Categoría: Padres fieles

Episodio #52: Gracia inagotable para padres agotados con Andrea Ruiz

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September 16, 2020

¡Nunca se puede hablar demasiado de la gracia que Dios extiende a madres y padres incapaces! Si recién te estás uniendo a nosotros, o ya llevas tiempo escuchándonos fielmente, en este episodio te invitamos a descansar en esa gracia divina. Este es ya el tercer episodio de nuestra serie basada en el libro “La Crianza de los Hijos”. Puedes bajar la guía de estudio en nuestra página y hacer el estudio junto con tu esposo o grupo. ¡Sigamos adelante en este camino de la crianza bíblica!

Guía de estudio Capítulo 2: Gracia

Guía de estudio Parte A otros formatos

Preguntas de la guía de estudio:

Capítulo 2: Gracia

Principio: Dios nunca te llama a una tarea sin darte lo que necesitas para hacerla. Nunca te envía sin ir contigo.
  1. ¿Cómo defines la gracia? Escribe tu propia definición y después compárala con la definición en un diccionario bíblico.
  2. El autor habla de gracia pasada, presente y futura. Lee Tito 2:11-14. Identifica lo que enseña sobre estos tres aspectos de la gracia de Dios y lo que implica en nuestras vidas:

Gracia pasada (salvación):
Gracia futura (glorificación):
Gracia presente (santificación):

  1. La cultura actual hace afirmaciones contundentes sobre las cualidades de un padre o una madre capaz. ¿Cuáles son algunas de las características que el mundo identifica en padres “capaces”?
  2. Tripp dice: “Dios no creó a los seres humanos para ser independientemente capaces; nos diseñó para ser dependientes. Sentirnos faltos de capacidad no es un signo de debilidad personal o fracaso de nuestro carácter” (p. 35). ¿Cómo has definido en tu propia mente tu capacidad? ¿Qué te hace sentir capaz o incapaz?
  3. ¿Por qué Dios llama a personas incapaces para hacer cosas importantes e imposibles? Lee 2 Corintios 12:1-10 para contestar esta pregunta.
  4. El reconocer que uno necesita gracia hace más natural el extender gracia a otros. Considera algunas luchas que tus hijos tienen. ¿Te puedes identificar con ellos en algunas de esas luchas? Anota por lo menos dos áreas en las que compartes la misma lucha con tu hijo, y cómo este hecho puede cambiar tu reacción la próxima vez que tengas que tratar con su pecado. (Puedes hacer este ejercicio con cualquier relación en tu vida para desarrollar un trato de humilde gracia hacia otros).
  5. ¿Qué tan rápido eres para reconocer y confesar tus errores a otros, y en especial a tus hijos? Identifica algunas áreas de debilidad en tu vida que te cuesta aceptar y agrégalas a tu lista de oración y confesión personal.
  6. Según Mateo 12:34-35, ¿qué causa tus malas actitudes y palabras?
    ¿En qué situaciones tiendes a culpar a tus hijos o a tus circunstancias en lugar de aceptar que “tú eres el mayor problema en tu crianza” (p. 40)?
  7. Busca Efesios 3:14-21. En este pasaje, ¿cuál es la clave para ser capacitado y sabio? (Las palabras “habitar” y “ser llenos” son importantes).

Transcripción:

Resúmen:

El capítulo 2 comienza con un diagnóstico serio que me deja pensando. Dice: “no hay nada más importante para una paternidad consistente, fiel, paciente, amorosa y efectiva que el entendimiento de lo que Dios te ha dado en la gracia de su hijo, el Señor Jesucristo”. Es muy difícil a primera vista ver la conexión práctica entre mi comprensión de la gracia, y mi trato diario con mis hijos. Pero si podemos comprender la gracia de Dios, veremos una transformación en nuestras vidas y nuestra crianza.

Quizá entendemos la gracia pasada que nos salvó de la condenación del pecado, y la gracia futura que nos espera en una eternidad con Dios, pero nos falta comprender y vivir en la gracia presente que Dios ofrece. Queremos sentirnos capaces para la tarea de crianza, pero Dios quiere que reconozcamos lo opuesto. No nos llama por nuestra capacidad, sino que Él se glorifica más cuando reconocemos nuestra incapacidad y vivimos en su gracia. Es indispensable que nos humillemos y aceptemos nuestra incapacidad porque eso nos impulsará a descansar en la gracia que Dios ofrece.

