En el día a día de la crianza, es fácil perder de vista algunas de las realidades más pertinentes de la vida. Al cambiar pañales, cocinar otra comida, ayudar con la tarea de matemáticas, preocuparnos por el dinero, y perseverar en un matrimonio difícil, olvidamos la razón por la que existimos nosotros y nuestros hijos. Recordar tu razón de ser y el de tus hijos puede realinear tus prioridades y refrescar tu visión a largo plazo.
TRANSCRIPCIÓN:
Estoy muy agradecida con mi Dios por permitirme una vez más retomar los podcasts como solemos hacerlos. Espero que las enseñanzas en los últimos dos episodios te hayan sido de ayuda, y gracias por las palabras de aliento y por sus oraciones por nuestra salud. Estamos casi completamente recuperados del Covid 19, solo con secuelas menores, y reconocemos la gracia del Señor en nuestras vidas. No pensaba esperar tantas semanas del nuevo año para poder compartir contigo otra vez, pero los tiempos del Señor son perfectos, y hemos visto cómo Él nos moldea en la aflicción.
Como muchos lo hacemos cuando colgamos un nuevo calendario en la pared, y tenemos que aprender a poner un numero diferente cuando queremos escribir la fecha actual, los primeros días de enero fueron de bastante reflexión para mí. Creo que es muy sano y sabio de vez en cuando detenernos para evaluar nuestra condición, nuestros hábitos, nuestras actitudes y motivaciones. Como somos pecadores que todavía tenemos corazones engañosos, nunca debemos suponer que vamos totalmente bien. Esos puntos ciegos pueden terminar siendo manchas grandes que estorban un crecimiento espiritual vital.
Al estar en “modo evaluación” también pensaba en planes para Crianza Reverente y oraba al Señor que me diera sabiduría para poder cubrir temas y pasajes que realmente edificaran a los padres cristianos que tienen un deseo de criar en adoración y sumisión delante de Dios. Hay una cantidad infinita de posibles temas que hablar sobre la crianza. Si te leyera las preguntas y comentarios que llegan por mensajes en redes sociales o por correos desde la pagina web, quizá te abrumarías como yo al pensar en lo imposible que es contestar cada duda y hablar sobre cada inquietud. Sé que no tengo personalmente la sabiduría y el conocimiento para hacerlo.
Todo eso me puso a reflexionar un poco sobre los 18, casi 19, años de crianza que he vivido. Intenté identificar cuáles habían sido las instrucciones, enseñanzas, testimonios, sugerencias, tips, etc., que más me habían sido de ayuda. Quise identificar lo que más había confrontado mi pecado como mamá, lo que más había provisto sabiduría y ayuda. De repente me di cuenta que aunque sí he tenido muchas inquietudes por el camino, no han sido las soluciones temporales, los métodos para comportamiento, que realmente han impactado mi vida y la de mis hijos. Yo también tuve dudas como “exactamente cuando y en qué ocasiones debo aplicar la vara”, o “con qué palabras debo explicar el Evangelio a mi hijo de 4 años cuando desobedece”, o “está bien que mi esposo y yo usemos algún tipo de planificación familiar” o “a qué edad ya no debe dormir un niño con sus papás”, o “debo educar en casa o está bien mandar a mis hijos a una escuela” o cualquier otra cantidad de preguntas que los padres hacemos. (Estos son mensajes que me han llegado.)
Aunque estas preguntas son reales y sobre áreas en las que necesitamos sabiduría, estas no son las preguntas más importantes. Yo estoy convencida de que podría grabar todo un episodio dándote ejemplos específicos de cómo creo yo que debes disciplinar a tu hijo de 4 o tu hija de 8 en toda una gama de situaciones diferentes, y en cierto sentido no te estaría haciendo ningún favor. Creo que no está mal dar ejemplos tratando de aplicar instrucción bíblica, pero cuando solo queremos que nos digan exactamente qué hacer, creo que nos estamos perdiendo de un gran crecimiento en sabiduría.
Lo que Dios desea para mí y mi familia, para ti y tu familia, es que sepas las respuestas a las preguntas grandes de la vida, a las preguntas que determinan el rumbo eterno de tu vida y la de tus hijos. Dios desea una dependencia de parte tuya y una búsqueda de sabiduría bíblica. Quiere que entiendas la vida de su punto de vista, y cuando lo empieces a hacer, empiezas a adquirir la sabiduría diaria que tanto necesitas.
