Categoría: Evangelio

Episodio #91: Padres impulsados por el Evangelio con Alejandra Slemin

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noviembre 3, 2021

¿Hay días que no sientes la motivación de seguir adelante en tu vida cristiana o en la crianza? El Evangelio no solo te salva a ti y a tus hijos, te provee de una motivación superior a cualquier mensaje motivacional que puedas leer en redes sociales. La gracia y el poder del Evangelio te puede impulsar a luchar contra tu pecado y seguir instruyendo a tus hijos en los mejores y peores días. ¡Anímate hoy con esta conversación!

Estudio bíblico de la semana: Filipenses 2:1-18 (Bajar e imprimir)

Recurso recomendado de la semana: Maternidad Redimida

Preguntas de reflexión:

  1. ¿Has pensado que, aunque la salvación es obra de Dios, tu vida cristiana diaria depende de ti?
  2. ¿De qué maneras puedes colaborar más con Dios en el proceso que Él está llevando a cabo en hacerte más como Cristo?
  3. ¿Qué prácticas diarias necesitas ejercer para mantenerte en dependencia sobre Dios?

Transcripción:

Susi: Hemos hablado de lo que es el Evangelio, de cómo debe moldear la vida familiar y matrimonial, en esta serie sobre el Evangelio, en la vida del hogar cristiano. También hemos hablado mucho del pecado, del perdón desde una perspectiva teológica, también desde una perspectiva práctica. Hemos visto temas de cómo hablar del infierno y el cielo con nuestros hijos, de cómo discernir cuando un mensaje que estamos escuchando es anti-Evangelio.

Hoy, queremos detenernos un momento y hacer esto muy personal. ¿Cómo es que el Evangelio me impulsa cada día a levantarme de la cama y seguir sirviendo a las personas a mi alrededor? ¿Cómo me motiva a lidiar con mi propio pecado repetitivo, quizás el pecado de la ira o de la flojera, para cumplir con mis tareas; o quizás, en el caso de un padre de familia, evitar ejercer el liderazgo que debe ejercer en su hogar?

Para hablar sobre este tema, estoy feliz de que mi amiga Alejandra Cardoza de Slemin, me acompañe una vez más. Ella es una amiga querida de Crianza Reverente, de la familia Bixby y también es esposa de pastor, y creo que entiende muy bien los retos que el esposo puede
llevar.

¡Gracias Ale, por acompañarnos una vez más!

Alejandra: Yo estoy feliz Susi, de estar en mi casa; porque ya, Crianza Reverente se ha vuelto como un lugar especial para mí; y tú y tu familia igual, son muy especiales en mi vida. ¡Gracias por la invitación!

Susi: ¡Gracias a ti por aceptarla! A lo mejor te parece un poco extraño que yo esté hablando con una mujer, porque todos los episodios de esta serie han sido con hombres, con hermanos en Cristo, con padres; y eso fue intencional, porque hablando con mi esposo, pensando en el alcance que puede tener Crianza Reverente, quisiéramos que más padres de familias, sientan que tienen un recurso al que pueden recurrir, que pueden escuchar, que juntos, las parejas puedan crecer; pero si tú eres padre de familia y estás escuchando en este momento, ¡no te
desconectes por favor!

Alejandra: Llama a tu esposa, también.

Susi: ¡Sí! ¡Exacto, escuchen juntos! Pero, los principios que impulsan diariamente a padres y a madres son los mismos; quizás en la vida diaria se ven diferentes, pero queremos animar el día de hoy; y yo he invitado a Ale, porque ella es una persona que gozosamente enfrenta los retos en la vida diaria de la crianza y queremos que juntos podamos compartir ese gozo que el Evangelio da, que nos motiva en momentos muy difíciles de la crianza. Entonces, espero que te quedes aquí con nosotras. Ale, ¡gracias por aceptar este reto!

Alejandra: Claro que sí.

Susi: Queremos empezar de una manera personal. ¿Cómo es que cuando una persona pecadora deposita su fe exclusivamente en la obra de Cristo sobre la cruz, y cae en arrepentimiento delante de Dios por su pecado, eso luego le sirve de motivación en su vida diaria? ¿Cuál es esa   conexión?