Al mismo tiempo, la historia de la Biblia es evidencia de que Dios sí llama a sus hijos a cumplir tareas y les capacita para hacerlas. Él otorga la gracia que personas débiles tanto necesitan. Esa gracia sus hijos la encuentran en Él mismo, en una relación con Él. La única realidad redentora que hace posible la crianza de los hijos es “Dios en ti”. Su misma presencia es la gracia que necesitamos.

El autor detalla varias cosas que la gracia de Dios hace en nosotros como padres. Primero, la gracia de Dios trabaja para abrir tus ojos para que te veas como eres realmente, revelando tu orgullo y auto justicia. Segundo, la gracia de Dios te libera de tener que negar tus debilidades, haciendo que sea posible confesar tu debilidad a Él y a tus hijos y descansar en su gracia. Tercero, la gracia de Dios te rescata de ti mismo, no de tus hijos como pudieras pensar, reconociendo que tú mismo eres el mayor problema en tu crianza. Cuarto, la gracia de Dios te hace crecer y te transforma como padre, porque Dios te está criando a ti mientras tú crías a tus hijos. Quinto, la gracia de Dios trabaja para hacer tu corazón más tierno, rompiendo el corazón de piedra que provoca trato duro hacia los hijos, y produciendo ternura que imita la que recibimos del padre. Y por último, la gracia de Dios te libera de la prisión del lamento, dándote oportunidad de nuevos comienzos sin tener que vivir lamentando por el pasado.

¿Cómo te provee Dios de lo que necesitas para la crianza? Te da de sí mismo, y eso es todo lo que necesitas.

Conversación:

Susi: Hoy invité a mi amiga Andrea para conversar sobre este tema de la gracia, gracia para padres tan necesitados. A Andrea la conozco desde sus catorce años cuando llego aquí a Monterrey donde yo vivo, para estudiar preparatoria en la escuela y la universidad aquí. La vi crecer en el Señor, casarse, tener un hijo y ahora está a punto de tener otro niño, otro bebé, gracias a Dios. Algo acerca de mi amistad con Andy es que siempre ha sido sincera acerca de sus luchas, tanto como soltera, luego como esposa y ahora como madre, como a todas nos ha pasado, y por eso sé que Dios ha estado trabajando en su vida y especialmente en cuanto a poder conocer y depender de la gracia de Dios. Creo que su testimonio puede animar a otras mamás que están en lo mismo. Entonces, ¡gracias, Andy por acompañarnos hoy en Crianza Reverente! Bienvenida.

Andrea: Gracias, Susi, es un placer estar contigo, con las hermanas que siguen este ministerio y pues ha sido un ministerio de mucha bendición en mi familia y también en familias de muchas amistades que me han contado, gracias a Dios.

Susi: Gracias a Dios, pues es por su gracia que estamos aquí. Precisamente queremos hablar de su gracia, aunque ¡yo creo que nadie puede hablar mejor de la gracia como lo hace Paul Tripp en este libro tan hermoso que él escribió! Pero quisiera que empezáramos considerando una frase que él dice en este capítulo dos sobre la gracia. Dice: “No hay nada más importante para una paternidad (o podríamos decir una crianza) consistente, fiel, paciente, amorosa y efectiva, que el entendimiento de lo que Dios te ha dado en la gracia de su hijo, el Señor Jesucristo”.

Andy a mí me gustaría preguntarte, ¿Cómo tú personalmente has visto en tu vida esta realidad que él dice, como una mamá joven?

Andrea: Es interesante pensar en esa frase porque pues naturalmente todas diríamos: “Si, amén”, “Lo mejor que Dios me ha dado es Cristo, su gracia”, ¿no?, pensando en la salvación de nuestra alma de la condenación. Pero realmente también aquí en la crianza es donde entra esa famosa frase que quizás muchas hemos escuchado, “Predícate el Evangelio todos los días”. Realmente cada elemento del Evangelio tiene aplicación en mi vida, incluyendo la crianza y uno de esos elementos del Evangelio es la gracia. Creo que todas amamos el tema de la gracia, el pensar en recibir lo que no merecemos, pero muchas veces no sabemos qué implicación tiene ella y Jesucristo en mi crianza. En muchas ocasiones no lo diríamos así, pero realmente en la práctica parece que yo creo: “Yo soy el mejor regalo para mí misma en mi crianza”, o “Los consejos de expertos son lo más importante que tengo en la crianza”. Y no diríamos que Jesucristo no lo es, pero en la práctica resistimos la gracia. Y quiero explicar a lo que me refiero: como mamá primeriza, y hablando con amigas jóvenes también, llega ese temor natural de “¿qué voy a hacer con un bebé? ¡Yo estoy muy joven!”.

