Categoría: Disciplina

Ep 174: El reto de hijos que cuestionan y retan tu autoridad, con Mateo Bixby

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October 29, 2024

Los niños son famosos por sus interminables preguntas. Dios les dio una mente activa con una curiosidad natural, y ¡eso es bueno! ¿Está obligado cada padre y madre a contestar cada una de las preguntas de sus hijos? ¿Qué pasa cuando sentimos que los cuestionamientos se vuelven una posible señal de rebeldía o una excusa para demorar la obediencia? ¿Y cuándo esas preguntas son un reto directo a la autoridad de los padres? Hablemos de este complicado tema con Mateo.

Transcripción:

Susi: Cuando nos convertimos en padres, es imposible anticipar todo lo que va a implicar el interactuar de manera tan cercana con un ser humano desde su primer día de vida. Vemos a nuestros hijos desarrollarse en todos los aspectos de lo que significa ser una persona. Una de las cosas que cada padre y madre tiene que, o tenemos que, enfrentar es que ese bebé, ese niño, no es igualito a mí. Sólo porque yo lo parí no significa que piensa igual, que sabe lo mismo o que procesa las cosas como yo.

Nuestros hijos van a aprender a interactuar con todos los aspectos de la vida a su propio ritmo y desde su perspectiva única. Y eso es precisamente uno de los retos diarios más comunes que enfrentamos. Nuestros hijos tienen muchas preguntas. No siempre están de acuerdo con nosotros, y como son pecadores, también retan nuestra autoridad como padres. ¿Cómo enfrentar este reto día tras día de una manera que practica tanto la disciplina como el discipulado bíblicamente?

Aquí con nosotros otra vez para hablar de este tema está mi esposo, Mateo. Gracias, Mateo, por estar una vez más aquí para hablar de un tema sobre el cual creo que pudiera haber gran variedad de opiniones.

Mateo: Sí, bastante difícil este tema. De hecho, cuando estaba viendo las preguntas que tenías, dije: “¡Vaya, vaya! Esto va a ser más complicado de lo que pensé”. Sí, es difícil.

Susi: Sí. Surgió en las encuestas varias preguntas que tenían que ver con esto, y yo empecé a remontarme también a cuando los muchachos estaban un poco más pequeños, jovencitos. Y sí, sinceramente es un reto muy grande que enfrentamos los padres día tras día.

A veces ahí sentimos mucho la falta de sabiduría, ¿verdad? Y tenemos que correr a Dios. Quizás para comenzar en general, ¿cómo debemos pensar? ¿Cómo debemos acercarnos al reto que tenemos como padres cristianos en forma de esta tendencia de los niños a cuestionar todo?

Mateo: El cuestionamiento. Quizás una de las palabras favoritas de los niños es: “¿Por qué?”

Susi: Sí.

Mateo: ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? Quizás cuando son más pequeños son cosas más simples: ¿Por qué tengo que acostarme a esta hora? Conforme van creciendo se van complicando las preguntas y son más difíciles. Son cuestiones de, ¿por qué Dios permitió el mal? Y, ¿por qué no puedo ir a cierta fiesta cuando todos mis amigos van a ir a esa fiesta?

Se van complicando conforme va creciendo el hijo, pero de entrada creo que debemos de destacar que esa pregunta—“¿por qué?”—no es mala. De hecho, es parte de la tarea que Dios dio al hombre. En Génesis, capítulo 3; perdón, capítulo 1, él nos da la responsabilidad de señorear sobre la tierra, de sojuzgar la tierra. Y parte de eso es crecer. Parte de eso es expandir nuestro conocimiento para poder realmente tomar posesión y dominar este mundo, usar sus recursos de una forma que glorifica a Dios.

Algunos de los avances científicos más importantes han sido porque alguien se preguntó, ¿por qué? Dice el mito que la ley de la gravedad, que Newton la descubre cuando cae una manzana y él se pregunta, ¿por qué cae? Algo tan obvio, quizás; parece que nadie se había dado la tarea de preguntar por qué cae.

