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Reseña: Atesorando a Jesús cuando tus manos están llenas

March 15, 2020

por Andrea Ruiz

“Sí soy”. “Confirmo”.

Esas fueron las primeras palabras que vinieron a mi mente al ver la portada del libro Atesorando a Cristo cuando tus manos están llenas, donde se puede ver a una mujer con 6 brazos y 4 piernas tratando de sostener a su bebé, computadora y a la vez realizar múltiples acciones. Y aunque ser multitareas se considera como una cualidad de toda mujer y que incluso podríamos alardear de ella, si somos honestas llega un momento en nuestras vidas donde el agotamiento invade no solo nuestro cuerpo, también nuestro espíritu.

En muchas iglesias se nos llama a “predicarnos el Evangelio todos los días y en cada situación”. ¿Y qué contestamos todas? “Amén, así es, el Evangelio no es solo para la salvación, también para cada área de mi vida.” Pero aquí algunas dudas que quizás como yo, tú has experimentado en tu rol como madre. ¿Cómo me predico el Evangelio cuando:

-Mi bebé no deja de llorar, yo no he dormido por horas y siento que ya no puedo más;

-Cuando siento que mi vida se resume a cambiar pañales, limpiar el baño y cocinar;

-Me he airado contra mis hijos y he sido impaciente, por tanto, la culpabilidad me invade totalmente?

Es increíble cómo en el Evangelio y en este libro en particular, podemos encontrar respuesta a esta y muchas más cuestiones. Casi puedo asegurarte de que mientras lo leas, por tu mente pasarán pensamientos como “¡Wow, la Biblia y el Evangelio verdaderamente tienen respuesta y aplicación en cada aspecto de mi feminidad, maternidad y actividades cotidianas!”

El libro está dividido en dos secciones principales: 1) Dios hizo la maternidad para sí mismo; y 2) La maternidad como adoración. Pero antes de entrar a estas dos secciones, Gloria rompió con la actitud con la que comencé a leer este libro: “Atesorando a Cristo cuando tus manos están llenas no es una lista de tareas para llegar a ser una buena madre. Se trata de nuestro buen Dios y de lo que Él ha hecho… Y gracias a la obra de Cristo en la cruz, podemos reflejar el amor de Dios en nuestros hogares y en el mundo aunque nuestras manos estén llenas.”

Este no es un libro más con listas, tips de crianza o frases motivacionales para animarte en un día difícil, sino que encontrarás en él tesoros de la persona y obra de Cristo que tienen más relevancia de la que imaginas en situaciones como tu cansancio, frustraciones y agotamiento diario. Y algo hermoso de este libro es que sentirás que estás riendo y llorando con una pecadora como tú, Gloria Furman, una mujer imperfecta pero redimida por el Evangelio, que a través de sus anécdotas y experiencias propias te anima al ver que no estás sola en esta labor, ni existe la “super mamá” capaz de dominar cada aspecto de la maternidad.

  1. Dios hizo la maternidad para sí mismo.

En la primera sección, Gloria pone las bases para describir nuestro llamado como madres, viéndolo como un diamante con múltiples facetas, características y propósito, y uno de ellos es, “El don de la maternidad sirve para que las madres lleguen a atesorar a Jesucristo a medida que Él nos va transformando de adentro hacia afuera… Por causa del evangelio- la noticia sobre lo que Jesús hizo en la cruz para salvar a los pecadores- las madres que hacen de Cristo su tesoro pueden regocijarse en su trabajo a medida que Dios obra en ellas” (p. 29).

Otra cara del diamante, en nuestro llamado como madres, es que muchas de las características de la maternidad reflejan a nuestro Padre celestial. “Por la gracia común de Dios, el instituto de una madre de sufrir, amar, ejercitar la paciencia, soportar el dolor y trabajar por el bien de sus hijos es un reflejo de la imagen de Dios” (p. 35) ¡Qué gran privilegio! Y aún hay más: “… A través de la gracia que se nos muestra en el Evangelio, el amor de una madre por su hijo refleja el amor de Cristo de una manera muy especial” (p. 35).

En medio de la belleza de este llamado podemos desanimarnos al ver que mucho de nuestro día se resume a cambiar un pañal, y explicar por milésima vez a un pequeño de 4 años por qué no compartir es pecado, entre otras cosas. Pero la autora nos anima a tener en cuenta a Dios en cada momento de nuestro día. “Quiero esperar en Dios cuando mis hijos me despierten antes de que suene la alarma. Quiero amar la Palabra de Dios cuando tengo un montón de trabajo mundano que hacer en la casa. Quiero meditar en las promesas de Dios y alabarlo y recordarlo cuando esté con el bebé a media noche y a las 3 de la madrugada…” (p. 47).

Nuestras tareas cotidianas tienen trascendencia, no por nosotras sino por el Dios a quién servimos, quien puso a esos pequeños, portadores de su imagen, a nuestro cuidado.

Hubo un momento, mientras leía este libro en una banca del parque, cuando lágrimas corrían por mis mejillas, al Gloria recordarme lo necesitada que soy de la gracia de Dios y cómo yo debo modelar eso a mis hijos en momentos donde tengo que tratar con su pecado. “Yo soy igual que mis hijos. Lidiar con las molestias y con nuestro pecado es parte de la vida cotidiana… Soy propensa a los estallidos de frustración extrema…” (p. 57). Y muchas de nosotras podríamos decir: “confirmo”. Pero no termina aquí, vemos otra vez el poder del Evangelio ahora aplicado a nuestro pecado: “Y aunque continuamos pecando…Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, quiere y puede venir a ayudarnos… Cuando atesoramos a Jesús, en medio de nuestras tentaciones al pecar, nuestros hijos lo notarán. Por la gracia de Dios, nuestro ejemplo les testificará que Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (p. 58).