Susi: “¡Lo voy a matar!” (risas).

Andrea: ¡Exacto! ¡Es un temor! Pero curiosamente, aunque está ese temor y ves esa incapacidad, recuerdo en mi caso que hubo un sentido de mami farisea orgullosa, porque la verdad es que realmente todos tenemos un fariseo, un legalista dentro que resiste la gracia de Dios. Yo pensaba que (soy maestra de profesión) o yo decía: “Bueno pues conozco las técnicas de enseñanza, estoy con niños de diferentes edades, grupos grandes a veces. ¿Qué tan difícil puede ser un niño? Leo muchos artículos, pues creo que podría hacerlo bien”. De hecho, yo recuerdo juzgar a amistades que tenían a sus hijos antes que yo tuviera a mi primer hijo, y decía “No. ¿Cómo puede hacer las cosas así?” Y empieza ese orgullo a crecer y, de verdad, Susi, qué equivocada estaba.

Dios me llevó por un proceso de humillación, donde comencé a ver mi incapacidad, mi impaciencia con mi hijo Andrés, cuando por fin, yo comencé a ver cómo esos tips y consejos de expertos en crianza tampoco eran mi mejor regalo en la crianza, pues no eran suficientes para darme ánimo, fuerzas, motivación y sobre todo el perdón que yo necesitaba cuando empezaba a ver esas expresiones de orgullo. Entonces pasé de ser la mami farisea orgullosa al otro extremo, que también resiste la gracia, y yo entonces pase a sentirme la madre sin esperanza totalmente.

Como dices tú, ya está por nacer nuestro segundo bebé y comencé a tener algunos problemas con mi espalda, algo de dolor, y recuerdo un día en especial que estaba cansada, estaba adolorida, Andrés no se dormía, y me duele recordar cómo le grite desesperada y cansada y le dije: “¡Ya duérmete!”. Lo asusté, y él lloró, y luego yo lloré y estábamos los dos llorando ahí. De verdad, yo lloraba porque hay tantas cosas que uno dice, “yo no voy a hacer eso jamás cuando yo sea mamá”. Me sentía tan miserable, tan culpable, tan incapaz; recuerdo haberle hablado a una amiga y le dije: “Ora por mí”, porque yo ni siquiera quería ir ante el trono de Dios porque me sentía tan culpable.

Así que todo ese aire de maestra con experiencia, según yo, y puedo manejar esto, se esfumó totalmente, pues ahora estaba embarazada, en cuarentena por el COVID con un niño de dos años, cuyo pecado se comenzaba a ver más y más, y de verdad yo no sabía cómo iba a enfrentar todo esto. Yo no necesitaba más tips de crianza humanista, yo no necesitaba que me hablara mi amiga y me dijera: “Eres genial Andy, tú puedes hacerlo, eres una gran mamá”, que a veces creemos que necesitamos eso. No, Susi, lo que yo realmente necesitaba era ajustar mi concepto de Dios, yo necesitaba recordar que Él no está en el cielo sólo esperando a ver a qué hora me equivoco para castigarme, sino que Él entiende que esta labor es imposible en mis fuerzas, en verdad, y entonces ahí es cuando yo puedo atesorar que lo mejor que Él me ha dado es Él mismo, no mi supuesta preparación, no mis talleres de crianza, técnicas en internet para controlar a un niño en los terribles dos, no nada de eso.

Pensaba en lo hermoso que es que el poder que resucitó a Cristo ahora opera en mí. Aquí es donde nos predicamos el Evangelio otra vez. Es muy hermoso saber que Él obra en mí, en medio de mi cansancio, por este embarazo, cuando tengo que disciplinar a Andrés… ¡Ay qué difícil es disciplinar a los hijos! Sé que Él estará conmigo también ahora que tendré dos niños. Me encantó mucho la definición de gracia que un amigo nos comentada a mi esposo y a mí estos días, nos decía que es el favor inmerecido de Dios hacia sus criaturas, expresado perfectamente en la persona de Jesucristo. Nosotros sabemos que todo lo que tenemos es gracia, ¿verdad? Mi familia, el tener que comer, un hogar… Pero es en Cristo y su sacrificio donde perfectamente podemos ver su gracia, un favor que no merecíamos.

