Ep 152: La adoración de la maternidad

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February 13, 2024

Sabemos que hemos sido llamados a adorar a Dios con todo el corazón. Pero ¿alguna vez te habías preguntado cómo luce la adoración a Dios en la maternidad? Hay dos madres bíblicas que nos ayudan a tener una mejor idea de lo que implica ser adoradoras verdaderas, una de ellas por las trágicas consecuencias de su idolatría, y la otra por los hermosos resultados de su adoración sincera. Acompáñanos a contemplar la adoración en el matrimonio.

Transcripción: 

Aquí en Crianza Reverente esta temporada estamos contemplando el hermoso plan del Creador al establecer la existencia de la maternidad, preservarla a pesar del pecado, y usarla en ese plan de redención que nos extiende gracia a las madres y nos capacita para ser canales de gracia y vida a las demás.  

Al estar viendo en los dos episodios previos a este la historia de la maternidad, llegamos a ciertas conclusiones que sirven como una base para comprender y vivir una maternidad que glorifica a Dios.

Primero, Dios tiene autoridad y preeminencia sobre la maternidad porque es Creador, diseñador, y sustentador de vida. Por ende, también creemos que la definición de Dios de la maternidad es la única válida. Luego, dijimos que todo se trata de Dios, gira alrededor de Él y su plan, del cual nos hace partícipes privilegiadas sin merecerlo.

Estas son verdades que tenemos que creer como hijas de Dios quienes hemos sido redimidas por la sangre de la Simiente prometida, Cristo, el mismo hijo de Dios que bajó del cielo, no contando el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse. Sí, tengo que creer estas verdades, pero no se puede quedar ahí. Estas verdades deben producir algo en mi corazón y en mis acciones.

¿Recuerdas que hablamos de cabeza-corazón-conducta? O ¿creencias, adoración y acciones? Dijimos que así sucede un cambio verdadero en una persona.

Conozco de cerca este proceso porque lo he vivido en mi maternidad. Dios me mostró cuando mis 3 hijos estaban pequeños que yo “creía” que tenía que lograr algo “productivo” (según mi definición de la productividad), y eso resultaba en descontentamiento en mi corazón con el hecho de pasar la mayor parte del día poniendo orden a desorden que solo se iba a volver a desordenar en un instante. Mi corazón estaba valorando o persiguiendo una meta basada en una creencia incorrecta. Y eso llevaba a acciones y actitudes incorrectas. Era un ciclo vicioso frustrante para mí.

Al estar luchando con este descontentamiento y orando al Señor, me quedé con la pregunta en mi mente:

¿Qué es lo que Dios quiere de mí realmente? ¿Tengo una idea acertada de la maternidad y su valor?

Cuando pensé en esa pregunta “¿qué es lo que Dios realmente quiere de mí?”, vino a mi mente una conversación que Jesús tuvo con algunas personas que supuestamente eran muy piadosas. Ellos le preguntaron a Jesús: ¿Cuál es el mandamiento más grande? En esencia están preguntando: ¿Qué es lo que Dios más quiere de nosotros? En Mateo 22 leemos sobre esa conversación. Ellos obedecían y conocían la ley a la perfección (según ellos). Exageraban en sus intentos de cumplir la ley. Querían que Jesús les dijera cuál es el mandamiento más importante, o para sentirse bien acerca de si mismo, o para poder acusarle y sentirse superiores a Él. Estoy segura que la respuesta que recibieron no fue la que esperaban. Igual, para mí, no fue la respuesta que yo me imaginaba en medio del ajetreo de criar niños pequeños.

Mat. 22:37-38 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.

Jesús les está citando un pasaje de la ley que ellos conocían: Deuteronomio 6. Ahora, si te gustaría escuchar sobre cómo Deuteronomio 6 impacta la crianza, si te gustaría desempacar estos versículos más, puedes escuchar los episodios 23 al 25 de Crianza Reverente. El punto aquí es notar que Jesús mantiene, en cierto sentido, la misma prioridad que Dios siempre tuvo para sus hijos.  

