Las madres invertimos bastante esfuerzo en asuntos que tienen que ver con el futuro. Sea la tarea de esta noche para sacar buena calificación mañana, o la colegiatura de una mejor escuela para facilitar una buena carrera en 15 años, entendemos que el futuro es importante en la crianza, y puede provocar preocupación y temor. ¿Cómo debe una madre que desea glorificar a Dios pensar sobre el futuro? Wendy nos ofrece principios bíblicos y testimonio personal que nos equiparán para poder “reírnos de lo por venir”.
Transcripción:
Susi: Ya llevamos seis episodios de esta serie, Madres que glorifican a Dios. No puedo expresar cuánto he aprendido, o he recordado de lecciones aprendidas años atrás en mi maternidad. Lo que más retumba en mi mente es la gran fidelidad de mi Dios, que me ha sostenido en medio de mucha ignorancia y confusión sobre mi crianza. Me ha enseñado mucho más a mí de lo que yo he podido enseñar a mis hijos, seguramente.
La maternidad verdaderamente es una escuela en la que aprendemos tanto acerca de Dios, acerca de nosotras mismas y acerca de muchos aspectos de la vida. Hablando de asuntos importantes de la vida para las madres, uno que destaca es cómo pensamos sobre el futuro. Para hablar de este tema, estoy contenta y agradecida de poder tener a mi amiga Wendy Bello aquí una vez más en Crianza reverente. Wendy, ¡bienvenida! Gracias por tu disposición para acompañarnos.
Wendy: Hola, Susi. La gratitud es mía por la oportunidad, no solo de pasar este tiempo contigo, sino también de compartir con la audiencia de Crianza reverente.
Susi: Gracias, Wendy. No es la primera vez que Wendy está con nosotros. Hace 2 o 3 años tuvimos una conversación acerca de la adolescencia—una conversación muy edificante. Eso fue el episodio 76, y aquí ya vamos en el 156.
Wendy: ¡Guau!
Susi: Han pasado 2 o 3 años, así que, comienza, Wendy, contándonos: ¿en qué etapa de crianza estás? ¿Cuál sería el reto más grande, o tu gozo más grande en esta etapa? Cuéntanos un poquito.
Wendy: Bueno, les puedo contar que estoy en la etapa en la que tengo dos, vamos a decir dos momentos diferentes. Tengo una hija que ya se gradúa en unas semanas de la universidad. Ya es adulta; tiene 21 años. Está en una etapa diferente de su vida. Pero tengo un varón adolescente que todavía está en el “high school”, en la secundaria. Tiene 16 años. Es volver a vivir esa adolescencia, pero muy distinta, porque la que viví con mi hija, que es una chica, y es muy diferente a un varón de 16 años.
Susi: Así es.
Wendy: Sin duda, eso tiene sus retos también. Hay que abordarlo de manera diferente. Nos reímos mucho porque el varón, en fin, creo que ellos tienen ese sentido del humor, esas ocurrencias así distintas, ¿verdad? Pero al mismo tiempo me presenta el reto de que hay cosas que no las puedo tratar de la misma manera. Hay conversaciones que han sido diferentes.
Pero ya un poco más serio, Susi, creo que uno de los retos más grandes de esa etapa, sobre todo digamos con Nathan, que es el varón adolescente, es entender, o recordarme a mí misma otra vez, que su madurez, ya sea emocional o espiritual (sobre todo, lo espiritual) no descansa sobre mis hombros, en el sentido de que yo tengo que descansar en lo que Dios está haciendo en su vida, en cómo el Señor está trabajando en su vida. Como mamás, a veces la tentación de nosotras es querer un poco ser como unas enzimas y acelerarles los procesos, que no podemos acelerar.
Por otro lado, con mi hija—como te cuento, ya está por graduarse; tiene ya novios; es otra etapa de la vida—es aprender también que ya estoy conversando con una mujer que es adulta. Es distinto. Y recordarme a mí misma; a veces tengo que simplemente echarme para atrás y dejar que ella tome la decisión y ver cómo esa decisión va a resultar. Digamos que son los retos de estas distintas etapas.