Alejandra: Susi, es difícil mantener por nosotros mismos, lo que es el gozo de la salvación, lo que es el entendimiento pleno de lo que ocurrió en esa transición; cuando yo decidí seguir a Cristo, cuando yo fui llamada a seguir a Cristo, cuando mis ojos fueron abiertos al Evangelio y a la salvación de Jesús, ¡eso es muy difícil! Yo he sido creyente desde que tengo 7 años, y ya cumplí 37; y en todo ese tiempo, desde pequeña, ¡es difícil! Pienso que mientras más mayor me pongo, me es más difícil. ¡No es fácil! Entonces, a las personas que nos escuchan; si tú estás pasando por esa lucha de, ¿cómo lo hago?, ¿por qué? No estás solo, no estás sola. Es una lucha real; y es una lucha real, porque se nos olvida muy frecuentemente el fundamento del Evangelio. El fundamento del Evangelio es que Dios nos hizo para tener una relación con Él. Dios nos hizo para su gloria, para que lo disfrutemos a Él y en eso, hay gozo. Eso no es una cruz pesada; eso es un gozo, es una invitación, es un regalo que el Señor nos da.

Hay un versículo en Isaías 43:6-7 que a mí me encanta mucho, que dice: «Traed a mis hijos desde lejos y a mis hijas desde los confines de la tierra; a todo el que es llamado por mi nombre y a quien he creado para mi gloria, a quien he formado y a quien he hecho». Entonces, yo creo que se nos olvida ese versículo; se nos olvida que el Señor nos ha traído para tener una relación de intimidad con nosotros, nos ha llamado y nos ha creado, nos ha formado y nos ha hecho para su gloria. Entonces, yo creo que, posiblemente por ahí va el asunto. Se nos olvida, ¡se nos olvida! el gozo de la salvación.

Susi: Sí, se nos olvida como tú dices, que la salvación es una relación. No podemos separar el Evangelio, del aspecto de que sea una relación, y esa misma relación nos motiva. Tiene que ser como ese fundamento, para motivarnos. Yo sé que a mí, se me olvida también, que esta vida no lo es todo, y creo que, especialmente para una mamá; si ella pasa todo el día cambiando pañales, haciendo comida, limpiando lo que acaba de limpiar hace tres horas, todas esas tareas. Y ¿sabes qué?, yo ya tengo hijos grandes, entonces, a lo mejor las tareas no son las mismas; pero no se acaban. Ese sentir de monotonía, de repetición; y creo que, a los padres de familia les puede pasar: «Voy al trabajo para que mi familia tenga qué comer, regreso a casa, todos tienen necesidades, yo quiero descansar.» O sea, es lo mismo, los hijos requieren atención repetitiva.

Entonces, es tan fácil perdernos en lo diario, en la monotonía de lo diario y olvidar que realmente esto va a pasar; y eso es parte del Evangelio. El Evangelio me dice: «Hoy, y este momento, no lo es todo; esta vida terrenal, no lo es todo». Y para mí, personalmente, eso es también otra cosa que yo tengo que recordar: Es relación y es una futura esperanza. Y eso, da perspectiva, a cuando yo me despierto en la mañana, en mi cama y no me quiero levantar; y no quiero enfrentar los retos del día, recordar: «Esto no lo es todo, y lo que invierto aquí, me espera en una eternidad, ese galardón que Dios me ha prometido».

Alejandra: Recordar también, Susi, pensar como en una frase, como tú dices. En el mundo encontramos tantas frases de motivación: «Tú puedes», «haz esto», «haz aquello», tantas frases de motivación; pero algo específico, que a mí me gusta es pensar, «Dios me hizo para su gloria»; por lo tanto, lo que yo haga aquí en la tierra, cualquier servicio que yo haga aquí en la tierra, es para la gloria de Dios. Entonces, (te lo digo por experiencia), cuando yo voy al lugar donde lavo la ropa de mis hijos y de mi esposo y mía; y veo todas las canastas amontonadas una encima de otra, y digo: «¡Oh, Señor! ¿Quién podrá defenderme?», pienso, (debo de pensar, porque me canso), como tú decías: «Dios me hizo para su gloria», «Dios me hizo con un propósito», y ahora mismo, en este momento, su propósito es que yo bendiga a mi familia, doblando esa ropa, y que ellos (los más grandecitos), la pongan en su lugar. O sea, no podemos separar el momento de la salvación con el trayecto del Evangelio. Es algo que va de la mano.