Susi: ¿Por qué no flota? ¿Por qué no sube?

Mateo: Sí, exacto. Muy interesante cómo esa curiosidad que el hombre tiene es dada por Dios. De hecho, en Proverbios 25, el versículo 2 dice: “Gloria de Dios es encubrir un asunto; pero honra del rey es escudriñarlo” o investigarlo. Es algo glorioso cuando nosotros como seres humanos empezamos a buscar.

Dios ha encubierto ciertas cosas; las respuestas no son obvias. Entonces nos tenemos que preguntar por qué. Dios quiere que sepamos esas cosas; quiere que investiguemos esas cosas. Y cuando nuestros hijos nos preguntan por qué, están respondiendo a algo que Dios ha puesto en ellos.

También es una maravillosa oportunidad. Es una oportunidad que nosotros como padres tenemos para moldear su manera de ver la vida. Podemos ayudarles a desarrollar respuestas bíblicas a las temáticas de la vida. Entonces, no creo que debemos de verlo como algo malo. Deberíamos de aprovechar esa curiosidad innata en ellos para inculcarles valores bíblicos, perspectivas bíblicas, verdades bíblicas que les pueden ayudar luego a enfrentar la vida también desde una perspectiva bíblica.

Susi: Creo que va ligado con el hecho…creo que, en un episodio hace mucho tiempo estábamos hablando de que los niños son por naturaleza buscadores. Los humanos somos buscadores. No nacemos muy pasivos; nacemos con una iniciativa de buscar, de crecer. Entonces, si abrazamos el hecho de que nuestros hijos son buscadores, y Dios nos ha puesto como padres en su vida, claro que esos cuestionamientos, el hogar es el mejor lugar para que lo hagan.

Creo que a veces nos impacientamos los padres con tanta pregunta, o pudiéramos sentir, ¿qué lugar tiene mi hijo para estar cuestionando? Pero es bueno celebrar el hecho que Dios hizo a nuestros hijos con todas sus personalidades. Es una de las luchas, creo, que tenemos a veces los padres. Nosotros tenemos tres hijos, y cada uno muy diferente. Esa tendencia a preguntar y buscar fue en grados muy variados en ellos tres.

Pero deberíamos de apreciar y celebrar las diferentes personalidades de nuestros hijos y ver eso como parte de la creación también, la creación buena de Dios. Obviamente, entendiendo que hay una naturaleza pecaminosa. Vamos a hablar de eso, pero yo creo que sí es algo que podemos abrazar. Y como todo, el mundo tiene su propia perspectiva sobre básicamente todas las cosas de la vida.

Mateo: Claro.

Susi: ¿Cuáles son algunas perspectivas que vienen de filosofías humanas con las cuales deberíamos de tener cuidado, o incluso pudiera haber alguna perspectiva tradicional cristiana que deberíamos de estar atento a ello?

Mateo: Casi siempre podemos ver que un error de generaciones pasadas encuentra una respuesta exagerada y se va al opuesto lado del asunto. No se encuentra el equilibrio, sino que encontramos el error del otro lado.

Si pensamos en generaciones pasadas, ¿qué es lo que se esperaba del niño? Bueno, no sé en todas las culturas, pero en algunas de las culturas en las que yo he estado se esperaba que el niño estuviera callado, que estuviera quieto, que no diera lata, que dejara que los adultos hablaran. Esa frase creo que la escuchamos mucho: “No, no. Deja que los adultos hablen”, como si los adultos estuvieran hablando de cosas importantes y lo que tú quieres comentar o preguntar, no es importante.

Esa era una reacción que no permitía que los niños participaran en conversaciones cuando había adultos allí, por supuesto, que no se favorecían las preguntas. Quizás ha habido una reacción al opuesto extremo del asunto para hacernos pensar en que ahora el niño debe poder expresarse libremente en cualquier situación y en cualquier momento. No debe haber ningún límite, incluso a lo que debe decir. Si tiene una pregunta, es la obligación del padre contestarle de inmediato, y no importa lo que esté haciendo. El niño es lo más importante.

