Ep 169: El reto de perseverar en la crianza reverente, con Mateo Bixby

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September 24, 2024

Detrás de los retos diarios tediosos de la crianza (sí, tú sabes, recoger el eterno desorden, limpiar mocos, ayudar pacientemente con la tarea, sobrevivir sin haber dormido…), está el reto fundamental: la perseverancia. ¿Cómo encontrar la motivación y las fuerzas para seguir día tras día procurando criar a mis hijos como en la presencia de Dios? ¡Conversemos sobre este reto crucial!

Transcripción:

Susi: Misericordias nuevas para retos diarios. Así se llama la temporada, o la serie, que estamos actualmente llevando aquí en el podcast.

La crianza sí está llena de retos: algunos duros, algunos tediosos, algunos proceden de nuestros propios hijos, o quizás de las circunstancias de la vida, de otras personas. Pero si somos honestos, la gran mayoría de los retos en la crianza realmente vienen de nosotros mismos como padres y madres, y de nuestra manera de interactuar quizás con Dios, con las personas, con nuestros hijos y con las circunstancias.

En el episodio anterior, el 168, compartí con ustedes el corazón detrás de esta serie. Yo deseo que cada uno de nosotros podamos conocer las nuevas misericordias de Dios cada mañana al despertar y enfrentar los retos diarios de criar hijos en un mundo roto. El resto de esta serie, entonces, se va a tratar de una gran variedad de diferentes retos.

Pero el primer reto que queremos ver, porque impacta nuestra capacidad de enfrentar a todos los demás, es el reto de perseverar. Muchos somos muy buenos para comenzar algo, ¿verdad? Comenzamos a ponerle límite a la tecnología de los hijos. Comenzamos a establecer una rutina en la casa. ¿Pero cuánto dura? A lo mejor perseveramos un día, dos días, pero perseverar día tras día es difícil.

Hace poco, mi esposo Mateo predicó un sermón en la iglesia como parte de una serie de sermones sobre los medios de gracia. Este sermón fue sobre las pruebas como un medio de gracia para producir perseverancia en nuestras vidas espirituales. El tema me confrontó personalmente y también me llamó la atención como algo que pudiera ser muy útil conversar aquí en el podcast.

Entonces aquí estamos con mi esposo Mateo, el invitado número uno del programa de Crianza Reverente. Bienvenido, Mateo. Gracias.

Mateo: Aquí estamos de nuevo. Creo que yo soy la prueba para todos tus oyentes, ¡pero perseveren porque tienen invitados mejores en los siguientes episodios!

Susi: Ay, no. No creo que estén pensando eso, pero bueno, sí, ¡perseveren, por favor! Escuchen hasta el final del episodio.

Mateo, cuando predicaste recientemente sobre las pruebas y la perseverancia, abriste el sermón con una ilustración que creo que se nos quedó grabada a todos. Varias personas me lo han comentado desde ese día, y creo que pudiera ser algo impactante para los padres que escuchan este podcast. ¿Puedes compartirla con nosotros?

Mateo: Sí. Inicié contando una historia imaginaria, de cómo si tú hubieras ido a ver a unos tíos y no los habías visto en diez años, y la última vez que los viste fue cuando había nacido su primer hijo. Quizás habías ido al hospital a ver a tu nuevo primo Juanito. Ahora han pasado diez años, y los vas a volver a ver.

Y como que les perdiste un poquito el rastro, y llegas a su casa, y ves que ahí tu tía está cargando un bebé, y le dices: “Oh, tía, no sabía que habías tenido otro hijo. ¿Cómo se llama esta hermosura?” Y te dice: “Pues, es Juanito”. Y te sientes confundida, ¿no? Dices: “Pero tía, ¿cómo es eso? Yo visité el hospital cuando nació Juanito hace diez años. ¡Esto es un bebé!”

Tu tía, como nada, dice: “Sí, sí, aquí está; este es Juanito”. Lo dice con tanta naturalidad que ya no sabes qué decir, y te sientes extrañada, pero para ella es como si fuera normal que no hubiera crecido un bebé en 10 años. Tú sabes que ¡algo anda mal ahí!