El Evangelio es un viaje, es un camino, es un trayecto, no es un momento solamente. Entonces, parte de mi vida es entender lo que es el Evangelio, y aplicarlo al lunes en la mañana, cuando la cocina está un desastre, porque el domingo después de la iglesia vino visita, y yo estaba tan cansada y no quise tocar nada y me acosté; y me levanto ese lunes temprano, y veo todos los trastes con la comida pegada. Sí hermanas, eso nos ocurre, ¡nos ocurre!  Decir: «Señor, este momento tú lo hiciste, para que yo refleje tu gloria, (¡vamos!, ¡vamos!, y comenzar a fregar, o comenzar a doblar o bañar a mis hijos), este momento es un momento glorioso; porque estoy atesorando la vida que Tú me diste y estoy mostrando el amor tuyo, a las personas que están a mi alrededor”.

Susi: Y eso, entonces, puede aplicar a cualquier momento del día y la noche, cuando un papá o una mamá, tiene que invertir de una manera que parece…

Alejandra: ¡La noche!

Susi: ¡Sí, la noche!

Alejandra: ¡Para mí, es dura la noche! ¡Es dura! ¡Muy dura!

Susi: Y hay papás, que se levantan a ayudar también con los niños en la noche, y luego tienen que ir a trabajar; y a lo mejor están en tráfico y dicen: «¡Ay! voy a llegar y mi esposa va a necesitar ayuda». Todos vivimos esos momentos; y el Evangelio realmente puede producir en nosotros, una motivación que ninguna otra cosa, ninguna otra frase motivacional (como tú decías), puede producir; y eso es algo, a lo cual podemos aferrarnos. Y cuando yo pienso, Ale, en la vida cristiana, creo que, lo que más nos desanima a veces, es nuestro propio pecado.

Alejandra: Nuestras propias luchas.

Susi: ¡Ajá! Si somos hijos de Dios, deseamos ser como Cristo. Eso debe ser un hecho, y creo que cada creyente verdadero, quiere ser transformado, quiere dejar de pecar; y queremos que nuestros hijos dejen de pecar, seguramente. Entonces, ¿cómo es que específicamente el Evangelio motiva cambios, transformación en nosotros, sin que este proceso se sienta tan frustrante o incluso deprimente?

Alejandra: Sí, eso es difícil, porque podemos caer en una religiosidad, y podemos caer en lo que es una forma de vivir el cristianismo de manera moralista; pensando que esos son frutos del Evangelio; y realmente lo que son, es una rutina que nosotros hemos acomodado y que muestra algún tipo de piedad; pero no es piedad, realmente. Entonces, yo creo que, nosotros podemos ser retados todos los días con lo que este mundo nos ofrece, con lo que nuestro pecado nos recuerda; y pienso que es eso, que el pecado que nosotros hacemos diariamente, las caídas que nosotros tenemos o que nuestros hijos tienen; son un constante recordatorio de que nosotros estamos hechos, aún en nuestro mejor día, nosotros somos pecadores; y ese pecado me incluye a mí también. A veces, cuando yo estoy corrigiendo a mis hijos por algo, yo pienso: «¡Wow! Yo hago eso mismo que ellos están haciendo», y pienso, cómo Dios trata conmigo, cuando yo hago eso. ¡Literal Susi! Pienso y digo: «Señor, gracias porque tú me disciplinas; pero tú tienes misericordia, y yo siento esa misericordia de ti.»

Entonces, cada vez que fallo, cada vez que peco, es la frase que más me gusta pensar, y venir delante del Señor y decirle: «Señor, yo te necesito», «Señor, yo te necesito para organizar mi casa, te necesito para manejar mis finanzas, te necesito para cocinarle a mi familia; porque estoy agotada”, y expresárselo al Señor: «Señor, yo te necesito». Porque, a veces corremos al otro lado, así como lo hizo Eva, y coge una hoja de higos e intenta taparse en que, “estoy cansada, en que mis hijos son tremendos, en que mi esposo no gana suficiente dinero”. Me escondo en eso, para tapar mis reacciones o para tapar mi pecado. Yo creo que nos falta tiempo a veces, o no sacamos el tiempo, para sentarnos y decir: «Señor, yo te necesito, en esas áreas de mi vida”; y a veces, hasta decírselo a nuestros hijos.

