El evangelio «causa-efecto»

febrero 16, 2020

por Brianna Lambert

Las madres somos las mejores detectives. Sea que estemos investigando el verdadero dueño de cierta creación de Legos, o buscando la causa de un sarpullido misterioso, el hábito de buscar respuestas es uno que hemos dominado. Desde que trajimos a nuestros bebés del hospital a casa, hemos buscado causas para poder resolver problemas. ¿Por qué ella no duerme? ¿Por qué se ve así su pañal? ¿Por qué se toca el oído? Pero mientras nos apresuramos para resolver cada misterio, nuestros corazones pueden ser engañados por la mentira del evangelio causa-efecto.

Las mentiras que nos creemos

Probablemente no confesamos creer en el “karma” (el que la hace la paga), pero sus raíces penetran nuestras mentes profundamente. Lo escuchamos cada día en los consejos que nos damos entre nosotros. Le decimos a la mamá estresada que debe establecer un horario para su hijo si quiere que se porte bien. Le aconsejamos a la mamá “cuadrada” que se relaje porque si no sus hijos serán muy rígidos. Nos inventamos razones para explicar por qué les sucedió a ellos y, más importante, por qué no nos sucederá a nosotros. Quizá no disciplinaron bien, no hicieron estudios bíblicos de manera consistente, no controlaron tiempo de pantalla, o incluso no educaron en casa. Mientras que las Escrituras hablan de la sabiduría de buscar la justicia y cosechar bendiciones, si no nos cuidamos, podemos comenzar a ver estas indicaciones como promesas (Prov. 11:30, 35, 12:11). Se nos olvida el sufrimiento del justo Job, o el libro entero de Eclesiastés que nos recuerda que la sabiduría piadosa no es un manual práctico para lograr nuestra idea de “buenos” resultados. Vivir en sabiduría es un acto de adoración para el Dios soberano a quien amamos y adoramos.

En nuestro deseo por respuestas fáciles, intentamos aislarnos de la dificultad buscando las mejores maneras de proteger a nuestras familias—sean berrinches, horarios para dormir, enfermedad, o luchas de fe. Perseguimos el truco que proveerá el mejor resultado, pero este evangelio falso nos puede seducir hasta pensar que podemos controlar nuestro propio reino.

Aunque este evangelio nos hace sentir más seguros, lo que realmente hace es destruirnos desde dentro para afuera. Cuando la vida va bien, somos engañados pensando que nuestros éxitos son victorias personales. Si implementamos horarios, hacemos decisiones sobre la salud, o establecemos rutinas, no significa automáticamente que no confiamos en Dios, pero igual que en el huerto, llega a ser un peligro cuando buscamos nuestra propia gloria en lugar de la de Dios (Gen. 3). Eventualmente cuando nuestros reinos caseros empiezan a deshacerse, este falso evangelio nos coloca el yugo de remordimiento por todo lo que hemos hecho mal. Nos quedamos con el peso de tener que ser dios para nuestros hijos, y la amarga comprensión de que no podemos serlo.

La verdad que necesitamos

Pero no abrazamos un evangelio basado en nuestro análisis de riesgo o nuestras propias provisiones. No. Nuestro evangelio voltea boca abajo esta narrativa. Nos cuenta sobre nuestra redención cuando no teníamos nada en lo absoluto que dar (Efes. 2:1). Es el evangelio de un padre que corre para traer de vuelta a su hijo pródigo, aceptando el costo sobre sí y dándole a su hijo un abrazo que no merece (Luc. 15:22-24).

Al tiempo que el evangelio causa-efecto nos dice que nuestras decisiones nos salvan, el verdadero evangelio nos dice que solo Dios rescata (Juan 14:6). Se nos recuerda a lo largo de la Biblia que Dios no depende de nuestras provisiones escasas. Lo vemos cuando los Israelitas fueron rescatados de Egipto antes de que leudaran su pan, pues “no habían tenido tiempo ni para prepararse comida” (Ex. 12:39). Dios proveyó lo que ellos no podían. Les proveyó de maná, de agua, y aunque no era fácil, tenían todo lo que necesitaban porque tenían a Dios mismo. Dios redujo al ejército de Gedeón de miles a unos meros 300 hombres antes de que vencieran a los Madianitas, para exhibir a su pueblo que Él no necesitaba su fuerza ni su personal (Jue. 7:2). Y vemos una vez más esta verdad cuando Pablo predica a los eruditos y líderes de Atenas que el verdadero Dios no necesita nada de la creación a la cual Él dio vida (Hec. 17:25).

En el verdadero evangelio, servimos a un Dios quien ha actuado a nuestro favor para que se haga su voluntad. Él no mira a las noches sin dormir de nuestros hijos, meneando la cabeza porque no podemos comprender que necesitamos cambiar la hora de la siesta más temprano. Él no se sorprende por un virus estomacal porque se nos olvidó llevar el gel anti-bacterial al zoológico. Él siempre está sentado sobre el trono, dándonos de su gracia en los tiempos buenos y en todas las dificultades que nunca esperábamos (Rom. 8:28). Incluso cuando hemos pecado, el verdadero evangelio nos recuerda que somos perdonados (1 Jn. 1:9). Nuestro Dios sigue obrando—redimiendo nuestros errores, obrando en los corazones de nuestros hijos, y utilizando todo para atraernos a sí mismo.

No servimos a un evangelio causa-efecto porque servimos a un evangelio de redención, comprado por el verdadero Rey del universo. Debemos recordarnos a nosotros mismos de este evangelio en cada momento de la crianza. Este es el único evangelio que nos hace libres. Nos libera del control orgulloso y suelta las cadenas de la culpa que envuelven nuestro corazón. Cuando nos libramos de la promesa torcida del “karma”, encontramos que no somos reyes en las vidas de nuestros hijos, sino que simplemente somos embajadores del verdadero Rey.

Mientras fijamos nuestros ojos en este verdadero evangelio, el Espíritu continuará obrando una respuesta obediente hacia Dios, quien suplió lo que jamás podríamos dar. Por causa de su Espíritu, buscaremos justicia y su sabiduría para hacer las mejores decisiones que podemos para nuestras familias, al mismo tiempo confiando en el soberano y buen Dios para el resultado. Encontramos descanso en el evangelio que no está basado en nuestras propias obras, sino establecido en la obra terminada de Cristo sobre la cruz (Tit. 3:5-7).

Este artículo fue publicado primero en www.risenmotherhood.com. Usado con permiso.

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Autor

  • Es esposa y madre de tres, edificando su hogar en medio de los campos de maíz de Indiana. Ella ama usar la palabra escrita para ayudarle a lograr entender las verdades que Dios le enseña cada día. Puedes encontrar sus escritos junto con la fotografía de su esposo en lookingtotheharvest.com o seguirla en Twitter @look_to_harvest.

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