Colosenses nos dice que éramos sus enemigos totalmente, y ahora Él nos hace sus hijos. Y quizá dices, “¿y todo esto cómo se ve en mi crianza?”. Bueno, pues que ahora por el sacrificio de Cristo, yo también puedo ser libre de ser la mami farisea, la mami sin esperanza, pero también puedo incluso aceptar mis debilidades con mi esposo, con mi hijo y también con ese grupo de amigas donde uno aparenta ser la mamá perfecta y que todo está bajo control en mi hogar. Puedes ver y aceptar esas debilidades porque ves que eres más parecida a tu hijo de lo que te imaginas, como dice Tripp. Mi hijo es necio muchas veces. Yo también lo soy. Quizás yo no me tiro en el supermercado a hacer un berrinche por un juguete, pero sí me molesto cuando mis planes se frustran. Mi forma de hacer berrinche es estar malhumorada con mi hijo, con mi esposo, cuando las cosas no salen como yo esperaba.

Pensaba también, en esa libertad, no solo de aceptar mis debilidades con mi hijo y mi esposo, también con otros. Es liberador en verdad saber que no todas mis publicaciones en Facebook deben de verse perfectas, que soy la mamá que alimenta a sus hijos saludablemente todo el tiempo, que les enseña muchos idiomas, que todas las actividades en la casa son recreativas y de aprendizaje. Tampoco digo que voy a postear fotos de mi así con una cara de “ya no puedo más”, pero como dice Tripp: “Todo ha sido cubierto por la sangre de Cristo”. Todas mis debilidades, mi pecado, ha sido perdonado, ha sido cubierto y entonces soy libre del temor al hombre también. Soy libre para humillarme, para pedirle perdón a mi esposo, a mi hijo, cuando he actuado carnalmente y créeme que eso de pedirle perdón a un niño de dos años es ir contra toda forma de orgullo. Pero es hermoso la libertad que hay en Cristo.

Susi: Sí el pedir perdón a cualquier persona es difícil, pero a los hijos yo creo que es una de las cosas más difíciles que hacemos porque se nos hace que deberíamos de ser ese ejemplo “perfecto”, y creo que es ahí donde muchos hemos sido engañados en cuanto a lo que significa ser un papá o una mamá llena de la gracia de Dios. No significa ser perfecto, jamás vamos a ser perfectos.

Me gusta lo que dice el autor cuando él habla de que nosotros mismos somos el mayor problema en la crianza. Podrías preguntar: “¿Pero, por qué te gusta eso? A mí no me suena como algo que me guste”. Yo recuerdo hace años este concepto de que yo soy el problema mayor en mi vida, en mi matrimonio, en mi familia, lo empecé a escuchar por primera vez cuando leí el libro que se llama “Cuando pecadores dicen acepto”. El libro presenta ese concepto obviamente en el contexto del matrimonio, y yo recuerdo lo difícil que fue aceptarlo. Es como si yo sintiera alergia, ¡soy alérgica a la idea de que yo pueda ser o tener el mayor problema! ¿Por qué es así? Porque, claro que mi esposo tiene problemas, entonces, decir que yo soy el mayor problema en mi matrimonio es como si yo dijera: “Él no tiene problemas”.

Pero no es así. Es igual en la crianza, cuando yo estoy dispuesta a aceptar, como el autor dice, que yo soy el mayor problema en mi crianza, no estoy diciendo que mis hijos no tienen problemas, pero lo que esto significa es que yo estoy reconociendo quien soy, estoy reconociendo el problema real en mi corazón y en mi matrimonio. Esto es muy fuerte, es humillante, pero es tan libertador como tú comentabas, tan libertador descansar en la gracia de Dios. Para descansar en la gracia de Dios tengo que poder llegar al punto de decir: “Yo soy el problema”. Y quiero aclarar algo, porque yo luché un tiempo, bastante tiempo con: ¿Qué significa eso? O sea, cuando yo miro a otra persona que, pues, es obvio que tiene problemas, entonces cuando yo digo: “Yo soy el mayor problema en esta relación”, vamos a decir con los hijos, no estoy diciendo que si alguien trajera a unos jueces y se sumaran los puntos de bondad y maldad, yo saldría ganando o esa persona saldría ganando. No se trata de eso, y a mí me costó entenderlo. Cuando yo digo: “Yo soy el mayor problema en mi matrimonio”, no estoy diciendo que a veces mi esposo no batalla más que yo. No, de hecho, no tiene nada que ver con mi esposo. Decir que yo soy el mayor problema en mi crianza, no tiene nada que ver con mis hijos. Estoy reconociendo que el pecado con el que yo puedo tratar es el mío, y yo necesito reconocer que no existe situación en el que yo no necesite tratar con mi pecado. Y eso es lo que creo quiere decir el autor, cuando dice que tenemos que llegar al punto de decir: “Yo soy el mayor problema en mi crianza”. Eso significa que ahora sí tengo disponible la gracia de Dios que Él da a personas que reconocen que son débiles.