Así fue, que yo vine a Jesús. Mi papá era pastor, todo muy bien; y un día mi abuela estaba en mi casa, y me sienta en sus piernas y me dice: «Alejandra ¿tú sabes que tú necesitas a Jesús?», y yo le dije: «No, mamá (yo le digo «mamá» a mi abuela materna), yo, no necesito a Jesús; porque yo voy a la iglesia, yo canto; yo sé quién es Jesús.» Y ella me dijo: «No, no, no. Tú necesitas a Jesús»; y me presentó el Evangelio, y recuerdo ese día como hoy, o sea, no es como que se me olvidó. No, no, no, yo recuerdo ese día, cuando ella me dijo: «Tú necesitas a Jesús». Entonces, yo pienso que nuestro pecado, nuestras luchas; deben hacernos recordar que necesitamos a Jesús; y lo que dice Filipenses 1:6, que, «Aquel que comenzó tan buena obra en nosotros, la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús».

El Evangelio es un viaje, el Evangelio es un proceso, y el Señor nos va perfeccionando; porque Él fue quien inició la obra en nosotras, y Él fue que inició la obra en nuestros hijos.

Susi: Eso que tú dices del proceso, eso es algo que yo recuerdo. Hace un par de años, cuando yo estaba desanimada en mi proceso de santificación personal; porque de eso estamos hablando, estamos hablando de santificación; los cambios que Dios quiere producir en nosotros después de conocer a Cristo. Entonces, yo estaba frustrada, estaba casi como deprimida.

Alejandra: ¡Sí!, porque uno no ve progreso; es como cuando uno quiere rebajar, que uno hace toda la dieta del mundo, y dice: «Pero no, ni un centímetro».

Susi: Te desanimas y dices: ¿Por qué? y ¿qué pasa? Entonces, yo recuerdo un momento, cuando yo entendí, que el proceso mismo glorifica a Dios. O sea, no solamente glorifico a Dios cuando yo llego a vencer el pecado y ya no cometo ese pecado. El mero proceso de que yo diga: «Señor, yo batallo con esto, lo he confesado, lo he vuelto a hacer, yo quiero, yo deseo ser como Cristo». Es como si Dios está usando mis mismos fracasos en esa área, para acercarme a Él y entender mejor el corazón de Dios; porque el corazón de Dios es: «Sí, me importa tu santificación; pero me importa mi relación contigo, mi cercanía contigo».

Mientras más me doy cuenta de que yo no puedo; más me acerco al corazón de Dios, a depender totalmente de Él. Entonces, el proceso mismo de luchar en contra de mi pecado, que se siente tan pesado; y de ayudar a mis hijos a luchar, y de a veces ver que no hay cambios en ellos; Dios puede glorificarse, y está haciéndome más como Cristo en ese mismo proceso. Y ese concepto, para mí, ha sido como un bálsamo a mi alma, en mi proceso de tratar de crecer.

Alejandra: Pensar que el Señor dice, que “Nunca nos deja y que nunca nos desampara”, aún en esos momentos; porque a veces pensamos: ¡Oh! El Señor se apartó de mí. ¡No! Dile: Te necesito. Ve donde el Señor, y dile: Señor, yo necesito que Tú me guíes.

Como tú decías, el destino final, es igual de importante; que el camino hacia el destino. O sea, para llegar al destino de que nuestros hijos, de que nosotros, vivamos unas vidas rendidas delante del Señor; el proceso es importante, y el proceso toma tiempo; toma pasos cortos, toma determinación en mantenerme en el camino. Decirle: ¡Señor, susténtame; Señor, guíame! Pero, es un proceso; y eso, es importante entenderlo.

Susi: ¿Y sabes qué, Ale?, a veces creemos que sabemos cómo se va a sentir ese proceso, y quisiéramos sentirnos más santos; pero la santidad no se siente como santidad. La santidad en mi cerebro, en mi corazón, es estar más consciente de mi pecado; no menos.

Alejandra: ¡Claro, exacto!

Susi: Creo que, tenemos que tratar de quitarnos prejuicios acerca de cómo yo me voy a “sentir”, si Dios realmente me está cambiando; sino confiar en que Dios me está transformando, y enfocarme en imitar a Cristo. No tanto en evaluarme, que si yo me siento más santa o no.

Alejandra: ¡Exactamente! Es mi dependencia. Mientras más dependiente soy del Señor, más cerca estoy caminando del Señor. Tiene que ver con un asunto de dependencia del Señor.