Esto otra vez nos habla de una cultura que está cada vez más centrada en el niño, y haciendo el niño el centro del mundo. Y lo malo de esto es que no solo es el centro del mundo para el padre, pero el niño mismo es su centro también. Porque toda su vida, lo que ha importado es lo que él piensa, lo que él siente, lo que él desea. Entonces los niños crecen pensando que son el centro del universo.

Ahora mismo las personas quieren criar a sus hijos de una forma donde en cualquier momento pueden preguntar, pueden interrumpir, pueden decir lo que sienten. Se considera que, aunque es un niño de cuatro años, sus opiniones son igual de válidas como las de un adulto. Como las mías.

Eso, por supuesto, no refleja una perspectiva bíblica de este tema, porque nosotros deberíamos de cultivar en nuestros hijos un deseo de escuchar lo que los adultos tienen que decirles, las personas más sabias en su vida tienen que decirles. Como padres, sí, yo quiero escuchar lo que mi hijo pregunta, pero yo también quiero que él aprenda a escuchar la respuesta que yo le doy.

Proverbios 1:8, el versículo 7 es el famoso versículo de: “El principio de la sabiduría está en el temor de Jehová”. Y dice que los necios desprecian la sabiduría. El versículo 8 dice: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”. Y parece que lo que nuestro mundo quiere decirles a nuestros hijos es: “No. Tú olvídate de todo lo que te pueden decir las personas que saben más que tú. Tú desprecia su opinión porque tu opinión es igual de válida”. Pero debemos de cultivar una atención a lo que nos dicen nuestros padres.

Proverbios 5:1: “Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mi inteligencia inclina tu oído”. Eso es lo que yo quiero en el corazón de mi hijo, que él esté inclinado hacia el frente, como para: “A ver. Papi, dime eso otra vez. Quiero saber lo que tú me dices, porque quiero estar atento a tu sabiduría”. Esa es la perspectiva y disposición bíblica del hijo.

Susi: Yo creo que eso entonces nos va a ayudar con la siguiente pregunta que yo quería que tratáramos. Especialmente en niños pequeños, que pueden tener muchas preguntas, ¿cómo podemos discernir cuándo esas preguntas realmente son quizás evidencia de un poco de rebeldía o de una voluntad que se está oponiendo a la nuestra? Y cuando detectamos eso, ¿qué deberíamos de hacer al respeto? Entendiendo que es bueno que los niños hagan preguntas. No sé qué opinas de ese asunto.

Mateo: Creo que lo último que dijiste es importante. Es bueno que los hijos hagan preguntas. Dios quiere que nos pregunten. A nosotros a veces nos fastidia. Queremos que dejen de preguntarnos porque queremos hacer otras cosas. Pero Dios quiere que nuestros hijos nos pregunten.

Estaba buscando algunos versículos sobre este tema, y en Éxodo 12:26 dice: “Y cuándo os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?” Hay una pregunta. Entonces, “vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua”. Y hay una oportunidad de explicar la Pascua.

Josué 4:6: “Para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos pregunten a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras?” Bueno, hay una oportunidad para contar la maravillosa obra de Dios que permitió que ellos entraran a la tierra prometida. Esas preguntas son muy, muy buenas, y debemos de valorar y agradecer a Dios cuando nuestros hijos hacen esas preguntas.

Ahora sí, como dices, a veces son una señal de rebeldía. Es a veces difícil distinguir si es curiosidad o si es rebeldía realmente. Sobre ese tema, creo que hay que conocer mucho a nuestros hijos, conocer su corazón. A veces podemos detectar ciertas cosas en sus ojos, en su rostro, en su postura física, los gestos. Todo eso nos indica algo acerca de si es un corazón dispuesto a aprender o si es un corazón que está resistente.

