Categoría: Vida cristiana

3 palabras de ánimo para madres deprimidas

febrero 11, 2024

Cuando el reloj marca la medianoche

[Nota del editor: Si bien creemos que el evangelio brinda esperanza en todo nuestro sufrimiento, reconocemos que la depresión y otras luchas de salud mental son experiencias complejas e individualizadas. Como tal, este artículo no pretende reemplazar la ayuda profesional. Si hoy estás atravesando una depresión, te animamos a que busques la ayuda de aquellas personas en tu vida real que puedan cuidar de ti en un nivel multifacético: médicos, consejeros, pastores, mentores, amigos, etc.]

Si le preguntara a una madre que lucha contra la depresión: “¿Cuánto tiempo más te sentirás tan mal?”, su respuesta probablemente no sería “Sólo una o dos horas más. ¡Ya casi termino!” La depresión no funciona de esa manera. Los estados de ánimo melancólicos no suelen desaparecer. Las soluciones rápidas tienden a quedarse cortas cuando el dolor nos quita las fuerzas; los clichés bien intencionados generalmente tampoco dan en el blanco (Prov. 17:22; 25:20). Y cuando las supuestas palabras de ánimo empiezan a oírse más como regaños pasivos, puede parecer que nadie tiene nada útil que decir, como si tuviéramos que valernos por nosotros mismos en esta oscuridad.

Cuando nuestro reloj parece estar atascado en la medianoche, puede parecer que la mañana nunca llegará.

Irónicamente, nuestra búsqueda de ánimo significativo en esta temporada ¡puede convertirse en una fuente de desánimo en sí misma! (Sal. 69:20). Sin embargo, aunque puede ser difícil encontrar palabras oportunas, relevantes y sustentadoras en medio de la depresión, siguen siendo necesarias y vale la pena buscarlas si queremos perseverar (Heb. 10:23-24). Como madres cristianas que cuidamos de la familia (y al mismo tiempo llevamos la carga del abatimiento), el viaje que tenemos por delante será demasiado largo para nosotras sin palabras de ánimo.

Cuando una palabra sabia y encantadora es “dicha como conviene” (Prov. 25:11), se vuelve como vela que brilla en la oscuridad.

Si te sientes desesperada por recibir ánimo mientras caminas por la oscuridad de la depresión, me gustaría transmitirte algunas declaraciones que me sirvieron. El Espíritu usó cada una de estas palabras dichas como conviene para darme fuerza y conocimiento en mi viaje. Oro que, por la misericordia y la gracia de Dios, te sirvan de igual manera que a mí.

  1. Dios no te dejará así.

Fue hace años, pero nunca olvidaré lo que dijo mi consejero: “Sé que hoy te sientes así, pero ¿alguna vez Dios te ha dejado así?”

Con esa pregunta en el momento oportuno, no sólo me animó a recordar la fidelidad pasada de Dios en mi vida, sino también a aplicar esa evidencia a mi aguda desesperación. Sí, me sentí herida y desesperada (otra vez), pero Dios nunca me había dejado sintiéndome así. Él siempre había logrado revivir mi espíritu y tenía todas las razones para esperar que lo hiciera nuevamente.

“Tú que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida; Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra” (Salmo 71:20).

¿Cómo hubieras respondido a la pregunta de mi consejero? ¿Tu Buen Pastor te ha guiado a través de valles oscuros en el pasado? (Sal. 23) ¿Ha logrado Jesús anteriormente revivir tu espíritu, “iluminar las tinieblas” (Is. 42:16, NTV) que parecían tragarte por completo? ¿Te ha ayudado a superar el dolor y la angustia antes? Puedes contar con tu Pastor para hacerlo una vez más. Cristo está comprometido a levantarte tantas veces como sea necesario antes de resucitarte en la gloria (Sal. 68:19; Prov. 24:16; 1 Cor. 15:52).

  1. La esperanza es tanto un don como una habilidad.

Fue desde una cama incómoda que leí: “La esperanza es tanto un don de Dios como una habilidad que Él nos permite desarrollar”.[1] Este fue precisamente el aliento que necesitaba durante mi estancia de siete días en el hospital psiquiátrico. Me consoló el recordatorio de que la esperanza no es una emoción subjetiva sino un don objetivo que debemos recibir en Cristo. Me fortaleció la comprensión de que podía practicar la habilidad de la esperanza, que podía aprender progresivamente a apoderarme de la esperanza viva que tengo (1 Ped. 1:3-5).

“Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades que nunca cambian y en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros. Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario,” (Heb. 6:18-19, NVI, énfasis mío).

La esperanza que Dios te ha dado en Cristo no es una mentira: es a la vez un don que recibir y una habilidad que desarrollar. Esto significa que no es necesario verla ni sentirla para poseerla y practicar su aplicación. No es necesario que te sientas diferente o mejor antes de aferrarte a la esperanza viva que tienes. Cristo es tu luz y tu vida; la esperanza no se pierde, ni tú tampoco (Sal. 27:1; 139:7-12; Col. 3:3-4).

