Categoría: Entrenamiento

Ep 164: Crianza que entrena: cómo andar en sabiduría

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junio 11, 2024

Es imposible llegar a ser como Cristo sin escucharle y obedecerle. Este es el camino a la verdadera sabiduría y también es la evidencia de madurez cristiana. ¿Tienes un deseo de entrenar a tus hijos de una manera que los lleve a desear tanto la verdadera sabiduría en Cristo que estén dispuestos a escucharle y obedecerle sin importar el costo? ¡Hablemos de lo que la Palabra nos ofrece para hacer esto posible!

Transcripción: 

Susi: Deseamos ser transformados en la imagen de Dios. Por eso estamos en esta serie Crianza que transforma, basada en el libro Transformados en su imagen. Este libro es publicado por la Editorial Bautista Independiente, y esperamos que lo puedas conseguir. Pero como también hemos comentado, no es necesario que tengas el libro para aprovechar esta serie.

En esta serie hemos venido hablando del proceso bíblico de la transformación. Nos interesa mucho esto para nuestros hijos también. En nuestra familia cristiana queremos ver que todos estemos en el proceso de ser transformados. Parte de ese proceso es refrenar la carne y renovar la mente, y de eso hemos estado hablando.

Ahora, este episodio 164 es la segunda parte de lo que comenzamos hablando en el episodio previo. Estamos buscando sabiduría porque queremos ser como Cristo. Dijimos que el autor habla de la disciplina principal de escuchar. Esto es una parte tan importante de buscar sabiduría: escuchar—escoger escuchar a Dios y meditar, pensar como Dios. De esto hablamos en el episodio previo.

Ahora, Mateo, queremos saber cómo andar en sabiduría. La segunda disciplina principal que nos presenta el autor es la disciplina principal de hacer. Creo que todos decimos: “Todo suena muy bien, pero ¿cómo lo hago? ¿Cómo lo puedo hacer?”

Mateo: Sí, es importante, porque recuerden que Jesucristo en Mateo capítulo 7 dice que la diferencia entre el insensato y el hombre prudente o sabio no es que uno oye y el otro no. Los dos oyen. Pero el que es prudente es el que hace. El que es insensato es el que oye y no hace.

Es crítico esto para nuestra vida: si queremos la sabiduría de Dios que nos permite construir una casa sobre la roca y no sobre la arena, una casa que no va a conocer ruina y destrucción, sino que va a conocer la bendición y la permanencia que la Palabra y sabiduría de Dios nos dan, tenemos que saber hacer.

Como bien dices, este capítulo y este episodio se van a centrar en cómo podemos hacer, cómo podemos llevarlo a la práctica.

Susi: Creo que es una experiencia muy común para muchos cristianos. Escuchamos enseñanza, leemos la Biblia, todo suena muy bien, y luego miramos nuestra vida y decimos: “Pero ¿cómo? Mi vida no refleja eso”.

Muchos padres también nos preguntan. Vamos a conferencias, estamos en lugares, y los padres: “Es que me encanta todo lo que dicen, pero ¿cómo lo hago, de una manera práctica?” Así que esto es algo general en la vida cristiana, que es una gran pregunta.

Mateo: Sí. Una de las cosas que tenemos que recordar es que esto no está en nosotros. No es nuestro poder; es el Espíritu Santo. Para andar en sabiduría tenemos que andar en el Espíritu, porque solamente así podremos evitar satisfacer los deseos de la carne en nuestra vida y producir el fruto del Espíritu.

Recuerden la bolsita de té, ¿no? ¿Qué es lo que sale de nuestra bolsita de té? Las obras de la carne. Y lo que queremos es que cuando estemos en situaciones de agua caliente, situaciones de dificultad en la vida, que lo que se desprenda de nosotros sea el fruto del Espíritu. Para eso tenemos que andar en el Espíritu.

