Categoría: Padres fieles

Episodio #55: En busca de identidad con Betsy Gómez

0
octubre 7, 2020

Desde el huerto de Edén, hemos buscado valor, vida y propósito en otras personas. Los padres frecuentemente buscamos esa identidad en nuestros hijos: en sus logros, personalidades, y aprecio. Pero, Cristo nos ofrece una solución a nuestra frenética búsqueda de identidad, y un alivio para nuestros hijos quienes no fueron diseñados para llevar esa carga. ¡No te pierdas esta importante conversación!

Guía de estudio Capítulo 5: Identidad 

Guía de estudio Parte A

Preguntas de la guía para capítulo 5: Identidad

Principio: Si no descansas como padre en tu identidad en Cristo, buscarás identidad en tus hijos.

  1. Cuando decimos que las personas buscan “identidad”, ¿a qué nos referimos? ¿Qué significa “identidad”?
  2. Escribe varias cosas en las que crees que las personas en general tienden a buscar “identidad”.
  3. ¿En qué buscaban su identidad los personajes bíblicos en los siguientes pasajes?
    1. La mujer samaritana (Juan 4:15-19)
    2. Raquel (Gén. 30:1-2)
    3. Daniel y sus amigos (Dan. 1:1-16)
    4. El apóstol Pablo (Gál. 2:20; Efes. 1:1)
  4. En su carta a los efesios, Pablo escribe una de las más hermosas descripciones de la identidad que los hijos de Dios adquirimos cuando llegamos a ser sus hijos. Lee Efesios 1:3-14 y escribe aquí todos los aspectos de la obra de Cristo que contribuyen a tu identidad en Él.
  5. Tripp dice: “Tu sistema de creencias, o tu cosmovisión, siempre se manifiesta por la manera en que educas a quienes han sido puestos bajo tu cuidado”. ¿Puedes pensar en algunos ejemplos de cómo vemos esta realidad en nuestro mundo? (p.e.: El director de una escuela cree que los niños deben ejercer su sexualidad desde la edad que quieran, entonces permite conducta y palabras obscenas en el salón).
  6. El autor da 5 señales de que los padres estamos poniendo nuestra identidad sobre los hombros de nuestros hijos. Estas señales indican que la crianza está impulsada más por lo que tú necesitas de tus hijos que por lo que Dios quiere hacer en ellos. Considera cada una y las preguntas que la acompañan, y junto a tu cónyuge o grupo identifica cómo puedes transferir tu búsqueda de identidad hacia Dios en esa área.

Demasiado enfoque en el éxito.

  • Examina si tu deseo fuerte para el éxito de tus hijos se basa en una necesidad que tú tienes de que ellos tengan éxito. ¿Buscas satisfacción ahí?
  • ¿Has detectado que tus hijos se sientan abrumados por el peso de tus expectativas?
  • ¿Estás más enfocado en los logros de tus hijos que en la condición de su corazón?

Demasiada preocupación por la reputación.

  • ¿Te preocupas mucho por lo que otros piensan de tus hijos, de ti y de lo que tú haces?
  • ¿Dirías que crías para proclamar la gloria de Dios, o la tuya?
  • ¿Te caracterizas por reconocer tu necesidad y buscar ayuda? ¿O por cuidar tu reputación y no revelar tu debilidad?

Demasiado deseo por el control.

  • Hay una diferencia significativa entre ejercer una autoridad adecuada y ejercer control sobre los hijos para conseguir lo que uno quiere de ellos. Anota algunas características o diferencias entre estas dos cosas.
  • ¿Tu crianza se caracteriza más por el control para lograr lo que tú quieres, o por ser una autoridad que funciona en representación de Dios para buscar el bien espiritual de la familia?
  • ¿Tus hijos tienen la libertad para cometer errores, aprender de esos errores, evaluar decisiones, y desarrollar la habilidad de manejar su tiempo?

Más énfasis en hacer que en ser.

