Subtítulo: Enseñando a nuestros hijos los hábitos de gracia.
por David Mathis
Tal vez has escuchado el nombre Matusalén. Es recordado principalmente por su larga, larga vida; hasta donde sabemos, la más larga en la historia. Según Génesis 5:27, vivió 969 años.
La gente vivía mucho más en esos tiempos, previo a los días de Noé, a menudo más de 900 años. Tal vez las condiciones atmosféricas eran diferentes antes de que Dios enviara el diluvio y antes de que los efectos de la caída estuvieran más y más arraigados. Sin embargo, Dios declara en Génesis 6:3, No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
Pero la notablemente larga vida de Matusalén no es la única cosa fascinante acerca de él.
Su padre era un hombre llamado Enoc. En el Nuevo Testamento, Hebreos celebra la vida de Enoc así: Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios (Heb. 11:5).
Algo aún más interesante de que Matusalén viviera 969 años es que su padre no vio la muerte. Esas son personas muy raras. El único otro humano en la historia que no experimentó muerte es el profeta Elías (2 Reyes 2:11). Entonces, ¿que podría haber contribuido a ese final (o falta de final) para Enoc?
La paternidad como catalizador
Esto es lo que sabemos de la genealogía en Génesis 5:21-24:
Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.
Debemos tener cuidado de no leer demás en solo unas cuantas líneas enigmáticas en una genealogía. Pero no puedo evitar preguntarme si ser padre de alguna manera se convirtió en el catalizador para el andar de Enoc que jamás había hecho de esa manera con Dios. “Caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén”. Antes de eso no hay ninguna mención de algo especial. Enoc se convirtió en padre; luego caminó con Dios. Tal vez sentir el peso del llamado paternal le hizo estar más desesperado por Dios y ser más honesto en su caminar. Al menos ha sido suficiente para inspirarme a orar de esta manera por mí mismo como padre por estos diez años:
Padre, haz que este regalo de los hijos sea una ocasión para que mi andar sea más cercano a ti, no más lejano. Haz que este regalo maravilloso, y la pesada responsabilidad, me guíen a tomarte a ti, a tu Palabra y la eternidad más seriamente y déjame caminar contigo en caminos de cercanía previamente inexplorados.
Cultivando hábitos de gracia
Como padres y madres, ¿cómo le hacemos para caminar cerca de Dios y buscar criar hijos que quieran caminar cerca de Él también?
Un estudio de Lifeway de Octubre de 2017 entrevistó a 2,000 feligreses Protestantes y buscó identificar los mejores predictores de salud espiritual entre los jóvenes adultos. Los hallazgos fueron notables por no ser notables.
¿Cuáles fueron los mejores predictores en los niños y adolescentes con buena salud espiritual como adultos? No fue programación especial, eventos o énfasis. Era la materia del cristianismo cotidiano, los diarios “hábitos de gracia”, esas prácticas atemporales a menudo llamadas “disciplinas espirituales”.
Lo primero en la lista fue escuchar regularmente la voz de Dios en su Palabra. “El mayor factor era la lectura de la Biblia”, escribe Trevin Wax de Lifeway. “Los niños que regularmente leían la Biblia mientras estaban creciendo tendían a tener una vida espiritual más vibrante al ser adultos” (Padres, tomen nota). Lo segundo, e igualmente nada sorpresivo, era regularmente estar al oído de Dios que conocemos como la oración. Lo tercero era pertenecer a su cuerpo al involucrarse en la vida de la iglesia local y no en solamente asistir (como un consumidor), sino con un pacto de comunión y compañerismo al punto de servir a otros en sus necesidades.
En otras palabras, tres practicas relativamente simples, poco espectaculares, pero a prueba del tiempo son más fructíferas a largo plazo que los novedosos métodos recién descubiertos. Resulta ser que los mismos “recursos de gracia”, lectura de la Biblia, oración y una comunión comprometida que suple una salud espiritual continua en los adultos también son los medios que Dios usa para criar niños y adolescentes que caminan con Él cuando crecen.
Entonces, ¿esto dónde nos deja a padres como yo y a madres como tú? Estas son mis tres principales conclusiones.
Primero, vive esto tú mismo
Lo que Génesis menciona acerca de Matusalén es que su padre caminó con Dios. Lo primero y principal en enseñar a mis hijos a moldear sus vidas con los hábitos de gracia es mi propio andar con Dios. ¿De qué manera les voy a enseñar a leer la Biblia si no la leo yo mismo? ¿U ofrecer oraciones a Dios que yo mismo no ofrezco? ¿O estar genuinamente comprometido a la iglesia local si yo no lo estoy?
Para mí como padre, el primer paso en criar hijos que aprendan a apoyarse en Dios, en las maneras que Él ha apuntado para una gracia continua en la vida cristiana, es el hacerlo yo. Si en verdad quiero enseñar a mis hijos las viejas recetas, ¿por qué no voy primero a aprender, practicar y disfrutarlas yo mismo?
Las implacables demandas de la crianza no son razón para dejar que nuestro andar con Dios decline. De hecho, el peso y el llamado de ser padre o madre son las mayores razones para acercarnos y caminar con Dios con mayor seriedad y diligencia que nunca y al hacerlo tendremos algunas frescas manifestaciones en esta etapa de la vida.
Segundo, vive esto como familia
Lo siguiente, quiero que los hábitos de gracia de mi caminar con Dios moldeen nuestra cultura familiar y nuestro andar familiar. No creo que el siguiente paso sea (en este momento) decirles a mis hijos como leer la Biblia, orar y tomar en serio un compromiso de comunión. Lo siguiente es mostrarles. Crear una cultura familiar y una matriz de gracia, envolviéndolos en ritmos de vida en donde nosotros como familia oímos la voz de Dios en su Palabra, aprovechando de su oído al ir en oración y pertenecer a su cuerpo en la iglesia local.
Lo que hacemos diariamente y semanalmente como familia, no como eventualidades sino como hábitos regulares, es lo que moldeará a nuestros hijos más profundamente. En el ámbito de la iglesia, eso significa que yo quiero liderar y crecer una familia amiga de la iglesia. Quiero que nuestra familia pertenezca, no solo asista, al punto de servir a otros, no solo ser servidos.
Tercero, vive esto con gozo
Mi última conclusión, por ahora, es vivir estos hábitos de gracia manifestando gozo. Lo que manifiestamente disfrutamos más deja la mayor impresión en nuestros hijos. Yo quiero ser intencional en cuanto a ser contagiosamente feliz acerca de Cristo mismo y los recursos de gracia que Él nos ha dado en su Palabra, oración y la iglesia.
Quiero dirigir por medio un ejemplo atractivo, no con mano dura. Con deleite, no exigencias. Con un ejemplo atractivo, no solo palabras de instrucción. Quiero que mis hijos vean cuán feliz es papá y lleguen a conocer en el fondo que es la Palabra de Dios, la oración y la iglesia que alimentan ese gozo; gozo que es suficiente para elevar cantos. Asumo que Enoc tuvo muchos momentos espontáneos de cantar en su casa. ¿Cómo podría no cantar alguien que anduvo con Dios tan de cerca?
¿Ser padre o madre ha sido para ti un catalizador para tu caminar con Dios, llevándote de nuevo a su Palabra, a la oración y a la iglesia local? Si no es así, ¿será ahora el momento para darte la vuelta? Hazlo por el gozo, primero para ti mismo, y luego para tus hijos.
Este artículo fue publicado primero en The Risen Motherhood. Traducido por Eyliana Perez y usado con permiso.