Susi: Y entonces Ale, ¿cómo me impulsa (hablando de todo esto), a seguir instruyendo correctamente, cuando siento que mis hijos, son los no entienden «nada»?

Alejandra: Que muchas veces ocurre; porque estamos tratando con pecadores, estamos lidiando con personas igual que nosotros. Entonces, ellos van a tener las mismas luchas, tal vez, en versión inicial; que las que tuvimos nosotros. Yo creo, que el Evangelio nos ayuda; porque nos da auxilio para el presente. Los recursos que el Señor nos da a través de su Palabra, a través de su Espíritu Santo; son el socorro que nosotros necesitamos, para guiar a nuestros hijos a lo que es el proceso de confesión, y a lo que es el proceso de dependencia del Señor; para su propio crecimiento. Pensamos también, que el Evangelio nos da esperanza para el futuro; porque cuando los hijos de mi vecina se portan bien (ella no es creyente, por ejemplo), la esperanza que ella tiene, es que cuando ellos sean adultos, van a ser hombres y mujeres de bien; y que todo va a estar bien; porque la sociedad necesita personas «buenas». Pero, en el caso de nosotros como creyentes, nuestra esperanza es la vida eterna, nuestra esperanza es, que nuestros hijos vengan a Jesús; y nuestra esperanza es, que nuestros hijos vivan en una relación de amor con Cristo. Entonces, nosotros tenemos esperanza eterna, no solo esperanza temporal.

Yo vivo en una isla, y para salir de la isla, se sale por avión o se sale por barco; y hay unos barcos grandes, que transportan a las personas cada hora, literalmente. Entonces, yo veo este barco tan grande, tan armado y veo que esa maquinaria tan grande, es movida por un motor, por un pequeño motor; y que si ese motor no está en la maquinaria a pesar de que la maquinaria se vea muy grande, muy fuerte, muy resistente y hasta pueda flotar; si ese motor no está en buen estado y no mueve la maquinaria, no mueve el barco; crea un caos. Entonces, yo pienso que el motor de la Palabra, el motor de la Biblia; el motor del cristianismo, es el Evangelio. Y si nosotros no estamos claros, afianzados, esperanzados, gozosos de que el motor de nuestro barco funciona, va a ser muy difícil mover el barco, y va a ser muy difícil pensar que podemos llegar al otro lado. Eso debe ser una motivación.

Cuando usted piense en el desánimo, piense: El Señor me ha dado este barco y el motor es el Evangelio, el amor del Señor, el perdón del Señor, la gracia que el Señor me ha dado a través de su Hijo Jesús; para que yo muestre su gloria a este mundo, y ese «mundo», incluye mis hijos y mi esposo o mi esposa. Ese es el lugar en que el Señor nos ha plantado. El ir por todo el mundo y predicar el Evangelio, incluye nuestro hogar, incluye nuestras casas; y ese mismo gozo debe surgir y debe estar presente, en nuestras relaciones más cercanas.

Susi: ¡Amén! Yo pienso en Efesios, cuando dice que el Señor vivifica, que el Señor es el que da vida; y nos compara; como cuando somos inconversos, somos como muertos. Entonces, algo que a mí me ayuda mucho, es recordar; porque a veces, yo no sé si mis hijos son salvos o no.

Alejandra: Exacto.

Susi: Pueden haber repetido una oración; pero ¿ha habido una transformación en su corazón? Solamente Dios, lo puede saber. Entonces, como yo entiendo que Dios es el que da vida, eso me motiva a seguir instruyendo, seguir predicando el Evangelio, viviendo el Evangelio, buscando que aprendan el arrepentimiento, la confesión; todo eso que hemos hablado tanto; ¿qué es lo que me motiva a mí, a seguir?, es porque entiendo, que el poder no viene de mí. Creo que, a veces tenemos una perspectiva muy deficiente del Evangelio; porque creemos que solo es para el momento de salvación (obviamente eso es un momento súper importante), pero (como tú mencionaste hace un momento), es un viaje, y ese viaje sigue siendo impulsado y empoderado por el Espíritu Santo, por Dios. Eso es lo que me motiva a vivir por fe, porque la instrucción de un padre o una madre a su hijo en la Palabra, tiene que ser por fe. No es por resultados visibles.