  1. La maternidad como adoración

En la primera parte del libro pudimos ver las diferentes caras del diamante de nuestro llamado a la maternidad, y al llegar a la segunda parte somos animadas no solo por la naturaleza del llamado, también por la oportunidad de adorar a nuestro a Dios a través de acciones cotidianas y mundanas.

Quizás tú, como yo, al llegar la maternidad a tu vida tuviste que limitar o eliminar muchas actividades que solías hacer con familia, amigos e incluso en tu iglesia. En ocasiones quizás te abrumen pensamientos como, “¿es esto lo que de verdad Dios quiere, que esté encerrada en casa con este bebé sin poder servir a mis hermanos de la iglesia y dejar de involucrarme en ministerios?” Mucho de ello sucede porque dejamos de ver la maternidad como Dios la ve, como un constante acto de adoración; sí, igual de valioso que una sesión de consejería o que el cocinar para hermanos en necesidad.

En el capítulo del Llamado a Adorar de una Madre, Gloria nos cuenta su experiencia difícil al nacer su primera hija y sentir que ya no podía tener esos tiempos de quietud con el Señor. “Cuando alguien o algo interrumpía mis planes de tener comunión con el Señor… me llenaba de frustración” (p. 63). Pero Dios, en su misericordia, le trajo convicción y ella nos hace reflexionar con esta pregunta, “¿Qué pasa si Dios quiere tener comunión con nosotras justo donde estamos, incluso en medio del alboroto de la vida cotidiana?” (p. 64). El capítulo concluye de la siguiente manera, “Durante todos tus días y tus noches, responde a los llamados de Dios a adorarle, sirviendo y cuidando a pequeños desvalidos y adorando al Autor de la vida” (p. 70).

Otra manera de adorar a Dios es a través de amar a nuestros hijos. “¡Qué sencillo, en esto si tengo un 10! ¿Quién no ama a sus hijos?” podríamos pensar. Pero aún nuestro amor está manchado por el pecado y pueden haber incluso motivaciones egoístas por las cuales hacemos muchos sacrificios por nuestros hijos. Gloria nos anima a ver a Cristo y su ejemplo, “Amar como Jesús significa morir a uno mismo mil muertes al día” (p. 75). Y esto de morir no es solo negarme a ciertas actividades o al pudín que estaba por comerme y mi hijo me pidió, también es negarme a mi tendencia a adorarme a mí misma y usar a mis hijos como instrumentos para traerme gloria delante de otros. “Dios ha creado a estos niños, y Él tiene propósitos mucho más intencionales de glorificarse a sí mismo a través de estos niños de lo que yo jamás podría soñar” (p. 79).

Pero sin duda, llegan los días cuando sentimos que nuestro día es todo menos un acto de adoración a Dios. “Cuando te sientas desesperada por descansar, eso es un recordatorio de que estás desesperada por recibir la gracia de Dios. Dale gracias al Señor por el don de sentir tu necesidad de Él” (p. 94). Y es en medio de esta debilidad que el Señor es adorado y glorificado, Gloria añade, “Dios es quien recibe la gloria por darme las fuerzas que necesito para ser amable con mis hijos cuando estoy molesta… el Señor me da la gracia que necesito para pedir perdón a mis hijos…” (p. 94). Aún en los días difíciles hay gracia disponible para adorar a Dios en nuestra debilidad.

“El Evangelio cambia la forma en que vemos nuestros fracasos, y vemos cómo Dios redime nuestros defectos para su propia gloria… nos dice que tenemos gracia disponible para el día de hoy y una gloriosa esperanza para el mañana” (p. 99). “Resiste el impulso de cansarte y darte por vencida (Gá. 6:9). Glorifica a Dios disfrutando de Él. Él es un premio más real, más dulce e infinitamente mejor que las adulaciones de nuestros hijos, de otras mujeres y de nosotras mismas” (p. 107).

En nuestro esfuerzo por querer adorar a Dios al hacer todo correctamente, podríamos desenfocarnos y creer que la maternidad se trata sobre nosotras, cuando ante los ojos de Dios esto es muy distante de la realidad. “La gracia de Dios para los que estamos en Cristo nos rescata de la idolatría de la maternidad. Debido a que Jesús es supremamente digno de todos nuestros afectos, no hay nada en la maternidad que pueda eclipsar su belleza” (p. 130).

Mientras más hagamos de Cristo nuestro mayor tesoro, recordando las riquezas que tenemos en su amor, perdón y redención, más nos enfocaremos en lo eterno y veremos el servicio a nuestras familias como oportunidades para traer gloria al Señor.

Si te sientes cansada de tantas actividades, abrumada por tu constante pecado e imperfecciones y has perdido el enfoque de tu llamado entre tantas actividades cotidianas, el Evangelio puede rescatarte, animarte y enfocarte en Aquél que te llamó a la maternidad y a adorarle cada día a través de ella.

Mi hermana, amiga y compañera de llamado, te animo a adquirir Atesorando a Cristo cuando tus manos están llenas en internet o en tu librería cristiana favorita.

Foto: Oriana Boyde

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Autor

  • Originaria de Guanajuato, salió de su hogar a los 15 años para estudiar la preparatoria y posteriormente la licenciatura en la Universidad Cristiana de las Américas. Durante sus estudios conoció a Julio Salgado, quién ahora es su esposo. Actualmente ambos, junto con su hijo Andrés, sirven en la Iglesia Bautista Genezareth y disfrutan colaborar en el ministerio de educación. Le apasiona la enseñanza, la oratoria y la redacción.

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