Ep 182: Padres valientes y compasivos con adolescentes pecadores

0
February 25, 2025

¿Te desespera el comportamiento “extraño” de tus hijos adolescentes? Quizá has pensado, junto a muchos otros padres, que tú hijo “cambió” cuando llegó a la secundaria. No entiendes por qué hace tantas cosas que él o ella sabe muy bien que no debe hacer. La adolescencia puede ser un tiempo de crecimiento increíble, y los padres que entienden el pecado y el potencial de sus hijos en esta etapa pueden discipularlos hacia la santidad. ¡Escucha este episodio muy importante!

Transcripción:

Es fácil olvidar que criar en un mundo roto es ser padres pecadores criando a pecadores. El episodio 10 de Crianza Reverente trata con el hecho de que nuestros hijos de todas las edades van a pecar, pero especialmente en la adolescencia, cuando quisiéramos pensar que están creciendo y madurando, suele brotar el pecado en “nuevas” (entre comillas) maneras. Esto saca de honda a muchos padres y provoca pánico, o desánimo. No tiene que ser así. Creo que es hora de repasar los importantes conceptos que establecimos en este episodio clave.

No recuerdo exactamente qué edad tenían mis hijos cuando por primera vez empecé a entender la realidad de que la crianza siempre—siempre—implicaría tratar con el pecado. No sé por qué tardé tanto en darme cuenta de algo así cuando yo ya sabía que la vida cristiana es así. Siempre ser seguidor de Cristo requiere tratar con pecado, y el pecado no va a desaparecer antes de que Cristo venga por nosotros. O sea, mientras vivimos aquí en la tierra vamos a estar tratando con el pecado.

Cuando comencé a entender que yo no estaba viviendo realmente en esa realidad, me ayudó a detectar la fuente de mucha de la frustración que yo tenía con mis hijos. Pecadores, ¿qué hacen? Pecan, ¿no? ¿Por qué me frustro tanto si ya sé que mis hijos van a pecar? Son pecadores. Dios no se frustra conmigo cuando yo sigo pecando a pesar de ser su hija redimida por la gracia de Dios.

Fui entendiendo y aceptando esta realidad, pero luego llegamos como familia a otra etapa de la crianza, porque nuestros hijos llegaron a la preadolescencia, a la adolescencia. Y yo creo que las mamás quisiéramos pensar que si criamos bien a nuestros hijos desde pequeños, de alguna manera ya no tendremos que lidiar con su pecado de adolescentes. Este tipo de pensamiento es el resultado, a veces, de haber sido enseñados en nuestras iglesias, o a través de libros, o simplemente ideas que tenemos donde, por ejemplo, se interpretan versículos como los de Proverbios como promesas en lugar de principios.

“Instruye al niño en su camino, y cuando sea viejo no se apartará de ello” (Prov. 22:6). Eso no es una promesa. Es un principio, porque el género de Proverbios es un género de principios de sabiduría. ¿Entonces qué sucede? Muchas veces tomamos versículos y principios bíblicos así y los vemos como promesas, y nos frustramos cuando nuestros hijos llegan a una etapa nueva donde enfrentan nuevos retos.

Los adolescentes pasan por muchos cambios. A veces pasan por etapas extrañas que los padres no entendemos. A veces son cosas muy difíciles para nosotros; su conducta, su comportamiento, a veces parece bipolar, o inestable. Y nos empezamos a cuestionar y preocupar, y sí, ser padres de adolescentes es una vida un poco más impredecible, podríamos decir. Y sí, a veces es cansada. Pero tenemos que entender que los jóvenes simplemente siguen siendo pecadores. No son perfectos. Tienen luchas muy fuertes. Batallan para controlar sus emociones, y están en una etapa muy importante de su vida. 

¿Sabes qué? Hay un discipulado que tiene que ocurrir en un hogar entre los padres y los hijos, y debe ser extenso este discipulado. Nuestros hijos, al igual que sus padres, son pecadores destituidos de la gloria de Dios, de la gracia de Dios. Aún si han puesto su fe en Cristo y son verdaderamente salvos, van a seguir luchando con ese pecado. Entonces lo que yo quisiera hacer es ofrecer varios pasos o elementos, sugerencias, para tratar especialmente con el pecado de preadolescentes y adolescentes. Porque la manera en que tratamos con su pecado va madurando y transformándose un poco al ir creciendo los niños.

