yo no les voy a castigar físicamente), realmente están usando otras formas de autoridad. Porque la autoridad no es solamente física. No es un diferencial de poder físico solamente. Puede ser un diferencial de poder económico, emocional, social, mental incluso.

¿Qué hace un padre que no quiere disciplinar a sus hijos y que está usando quizás algunas formas que nos recomienda la psicología? Está usando su diferencial mental, por ejemplo, para argumentar con su hijo y convencerle a hacer algo que el papá quiere y el hijo no quiere hacer. Nos enseñan el día de hoy muchos estilos de crianza, de hacer que el niño quiera hacerlo, de convencerlo.

Susi: Convencerlo, sí, “para que le nazca de él”.

Mateo: Exacto. Que nunca obliguemos al niño a hacer algo que él no quiere, sino que él debe querer hacerlo. Entonces usamos nuestro poder emocional sobre el niño para manipularle emocionalmente, o nuestro mayor conocimiento para mentirle, pero él no sabe que le estamos mintiendo.

O podemos usar nuestro poderío económico para comprarle un juego o un Xbox, o algo así, y decirle: “Mira, si tú haces esto, yo te doy este premio; yo te compro esto”. Esa es nuestra autoridad económica sobre el niño. Finalmente terminamos realmente usando formas de poder. El problema es que estos niños nunca aprenden realmente a someterse y a obedecer. Y perdemos la influencia.

Susi: A negarse a sí mismo y decir: “Yo quiero hacer esto, pero como mi autoridad me exige esto, lo voy a hacer”. Les convenzo intelectualmente, o les compro con las cosas, o les manipulo con el temor, o les manipulo con las emociones. “¿Qué van a decir de ti?” O: “A mí me duele mucho cuando haces eso». Uso todas esas formas. No estoy nunca obligando al niño a enfrentarse a su rebeldía, a su rechazo de la autoridad.

Mateo: Y a enfrentar los deseos que tiene que no son correctos y negarse esos deseos. Esa es la autoabnegación, y curiosamente no podemos madurar si no aprendemos a negarnos a nosotros mismos.

Esto es donde es una contradicción tan grande, porque nuestra cultura, ¿qué nos está diciendo? “Nunca te niegues a ti mismo. Siempre haz lo que tú quieras, incluso en el trabajo; tu trabajo tiene que ser tu pasión y si no te apasiona, entonces no lo debes de hacer”.

Susi: “Déjalo, busca otro”.

Mateo: “Busca algo que te apasione”. Porque pensamos que nunca deberíamos de hacer cosas que no nos gustan a nosotros mismos. Pero no puedes madurar ni en la vida real, y mucho menos en la vida espiritual. No quiero decir que la vida espiritual no es real. Pero en el mundo material en que nosotros vivimos, en el mundo allá afuera, si tú no quieres ir al trabajo, y no vas al trabajo, bueno, finalmente te van a despedir. No vas a tener trabajo.

Susi: No tienes ingresos.

Mateo: Exacto, entonces tienes que aprender a ir al trabajo, aunque no quieras ir al trabajo. Pero en la vida espiritual pasa lo mismo. Cristo nos dice que si el grano de trigo no cae a la tierra y muere, no puede dar fruto. No puede haber crecimiento ni madurez en nuestra vida.

Muchos padres que están usando estas formas alternativas de manipular a sus hijos y convencerles hacer lo que ellos quieren, están intentando que el niño haga lo que el padre quiere, pero que el niño nunca tenga que hacerlo aunque no quiera.

Nunca aprende a negarse a sí mismo y a obedecer porque debe de hacerlo, porque su autoridad se lo dice y sabe que su autoridad tiene mayor conocimiento, es más sabio. Y que su autoridad lo ama y que, aunque él no lo entienda, y aunque él no lo quiera hacer realmente, aprende a decirse no a sí mismo y decir sí a su autoridad. Y hacerlo de una manera voluntaria y dispuesta, con buena actitud. ¿Cuántos niños están aprendiendo eso el día de hoy en muchos hogares, la mayoría de los hogares, el día de hoy?