Entonces, Andy, ¿cómo te ha afectado a ti como mamá esa idea de que tú eres el mayor problema en la crianza?

Andrea: Me da risa lo que dices, que “soy alérgica”, sí, yo también lo soy, no me gusta.

Susi: No hay un medicamento para esa alergia.

Andrea: Amén, y creo que en ocasiones esos temas, Susi, de la gracia y el pecado, pues son muy comunes para nosotros, pero batallamos en verle esa aplicación en nuestra vida diaria. ¿Quién negaría que es pecador aquí? Creo que ninguno. Pero en la práctica tenemos el mismo ADN que Adán y Eva, que sí reconocieron que lo que hicieron quizás no estuvo bien, pero culparon a alguien más. Adán culpo a Eva, Eva a la serpiente; Adán también estaba culpando a Dios porque le decía: “La mujer que me diste”. Y creo que, en este tiempo de mi embarazo, Andrés llegar a sus dos años, Dios me ha mostrado que tiendo a culpar a otros por mi pecado. O son las hormonas, o es el calor aquí de la cuidad el que me pone de mal humor, o es Andrés que vuelve a hacer lo mismo, cuando según yo ya le dije miles de veces.

Pero la verdad es que Cristo ha pagado todos esos pecados y soy libre para aceptar que yo soy el mayor problema en mi crianza. No es Andrés que tiró algo nuevamente, es mi corazón que idolatra la comodidad. No es Andrés que hace un berrinche frente a los hermanos de la iglesia. (Claro que eso no está bien). Pero es mi corazón orgulloso que quiere aparentar ser la madre perfecta y que todo está bajo control. Y sabes, cuando yo reconozco eso, que mi pecado es mi mayor y muy grande problema, sabré entonces también, Susi, que los métodos, las técnicas humanistas que las madres primerizas queremos porque sabemos que no podemos y por eso empezamos a buscar por aquí por allá, pero eso jamás será suficiente para un problema tan grande: “Yo misma”. Solo puedo recibir la gracia de Dios cuando yo corro a Él, cuando cultivo mi relación con Él cada día, y acepto esta verdad de ser yo el mayor problema, mi corazón egoísta, mi corazón idólatra; me llevará ir más allá. No se queda solo en, “ah sí, soy pecadora y sí soy muy mala”, sino que ese es el comienzo de la transformación, porque Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.

Entonces, Susi, ahí yo dejaré de enfocarme en lo que mi hijo o mi esposo hacen o dejan de hacer, sino que reconoceré como dice Tripp, (me encantó esta frase): “El padre celestial está criando a todos los que están en el cuarto”. De verdad me impactó esta frase.

Susi: Nosotros necesitamos crianza todavía.

Andrea: Si, de verdad que sí, porque pensaba que no solo se trata del producto final o la meta de mi crianza, que sean buenos ciudadanos o buenos hijos de Dios. Realmente se trata de que en todo este proceso de crianza, por diferentes años, diferentes etapas, Dios reciba la gloria no solo porque al final mis hijos llegan a conocerle, sino también por mi santificación, por mi dependencia de Él cada día.

La verdad es que, en todo esto de la transformación, en ocasiones duele y duele mucho. Hablando de la gracia pudiéramos pensar: “Ay, qué bonito, qué romántico”, y ser muy idealista. Pero Tripp le llama el martillo de su gracia. Me impactó mucho eso, la idea de ablandar nuestro corazón. Yo notaba en este tiempo, estando con todo esto del encierro y estando embarazada, y con Andrés aquí, cómo mi día se resumía con él en instrucciones frías: “Andrés, deja de hacer eso”, “Andrés esto, Andrés el otro”, y no reflejaba tan bien ese carácter tierno y paciente del Padre. Entonces Dios empieza a usar ese martillo, esas situaciones difíciles, incluso mi mismo pecado. A nadie le gusta ver su pecado, es algo doloroso.