Si tienes niños pequeños pudieras pensar que esta enseñanza no se aplica a ti, pero los hábitos que vas desarrollando desde que tus niños son pequeños, en la forma en que tratas con su pecado, te van a preparar para poder tratarlo cuando sean adolescentes.

Entonces, primer paso y fundamental:

  1. Reconoce habitualmente tus fallas delante de tus hijos.

Permite que tu hijo sepa que él vive con otros pecadores igualmente necesitados de la gracia y la misericordia de Dios. ¿Porque qué sucede cuando queremos tratar un pecado? El primer paso para tener victoria sobre cualquier pecado es reconocer que ese pecado existe. Si en mi hogar se respira un ambiente de confesión, de poder reconocer pecado, errores, las personas que ese hogar va a producir son personas que reconocen sus errores.

Hablando de reconocer errores, yo reconozco que este concepto o esta idea no lo aprendí al principio. No lo practiqué, y apenas en estos años desde que mis hijos son adolescentes estoy reconociendo mi falta. Ojalá hubiera desarrollado este hábito desde que eran muy pequeños.

Creo que hubo una generación de padres—quizá algunos de nosotros estuvimos en hogares así—donde nuestros padres fueron enseñados, o quizás no directamente enseñados, pero tenían la idea de que tú no debes reconocer tus errores delante de tus hijos. De hecho, que tus hijos deben pensar que tú eres casi perfecto. No demuestres ninguna debilidad, ninguna falla.

Pero los resultados desastrosos de esas creencias se están viendo en las generaciones de jóvenes que abandonan a Dios y culpan en muchos casos a sus padres por ser hipócritas cuando realmente, yo creo, en muchos casos los padres estaban haciendo lo que creían que era correcto.

Una de las mejores maneras de preparar a tu hijo para enfrentar su propio pecado es dejarle saber que vive con otros pecadores necesitados diariamente de la gracia y la misericordia de Dios. Debemos caminar al lado de nuestros hijos, sí en un rol de autoridad, pero autoridad misericordiosa y humilde. Contrario a lo que muchas veces sentimos, los padres no perdemos autoridad delante de nuestros hijos cuando estamos dispuestos a decir “perdóname” o “yo también lucho con eso”.

El siguiente paso en este proceso, o la siguiente sugerencia es:

  1. Involúcrate continuamente en su vida personal, electrónica y social.

Tenemos como mamás que mantener un estado de alerta, de vigilancia, mostrando un interés genuino constantemente. Podemos hacer muchas preguntas sinceras sobre los amigos, las actividades. Debemos desear conocer sus gustos y sus sueños. Tómate el tiempo de conocer a las amistades de tus hijos, incluirlos si puedes en tus actividades familiares.

Escucha con atención cómo tus hijos se expresan cuando te cuentan de sus experiencias, porque vas a detectar lo que realmente les emociona. Todo lo que salga de la boca de tu hijo es una ventana pequeña a lo que deleita su corazón, y si nosotros podemos conocer los tesoros del corazón de nuestros hijos, vamos a poder detectar señales de idolatría, de pecado posible, mucho antes de que llegue a un extremo.

Por ejemplo, una lucha, la podemos percibir antes de que llegue a ser una obsesión. Una relación o amistad dañina, la podemos detectar antes de que llegue a una relación inmoral. Pero ten mucho cuidado, porque cuando yo digo que le hagas muchas preguntas, que estés alerta, yo no estoy hablando de tipo detective, investigación de crimen, mamá que anda por ahí como espía. No me estoy refiriendo a eso. Nota el uso de las palabras genuino, interés genuino, y preguntas sinceras. Aquí está la clave: tiene que existir un verdadero deseo de conocer a mis hijos, porque yo los amo y yo sé que Dios necesita obrar en ellos.