Susi: Creo que son pocos. Obviamente nuestra oración es que vaya creciendo ese número de hogares, donde padres valientes puedan calcular el costo, como dice el autor en este capítulo, y aceptar el modelo bíblico de la autoridad y la influencia.

Yo pensaba cuando estábamos preparando este episodio: Dios así nos cría a nosotros. Y la influencia que Dios tiene en nuestras vidas, podríamos decir, Él tiene más influencia por su Palabra mientras más sumisos son nuestros corazones a él.

Mateo: Cuanta más disposición voluntaria hay, sí.

Susi: Exacto. Cada vez que yo me acerco a su Palabra, o a una predicación, o a una enseñanza acerca de Dios, y mi corazón es más abierto, más sumiso, más entregado a su voluntad para mí, ahí es cuando yo crezco y cuando experimento la influencia que Dios, que el reino de Dios, tiene sobre mi vida.

Como padres queremos preparar a nuestros hijos. Somos los representantes de Dios. Hemos hablado mucho de eso, ¿no? Cuando exigimos sumisión desde pequeños (es lo ideal, obviamente), nuestra influencia sobre ellos, una influencia sana y piadosa, va a ir creciendo y su lucha con la autoridad va a ir disminuyendo, porque crecen en un ambiente donde confían en su autoridad.

Su autoridad se ha mostrado confiable; su autoridad no le miente, no le manipula, le dice las cosas como son, le exige obediencia. Pero también provee, protege, muestra amor. Todo ese ambiente que se crea en el hogar es ideal para que un niño tenga que negarse a sí mismo, someterse y experimentar la influencia piadosa de su autoridad.

Mateo: Si queremos tener influencia en la vida de nuestros hijos, tenemos que hacer esto: tenemos que enseñarles a someterse a nuestra autoridad. Finalmente, eso les va a llevar a someterse a la autoridad de Dios también y otras autoridades en su vida.

Les va también a llevar a permitir que sus autoridades tengan la influencia correcta. No una influencia desmedida, no un control absoluto de ellos. Pero han llegado a ser adultos, adolescentes primero, y luego adultos que aman a otras personas, sirven a otras personas, se sacrifican por otras personas y también obedecen a Dios.

En la Palabra de Dios encontramos que parte de la esencia del amor es el sacrificio. Tú te niegas a ti mismo por darle a otras personas lo que ellos necesitan. Te sacrificas y les sirves. Quizás no hay beneficio personal, pero el amor te permite hacer eso.

¿Y dónde comienza? Comienza con la abnegación. Yo pienso en padres que están escuchando, y yo les quiero rogar que no se crean la mentira de que tú tienes que permitir que tu hijo haga siempre lo que él quiera y que debes de siempre convencerle hacer las cosas que tú sabes que son buenas, pero él sólo las debe hacer si él está convencido de hacerlas.

Eso es egoísmo. Eso es interés personal, y vas a crear una persona que nunca ha aprendido la abnegación y que nunca, por tanto, puede ser un adolescente y un adulto maduro. Porque parte de la madurez es la abnegación.

No existe la madurez sin la abnegación. Y tenemos que aprender eso. Cuando obligamos a nuestros hijos a aprender la obediencia, nos permite tener una influencia correcta en la vida de nuestros hijos conforme van pasando los años.

Susi: Es un gran reto. Es una gran bendición que el Señor nos está proveyendo en su Palabra y en los recursos que también necesitamos.

Quizás podemos hablar por unos momentos de cómo se ve esto en las diferentes etapas, porque a veces es fácil hablar en teoría. Yo pienso que alguien puede estar escuchando… “Ah sí, yo quiero eso”. Pero tiene un hijo de 3 años, y tiene otro de 8, y tiene uno de 12 y dice: “Pero es que esto ¿cómo es? ¿Cómo podemos evitar poner obstáculos? y ¿cómo podemos procurar que mientras vayan creciendo, esas conversaciones que tengamos con ellos, vaya aumentando la influencia, y mientras ellos responden en buena voluntad puede ir disminuyendo ese tipo de autoridad que es absoluta, es abrupta?”