Quizás ha aprendido que, no puedo decir: “No estoy de acuerdo”. Entonces en vez de llegar a ese extremo, de ir al choque con papá y mamá, mi forma de responder es: hago pregunta, hago pregunta, hago pregunta, hago pregunta, hasta ver si por fin se fastidian y me dan lo que yo quiero. Creo que ver el corazón, incluso el cuerpo de nuestros hijos es importante.

Si nuestros hijos rehúsan a aceptar la respuesta—yo les doy la respuesta, y ellos quieren otra vez preguntar y quieren insistir, y una y otra vez continúan con sus preguntas, creo que eso puede ser una señal de rebeldía. Por supuesto que hay que dejarles tiempo para pensar, especialmente sobre temas que son un poquito más de una madurez mayor. No tanto es: “Tienes que acostarte. Es hora de acostarte”. Pero, “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?” Eso es algo muy sencillo, ¿no? “Bueno, debes acostarte porque es la hora de acostarse y yo soy tu papá, yo soy tu mamá, y este es el momento que debes acostarte hoy”.

Pero hay otros temas donde nuestros hijos no van a entender a la primera. “¿Por qué no puedo ir a esa fiesta?” Bueno, porque esto o lo otro. Les damos nuestras razones bíblicas incluso, y quizás todavía le cueste. No hay nada de malo con que ellos tengan que lidiar con estas cosas, que batallen con ciertas cosas, que tengan un proceso en su propia vida igual que muchas veces nosotros hemos tenido que pasar un proceso para aceptar algo que la Palabra de Dios nos dice o alguna autoridad nos ha dicho.

Hay que distinguir entre: está nada más luchando con algo, o es realmente rebeldía en contra de algo también.

Susi: Yo creo que a veces los padres damos demasiadas explicaciones, y a veces no tenemos la paciencia de dar las explicaciones debidas. Yo recuerdo cuando los niños estaban pequeños, nosotros hablamos varias veces de esto: yo quisiera que mis hijos pudieran obedecerme aún y cuando no entienden. El mundo de hoy dice: “No hagas nada que no entiendas”.

Pero Dios nos ha pedido fe en él, aún en situaciones que no entendemos. Y es muy sano que nuestros hijos, en especial nuestros hijos pequeños, aprendan a respetar la autoridad que Dios ha puesto en su vida, como una autoridad que está ahí para su protección, que Dios da sabiduría.

A veces es correcto decir: “Mi hijo, te he dado las explicaciones que te puedo dar”. Porque tampoco le vamos a decir a nuestros hijos: “No puedes ir a esa fiesta porque el papá de esa niña hizo esto y esto y yo no lo considero un lugar seguro…”. Un niño de cinco años, hay datos que no necesita saber acerca de por qué hacemos las cosas. A veces no vamos a poder ofrecerle razones por decisiones, o razones que él pueda entender.

Pero al mismo tiempo, cuando nuestros hijos hacen preguntas en general, si nos ven con esa disposición normalmente de entablar una conversación con ellos, tenemos interés en escucharles y animamos en ellos un interés en respetuosamente escucharnos a nosotros y aceptar lo que decimos, eso les va a ayudar mucho.

Creo que algo que nuestro mundo no entiende es que es sano para un niño saber que hay autoridades confiables que pueden decirles la verdad aun cuando ellos no entienden. Eso no expone a nuestros hijos a peligro, como dice el mundo.

Queremos fomentar en nuestros hijos un corazón que escucha atentamente a la sabiduría, pero a veces tu lugar es decir: “Sí, papá. Sí, papá, confío en ti, aunque yo no lo entienda”. Es mucho más fácil para un niño decir: “Sí mamá. Sí papá, te obedezco” sin entenderlo cuándo de manera general estamos fomentando eso. Ellos saben que de manera general no resistimos sus preguntas.