  • ¿Cómo evaluarías tus deseos y metas para tus hijos hasta este punto? ¿Se enfocan más en lo que deseas que tus hijos sean, o en lo que deseas que hagan?
  • El autor dice que lo que tú y tus hijos más necesitan no es el éxito; es la redención—el ser rescatados de vivir para nuestra propia gloria y liberados para vivir para la gloria de Otro. ¿Cómo cambia tu enfoque diario en la corrección e instrucción de tus hijos el aceptar esta declaración?
  • ¿Cómo podrías adaptar lo que valoras para tus hijos a lo que Dios valora para ellos?

Demasiada tentación a hacerlo personal.

  • ¿Dices (o piensas) cosas como estas: “¿cómo pudiste hacerme eso a mí?”; o “Después de todo lo que hago por ustedes, ¿así dejan tirada la casa?”? Identifica alguna frase que tiendes a decir o pensar que hace que la situación se centre en ti.
  • ¿Te caracterizas por ponerte en contra de tus hijos cuando ellos fallan, o por quitarte del centro y ponerte de su lado en su lucha contra el pecado? Escribe algunas ideas de cómo podrías responder al pecado de tus hijos de manera correcta.
  1. Pasa un tiempo de confesión por las maneras en que has buscado satisfacción en tus hijos. Luego, pasa un tiempo alabando a Dios por su obra a través de Cristo que provee toda la satisfacción que necesitas. Pídele que te mantenga diariamente dependiente de su gracia para apuntar a tus hijos hacia la identidad que ellos también pueden encontrar en Cristo.

Transcripción:

Resumen:

Aunque te parezca poco práctica la observación, es importante saber que tu crianza de tus hijos siempre está moldeada por el lugar en donde buscas identidad. Entender esto nos puede ayudar a entender muchas cosas sobre la relación que tenemos con nuestros hijos. Explica por qué nuestros hijos nos pueden herir y frustrar, por qué nos roban a veces el gozo y nos quitan el sueño. Explica por qué los éxitos y fracasos de los hijos se sienten tan personal, y porqué nos pueden hacer sentir tan orgullosos o tan avergonzados. Estas cosas no tienen que ver con amor, sino con identidad, e impactan nuestra crianza diariamente. Muchos padres buscan frenéticamente el éxito de sus hijos y, aunque desear su éxito no es malo, el ponerlo en primer lugar sí lo es. Es dañino al niño y a la familia.

Fuimos creados como seres racionales y pensantes. Todo lo que hacemos y escogemos está conectado a lo que creemos que es importante, y en donde creemos que se encuentra verdadera ayuda y esperanza. Y ese sistema de creencias, o “cosmovisión”, siempre se manifiesta en la manera en que educamos a quienes han sido puestos bajo nuestro cuidado. Por lo tanto, es muy importante que, como padres, analicemos nuestro sistema de creencias porque moldea las interacciones continuas que tenemos con nuestros hijos.

Central en ese sistema de creencias está la identidad, el significado y el propósito. ¿Cómo contestas preguntas como estas? “¿Quién soy?” “¿Dónde encuentro significado y propósito en mi vida?” El autor dice que solo hay dos maneras para contestar estas preguntas: 1) verticalmente o 2) horizontalmente.

Si encuentro mi identidad de manera vertical, quiere decir que obtengo mi sentido de identidad en Dios, en su amor y aceptación, en su perdón y gracia, en su presencia y su poder. Le creo cuando me dice que me ha dado todo lo que necesito para la vida y la piedad, en 2 Pedro 1, y esto impacta mi crianza. Si mi corazón ya está lleno de satisfacción y propósito en Dios, no necesito adquirir esas cosas de mis hijos o mi éxito en la crianza. Saber que, sin importar lo que está pasando con mis hijos, puedo despertar cada día amada, valorada y aceptada por Dios, me llena de Él. Mis hijos no pueden ser mis salvadores personales. Jesús es mi vida y me libera de tener que poner esa carga en otras personas.

Si no estoy descansando en mi identidad vertical en Cristo, buscaré significado para mi vida horizontalmente. Esto quiere decir que intentaré encontrarme en cosas de la creación en lugar del Creador. Puede ser posesiones, logros, carrera, relaciones, etc. Pero las cosas creadas no están diseñadas para dar propósito y satisfacción. En la crianza, esto se ve como buscar obtener de nuestros hijos lo que ya se nos ha dado en Cristo.

