En el transcurso de un día normal en la vida familiar, suceden muchas conversaciones. Conversamos sobre el clima, la ropa, los juguetes que no se quieren compartir, la vecina, la comida, los sentimientos, los temores, y muchísimas cosas más. ¿Será posible saturar esas conversaciones con verdades y perspectivas del Evangelio? ¿Deseas que sea así en tu hogar? ¡Escucha esta conversación!
Estudio bíblico de la semana: Salmo 78:1-39 (Bajar e imprimir)
Recurso recomendado de la semana: Edad de Oportunidad por Paul Tripp
Preguntas de reflexión:
- ¿Tu hogar se caracteriza por separar lo sagrado de lo secular? ¿O se trata cada tema a la luz del Evangelio?
- ¿Cómo vas en cuanto a estar dispuesto a detener alguna actividad propia para aprovechar una oportunidad de hablar con tus hijos sobre asuntos espirituales de su corazón?
- ¿Cuáles pasos pequeños podrías tomar para empezar a ser más consciente de integrar y filtrar las conversaciones con tus hijos alrededor del Evangelio?
Transcripción:
Susi: Ya estamos a punto de terminar con nuestra serie sobre el evangelio, pero no sin antes hablar sobre algo que algunos padres han mencionado y preguntado mucho: Todo esto sobre el evangelio suena súper bien y lo quiero creer, y lo quiero platicar con mis hijos, pero ¿cómo puedo integrar estas verdades del evangelio a la vida diaria de una manera que siente natural, que no se siente que les estoy predicando a cada rato? ¿Cómo es que uno haría algo así?
Para hablar de este tema, tenemos a algunos grandes amigos y colaboradores en el ministerio aquí conmigo, Luis Cepeda y su esposa Berenice Montes. Son amigos desde hace muchos años. Luis y Bere fueron alumnos de Mateo hace mucho tiempo, y ahora Luis es pastor de la Iglesia Bautista Genezareth aquí en Guadalupe, NL, en el ministerio donde también mi esposo y yo colaboramos. Bere es esposa del pastor. Bienvenidos hermanos.
Luis: Gracias Susi. Gracias por la invitación.
Bere: Es un placer estar nuevamente aquí en Crianza Reverente, Susi.
Susi: Berenice había estado el año pasado en un episodio sobre hablar con los hijos sobre la muerte y la pérdida, y ese episodio fue de mucha bendición a muchas personas. Gracias por eso. Luis y Bere tienen tres hijos; tienen tres hijos bien repartidos, ¿verdad? Cuéntennos de sus hijos, sus edades, para conocerlos.
Bere: Tenemos tres hijos varones. El mayor, Timoteo, tiene 16 años, y los dos más chiquitos. Están por cumplir años el próximo fin de semana. Cumplen años los dos porque son del mismo día, así es que uno estará cumpliendo 11 y el otro más pequeñito, 6.
Susi: ¡Qué padre! Entonces bastante repartidos de edades, de hecho, un niño bastante chiquito, un niño ya madurando bastante, en primaria, y uno ya no es niño; es adolescente, ya grande. Creo que por esa razón también pensé que quizás Luis y Bere nos podían ayudar, porque cuando tienes niños chiquitos es diferente la conversación, y cuando tienes niños grandes ya es otro mundo: el de la adolescencia.
Gracias por aceptar la invitación. Al escucharlos a ustedes hablar y testificar sobre los cambios que Dios ha hecho en su hogar en los últimos años por medio del evangelio específicamente, ustedes han mencionado que ha cambiado la manera en que hablan con sus hijos. Para comenzar, ¿podrían compartir con nosotros sobre ese cambio que Dios ha hecho en sus propias vidas para producir ahora un cambio en la forma en que hablan con sus hijos?
