Desde el principio en las Escrituras, la familia tiene un lugar central y vital en el diseño de Dios para la humanidad. El primer mandato que hallamos en el relato bíblico implica engendrar hijos y formar familias (Gén. 1:28).
A lo largo de las Escrituras vemos familia tras familia viviendo historias de catástrofe y dolor en algunos casos, y en otros la gracia divina obrando mediante padres imperfectos en la formación de hijos piadosos para la gloria de Dios.
Sin lugar a duda, los padres tenemos un rol crucial en la labor de enseñar a nuestros hijos en el temor del Señor. La mayoría estamos conscientes de esto, pero saber no es suficiente—tenemos que practicar nuestro llamado de criar y disciplinar a nuestros hijos en el temor del Señor (Ef. 6:4).
El pastor Martyn Lloyd Jones (1899-1981) escribió: “Considero este asunto muy serio. No hay influencia más importante en la vida de los niños que la influencia de su hogar… Allí está el círculo que es la influencia principal en sus vidas. No hay duda de eso. Es lo que toda la Biblia enseña”.[1]
La adoración a Dios siempre debió aprenderse en casa
Pensemos en Abraham conversando con su hijo Isaac camino a Moriah para obedecer a Dios. En ese diálogo queda claro que su hijo comprendía lo que era un holocausto y cómo se debía presentar, porque al ver los elementos que él y su padre llevaban, Isaac nota que ¡faltaba el cordero para el holocausto! (Gn. 22:7) ¿Cómo sabía esto Isaac? Los hijos aprenden en el seno familiar cómo se adora a Dios y cómo luce una vida devota al Señor.
En Éxodo 12 leemos que el Señor ordenó la celebración de la primera pascua, la cual debía celebrarse en el contexto de la familia (Éx. 12:1-13). Permíteme llamar tu atención a tres versículos clave para los padres en cuanto al discipulado de sus hijos en la fe. Tanto en la pascua como en la consagración de los primogénitos, el texto bíblico implica que los padres explicarán y responderán a sus hijos en cuanto al por qué y para qué de ambas fiestas solemnes:
Éxodo 12:25-27a
25 Y cuando entréis en la tierra que Jehová os dará, como prometió, guardaréis este rito. 26 Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro? 27 vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová…
Éxodo 13:8
8 Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto.
Éxodo 13:14
14 Y cuando mañana te pregunte tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto?, le dirás: Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de servidumbre.
¿Puedes verlo? Padres en adoración al Señor en presencia de sus hijos, hijos preguntando, padres respondiendo. Ese rol es inestimablemente crucial para la instrucción y discipulado de tus hijos en la fe.
En los tres pasajes bíblicos hay una expectativa de interacción entre padres e hijos respecto de las realidades a las que apuntaban ambas fiestas solemnes. Hay una clara expectativa para que sean los padres los que ofrecieran respuestas significativas a las cuestiones relativas a la adoración a Dios. Y es pertinente recordar que, aunque ya había sido instaurado el sistema levítico de sacerdotes ¡Dios aún esperaba que los padres hablen, conversen, respondan preguntas e instruyan en la fe a sus propios hijos!
La adoración genuina siempre debió modelarse en casa
Siguiendo con esta misma argumentación, no puedo dejar fuera Deuteronomio 4:9-11 y 6:4-9. Especialmente, la muy conocida “shema” de la tradición judía. ¿Qué vemos ahí? Nuevamente una expectativa natural de conversación cotidiana, preguntas e instrucción espiritual directa de padres a hijos.
Edward W. Hooker (1794-1875) escribió diciendo a los padres que: “su alma debe estar sana y debe prosperar, debe arder con amor a Cristo y su Reino, y todas sus enseñanzas tiene que ser avaladas por su ejemplo piadoso, si es que ha de guiar a sus hijos a vivir devotamente”.[2]
El contexto para obedecer Deuteronomio 6 sería hogareño y cotidiano, al acostarte, al levantarte, andando por el camino y conversando en casa. Este sería el modo ideal para que los hijos contemplen la realidad de la fe, la integridad de los padres y la genuina adoración al Señor.
¡Nuestros hijos detectan muy fácilmente la incongruencia, la hipocresía y la inconsistencia espiritual entre lo que afirmamos y lo que vivimos! Por eso, era necesario amar al Señor y atesorar su ley en el corazón, porque una vez que el Señor inunda el corazón, inunda también las conversaciones diarias. ¡Hablamos de lo que nos apasiona!
Deuteronomio 6:20-21ª también confirma la misma expectativa de interacción en los temas relacionados con la fe:
20 Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? 21 entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos…
Padres, vivamos de tal manera que mostremos a nuestros hijos que el evangelio está en el centro de nuestro corazón y que el Señor es prioritario, deleitoso y supremo para nosotros. ¡Necesitamos con urgencia regresar a esta práctica en la vida familiar! Los padres somos cruciales para presentar a nuestros hijos la grandeza y gloria de nuestro magnífico Trino Dios.
Si bien, la salvación de los hijos no está en manos de los padres, lo cierto es que no hay nadie como los padres para influir, dirigir, enseñar y modelar a sus hijos la fe verdadera en el Señor. Y cuando vemos que “el 61% de jóvenes que asisten a la iglesia semanalmente durante la adolescencia, dejará la iglesia antes de cumplir 30 años”[3] deberíamos ser motivados a buscar al Señor vehementemente y anhelar que Dios en su gracia los salve por el poder del evangelio predicado, enseñado y modelado por nosotros a ellos.
La adoración comunitaria siempre debió practicarse en casa
Los salmos también dan evidencia de cómo la vida espiritual de los padres debe ser practicada de forma genuina, diaria, visible y tangible para los hijos, y los hijos de nuestros hijos. Lee con atención los siguientes versículos:
Salmo 71:18
18 Aun en la vejez y las canas, oh, Dios, no me desampares,
Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir.
Salmo 78:2-4
2 Abriré mi boca en proverbios;
Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,
3 Las cuales hemos oído y entendido;
Que nuestros padres nos las contaron.
4 No las encubriremos a sus hijos,
Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová,
Y su potencia, y las maravillas que hizo.
En este salmo vemos a padres e hijos (v.3) y, luego a esos hijos con sus hijos hablando del Señor y sus obras (v.4).
Salmo 78:6-7
6 Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán;
Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos,
7 A fin de que pongan en Dios su confianza,
Y no se olviden de las obras de Dios;
Que guarden sus mandamientos.
En las últimas horas antes de su muerte, mi papá, un hombre que amó al Señor y modeló la fe a nosotros sus hijos, terminó su carrera en esta vida cantando junto a sus hijos y nietos el Salmo 145:4 Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos. ¡Cada día te bendeciré! ¡Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable! ¡Cada día te bendeciré!
Padres, no tengamos miedo ni vergüenza ni pereza. No nos descuidemos ante tan grande y crucial oportunidad. Hoy mismo, y cada día, habla con tus hijos de este grande y excelso Dios, que es digno de suprema alabanza ¡Presenta a tus hijos evidentemente a este nuestro gran Dios y su glorioso evangelio!
[1] Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia, Publicado por Chapel Library (Pensacola, FL, 2018) pág. 198
[2] Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia, Publicado por Chapel Library (Pensacola, FL, 2018) pág. 218.
[3] Ken Ham y Britt Beemer, Already Gone: Why your Kids will Quit Church and What you can do to Stop it (Green Forest, AR: Master Books, 2009), 24.