El punto de la Ilustración es simplemente que muchos de nosotros en nuestra vida cristiana no hemos crecido. Y sentimos que es natural no crecer. Estamos luchando con las mismas luchas de hace diez años, las mismas tentaciones. Caemos de la misma forma. Tenemos el mismo carácter que hace diez años, y lo vemos como completamente normal. Pues sería algo anormal, algo triste, que eso sucediera en la vida ordinaria, la vida real, física. También es algo triste cuando sucede en nuestra vida espiritual.

Susi: Sí. Todos a lo mejor hemos escuchado cómo se refiere a una persona que tiene años en la iglesia, y decimos: “Pues, es que todos sabemos que ella es así”. O, “Él es así”. Y a lo que nos estamos refiriendo a veces es que, por 40 años, ese hermano ha sido de mal humor, enojón, gruñón. Viene a la Iglesia siempre así. O esa hermana es metiche y chismosa, y ha sido así por 40 años, y pues, así es la hermana.

Como dices, se nos hace normal. Creo que nos puede pasar en la crianza, ¿verdad? Se supone que debemos estar creciendo como padres, pero ¿qué pasa? Nos enojamos cuando el bebé tira la comida al piso. Luego nos enojamos cuando se echa un berrinche en la iglesia cuando tiene tres años. Luego nos enojamos cuando mienten a la maestra en cuarto grado o rompen algo en la casa, y así.

No crecemos. No cambiamos. Por eso también pensaba como esa ilustración, como mamás, en particular, nos tratamos de imaginar a nuestro bebé nunca crecer. Y luego las mamás decimos: “Ay, crecen muy rápido”. Pero si no crecieran, ¡estaríamos súper preocupadas! Creo que esto es una ilustración que se nos puede quedar grabada. Es un problema común entre los que nos llamamos creyentes.

Mateo, ¿qué dice la Palabra acerca de lo que debe estar sucediendo en nuestra vida como creyentes con estas cosas, estas pruebas y retos que enfrentamos?

Mateo: Lo natural en la vida real, física, y en la vida espiritual, es crecimiento. Eso debería suceder. Dios lo ha diseñado así. La meta para nosotros, como cristianos, es que lleguemos a ser a la imagen de Jesucristo, que lleguemos “a la estatura de la plenitud de Cristo”, nos dice el apóstol Pablo en Efesios, capítulo cuatro.

Tristemente nos justificamos en muchas ocasiones por no haber crecido, por no haber cambiado, por no parecernos a Cristo. En vez de demostrar esas cualidades que son las de Cristo, del fruto del Espíritu—amor, gozo, paz, paciencia y cosas muy difíciles como padres a veces—decimos: “Ah, bueno, es normal que esté enojado, o que exista gritos en el hogar. Es que así es todo el mundo”.

Sí, así es todo el mundo, pero Cristo murió para salvarnos y cambiarnos para que ya no seamos como es todo el mundo. La expectativa de Dios es que vamos a crecer. Y Dios nos ha dado medios para ese crecimiento. Hay lo que llamamos medios de gracia. De hecho, creo que tú has tenido una serie sobre los medios de gracia, ¿verdad?

Susi: Sí. El año pasado, en el 2023, hicimos una serie de cinco episodios sobre los medios de gracia. Si alguien no sabe qué son o quiere repasar el concepto, conocer el concepto de manera más profunda, puede buscar esos episodios.

Mateo: Algunos de esos episodios tratarán la Palabra de Dios, la oración…

Susi: Sí, la Palabra, la comunidad, sí.

Mateo: Ahora, vemos todo eso y nos parece muy bonito, pero el punto que Dios nos hace pensar y recordar en su Palabra es que nada de eso sirve sin la perseverancia. Porque en ese proceso de crecimiento, vemos que es difícil. El crecimiento físico es natural; el crecimiento espiritual debería de suceder, y debería de ser natural, pero es difícil. Es complicado.

De hecho, la Biblia nos dice que uno de los medios que Dios nos ha dado para que podamos crecer en santidad es la prueba. La prueba es cómo crecemos en santidad. Santiago dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Sant 1:2).