Luis: Sí, creo que el cambio más grande que por la gracia de Dios hemos visto en la familia es que Dios ha traído un entendimiento más claro del evangelio a nuestras vidas, a nosotros como papás. Al venir de un contexto cristiano, un hogar cristiano (tanto mi esposa como yo venimos de padres cristianos, pastores, ambos), teníamos un concepto muy tradicional, de una teología muy retributiva en cuanto al evangelio. Te portas bien, te va bien, te portas mal, te va mal.
En los últimos años Dios ha traído por su gracia la verdad de la Palabra que nos ha hecho reevaluar nuestro concepto del evangelio. Y creo que ha sido de mucho impacto para nuestras vidas entender qué es el evangelio y poder darnos cuenta de que no es un concepto y una verdad que quedó en el pasado, sino es lo que cambia nuestra vida diariamente; es lo que permea todo lo que hacemos; es lo que nos permite tener un lente para interpretar absolutamente todo, un conflicto entre nosotros como matrimonio, un conflicto con nuestros hijos. Es un anteojo que nos ponemos diariamente, y no una verdad que algún día creímos y que quedó allí guardada en nuestro acervo religioso.
Bere: Sí, Susi, la verdad es que durante varios años nosotros nos empeñamos en que nuestros hijos aprendieran principios bíblicos, que escucharan la Palabra, que tuvieran buenas bases, que entendieran cuáles eran las reglas del hogar. Y aunque todo eso es algo bueno, el Señor nos fue mostrando que no era eso lo que mayor impacto tendría en sus vidas. Con el paso del tiempo hemos aprendido que si hay algo que va a impactar poderosamente la vida de nuestros hijos es la manera en que nosotros modelamos el evangelio.
Nosotros esperábamos ver cambios en ellos, deseábamos que amaran a Dios, que buscaran su Palabra, pero el cambio no comenzaría en ellos. Dios hizo la obra primero en nosotros. No eran ellos los que debían cambiar, sino más bien el Señor estaba usando el pecado de nuestros hijos para que pudiéramos ver el nuestro, y por la gracia de Dios pudimos ser más conscientes de nuestras fallas, de nuestras luchas. Y eso nos puso mucho más vulnerables frente a nuestros hijos. Pero ahora con libertad podemos decirles esas áreas en las que nosotros también fallamos. Les hacemos ver que igual que ellos, nosotros también estamos necesitados, y eso ha sido una gran victoria.
Cada vez que lo expresamos, también se dan cuenta que solo podemos depender del poder transformador de Cristo, que solo en él tenemos esperanza, que en él hay perdón, y que podemos recurrir a él por gracia para cada día. Buscamos normalmente como padres hacer cambios en nuestros hijos, pero Dios desea hacer el cambio primero en nosotros para que a la medida que nosotros crecemos más y más en semejanza de él, entonces podamos presentar a nuestros hijos una imagen cada vez más y más clara de Cristo.
Luis: Creo que uno de esos cambios que Dios nos permitió ver por su gracia, y él logró en nosotros, es esa perspectiva de retribución en la crianza. Yo tenía un ADN bien arraigado a la retribución. Si mis hijos se portaban bien, yo me sentía el mejor padre, y si mis hijos se portaban mal, me sentía un fracaso como padre. Pero eso trajo una oportunidad para preguntarnos qué es el evangelio, y llegar a las raíces del evangelio, y verlo no solamente como una verdad allá alejada, sino como una realidad continua. El evangelio nos muestra continuamente que todos somos pecadores, que la rebeldía de mi hijo, la indiferencia de mi hijo es igual que la mía, y eso es algo que Dios usó para convencernos.
Ahora, cuando nosotros lo vemos desde esa perspectiva, entonces decimos, “Si él es pecador, y yo soy pecador, tanto él como yo merecemos el juicio de Dios.” Así que, yo no puedo dejar caer mi ira sobre él como si él fuera el único pecador, porque precisamente esa ira está reflejando mi pecado. Yo justificaba mucho eso. Decía, “Es que yo tengo que decirle, tengo que dejar caer la vara.” No estoy en contra de la vara…
Susi: No. Pero sí, se usa mucho con ira.
