Categoría: Evangelio
Serie: ¡Auxilio!

Ep 131: ¡Auxilio! Siento mucha culpa como mamá con Betsy Gómez

0
mayo 9, 2023

“¡Qué mala mamá soy! No llevé a mi hijo a su revisión de 6 meses con la pediatra ¡hasta que tenía 9 meses!” “Me siento horrible. Me enojé con mi hijo cuando tenía que haberle disciplinado con amor y paciencia.” La culpa de mamá es una experiencia común en la maternidad, pero ¡cuán diferente puede y debe ser para una madre creyente! No te pierdas esta conversación con Betsy Gómez donde ella nos recuerda cómo las verdades del Evangelio liberan a las mamás cristianas, y pueden liberar a las que aún no conocen a Cristo.

Transcripción: 

Susi: Una de las áreas de la vida cristiana en la que más necesitamos ayuda las madres es en cómo nos evaluamos a nosotras mismas en cuanto a nuestro caminar con Dios y nuestra labor en la crianza.

Queremos seguir con esta serie, Auxilio, el día de hoy conversando sobre esa experiencia tan común que las madres solemos experimentar de sentirnos constantemente culpables en cuanto a la crianza en especial.

Déjame decirte que esto no es únicamente una experiencia de madres, pero por alguna razón tiende a ser una lucha más común para las madres. Así que para compartir con nosotras sobre este tema, estoy encantada de tener una voz muy familiar para mí, y creo que también para ustedes, mi querida amiga Betsy Gómez. Betsy, bienvenida una vez más, y gracias por tu tiempo.

Betsy: Es un gozo para mí. Como te decía, es un honor para mí estar aquí contigo, compartir con tu audiencia, y sobre todo tu amistad, que la valoro mucho.

Susi: Gracias, Betsy. Betsy es, como dije, una querida amiga, también su esposo Moisés y su familia, de nuestra familia. Ellos están sirviendo en la iglesia First Irving en Dallas, Texas. Bueno, en Irving, Texas, ¿verdad? También es parte del equipo de Aviva Nuestros Corazones. Ella tiene su podcast de Joven Verdadera; si tienes adolescentes o mujeres jóvenes en tu casa, puedes escuchar, y ellas pueden escuchar su podcast Joven Verdadera.

Hoy queremos hablar de este tema que ya comentamos, Betsy, y gracias por estar dispuesta a abrir tu corazón en algo que a veces puede ser difícil de hablar. Quería empezar simplemente preguntándote: ¿has tenido esa experiencia de sentirte culpable, en particular, en tu crianza? ¿Cómo has vivido tú esto?

Betsy: Bueno, yo no te puedo decir: sí, he tenido la experiencia, sino que siempre tengo la experiencia. Claro que sí. Yo creo que solamente hay que convertirse en mamá para uno darse cuenta cuan inadecuada somos, cuánto fallamos, cómo el pecado está tan cerca de nuestros corazones.

En mi caso, yo recuerdo que, creo que el primer bebé que yo cuidé en toda mi vida fue mi primer hijo. Yo llegué a la crianza tan inexperta. Ni siquiera, para ser muy honesta, yo tenía muchos afectos por la crianza. Así que ha sido todo un tema de prueba y error en el camino.

Cuando uno se ve con esta tarea tan grande por delante, en realidad no hay forma alguna que uno salga ileso, sintiéndose al final del día que todo lo hizo bien. Todo lo contrario. En realidad he batallado, he luchado, para poder vencer esa culpabilidad; sobre todo esa que no me lleva al arrepentimiento, porque tengo cosas de qué arrepentirme todos los días.

Susi: Sí, amén. Yo creo que es una experiencia común para las madres. No sé si tú has visto eso, y de qué manera has notado que esto se manifiesta en la vida de las mamás.

Betsy: Vimos en una sociedad en la que las mujeres tienen tanto en el plato, tantas presiones externas y presiones internas. Y nosotras, como mamás, queremos hacer mucho. Entonces realmente para poder poner nuestra atención en un lugar, tenemos que quitarla, quizás, de nuestras prioridades.