Varios puntos que me llaman la atención aquí de estos versículos: Jacobo, o Santiago, nos dice que debemos de tener por sumo gozo “cuando”. No dice: “si os halláis en diversas pruebas”, sino: “cuando os halléis”. La diferencia puede ser muy pequeña, pero es enorme en cuanto a nuestra expectativa. Porque vamos a tener pruebas. Si no estás en una prueba, significa que estás a punto de entrar en una prueba, o ya saliste de una prueba. A veces se nos amontonan las pruebas a la misma vez, ¿no?

Susi: Sí.

Mateo: Entonces nos van a sobrevenir estas pruebas. Y pueden ser de muchos tipos. Dice que son “diversas pruebas”. A veces no nos esperamos lo que nos va a sobrevenir. Nos sorprende la prueba.

Susi: Sí, eso fue algo que me llamó la atención mucho cuando predicaste. Decías que creemos que estamos preparados para cierta prueba, ¿y luego?

Mateo: Nos toca otra que no pensamos.

Susi: ¡Casi siempre!

Mateo: De hecho, cuando dice “os halléis”, la palabra literalmente significa caer. Y es como si te hubieras tropezado de repente y caes.

Susi: Sin previo aviso, sin estar avisado.

Mateo: Vas caminando bien, y tropiezas con algo y te caes. No esperabas eso. Las pruebas son así. Vamos adelante con la vida, y quizás a lo lejos vemos: “Ah, pues mira, parece que se viene una prueba económica”. Y cuando estamos mentalmente preparados para la prueba económica, viene un problema de salud. Y si pensábamos que nos venía un problema de salud, de repente surge un problema familiar, o tenemos un conflicto en el trabajo y hay una injusticia, y perdemos el empleo. Nos sorprenden estas pruebas.

Pero el punto de la prueba es que debería hacernos crecer. Debería cambiarnos. Dios diseña la prueba para que nos haga crecer y cambiar, y es por eso que podemos tener sumo gozo. No es una reacción natural cuando viene una prueba, ¿no? Yo me enojo, me irrito, me molesto, me deprimo. Esas son respuestas naturales a las pruebas.

Pero como dice la Nueva Versión Internacional aquí: “Considérense muy dichosos”. O sea, considérate plenamente satisfecho, que estás gozando, que estás disfrutando de cosas buenas. Esa es una persona dichosa. Cuando viene esa prueba a tu vida, considérate contento, dichoso, alegre. ¿Por qué? Bueno, no por la prueba; Dios no está diciendo que tienes que disfrutar sufrir.

Pero sabemos algo. Es lo que el pasaje nos dice, que podemos sentir o tener por sumo gozo “sabiendo”. Y lo que sabemos es que la prueba de nuestra fe produce en nosotros paciencia. Y luego la paciencia cuando tiene su obra completa nos hace “perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”.

Eso es muy interesante porque la palabra completa, o que seamos completos ahí—la prueba tiene su obra completa—es la palabra de “consumado es”, cuando Cristo dice: “Consumado es” en la cruz. Esa palabra significa que Cristo ha llegado a la meta; ha pagado todo lo que necesitamos para que él pagara por nuestros pecados. Ahora podía morir porque había sufrido al pleno.

Es la misma palabra cuando dice perfectos. En griego es la misma palabra. Dice que la prueba tiene que tener su obra completa, o que llegue a su madurez, a través de la paciencia. Eso nos hace a nosotros maduros. La palabra perfectos ahí no significa sin error, sino que seamos perfectos—la idea de madurez.

Susi: Sí, maduros.

Mateo: Aplica perfectamente aquí para la crianza. Un niño, queremos que llegue a la madurez, y si no madura, si no crece, como en la Ilustración, pues es una tragedia, ¿no?

Susi: Y lo que le va a ayudar a madurar no va a ser pura enseñanza de la maestra en la escuela, o porque yo como mamá le dije toda la información que él necesitaba. Él también necesita esas pruebas, esas dificultades, esos retos.