Deuteronomio 6:5 dice así: Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Si consideramos el contexto, el vers. anterior, el 4, dice así: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Esa frase “jehová uno es” es una verdad que ellos tenían que creer primero. Jehová es el único Dios. Y en base a esa verdad, ¿el corazón responde cómo? Amando a Dios con todo mi corazón.

Y entonces, si seguimos, los versículos 6 al 9 son los famosos versículos sobre el hecho de que los padres deben repetir la Palabra de Dios en toda situación de la vida porque tienen esa Palabra sobre su corazón. Estos padres que creen la verdad acerca de Dios responden en adoración genuina amando a Dios con todo su corazón, y sus acciones reflejan esa verdad y esa adoración. La obediencia es el resultado.

Si siguiéramos leyendo encontraríamos la advertencia que viene mas adelante en el pasaje sobre cuidar de no olvidarse de Jehová e ir en pos de dioses ajenos a su alrededor. Porque ¿cuál es el peligro constante que nuestras mentes y corazones enfrentan? Que dejemos de creer realmente que Dios es el único Dios, el Único que merece adoración, y entonces nuestros corazones corren tras otros dioses.

Dios nos creó como adoradores. Esto lo hemos hablado repetidas veces aquí en el podcast. Jesús vino porque Dios buscaba restaurar a sus criaturas a ser sus adoradores en verdad, para darles un corazón nuevo. Por eso Jesús dice que este sigue siendo el mandamiento más importante.

¿Cómo se les llamaban a los dioses que las personas adoraban que no eran el verdadero Dios? Ídolos. Objetos de adoración alternos a Dios. Normalmente pensamos en ídolos son cosas fuera de nosotras. Pero la idolatría tiene todo que ver con amor, tiene que ver con lo de que das valor.

Hay 2 historias de mujeres en el Antiguo Testamento que son historias similares pero contrastantes, y quiero que las consideremos juntas porque nos ayudarán a entender mejor cómo funcionan nuestros corazones. Estas dos mujeres tenían un gran deseo en común.

La primera se encuentra en Génesis, y ella se llama Raquel. Su historia comienza en Génesis 29 y termina en capítulo 35. Probablemente conoces la historia de Raquel, pero repasaremos algunos detalles. Aunque parece un poco fuera de orden, primero quiero señalarte algo interesante que aparece en el cap. 31.

Recuerda que Raquel y su hermana Leah están casadas con el mismo hombre, Jacob, quien trabaja para su suegro Labán. Después de años ahí Jacob decide que es tiempo de regresar a su tierra, y se quiere ir de manera apresurada y secreta sin que Labán se entere. Comenzamos leyendo en vs.

17 Entonces se levantó Jacob, y subió sus hijos y sus mujeres sobre los camellos, 18 y puso en camino todo su ganado, y todo cuanto había adquirido, el ganado de su ganancia que había obtenido en Padan-aram, para volverse a Isaac su padre en la tierra de Canaán. 19 Pero Labán había ido a trasquilar sus ovejas; y Raquel hurtó los ídolos de su padre.

¿Qué? Jacob es el nieto de Abraham. Y Raquel, su esposa, es la primera persona que se menciona en la Biblia con ídolos. Pudiéramos decir que fue la primera idólatra, aunque evidentemente lo aprendió de su padre.

Ahora vayamos a Génesis 29. Aquí tenemos la narración de Jacob, su escape de su hermano Esaú después de que Jacob le “roba”, por decir, la bendición patriarcal de su padre Isaac, engañando a su padre ciego. Su madre Rebeca le insta a salir de ahí e ir a las tierras donde ella creció, y a buscar a su familia, y resguardarse ahí por un tiempo. Jacob llega, y en una escena muy parecida a la que vivió su madre Rebeca cuando el siervo de Abraham fue a buscarla, Jacob conoce a Raquel su prima, hija de Labán su tío.

La familia lo recibe con gozo, y su tío le pregunta cuál sería su salario. El pasaje dice que Raquel era de lindo semblante y hermoso parecer, pero su hermana no era tan bonita. Jacob la amó tanto que trabajó siete años por ella (no tenía cómo pagar dote) y le parecieron como pocos días. Luego su tío le engañó y trabajó siete más sin parpadear porque la amaba tanto.

