Mis hijos recientemente aprendieron la versatilidad de la palabra por qué. Me lo dicen todo el tiempo. Uno de mis hijos me pregunta, “¿Por qué?” y con mucho placer por su curiosidad intelectual le ofrezco una respuesta seria, que es seguida de otro “¿Por qué?” y con una risita al final. No importa cómo les responda, ellos repiten la pregunta una y otra vez.
A veces esto para nuestros niños puede ser un juego, otras veces expresa su genuina curiosidad, y en otras ocasiones es un reto a nuestra autoridad. Cuando nuestros hijos preguntan por qué en el contexto de la obediencia, puede ser tentador responderles “porque yo lo digo” para terminar la conversación. Y a veces es una respuesta razonable. Es bueno y justo para nuestros hijos que obedezcan inmediatamente solo por la confianza y el respeto a la autoridad de sus padres.
Pero más frecuentemente, ya sea en el momento o más tarde en el día, sería sabio hablar con nuestros hijos acerca de la importancia de la obediencia. Al disciplinarlos y corregirlos tenemos la oportunidad de tener conversaciones que nos lleven más allá del “porque yo lo digo”, y darles a nuestros hijos un contexto del Evangelio con relación al cómo y por qué ellos deben obedecer. Al hablar de la obediencia en nuestra familia, hemos encontrado tres principios que nos han ayudado a reiterar esto con nuestros hijos.
La vida funciona mejor cuando obedecemos
Una de las preguntas más serias que nuestros hijos han hecho es, ¿por qué la obediencia es buena para mí? La obediencia tiende a estar asociada con menos diversión y libertad. Tal y como Eva fue persuadida de que obedecer el mandamiento de Dios de no comer el fruto le estaba haciendo perderse de algo bueno, nosotros y nuestros hijos podemos batallar para creer que la obediencia es la mejor opción (Gen. 3:4-6). Esa mentira del jardín anida en nuestras mentes y corazones, así que necesitamos predicar a nuestros hijos (y a nosotros mismos) la verdad que la Palabra dice acerca de la obediencia.
En Deuteronomio 4:40, cuando Moisés instruye a Israel a guardar los mandamientos del Señor, él explica el por qué: “para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre.” Moisés explica un principio que vemos ilustrado a lo largo de las Escrituras – las cosas van bien cuando obedecemos al Señor.
La forma en la que lo decimos en nuestra familia es, “la vida funciona mejor cuando obedecemos.” Los mandamientos de Dios son una protección para nosotros. Él es un Padre amoroso que sabe y quiere lo que es mejor para sus hijos. Es el Creador del universo, y sabe cómo funciona todo mejor. Si mis hijos pasan por alto el manual de instrucciones que viene con una nueva caja de Legos, las piezas pueden embonar, pero no terminará como la impresionante creación que viene en la foto, y ellos tendrán un montón de frustración en el proceso de construcción. De manera similar, cuando nosotros ignoramos las instrucciones de Dios acerca de cómo debemos vivir, frecuentemente experimentamos dificultades y dolor del corazón.
Sin embargo, la obediencia no es un pase que te libera del sufrimiento y no es un medio de salvación. A causa de la caída, nuestras vidas van a llevar consigo cierto grado de sufrimiento, tristeza y pérdidas inesperadas, aún cuando nos esforzamos por hacer las cosas a la manera de Dios. Pero la obediencia es una manera en la que demostramos nuestro amor a Dios y recordamos su amor por nosotros.
Obedecer en todo
Al hablar con mis hijos después de que desobedecen, usualmente les pido que reciten conmigo Colosenses 3:20: “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.” Este versículo pone el estándar muy alto, tanto para los padres como para los hijos. Si nuestros hijos deben obedecernos en todo, debemos ser muy cuidadosos en solo instruirlos en las cosas que son bíblicas y apropiadas.
Aún cuando nuestras expectativas son buenas y justas, nuestros hijos pueden querer saber por qué les estamos disciplinando por desobediencia en algo que parece tan pequeño. Es importante que nuestros hijos aprendan el estándar bíblico porque obediencia es obedecer en todo – justicia perfecta.
Pero como uno de mis hijos te podrá decir, es un estándar imposible. Él sabe que no puede vivir así, y su primera reacción cuando señalo su desobediencia es sentirse derrotado. Así que, ¿por qué lo sigo llevando a este punto aún cuando me rompe el corazón verlo en lágrimas? Porque cuando recuerda que el estándar de Dios es perfección y se da cuenta que es incapaz de lograrlo, él se encuentra en la posición perfecta para escuchar las buenas noticias del Evangelio: que Jesús obedeció en todo al Padre; que Jesús vivió una vida perfecta y sufrió la muerte que nosotros merecíamos; que Jesús nos ofrece su historial perfecto.
Al hablar con nuestros hijos acerca de la obediencia, no bajemos el estándar. La Escritura les manda a obedecer en todo. Y cuando les hablamos de este estándar, tenemos una oportunidad de apuntarlos al Evangelio.
La obediencia agrada al Señor
Colosenses 3:20 ofrece otra verdad clave sobre por qué la obediencia es importante: agrada al Señor. Les recalco a mis hijos el hecho de que su obediencia no se trata en última instancia de agradarme a mí, sino de agradar a Dios. Es por eso que uso con moderación el “porque yo digo”. Jamás quiero que mis hijos piensen que soy la autoridad final sobre ellos. Es importante que entiendan que nosotros, como padres, también estamos bajo la autoridad de Dios.
Y es importante que la obediencia que requerimos de nuestros hijos esté arraigada en la Palabra de Dios, no en nuestras preferencias o lo que nos molesta. Así que, encuentro útil basar conversaciones sobre la desobediencia en cómo la actitud o conducta de mi hijos está haciendo contraste con un mandamiento en la Palabra o con la vida de Cristo. Puedo decirle a mi hijo que deje de llamar a su hermano nombres groseros explicándole que estoy cansada de escucharlo hablar así; o le puedo decir a mi hijo cómo Jesús nos mandó amar a otros, y entonces aplicar “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Cuando uso el primer tipo de acercamiento, le enseño a mi hijo que la obediencia se trata de agradarme a mí. Cuando uso el segundo tipo de acercamiento, le enseño a mi hijo que la obediencia se trata de amar y agradar al Señor.
Antes de terminar la conversación, hago que mis hijos me miren a los ojos y me escuchen decir, “Siempre te voy a perdonar y siempre te voy a amar.” Este es el momento en el que espero que me pregunten, “¿por qué?. Y les responderé un millón de veces: Porque así es como el Padre nos ama y perdona en Cristo, Dios no nos ama porque le obedecemos perfectamente. En una conversación sobre la obediencia centrada en el Evangelio, la lección no es, “no lo vuelvas a hacer”. La lección es, “cuantas veces lo vuelvas a hacer, siempre encontrarás amor y perdón”. Cuando nuestros hijos conocen la seguridad de nuestro amor incondicional, ellos pueden entender correctamente que la obediencia no es una manera de ganarse el favor de Dios; es un desbordamiento del corazón que ya lo tiene.
Este artículo fue publicado primero en Risen Motherhood. Traducido por Eyliana Perez y usado con permiso.