Mateo: Sí. En la vida esto pasa. Si un niño nunca se mueve, está tirado en la cama, nunca se mueve, pues no va a desarrollar la musculatura, ciertas habilidades motrices, para poder levantarse, correr, caminar. Necesita a veces la resistencia. Vemos al bebé, y está en la cama, y está como que levantando la cabeza, y parece algo tan simple, pero nos emocionamos, ¿no? Y luego vemos que intenta como que ponerse así a cuatro patas, ¿no? Y bueno, está desarrollando musculatura, pero es la resistencia que hace eso.

Susi: Sí, y eso es algo parecido a las pruebas en nuestra vida. Yo pienso en unos padres con su hijo, primer hijo de dos años, que se enferma. ¿Quién va a tener sumo gozo cuando su hijo se enferma? Pero hay una razón por la que podemos estar contentos y satisfechos con que Dios nos mande una prueba así, porque sabemos que él nos puede y nos va a enseñar y madurar y crecer por medio de esa prueba.

Mateo: Exacto. Ese es el punto, porque la prueba nos hace tener paciencia, y la paciencia, cuando tiene su obra completa, nos hace perfectos y maduros. Entonces hemos llegado a la meta de la madurez. La palabra cabal que usa ahí no la usamos normalmente, pero sugiere alguien que no le falta alguna extremidad. No le falta una mano; no le falta una pierna. Tiene todas las extremidades que necesita. Está completo.

Susi: Está completo en ese sentido.

Mateo: No le falta nada. Así termina el versículo: “sin que le falte cosa alguna”. Creo que todos nosotros decimos: “Sí, eso es lo que yo quiero. Yo quiero ser un cristiano maduro. Yo quiero ser un cristiano que es cabal, o sea, que no tiene deficiencias, que no le falta algo. No quiero cojear espiritualmente”. Eso sí nos suena bonito.

Bueno, la pregunta es: “Cómo llego a eso?” Y la manera en que yo llego a eso es que Dios manda medios de gracia como la Palabra, etcétera, pero lo que Dios manda, sobre todo, es la prueba. La prueba es algo que me hace maduro. La prueba es algo que me hace completo; me permite desarrollar las cosas que me faltan en mi vida espiritual. Pero para que la prueba haga eso, genere eso en mi vida, yo tengo que perseverar. Es lo que dice el pasaje: la paciencia. La prueba me ayuda a desarrollar la paciencia, y es la paciencia que me permite llegar a ser maduro y completo.

Susi: Y ahí la palabra paciencia básicamente es la misma que perseverancia.

Mateo: Es perseverancia, sí. Hay dos palabras en griego (bueno, más, pero dos principales) que se traducen a veces paciencia y perseverancia. Se intercalan ahí en cómo traducirse, pero esta palabra tiene la idea de permanecer bajo presión. Viene la prueba, y tú permaneces bajo la prueba hasta que la prueba termine. Porque mi instinto cuando viene una prueba a mi vida es querer evitar la prueba—encontrar la salida más próxima.

Susi: Exacto.

Mateo: Pero muchas veces eso es un cortocircuito en el proceso que Dios quiere hacer en mi vida. Entonces, como no hay perseverancia en mi vida, no llego a la madurez. La prueba que vino a mi vida no sirve de nada, porque no perseveré.

Usé un diagrama en la predicación, de dos colinas. Yo estoy en un lado, y ese lado estaba marcado con “inmadurez”, y estar “incompleto”. Y quiero llegar a la madurez y a estar completo. Esa es la colina del otro lado. Pero en medio hay un espacio, y no puedo llegar. Hay un vacío. No puedo llegar.

Para que yo llegue de un lado al otro, Dios manda un vehículo. Y el vehículo que envía para que yo pueda llegar de la inmadurez a la madurez es la prueba; todos los medios de gracia, pero especialmente el día de hoy estamos tratando el de la prueba. Ahora, la prueba en sí no me hace maduro. Estoy de ese lado y está la prueba, pero ese vehículo, ese carro, no puede llegar a la otra colina. No es un avión. No puede volar.