El autor da 5 señales en este capítulo de que la crianza de mis hijos está impulsada más por lo que yo necesito de mis hijos que por lo que Dios quiere hacer a través de mí en mis hijos. Te las voy a mencionar nada más. Ya sabes, ¡compra el libro si aun no lo has hecho! Te servirá muchísimo.

Las 5 señales son:

  1. Demasiado enfoque en el éxito.
  2. Demasiada preocupación por la reputación.
  3. Demasiado deseo por el control.
  4. Más énfasis en hacer que en ser.
  5. Demasiada tentación a hacerlo personal.

Recordemos: Mientras Dios satisfaga completamente nuestros corazones, no tenemos que pedirles a nuestros hijos que provean esa satisfacción.

Conversación:

Susi: Estoy muy contenta porque hoy vamos a conversar con mi amiga Betsy Gómez sobre este tema tan importante, tan crucial en nuestra crianza. Gracias, Betsy, por una vez más acompañarnos aquí en Crianza Reverente, bienvenida.

Betsy: Gracias, Susi, es un gozo para mi estar contigo aquí.

Susi: Betsy ha estado con nosotros antes, pero brevemente la presento. Primero es mi amiga, por eso quería invitarla, porque he visto como ella lucha para caminar con el Señor y buscar su identidad en Cristo; y como amiga/mamá también es un ejemplo para mí, tiene sus dos niños hombres y su niña chiquita que acaba de cumplir 1 año, gracias a Dios por esa bendición y gracias por siempre estar dispuesta a acompañarme aquí en Crianza Reverente, Betsy.

Betsy: Todo es por gracia, querida.

Susi: Hoy vamos a hablar acerca de este tema que está aquí en el capítulo cinco del libro “La Crianza de los hijos”. Empecemos hablando de esa búsqueda de identidad que es tan natural en nosotros, como personas creados a la imagen de Dios y la necesidad que tenemos de que Cristo sea el único que puede llenar esa búsqueda. ¿Puedes compartir con nosotros, Betsy, personalmente cómo has visto en tu vida esa búsqueda de identidad? ¿Y quizás en tus hijos? Y de manera práctica, ¿cómo Dios te ha ayudado a ver esa necesidad que tienes de Él?

Betsy: Este es uno de los temas que más me cautiva, me encanta poder leer acerca de esto y poder entrenar mi mente por lo mismo que dice Paul Tripp en este capítulo, porque sufro de amnesia, se me olvida, se me olvida quién soy, para quién vivo, de quién soy, a quién pertenezco, para qué hago lo que hago, para quién. Me ha ayudado mucho a entender el hecho de que yo he sido creada para obtener mi identidad de alguien.

Cuando nosotros miramos aun en el Edén, vemos al hombre y a la mujer que Dios hizo a su imagen y a su semejanza, y ellos tenían claro quiénes eran ellos, quién era Dios. Vemos como la serpiente vino y los engañó. Ellos creyeron esta mentira y ellos pensaron que ellos podían ser la fuente de su propia identidad. Ellos pensaron que podían ser su propio dios, entonces ahí cuando el pecado dañó y trastornó todas las cosas, el ser humano comenzó una búsqueda sin fin por una identidad que puede parecer segura pero que está completamente divorciada de la verdad porque no busca su identidad en Dios.

A final de cuentas, es muy difícil para nosotros como seres humanos poder alimentar esa identidad con la que nosotros hemos sido creados, con la realidad de quién Dios es y quién somos nosotros a la luz de su carácter. Entonces yo siento que, como mamás, estamos todo el tiempo utilizando a nuestros hijos, utilizándolos como una fuente de identidad, cuando en realidad solamente podemos encontrar nuestra identidad en Dios. El corazón humano, nuestros corazones, están creados para el negocio de la adoración, entonces estamos o adorando a Dios o estamos adorando a otras cosas.