Yo veo que muy a menudo las madres cristianas experimentamos una culpabilidad, y no sabemos cómo lidiar con eso. Y si a eso uno le suma todas las expectativas y los estándares, por ejemplo, de las redes, vemos que como madres cristianas, no solamente estamos luchando con culpabilidad de cosas que son reales, y que todas las personas con sentido común pueden experimentar, sino incluso con cosas que son realmente fuera de la realidad.

Como la mamá que se siente culpable porque no le mandó la merienda a su hijo como se la mandó su amiga, que acaba de poner una foto que parece de revista. O la madre que se siente culpable porque dejó a su hijo a cuidado de la abuela mientras ella acompañaba a su esposo a una actividad del trabajo, y se le cayó el niño, y ahora tiene una fractura, y ahora no se puede “perdonar” que no estuvo ahí para el niño.

No solamente son cosas que uno puede decir: “Guau, sí, mis hijos se acostaron sin cenar, y no les di. Me siento culpable”. Hoy en día lidiamos con culpabilidades que salen de toda realidad y que incluso no son importantes, pero hemos aprendido a simplemente lidiar con la culpabilidad.

Y esa montaña, al final del día, nos hace sentir tan incapaces y se roba nuestro gozo. Al otro día, simplemente no queremos asumir lo que nos toca, porque vamos acumulando culpa sobre culpa. Y no nos damos cuenta que son nimiedades de la vida que ni siquiera tienen sentido.

Susi: Sí, yo también he visto que se manifiesta, por ejemplo, en una situación donde quizás una mamá está sola, y ella no tiene otra solución que trabajar. Ella tiene que trabajar porque ella es la que provee para sus hijos, pero vive con un constante sentir de culpa, porque ella ve que otras mamás pueden estar más en casa con sus hijos.

Ella ve que otras mamás no tienen que dejar a sus hijos en una guardería, o con la abuela, o con quien sea. Entonces ella vive con una culpa, pero no necesariamente ella está examinándose para saber si debe sentir eso, o cuál sería la solución. Simplemente vive con una carga que realmente no tendría que cargar, porque no necesariamente está haciendo algo mal.

Algo que también he notado aquí en la cultura donde yo vivo, por lo menos, es que las abuelas y las mamás son muy insistentes con sus hijas y con sus nietas acerca de lo que se debe y no se debe hacer en la crianza. Entonces tenemos la presión de Instagram de un lado, y dependiendo de la familia (porque no todas las familias son iguales), de la abuela, o de la mamá, hay una presión familiar del otro lado.

Y a veces le están diciendo cosas opuestas a esta mamá, quizás nueva, que no sabe, y se siente culpable cuando habla con su abuela, porque no está haciendo todo lo que su abuela hacía. Y se siente culpable cuando abre Instagram, porque no está haciendo todo lo que ve allí. Yo creo que son muchas fuentes de esa experiencia, o de las causas de cuando uno siente culpa. Pero yo quisiera preguntar, y creo que es una pregunta importante: ¿realmente, de dónde sale esto de nosotras?

Betsy: Déjame volver un momentito atrás. Pensé también, Susi, en esa mamá que tiene un esposo inconverso, pero esa mamá es salva; es creyente y ve cómo su esposo está llevando a sus hijos por caminos que no convienen. Ella quiere hacer más; quiere influenciar, pero no puede, y se siente completamente culpable.

También pienso en esa mamá que está en un hogar cristiano, pero ha descubierto las verdades del Evangelio…probablemente esa mamá soy yo. Y me recuerdo cómo en esos tiempos, cuando yo comenzaba a descubrir todas estas cosas, yo me la tiraba con la culpa de ¿cómo no enseñé a mis hijos esto? ¿Cómo no enseñé esto a mis hijos antes? He perdido mucho tiempo.

Esa pregunta que me hace, sí, creo que es importante. Porque de dónde nace la culpa, va a determinar realmente el fruto de nuestra respuesta. Es muy importante que podamos diferenciar entre lo que es esa culpa falsa o ese remordimiento, si le pudiéramos llamar, y lo que es una convicción de pecado, una culpa que en realidad nosotras nos damos cuenta de que hay algo que no estamos haciendo bien, que da fruto en el arrepentimiento.