Pero me preguntabas también qué era lo que más disfrutaba, o el gozo mayor de estas etapas. Te puedo decir que una de las cosas que más disfruto es que llegamos a la etapa, la que en un momento me asustó mucho cuando la miraba en el futuro (cosas de las que vamos a hablar), pero puedo decir que hay disfrute en esta etapa, en las conversaciones que podemos tener. Son diferentes, y el tiempo que compartimos ya luce distinto porque somos más adultos todos.
Eso lo estoy disfrutando mucho, pero sobre todo estoy disfrutando ver cómo Dios ha ido trabajando en las vidas de ellos y esos destellos de gracia en sus vidas y escuchar la madurez. Incluso ¿quieres que te diga algo que estoy disfrutando mucho, sobre todo con mi hija? Porque de nuevo ya es mayor y ya está en otras etapas, también en su relación con el Señor y todo: cómo ella a veces me confronta incluso con verdades de las Escrituras.
Digo: “¡Guau! Señor, es increíble cómo tú estás usándola a ella a veces para hablar a mi corazón y decir: ‘Mami, pero recuerda esto’. O: ‘recuerda aquello’”. Aunque a veces sea un poquito como una reprensión; voy a usar esa palabra en el sentido de que ya también somos hermanas en la fe. Como mi hermana en la fe, a veces ella trae verdades, y yo digo: “¿Cuándo esta niña se volvió grande?” Eso lo estoy disfrutando mucho también.
Susi: Amén. Estoy de acuerdo. Estamos casi en las mismas, ¿no? Mi hijo menor tiene 17 y mis hijos mayores 21 y 20. Igual; estamos en lo mismo. Igual nos pasa que vemos cosas en su vida, su ejemplo, que nos reprende o nos anima. Dios les enseña cosas que también nos ayudan a nosotros, y es una gran bendición. Sigue siendo un reto; cada etapa de crianza es un reto, pero gracias a Dios por ese gozo que también él da en el camino.
Hoy queremos hablar acerca de cómo las madres debemos mirar hacia el futuro. Pensé que quería platicar ese tema contigo porque entiendo lo que es estar en el futuro de lo que muchas mamás esperan. Yo estoy en la etapa que muchas mamás todavía no llegan ahí. Tú también. Pero yo entiendo que todavía hay un futuro y yo tengo que tener cuidado cómo pienso acerca de ese futuro.
Hay un versículo en el famoso capítulo de Proverbios 31 acerca de la mujer virtuosa que siempre me ha llamado mucho la atención; es el versículo 25. Dice: “Fuerza y honor son su vestidura, y se ríe de lo por venir”. Siempre he pensado, ¿se ríe de lo por venir? ¿Qué significa eso?
Creo que es un consuelo y al mismo tiempo es un reto, por lo menos para mí. ¿Por qué es que esta mujer podría reírse de lo por venir? ¿Qué significa risa en ese contexto? ¿Es una risa literal? ¿Qué es lo que ese concepto comunica?
Wendy: Primero que nada, la expresión es una expresión literaria. El autor está usando esto, y no es que literalmente esta mujer se sienta y: “Ja, ja; me voy a reír ahora del futuro”, sino que es una expresión literaria para afirmar que no está preocupada. El futuro no le asusta. No vive temerosa del futuro, sino al contrario.
Pudiéramos mirar en el mismo texto: ¿por qué no le asusta el futuro a esta mujer? Yéndonos primero al texto como tal, creo que no le asusta por varias razones. Una de las razones es si miramos más arriba, ella ha hecho, humanamente hablando, todo lo posible para esperar al futuro preparada.