¿Qué es el puente que une una colina con la otra? Es la perseverancia. Yo tengo que perseverar bajo la prueba. Si yo me subo al vehículo y avanzo algo sobre ese puente, pero luego se me acaba la perseverancia, se acaba el puente, ¿qué va a pasar con el vehículo? Pues va a caer al vacío, porque se acabó el puente. Pero no he llegado todavía a la madurez, a la otra colina. Creo que es lo que pasa en nuestra vida cristiana a menudo.

Dios manda una prueba. Y quizás por un tiempo aguanto con buena actitud. “Ah, sí, tengo que esperar y tengo que confiar en Dios”. Y después de poco tiempo se nos acaba la perseverancia y buscamos la salida más rápida, más cercana. Y nunca llegamos a experimentar el crecimiento, la madurez que Dios quiere que experimentemos. Y tristemente, la prueba no sirvió de nada. Sigo en la misma condición de inmadurez, de estar incompleto. Dios quiere llevarme a la madurez, pero ¿qué requiere? La perseverancia.

Susi: Sí. Yo pienso en la Ilustración del papá o la mamá que se enoja. Es enojón y nunca cambia. Simplemente se enoja por cosas diferentes. A lo mejor le echa la culpa a que: “¡Este niño ya!”

Mateo: Exacto. ¿Qué es lo que él quiere? Que el niño cambie, ¿verdad? La solución parece ser que el niño cambie.

Susi: ¡Sí! Pero, cada vez ese papá o esa mamá busca una salida y cree que la paciencia es simplemente que yo aguante sin explotar hasta que se acueste el niño, o que yo le doy al niño algo que no le iba a dar, pero ¡para que se calle y yo ya no me enoje, porque la culpa de que yo me enoje es del niño!

Esto está diciendo que un padre, una madre, de un adolescente, debe realmente haber madurado en su paciencia, en su perseverancia de aguantar las pruebas que vienen a causa de la crianza, de la desobediencia del niño, de muchas cosas, ¿no? Y que debe haber una transformación, o sea, una madurez. No debe ser solamente que yo aguante, que yo tenga la paciencia de aguantar hasta que este niño crezca y se vaya de la casa y yo pueda vivir en paz. A eso nos estamos refiriendo.

Mateo: La prueba debe cambiarme, sí, y si persevero entonces puedo ser transformado. Y en este caso, hablando de la ira, yo quiero que el niño cambie. Esa parece ser mi salida. Entonces quizás yo le grito al niño. Quiero que él cambie; eso es bueno. Como padre, yo no quiero que él actúe de una manera irresponsable, que es lo que me está provocando enojo en ese momento. Que él me falta el respeto.

Susi: Es bueno querer que él cambie.

Mateo: Sí, querer que él cambie es bueno. Pero en mí—si yo no soy…la otra palabra de paciencia significa “ser de mecha larga”; o sea, de no enojarse, de tardar para enojarse. Eso es una virtud del Espíritu Santo que él provoca o hace en nosotros. Eso es lo que yo debo haber aprendido. Quizás una de las razones por que Dios no ha permitido que tu hijo entienda es porque tú todavía no has madurado. Dios sigue mandando esa prueba de un niño terco, de un niño que no aprende, porque él sabe que tú necesitas aprender, que tú necesitas cambiar.

Susi: Y una de las maneras principales que Dios permite que un niño aprenda es cuando ve modelado en su padre y su madre. Entonces, si un niño, si mi hijo, mi hija, no está creciendo y madurando, quizás no está viendo ese proceso en mí tampoco.

Mateo: Sí, no ve la madurez ejemplificada y modelada por los padres.

Susi: Y ese es el peso mayor de lo que estamos hablando aquí. No solamente es—y esto sí trae un peso increíble: yo quiero ser como Cristo; yo quiero madurar y glorificar a Dios—pero como madre tengo, encima de ese peso, tengo el peso de que mis hijos están viendo mi ejemplo. Y mis hijos no van a poder seguirme a donde yo no voy. No van a aprender procesos y madurez de una manera normal, si yo no lo estoy aprendiendo. Es como doble efecto aquí.