Mateo: Sí, hay un lugar para decir: “Mira, hijo, sé que no lo entiendes, pero solamente quiero que pienses en las verdades que yo he compartido contigo. Es probable que yo tenga más sabiduría que tú en este tema. Entonces ahora mismo simplemente te pido que obedezcas, porque Dios me ha puesto a mí en esta posición de autoridad”.

También les podemos animar a someterse a Dios, a la autoridad de Dios en su vida, especialmente cuando es un tema bíblico y el niño, nuestro hijo, todavía no quiere aceptarlo, que es una clara enseñanza bíblica. Recordarle: “Mira, Dios es nuestro creador. Dios es sabio. Dios es soberano”. Y no queremos hacerlo con una mano dura, autoritaria, impositiva. Hay momentos donde tenemos que imponer nuestra autoridad, pero aún ahí deberíamos intentar hacerlo, casi siempre con una muy buena actitud.

Y eso va, como tú decías, va a hacer que nuestros hijos tengan una disposición de escuchar. Si yo tengo una disposición de escucharle a él e intentar contestarle, eso va a generar en él una disposición de también querer escuchar lo que yo le digo. Esa puerta de comunicación, que esté abierta y que fluya la comunicación va a ayudar en los momentos donde tenemos que decir: “Bueno, hasta aquí llega la comunicación y ahora empieza la obediencia”.

Susi: Exacto. La comunicación y la obediencia no están peleadas, pero sí requieren un esfuerzo y una humildad de parte de los padres de no solamente ejercer autoridad—“porque yo soy la mamá y yo te dije que te callaras, y ya”. Eso no es la manera de fomentar…

Mateo: Exacto. Me encantó pensar en esto, y a propósito, cuando yo veía este tema decía: “Yo no sé qué decir. Yo no sé contestar las preguntas que Susi tiene para este episodio”. Y lo que hice fue especialmente ir a Proverbios. Es una muy buena práctica; te lo recomiendo, ¿verdad? Porque a veces personas piensan: “Ah, pues Susi y Mateo hacen el podcast. Pues van a saber mucho”. Y bueno, a veces nos encontramos con temas difíciles que no sabemos qué decir.

Susi: Sí, estos temas son resultado de encuestas que hice, y no son temas que yo necesariamente pensé: “¡Nosotros podemos hablar de esto porque tenemos un gran conocimiento!”

Mateo: Exacto, pero me topé con estos versículos: Proverbios 26: 4 y 5: “Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él. Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión”. Parece que se contradicen estos dos versículos ¿no? Y es típico de los Proverbios. Los proverbios te obligan a pensar.

No es una contradicción. El versículo cuatro está diciendo: “Mira, tú no adoptes las formas y las actitudes del necio. No llegues a ser un necio con esa actitud dura donde no quieres aceptar una respuesta contraria, donde tú te enrocas en tu postura y nadie te va a decir lo contrario”.

Susi: Como padres que terminan teniendo debates feos con sus hijos. No hay ningún lugar para eso.

Mateo: Y el niño está enojado y el papá está enojado. Eso es ser necio. OK, pero luego sí debemos responder al necio como merece su necedad. ¿Para qué? Para que no se estime sabio. Entonces hay momentos donde tenemos que dar una respuesta correcta, piadosa, bíblica, para corregir al niño, evitar que continúe en ese error para que no se crea sabio.

Y esto sí requiere sabiduría. Por eso vamos a Proverbios, que es el libro de la sabiduría. Creo que no vamos a saber siempre, pero esto nos puede ayudar a distinguir; cuando vemos esa necedad que no tiene respuesta, no te hagas necio como él. Y a veces sí hay una pregunta y es necia, pero hay la oportunidad de contestar y ayudarle a ver su error.

Susi: Cuando pensamos en niños más grandes, jóvenes que sí llegan al punto de retar, realmente retar, nuestra autoridad, ¿hay algunas sugerencias en cuanto a esto? Todavía queremos entablar conversaciones, queremos respetarles como personas que son, pero ¿cuál es nuestro rol aquí cuando ahora sí, estos cuestionamientos y retos llegan a un reto de la autoridad que Dios nos ha dado?