Yo creo que toda culpa falsa, todo remordimiento, tiene un origen en nosotras mismas. Es una apreciación demasiado grande de nosotras y de nuestras propias obras, y un deseo pecaminoso que a veces ni siquiera podemos identificar que es un pecado, de justificarnos por nuestras propias obras. Es evaluar: esa mamá que no puede dormir porque la ansiedad la está matando, porque la culpa se la está comiendo, consumiendo. Esa mamá necesita buscar algo en su andar, en su desempeño del día, que al final la haga sentir bien.

Ahí nosotros vemos un entendimiento incorrecto de la obra de Cristo, un entendimiento incorrecto del Evangelio. ¿A dónde me lleva esa culpa? ¿Cuál es el objeto de mi culpa? ¿Sentirme mal por lo malo que he hecho? ¿Sentirme mal porque yo debí hacerlo diferente? En ese momento es como que sufrimos las mamás una amnesia y se nos olvida completamente cuál es la razón de nuestra esperanza y de nuestra fe.

Y no solamente que nosotras nos centramos en nosotras mismas, sino que también el enemigo nos acusa. La Palabra dice que él es el acusador; el enemigo nos acusa. Nosotras tenemos una visión muy agrandada de nosotras mismas, y unas expectativas acerca de nosotras mismas. Nos vemos con un lente legalista y no nos permitimos fallar. Eso es un círculo vicioso terrible. No podemos salir de ese círculo porque la Palabra muy claramente, en Romanos 3:23, nos dice que todos hemos fallado.

Al final del día, ninguna mamá pudiera irse a la cama contenta con lo que hizo, porque es que todos estamos cortos. Todas hemos pecado; todas somos pecadoras. Hay una distinción entre ese remordimiento porque yo no me acepto esto que yo hice, y una convicción de pecado producida por el Espíritu Santo en nuestros corazones que nos lleva al arrepentimiento.

Una de las maneras prácticas, Susi, y aún yo, pensando en esta conversación que íbamos a tener…yo tengo dos hijos más grandes: un adolescente y un preadolescente que cree que tiene la misma edad de la adolescente. Y tengo dos chiquiticos en mi casa. Alguien me mandó una foto, y me dio tanta gracia porque me dice: “Aquí está tu vida en una foto”. Y era King Kong peleando con Barney. Esa es mi realidad. Mientras yo pensaba en esta pregunta, en este episodio, yo me preguntaba: ¿A dónde me lleva la culpa? ¿En dónde yo quiero refugiarme?

Y ahí es donde nosotros, de manera práctica, podemos pensar en cuánto nosotros podemos abrazar y entender el Evangelio. Porque si la culpa me lleva a una insatisfacción conmigo misma, a una ansiedad, a una tristeza, a una depresión, porque veo cuán incapaz soy, si yo soy creyente, tengo que crecer en el entendimiento del Evangelio.

Si la culpa solamente me deja como el apóstol Pablo decía: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Lo que quiero hacer no lo hago. Lo que tengo que hacer no lo quiero hacer”. (Ya ni sé si lo dije al revés, porque es un poco confuso.) Él decía: “Óyeme. Yo no puedo escapar de la realidad de que soy un pecador”. Ahí es que nosotras nos quedamos. Pero no continuamos con él cuando él dice: “Pero yo doy gracias a Dios por Jesucristo”.

La diferencia entre esa culpa falsa a una culpa verdadera, una convicción de pecado verdadera, es que aún en el momento de mayor vergüenza, en el momento en el que discipliné a mis hijos con enojo, o lo hice con ira, o simplemente hice algo que no estaría dispuesta a hacer delante de los demás en mi crianza con mis hijos, se me olvidó en ese momento que yo estoy criando a mis hijos delante de Dios y no fui reverente delante de Dios. En ese momento, en lugar de mirarme a mí misma, buscando algo para justificarme, yo tengo que mirar a Jesús.

Algo que yo he visto en mi propia caminar con el Señor es que muchos creyentes y muchas mamás solamente nos amparamos en la muerte y en la resurrección de Cristo: “Señor, perdona mi pecado”. Ha resucitado, y yo tengo esperanza. Pero no estamos pensando en la vida perfecta de Jesús en nuestro lugar. Y eso es una parte esencial para nosotras poder vivir de manera práctica la buena noticia del Evangelio.