Algo que tenemos que recordar como creyentes, es que eso significa dejarnos controlar por el Espíritu, estar llenos del poder del Espíritu. Si somos sus hijos, Dios nos garantiza la presencia del Espíritu. Dios ha puesto su Espíritu en nosotros. Él mora en nosotros. Eso es verdad, y es permanente para todo creyente: su presencia. Pero no su poder. El poder viene de una persona que obedece a Dios, que escoge andar no según su carne, sino en el Espíritu.

Hemos sido llamados a obedecer al Espíritu. Hemos sido llamados a depender del Espíritu, y que él haga esa obra en nosotros. Es algo que hemos comentado desde el inicio: el agente de la transformación, dijimos en los primeros episodios, es el Espíritu Santo. Él es el que hace esa obra en nosotros. Entonces tenemos que estar llenos de él, que significa estar controlados por él.

Igual que una persona que está llena de ira es una persona controlada por el por la ira, una persona que está llena del Espíritu está controlado por el Espíritu. Eso no hace que él haga cosas locas, y que se tire por el piso, sino que hace que él sea controlado por él y produzca el fruto del Espíritu. Eso es realmente ser lleno del Espíritu Santo.

Transforma la manera en que nosotros andamos. Si no es por el Espíritu Santo, no hay esperanza, porque mi bolsita de té está llena de carne. Necesito que Dios me vaya transformando. Ahora, una de las maneras que lo hace es a través de oír la Palabra de Dios, que significa escoger darle mi atención a Dios, y luego meditar en él, que son los puntos que vimos en el episodio anterior.

Pero ahora viene: el que oye y el que hace. Bueno, ¿cómo hago? Comenzamos con el Espíritu Santo. Él tiene que hacer esa obra en nosotros.

Susi: Algo que el autor dice es que tenemos que estar “bajo la influencia de”. Y lo que hablamos, de oír, escuchar, meditar, es como decir: “Yo quiero estar bajo la influencia de esto”. Yo quiero que el Espíritu Santo sea la influencia mayor en mi vida. No es como lleno del Espíritu, porque tengo más Espíritu; tú tienes menos Espíritu, así. Es que estoy permitiendo que él sea la influencia mayor.

Creo que eso nos puede ayudar como padres, porque miramos a nuestros hijos y decimos: “Creo que es salvo, pero ¿cómo puedo saber si está lleno del Espíritu?” Bueno, ¿qué influencia tiene mayor poder en su vida? Ahí es donde podemos trabajar como padres.

Mateo: Y eso nos lleva a la subdisciplina—recuerda que cada una de estas disciplinas principales las divide en dos. La primera subdisciplina es la obediencia, porque bajo el poder del Espíritu Santo, controlados por él, ahora tenemos que tomar una decisión de actuar en obediencia a la Palabra de Dios. No basta con ser un oidor, tengo que ser un hacedor. Tengo que actuar de una manera que agrada a Dios, y es obediencia; eso es obediencia.

Pero algo que el autor destaca es la motivación, la motivación de la obediencia. ¿Por qué voy a obedecer a Dios? Porque si no tengo la motivación correcta, no voy nunca a obedecer a Dios. Si yo estoy pensando en mí y solamente en mí, voy a actuar de acuerdo a lo que me agrada a mí, a lo que es bueno para mí.

Usa la ilustración de un joven que se llama Juan, que siempre miente, y porque miente, se mete en problemas. Ahora, ¿por qué miente? Precisamente porque cree que le beneficia.

Susi: Claro. Es la razón por la que hacemos muchas, o todas las cosas, ¿no?

Mateo: Claro. Me salgo de un problema. Si yo digo que no estuve en esa situación, me evito un problema. Entonces está siendo muy egoísta. Está pensando solamente en él, en su propio bien.