Luis: Solamente digo que la motivación era ¡que él sepa que yo soy su papá! Y me sentí ofendido por lo mismo, y el Señor trajo esa convicción, “Lo que tú estás haciendo es pecado, tan pecado como lo que él hizo.” Pero ahora por la gracia de Dios podemos ver que el evangelio nos ha traído un sustituto perfecto, y a pesar de nuestro pecado, tanto él como yo podemos ir a la gracia de Dios en Cristo y encontrar ese perdón por nuestro pecado. Pero también ese estímulo para decir, “Vamos a huir de ese pecado.” Se convierte en un estilo de vida donde nosotros comenzamos a ver el evangelio desde esa perspectiva. Sí, pecamos, pero hay gracia suficiente, y nos arrepentimos de nuestro pecado. Hablamos la verdad en amor; no decimos que no es pecado. Pero vamos a la gracia que es suficiente para recibir el perdón y caminar hacia la santidad, hacia el carácter de Cristo.
Susi: Creo que esa es la base. No podemos hablar directamente de conversaciones llenas del evangelio si no estamos llenos del evangelio. Pero creo que a veces podemos tener un buen deseo y simplemente no entender cómo es que eso se ve. En mi caso, yo crecí en un lugar cristiano donde sí, hubo ese evangelio incorporado a muchas conversaciones, pero si uno nunca lo ha experimentado, puede ser difícil. ¿Lo estoy predicando todo el día, o cómo es eso? Así que, quizás podemos empezar con la edad más chiquita. Ustedes tienen un niño bastante pequeño. ¿Cómo se puede integrar el evangelio en conversaciones con un niño pequeño?
Bere: Cuando son pequeños los padres perdemos muchas oportunidades de tener pláticas profundas porque los subestimamos y no nos damos cuenta de todo lo que ellos pueden comprender a su corta edad. Hemos tratado de ver los momentos incómodos del día como oportunidades brillantes para el evangelio. Por ejemplo, una pelea que tuvo con su hermano, un berrinche, una rabieta, o esa descarga de energía en la que aventó todos los juguetes por la casa, todos eso momentos que como padres quisiéramos evitar o que simplemente no existieran, son precisamente los escenarios más apropiados para que ellos puedan ver su pecado, para que puedan ver su necesidad.
Porque solo cuando se ven necesitados recurren por ayuda, y esos momentos incómodos nos sirven para recordarles que esa ayuda solo puede venir de Cristo, y es hacia él que constantemente queremos que corran. Es hacia él a que queremos apuntarles. Sé que en esos momentos lo que menos queremos es tomarnos el tiempo de sentarnos con ellos, de hablar, porque no fluye de manera natural. Mas bien lo primero que quisiéramos hacer es salir corriendo, o tal vez llorar de impotencia.
Susi: ¡O meterlos en su cuarto!
Bere: Sí, pero no son momentos de derrota. Son oportunidades que conducen al evangelio.
Luis: Pensaba en dos escenarios que tuvimos en las últimas semanas. Íbamos en el carro, y Julio iba en el asiento de atrás. De repente se levanta y se pone de pie, y en eso pasa un tránsito. Y le digo, “Julio, siéntate.” Me dice, “¿Por qué?” Y le digo, “Porque allí está el tránsito. Siéntate.” Me dice, “Ay, no, que no.” Y el tránsito voltea y lo ve, y me detiene.
Susi: (Se ríe.) ¡Cómo el Señor obra, verdad!
Luis: Sí. Me levanta una infracción, y el primer impulso de mi corazón fue de ira, de frustración, porque pensé, “¿Cuánto me va a costar esta multa?” No lo vi al principio como una oportunidad de compartir el evangelio. De hecho, me frustré y le hice un gesto de mucha molestia, y lo volteé a ver muy enojado, y él se fue atrás muy asustado. Y vimos eso como una oportunidad de compartir el evangelio.