La verdad es que lo veo tan tangible en mi vida, es algo tan sutil. En mi caso, yo tengo que confesarte que en mi pasado no era así, yo no tenía ninguna lucha en mi identidad con relación a mis hijos, porque yo buscaba mi identidad en el mercado laboral y en mi éxito profesional y en lo que el mundo me podía ofrecer de lo que se supone que era el éxito, o quizás en los ministerios en la iglesia y en esas cosas que suceden fuera del hogar. Y cuando Dios abre mis ojos y yo me doy cuenta que eso es una completa idolatría, y yo me doy cuenta de que es pecado del que tengo que confesar, tengo que arrepentirme, entonces yo le digo al Señor: “¡Señor, yo quiero servirte!”. Y sin darme cuenta, muy sigilosamente, mi corazón volvió al mismo patrón, a buscar su identidad en lo creado, como el autor dijo, en forma horizontal en lugar de la forma vertical. Y comencé a poner mi esperanza para mi identidad en lo que yo hacía dentro de mi hogar. O sea, es el mismo corazón, es el mismo pecado, solamente cambia el objeto de donde busco mi identidad y yo puedo verlo, puedo verlo diariamente.

Cuando veo el comportamiento de mis hijos y mido mi éxito en función de lo que ellos están haciendo, cuando estoy fuera de la casa y estoy pendiente a su desempeño y lo que las personas van a decir, cuando me enojo con ellos por cosas que ellos hacen que revelan mucho más acerca de mi pecado que de su desobediencia, cuando me siento un fracaso al final del día, o cuando siento que “¡Oye soy una buena mamá!”, por lo bien que van caminando mis hijos, cuando los comparo con otros hijos y ahí mido si estoy haciendo un buen trabajo o no, o sea todos esos momentos me recuerdan que estoy usando a mis hijos como una fuente para definir quién soy. Y a veces lamentablemente, y muchísimo más de lo que quisiera confesar, a veces incluso mi relación con ellos o mi desempeño con ellos lo uso como un medidor de mi relación con Dios y de cuanta aprobación tengo de Dios, sobre todo por el hecho de que todo lo que Dios ha hecho en mi corazón para restaurar y darme nuevos afectos para servir a mi familia, todo viene de Dios. Entonces a veces siento que le estoy fallando, que debería hacer más, y todo eso se reduce a que estoy poniendo mis ojos en un lugar incompleto.

Susi: Qué interesante lo que dices. Para mí esto fue tan importante en mi vida, cuando me di cuenta que esto no es algo que se resuelve y ya. Toda mi vida voy a estar buscando identidad, y entonces tú dices que a lo mejor tu historia empieza buscando tu identidad en el trabajo, en las cosas fuera de la casa, y luego lo transferiste a buscar tu identidad en tu desempeño como mamá o como esposa. Y es que eso es, todos nosotros buscamos identidad y propósito en algo y esa búsqueda nunca termina. Como una mamá que te llevo unos años en la maternidad, puedo decirte que cuando tus hijos van pasando a otras etapas se ve un poco diferente la lucha, pero sigue, sigue, sigue la misma lucha, la misma búsqueda.

Cuando el autor empieza el capítulo dice que este problema de la búsqueda de la identidad explica muchas cosas que suceden en nuestros corazones y en nuestra crianza; y para mí ha sido tan importante reconocer que, siempre voy a estar buscando identidad y hay una sola fuente donde la puedo encontrar. Pero es una lucha de todos los días, no es algo que pueda resolver en un día y ya, y eso ha sido para mí muy importante porque eso requiere una dependencia en Dios diariamente, que yo despierte cada mañana reconociendo que en mí hay una búsqueda, que por naturaleza tiende hacia cosas que no satisfacen y necesito exponerme a la verdad para redirigir mi vista todos los días. ¿Cómo has visto eso tú en tu vida?

Betsy: Yo creo que este problema parte, así como tú dices, de un pobre entendimiento de la obra de Cristo en nuestras vidas. Esta lucha para buscar identidad en cosas incorrectas es normal, comenzó en el Edén y es nuestra naturaleza pecaminosa. Necesito entender que ya yo tengo una nueva identidad.