Pensando en niños muy pequeños, creo que aquí es donde debemos empezar. Obviamente pueden estar escuchando algunos padres que ya tienen hijos más grandes, y está bien. Empezamos donde estamos, pero si tú todavía tienes hijos muy pequeños o estás esperando tener hijos, lo ideal es empezar desde muy pequeño (lo hemos dicho anteriormente aquí en el podcast, muchas veces) exigiendo obediencia. Exigiendo obediencia absoluta, pero sin ira, sin dureza, con ternura y con amor.

Mateo: Y va a haber comunicación también con los hijos. Por supuesto que va a ser una comunicación más simple, más al nivel del hijo. Las explicaciones tienen que ser simples; las razones tienen que ser más simples, pero el niño sí puede entender ciertas cosas. En ese momento va a haber quizás más cantidad de autoridad, por decir así.

Susi: Sí, definitivamente.

Mateo: Y menos comunicación con nuestros hijos, porque simplemente no tienen la comprensión todavía. Vamos a exigir aquellas cosas que sabemos que pueden entender y que pueden obedecer.

Susi: Yo animaría en particular a las mamás. Yo veo mucho el hábito con niños muy pequeños de dar explicación, y luego decir: “¿Sí? ¿Estamos de acuerdo? ¿Sí?” Esperan a que el niño diga: “Sí, mami, sí”. El problema es que a veces ese niño puede crecer pensando que él tiene que estar de acuerdo.

A veces deberíamos de dar explicaciones claras, y podemos ver si entendió, preguntar si entendió, pero no dar la impresión al niño que él tiene que estar de acuerdo. Eso es algo muy común hoy en día. “Quiero que mi hijo se sienta parte del equipo, que estamos en esto juntos y estamos todos de acuerdo”. Tu hijo también necesita aprender a obedecer cuando con todo su corazón no está de acuerdo. Esa es la meta.

Mateo: Sí. Incluso más adelante, aun cuando no entiendan el por qué. Cuando son chiquitos es un poquito más fácil para nosotros como padres decir: “Mira, no lo entiendes todavía, pero tienes que obedecer”. Más grandes, cuando son mayores…

Susi: Cuando sí empiezan a entender.

Mateo: Van a haber situaciones donde les vamos a explicar todo lo que nosotros pensamos acerca de este tema, y todavía no van a estar de acuerdo. No lo van a comprender. Aun así, tenemos que a veces decir: “Así es. Tienes que obedecer”. Dios hace eso con nosotros. Nosotros no comprendemos todo lo que Dios nos dice en su Palabra, pero tenemos que obedecerle.

Susi: Una vez alguien me dijo: “Es que nunca debes hacer algo que no entiendes y nunca debes exigirle algo a tu hijo, si no lo entiende”. Pero no estoy de acuerdo. Eso es una idea de la psicología, pero no es una idea bíblica.

Mateo: Así es, sí.

Susi: Cuando van creciendo, y ahora sí hablan bien y entienden bien, obviamente no todo, pero ya son conversaciones normales que puedes tener con ellos, debemos empezar a tomar un poco más tiempo, no solamente para explicarle cosas, pero para indagar en su corazón, preguntarle, hacerle preguntas para entender qué está pasando en su corazón.

Porque cuando están muy chiquitos no es posible que expresen mucho, pero mientras crezcan, nuestros hijos deben saber que nos interesa saber qué están pensando y qué están sintiendo. Podemos corregir así más fácilmente ideas erróneas. También podemos estarles mostrando que nos importa lo que ellos piensan aún y cuando no están de acuerdo con nosotros.

Mateo: A mí me encantó cuando nuestros hijos empezaron a crecer un poquito y podíamos tener este tipo de conversaciones.

Susi: Sí, yo recuerdo que decías: “¡Ay! ¡Me gusta cuando ya lleguen al punto de poder hablar con ellos!”