Esta es la situación actual de Raquel. Hermosa, con un esposo completamente enamorado de ella. Es evidente en estos pasajes que la familia no sufría económicamente. Pero Raquel quería algo más. Está casada con el mismo hombre que su hermana, su hermana Leah tiene hijos, pero Raquel era estéril.

Entonces llegamos a Gen. 30:1 Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero.  “Dame hijos o si no, me muero”. ¿Qué conocemos acerca de las creencias de Raquel en este corto versículo? ¿Quién cree ella que controla la vida? Sabemos por la respuesta de Jacob: “Soy yo acaso Dios que te impidió el fruto de tu vientre?” ¿Y qué aprendemos sobre su corazón en estos versículos? ¿Qué motivación impulsa su deseo desesperado de tener hijos? Su envidia de su hermana. No deseaba tener un hijo porque cree que es un buen don de parte de Dios.

¿Y cuál es el peso que ella le está dando a este deseo? ¿Cuál es el objeto de su confianza? Los ídolos toman un lugar como de un dios, porque llegan a ser objetos de nuestra confianza. “Dame eso o me muero”. Puede parecer un simple deseo, pero la idolatría siempre comienza con un deseo.

Y la idolatría (la adoración mal dirigida) sigue incluso después de cumplirse el deseo, porque el deseo cumplido no satisface. En Génesis 30:24, leemos que Dios le dio un hijo a Raquel, y dice que le puso por nombre José, diciendo “añádame Jehová otro hijo” (Gen. 30:24). ¡Apenas había nacido uno y ya pedía otro! Es una gran mentira del enemigo que si “solo consigo esto” seré feliz.

Antes de llegar a robarle los ídolos a su papá, vemos aquí que ya es idólatra Raquel. Su deseo de tener hijos como su hermana Leah llegó a ser lo más importante en su vida.  Era algo que ella creía que necesitaba, y así se hizo su dios. 

La idolatría, o la adoración mal dirigida, resulta eventualmente en pecados habituados y extremos (Gen 31:17-20, 30-32) Robó a su papá, engañó a su esposo, puso a su familia en peligro. ¡Qué ironía! Pero la ironía más trágica en la vida de Raquel la vemos al final de su vida. En Génesis 35, leemos sobre cómo termina la vida de Raquel. Cuando Dios le dio su segundo hijo, muere en tristeza—Benoni (hijo de mis lágrimas o mi dolor). Lo que Raquel creía que le traería más gozo, le trajo la muerte.  La que dijo “Dame un hijo o me muero,” murió dando a luz a su hijo. La adoración mal dirigida lleva a la muerte.

¿Saben lo que más me asusta de esta historia de Raquel? ¡Su deseo fue un buen y natural deseo! Desear y esperar tener hijos después de casarse es normal y natural. Es posible, de hecho, PROBABLE, que la mayoría de nuestra adoración a ídolos comience simplemente con un deseo que no es malo en sí.   

Un ídolo es cualquier cosa que tú miras y digas, “Si tengo eso entonces mi vida tendrá significado.” La palabra que describe la relación que tienes así con algo o alguien es “adoración”. Para Raquel, el tener hijos llegó a ser el objeto de su adoración, motivada por envidia, y llevándola a comportamientos extremos y dañinos.

Pero ahora consideremos a otra mujer en el AT que también deseaba tener un hijo. Que también compartía la casa con otra esposa que era muy fértil. Quien también tenía un esposo que la amaba y le daba trato preferencial. Leemos de ella en 1 de Samuel 1, y se llama Ana. Seguramente has escuchado también historia. La voy a leer y

Busca 1 Samuel 1 conmigo. Leo del 1 al 8.

Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. 2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. 3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. 4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. 5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. 6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. 7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. 8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?

Wow. ¿Ves los paralelos a la situación de Raquel? Tiene rival, su esposo la prefería a ella. Pero ¿cómo responde Ana a su dilema, a su deseo no concedido, a su desesperación? Seguimos leyendo:

9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, 10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. 11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.

¿Cuáles diferencias vemos entre Ana y Raquel que nos pueden ayudar con nuestros propios corazones?