Y ayer otra vez con una actitud del chiquillo, fui a hablar con él en su cuarto y me dice, “Sí, soy pecador, pero no puedo cambiar.” Y creo que es precisamente eso, es ver cada acción como una oportunidad donde el evangelio puede ser predicado, ese evangelio de que todos somos pecadores, de que la gracia de Dios es suficiente para perdonar todos nuestros pecados y que por esa gracia podemos luchar contra el pecado. Pero cada situación es una ventana para presentar el destello del evangelio.
Susi: ¿Y qué le dijiste cuando dijo, “No puedo cambiar”?
Luis: Que eso es una realidad, que ni él ni yo puedo cambiar, pero que el evangelio, el poder de Dios, la obra de Cristo en la cruz es suficiente para transformar nuestras vidas. Y que toda la vida vamos a luchar con esos impulsos, pero que el evangelio es suficiente para transformarnos día a día. No podemos dejarlos en esa sensación de impotencia sin darles la esperanza que produce el evangelio, pero tampoco negar que van a luchar continuamente. Como dijo Pablo en Romanos 7, ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo.”
Susi: Entonces no es tan difícil aun con niños chiquitos. Quizás tenemos que usar terminología sencilla, y no hablar mucho de la justificación y la redención y cosas así, pero esos conceptos, si nosotros los podemos entender de una manera real en nuestras vidas, nos facilita ponernos a su nivel.
Creo que las mamás tienen más ocasiones diarias. Los papás a veces tienen más oportunidad de decir, “A ver, ven, siéntate. Cuéntame qué hiciste. Mamá dice que batallaste hoy. Cuéntame por qué.” Hacemos un equipo entre papás y mamás cuando nos ayudamos. Recuerdo días cuando tenía mis tres hijos pequeñitos, y llegaba su papá y yo decía, “¡Son tuyos!” Y él se sentaba con los niños y les decía, “¿Qué pasó? Quiero un resumen del día.” Les ayuda a los niños chiquitos a recordar las cosas y a dar seguimiento porque a veces subestimamos cuánto recuerdan, pero la verdad es que sí entienden. Así que podemos trabajar en equipo. ¿Y cómo van cambiando las cosas cuando el niño ya es más grande, de primaria, de 10, 11, 12 años?
Bere: Independientemente de la etapa del niño, una cosa muy importante que debemos tomar en cuenta durante la crianza es que no todos los hijos son iguales. Cada uno de ellos posee diferente personalidad, y eso es algo que muchas veces pasamos por alto. Nosotros damos por hecho de que ese tipo de pláticas van a surgir de la misma manera con todos, pero la verdad es con algunos, esas pláticas se van a dar un poco más natural porque son más extrovertidos o muy comunicativos.
Pero con algunos de ellos tenemos que ser mucho más intencionales. Quizás no van a saber cómo expresar sus emociones. No te van a explicar cómo se sienten. O a lo mejor su enojo no es tan evidente, pero es algo que comoquiera se va guardando y acumulando. Y sinceramente creo que ellos son los mayores desafíos que tenemos como padres, porque no son esos rebeldes declarados; son más bien ese rebelde pasivo. Está luchando también con el pecado, pero es más difícil que reconozcas sus luchas.
Y puede ser ese hijo que tú ves tan noble, tan tranquilo, el que vas a estar batallando con su pecado, y como padres debemos de estar alertos y no simplemente dar por hecho que no tienen luchas porque no te dan problemas. Con ellos las conversaciones deben ser más intencionales, con preguntas mucho más específicas, para llegar a su corazón y asomarnos un poco a ver cuáles son realmente sus luchas.
Luis: Sí, nuestra tendencia es a clasificarlos o etiquetarlos.