Alejandra: Se va sembrando, se va regando. Hay estaciones, hay etapas, hay momentos de buena cosecha, de cosecha un poco precaria, ¡pero seguimos! Seguimos trabajando en mostrar la gloria de Dios, y en compartir quién es el Señor; y en no perder ese gozo al hacerlo. ¡Gozo! al hacerlo.

Susi: Sí, y ¡eso contagia! Cuando nuestros hijos ven verdadero gozo, en que podamos vivir en el Evangelio, eso hace atractivo, ¡muy atractivo el Evangelio!, como debe ser. Pero, Ale, hay muchas personas que pueden estar escuchando, que están en situaciones más complicadas: hay madres solteras, hay hombres y mujeres que crían en la fe, sin tener al esposo salvo; quizás tienen cónyuge, pero no es salvo. Bueno, hay un montón de situaciones que las personas vivimos; porque vivimos en un mundo roto.

Entonces, ¿qué me motiva a tener esperanza, cuando puedo estar en una situación compleja?

Alejandra: Es una situación difícil, no estar en el mismo lugar en el aspecto espiritual con tu esposo, con tu pareja, con tu esposa. Pero, siempre recuerdo un testimonio de una hermana que tuvo ocho hijos varones y una hembra, en Estados Unidos, mamá soltera y las estadísticas para una familia con esas características, son muy deprimentes; o sea la mayoría de las veces, terminan en la cárcel o terminan con problemas; en fin. Y ella decía, que mientras ella criaba a sus hijos, ella siempre le decía al Señor: «Señor, ayúdame siempre a estar dispuesta a hacer tu voluntad», «ayúdame siempre a estar dispuesta a hacer tu voluntad»; y que ella oraba por sus hijos, y en el día de hoy, ¡gracias al Señor!, todos caminan con el Señor. Y el Señor de diferentes formas, permitió que ella criara a sus nueve hijos sola, y que fuera guiada por el Señor.

Pero, como decíamos, es una dependencia total del Señor. Entonces, yo pienso que cuando estamos en una situación así, siempre es igual, que cuando los dos (vamos a suponer), son cristianos. Claro, hay más personas impulsando la misma visión. Tú tienes menos cosas en contra, eso es cierto; pero en cuanto a la medicina, es la misma; es hacer la voluntad del Señor, es depender del Señor. Para unos, se sentirá como cuando Jonás, en el gran pez ahí adentro, y para otros se sentirá el camino un poco más allanado. Eso es cierto, no te puedo negar; pero siempre la medicina es dependencia del Señor. ¡Dependencia del Señor, esa es la medicina!

Susi: Y obediencia, como tú dices; porque creo que, cuando nos sentimos en una situación especialmente difícil, podemos sentirnos víctimas, y ese sentir de “sentirme víctima”; voy como a tomarlo aparte, vamos a decir: Una madre soltera o una madre cuyo esposo no le apoya espiritualmente en nada; ella pudiera sentir, que para ella las cosas son diferentes, que Dios tendrá que entender que ella no puede hacer todo como Él dice; porque, «pues, estoy sola». Entonces, cuando una mamá o un papá, que se siente solo o muy complicado, piensa así; realmente lo que está diciendo, es que: «El Evangelio no es suficiente para mí, en mi caso; porque tengo un caso especial».

Alejandra: ¡Claro! Recuerda cuando David vio a Goliat, vio a Goliat como una oportunidad; no para él, matarlo; no para él, agredirlo; sino para que Dios se glorificara. Yo pienso que cuando veamos situaciones que parecen imposibles, nosotros tenemos que luchar, es para que Dios se
glorifique. O sea, para decir: «Señor, yo te voy a obedecer», (y David obedeció), «yo te voy a obedecer, para que tú te glorifiques». Y, ¡el Señor lo puede hacer! El Señor lo puede hacer; pero cuando tomamos la actitud, que el resto del pueblo de Israel; pasamos días de melancolía como el pueblo de Israel: «No, ese hombre es muy grande», «eso no se puede,» «eso nunca va a ocurrir».

Susi: Llenos de temor. Estaban llenos de temor.

Alejandra: ¡Exactamente! Dejamos que eso nos arrope, y nos paraliza, literalmente nos paraliza; nuestra mente e incluso intenta paralizar nuestra fe; pero pensar: «El Señor puede, el Señor puede; y yo voy a obedecer al Señor».