Creencias: ¿quién puede darle un hijo? Jehová de los ejércitos. Señor todopoderoso. Esta es la primera vez (vs. 3 primero, y luego aquí) que aparece este nombre de Jehová en la Biblia. ¿Qué está revelando Ana sobre sus creencias? Reconoce la fuente de vida y el poder que Él tiene. Y ¿qué tal su creencia sobre su esposo y el lugar que su esposo tiene en su vida? Compara esto con la perspectiva de Raquel cuando le exige a su esposo que le dé un hijo. Ana entiende sus propias limitaciones y las de su esposo y acude a quien realmente tiene el poder para ayudarle.

¿Cuál es la inclinación de su corazón como resultado de su perspectiva de Dios? ¿Qué intención tiene Ana en cuanto a sus acciones después de que Dios le dé un hijo? (lo dedicaré a Jehová, no pasará navaja) ¿Qué revela eso sobre la motivación que tiene por pedir un hijo? No lo pide para darle posición en su casa, para competir con la otra esposa, etc. Lo pide para poder adorar a Dios ofreciendo la vida de su hijo en servicio a Él. Creo que Ana entiende la historia de la maternidad, ¿no? Ella sabe que experimentar la maternidad significa participar en expandir el reino de Jehová y tener más y más adoradores de Él para su gloria. Ana quiere participar en ese plan. Ahí está la diferencia en la adoración del corazón de Ana con la de Raquel.

El deseo de ambas mujeres es el mismo: un hijo. Un deseo natural, bueno en su esencia. Conociendo nuestro diseño como lo hemos venido aprendiendo en esta serie, nos preocuparíamos si una mujer se casa y no tiene deseo de tener hijos. Es parte de nuestro diseño, y el no desear hijos sería un efecto de la caída, quizá de trauma porque alguien pecó en contra de ella, o por deseos desequilibrados porque somos pecadoras. El mero deseo no es el problema.

Raquel permite que su envidia tergiverse un deseo natural y bueno. Su motivación no se centra en la gloria de Dios, en formar una familia que honre a Jehová, en traer al mundo la Simiente prometida. Sus deseos son para autopromoción, para competir con su hermana para las atenciones de su esposo, aunque ella ya era la que recibía atención preferencial. Para Raquel, la maternidad se trataba de ella.

En el corazón de Ana vemos algo diferente. Si leemos los siguientes versículos, vemos un deseo tan fuerte que el sacerdote cree que está borracha.

12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. 13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. 14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. 15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. 16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. 17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. 18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.

El deseo de Ana casi la consumía, pero ella sabía a quién recurrir, y lo hace de todo corazón. Creo que la respuesta de Ana después de conversar con Elí también es muy reveladora sobre el estado de la mente y el corazón de Ana. Abre su corazón con el sacerdote, y le cree al sacerdote, quien es el representante de Dios para ella. Su respuesta es impresionante. Lo que describe el versículo 18 es una mujer recuperada de su depresión. Comió y no estuvo más triste. El punto es que su corazón sigue confiado en Jehová, y se ve esa confianza en sus acciones externas.

19 Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella. 20 Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová.

Mira lo que aprendemos solamente en la diferencia de los nombres. Raquel demuestra su idolatría y falta de satisfacción en el nombre que le puso a su hijo. Ana demuestra la fuente de su fe y de su satisfacción.

21 Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. 22 Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre. 23 Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crio a su hijo hasta que lo destetó. 24 Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. 25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. 26 Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. 27 Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. 28 Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová.

Y adoró allí a Jehová.

Ana fue una adoradora de Jehová. Y en parte lo sabemos porque al recibir de Jehová lo pedido, lo volvió a entregar a Él para su gloria. Entendió el privilegio que es la maternidad al participar en avanzar el reino de Dios un corazón a la vez. No se trataba de ella. Se trataba de Dios. Acaba de dejar su único hijo y adora a Jehová.