El hijo de Dios pudo haberse encarnado en un hombre mientras bajaba del cielo, como esas películas de los Avengers, como Ironman…se pone su traje. Él pudo haberse encarnado mientras bajaba, y él pudo haber llegado directamente a la cruz, y él pudo haber muerto por nuestros pecados. Pero él no lo decidió así. Porque nosotros necesitamos una justificación que no solamente es el perdón per se de nuestro pecado, que nos digan: la deuda ha sido pagada.

Siendo Dios él, se encarnó; desde el inicio de su vida él fue completamente obediente. Él fue completamente santo. Él fue completamente justo. Él mantuvo sus emociones en control totalmente. Él agradó a Dios en todo. Ahí es donde él es en realidad nuestro representante. Cuando él va a la cruz, es el representante de la mamá que está consumida por la culpa. Porque la vida perfecta que esa mamá necesita vivir para poder justificarse e irse a la cama en paz a dormir, esa vida perfecta ya Cristo la vivió en nuestro lugar.

Qué esperanza tan gloriosa me provee el Evangelio, que aún cuando yo he fallado en contra de mis hijos, en contra de Dios, primordialmente, y la culpa me quiere consumir y matar, en ese momento, de manera práctica, yo puedo decir: “Señor, acabo de perder el control. Te pido que me concedas el arrepentimiento”. Y yo creo eso por la fe, y en este momento yo me escondo en la justicia perfecta de Cristo en mi lugar: “Gracias porque tú me diste la provisión que yo necesito en este momento, que es tu vida perfecta, y porque ahora yo puedo venir delante de ti en el nombre de Jesús”.

¡Porque ni siquiera sabemos qué quiere decir venir al Padre en el nombre de Jesús! “Ahora tú no me ves como el exabrupto que yo acabo de hacer, sino que tú me recibes como recibes a Cristo: Este es mi hijo amado, en quien me complazco yo”.

Te confieso que cuando ese proceso de pensamiento sucede en mi caminar con el Señor, mayor arrepentimiento tengo, y mayor cambio veo en mi vida. Cuando es lo contrario, lo que sucede es que acumulo derrota tras derrota, derrota al punto de que ya pienso y siento que no me puedo presentar delante de Dios porque tengo demasiado acumulado.

Algo que me encanta en 2 Corintios, en el capítulo 7, es cuando Pablo está elogiando a esta iglesia por haberse contristado, y oyó como esto dio un fruto de arrepentimiento. Porque una distorsión también del Evangelio es que como mamás podemos abusar, si se puede decir, de la gracia, en el sentido de que: “No, nada me da convicción de pecado. Yo no sufro por nada”.

Susi: Total, ¡Dios me perdona!

Betsy: Exactamente. Sigo adelante. Sin embargo, hay una tristeza por nuestro pecado que es correcta, cuando nos lleva al arrepentimiento. Nosotros no podemos vivir en el mundo de “La La Land”, pensando que nosotros no podemos sufrir por nuestro pecado, sino que realmente nosotros, lo que tenemos que hacer es venir en arrepentimiento a Dios.

Yo me lamento profundamente por las veces que he faltado a mis hijos. Yo me lamento profundamente por las formas en las que los he dañado, al punto de que he tenido que venir a pedirle perdón por un exabrupto o por una disciplina injusta. Yo me lamento por eso. Pero eso se traduce en arrepentimiento, y como hablamos ahora mismo, en voltearnos a ver a Jesús.

Quiero animarte a que si estás escuchando eso, leas el capítulo 7 en 2 Corintios. Que lo leas completo. Quisiera leerlo, pero no quiero tomarme mucho tiempo. Pero voy a leer el versículo 10. Dice: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación”. Me dice: “La tristeza según el mundo produce muerte”. Eso no es lo que estamos hablando. Es la que en realidad nos lleva al arrepentimiento.

Dice luego en el versículo 11: “Porque he aquí esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en ustedes, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo!” Yo quiero que mi convicción de pecado me lleve a Cristo, sabiendo que él vivió perfectamente en mi lugar.