Algo que a veces confundimos es que pensamos que tenemos que alimentar nuestra identidad con la palabra de Dios como para ganar esa identidad y para poder vivir a la luz de esta identidad. Pero cuando ya entiendo que ya lo que Cristo ha dicho de mí, lo que Cristo ha hecho en mi lugar, esa es mi identidad y esto ya no lo cambia, o sea ya no tengo que hacer nada para ganar más de esa identidad, esa obra que Cristo hizo en mi lugar que me define, que le da forma a lo que yo soy, que identifica mi persona delante de Dios, ya no tengo que hacer nada para ganarme más de eso. Lo que tengo que hacer es ahora reentrenar mi mente, transformar mi entendimiento para ahora vivir de acuerdo a lo que yo ya soy. Yo pienso que una de las cosas más difíciles de entender es que a veces decimos: “Ay sí, yo tengo problemas con mi identidad y el problema se va a resolver y voy a tener una mejor identidad”. O como escuchamos comúnmente, “una mejor autoestima”, “cuando yo haga tal o cual cosa” o “cuando yo crea o no crea tal o cual cosa”. Creo que nosotros tenemos que partir del hecho de que lo que nosotros somos y lo que Dios ha hecho, y lo que Dios ha dicho, eso no está sujeto a cambio, eso nadie lo va a cambiar.

Como algo que, por ejemplo, sucedió en esta mañana: yo puedo verme en mi cocina lavando los platos, recordándome a mi corazón que mi valor no viene de lo que hago sino de lo que Cristo hizo, pero eso no es lo que me va a atribuir valor a mí. Ya yo tengo todo el valor, ya yo tengo toda la aprobación de Dios, ya yo tengo todo el agrado de Dios por lo que Cristo hizo. Lo que necesito es recordarme la verdad de lo que ya yo soy. Y yo no sé si me doy a entender o si estoy muy así en las nubes, porque es una cuestión de nosotros entrenar nuestra mente a poder entender y creer la novedad que hay en nosotros de vida. Somos nuevos en Cristo, pero seguimos viviendo como si fuéramos esclavos del pecado todavía; seguimos viviendo como si tuviéramos que mendigar favores de Dios. Tenemos que unificar nuestra mente con la verdad y decir “¿Quién yo soy?”, “¿Quién es Dios?”, “¿Qué es lo que Dios ha hecho por mí?”, “¿Qué es lo que ha dicho que ya yo soy?”. Eso yo necesito creerlo por la fe.

Susi: Exponerme a la verdad todos los días. Es importante reconocer que cuando me expongo a esa verdad, me recuerdo de esas verdades, sí voy a ver cosas en mí que necesitan cambiar. Mientras más me expongo a la verdad de mi identidad en Cristo, veo más mi orgullo, mi egoísmo; y eso sucede todos los días, pero ¿cuál es mi respuesta?

Esto justo me pasó esta mañana también. ¿Cuál es mi respuesta cuando veo un día más que estoy andando en egoísmo y orgullo? Lo veo como una realidad, una reacción que yo tuve con mis hijos o cualquier cosa. ¿Cuál es mi reacción? ¿Pienso que yo tengo que esforzarme más y ser una mejor mamá, o voy corriendo a Cristo recordando quien ya soy en Él? Y qué ironía ¿no? Dios permite que tengamos ciertas luchas justo cuando tenemos que compartir acerca de estas verdades, porque para mí esto es muy real el día de hoy. Yo me encontré esta mañana otra vez con mi orgullo y mi egoísmo en mi crianza y tuve que enfrentar esa realidad: tengo que correr a Cristo. Conozco la verdad, no soy yo la que me voy a reformar sola, Dios es el que tiene que capacitar que yo pueda andar en esa identidad que ya es mía. Y me encanta que lo compartas así Betsy, porque creo que esa es la tendencia, esa tendencia legalista que todos tenemos en nuestros corazones: “Yo quiero ser parte de mi propia reforma”. Pero realmente Cristo ya me ha reformado, Él ya me ha regenerado, ya me ha dado esa identidad; entonces mi parte es, como tú dices, reentrenar mi mente a ver esa verdad, exponerme a esas verdades, ir corriendo a Cristo, y creo que hay que entender que es un proceso. ¿No es así, Betsy? ¿Es un proceso un poco lento a veces?