Porque la verdad es que cada niño y cada familia es diferente, y tú como papá o mamá de tus hijos necesitas la sabiduría que Dios quiere darte cada día al depender totalmente de Él. Quiere revelarte a si mismo y su cosmovisión, y cada vez que conocemos más a Dios nos equipamos más para ser padres sabios. Y por eso, quizá la conversación que tú necesitas tener con tu hija de 8 años será bastante diferente a la que yo tuve con la mía. Y si te trato de sugerir demasiadas soluciones, quizá no vas a ir corriendo a la fuente de eterna sabiduría.
Una de las grandes preguntas de la vida que los padres deberíamos de siempre considerar, pero que muy pocos padres se hacen, es la de “¿por qué existen mis hijos?”. ¿Alguna vez te has hecho esa pregunta? ¿No es cierto que conocer la razón de existir de algo, su diseño original, nos ayuda a usarlo mejor?
Cuando pienso en la idea de desaprovechar un objeto por no conocer la intención original que tiene, siempre me acuerdo de un video que circulaba en las redes hace un tiempo. Creo que era un comercial, pero no estoy segura. Probablemente lo habrás visto.
El video muestra a una hija adulto y su papá trabajando en la cocina. Están preparando comida, y la hija le pregunta a su papá como le ha ido con la tablet que le regalaron para Navidad. Él se ve un poco confundido por un momento y luego dice, “bien” (todo este tiempo están picando verduras). Ella dice, “¿Qué tal están funcionando los apps?” Él se le acerca con su tabla de picar y pasa las verduras picadas al recipiente que ella tiene en frente, mientras que dice, “¿Cuáles apps?” Ella se queda atónita al ver que la “tabla” que él está usando para picar verduras es el iPad que le habían regalado. Se le queda viendo a su papá con su boca abierta mientras que él tranquilamente lo enjuaga y lo mete en la maquina para lavar trastes.
Ahí tenemos ilustrada la típica situación de alguien que tenía algo en su posesión que tenía un propósito bastante poderoso, que podía traer mucho beneficio, pero lo estaba utilizando para algo trivial que para nada aprovechaba su potencial, en incluso dañaba su potencial original.
Creo que algo parecido puede pasar con los hijos. Los esperamos, llegan a nuestro hogar, los cuidamos, los cargamos, les damos de comer, les vestimos… pero ¿para qué sirven? ¿Por qué existen? ¿Por qué Dios hace el milagro del nacimiento de un bebé más de 140 millones de veces cada año?
Se nos puede hacer una pregunta extraña porque todos sabemos por qué existen los niños, ¿no? ¿Sí lo sabemos? Creo que no es una pregunta tan fácil.
Si le preguntáramos a cualquier mamá que nos topemos en la calle, nos podría dar una gran variedad de respuestas: para formar una familia, para preservar la raza, para realizarme como mujer, para darle a mi mamá nietos, para proveerle a la sociedad buenos ciudadanos, no sé.
Incluso en la iglesia, los que somos creyentes, podríamos batallar para contestar esta pregunta, y podríamos pensar que no es importante contestar esta pregunta, pero creo que es mas importante de lo que nos damos cuenta. Y como dije hace un momento, yo miro hacia atrás en mi vida y específicamente en mi crianza, y el considerar esta pregunta y recibir instrucción sobre este tema fue un parteaguas para mí.
Quisiera llevarte a un pasaje que nos puede ayudar. Voy a leer Isaías 43:1-7:
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice”.
A Dios le importa que sepamos para qué existen los bebés, y los niños, y los jóvenes. La generación que Él nos está dando. Dios es el Creador de toda vida. Es la fuente de lo que sostiene cada vida de cada ser humano. Él decide cómo forma cada cuerpo y mente. Pero, aun más que todo eso, Dios nos dice la razón, el propósito, por el cual crea a cada persona. “Para gloria mía los he creado, los formé y los hice”.
Mis hijos existen para la gloria de Dios. Esto significa que cualquier otra razón de existir que yo busque para ellos es inferior, y debe someterse a ese propósito mayor.
Mira algunas cosas acerca de este pasaje. Primero, la razón de existir de mis hijos está indisolublemente vinculada con el carácter de su Creador. El v. 1 menciona a Jehová, el Formador. Él es quien redime y quien estará siempre presente. Él le puso nombre (¡aunque sus papás no le pongan!). Cuando todo es difícil y parece estar perdido, Él estará ahí (v. 2). Es Dios tuyo, Santo, Salvador, el que rescata (v. 3). V. 4 dice que eres de gran estima, que te amó, y 5 y 6 que Él traerá las generaciones y las protegerá.