Nos habla de todo lo que ella hace en su casa. Prepara para el invierno para que la familia no pase frío. Ella organiza las labores para que el día no le sorprenda, como “¿y ahora qué vamos a hacer?” Humanamente ella ha hecho lo que está en sus manos hacer; por eso, el futuro no le asusta. Obviamente estamos viendo aquí una mujer que es sabia, una mujer que es sabia en el manejo de la vida cotidiana, de su hogar, de la familia.
Pero más que nada nos tenemos que ir un poquito más abajo en el texto, porque el texto habla de “la mujer que teme al Señor”. Con eso casi termina el libro de Proverbios. Pero lo interesante es que con eso mismo empieza el libro de Proverbios. Este es el tema que está en todo el libro: el temor al Señor. El principio de la sabiduría es el temor al Señor.
¿Por qué esta mujer se ríe del futuro? ¿Por qué está confiada? Porque es una mujer que vive en temor reverente, que es la idea de esa frase, el temor al Señor. Vive en ese temor reverente, en esa dependencia y confianza de quién es Dios. El futuro no le causa miedo. No le causa temor porque sabe en manos de quién está el futuro. Creo que esa es la idea que nos transmite el pasaje.
Susi: Me encanta eso. Me encanta en parte porque cuando decidimos ponerle Crianza reverente a este podcast, esa es la idea también que teníamos en mente: la reverencia, o sea, vivir en el temor de Jehová. Vivir y llevar a nuestros hijos delante de Dios, entender que ese es el estilo de vida que debe estar sucediendo en un hogar cristiano.
Me encanta que nos hayas llevado a ese contexto del libro de Proverbios, y a entender que la mujer que se ríe de lo porvenir es que ella descansa en el Señor, porque ella teme y vive en reverencia delante del Señor.
Ahora, yo creo que la Biblia, en general, tiene mucho que enseñarnos sobre el futuro. ¿Hay otros pasajes bíblicos también que podamos usar para ampliar un poquito nuestras creencias, las enseñanzas de la Palabra sobre el futuro, para darnos un marco de referencia más amplio?
Wendy: Pensando en el tema, ya que estamos hablando del futuro con relación a la maternidad, quería comentarte de un texto que he usado por años para orar por la vida de mis hijos, y que enlaza muy bien con el tema que hemos estado hablando. Es un texto que está en el libro de los Salmos: Salmo 138:8. El texto dice literalmente: “El Señor cumplirá su propósito en mí. Eterno, Señor, es tu misericordia; no abandones la obra de tus manos”.
Es un Salmo de David; es una oración que él está haciendo, pero nosotros podemos hacerla nuestra. ¿Por qué he usado este texto, y por qué pienso en el futuro? Porque cuando pienso en el futuro de mis hijos, yo descanso en que el Señor cumple sus propósitos, en que su plan es perfecto, en que su misericordia no se agota. Yo puedo descansar en eso al pensar en el futuro y mirar lo que está sucediendo ante mis ojos.
Yo oro de esta manera: “Señor, tú cumples tus propósitos. Yo no sé cuáles son. Yo sé cómo yo quisiera que lucieran, pero yo confío en que los tuyos son perfectos. Son mejores”. Ese texto siempre me ha dado consuelo; me ha dado esperanza. Me ha ayudado a descansar en el plan de Dios para la vida de mis hijos, incluso cuando a veces—seguro te ha pasado igual en distintas etapas—que uno mira y dice: “Y esto, ¿cómo va a acabar?” Recuerdo ese pasaje: el Señor va a cumplir su propósito.
No se trata de mis planes o de lo que yo creo que va a ser mejor, sino del propósito del Señor. Esto es un texto que me ha ayudado mucho como mamá, y es una oración que sigo haciendo por ellos: “Señor, cumpla su propósito en cada etapa de sus vidas, en cada cosa que ellos hagan”.