¿Pero qué pasa si llega un momento donde sus mentiras le han causado muchos problemas? Él dice: “¿Sabes qué? Mentir realmente no me ahorra problemas, sino me mete en más problemas. Entonces voy a dejar de mentir para no meterme en problemas”. ¿Eso es bueno o es malo? Realmente dejar de mentir es bueno, sí, pero la motivación es incorrecta, porque ¿qué debería de motivarnos a dejar de mentir?

Susi: El carácter de Dios, la naturaleza de Dios.

Mateo: Y mi amor por él. Porque yo puedo conocer a alguien, y si no le amo, no me importa cómo él es. Pero la relación personal con Dios es la motivación principal, porque tenemos que entender que cuando nosotros violamos la ley de Dios, cuando quebrantamos la ley de Dios, quebrantamos también el corazón de Dios.

A veces tenemos la idea de: bueno, es la ley, y la ley es como…

Susi: Impersonal.

Mateo: Muy impersonal. Es un código; son esas tablas de piedras que tenía Moisés y bueno, ¿qué más da, no? Pero cuando hay una relación especial, eso nos motiva a obedecer. Incluso, piensa en lo que vimos en el episodio anterior acerca de escuchar. Si te llega un correo de despegar.com o de Mercado Libre a tu correo, quizás no vas a prestarle mucha atención. Dudo mucho que el dueño o el gerente de despegar.com está ahí pensando: oye, pero le envié un correo a Mateo y no me ha contestado. Claro que no.

Pero si mi papá me envía un correo y yo no lo leo y no le contesto, es probable que mi papá sí esté ahí sentado diciendo: “Oye, le envié un correo a Mateo y no me ha contestado”. ¿Por qué? ¿Qué es lo que cambia?

Susi: La relación.

Mateo: La relación. Porque me importa mi papá, presto atención a lo que me dice mi papá. Si me importa Dios, presto atención a lo que dice Dios, y esa es la motivación para obedecer la ley de Dios. Porque yo sé que si quebranto la ley, quebranto también su corazón. Duele su corazón. Esa motivación empieza a transformar la manera en que yo actúo.

Ahora obedezco, no por obligación, sino obedezco por amor a Dios. Dejo de mentir—Juan deja de mentir. Ahora debería dejar de mentir porque sabe que esa mentira quebranta el corazón de Dios. Es un pecado en contra de él, y la relación con Dios es tan importante que él no quiere desobedecer a su Padre, a quien ama tanto.

Susi: Y si está contemplando el carácter de Dios (Dios es verdad), también se le hace más hermosa la verdad que la mentira, porque está conociendo a Dios. Eso es parte del proceso.

Yo creo que esto es algo muy importante para la crianza, porque a veces los padres les presentamos motivaciones muy deficientes a nuestros hijos, y creemos que les va a motivar más vivir bien si entienden que no les va a ir bien si se portan así. Hay un concepto de consecuencias naturales que sí, claro, nuestros hijos se van a motivar por no sufrir las consecuencias, pero yo creo que tenemos que tener cuidado de presentar a nuestros hijos motivaciones mayores que solamente “te va a ir mal en la vida”.

Mateo: Sí, el juicio de Dios. El juicio es una realidad y debería motivarnos, pero no debería ser la motivación principal. La motivación principal es el amor a Dios, y el amor a Dios echa fuera el temor, el temor del juicio. Pero sí, siempre debemos de tener una motivación centrada en Dios y mi relación con Dios, y de mi amor por Dios, y su amor por mí. Esas son las motivaciones más importantes.

Cuando nosotros amamos a una persona, estamos dispuestos a hacer todo por esa persona, cualquier cosa. De hecho, siempre daremos lo mejor. Siempre daremos lo más grande. Incluso nos sacrificaremos y pagaremos un precio muy grande por alguien que amamos. Para lo que amamos más, siempre le vamos a dar lo mejor.

A veces pensamos: bueno, siempre hacemos lo que más nos interesa a nosotros. No. Una madre puede entrar a una casa que está en llamas porque ama la vida de sus hijos más que ama su propia vida. Ella sabe que si se mete ahí puede morir, o puede salir gravemente lastimada, pero lo hace porque ama a sus hijos y está dispuesta a sufrir eso.