Susi: Porque, a fin de cuentas, el Señor puede y ¡es el único que puede!, y no importa tu situación. ¡Dios sigue siendo el único que da vida! Entonces, los hijos que cría una madre soltera, un padre que no tiene su esposa, en la fe; tienen la misma posibilidad de experimentar el poder de Dios; que mis hijos que se han criado en un hogar cristiano. Las estadísticas, realmente no cuentan aquí, el que cuenta es Dios y su poder.

Alejandra: ¿Sabes qué? No es una limitación. Yo siempre les digo a los hermanos con esa situación, «es una oportunidad que el Señor ha puesto delante de mí, para que su Nombre sea glorificado en esta situación».       Entonces, eso no es una limitación, ¡es una oportunidad!

Susi: ¡Amén! ¡Amén! ¡Excelente! Muchas gracias, Alejandra, por compartir tu corazón con nosotros; y yo creo que no se tiene que decir; pero quizás sí se tiene que decir, que nadie puede vivir en el poder del Evangelio, impulsado cada día por el poder del Evangelio, sin estar cada día en la Palabra, en la oración, en la iglesia, en la comunidad y experimentando el poder de Dios.

Alejandra: ¡La relación!

Susi: Sí. ¡Gracias a Dios! Y Ale, para terminar, como siempre, quisiera preguntarte si pudieras recomendar algún recurso, que pudiera ayudar, quizás específicamente a las mamás, como no hemos tenido entrevistas con otras mamás, en esta serie, ¿tienes algún recurso que pudieras recomendar.

Alejandra: Hay dos recursos, que me gustaría recomendar, el primero es la Biblia. Mujeres, todos los días, de cabeza en la Palabra; así sea cinco minutos, media hora, una hora en la Palabra del Señor. El pasaje que siempre me gusta en cuanto a la maternidad es Filipenses 2: 1-18. Me gusta mucho, porque nos guía a lo que es, el real Evangelio, la humillación de Cristo, cuál es el fundamento, cómo vivirlo y cuál es la esperanza que nosotros tenemos. Y entre los recursos creados, también o impulsados por el Señor, por madres; hay un libro muy especial para mí, que se llama, “Maternidad Redimida”, y lo especial de este libro, aparte de su fundamento Cristo céntrico, ¡es que es súper fácil de leer! Yo no sé, si a ti te es fácil leer. A mí, me es súper fácil leer, me gusta mucho leer; pero hay mujeres que no les es tan fácil, y yo las comprendo mis hermanas, no es tan fácil; pero este libro es súper fácil de leer. Lo puedes colorear, lo puedes “saborear”, como yo digo, de una forma especial; y te da pequeñas frases y pequeñas guías, en áreas sumamente prácticas de la vida de cualquier madre. Así que, Maternidad Redimida, es número 1 para mí.

Susi: ¡Perfecto! De hecho, creo que en la página de Crianza Reverente, tenemos una reseña del libro “Maternidad Redimida”, y es publicado por Editorial Portavoz. Así que, si quieres buscarlo en tu librería local, seguramente lo encuentras, porque la Editorial Portavoz tiene muy buena distribución. Así que, esposo que estás escuchando, ¡regálaselo a tu esposa! Quizás lo puedan leer juntos, porque está lleno del Evangelio, y como dijo Alejandra, estudiemos Filipenses 2, esta semana, y allí vamos a tener listo para ti, el estudio para que lo bajes, lo imprimas y puedas profundizar en las verdades del Evangelio, esta semana.

¡Gracias, Alejandra, por tu tiempo y por siempre estar dispuesta a apoyarnos, aquí en Crianza Reverente!

Alejandra: ¡Feliz!

Susi: ¡Que tengas una bendecida semana, viviendo impulsado por el Evangelio, en tu vida diaria!

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Autores

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

  • Es una pecadora que está siendo transformada por Cristo y Su Palabra. Fue atrapada en la montaña rusa del matrimonio y la maternidad, re-definiendo el mandato de tomar su cruz y seguir a Cristo. Comprometida con discipular y aprender a deleitarse en Dios junto a otras hermanas, con la ayuda del Espíritu Santo está mostrando que ser cuidadosa de su marido, casa e hijos es un regalo glorioso de Dios. Esposa de su amado David Slemin y madre de 4 niños, juntos colaboran en la plantación de una iglesia en la ciudad donde viven en Canada. Alejandra ama la lectura, caminar en la montaña y servir en su comunidad.

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