Categoría: Padres fieles

Ep 151: La historia de la maternidad (parte 2)

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febrero 6, 2024

La Palabra de Dios contiene un insondable tesoro de sabiduría y conocimiento para que los creyentes de hoy comprendamos mejor nuestro diseño, nuestros roles en la familia y la sociedad, el impacto del pecado, y la esperanza del Evangelio. Las madres podemos aprender tanto de las madres de la Biblia, y cómo abrazaron su llamado en medio de su debilidad y necesidad, así llegando a participar en la gran historia de la redención. No te pierdas esta segunda parte de la hermosa historia de la maternidad.

Transcripción:

La historia de la maternidad, parte 2. El titulo de este episodio probablemente te dio una pista sobre el hecho de que estamos continuado con algo que ya habíamos comenzado en el episodio 150. Así que, si aun no escuchas La historia de la maternidad parte 1, te animo a hacerlo antes de escuchar este, porque creo que se pierde mucho del significado sin la primera parte de la historia.

Nuestra historia comenzó con un Creador quien, de la nada, habló, y así llegó a existir el planeta tierra con todas sus capacidades para sostener vida. Y las vidas principales que Dios quiso sostener fueron las de sus criaturas especiales, hechas a su imagen, para su gloria, como sus representantes. Estas criaturas decidieron no creer a Dios, no adorarle exclusivamente, y esto permitió la entrada del pecado.

Pero cuando terminamos la parte 1 de la historia, acabábamos de admirarnos por la gracia y misericordia del Dios Creador, quien no extinguió la raza humana después de su traición, sino que decide preservarla para seguir cumpliendo con su tarea de expandir el reino de Dios y ser sus agentes sobre la tierra. La maldición que Dios pronuncia sobre la serpiente en el huerto contiene también una promesa para el ser humano y un propósito de vida para la mujer: por medio de ella vendrá la simiente, la descendencia que librará a su pueblo de su pecado.

Retomamos nuestra narración considerando que ahora Eva lucha con su condición caída. Esto hace que vivir su diseño sea doloroso para cada mujer, significa que habrá tragedias, habrá infertilidad, habrá pérdida y confusión. Pero el diseño y su propósito sigue vigente, y da esperanza a cada mujer, sin importar su situación biológica de fertilidad.

Si seguimos con la historia, Eva sufriría el dolor de la decepción al entender que Caín, la descendencia que ella “consiguió del Señor”, como significa el nombre de Caín, no es la descendencia prometida. Sufrirá la pérdida más dolorosa que una madre puede sufrir, la muerte de uno de sus hijos, y más porque fue a mano del que ella pensó sería el indicado.

Para cuando Dios le manda a Set, creo que Eva ha madurado y entiende que Dios ha señalado este hijo para algo especial. Y así es. Por medio del linaje del justo Set, vendrá el justo Noé, Abraham, David, y finalmente, el Justo (con mayúsculas) bebé santo en un pesebre.

Si partimos de este punto donde estamos en Génesis 3 y 4, y vamos siguiendo la historia que la Biblia nos narra, podemos trazar un hilo en particular que nos ayuda a comprender la maternidad desde una perspectiva bíblica… la maternidad en el plan de Dios.

¿Puedes imaginar un tren del tiempo conmigo? Si fuéramos a parar en cada estación donde este hilo sale a la superficie y se ve claramente, tardaríamos mucho tiempo. Es increíble cuantas veces en el Antiguo Testamento vemos juntos en el mismo pasaje a una mujer dando a luz, o deseando tener un hijo, o sufriendo la infertilidad… y en el mismo pasaje o historia vemos la promesa reiterada o alguna señal de ella, y vemos a un Dios leal, fiel, soberano y proveedor.

Piensa en lo que sabes de la historia de Abraham y Sara. Sara era infértil, pero Dios había dicho que en Abraham serían benditas todas las familias de la tierra. Isaac y Rebeca—ella también fue infértil por años. Piensa en la mamá de Moisés, y luego las parteras Israelitas en Egipto que fueron bendecidas con hijos propios por su fidelidad y valor al proteger las vidas de bebés judíos. Recuerda la historia de Ana. No tenemos tiempo para considerar a todas, pero al estar pasando estación tras estación, quiero que nos detengamos un momento en una estación del tren de la fidelidad de Dios hacia las mujeres y hablemos de la historia de Rut. 

Si has leído el corto y fascinante libro de Rut, sabes que se trata de una familia judía que abandona su hogar en Judá para encontrar sustento en el país de Moab. El papá muere ahí, los dos hijos se casan y fallecen también, y Noemí, una de las protagonistas de la historia, se queda con sus dos nueras moabitas. Enterándose de que ya ha pasado el tiempo de hambruna en su región natal, Noemí decide regresarse sola. Sus nueras quieren acompañarla como sus costumbres probablemente les exigían, pero Noemí intenta convencerles de quedarse en su país donde tendrán mucho mejor oportunidad de volver a casarse.

Orfa le hace caso a su suegra, pero Rut no. En una magistral narración llena de contrastes y contradicciones e ironías y hermosas sorpresas, los hilos de la infertilidad, la simiente, el linaje real (porque Rut, una moabita, supuestamente enemiga de Dios, es bisabuela del Rey David), y la redención tejen un cuadro que apunta al amor leal del Dios redentor. El carácter de Dios y su trato hacia las mujeres en esta historia nos deja muy claro algo que todas tenemos que recordar: vivir en el cuerpo de una mujer creada a la imagen de Dios con la capacidad de sostener vida no se trata de mí. Se trata de Dios. Historia tras historia en el Antiguo Testamento nos apunta a este Dios.