Así es con Dios también. Si nosotros realmente amamos a Dios, estaremos dispuestos a exponernos al peligro, al sufrimiento. ¿Por qué? Porque le amamos a Dios más que cualquier otra cosa. Y eso es finalmente lo que motiva nuestra obediencia. Si no obedecemos, tenemos que preguntarnos qué es lo que más amamos, porque siempre le damos lo mejor a lo que amamos más.

Susi: Sí, a lo que amamos. Y eso nos puede ayudar también en la crianza: intentar detectar lo que el corazón del hijo está amando en cierta situación.

Mateo: Y lo que sus acciones revelan. Sus acciones van a revelar la realidad.

Susi: El amor de su corazón, sí.

Mateo: Exacto. Porque podemos ser muy buenos en hablar. A veces nosotros como padres así somos, y muchas veces este es el problema de nuestra crianza, más que cualquier otro. Es que hablamos ciertas cosas que suenan muy bonito y suenan muy espirituales, pero en el actuar, nuestros hijos detectan que no amamos a Dios como deberíamos de amar a Dios, y eso tiene un impacto muy, muy grande sobre ellos.

Susi: Mayor que nuestras palabras.

Mateo: Sí, porque les contagiamos el amor de nuestro corazón, mucho más de que les enseñamos formalmente los principios de la vida.

Susi: El autor habla de este muchacho, Juan, que cuando él viene a Dios, él tiene que venir a Dios con humildad. Para recibir ayuda divina, tiene que estar arrepentido y dependiente. Y esas dos cosas me llaman la atención porque a veces los padres no sabemos cómo ver si nuestros hijos realmente están creciendo, si su corazón está cambiando.

Yo creo que llamarlos al arrepentimiento, a estar sumisos, y a estar dependientes de Dios, esas son indicaciones, factores que nos pueden ayudar. Son cosas que también tenemos que modelar. Nuestros hijos necesitan ver en nosotros sumisión, arrepentimiento y dependencia.

Mateo: Sí. Hablamos entonces de cómo podemos hacer. El primer paso es la obediencia. Pero es una obediencia motivada por amor. Ese es el porqué. El cómo puedes hacer es por una obediencia motivada por un amor a Dios y en el poder del Espíritu Santo, pero luego divide esta disciplina del hacer en obediencia y perseverancia.

Susi: Sí.

Mateo: La perseverancia es escoger persistir en esa obediencia, porque otra vez somos muy buenos para comenzar, ¿no? Escuchamos algo, leemos algo. Dios nos habla e intentamos cambiar, y quizás lo hacemos por unos días, pero luego no lo hacemos a largo plazo. Para llegar a ser realmente sabios, esto tiene que hacerse parte de nuestra vida en la perseverancia.

Esto es difícil, porque como dijimos, comenzar es muy fácil, pero continuar es difícil. Es difícil porque vienen las presiones de la vida, vienen las tentaciones, vienen nuestros deseos, cambia nuestro ánimo. Pero la perseverancia, dice el autor, es la obediencia continua a Dios aún bajo presión.

Cuando hay factores que nos presionan a no obedecer a Dios, nosotros continuamos en nuestra obediencia a Dios, y perseveramos en esa clase de obediencia. Jesús es el ejemplo de esto. Nos dice en Filipenses, capítulo 2, que él se sometió a su padre. Dejó toda su gloria, tomó la forma de un ser humano y fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Susi: Eso sí es perseverancia.

Mateo: O sea, hasta qué grado, ¿no? ¿Hasta qué grado tengo que perseverar en mi obediencia a Dios? Lo que Jesucristo dijo es que “yo voy a morir antes de desobedecer a Dios”, aun cuando él mismo quizás ni quería. Hay momentos donde escuchamos a Jesucristo decir…

Susi: “Pase de mí esta copa”.