Mateo: Claro, es uno de los pesos de ser un padre, ¿verdad? La carga de que mi vida tiene una influencia enorme sobre ellos, para bien o para mal. El lado positivo, es que puede ser algo hermoso en sus vidas: si yo puedo, no ser perfecto, pero sí estar madurando en mi vida cristiana, cada vez menos inmaduro, más maduro. Y cada vez, si me faltaba una pierna, si yo cojeaba con el enojo en mi vida, mis hijos ven que voy creciendo esa pierna de paciencia, de aguantar, de no enojarme. Mis hijos van a notar eso y eso les va a ayudar a ellos a también crecer en esa pierna de…estamos usando el enojo ahora mismo, pero…

Susi: Sí, simplemente un ejemplo.

Mateo: Pero cualquier otra área de nuestra vida: puede ser la disciplina personal de la lectura bíblica. Yo quiero que ellos lean sus Biblias y no lo hacen, pero yo no lo estoy haciendo de manera perseverante tampoco. Pero conforme lo empiezan a ver en mí, quizás ellos también empiecen a desarrollar eso en sus propias vidas.

Susi: Creo que con esta palabra, esta idea de perseverancia, pudiéramos asociarlo con un gran esfuerzo personal, o sea, que todo depende de mí. Creo que tenemos que tener cuidado con eso, porque ¿es así con esta perseverancia? ¿Es producto solamente de mi esfuerzo?

Mateo: Aquí hay que tener un buen equilibrio, porque estamos en un día donde en muchos contextos hablar de cualquier perseverancia o disciplina se le etiqueta como legalismo. “No, no, pues Dios nos acepta por su gracia, entonces yo puedo hacer lo que yo quiera. Dios me acepta, total”. Bueno, eso va en contra de la Palabra de Dios, porque la Palabra de Dios sí nos dice que tenemos que perseverar. Tenemos que ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor.

Pero en ese versículo (estamos ahí en Filipenses 2 donde nos manda ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor), ese esfuerzo—yo tengo que ir a la guerra espiritualmente. A veces tengo que plantar mis pies y sacar mi espada, y luchar como un soldado contra mi falta de disciplina, mi falta de ganas, las pruebas que vienen a mi vida.

Sí, requiere un enorme esfuerzo de nosotros. Pero en el siguiente versículo, en Filipenses 2:12, “ocupaos en vuestra salvación”, el siguiente versículo dice que Dios es quien produce en nosotros tanto “el querer como el hacer”. Finalmente depende de Dios. Es como que Pablo dice: “Ocúpate en tu salvación. Pero espérame, espérame. No me malentiendas. Mantén el equilibrio”.

Susi: Sí, porque es el siguiente versículo.

Mateo: Inmediato. Dice: “No pierdas de vista que Dios es el que produce”. Y la palabra griega ahí viene de la palabra energía. Bueno, la palabra energía viene de esa palabra griega, ¿verdad? Dios es el que genera en nosotros ese poder, esa energía espiritual tanto para desearlo (el querer), como el hacer. El poder espiritual para hacerlo viene de él. El deseo para hacerlo viene de él. Es algo que él produce en nosotros.

Anteriormente, en el capítulo uno, el apóstol Pablo inicia diciéndoles a los filipenses que él está seguro de que el que comenzó en ellos la buena obra la va a completar. Completar: la va a llevar a su madurez. La misma palabra que aquí en Santiago, en el pasaje que estamos viendo: la va a llevar a la madurez. Es él que lo va a hacer, pero sí requiere ocuparse.

Susi: Ahí la clave es, esto es en las personas que ya han sido salvas. La obra de salvación, sabemos que Dios la hace. Esa es una obra de Dios. Ese mismo poder sigue obrando. No podemos esperar que nosotros que simplemente deseamos…si deseamos ser buenas personas, pero no hemos puesto nuestra fe en Cristo, no nos hemos arrepentido de nuestro pecado, obviamente no tenemos ese Espíritu obrando en nosotros.

