Categoría: Comunicación

Paz: Bienaventuradas las madres pacificadoras

September 21, 2025

Un domingo reciente, cuando acababa de terminar el sermón de mi marido, justo en el momento en que un joven bajaba al bautisterio, me encontré de repente cubierta del vómito de mi hijo pequeño.

Abrí la puerta del cuarto de maternal y lo llevé corriendo y cojeando hacia el baño, dejando un rastro espectacular a mi paso. “¡Señor, ten misericordia!” les dije a los hermanos que me observaban pasar en el lobby. Mis manos intentaban, neciamente, atrapar el vómito mientras caminábamos.

Me reí cuando llegamos al baño y nos miramos en el espejo. Nos veíamos listos para ir a casa y ducharnos. Reí mientras tallaba la alfombra del cuarto de maternal con la ayuda de algunos hermanos. Reí de camino a casa, al abrir el tragaluz del carro para evitar que mi hijo se durmiera antes de que pudiera acostarlo.

Una frase inesperada de las Escrituras se me vino a la mente: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace” (Luc. 2:14 NBLA). 

Paz cuando no hay paz

Si le preguntas al internet cómo conseguir la paz interior, tendrá mucho que decirte. Duerme lo suficiente, dice. Haz menos cada día. Deja de juzgar. Monotarea en lugar de multitarea. Este tipo de consejo no sólo resulta cómicamente inútil ante la maternidad, sino que falla al no abordar el problema más profundo, la verdadera razón por la que nos cuesta encontrar la paz interior.

El mundo cree que nuestros problemas generalmente son externos. Necesitamos que las habitaciones de nuestra casa estén limpias y ordenadas, y que tengan una maceta grande o un terrario colgante. Necesitamos tranquilidad; necesitamos dormir lo suficiente y quizás un buen licuado desintoxicante; necesitamos alejar a las personas tóxicas de nuestras vidas. Esta es la receta para la paz.

Pero ¿cómo podemos tener paz cuando hay desorden porque estamos en medio de una mañana de educación en casa? ¿Cuando hay tanto ruido? ¿Cuando no hemos dormido bien, y cuando nuestros propios hijos, y nuestros propios corazones, producen gran parte del pecado y los conflictos con los que lidiamos a diario? ¿Cómo podemos tener paz cuando la idea que el mundo tiene de la paz no está disponible–la paz que proviene de la limpieza, la tranquilidad y la ausencia de personas que nos dificultan la vida? ¿Cómo podemos tener paz cuando no hay paz?

Mi paz os doy

En la actualidad, cuando pensamos en la paz, pensamos en la ausencia de caos. Pero, cuando se dieron las Escrituras, era probable que la gente pensara en la ausencia de guerra. La paz entre las naciones era poco común, y la guerra era una causa importante de sufrimiento.

Los israelitas entendían el conflicto, solo que no siempre entendían con quién estaban en conflicto, ni por qué. Pensaban que el problema eran otras naciones, pero a menudo no entendían que, para cuando llegaban para llevarlos cautivos, ya llevaban muchos años en guerra con su Padre.

El conflicto en el que estaban atrapados era una guerra entre súbditos y su verdadero Rey, entre un hijo y un Padre, entre una gallina y sus polluelos rebeldes (Mat. 23:37). La paz nunca llegaría mientras estuvieran atrapados en el conflicto con Aquel que los creó y los llamó.

Finalmente, Jesús vino y trajo el verdadero reino de la paz. Con su muerte, hizo la paz entre un Padre Santo y su pueblo.

Cuando se preparaba para dejar a los discípulos después de su muerte y resurrección, les dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). La palabra que usa para bendecir a su pueblo es eirene, que en el Nuevo Testamento Griego significa la ausencia de conflicto y desorden. Es bienestar y plenitud; es algo que todos desean, pero pocos saben cómo conseguirlo.

Y este tipo de paz, no como el mundo la da, es la que recibieron. Cuando el Espíritu Santo fue derramado, trajo una impresionante variedad de frutos, según Gálatas 5. Uno de esos frutos fue el fruto de la paz.

Entonces, ¿cómo se ve?

Si le preguntáramos al mundo de Instagram, la paz significaría una planta junto a una ventana. Si le preguntáramos al mundo en tiempos de Jesús, la paz significaría la ausencia de guerra; es decir, suficiente comida y arados en lugar de espadas. La paz en cualquier época significa que tu cuñada no te acosa, que tu esposo es fiel, que tus hijos son obedientes. La paz es relacional y ambiental; la paz es la ausencia de caos y confrontación.