Mateo: “Pasa de mí esta copa, pero no mi voluntad, sino la tuya”. Incluso Juan, capítulo 12, dice: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre”. En su corazón había turbación, y sabía que estaba angustiado, pero ¿qué es lo que él quiere? Él quiere hacer la voluntad del Padre, al grado que está dispuesto a ir a la muerte.

Otra vez esto está diferente a nosotros, porque al primer obstáculo, al primer impedimento, tiramos la toalla: “Bueno, lo intenté, pero no pude”. Eso es ser insensato. Eso es vivir la vida de insensatez que nos va a llevar a una casa que cae, y que grande es su ruina.

Muchas veces tenemos que ver nuestra inconstancia y cómo eso se lo inculcamos a nuestros hijos también. Que a veces podemos decir: “Ay, es que es muy noble”. Pero no sabe perseverar. Tenemos que, bajo el poder del Espíritu Santo, obedecer y persistir en esa obediencia, aun cuando hay mucha presión en contra de la obediencia a Dios.

Susi: Pensaba en que realmente no sabemos si tenemos el genuino deseo de escoger el bien y obedecer a Dios hasta que venga la presión. Y no sabemos si nuestros hijos realmente están abrazando el camino de Dios hasta que venga la presión.

Como padres, muchas veces lo que más queremos es evitarles la presión, salvarles de cualquier situación negativa, y no entendemos que esa presión, esa agua caliente, está revelando lo que está ahí. Eso es una oportunidad para que nosotros volvamos a llamarlos a la verdad, a la obediencia, a la perseverancia.

Lo mismo pasa con nosotros. Nuestros hijos ven que servimos a Dios, todo bonito, hasta que las cosas se pongan difíciles. ¿Y qué decimos? “Bueno, yo quería seguir a Dios, pero mira lo que Dios me hace o me manda, o mira cómo Dios me falló”. No respondemos bien a la prueba. Mostramos que no somos perseverantes realmente, y nuestros hijos, les pasa lo mismo con ellos.

Mateo: Y esto les enseña a no negarse a sí mismos. Nuestra cultura, otra vez contracultural todo esto, porque nuestra cultura nos dice: “Nunca deberías de tener que sufrir. Nunca deberías de tener que negarte a ti mismo. Siempre deberías de poder hacer lo que tú quieres”. Nuestra cultura les predica eso.

Luego a veces nosotros como padres vivimos eso, como tú bien decías. Se pone un poquito difícil y nos echamos para atrás. Culpamos a Dios por lo que ha pasado, y decimos: “Bueno, si es así, no voy a servir a Dios”.

Pero nosotros aprendemos a ser sabios y a obedecer a Dios cuando nos negamos a nosotros mismos, cuando podemos decirnos a nosotros mismos: “No. Mira, yo no quiero ir a la iglesia. Pero Dios lo manda, y yo voy a perseverar en obedecer a Dios, aun cuando no tengo ganas. Yo no quiero leer mi Biblia, pero leo mi Biblia porque Dios dice”. Esa es la persona sabia.

A veces decimos: “No, esa es una persona hipócrita”. No, la Biblia dice que esa es parte de la madurez. Eso es parte de llegar a ser sabio: puede obedecer a Dios y perseverar en eso. ¿Por qué? Porque sus ojos están puestos en Dios. Sus ojos están puestos en hacer lo que Dios quiere.

Fue el amor de Cristo que le motiva a hacer la voluntad del Padre, aun cuando era difícil. Le costó la vida. Y será nuestro amor por el Padre que nos va a motivar a ser fieles a Dios, aun cuando nos pudiera llegar a costar la vida (para pocos). Pero sí, esa perseverancia es importantísima, motivada otra vez por nuestro amor a Dios.

Susi: Porque lo que queremos, lo que deberíamos de buscar para nuestros hijos, es una sabiduría que les va a sostener en su vida después de salir de nuestro hogar. Creo que muchas veces se nos olvida eso.