Y que esto produzca en mí un arrepentimiento total y una visión más agrandada de la santidad de Dios, que ahora yo pueda caminar con un celo, porque ya yo no quiero volver a fallar de esa manera. Pero cuando falle, para eso abogado tengo en el cielo también.

Hay algo que me llama la atención en ese pasaje específicamente, y es que cuando él va a hablar de esto, él dice al inicio, en el versículo 1: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas…” Esto no sucede en el vacío. Nosotras necesitamos alimentarnos de todo lo que dicen los capítulos anteriores. Me encanta porque él habla tanto de esa unión que tenemos con el Padre a través de Cristo.

En fin, creo que me extendí mucho en mi respuesta, pero lo que pasa, Susi, es que puedo confesarte que en mi lucha personal con el pecado como mamá, esto ha sido crucial para mí. A veces pensamos que las verdades del Evangelio son como helicópteros que vuelan sobre nosotros, y que están muy por encima, y nosotros no las podemos alcanzar, cuando en realidad es todo lo que nosotras necesitamos para agradar a Dios.

Susi: Eso es excelente, Betsy, porque creo que has conectado muchos hilos allí que, como tú dices, no son asuntos separados de la vida. Es muy difícil para las mamás conectar el que me enfadé con mi hijo cuando no quiso recoger sus juguetes con el Evangelio. Esas son conexiones que muchas veces no sabemos hacer, o no nos hemos puesto a meditar en el Evangelio. O quizás no hemos sido instruidas en el Evangelio de una forma que nos ayuda a hacer esas conexiones.

A mí me encanta todo ese proceso que has explicado, porque creo que nos va a ayudar. A mí me va a ayudar. Ahora que lo decías, no se creen que cuando tus hijos ya están grandes dejes de sentir culpa, porque ahora son diferentes cosas, quizás, que lo provocan, pero realmente sigue siendo una realidad.

Uno siempre como mamá va a pensar en lo que debí haber hecho, lo que pude haber hecho, lo que no debía haber hecho. Siempre hay fracasos, o en el momento, cosas que te hacen enojar. Yo quiero decir a las mamás que están empezando, y también que ya tienen hijos grandes, esto es una parte de caminar en el Evangelio todos los días como mamá.

Lo que has explicado, Betsy, nos ayuda mucho a entender también el peligro que corremos cuando no lo hacemos. Justo en esos versículos que citaste dice que la tristeza según el mundo lleva a la muerte. Si la única culpa que sentimos como mamás no es culpa que nos lleva hacia Cristo, si no es culpa que podemos arrepentirnos y acercarnos a Cristo para encontrar la solución, probablemente es esa tristeza que pudiera llevar a la muerte.

Son asuntos realmente importantes y cruciales en nuestra comprensión del Evangelio. Pienso que pudieran haber mamás que realmente no han entendido el Evangelio, que viven una vida “cristiana” que realmente no es una vida plantada en el verdadero Evangelio.

Yo quisiera simplemente animarte, si todo lo que Betsy acaba de explicar no ha sido tu experiencia, si tú no has experimentado un arrepentimiento verdadero y no te has acercado a esa persona, Jesucristo, que vivió esa vida perfecta, y también murió, y también resucitó para nuestra justificación, como dice Pablo, vas a sentir culpa todos los días. Y no vas a saber qué hacer con esa culpa. Tienes que correr a Cristo.

Betsy: Amén, amén. Yo puedo confesar y puedo decirte que aun estando en la iglesia por muchos años, yo no tenía idea de cómo conectar estas verdades, que eran tan domingueras y gloriosas, que se decían desde el púlpito, con los aspectos más básicos y sencillos de mi vida.

Cuando tú hablabas, Susi, pensé en esa mamá que experimenta una culpa porque sus hijos no han salido como ella ha querido que salgan. Ella ha sido fiel haciendo lo que tiene que hacer, pero de repente su hijo acaba de decirle que es homosexual, o ha tomado decisiones que le avergüenzan. O quizás esa mamá de niños pequeños, que le da vergüenza que sus hijos hacen exabruptos delante de la gente, en las actividades sociales o en la iglesia.