Tenemos que reconocer que nuestros hijos van a pecar, que no nos va a gustar todo lo que vemos ahí. Algunas de esas cosas que no nos gustan son simplemente cuestiones de preferencia. Tenemos que poder diferenciar entre preferencias personales mías y pecado que necesita ser confrontado. Si mis hijos quieren vestirse de cierta forma, peinarse de cierta forma, si tienen gustos de música u otras cosas con los que yo no estoy realmente de acuerdo, tengo que detenerme a preguntarme: ¿esto es una preferencia, o realmente creo que mi hijo está participando en algo dañino o pecaminoso?

El siguiente paso para tratar con el pecado de nuestros hijos es:

  1. Confronta patrones de pecado con gentileza y curiosidad.

A veces sí, va a ser necesario tener sesiones y pláticas muy serias, a veces tensas, en las que confrontamos y corregimos. Pero ¿sabes qué? En la vida normal, diaria, ese tipo de conversación debe ser la excepción para ocasiones especiales. Lo que puede suceder diariamente en nuestro hogar es una constante comunicación que tiene la actitud de gentileza, de curiosidad sincera. Podemos indagar sobre algo que nos hizo ruido sin acusar, sin atacar. Este es el problema: muchas veces reaccionamos los papás porque algo no nos gusta, y a veces porque algo nos da miedo, atacamos y acusamos sin realmente escuchar primero.

¿Sabes qué? A veces como mamás confiamos mucho en nuestro famoso sexto sentido, ¿no?

“Es que yo ya sé qué está pensando. Es que yo sé porque hizo eso. Es que yo sé qué intención tiene”. Y la verdad es que muchas veces tenemos razón, pero no siempre. A veces tenemos que estar dispuestas a decir: “Bueno, voy a escuchar su versión. Voy a permitir que mi hija me explique”. Porque lo que yo estoy viendo como algo muy grave puede ser que yo lo este malentendiendo, y aunque yo tenga razón, necesito dejar que él o ella se exprese abiertamente, mostrar que quiero escuchar. No quiero atacar. No quiero acusar injustamente.

Porque el niño o el joven que es acusado injustamente se va a cerrar a la instrucción. Se va a alejar de nosotros en lugar de acercarse. Entonces sí, tenemos que tener valentía para confrontar pecado porque Dios nos ha dado esa autoridad, pero también tenemos que tener gracia porque reconocemos que también somos pecadores y hemos recibido la gracia de Cristo.

Cuando necesitas confrontar algo en la vida de tu hijo, trata de siempre empezar con una pregunta. Y no una pregunta acusatoria; una pregunta que sinceramente quieres saber qué pasó. Escucha. Aunque sientas que te esté dando excusas, escucha. Deja que se exprese. Muéstrale que tienes un deseo de confiar en él, pero a la misma vez tú sabes que él tiene un corazón engañoso. Recuérdale que él lo tiene, que tú también lo tienes, y que por esa razón nunca puedes confiar totalmente en él.

Tú tienes una responsabilidad de pastorear ese corazón engañoso. No minimices su pecado. Anímale a reconocerlo. Síguele empujando con gracia y firmeza hasta que sí reconozca su pecado. A veces es necesario darle tiempo para que el pueda pensar y orar y llegar al punto de estar dispuesto a reconocerlo.

El siguiente paso es:

  1. Utiliza restricciones y disciplina que corresponden a la ofensa.

La disciplina que Dios modela hacia sus hijos en Hebreos 12, por ejemplo, siempre busca restauración y crecimiento. Su meta nunca es causar dolor solo por causar dolor. Eso es castigo.

Debemos entender que nuestros hijos son adultos en entrenamiento, por lo que necesitan ser expuestos a la vida real, a las consecuencias reales. En la mayoría de los casos es mejor permitir que mi hijo sufra las consecuencias naturales, quizás relacionales o civiles, de su pecado.

Si robó, que trabaje para reponer. Si copió en un examen, que pague el precio académico sin que mamá esté ahí reclamando. Si abusó de sus privilegios de celular o de horario, bueno, que sufra la pérdida de esos privilegios por cierto tiempo.

En ocasiones vamos a detectar ciertas cosas, quizás una relación o un hábito, que amenaza el bienestar emocional y espiritual de uno de nuestros hijos. Antes de que llegue a ser una crisis, algo grande, un pecado, trátalo abiertamente, humildemente con tu hijo. Intenta detectar si tu hijo o tu hija también reconoce esa amenaza, que sabe que es un peligro para él o para ella.  Luego, si tienen esa conversación, pueden juntos establecer protección. Cuando hacemos eso estamos involucrando a nuestros hijos en las decisiones sobre la mejor manera de ayudarles y protegerles.