Nosotros estamos en una etapa de crianza donde de repente se nos van del hogar, por lo menos de manera temporal algunos. Uno se casa pronto, y los otros tienen planes que los van a llevar a no estar en el hogar, por lo menos por algunos meses del año. Y de repente uno se da cuenta: hay que prepararlos para andar en sabiduría, obedecer a Dios, cuando yo no esté. Creo que se nos olvida eso a los padres.

Mateo: Regresando a la ilustración de la sabiduría, como el que está el volante, ¿no? Nuestros hijos, algunos están, o han aprendido, o están aprendiendo a manejar. Cuando empiezan, estás sentado a su lado y les vas diciendo: “Oye, ten cuidado. Ese carro frena. Cambia de carril”.

Susi: ¡O quizás les vas gritando!

Mateo: También en pánico, ¿verdad? Pero la meta es que ellos sepan manejar ese vehículo sin tu presencia.

Susi: Que puedan tomar esas decisiones en el momento, decisiones sabias de qué hacer con el freno y el acelerador y el volante.

Mateo: Ajá, sin nosotros ahí para ayudarlos.

Susi: Exacto.

Mateo: Si alguien maneja un vehículo según sus ganas, va a causar un accidente. Pero si aprende los buenos principios del manejo, va a poder continuar manejando sin tener accidentes. Realmente estamos hablando de la madurez. Más adelante en este estudio de este libro vamos a hablar más de la madurez, pero uno de los principios de la madurez es la posibilidad, tener la posibilidad de auto abnegarse, de hacer lo correcto.

De hecho, el libro destaca que la evidencia más grande de la madurez y de la sabiduría en la vida cristiana es ser siervo. Eso es lo que más destacaba de Jesucristo. Lo vimos en uno de los primeros episodios. Esa cualidad de siervo era lo que el Padre destaca: “Este es mi hijo amado”. Destaca que es su siervo, y eso le ha agradado.

Cuando yo quiero saber si mi hijo está madurando espiritualmente y si realmente está llegando a ser sabio, lo que yo busco, debería buscar, es si él está siendo un siervo; si de su propia cuenta, él está pensando en otras personas, pensando en cómo servir a otras personas.

El autor destaca que en la Palabra de Dios hay dos palabras principales para siervo. Uno es dulos. Dulos se usaba para el mesero, para el que cuida la mesa en un restaurante. Ese dulos está mirando a su amo, o al cliente (en nuestra cultura), y está esperando para ver: oye, le falta algo de tomar. Le falta más comida. Está atento a las necesidades de otra persona. Está buscando cuál es su necesidad, y cómo puedo suplir esa necesidad.

Dios quiere que nosotros seamos así. Hay muchos pasajes que nos hablan de esto. Uno de los más importantes viene en Mateo, capítulo 20, versículo 25. Jesucristo llama a sus discípulos que estaban peleándose por quién sería el más grande. Y Jesucristo dice: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”.

Luego se pone a sí mismo como ejemplo: “Como el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Está hablando de diáconos. De hecho, de ahí viene la palabra diáconos. Es ese mesero. Ese que está constantemente atento a las necesidades de otras personas. Está buscando suplir esas necesidades, cualquiera que sea.

Esa es una cualidad de una persona madura y sabia en su vida cristiana. Está pensando en los demás y servir a los demás. Luego la otra palabra principal para el siervo en la Biblia es dulos: diáconos y dulos.

Susi: Diáconos y dulos. Sí.

Mateo: Creo que antes dije al revés. Pero diáconos es el mesero. Dulos es el que es sensible a la voluntad de otro; es esclavo. Esta es la palabra esclavo. La palabra esclavo es aquel que tiene que hacer lo que le dicen.

Susi: Sí, tiene que intentar discernir cuál es la voluntad de su amo y hacerlo.

