por Christina Fox
“¿Crees que siempre querrás acurrucarte y leer una historia antes de ir a la cama?” le pregunté a mi hijo menor. Acostados en medio de montones de animales de peluche, libros y de sus mantas favoritas, él se volvió hacia mí y me respondió: “No mami, probablemente no”.
Mis niños crecen delante de mis ojos. Recientemente me di cuenta de que estoy a mitad de camino en la crianza de mi hijo mayor, y para ser honesta, me dio en qué pensar darme cuenta de lo rápido que pasa el tiempo con mis hijos.
El tiempo es como un vapor
El tiempo es algo extraño. Podemos encontrar maneras de hacer que las cosas tomen menos tiempo. Podemos fabricar herramientas y dispositivos que nos ayuden a lograr más en menos tiempo. Pero no hay nada que podamos hacer para manipular o tomar el control del tiempo mismo. Avanza a la misma velocidad que siempre, hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo. La autopista del tiempo no tiene paradas de descanso, solo salidas sin retorno.
David nos enseña esto en el Salmo 39:4-5: Señor, hazme saber qué fin tendré, y cuánto tiempo me queda de vida. ¡Quiero saber cuán frágil soy! Tú me has dado una vida muy corta; ante ti, mis años de vida no son nada. ¡Ay, un simple soplo somos los mortales!
Santiago dice algo similar: ¿Y qué es la vida de ustedes? Es como la neblina, que en un momento aparece, y luego se evapora (San. 4:14). Pablo nos advierte en Efesios 5:15-16: Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir! No vivan ya como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos.
Cuando se trata del tiempo con mis hijos, no quiero arrepentirme. Nunca quisiera decir “si tan sólo…”. No quiero dar por sentado mi tiempo con ellos y asumir que es un recurso interminable. John Piper escribe: “El tiempo es precioso. Somos frágiles. La vida es corta. La eternidad es larga. Cada minuto cuenta. ¡Oh, que sea un mayordomo fiel del aliento que Dios me ha dado!” (La vida es como una neblina).
El tiempo realmente es como el dinero: es algo que Dios nos da para administrar. Podemos invertir en cosas que produzcan dividendos eternos o en cosas que terminan en bancarrota. La pregunta aquí es, ¿cómo estamos invirtiendo el poco tiempo que tenemos con nuestros hijos? ¿Está lleno de una lista interminable de actividades para gastar los minutos? ¿Se agota con entretenimiento adormecedor para que podamos hacer otras cosas? Cuando termine nuestro trabajo como padres, ¿miraremos hacia atrás y desearemos haber usado nuestro tiempo con ellos de manera diferente?
Invertir en la Eternidad
Como padres, tenemos la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos todo lo que Dios ha hecho por ellos. De hecho, debemos enseñarles estas verdades todo el tiempo y en todas partes (Deut. 6:1-2). Dado que nuestro tiempo con nuestros hijos es limitado, aprovechémoslo al máximo. Enseñemos diligentemente a nuestros hijos mostrándoles la gloria de la gracia de Dios en Jesucristo, y hagámoslo estando sentados en nuestra casa, y andando por el camino, al acostarnos y al levantarnos.
Aquí hay algunas ideas sobre cómo pasas el tiempo con tus hijos:
- Evalúa las actividades y el ajetreo de tu familia.
Si hicieras un gráfico circular de cómo usas tu tiempo, ¿cuánto de ese tiempo se invierte en las almas eternas de tus hijos? ¿El tiempo invertido en actividades sin sentido supera con creces el tiempo que inviertes en apuntarlos a Jesús? ¿Pasas más tiempo observándolos desde un costado que sentado a su lado con el evangelio en tus labios? ¿Otros adultos tienen más impacto en sus corazones que tú?
- Se metódico e intencional al enseñarles la Biblia.
Ten tiempos devocionales planificados y consistentes con tus hijos. Estudia la Palabra de Dios con ellos. Ora con ellos. Memoricen versículos juntos. Revisa cómo están espiritualmente. Creo que a la mayoría de nosotros nos sorprendería lo profundo que nuestros hijos pueden conversar sobre sus corazones.
- Utiliza situaciones o problemas de la vida cotidiana como momentos de enseñanza.
A menudo podemos distraernos con los detalles de la vida y perder las numerosas oportunidades de instruir a nuestros hijos en el evangelio. Las peleas entre hermanos, las quejas sobre la escuela, los problemas con los amigos, el descontento en la juguetería; todos estos son momentos que se pueden usar para derramar la verdad del evangelio en nuestros hijos. Ora para que Dios te haga consciente de esos momentos. Vive dispuesto a dejar de lado otras tareas para invertir en el corazón de tus hijos.
El tiempo es como un vapor. Parpadea una vez y desaparece. Todos tenemos la responsabilidad de administrar e invertir el tiempo que Dios nos da en cosas que producen dividendos duraderos y eternos. Usemos el precioso y limitado tiempo que tenemos con nuestros hijos invirtiendo en sus corazones. La vida es corta. Por la gracia de Dios, no lo desperdicies.
Este artículo fue publicado primero en Desiring God. Traducido por Francesca Astorino y usado con permiso.