Mateo: Sí. La salvación es totalmente de Dios. Esto, en términos teológicos, es monergia, o sea, somos monergísticos. Dios es el que lo hace todo. Pero en la santificación, la santificación es sinergia. O sea, Dios nos da el querer y el hacer. Pero nosotros tenemos que trabajar con la gracia de Dios.

Colaboramos, nos esforzamos, nos disciplinamos, perseveramos y entonces podemos crecer en santidad. Sí, hay una sinergia. Los dos trabajamos ahí. Ahora, la iniciativa, y finalmente la motivación para todo esto, viene de Dios. Seguimos dependiendo de Dios, pero sí tenemos que poner de nuestra parte en la perseverancia, en los medios de gracia.

Susi: Entonces, tú nos has dicho que utilizar los medios de gracia es como ponernos debajo de una cascada de la gracia de Dios. Y lo hemos hablado antes en el podcast. Hay que hacer uso de la Palabra, la oración, la comunidad de la fe. Estas son provisiones de Dios para que nosotros podamos hacer exactamente lo que Pablo dice. Brevemente, vamos a dar algunas sugerencias. ¿Cómo es que podemos perseverar en esta jornada?

Mateo: Primero, acepta que es difícil. Queremos que la vida sea fácil. Queremos que la crianza sea fácil. Pensamos que, si la vida es difícil, o la crianza es difícil, o cualquier cosa es difícil, que algo está mal. No. Va a ser difícil. Acéptalo.

Luego, depende del Espíritu Santo. Todas estas cosas son fruto del Espíritu Santo. Entonces tenemos que depender de él.

Susi: La oración es clave.

Mateo: La oración es clave, sí. Corremos a él en la oración. Y es como decías—la ilustración de la cascada—en los medios de gracia: la oración, la Palabra, yo me meto debajo de la cascada. O sea, yo no gano la gracia de Dios con lo que hago, ni provoco que Dios me la dé. La gracia está fluyendo de Dios. Es la cascada que nunca acaba. Pero los medios de gracia, es como yo me meto bajo la cascada y disfruto de esa provisión de Dios.

Entonces tengo que practicar los medios de gracia. Los tengo que practicar en comunidad. Se hace muy bien entre un esposo y su esposa, pero también busquemos otros hermanos en nuestra comunidad de fe para rendir cuentas.

Finalmente ponemos los ojos en Jesús, porque cuando ponemos los ojos en Jesús, y recordamos que él ya corrió delante de nosotros, entonces podemos correr con paciencia la carrera que tenemos por delante.

Susi: La misma palabra: perseverancia.

Mateo: La misma perseverancia ahí está, sí. Esa es la única manera finalmente: fijar nuestros ojos en él, encontrar ahí la motivación, encontrar ahí el poder, la gracia para perseverar y llegar a ser maduros y completos.

Susi: Amén. Vamos a estar hablando de varios retos, cosas que suceden en la mayoría de los hogares y que son difíciles, y que son pruebas en cierto sentido, en el resto de los episodios de esta serie. Pero si no perseveramos, de nada sirven esas pruebas. De nada.

Mateo: Y no vas a superar ningún reto. Todos estos retos que van a estar mencionando, cosas muy prácticas en los siguientes episodios, no vas a crecer, no vas a superar ni uno solo sin la perseverancia.

Susi: Que Dios nos ayude. Gracias, Mateo, por compartir esto. Creo que es muy importante para nosotros, los padres, todos los creyentes, pero en este caso para los padres.

Bueno, la próxima semana seguimos con el primer reto así específico, y vamos a seguir con varios episodios más. Así que quédate con nosotros. Gracias por siempre acompañarnos, y que experimentes un poquito, una probadita, de esa perseverancia gozosa en el Señor esta semana.

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Autores

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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  • Nació y creció en España, de padres americanos misioneros. Estudió en Estados Unidos y está a punto de terminar su doctorado. Lleva casi 20 años viviendo en Guadalupe, Nuevo León, junto con su esposa Susan y sus tres hijos: Aarón, Ana y David. Es director de la Facultad de Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas y es pastor fundador de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, Nuevo León.

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