por Emma Scrivener
Mi esposo llega a casa y me encuentra boca abajo en el sofá. La casa se ve como si nos hubieran robado. Los niños están gritando y tratan de sentarse sobre mi espalda acomodándose para encontrar una posición cómoda para ellos.
“¿Cómo te fue hoy?” murmullo en el cojín.
“Muy bien,” me dice. “Tuve un par de juntas. Terminé los guiones para los nuevos videos de Pascua. Hice una video llamada internacional a través de Skype. Escribí lo que voy a decir para la conferencia y envié el escrito. Envié las aplicaciones para el financiamiento e hice una sesión en Trinidad con los internos. ¿Y tú qué tal? ¿Qué hiciste hoy?”
Me pongo a pensar mientras unos deditos me ponen Play-Doh en los oídos.
Mmm. Traté de detener a nuestro hijo de trepar la lavadora/de escalar el refri/de que se comiera la comida del gato/de que no se quitara el pañal/de meter los dedos a los contactos/de jalarle la cola al gato/de echar los cubiertos de plástico al baño. Pretendí ser un camión de basura y el recolector. Hice la mitad de un correo electrónico. Llené las formas para la escuela. Le mandé un mensaje a una amiga. Hice las compras. Planché. Escuché un salmo. Preparé la comida (que mi hijo tiró al piso). Hice sonidos de camión. Tallé manchas de comida no identificable en el piso. Contesté un mensaje de la escuela de nuestra hija que decía que tuvo un pequeño incidente: le sangró la nariz por agacharse a recoger algo bruscamente. Preparé la cena. Saqué los botes de reciclaje (haciendo ruidos de camión de basura).
“Nada,” contesté.
No marché por la paz mundial. No escribí una novela. No puse mi propio negocio. No ordené un gabinete con presentaciones. No regresé los libros a la biblioteca. No hice algo extraordinario en internet (a excepción de desconectar el enrutador por error). No llevé a los niños a Disney o superé una grave enfermedad. No corrí un maratón (ni siquiera fui a correr). No vi la aurora boreal.
“No creo que hayas hecho nada,” me contesta.
´Nada´ ≠ Nada
Si me pongo a ver cómo pasé los momentos de todo el día, me doy cuenta que le suman a algo más grande.
Cuidé a una pequeña persona que no se puede cuidar a sí misma. Sojuzgué una pequeña parte del mundo (incluyendo algunas arrugas obstinadas). Estuve haciendo mi hogar. Escuché palabras de vida que alimentaron mi alma. Completé tareas administrativas esenciales. Invertí en la educación de mi hija. Hice compras para mis seres queridos. Concedí a mis hijos regalos que cuidadosamente escogí en forma de aperitivos para después de la escuela. Animé a alguien que está luchando. Caminé con el Dios viviente todo el día. Facilité que mi esposo compartiera el evangelio. Ejecuté una interpretación del camión de la basura digna de un Oscar.
En esta etapa de mi vida, estoy en el hogar, con niños pequeños. A veces no es maravilloso y algunas veces es difícil. Pero sea lo que sea que me dice mi cabeza, eso no significa un nada.
¿Qué hay de ti? Tal vez eres una estudiante que estudia duro pero sin paga. Tal vez estás en una casa de retiro dependiendo de otros para proveer tus necesidades. Tal vez estás luchando con una enfermedad o estás en duelo. Tal vez pasas la mayor parte de la mañana en cama.
Tal vez sientas que en tu vida estás logrando poco. Pero por la gracia de Dios tal vez estás haciendo mucho más de lo que piensas.
La lista de tareas pendientes de Dorcas.
La Biblia nos da un ejemplo de alguien que, desde cierta perspectiva, es conocida por hacer nada. Aun así es una de las heroínas del Nuevo Testamento.
Dorcas, cuya historia aparece en Hechos 9, tenía días llenos de lo que algunos llamarían “nada.” Ella no escribió una novela de entre las más vendidas, no plantó una iglesia ni se presentó en un estadio lleno de personas. No sabemos si estaba casada o soltera, si era atractiva o no. Solo sabemos una cosa de ella: calladamente servía a otros. Sus actos de bondad nunca serán olvidados.
La historia de Dorcas (o Tabita) solo es narrada en unas cuantas líneas en la Biblia. Pero esas líneas nos dicen mucho. Sabemos que era una discípula de Jesús que “abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía” (Hechos 9:36). Un día ella se enfermó y murió. La comunidad estaba devastada y llamaron a Pedro, quien oró sobre su cuerpo y la levantó de la muerte. Como resultado “esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor” (Hechos 9:42).
Dorcas pudo haber sido una viuda; ella misma ayudaba a otras viudas. Estas mujeres estaban en el rango más bajo de la sociedad, débiles y excepcionalmente vulnerables. Sin embargo, mira lo que su servicio ordinario logró. Ella fue tan amada que la comunidad de la iglesia no podía sobrellevar el estar sin ella. Era una maravillosa testigo de Jesús a través de su vida, y aún más, en su muerte y resurrección.
Labor Invisible
Es tentador sentir que nuestras vidas ordinarias y nuestro servicio ordinario son de poco valor, especialmente cuando los comparamos con los estándares de éxito de nuestra cultura. Es fácil asumir que estamos haciendo nada. Pero eso simplemente no es verdad. Una amiga que permanece en casa obligada por una enfermedad crónica, ora fielmente por otros y de ese modo logra grandes cosas para el reino de Dios. Dios usa lo débil, lo invisible y lo ignorado.
¡Recuerda a Dorcas! Aún nuestras tareas más terrenales, hechas con fe, están alcanzando un peso de gloria (2 Cor. 4:16-18). Sea lo que sea que estés haciendo, no es “nada”.
Este artículo fue publicado originalmente en www.thegospelcoalition.org. Usado con permiso.