El siguiente capítulo nos abre una ventana a la mente y corazón de Ana. Fue una mujer que conocía la verdad acerca de Dios, y respondía en adoración genuina. ¿Cómo pudo llegar y entregar a su niño al servicio de tiempo completo al Señor? Solamente porque Dios era más grande en su corazón que cualquier otra cosa. Tener hijos se trataba de la gloria de Dios. No tener hijos le pesaba porque ella quería participar en el plan de Dios según su diseño. Esto es lo que debe motivar nuestra maternidad, y nuestra vida. Quiero animarte a tomar un tiempo el día de hoy para leer toda su oración en 1 Samuel 2:1-10, e intenta identificar las creencias que Ana tenía que luego produjeron tal adoración en su corazón, y obediencia en su vida. Voy a leer algunos de los versículos de esta oración de Ana.

Y Ana oró y dijo:

Mi corazón se regocija en Jehová, (adoración genuina)

Mi poder se exalta en Jehová; (el verdadero empoderamiento de la mujer aquí está)

Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,

Por cuanto me alegré en tu salvación. (deleite al repasar verdad)

2 No hay santo como Jehová;

Porque no hay ninguno fuera de ti,

Y no hay refugio como el Dios nuestro. (creencias sobre el carácter de Dios)

3 No multipliquéis palabras de grandeza y altanería;

Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; (actitudes y palabras cambian al ver a Dios)

Porque el Dios de todo saber es Jehová,

Y a él toca el pesar las acciones.

4 Los arcos de los fuertes fueron quebrados,

Y los débiles se ciñeron de poder.

5 Los saciados se alquilaron por pan,

Y los hambrientos dejaron de tener hambre;

Hasta la estéril ha dado a luz siete,

Y la que tenía muchos hijos languidece.

6 Jehová mata, y él da vida;

Él hace descender al Seol, y hace subir.

7 Jehová empobrece, y él enriquece;

Abate, y enaltece.

8 Él levanta del polvo al pobre,

Y del muladar exalta al menesteroso,

Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.

Porque de Jehová son las columnas de la tierra,

Y él afirmó sobre ellas el mundo.

9 Él guarda los pies de sus santos,

Mas los impíos perecen en tinieblas;

Porque nadie será fuerte por su propia fuerza. (conocimiento propio acertado)

10 Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios,

Y sobre ellos tronará desde los cielos;

Jehová juzgará los confines de la tierra,

Dará poder a su Rey,

Y exaltará el poderío de su Ungido.

Ana esperaba la Simiente prometida, el Ungido, el Rey. Tenía una perspectiva acertada de Dios, su santidad y soberanía, su poder, su control de la muerte y la vida, su control sobre los gobernantes, sobre la fertilidad, su cuidado de los suyos. Y como resultado, Ana también tenía una perspectiva acertada de sí misma como débil y necesitada de Dios. Esto produjo humildad, dependencia y confianza completa en Él.

Como Ana tenía creencias acertadas, y adoración exclusiva de Dios en su corazón, sus acciones y actitudes fueron correctas. Ella pudo tomar decisiones difíciles en base a sus creencias correctas. Como los deseos de su corazón fueron informados por la verdad de quién es Dios y quién fue ella, ella pudo negarse a sí mismo y entregarse al Señor.

Las historias de Raquel y Ana son historias de dos adoradoras, creadas a imagen de Dios para ser portadoras de vida que nutren a otros, pero con una voluntad libre de escoger a quién adorar. Podemos aprender al ver sus ejemplos y los resultados de sus decisiones y la disposición de sus corazones.

Pero recordemos que solo Cristo transforma nuestros corazones. El corazón de piedra que no ha sido reemplazado con un corazón de carne no puede adorar a Dios.

Jesús fue el único ser humano que adoró exclusivamente a su Padre. Nunca su corazón se inclinó delante de los ídolos. Dio su vida sobre la cruz para que tú seas libre del dominio del pecado en tu vida y te puedas convertir en una adoradora exclusiva de Dios. Si reconoces que no tienes poder ni autoridad propia, que eres una criatura de Dios hecha con el propósito de adorarle, entenderás la desilusión que sientes cuando persigues tus propios sueños.

¿Qué quiere Dios de mí? ¿Qué quiere Dios de ti? Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón. Te creó para adorarle a Él, y hacerlo al reflejar su imagen en tu cuerpo femenino diseñado para dar y nutrir vida. Puedes adorar a Dios en tu maternidad. Ve delante de Él hoy mismo. 

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Autor

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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