Mateo: Cuando ya vemos que no es una pregunta normal, típica; la insistencia ha sido tanta que es evidente que es un reto a nuestra autoridad, otra vez evitamos lo que el mundo dice: “Déjale que piense lo que él quiera y que él sienta lo que él quiera”. No. Yo soy el padre. Yo soy la madre. Bueno, tú serías la madre, ¿verdad? Somos autoridad, y Dios nos ha dado la tarea de instruir, de corregir a nuestros hijos.

Dios nos ha dicho cómo respondemos cuando hay rebeldía. Respondemos con disciplina. Respondemos con corrección. Proverbios 1:7: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. ¿Qué hacen los necios, o los insensatos? Desprecian la sabiduría y la enseñanza. No quiere escuchar la enseñanza y la sabiduría, y eso le hace necio. Proverbios 22:15 dice: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; más la vara de la corrección, la alejará de él”.

Esta es la estrategia divina para responder a ese corazón rebelde que escarnece, que se mofa, que no quiere escuchar lo que dice el papá o la mamá. Y esto es peligroso. Proverbios 30:17 dice: “El ojo que escarnece a su padre y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos de la cañada lo saquen, y lo devoren los hijos del águila”. Un corazón que no quiere escuchar, que menosprecia, es peligroso, y tenemos que disciplinar eso. Por supuesto, tendrían que escuchar algunos episodios sobre la vara y la disciplina.

Susi: Tenemos varios episodios sobre la disciplina.

Mateo: Claro. Y cuando nuestros hijos crecen y ya son adolescentes, jóvenes, probablemente no vamos a aplicar la vara físicamente. Pero hay otras correcciones que podemos aplicar.

Pero siempre me llama la atención que Salomón no le dice a su hijo: “Hijo mío, sigue tu corazón”. Dice: “Hijo mío, dame tu corazón”. No le dice: “Hijo mío, escucha tu corazón”. Dice: “Escucha el consejo y recibe la corrección. Ese es el camino de la sabiduría”. Y eso es lo que yo quiero para mi hijo. Tengo que a veces disciplinarlo para que no se forme esa corteza de rebeldía donde él rechaza la instrucción pensando que él siempre tiene la razón. Sí hay una respuesta bíblica y correcta a eso, y es la disciplina.

Susi: Tenemos que recordar que nosotros somos capaces de exasperar o frustrar a nuestros hijos. Un padre o una madre de un preadolescente que está pasando una etapa de rebeldía y está retando mi autoridad y me está diciendo que yo no lo respeto porque yo le estoy imponiendo mi voluntad y que yo no tengo el derecho, asegúrate como padre o madre, que tú no estés siguiéndole la onda, como acabas de comentar. Que tú no estés provocando ira en tu hijo porque no eres consistente: una semana le dices que sí, otra semana le dices que no. O tú no vives delante de él lo que tú le estás exigiendo de él.

También cuando un niño va creciendo, ya es un joven, hay que permitir que madure y que desarrolle la capacidad de tomar decisiones. Lo hemos dicho antes. Pero, recuerda: tú no tienes que convertir a tu hijo en una copia de ti. De eso no se trata. Quizás él está resistiendo tus intentos de mantenerlo como niño chiquito o de convertirlo en algo que él no es, de cambiar su personalidad.

Todo lo que ha dicho Mateo es muy importante, y yo nada más presento el otro lado de la moneda: que yo soy capaz de incitar en el corazón de mi hijo, o por lo menos no ayudarle, no ayudarle con las actitudes así.

