Aunque mi esposa y yo hemos sido cristianos durante más de tres décadas, ninguno de los dos creció en un hogar cristiano. Cuando nos casamos en la década de 1980, soñábamos con impartir una fe para toda la vida a nuestros hijos y así ayudar a sostener el reino de Cristo para la próxima generación. Pero no resultó ser así. A pesar de las oraciones a la hora de dormir, la cuidadosa asistencia a la iglesia, la lectura familiar de la Biblia y un firme compromiso de vivir la fe, ninguno de nuestros dos hijos adultos sigue a Cristo actualmente.
Como personalmente soy bastante autocrítico, ha sido difícil evitar condenarme a mí mismo por esta dolorosa realidad; por eso me esfuerzo por reconocer la soberanía de Dios en todas las cosas, especialmente en la salvación (ver, por ejemplo, Romanos 9:6-18). Sin embargo, al mismo tiempo, puedo identificar fácilmente muchas cosas que hicimos (o no hicimos) que pueden haber contribuido al alejamiento de la fe de nuestros hijos.
Espero que otros eviten ese resultado. Con eso en mente, te comparto siete errores de los padres que pueden influir en los hijos adultos para que le den la espalda a Cristo:
- Enfatizar las reglas más que las relaciones…
…para que tus hijos se centren en la obediencia en lugar del amor.
Los hogares cristianos necesitan reglas, pero reglas divorciadas del contexto (reglas por sí mismas, sin ningún sentido de que uno esté sirviendo o agradando a Dios al hacer esto o no hacer aquello) pueden ser desmoralizantes y confusas para los niños. Por ejemplo, los padres podrían poner demasiado énfasis en el día del Señor, estableciendo numerosas restricciones sobre lo que los niños no pueden hacer los domingos, sin llenar el día intencionalmente con alegría, adoración y tiempo en familia.
Y cuando se infringen esas reglas, hacer hincapié en la vergüenza y la desilusión en lugar de la gracia y el perdón empeora aún más el asunto. Los preceptos cristianos deberían ser una oportunidad para acercarnos a Dios y a los demás, incluso cuando no los guardemos.
- Criticar a los demás…
…para que tus hijos sientan que no pueden compartir sus luchas contigo.
Cuando nuestro hijo mayor tenía alrededor de 14 años, se dio cuenta de que estaba empezando a sentir atracción por personas del mismo sexo. Mucho más tarde, contó cómo, el mismo día en que se dio cuenta de esto, mi esposa y yo dijimos algo despectivo sobre una celebridad lesbiana muy conocida. Lo que escuchó fue: “No nos agrada; ella es gay”. En retrospectiva, nuestra actitud le comunicó que no podía revelarnos esta parte de sí mismo, cosa que no hizo durante más de diez años.
Si condenas habitualmente una amplia gama de pecados de los demás, es posible que tus hijos nunca se abran contigo sobre sus propios fracasos y tentaciones, ya que no querrán que les caigan juicios similares.
- Asumiendo que son creyentes…
…en lugar de trabajar para evangelizarlos y discipularlos de manera regular.
Muchos padres llevan a sus hijos a la iglesia y logran que tomen una decisión definitiva por Cristo a una edad muy temprana, y luego simplemente asumen que esto “tomará efecto”, como si al pasar unas cuantas clases de escuela dominical coloreando, pegando y comiendo galletas queden vacunados contra una cultura que ataca incesantemente la fe en todos los niveles.
Cuando los padres ponen todas sus esperanzas en el versículo “Para vosotros y para vuestros hijos es la promesa” (Hechos 2:39), pueden verse tentados a ignorar todos los demás pasajes sobre la crianza de los hijos. Asumen que el engañoso adagio “déjalo ir y deja que Dios” signifique que sus hijos estarán bien. Sin embargo, Dios a menudo obra a través de los medios ordinarios de padres piadosos a quienes llama a discipular a sus hijos.
- Mantener la iglesia y el devocional familiar por separado…
…y no hablar de cosas espirituales en otros momentos del día.
De acuerdo con el énfasis en las reglas, los padres podrían insistir en devocionales familiares regulares y en una asistencia constante a la iglesia, sin considerar que esto por sí solo puede no ser suficiente para satisfacer las necesidades espirituales del niño. Incluso pueden marcar estos deberes en su lista de tareas pendientes, y luego volver inmediatamente al trabajo, la escuela y los pasatiempos sin aplicar las verdades espirituales a ninguna de estas áreas.
No toman en serio constantemente el versículo de Deuteronomio sobre las leyes de Dios, el que nos ordena “hablar de ellas cuando estés en tu casa, y cuando andes por el camino, y cuando te acuestes, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:7). Si lo hicieran, lo estarían aplicando diariamente para que la palabra de Dios fuera real y fructífera en la vida de sus hijos.