Les animamos a que reconozcan su debilidad. Les preguntamos: ¿cómo crees tú que yo puedo ayudarte con esta lucha que tienes? Cuando hacemos esto, estamos entrenando a estos hijos, que son futuros adultos, a tratar con su pecado de una manera bíblica, a tratar con su debilidad espiritual y a valorar los límites que les ayudan a evitar pecado. Esto es una fase muy importante de su desarrollo como creyentes en su adolescencia.  

Muy bien. Último paso:

  1. Promueve el discipulado para crecimiento.

La vida cristiana que todos estamos viviendo se trata de parecerse a Cristo cada día más.  Tu hijo, si es salvo, está en ese mismo camino que tú. Quizás está en un tramo diferente, pero él va a la misma dirección que tú. Tiene las mismas necesidades que tú tienes: instrucción, confrontación, discipulado, ánimo, restauración. Necesita más de Cristo, más de su Palabra.

Tú estás en la mejor posición de facilitarle todo tipo de ayuda. Quiero hacerte varias sugerencias. Por ejemplo, si hay un joven mayor o un hermano quizás joven en la iglesia con el que tu hijo o tu hija tiene confianza, una hermana mayor, o una joven mayor, quizás pudieras sugerir un discipulado, algún tipo de relación de mentoría entre tu hijo y esa persona.

Podrías leer en un libro junto con tu hijo, quizás un libro que trate un tema que es un problema o una lucha para él. Tú como madre o padre puedes establecer el hábito de pedirle cuentas por su tiempo personal en la Palabra. No tiene que ser algo formal ni algo que se hace con severidad. Es una de esas preguntas de interés genuino. ¿Cómo vas con tu lectura personal? ¿Cómo vas en tu vida de oración? ¿Tienes alguna lucha, alguna duda?

Podemos ayudarle a desarrollar métodos de estudio bíblico, a buscar herramientas que le ayuden en eso. Estas son maneras en que nosotros les mostramos a nuestros hijos cuánto nos interesa su victoria sobre el pecado. Y nos interesa esa victoria porque nos interesa su vida espiritual y su destino eterno.

Si hay rasgos de orgullo en nuestro corazón que resienten el daño que los errores de nuestros hijos pueden hacer a nuestra reputación, ellos se van a dar cuenta. Si nos importa más su conducta pública que sus prácticas privadas, ellos no van a luchar contra su pecado privado. Pero cuando nosotros proveemos un ambiente de discipulado y crecimiento en el hogar, ellos van a poder confiar en que realmente nos interesa más que nada su bien espiritual.

Para terminar, quiero dejar claro que yo no estoy diciendo que el pecado en tu hogar va a seguir un patrón predecible, y que siempre vas a poder seguir ciertos pasos, y que así siempre se va a poder tratar con el pecado. Solamente he querido dar sugerencias. Porque cada hogar y cada hijo es diferente. No hay nada mágico en este proceso.

¿Qué es la clave? Orar, orar, orar, orar; no lo puedo enfatizar demasiado. Entre cada paso, acerca de cada pecado y cada lucha, los padres tenemos que ser padres de oración. Cada aspecto de nuestra crianza tiene que estar saturada de oración y dependencia en Dios.

La crianza siempre va a implicar tratar con el pecado. Dios no nos dió a nuestros hijos principalmente para que criemos buenos ciudadanos o personas que contribuyen a la sociedad.

Él nos manda que los criemos en la disciplina y discipulado del Señor.

Esta semana evalúa la forma en que normalmente tratas el pecado de tus hijos, especialmente si tienes hijos un poco más grandes. ¿Cuáles son tus actitudes? ¿Empiezas atacando y acusando? ¿O empiezas indagando con interés sincero? Te animo a empezar a tomar pasos prácticos para tratar el pecado de tus hijos con compasión, como Cristo nos trata a nosotras. 

Que Dios te bendiga esta semana.

Compartir:

Autor

  • Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

    View all posts

Publicaciones relacionadas