¿Es este el don de la paz que Gálatas 5 nos promete como poseedores del Espíritu Santo?

Nuestra paz en el Espíritu Santo es más que la simple bendición (buena y hermosa) de la paz relacional y ambiental. Nuestra paz en el Espíritu Santo nos acompaña adondequiera que vamos. Porque ahora estamos en paz con Dios, en vez de en una guerra de rebeldía, porque ahora estamos conectados con el Padre, amigos suyos por la obra de Jesús, ahora conocemos la verdadera comunión pacífica.

Ahora somos capaces, aún en medio de una guerra justa contra el mundo, nuestra carne y el diablo, de vivir en paz a lo largo de nuestros días. Somos capaces de traernos la paz a cada relación, cada tarea, y cada interacción, en lugar de solo traer caos. Cuando rompemos la paz con los demás, ahora tenemos un camino a la restauración de la paz, porque el Dios de la paz nos lo ha abierto.

Bienaventuradas las madres pacificadoras

Jesús describió específicamente a los pacificadores como “bienaventurados”, diciendo que serían llamados hijos de Dios (Mat. 5:9). La palabra “pacificador” es una palabra compuesta formada por eirene, que ya vimos que indica la ausencia de caos y conflicto. Así que, los pacificadores crean orden donde hay caos, obran resolución donde hay conflicto. Hacen lo que su Padre hace porque aman lo que su Padre ama.

¿Y qué mejor descripción del trabajo de una madre? Somos creadoras de orden, obradoras de resolución de conflictos.

Esto significa que cuando nuestros hijos pelean, podemos guiarlos por el muy transcurrido camino hacia la reconciliación, un camino que conocemos muy bien gracias al poder del Espíritu Santo. Incluso podemos disciplinar en nombre de la paz, promoviendo la obediencia como parte fundamental de una administración del hogar que honra a Dios, quien ama el orden sobre el caos (1 Cor. 14:33).

Podemos reírnos del vómito en la iglesia y otro caos ambiental. Cuando sea posible, podemos poner manos a la obra y establecer orden en el caos cotidiano de una manera que imita a nuestro Padre. Podemos ser pacificadoras, ordenando nuestros días al máximo, pero reconociendo que, en lugar de ser pequeñas reinas de la creación, somos administradoras, cumpliendo con nuestro deber en lo que se nos ha encargado y confiando los resultados a nuestro buen Amo.

Nuestra paz no se define por la tranquilidad de las circunstancias externas. Una madre cristiana lleva consigo la paz de Dios que sobrepasa el entendimiento humano (Fil. 4:7). Buscamos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua (Rom. 14:19). Se nos conoce como pacificadores, benditos de Dios, hijos de Dios (Mat. 5:9), y este fruto de la paz forma parte de nuestro derecho de nacimiento como nuevas criaturas en Cristo (2 Cor. 5:17). La paz que llevamos no es la ausencia de accidentes y altercados; es la paz que obra el Espíritu Santo.

Este artículo fue publicado primero en Risen Motherhood. Traducido y publicado con permiso.

Preguntas de aplicación

  1. ¿Cuál es el mayor obstáculo para tener una sensación de paz en tu hogar o en tu día a día?
  2. Piensa en qué partes de la sensación de caos se deben simplemente a que los niños son niños. ¿Qué cosas puedes aprender a disfrutar en paz incluso cuando no están de acuerdo con la definición de Instagram? ¿Cómo sería tener paz en medio de estas realidades?
  3. ¿Qué partes del caos ambiental de tu hogar pueden ser abordadas con amor a través de entrenamiento, limpieza, corrección, etc.?
  4. Así como mantenemos la paz con nuestro cónyuge o amigo comunicándonos regularmente con ellos, renovamos nuestra alma sabiendo que estamos en paz con Dios al contemplar la obra consumada de Cristo en la cruz y hablar con frecuencia con Dios, nuestro Padre, en el nombre de Jesús. ¿Cómo puede la oración contribuir a tu búsqueda de la paz?
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Autor

  • Es esposa de esposa de Justin y madre de Norah, Agnes y Henry. Es la autora de dos libros en inglés: Seeing Green: Don´t Let Envy Color Your Joy, y Broken Bread: How to Stop Using Food and Fear to Fill Spiritual Hunger. También es co-anfitriona del podcast Home Fires.

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