- Asistir a una iglesia sin nadie de su edad y sin programa para jóvenes…
…por lo que no pueden desarrollar ninguna relación cristiana significativa.
Para seguir construyendo sobre la idea errónea de que la religión está divorciada de la vida real, algunos padres no se esfuerzan por animar a sus hijos a tener conexiones personales valiosas en la iglesia. Si se deciden por una iglesia sin un programa para jóvenes (o peor aún, una iglesia sin nadie en el rango de edad de sus hijos), entonces los niños no tendrán compañeros con quienes puedan sentirse cómodos durante sus años de niñez.
Si comienzan a desarrollar este tipo de relaciones con miembros del sexo opuesto, algunos padres se apresuran a silenciarlas debido a la posibilidad de que dichas amistades conduzcan a un comportamiento “inapropiado”. Un resultado muy posible de este tipo de aislamiento puede ser que los únicos amigos verdaderos que tengan (los únicos que los amarán y aceptarán sin juzgarlos) sean todos inconversos.
- Evitar conversaciones sobre el sexo…
… para que piensen que es indecoroso y busquen información de fuentes en bancarrota moral.
Un consejero que conozco ha observado a menudo que la sexualidad es algo profundo. Hacerlo “tema prohibido” en términos de discusión puede convencer a los niños de que esta parte importante de la vida tampoco tiene intersección con la fe, las Escrituras o la iglesia. Cualquier cosa que esté sucediendo en esa área de sus vidas se convierte entonces en un terreno fértil para la duda y la desconexión: “No puedo ser cristiano si me siento así, y no hay lugar para mí en la congregación”.
Esta puede ser una de las razones por las que nuestro hijo mayor está a punto de casarse con su pareja del mismo sexo, mientras que el menor ha condenado rotundamente lo que ahora llama nuestra “casa silenciosa sobre el sexo”. La sexualidad es una de las mejores cosas que Dios hizo, pero si los padres no hablan de ello con franqueza con sus hijos, obtendrán información de Internet, los medios de comunicación y amigos mal informados. Y cuando los deseos sexuales comienzan a imponerse, la vergüenza y la curiosidad resultantes pueden continuar alejándolos de sus padres, de la iglesia e incluso de Cristo.
- Sospechar que sus hijos están luchando con su fe pero no preguntarles al respecto…
…y como resultado asegurarse de que sigan luchando solos.
Tarde o temprano, todo niño en un hogar cristiano tiene dudas y preguntas, a veces desde una edad muy temprana. Si los padres crean un ambiente familiar en la que nunca está bien expresar estos sentimientos, los niños sospecharán que lo que los padres más desean no es una relación genuina sino una “familia cristiana perfecta” sin problemas ni luchas.
Estos padres disuaden a sus hijos de preguntarles sobre sus posibles dudas: sobre por qué no parecen querer ir a la iglesia o por qué la obediencia es tan difícil y rara vez exitosa. En lugar de caminar con ellos a través de áreas de incomodidad, ira, pecado o rebelión, los padres pueden simplemente “cumplir con lo mínimo” de la iglesia y los devocionales familiares hasta que sus hijos estén fuera de casa y ya no tengan que fingir más.
Para entonces será demasiado tarde: estos padres ya no tendrán una familia cristiana “perfecta”. Porque nunca la tuvieron.
Una vez que los padres descubren que sus hijos no son creyentes, el padre y la madre pueden culparse mutuamente por todas las cosas que hicieron mal. Pueden pasar semanas, meses o años recriminándose, sintiéndose irremediablemente culpables y enojados con Dios por no cumplir sus promesas. Incluso pueden distanciarse de sus hijos, condenándolos por ser tan diferentes e insistiendo en que fueron un fracaso como padres (con la correspondiente implicación de que sus hijos también deben ser un fracaso). Lamentablemente, pueden incluso perder la esperanza de que Dios pueda traerlos de regreso algún día y, en cambio, pueden hundirse en la desesperación ante la certeza desgarradora de que sus hijos seguramente irán al infierno.
De alguna manera, mi esposa y yo, por la gracia de Dios, logramos evitar los peligros descritos en el párrafo anterior. Todavía tenemos relaciones bastante sólidas con nuestros hijos. Aunque hayamos fracasado como padres en muchos aspectos, estoy agradecido de que ambos sigamos aferrándonos a la fidelidad de Dios. De hecho, Él sigue siendo soberano en todas las cosas, incluida la salvación de nuestros hijos.
Como escribió Pablo en 2 Timoteo 2:13: “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.
Este artículo fue publicado primero en Beautiful Christian Life. Traducido y publicado con permiso.