Betsy: Si, es un proceso y nosotros necesitamos rendirnos al Señor, rendirnos y venir a Él en arrepentimiento, así sea dos veces al día o quinientas cincuenta y cinco veces, como probablemente sea en mi caso, venir en arrepentimiento: “¡Señor, ayúdame!”. Porque a final de cuentas es donde ponemos nuestra mirada, cuando nosotros nos damos cuenta, Dios nos revela que hemos pecado al poner nuestra identidad en el lugar incorrecto, en este caso nuestros hijos. Entonces yo creo que tenemos que unirnos al apóstol Pablo cuando él decía: “Miserable de mí, ¿Quién podrá librarme? Pero gracias a Dios doy por Cristo”. Entonces ponemos nuestra mirada en Cristo, en lo que Él ha hecho, nos arrepentimos de nuestro pecado, porque yo creo que uno de los beneficios y de las bendiciones más grandes que Dios nos puede dar, es tener ojos para ver nuestro pecado. Cuando leí este capítulo, no sé si te pasó a ti, pero en la historia que el autor contó de Susana…

Susi: Si, ¡me identifiqué un poco de más con ella!

Betsy: Exactamente, tú dices, es como que te identificas, pero al mismo tiempo tú odias eso, y tú dices ¡Wow! O sea, tú puedes ver cosas de ti ahí, pero al mismo tiempo tú dices; “Huy, qué madre tan malvada”, “Qué monstruo de mamá”, ¿entiendes? Entonces esa mujer lo que quiere es que su hijo sea perfecto, que sea un robot, que solamente sirva para sus sueños y no sé qué; pero al mismo tiempo, esa somos nosotras, esa somos nosotras, ahí estamos nosotras y en ese momento nosotras necesitamos pedirle al Señor: “Señor abre mis ojos para que yo pueda ver”, y ya no tenga yo esa ceguera que tenía esa mamá, de que no podía ver, con buenas intenciones manchadas por el pecado, el daño que le estaba haciendo a sus hijos.

Una de las cosas con las que más me identifico de esas cinco señales que el autor nos da, es precisamente cuando él dice: “Demasiada tentación en hacerlo personal”. O sea, yo tengo que arrepentirme todo el tiempo, todo el tiempo, y pedirle al Señor: ¡Abre mis ojos para que yo pueda ver!, porque me doy cuenta que al final de cuentas cada comportamiento incorrecto de mis hijos yo lo siento como un ataque a mí. Entonces yo me siento que ellos no me están valorando, después de hacer todo lo que yo hice, supuestamente, para dedicarme a ellos, o después de todo lo que yo estoy aquí cansada. Yo tiendo a victimizarme y hacerme el centro de mi universo. Ahí yo necesito esa gracia del Señor y necesito que Él venga y me dé el arrepentimiento para que yo me dé cuenta que la rabieta de mi hijo, como eso me hace sentir, o la vergüenza que me hizo pasar delante de la gente, se trata mucho mas de mí que de su desobediencia, porque revela esa idolatría en mi corazón que yo tengo para tener hijos perfectos. Cuando yo veo que de repente, yo no puedo hacer lo que yo quiero durante el día y eso me molesta, me recuerdo que estoy desobedeciendo, que el Señor me dice que yo tengo que amar al otro y tengo que estimar al otro como más importante que a mí misma. Es una lucha constante.

Susi: Sí, ese punto, esa señal que el autor da de que somos tentados a hacer que se trate de nosotros, creo que cada padre y cada madre vivimos eso en nuestra crianza. Es como si pensáramos, “ese niño es mío, vive en mi hogar, bajo mi dirección y mi crianza”. Pero me ha ayudado tanto esa verdad y creo que la escuché primero del hermano de este autor en otro libro, el hecho de que no se trata de mí, el pecado de mi hijo, los errores, quizás la falta de éxito de alguna manera en la vida de mí hijo, no se trata de mí. Mi identidad, quién yo soy, ya está determinada, así que yo no tengo que pedir de mis hijos que provean algo para agregar a mi reputación o mi identidad. Esa verdad es tan liberadora y creo que requiere un esfuerzo diario por entregar y someter mis deseos para mis hijos a Dios, y entender que cada uno de mis hijos es una persona, es una persona individual que va a vivir su vida y tiene que responder a Dios por esa vida. Lo que yo quiero es que el proceso de santificación que Dios quiere llevar en su vida, que empiece bajo mi dirección, bajo mi crianza. Tengo que entender que esa es una vida aparte, que le pertenece a Dios y Dios me ha llamado a poder involucrarme y contribuir, pero no se trata de mí.