Otro texto que pudiéramos traer también a la conversación es uno que conocemos tal vez muy bien, allí en el sermón del monte en Mateo 6, cuando Jesús les está hablando acerca de la preocupación. Está comentando con su audiencia acerca del tema de vivir preocupados. Por decirlo de alguna manera, es muy natural para nosotros; está en nuestra naturaleza el estar preocupados, el estar pensando: ¿qué va a pasar mañana? ¿Qué va a pasar la semana que viene?
Y nosotras, mujeres que tenemos esta batalla con el control, más todavía, ¿verdad? Entonces, ¿qué nos dice Mateo 6? ¿Qué les está diciendo Jesús? “¿Y ustedes por qué se preocupan si su Padre sabe de qué ustedes tienen necesidad?” Incluso va tan lejos como decirles: “Ustedes están haciendo lo mismo que hacen los gentiles, los incrédulos, los que no conocen al Señor. Ellos tienen razón para vivir preocupados comúnmente, pero ustedes, no”.
Esto es un pasaje que nos da un marco de que si el Señor me dice: “No te preocupes”—y ¡cuántas veces la Biblia dice lo mismo! De una manera u otra: no temas, no te preocupes. Es una verdad que necesitamos abrazar, y no solo abrazarla, sino creer y vivir en ella, si el Señor me está diciendo que no me preocupe por cosas tan sencillas como qué me voy a poner o qué voy a comer. Él dice: “Vuestro padre que está en los cielos sabe de qué tenéis necesidad”.
Así como mamá, él sabe también cuáles son las necesidades, y las de mi familia y las de mis hijos. Es aprender a descansar en eso. No estoy diciendo que sea fácil. ¡Es más fácil tú y yo conversar aquí que en el día a día! Pero es lo que nos dice la Palabra. Es un pasaje que podemos abrazar y recordar que la gracia de Dios es suficiente para cada día.
Por eso, cuando los discípulos le dicen: “Enséñanos a orar”, el Señor les dice: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. El enfoque es el día de hoy, porque es el que tenemos. Deja en las manos del Señor el día de mañana. Su misericordia se va a renovar, porque él lo dice. Él ha prometido estar todos los días.
Pensando teológicamente, la soberanía de Dios es lo que más paz nos debe producir. Si Dios es soberano, yo puedo descansar en que Dios es soberano. Nada le toma por sorpresa. La vida de nuestros hijos está en sus manos también. Ellos no están aquí por accidente; forman parte del plan de Dios, con sus propósitos, como decíamos.
Todas esas verdades que tal vez tenemos por ahí, tipo satélite, dando vueltas, necesitamos alinearlas en nuestra mente y recordar que la Palabra es nuestra regla de fe, pero también es nuestra práctica en la que necesitamos vivir.
Susi: Yo también pensaba que son dos lados del problema. Tenemos el problema como madres de preocuparnos, preocuparnos, preocuparnos. Probablemente es el problema más fuerte que muchas mamás tenemos en cuanto al futuro. Pero también pensaba en que a veces no pensamos suficientemente en el futuro, en el sentido de la eternidad.
Dios quiere que vivamos fiel hoy, pero la fidelidad de hoy, en cierta manera, vamos a poder motivarnos a ser fieles hoy y no preocuparnos por el futuro de aquí a mañana, o de aquí a cinco años, o de aquí a quince años, que mi hijo sea adolescente y yo no voy a saber qué hacer—todas esas preocupaciones—¿qué es lo que realmente me consuela, o me motiva, a no preocuparme por el futuro sobre la tierra? Es porque ya tengo ese futuro seguro en la eternidad.
Wendy: La perspectiva eterna.
Susi: Yo recuerdo como mamá muy joven, mamá con un recién nacido, leer algo acerca de la perspectiva eterna o la perspectiva de la eternidad. Para mí era bien difícil encajar eso con lo diario de mi vida con bebé. Pero pienso en I Pedro 3, que habla de esa herencia, esa esperanza viva. Ese sería un buen capítulo leer, porque habla de perseverar en las pruebas de hoy, porque tenemos una esperanza viva, y vamos a recibir una herencia que no se puede destruir. Y esa herencia está reservada en el cielo para nosotras.