Aún cuando nos consume esa vergüenza por lo que los demás van a decir, y eso nos roba la paz y nos roba el gozo al punto de que estamos sumidas en una depresión, necesitamos ahí informar nuestros corazones con el Evangelio. Porque nosotras en Cristo solamente somos definidas por su vida perfecta. Cada vez que te presentas delante de Dios, siempre estás vestida de Cristo; la justicia de Cristo, en esas vestiduras es que estás vestida delante de Dios, no en tus faltas, o no en el resultado de tu trabajo.

Yo creo que no estamos experimentando una plenitud, no solamente como mamás, sino como mujeres, simplemente porque nosotras, lo que buscamos es personas, seres humanos que nos den a nosotras y nos digan cuál es nuestra identidad, cuando ya Cristo es nuestra vida. Cristo es nuestra identidad. Hay que ser mamá para darse cuenta cómo nosotras utilizamos a nuestros hijos como una carta de presentación, como que si ellos son los que le dicen al mundo qué tan buenos seres humanos somos nosotros.

Entonces hay un problema de que ellos son pecadores, y nosotras también. Necesitamos a alguien mejor. Necesitamos a alguien mucho mejor que nuestros hijos pecadores, y necesitamos a alguien mejor que nosotras mismas. Necesitamos a Jesús.

Cuando una mamá vive en esa libertad, puede servir contenta, porque entonces ya sus hijos dejan de ser esa fuente donde busca satisfacción, esa fuente seca. Y ella vive contenta porque se da cuenta que a pesar de su pecado, independientemente de cuán profundo sea su pecado, la gracia de Dios es un pozo más profundo todavía, de donde ella puede beber una y otra vez.

Uno de los recursos que me ha encantado, que ha sido tan refrescante para mí (creo que el año pasado lo leí) es Manso y humilde de Dane Ortlund. Me ha encantado porque es como un recordatorio de la bondad de Jesús; en el momento que nosotras venimos a buscar su perdón, porque a lo mejor disciplinamos con ira a nuestros hijos, pensamos que es un papá enojado que nos está esperando, como nosotros estamos con nuestros hijos, y que nos va a hacer lo mismo.

No entendemos que todo lo que él vivió, su muerte y su resurrección, es precisamente para servirte la mesa abundantemente, y que tú puedas venir a tomar de él abundantemente, y puedas recibir ese perdón. Él está listo para darnos esta misericordia y este perdón, y yo necesito recordar tanto eso.

Susi: Es verdad, Betsy. Es una de las verdades probablemente más importantes, esenciales, de toda nuestra vida cristiana diaria, no solamente en la crianza, pero tiene un poder increíble en la crianza. Estas verdades del Evangelio deben ser nuestras compañeras de maternidad para las mamás, para toda la familia.

Qué bueno que recomiendas ese recurso, Betsy. Yo también quiero recomendar en general que las mamis cuidemos mucho de qué estamos alimentándonos. Que sean recursos centrados en el Evangelio: obviamente la Palabra de Dios, y la predicación de nuestras iglesias.

Pero evitemos esas fuentes de influencia e información que no nos apuntan hacia el Evangelio, sino alimentémonos de libros sobre la crianza, por ejemplo, como La crianza de los hijos y Cómo pastorear el corazón de tu hijo y Destellos de gracia, y varios libros de la crianza para madres, y este que recomienda Betsy, Manso y humilde. Hay bastantes recursos centrados en el Evangelio que deben ser más nuestro alimento diario que Instagram y grupos y las filosofías del mundo que nos rodean.

Agradecemos a Betsy por tu tiempo, amiga. Gracias a ti que nos escuchas siempre, y te animo a que esta semana enfoques tus ojos, pongas tus ojos en Cristo, y que cada vez que sientas culpa, lleves esa culpa a Cristo. Que le preguntes: ¿será culpa falsa? ¿Tengo que arrepentirme de algo? ¿O simplemente necesito descansar en el amor y la gracia, en la misericordia de mi gran Dios?

Gracias por siempre escucharnos. Nos vemos la próxima semana.

Compartir:

Autores

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

Publicaciones relacionadas