Mateo: Quizás porque estamos en un contexto universitario y me muevo más en ese ambiente, tener niños pequeños a veces era muy frustrante para mí porque ¡quería hablar más con ellos! En esta etapa de quizás de los años de primaria, las conversaciones van a ir aumentando, la cantidad de conversación.

Todavía hay mucha autoridad, pero también hay más comunicación con ellos. Podemos empezar a tener esa clase de conversaciones que mencionábamos hace un momento de estar evaluando el corazón y de estar explicando la obra de Dios y el evangelio para ellos, a nivel que ellos puedan entender, pero hablarles mucho más en estos aspectos.

Ya estamos, en cierta manera, moldeando su cosmovisión, su comprensión del mundo, su conocimiento de la Palabra de Dios. Todo eso nos está preparando para una siguiente etapa donde no va a haber tanta imposición y tanta autoridad. Va decreciendo ese aspecto y va a haber todavía más comunicación.

Susi: De hecho, yo creo que en los años de primaria podemos aprovechar oportunidades donde sí les podemos permitir quizás tomar ciertas decisiones. Pero lo hacemos con intencionalidad, aconsejándoles lo que pensamos después de escucharle. O después que otra persona les dio un consejo y queremos ayudarles a evaluar ese consejo, y luego dar nuestro consejo. Pero no exigir cuando no es algo del bien y del mal.

Podemos irles entrenando a quién escuchar, cómo escuchar a otros, qué influencias permitir en su vida, aparte de nosotros, y prepararles para esa etapa donde deben tomar nuestro consejo, normalmente. Quizás no siempre lo van a hacer, pero preparar nuestra relación con ellos para poder continuar en una buena relación aún y cuando no siempre van a tomar todos nuestros consejos.

Mateo: Son esas dos flechas que suben y bajan. Está bajando la autoridad y está subiendo la influencia. Eso pasa con la exigencia y la comunicación.

Susi: Sí, exacto. Podemos prepararnos para esa etapa. Luego llega la etapa de la adolescencia. Y nada más quiero comentar rápido que si recién estás llegando a una crianza de comunicación bíblica y tus hijos ya son adolescentes, obviamente va a ser muy diferente lo que tú puedes lograr y hacer a que si vienes desde pequeño preparándolos para este tipo de relación.

Aun así, es tratarlos con el respeto. Son casi adultos. Si tienen 15, 16, 17 años, ya son prácticamente acercándose a ser adultos. Respetar su persona y sus opiniones, pero no dejar de ser la autoridad que nos corresponde.

Mateo: Sí, todavía somos autoridad. Pero sí les estamos dando cada vez más libertad y más capacidad de tomar decisiones en ese contexto. A mí me impactó también, para terminar, como dice que para tener esta vida de comunicación, sólo hay una forma de lograrlo.

Cito del libro página 103: “Mientras tengas hijos en casa, debes considerar la crianza como una de tus tareas más importantes. Este es tu llamado: criar a tus hijos en el temor y la amonestación del Señor, y no puedes hacer eso sin dedicarte a una vida de comunicación sensible, en la cual ayudes a tus hijos a comprender la vida y el mundo de Dios. Nada es más importante”.

Es un párrafo impactante. Me trajo convicción a mi corazón de áreas que yo necesito mejorar, y creo que es un buen llamado para nosotros como padres.

Susi: Amén. Está muy evidente que esto sí es una vida de sacrificio, pero que vale la pena pagar el precio. Te animo a que leas el capítulo si aún no lo haces: el capítulo 10. Quizás en la guía de estudio gratuita que puedes bajar de la página puedes hacer el capítulo 8, que corresponde a este episodio y a este capítulo.

Que Dios te ayude esta semana a poner delante de él tus faltas, en lo que has fallado, en lo que has fracasado, a pedir su perdón y su ayuda, y que puedas ser papá o mamá que tiene una vida de comunicación en su hogar. Que Dios te bendiga.

Compartir:

Autores

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

Publicaciones relacionadas