Mateo: Sí, por supuesto. Pablo nos dice que no debemos de exasperar a nuestros hijos. No debemos de provocarlos a ira. Podemos hacer eso cuando no permitimos que ellos vivan un proceso, un proceso de investigación, de curiosidad, de aprendizaje, de dudas y cuestionamientos. Como padre, yo debo tener la predisposición de contestar sus preguntas. A veces no quiero. ¿Por qué? Porque estoy viendo el partido. Y siempre que pueda yo debería tener la predisposición de contestar.

Yo recuerdo momentos donde ahora me lamento. Ya nuestros hijos ya…pues hace meses, hace unos meses nos quedamos solos en casa ¿no? Y yo lamento ciertos momentos donde yo sé que no estuve tan al tanto de ellos y permitiendo tener buenas conversaciones, por mi cansancio, por mi distracción. Y debería haber una predisposición en nosotros, sí, de contestar. Pero cuando llegue a cierto punto quizás hay que actuar como autoridad y disciplinar.

Susi: Tu comentario ahí me recuerda que en esta serie estamos hablando de la misericordia nueva de Dios disponible cada mañana para los padres que tenemos retos que enfrentamos todos los días. ¿Cómo podemos estar seguros? Primero tenemos que estar viendo esa misericordia en nosotros, ¿verdad?

Pero también extender esa misericordia de Dios que nosotros hemos recibido hacia nuestros hijos incluso en su rebeldía, sin ser permisivos, sin huir del problema, pero ser padres misericordiosos.

Mateo: Muchas veces tú has dicho que no podemos vernos como en otra categoría que nuestros hijos. Ellos son pecadores. Yo también soy. Su lucha, su proceso, es la misma lucha, el mismo proceso que yo tuve que pasar y que seguimos pasando todos nosotros. Entender que somos pecadores criando a pecadores nos puede ayudar a extender esa misericordia, rogar a Dios que nos dé sabiduría.

Porque a veces tenemos que actuar de una forma y a veces deberíamos de actuar de otra forma, no siendo inconsistentes, pero simplemente reconociendo la realidad de lo que está sucediendo en el corazón de un hijo a diferencia de otro hijo, o de un mismo hijo en diferentes momentos de su desarrollo.

Entonces tenemos que clamar a Dios, orar: “Dios, dame sabiduría, porque no tengo la sabiduría suficiente”. Pero si tengo esa actitud de humildad, de clamar a Dios, de pedirle sabiduría, eso me ayuda a mí también a ser misericordioso con otra persona, que es mi hijo, que está luchando con lo que Dios le está pidiendo a él también.

Susi: Sí, eso es. Cada uno de nuestros hijos son personas, no con menos ni más valor que nosotros. No deben ser el centro del hogar. Tampoco debemos tratarlos como menos dignos de un trato amable y misericordioso. Y yo creo que eso nos va a ayudar muchísimo: recordar la misericordia extendida a mí cada día, puedo despertar cada mañana y volver a extender esa misericordia.

La misericordia de Dios a veces me disciplina; a veces me anima y me consuela. A veces nuestros hijos, pues como padres nos vamos a dar cuenta: lo que necesitan hoy es amor y consuelo. Y otros días necesitan un poquito más disciplina. Que Dios nos ayude a poder extender esa misericordia que Dios mismo nos ha extendido.

Gracias, Mateo, por ayudarnos con este tema difícil.

Mateo: Pues, ¡fue Proverbios, yo creo!

Susi: Sí, ¡gracias a Dios por Proverbios! Y gracias a ti por seguir escuchándonos y por incluso sus mensajes que han enviado, los comentarios que han puesto en las redes acerca de esta serie. Esperamos que siga ayudándote en tu caminar diario con Dios, y en la vida real, los retos diarios de la crianza de tus hijos.

Bendiciones.

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Autores

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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  • Nació y creció en España, de padres americanos misioneros. Estudió en Estados Unidos y está a punto de terminar su doctorado. Lleva casi 20 años viviendo en Guadalupe, Nuevo León, junto con su esposa Susan y sus tres hijos: Aarón, Ana y David. Es director de la Facultad de Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas y es pastor fundador de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, Nuevo León.

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