Me encanta algo que dice el autor en la página 79, dice: “Lo que tú y tus hijos más necesitan no es el éxito, es la Redención. Lo que tú y tus hijos necesitan no es la gloria de los logros personales, sino ser rescatados de su esclavitud hacia la gloria propia, con el propósito de que puedan disfrutar la libertad de vivir para la gloria de otro”. Y eso es mi sueño para mis hijos y para mí, que puedan llegar a ese punto de vivir realmente para la gloria de otro y no la gloria propia, ni la mía, ni la de ellos.

Betsy: Mira, déjame confesarte que una de las cosas que más me ha dado libertad en este caminar, es ver cada momento que mi corazón quiere sentir vergüenza o condenación, o me siento juzgada por los demás, o cuando mis hijos hacen algo que en realidad me pone en aprietos, si se puede decir, es ver esto como una oportunidad para considerar el Evangelio y hacer de la obra de Cristo mi único salvavidas. Cuando estás en ese momento de tensión, que si tú eres mamá yo estoy segura que lo has vivido, y bueno tú también Susi, nosotras como esposa de Pastor, los ojos están encima de nosotras, la gente está mirando lo que estamos haciendo y nuestros hijos son nuestra carta de presentación. Entonces en ese momento cuando uno de mis hijos hace un exabrupto o me deja en vergüenza, esa tensión, cuando el corazón se te acelera, en ese momento ahí entra el Señor y yo en esos segundos puedo decirle: “Señor, yo soy quien tú has dicho que yo soy; yo soy redimida, yo soy justificada, yo soy aceptada delante de ti. Y ahora mismo no es importante lo que los demás piensen, ni lo va a ser hoy, ni tampoco lo será en un millón de años”. Entonces el Señor nos ayuda.

Me recuerda tanto esa anécdota de la autora Elyse Fitzpatrick cuando uno de sus hijos después de aprenderse un versículo bíblico en la iglesia, ella sintió esa tentación de decirle a su hijo: “Ve a enseñarle al Pastor, dile el versículo que nosotros hemos estado aprendiendo”; y el hijo fue y le dijo al Pastor: “Déjeme decirle el versículo que me acabo de aprender: ‘Yo odio a Jesús’”. En ese momento ella cuenta que por primera vez entendió el concepto de la justificación, nosotros tenemos abogado en el cielo, Jesucristo el Justo, y somos justificados en Él. No necesitamos la aprobación del Pastor, ni de otra persona reconocida o de alguien a quien nosotros seguimos o admiramos. Nosotros necesitamos la aprobación de Dios. Entonces, lo que quiero decirte es que son oportunidades que Dios nos da para que nosotros nos demos cuenta realmente en donde está parada nuestra identidad.

Susi: ¡Amen! Muchas gracias, Betsy, por compartir tu corazón con nosotros y gracias a Dios que podemos estar completamente satisfechos en Él, buscar nuestra identidad en Él. Quiero leerte una pregunta que hace el autor en la última página de este capítulo. Dice: “¿No es bueno saber que mientras Jesús satisfaga completamente nuestros corazones, no tenemos que pedirles a nuestros hijos que provean esa satisfacción? ¡Que alivio para nuestros hijos no cargar con el peso de proveer para su mamá y para su papá algo que no están diseñados para proveer! Gracias a Cristo y su obra por nosotros”.

Gracias, Betsy, por habernos acompañado. Quiero animarte a que busques la publicación en la página crianzareverente.com donde puedes encontrar las preguntas de la guía de estudio, que te reúnas con tu esposo o con tu grupo de estudio. Si eres mamá soltera, estas verdades aplican, quizás todavía más a ti; y te animo a que estudies la guía, que busques a otra mamá con quien estudiar. Gracias a Dios que podemos estar satisfechos en nuestra identidad en Cristo.

Que Dios te bendiga mucho esta semana.

Compartir:

Autores

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

Publicaciones relacionadas