Susi: El rebelde, el noble, el simpático…
Luis: Sí, y ellos lo saben. De hecho, el otro día decíamos, “¿Por qué no mencionamos tanto a tal? Siempre la conversación tiene que girar en torno a él, o a él, y el otro no es tema de conversación.” Y eso nos hizo pensar que el evangelio tiene que cambiar esa forma de ver a nuestros hijos, porque ocupan el mismo tiempo, nuestra misma atención, y no porque nos generen problemas, sino porque necesitan el evangelio de la misma forma. Quizá la forma de expresarlo será diferente. Algunos parecen que son consumidores; llegas a la casa y están encima de ti. Y el otro puede estar allí sin mencionar algo, sin pedir nada, se sirve solo, pero también necesita el mismo evangelio, la misma atención, el mismo amor.
Pero es una lucha porque como padre, en mi caso, tiendo a esforzarme a que los problemas no surjan o se resuelvan. Y ése que aparentemente no genera problemas, pues no me genera problemas, entonces no tengo que prestarle atención. Pero él necesita el evangelio, ese amor, y esa atención. Yo me he dado cuenta de que cuando platico con él, me abre los ojos, y aprecia tanto una conversación. Aunque no la demande, no me está diciendo, “Quiero que platique”. Otros te consumen, ni siquiera te preguntan. Simplemente consumen.
Pero creo que es una realidad, y es bueno mencionar no tanto la edad, sino la singularidad de cada hijo, porque puede ser que ese hijo sea el primero, o sea el segundo, pero cada uno va a tener sus propias luchas, sí, por la edad, pero también por su personalidad.
Susi: Creo que los padres tenemos que aprender a ser buenos hacedores de preguntas, a pedirle al Señor una sabiduría específicamente para saber cómo llegar al corazón de mi hijo. Obviamente el evangelio, el poder de la Palabra, va a llegar a su corazón, pero como padres poder entender y esforzarnos de hacer preguntas específicas a ese niño y no suponer que, porque no se porta mal, no está batallando, no tiene necesidades.
Y cuando hablas de clasificar a los hijos, aun sin decirlo en voz alta, sí, consideramos a algunos de nuestros hijos más pecadores que otros. Y eso demuestra una falta de comprensión de la gran necesidad. Mi hijo puede nacer, y ser noble, y portarse bien toda su vida, e ir al infierno. Es una realidad muy severa, muy chocante, pero me ayuda a estar más alerta.
Yo también tengo tres hijos con personalidades muy diferentes. Ustedes se acuerdan que a Aaron, que desde niño, todos decían, “¡Es tan noble!” Nunca traía reportes de la escuela de conducta mala, ¡nada! Pero tuve que entender que es igual de pecador. Tengo que con intencionalidad buscar hablar con él de cosas espirituales, emocionales, todo eso. Y los que son más abiertos, que te absorben mucha energía, ¡lo que son es lo que son! Y te van a decir lo que piensan. Y en ciertas maneras es más fácil, pero obviamente Dios nos ha dado hijos de diferentes personalidades y hay que estar alertos a eso.
¿Y qué tal la adolescencia? ¿Hay algo diferente para ustedes, específicamente en cuanto a conversaciones que entablan con su adolescente? ¡Obviamente no tienen que contar sus secretos familiares! Pero en cuanto al acercamiento a su hijo adolescente, ¿qué es algo que haya sido un poco diferente ahora?
Luis: Quizás debo de mencionar el contexto. Cada familia es muy particular, así que lo que vamos a decir no es para hacer un “copy, paste” porque nosotros tenemos un contexto, una dinámica familiar, cambios que han venido sucediendo en nuestra familia que hacen que esto tenga un contexto muy particular. Pero en el caso de nuestro hijo adolescente, sí, hemos visto un cambio al entendimiento del evangelio, pero lo hemos visto como resultado del entendimiento que nosotros hemos tenido del evangelio. No es que él haya entendido algo que nosotros no hayamos entendido antes.
Susi: Es algo que están pasando juntos.
Luis: Juntos, sí. Y eso ha hecho que la dinámica de la familia se centre en la Palabra. Por ejemplo, yo, hace algunos años le decía, “Tienes que leer la Biblia.” Y él nunca me decía, “No, no voy a leer la Biblia.” Pero no me veía leyendo la Biblia. No hacíamos un devocional familiar sistemáticamente. De repente sí, “Oye, tenemos que leer la Biblia”. Tal vez lo hacíamos cada mes. No era una constante, una disciplina.