  1. La depresión tiene un propósito superior.

A menudo me sentía impotente e inútil mientras navegaba por la depresión en la maternidad. Impotente porque no podía salir inmediatamente de mi mal humor; inútil porque sentí que no tenía nada bueno que ofrecer en un estado tan miserable. Sin embargo, la declaración de Paul David Tripp de que “nuestro sufrimiento no nos pertenece a nosotros, sino al Señor” me animó a abrazar un propósito más elevado en el pozo.[2] El autor explica: “Nuestro sufrimiento pertenece al Señor. Es un instrumento de su propósito en nosotros y para los demás. La forma en que sufrimos debe poner a Cristo en el centro del escenario. . . Cuando tenemos ganas de morir, Él nos llama a una muerte mayor. Nos llama a morir a nuestro sufrimiento para que podamos vivir para Él”.[3]

Que la depresión pudiera convertirse en un instrumento del propósito de Dios en mí y para los demás fue una revelación. En términos prácticos, significaba ponerlo a Él, no a mí, en el centro de cada emoción cruda y momento miserable. Significaba involucrarlo auténticamente con cada gemido gutural y cada lágrima cansada. Significaba vivir para su gloria en lugar de la gloria de ser vista como una esposa y madre cristiana fuerte y firme. Y significó que mis días oscuros no tenían por qué ser desperdiciados: todavía tenía el amor de Cristo para dar y su evangelio para compartir.

“Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” (Rom. 14:8, NVI).

Si hoy te sientes impotente e inútil, debes saber que incluso tu depresión pertenece a Cristo. Permite que sirva como instrumento redentor de su propósito en ti y para los demás. Recuerda que Jesús te ha hecho indispensable; aunque no necesita nada de ti, su cuerpo, la iglesia, necesita lo que Él planea dar a través de tu vida (Hech. 17:25; 1 Cor. 12:22; Rom. 12:4-8). Todavía tienes el amor de Cristo para dar. Todavía tienes su evangelio para compartir. Y al abrazar este propósito más elevado en el pozo, “Entonces brillará tu luz en las tinieblas y como el mediodía será tu noche. El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas y fortalecerá tus huesos. Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan” (Is. 58:10-11, NTV).

Hermana, no importa cuán profunda y larga pueda parecer esta noche, la Luz del Mundo—la “aurora desde lo alto” (Luc. 1:78)—está a tu lado, llevándote sana y salva a casa. Mientras soportas estos días oscuros, confía en que están contados. Aunque es medianoche, la mañana llegará. Ya verás.

Este artículo fue publicado primero en Risen Motherhood. Traducido y publicado con permiso.

[1] Edward T. Welch, Depression: A Stubborn Darkness (Greensboro, NC: New Growth Press, 2004), 79. (Este libro está disponible en español bajo el título Depresión: Levantándote cuando estás caído.)

[2] Paul David Tripp, Instruments in the Redeemer’s Hands: People in Need of Change Helping People in Need of Change (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 2002), 153. (Este libro está disponible en español bajo el título Instrumentos en manos del Redentor.)

[3] Ibid., 153-154.

Compartir:

Autor

  • Christine Chappell es consejera bíblica certificada y autora de varios libros, entre ellos Midnight Mercies: Walking with God Through Depression in Motherhood y Help! Me diagnosticaron un trastorno mental. Actualmente se desempeña como directora de extensión y presentadora del podcast Hope + Help para el Instituto de Consejería y Discipulado Bíblico. Sus escritos han aparecido en Desiring God, The Gospel Coalition, Risen Motherhood y otras plataformas cristianas. Christine vive en Carolina del Sur con su marido y sus tres hijos. Para obtener más información sobre su ministerio y recursos, visite christinemchappell.com.

Publicaciones relacionadas

Orando la Biblia: Cuando luchas contra las dudas

Orando la Biblia: Cuando luchas contra las dudas

[En esta serie, Orando la Biblia, estamos tomando la idea que Donald Whitney promueve de orar las Escrituras y procurando hacértelo práctico al compartirte pasajes de la Escritura, una oración modelo y algunas preguntas guiadas para ayudarte a que puedas apropiarte de...

Ofréceles a tus hijos mejores héroes

Ofréceles a tus hijos mejores héroes

Cuando un par de chanclas de segunda mano llegó en la correspondencia, mi hijo de 4 años identificó con alegría que tenían dibujos de Superman, El Hombre Araña, Iron Man, y Capitán América. Lo miré con curiosidad. ¿Cómo conocía los nombres de estos personajes, incluso...

¿Pueden mis hijos manejar la Biblia real?

¿Pueden mis hijos manejar la Biblia real?

Cuando terminamos nuestra Biblia para niños por segunda ocasión le pregunté a mi esposo, ¿Qué piensas? ¿Pueden manejar la Biblia real?  Las hojas maltratadas y las pastas caídas contaban la historia de nuestra relación especial con los libros de historias de la...