Y ahora sí el versículo 7, somos llamados por Su nombre, conocidos íntimamente por nuestro Creador.
Lo más importante que tú puedes saber y pensar sobre un nuevo bebé, quizá un milagro inesperado, una fuente de gozo y temor, o sobre ese niño inquieto o ese joven silencioso, es que Su Creador y Rescatador lo creó para Su propia gloria. El carácter de Dios es lo que va a sostenerte a ti y también a tu hijo toda su vida. No podemos separar la razón de ser de nuestros hijos del carácter de quien los creó.
Entonces, la razón de existir de mis hijos exige una respuesta de mi parte. Estas verdades transforman mi perspectiva de tener hijos. Lo primero que dice ahí es, “no temas”. Muchos padres vivimos en temor. Desde las primeras semanas de sospechar y luego confirmar un embarazo hasta el día que se case el último hijo, hay temores. A veces otras personas no nos ayudan porque nos expresan temores que “debemos” tener. La realidad que puede quitar ese temor, y dirigir tu atención y confianza al lugar correcto, es que tu hijo fue creado para la gloria de Dios y vive bajo la soberanía de Dios. Mi respuesta natural, entonces, debe ser adoración. Debo responder en adoración de ese Dios que merece toda gloria. Esto puede sonar muy poco práctico para la crianza diaria, pero es sumamente práctico. **
Significa primero para mí personalmente como mamá que no adquiero mi identidad de mis hijos, de su conducta, su apariencia física, sus habilidades. Por ser creación de Dios e hija de Dios, ya soy de gran estima, y mis hijos lo son también. Soy llamada por su nombre, y hecha para su gloria, y nada de eso depende de mi desempeño como mamá. En la vida diaria esto me permite desconectar mi identidad de la conducta de mis hijos. Cuando hago esto, mi crianza más fácilmente se trata de la relación de mi hijo hacia Dios en lugar de cómo me hace sentir o lucir a mí como mamá o papá. Cada reto, cada ocasión que requiere disciplina o paciencia o amor abnegado, es una oportunidad de recordar el gran propósito por el cual yo y mis hijos existen, y entregarme a vivir para la gloria de Dios.
También significa que no busco mi satisfacción en mis hijos. Creo que la crianza nos permite experimentar el hecho de que solo porque uno cumpla un anhelo de su corazón, no significa que eso traiga satisfacción. Tener un hijo que sea sano y bonito es un anhelo natural y bueno. Pero Dios no nos creó así para que luego ese anhelo cumplido nos satisfaga. Es para un fin más grande y duradero. Es para Su gloria, y solo cuando vivimos esta experiencia así, tendremos esa satisfacción.
El hecho de que mis hijos existen para la gloria de Dios también significa que no los crío para su propia felicidad. Cuando soy tentada a conducirme con mi hijo como si su felicidad fuera mi primera responsabilidad, recuerdo la razón de existir de mi hijo, y le recuerdo a él o a ella esa verdad, y no le permito ser el centro de su propio universo. Al final, esto sí servirá para su eterna gozo y satisfacción.
Considerarías conmigo el gran peso que tiene en nuestra vida personal y la crianza el hecho de nosotros y nuestros hijos existimos para la gloria de Dios. Yo no te puedo decir exactamente lo que haces diariamente en tu hogar que contradice esta verdad. Yo sé que yo contradigo esa verdad cuando yo trato con impaciencia y molestia a mis hijos por alguna inconveniencia que me causan. Esa reacción de mi parte les comunica que ellos existen para mi comodidad. Necesito un cambio de cosmovisión. Podría darte ejemplos por horas de cómo yo fallo en esto, pero lo más importante es que vayamos delante de Dios y le pidamos que abra nuestro entendimiento y nos dé arrepentimiento y sabiduría y humildad y fe para creer que la mejor manera de vivir es bajo los principios y el carácter eterno y sublime de un Dios que nos creó para su propia gloria. Al hacer esto, Dios también garantiza nuestro eterno bien, porque no hay mejor camino que el de amar y seguir a Dios con todo el corazón. ¿Pasarás un tiempo delante de Dios, o junto a tu cónyuge, rogándole que cambie tu cosmovisión de tus hijos, que revele las áreas de oportunidad, y te llene de un deseo de vivir para su gloria todos los días en tu hogar? Creo que será un paso importante en tu vida de crianza como lo ha sido para mí. Que Dios extienda su misericordia sobre tu hogar esta semana.