Y ahora cuando hemos visto la importancia del evangelio que está en la Palabra, y leemos la Palabra para entender la condición caída, la gracia de Dios, y cada vez que nos sentamos a leer la Biblia encontramos el evangelio, nos damos cuenta de que esa dinámica ha cambiado. Y eso da pie para que él converse, que haga preguntas, y vea que la vida no se trata de la religión, y aparte, todo lo demás. Sino que es la verdad de la Palabra lo que te permite interpretar todo lo demás.
Entonces él hace preguntas sobre lo que pasa en la escuela, lo que enfrenta con sus amigos, música que escucha, películas que ve, y le digo, “Vamos a interpretarlo desde la perspectiva bíblica.” Entonces él comienza a compartir. Hace poquito nos mandó un video de TicToc, algo que él estaba evaluando, criticando positivamente. Y decíamos que sí, hay que juzgar, evaluar, en un buen sentido. No todo lo consumas como verdad, sino ten ese filtro.
Bere: Cuando son pequeños decimos que es difícil porque están en los “terribles dos”. Y luego vienen los “terribles tres” y así nos vamos hasta que llegan a la temible adolescencia. Y vaya, que sí, hay cambios notorios cuando llegan a la adolescencia, pero en cualquier etapa, siempre es el evangelio el único remedio. Y ese perdón que me extendió, esa gracia que me alcanzó, ese mismo poder que me transformó, es el mismo poder que puede transformarlos a ellos.
Están en una etapa en la que sienten que no están entendidos, todo lo que les pasa les parece injusto, sienten que no son valorados, que nadie los entiende. En gran parte se debe a todos esos cambios que están experimentando por su edad. Pero para nosotros en particular esta fue una etapa difícil, primero porque nosotros teníamos ciertas expectativas. Esperábamos ver algunos resultados de lo que según nosotros habíamos hecho bien como padres, y resultó que fue lo que Dios usó para mostrarnos todo lo que habíamos hecho mal.
Y fue precisamente durante esa etapa que quedó evidenciado para nosotros esa tendencia legalista en la que mostrábamos más interés por cambiar el comportamiento en lugar de llegar a su corazón. Y no fue hasta que primero el Señor trabajó con nosotros que empezamos a ver un cambio en la vida de nuestro hijo. Así que la etapa de la adolescencia puede ser muy abrumadora porque es cuando más notoria se hace la lucha entre el pecado de los hijos y el pecado de los padres. Así pasó con nosotros. Puede ser que no en todos los casos se vea igual, pero si tu enfrentas esto, papá o mamá que nos está escuchando, no lo veas como un fracaso. Dios quiere moldear tu carácter primero, y entonces él se hará a cargo de hacer la obra en tus hijos, porque en él hay esperanza.
Luis: Algo que nosotros hemos aprendido, y estamos seguros es algo que Dios quiere producir en nosotros, es que a través de los hijos nos humilla mucho. Y no nos gusta eso. Sentimos que, como autoridad de ellos, ellos se deben de humillar, no nosotros humillarnos. Pero Dios quiere humillarnos a través de los hijos. Es algo que Dios quiere: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte”. Es mi responsabilidad humillarme. Y ver esos desplantes de un adolescente, esos desprecios de un adolescente, como un instrumento en la mano de Dios para decir, “Mira qué tan fácil te humillo”.
Y más que luchar contra él, es humillarme delante de Dios y mostrar el evangelio. Yo merezco humillación y si el rey eterno se humilló por amor a los escogidos, y yo fui el que crucifiqué al Redentor con mi pecado, ¿por qué no puedo hacer lo mismo con mi hijo para que él conozca el evangelio? Antes de que mi hijo entiende el evangelio, puede verlo a través de una vida de un padre que se humilla, y dice, “¿Por qué lo hace él así?” Y es una forma de predicar el evangelio.