Este marco de referencia teológico tiene que incluir “no se preocupen por mañana”, la provisión, la soberanía de Dios. Y tiene que incluir también ese ojo hacia la eternidad, esa perspectiva que entiende la herencia que está reservada, la esperanza viva. Eso también nos impacta todos los días nuestra forma de vivir.
Hablando de nuestra forma de vivir de manera práctica, yo siempre pienso que las mamás tenemos una relación “love/hate”, como dicen, “amor/odio” con el futuro. ¿Por qué? ¿A qué me refiero? Cuando están pequeños (yo viví esto; yo lo entiendo) queremos que llegue la siguiente etapa, cuando se puedan bañar solos, cuando puedan comer solos, cuando ya no haya que cambiar pañal…todo va a ser más fácil. Cuando ya aprendan a leer y escribir y puedan hacer la tarea solos, todo va a ser más fácil. Cuando….
Siempre es así, ¿verdad? La siguiente etapa va a ser más fácil, y la siguiente etapa, y no podemos vivir contentas en la etapa presente porque creemos que va a ser más fácil después. Pero al mismo tiempo no queremos que llegue la adolescencia, y no queremos que llegue el día que se vayan de la casa. Por eso digo que es como “love/hate” o “amor/odio”.
Wendy, ¿cómo podríamos traer la verdad de la Palabra a estas maneras de pensar de una manera muy práctica para nuestro día a día, y estar corrigiendo nuestra perspectiva de esta forma?
Wendy: Un pasaje que podemos pensar en el día a día de todas las etapas de la vida está en otro Salmo, el Salmo 118:24, que dice: “Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él”. Nosotras no tenemos garantía de mañana. Esa es la realidad, porque el futuro no nos pertenece. Lo que tenemos es el día de hoy.
Yo les recuerdo mucho a las mamás más jóvenes: disfruta el hoy en el que estás. Porque, aunque quieras que pase, va a pasar demasiado rápido. Y cuando mires atrás vas a anhelar haber disfrutado más aquella etapa que ya se fue, que no regresa. Nos ayuda a recordar que este día que el Señor nos ha dado es un regalo, y vamos a disfrutarlo.
Yo sé que a veces hay un niño enfermo; el otro que se le robó los juguetes o que se le quitó los juguetes; las peleas y los pañales; no te has podido ni cambiar la ropa en la mañana; son las tres de la tarde y no te acuerdas cuándo fue la última vez que comiste porque no tuviste chance; no puedes ni ir al baño con tranquilidad porque alguien te está tocando en la puerta…todo eso. “¡Esto está loco! ¿Qué tipo de vida es esta que estoy llevando?” Pero es el día que el Señor ha hecho y podemos regocijarnos en él, sobre todo pensando en esa cosa del día a día, y de cuándo va a terminar, y cuándo va a terminar.
La otra cara de la moneda es lo que decías: el temor de que se va a terminar; se va a acabar. Se van a ir de la casa; ya son adolescentes y ahora ya no quieren casi que ni los abraces. Ya están cambiando. Pero esa etapa también es una etapa que el Señor ha hecho, que podemos disfrutar.
Qué bueno recordar cuál es nuestra principal meta mientras estamos en este planeta tierra. Es glorificar al Señor y deleitarnos en él. Entonces, ¿cómo voy a glorificar a Dios en esta etapa de mi vida? ¿Cómo voy a glorificar al Señor cuando ya mis hijos se casen? Ahorita hablábamos tú y yo de cómo esas etapas cada vez se nos están haciendo más cercanas y más reales. A veces en la mañana estoy aquí y digo: “¡Guau! Ya es mucho menos el tiempo que me queda con mi hija en casa y que me va a quedar con ella. Son realidades. Pero este es el tiempo que el Señor nos ha regalado.