Mateo: Un esclavo en el primer siglo no se levantaba por la mañana y decía: “A ver, ¿qué voy a hacer hoy? ¿Cómo voy a usar mi tiempo?” No, él tenía que hacer lo que su amo quería. Nos instruye el apóstol Pablo que nosotros deberíamos vivir así, no siendo esclavos del hombre, sino siendo esclavos de Jesucristo, sabiendo que recibiremos de Cristo la recompensa cuando nosotros nos sometemos a él como nuestro Señor.

Dice: “Siervos [dulos], obedeced a vuestros amos”. La palabra amos es la palabra señor. Más adelante dice: “Porque del Señor recibiréis la recompensa”. Mi Señor real, verdadero, no es el ser humano, sino mi Señor es Cristo. Yo obedezco a Cristo, hago su voluntad, porque quiero que él me dé la recompensa. Esto es la evidencia de una persona que realmente es sabia, de una persona que es realmente madura en su vida cristiana.

Otra vez, chocamos con lo que nuestra cultura nos dice, porque nuestra cultura nos dice: “Tú no sirvas a nadie. Tú no dejes que nadie pase por encima de ti. Tú solo piensa en ti mismo. Tú busca lo que es mejor para ti”.

Dios nos dice: no. Esa no es la madurez. Esa no es la sabiduría. El servicio sumiso a Dios, y que busca suplir las necesidades de otras personas, esa es la prueba determinante si somos como Cristo, si estamos siendo transformados en la imagen de Jesucristo. Debemos buscar eso en la vida de nuestros hijos también, que ellos puedan ser siervos.

Susi: Yo pienso en nosotros como padres: cuántos de nosotros como padres somos egoístas y no estamos mostrando madurez en nuestra vida, madurez espiritual al servir de una manera desinteresada a otros, a estar atento a las necesidades de otros y sacrificarnos.

En la iglesia local es probablemente donde principalmente esto se vive, y cuando nuestros hijos ven en nosotros un desinterés sincero, el sacrificar metas económicos familiares para poder ayudar a un misionero o a una familia en necesidad, eso es verdadera madurez espiritual cuando se hace por amor al Padre, por querer ser como Cristo.

Me encanta esto, porque hay niños que sí realmente demuestran una verdadera sensibilidad a otros, y como padres podemos trabajar con ellos, en que sea la motivación correcta, que no sea por temor al hombre. Pero luego hay otros niños que parecen tener una dureza, que no les importan otras personas. Allí podemos trabajar en un verdadero amor y sensibilidad a otros.

Creo que la tarea que tenemos por delante es grande, pero nuestro ejemplo es muy importante. Vamos a hablar de eso ya en los siguientes capítulos, donde vamos a hablar de cómo, ya que hemos refrenado la carne y hemos renovado la mente para ser como Cristo, ahora nosotros como padres, cómo esto se ve en nuestras vidas personales delante de nuestros hijos.

Mateo: Y la esperanza es que tenemos al Espíritu Santo. Está haciendo su obra. Podemos confiar que el que comenzó en nosotros la buena obra la va a perfeccionar hasta el día de Jesucristo. Podemos depender de él porque en nosotros no está lograr esto.

Susi: No estamos para esta tarea sin la ayuda del Espíritu Santo. Amén.

Eso es todo para esta sección del libro. Gracias por escuchar. Te animo a que medites en esta semana realmente sobre la verdadera sabiduría, y si tú personalmente y en tu familia están buscando andar en obediencia perseverante. Nos vemos la próxima semana. Bendiciones.

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Autores

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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  • Nació y creció en España, de padres americanos misioneros. Estudió en Estados Unidos y está a punto de terminar su doctorado. Lleva casi 20 años viviendo en Guadalupe, Nuevo León, junto con su esposa Susan y sus tres hijos: Aarón, Ana y David. Es director de la Facultad de Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas y es pastor fundador de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, Nuevo León.

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