Susi: Creo que subestimamos el poder de humillarnos como padres. Quizás hemos sido criados, en algunos casos, de un papá que lo hizo por fuerza de personalidad, o por fuerza de autoridad. Dios nos ha dado una autoridad, pero para ejercerla en humildad, en amor. Y estoy de acuerdo, la etapa de la adolescencia te hace reconocer más lo que no has hecho bien, y eso te humilla. Creo que hay pocas cosas más poderosas en la crianza de los adolescentes que humillarte y decir, “Vamos a aprender juntos. No soy yo diciéndote todo lo que tienes que hacer. Juntos estamos en este proceso de aprender”. Y creo que lo que decías, Luis, de estar alrededor de la Palabra juntos, allí es donde tu estás mostrando a tus hijos que tú tampoco sabes todas las respuestas, pero sabes a quien se puede recurrir. Que no tenemos que tener todas las respuestas, pero tenemos suficiente con lo que Dios nos ha dado.
Gracias por el tiempo. Ya se nos fue la media hora bien rápido y creo que puede ser de mucha ayuda a nuestros oyentes. Yo agregaría simplemente, ¡ánimo!, porque ninguna conversación es mágica, pero la acumulación de miles de conversaciones—y si no eres platicadora como yo, te cansa tener tantas conversaciones. Mi esposo es más introvertido y se cansa de tener conversaciones largas, y yo también a veces me canso, pero es una inversión. Entonces si tú dices, “Es que siento que no hace una diferencia”, pues es que una a lo mejor no, pero cientos y miles de conversaciones que tenemos con nuestros hijos, sí.
Luis: Yo quiero animar a los padres o madres que están escuchando a recordar que no es tu responsabilidad salvar a tus hijos, pero, sí, es tu responsabilidad vivir el evangelio. Y te animo a que no te genere ansiedad la salvación de tus hijos, porque la salvación es del Señor, pero que sí, puedas vivir el evangelio, que puedas creer el evangelio, que puedas defender el evangelio, que puedas explicar el evangelio. Yo te animo a que te envuelvas en la Palabra, porque eso es el instrumento que Dios va a usar para la salvación de tu familia.
Susi: ¿Puedes recomendarnos, Luis, algún pasaje bíblico para estudiar esta semana?
Luis: Quisiera animarlos a leer el Salmo 78. El versículo 5 dice, “Él estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual ordenó a nuestros padres que enseñaran a sus hijos”. Es un Salmo que te va a recordar qué tan importante es que nosotros pasemos a la siguiente generación el legado del evangelio. Puedes leer del Salmo 78:1 a 39 y tomar un buen tiempo para estudiar y encontrar allí ese principio.
Susi: Lo vamos a hacer disponible en la página como cada semana y en los grupos donde lo enviamos. Bere, ¿también algún recurso que te ha sido de ayuda?
Bere: Sí, a nosotros nos ha ayudado mucho el libro que se llama La edad de la oportunidad, de Paul Tripp. Fue un libro que abrió mucho nuestros ojos y que el Señor usó para mostrarnos como padres muchos errores y fallas que teníamos. Es un libro que se enfoca en los adolescentes. Creo que hay poco material para adolescentes, así que creo que será de mucha ayuda para los que tienen hijos adolescentes.
Susi: Estoy de acuerdo. Al autor Paul Tripp lo conocemos y su material ha sido de mucha ayuda. La edad de la oportunidad está disponible por medio del editorial Faro de Gracia. Puedes pedirlo en tu librería local, o puedes buscar en Amazon si tienes acceso. Te animamos a conseguir ese libro, aun si todavía no tienes adolescentes, porque te va a servir para prepararte para esa etapa también.
Muchas gracias, Luis y Bere, por acompañarnos
Luis y Bere: Gracias a ustedes.
Susi: Y a ustedes que nos escuchan, gracias por acompañarnos, y nos vemos la próxima semana para el último episodio de esta serie. Qué Dios te bendiga.