Un punto que no podemos perder de vista como mamás es que a veces todos estos temores—¿qué voy a hacer con mi vida cuando se vayan de la casa? ¿qué va a pasar? —es porque sin darnos cuenta estamos poniendo demasiada identidad en nuestro rol de mamá, cuando es un rol que el Señor me ha dado, pero no es mi principal identidad ni quién soy.
Porque quién soy más que nada: soy una nueva criatura. Soy una hija de Dios, y sea lo que sea, voy a seguir viviendo para su gloria. Y claro, las dinámicas van a cambiar. Eso no quiere decir que no los voy a extrañar, pero puedo seguir glorificando al Señor y disfrutando de esa nueva etapa que va a empezar.
Tenemos que hacer de nosotras esa oración del Señor: “Ayúdame a disfrutar el día en el que estoy, la etapa en la que estoy, deleitarme en ti, en lo que tú has traído a mi vida. ¿Y cómo te voy a glorificar en esto? ¿Cómo te voy a glorificar en esta adolescencia donde no todos los días son de risa?” De verdad hay días un poco más retadores, con esas hormonas que suben y bajan, y uno dice: “¿y esto?” O: “¿cómo te voy a glorificar cuando ya se casaron y ahora ya no están, y llega la famosa etapa del nido vacío?”
Tal vez es algo para pensar y otra conversación para otro día, pero antes de ser mamás, somos esposas. Sé que hay mamás solteras que nos escuchan, pero pensando en las que están casadas, recordar que primero eres esposa; después eres mamá. Tienes que darle prioridad también a esta relación.
Todos estos temores se reenfocarían si pensamos en que el día que el Señor ha hecho es este. Es el que tenemos. Vamos a disfrutarlo, a regocijarnos en él, a darle gloria a Dios y a deleitarnos en él. Del resto el Señor se va a encargar. No nos pertenece. Mañana no nos pertenece. Hay un himno viejísimo que decía: nada sé sobre el futuro. Desconozco lo de ahora. Seguro lo conoces en inglés; probablemente lo aprendiste en inglés. “I don’t know about the future…”
Susi: “But I know who holds my hand”. Me toma de la mano. Él es el que me guía de la mano.
Wendy: Eso es la idea que nosotros necesitamos recordar, porque incluso como mujeres que vamos a un millón en nuestro cerebro, a veces construimos todo un futuro que no sabemos si va a ser o no.
Susi: ¡Somos muy buenas para eso!
Wendy: Es descansar en que este es el día que el Señor me ha dado y recordar: sí, soy mamá. Sí, soy esposa. Pero más que nada, el fin principal del hombre es vivir para la gloria de Dios y deleitarse en él. Eso nos puede ayudar a poner las cosas más en perspectiva.
Susi: Totalmente de acuerdo. Yo pienso en mi propio corazón. Algo que Dios hizo en mi: me mostró, en mi caso, cuando yo anhelaba siempre la siguiente etapa que fuera más fácil, era mi egoísmo. Tú decías “disfrutar”, pero a veces pensamos en disfrutar y tenemos una perspectiva egoísta. ¿Cómo yo voy a disfrutar cambiar pañales y recoger juguetes?
No es un disfrute egoísta; es abrazar un llamado que da propósito a mi vida. No debo esperar disfrutar cada día en el sentido de sentirme todo bien, y todo plena en estos niños hermosos. Los míos no siempre están hermosos, y la casa no siempre se disfruta en ese sentido. El disfrute es un disfrute que viene de por fe cumplir una tarea que Dios me ha encomendado, un llamado, no sabiendo cómo él quiere usar mis esfuerzos, y no aferrándome a cierto resultado.
En mi caso, yo descubrí un corazón muy egoísta, muy enfocado en mí, en mi disfrute, en lo que tú decías de la identidad— mí me pasó que yo no encontraba suficiente propósito de vida en el llamado de la maternidad. Yo sentía que mis hijos me quitaban tiempo de hacer otras cosas más importantes para Dios. Eso no era la manera correcta de pensar.
