Cuando un par de chanclas de segunda mano llegó en la correspondencia, mi hijo de 4 años identificó con alegría que tenían dibujos de Superman, El Hombre Araña, Iron Man, y Capitán América. Lo miré con curiosidad. ¿Cómo conocía los nombres de estos personajes, incluso de algunos que ni yo conozco? No habíamos visto sus películas, ni leído sus libros ni comprado sus juguetes. Cuando le pregunté de dónde había aprendido acerca de estos superhéroes, encogió los hombros y dijo, “¡Todo el mundo sabe de estos personajes, mamá!”
Mi hijo tiene razón. Año con año, las películas, cómics y ropa de superhéroes generan billones de dólares a nivel mundial. Es fácil entender por qué. Los buenos derrotan a los malos y personas normales terminan con superpoderes; ese es el mensaje inherente que nuestros corazones anhelan, y que ha sido puesto en nosotros por nuestro amado Creador. Pero si los únicos superhéroes que les presentamos a nuestros hijos son los de los cómics, estamos perdiendo una hermosa oportunidad.
Modelos Piadosos
Hace un año, después de hablar con una amiga que creció leyendo historias misioneras, decidí mostrárselas a mis hijos. Compré varias biografías misioneras que coincidían con las áreas geográficas de las que mi hija mayor estaba aprendiendo ese año, Egipto y China para empezar. Y después, casi todos los días de la semana a la hora de la comida, les leía las biografías en voz alta.
Las biografías son libros infantiles divididos en capítulos, así que no tienen dibujos. Me preguntaba cuánto iba a entender mi hijo de 4 años, pero he aprendido que mientras haya comida enfrente de mis hijos, ellos pueden escuchar casi todo lo que leo.
Comenzamos con la vida de Lillian Trasher, una mujer soltera norteamericana que fundó el primer orfanato en Egipto. Nunca había escuchado de ella, pero en el transcurso de los dos meses que nos tomó leer su historia, leyendo entre 10 y 20 minutos diarios, Trasher se convirtió en una de mis más preciadas heroínas de la fe. Con una sencillez y tenacidad que me impactó, ella cuidaba de cientos de niños sin nada de dinero, y vio generaciones de esos niños seguir a Jesús.
Y mientras el año transcurría, leímos las biografías de Hudson Taylor, Mary Slessor, George Müller, Amy Carmichael, Paul Brand y William Wilberforce. Cada uno de estos hombres y mujeres tuvo una historia única de fe y fidelidad, pero el mensaje principal de cada vida era el mismo: Cristo es digno, y vale cualquier costo que debamos pagar.
Para mis hijos modernos y suburbanos que viven una vida relativamente fácil (y tienen padres modernos y suburbanos), las decisiones de estos misioneros han sido retadoras y alentadoras (I Tes. 5:11). Nos han dado nuevos modelos en qué pensar cuando consideramos lo que significa la fidelidad en nuestras vidas, y que puede venir acompañada de un precio más alto del que a menudo esperamos.
Conversaciones centradas en el Evangelio
Muchos de los hombres y mujeres que se convirtieron en misioneros que impactaron al mundo tuvieron comienzos adversos. Lillian Trasher se dirigía a trabajar en el mundo de los negocios como artista. Hudson Taylor no tenía interés en las cosas de Dios; Mary Slessor era una chica pobre de Irlanda que trabajaba en los molinos y tenía un padre alcohólico. George Müller era un ladrón incrédulo. Amy Carmichael y Paul Brand, ambos perdieron a su padre a temprana edad.
Para algunos, su mayor obstáculo era la incredulidad. Para otros, sus circunstancias parecían imposibles de superar. Pero al leer sus historias, la soberanía de Dios era abrumadoramente evidente. Los niños y yo hicimos conexiones entre lo que cada persona había superado y cómo Dios los estaba preparando para el futuro. Hablamos de cómo Él tenía planes para todos ellos aun cuando ellos no lo vieran, vimos cómo Dios puede hacer que salga algo bueno de las situaciones más dolorosas. Descubrimos que ellos no dieron lugar a la autocompasión o la amargura y vimos que eso hizo toda la diferencia mientras aprendían a confiar en Dios.
Conversaciones como estas, centradas en el Evangelio, pueden surgir en el día a día, y como padres debemos aferrarnos a las oportunidades donde se generen reflexiones provechosas cada vez que se pueda. Aparte de las Escrituras, no he encontrado nada tan valioso como leer acerca de la vida de estos santos, para generar reflexiones consistentes y significativas de cómo responder a los retos de la vida. Sus historias me ayudan a criar a mis hijos “según la disciplina e instrucción del Señor” en una manera práctica (Ef. 6:4, NVI).
Un equipo de campeones
Aunque mi hijo mostró cierto interés en la biografía de Lillian Trasher, le encantó la biografía de Hudson Taylor. Empezó a pedirme que leyera más de la historia aún después de haber terminado la hora de comida. Un día, antes de dormir me dijo, “Mamá, cuando sea grande quiero ser misionero a Egipto y a China, así como Lillian y Hudson.”
Meses después, en medio de la biografía de George Müller, leímos acerca de cómo él recibió una visita de Hudson Taylor, y mi hijo rápidamente enloqueció en la mesa del comedor.
Él gritó, “¿Qué? ¿Hudson Taylor y George Müller juntos?” Mi hijito soltó su sándwich y comenzó a mover sus brazos en celebración, como si fuera a correr una carrera o a golpear una pared. “¿Estás bromeando, Mamá? ¿Hudson Taylor y George Müller eran amigos?” Mi hijo, no tenía ni cinco años, y tenía lágrimas en sus ojos. Se emocionó tanto porque los dos misioneros más increíbles de los que él había escuchado, que vivieron vidas completamente diferentes, se reunieron y oraron juntos. Fue un choque de mundos, como si Superman y El Hombre Araña de repente se hubieran unido y se convirtieran en un equipo poderoso.
Pero fue mucho mejor que eso, porque mi hijo aprendió que estos dos misioneros, hombres de fe, hicieron equipo de una manera más poderosa que cualquier equipo de superhéroes: ellos se apoyaron y animaron el uno al otro en la obra del Evangelio. Aunque con frecuencia medio mundo los separaba, estaban unidos en espíritu. Ellos eran compañeros en el Evangelio, camaradas en el mensaje de Cristo.
¿Mi hijo llegará a ser misionero en un país del otro lado del mundo? No lo sé. Pero lo que sí sé es que estas historias están moldeando su corazón, y está viendo en estos hombres y mujeres un compromiso con Cristo que vale la pena imitar y elogiar.
Este artículo fue publicado primero en The Gospel Coalition. Traducido y usado con permiso.