También pensaba en otra área que Dios quiere transformar con su gracia: la culpa en la que constantemente vivo. Es bueno reconocer que la crianza es un llamado alto, es un llamado precioso, es una gran responsabilidad, pero en muchas ocasiones solo me centro en lo que hago o dejo de hacer. Mira, Susi, en este tiempo en que las mamis están casi todas en casa, en ocasiones veo en Facebook y pienso, “Mira, mi amiga, qué comida tan saludable le hizo a su familia y yo aquí dándole una galleta a Andrés”. ¡Ay no!

Susi: O el proyecto bien complicado.

Andrea: Y yo así de: “¡Yo ¿qué estoy haciendo?!”. Incluso cosas buenas como cuando leía unas biografías de madres creyentes que mencionaban la crianza de sus hijos. Algunos a los tres años ya conocían pasajes enteros de la Biblia. Y en todo esto me empiezo a abrumar y a sentirme culpable por lo que yo no he hecho. ¡Y qué decir cuando peco contra mi hijo! Pues esa culpabilidad aumenta, pero de verdad es hermoso saber que Cristo ha cargado con cada falla, con cada vergüenza, yo ya no tengo que vivir en ella, por eso Él es el mejor regalo en mi crianza, pues en Él encuentro la gracia para ser fiel cuando ya quiero tirar la toalla, ni siquiera me quiero levantar. Pero también en Él encuentro el perdón y la paciencia que Él mismo me da a mí para yo también poder amar y ser paciente con mi hijo.

En ocasiones sí tengo miedo. Yo misma me pregunto: “¿Cómo le voy hacer con dos pequeños ahora en la casa?” Y a veces otra clase de preguntas como: “¿Y si disciplino a Andrés de una manera incorrecta y se amarga?, ¿Y si me equivoco?” O “¿Si no instruyo a mis hijos con suficiente lectura, suficiente memorización?, ¿Y si nunca llegan a conocer a Cristo?”. Creo que Dios me llama a desenfocarme de mi misma, primero a desenfocarme de esas supuestas capacidades, de esos recursos de los que yo me quiero tomar, pero también a desenfocarme de mis incapacidades y de vivir en el lamento, de estar ahí, para entonces verlo a Él y saber que por el sacrificio de Cristo su gracia va a estar ahí. Él no me abandonará, como dice Tripp, “aún en los días más oscuros de mi crianza”.

Susi: Amén. Qué hermoso, Andrea, qué hermoso saber que Dios nos pone una tarea imposible precisamente porque sabe que lo que más necesitamos es su gracia y no vamos a ir corriendo a esa gracia a menos que nos demos cuenta de lo incapaces que somos.

Andrea: Así es.

Susi: Gracias por compartir tu corazón con nosotros y gracias a Dios. Me encanta esta frase del capítulo y quiero terminar así: “Los padres que saben que necesitan la gracia, tienden a querer dar gracia a sus hijos que son como ellos”. Gracias a Dios que esa gracia que yo necesito y que mis hijos necesitan, Dios siempre está dispuesto a darla.

A ti que nos estas escuchando, quiero animarte que esta semana descanses en la gracia de Dios, que Él está ofreciendo para ti y para tu crianza. También, para terminar, quiero recordarte que tenemos la guía de estudio disponible para este capítulo dos sobre la gracia; puedes ir a Facebook o Instagram, o también puedes ir a nuestra página www.crianzareverente.com y buscar el episodio #52 y en esa publicación también están las preguntas. Que Dios bendiga mucho tu estudio, en grupo, o con tu esposo o tu esposa, como lo estés llevando el estudio, y que todos podamos depender de la gracia de Dios esta semana. Que Dios te bendiga.

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Autores

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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  • Originaria de Guanajuato, salió de su hogar a los 15 años para estudiar la preparatoria y posteriormente la licenciatura en la Universidad Cristiana de las Américas. Durante sus estudios conoció a Julio Salgado, quién ahora es su esposo. Actualmente ambos, junto con su hijo Andrés, sirven en la Iglesia Bautista Genezareth y disfrutan colaborar en el ministerio de educación. Le apasiona la enseñanza, la oratoria y la redacción.

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