Ahora, pensando en que mis hijos se van de la casa pronto, y todos estos cambios, otra vez puede ser un egoísmo temer la adolescencia. ¿Por qué? Porque voy a tener que ser menos egoísta. Porque voy a tener que estar dispuesta a hablar a las 11:00 de la noche cuando tengo sueño. Porque mis hijos no van a tomar todas las decisiones que yo quiero que tomen.
Otra vez, muchas veces vuelve a estar centrada en mí. Eso es de forma de testimonio. No siempre es lo mismo para cada mamá, pero yo sí encontré en mi corazón mucho egoísmo, y cuando Dios me confrontó sobre eso y me ayudó a ceder eso a él, cambió bastante mi perspectiva sobre la maternidad.
Wendy: Yo te digo, para quienes nos están escuchando, no piensen que ya somos las mamás perfectas, para nada. Todavía hay días que yo me levanto y quisiera decir: “¿Cuándo viene el próximo capítulo? Porque ya yo con esto quiero terminar”. Tengo que recordar, y volver a pensar en todas estas verdades.
Algo que a mí me ha ayudado mucho a lo largo de la maternidad es que el Señor no se cansa de mí, ni se cansa de trabajar en mí. Mi llamado con la maternidad siempre es el mismo; la tentación número uno es tirar la toalla y decir, ¡ya! cuando hay dificultades o retos. Pero eso no es lo que el Señor hace con nosotros. El llamado es el mismo, a perseverar, como decías, a perseverar, a seguir adelante y a recordar todas estas verdades.
El Señor nos ha dado un privilegio: es el privilegio de formar vidas, de ayudar a formar vidas que apunten a él. Eso, como tú muy bien decías, es una negación del yo. Porque llega un momento en que el yo dice: “Ya, está bueno. Me cansé; me voy a sentirme más cómoda”. Eso no es el llamado. Al contrario, es negarse a uno mismo como parte del discipulado de nosotras; es en la maternidad negarse a uno mismo.
También es eso, como decías, y ha sido para mí todavía algo con lo que a menudo tengo que recordarle a mi mente, que son etapas en las que estamos, y que el Señor las usa también para santificarnos. Y estuve ahí, en el temor al futuro, pero gracias a Dios podemos ver su gracia en el día a día.
Susi: Así es. Obviamente ya se nos está acabando el tiempo, pero nada más quiero comentar que también las que ya estamos un poco más avanzadas en este proceso deberíamos de tener cuidado cómo hablamos con las mujeres jóvenes. Pensando en Tito 2, ¿cómo ayudamos a las mujeres jóvenes a amar mejor a sus hijos? No es animarlas a que tengan temor de la adolescencia o del futuro. No es quejarnos de que ya se fueron mis hijos y ya no tengo propósito en la vida. Las hermanas mayores deberíamos de estar animando y alentando a estas mujeres jóvenes en su fe a disfrutar, pero a disfrutar de una manera bíblica y piadosa. Gracias, Wendy. Ya se nos acaba el tiempo.
Wendy: Gracias a ti, Susi.
Susi: Esta muy bueno el tema, ¿verdad? Lo disfrutamos mucho. Gracias también por tu ejemplo de hablar a la vida de las mujeres jóvenes. Gracias por tus libros, por el trabajo que inviertes.
A la mamá que está escuchando te animo a buscar algunos de los estudios, de los libros de Wendy Bello, porque te van a hacer de ánimo. Van a dirigir tu atención hacia Dios y hacia la Palabra. Gracias, Wendy, por invertir también de esa forma.
Wendy: Gracias al Señor que usa vasos frágiles, muy frágiles.
Susi: Amén. Gracias a ti que nos escuchas, y recuerda que todavía nos queda un episodio más de esta serie, Madres que glorifican a Dios. Así que nos vemos la próxima semana. Bendiciones.