Podríamos hablar de David y Betsabé, y cómo Dios les quita a su primera descendencia por causa de su pecado de adulterio, pero luego les envía a Salomón, por medio de quién correrá el linaje de la simiente prometida. Un Dios fiel que ama con lealtad y busca nuestra redención.

La infertilidad es un tema repetido a lo largo del hilo del linaje de la simiente prometida. Imagínate cómo se sentían las mujeres judías en particular al saber que Dios ha prometido que un descendiente de Eva, y luego más específicamente un descendiente de Abraham y Sara, proveerá victoria. Proveerá una manera en que cada persona pueda tener acceso a Dios sin tener que matar animales y sin necesitar que un sacerdote rogara en su lugar. Mujer tras mujer por cientos de años daba luz a hijo tras hijo preguntándose si este será el prometido. Y mujer tras mujer también sufre la agonía de no quedar embarazada, perdiéndose de la posibilidad de proveer la simiente prometida a su pueblo.

Sara fue infértil por muchos años. Rebeca también. Y cuando llegamos al Nuevo Testamento nos topamos con otra mujer infértil que había sufrido los comentarios despectivos de otros por muchos años, y ya había aceptado que nunca tendría hijos. Su esposo, un sacerdote, llega a su casa un día después de haber estado sirviendo en el templo, y no puede hablar. ¡Ha quedado mudo! Toma la tableta de piedra que tienen ahí en la casa y la tiza, y comienza a escribir un mensaje a su esposa.

¡Elizabet habrá pensado que su esposo Zacarías se ha vuelto loco en su vejez! ¿Cómo ella va a tener un hijo ahora después de tantos años? Si estás en un lugar donde puedes buscar esta historia en Lucas 1, mira lo que Zacarías seguramente escribe para ella cuando le quiere contar lo que el ángel le dijo. Leo desde el vs. 13:

Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. 14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; 15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. 17 E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

Una mujer estéril y avanzada de edad va a quedar embarazada con el propósito de traer al mundo el que preparará el camino del Aplastador, de la simiente prometida que una vez por todas acabará con la enemistad.

Y ya que viene en camino el que preparará el camino, los siguientes versículos narran la conversación que el ángel ahora tiene con una joven virgen llamada María, para decirle que ella será la que portará en su vientre la Simiente tan esperada.

¡Espérame un momento! Mujer tras mujer ha anhelado experimentar la maternidad para poder traer a Israel y al mundo la simiente prometida, y ahora resulta que la que será el instrumento para este evento épico no puede estar embarazada. Es imposible. Humanamente hablando.

Lucas rompe el silencio de 400 años en las Escrituras de esta manera: Una anciana estéril esperando bebé. Una joven virgen embarazada. Dos embarazos. ¡No puede ser! No tiene lógica.

Pero es que olvidamos algo clave. La maternidad nunca se ha tratado de la que la experimenta. La maternidad, la feminidad (el vivir en un cuerpo femenino diseñado para portar y sostener vida) se trata de la gloria de Dios al llevar a cabo su perfecto plan. La que porta esa vida, o expresa su diseño nutriendo a otros, lo hace porque es creada a imagen del Creador y para Su gloria.

De esta manera irónica y contradictoria, llega el mensajero que anunciará la llegada de la simiente prometida. Y llega el Aplastador. 

Desde que Adán decidió creerle a Dios su promesa, y como señal de su fe nombra a Eva, “Madre de todos los vivientes”, hasta María y José aceptando y abrazando el doloroso privilegio de ser instrumentos en el cumplimiento de la promesa de la simiente prometida que vencería al enemigo y proveería el camino de restauración y glorificación a todos los creados a imagen de Dios, vemos a Dios Creador obrando su Plan. El es el narrador y su Hijo es el protagonista de esta historia de la maternidad. ¿Alguna vez lo habías pensado así?

La historia de la Biblia comienza con el Dios Creador en Genesis 1 que inició una relación con sus seres creados en Génesis 2. Este Dios vistió a Adán y Eva, pecadores, los insertó en este glorioso drama de la redención. Generación tras generación de mujeres experimentan la decepción que comenzó en el Eden junto con la esperanza que las promesas de Dios proveen. El pueblo de Dios se forma a través de Abraham y Sara, continúa a lo largo de la esclavitud en Egipto, es rescatado y dado la ley de Jehová en el desierto, donde vagan por 40 años a causa de su incredulidad.

Llegan a la tierra prometida y ahí se plantan como nación de Dios, pero provocan la ira de Dios al pervertirse como las naciones a su alrededor. Dios les provee de jueces y al final, de un rey, David, que recibe la promesa que hace eco de Génesis 3:15, una descendencia cuyo reino de salvación sería eterno. Pero sus descendientes caen en idolatría y experimentan el juicio de Dios. Después de regresar algunos de la cautividad y construir un pequeño templo, mucho del pueblo de Dios sigue dispersado entre otras naciones. Y ahora después de 400 años de silencio ha llegado la tan esperada Simiente de la Mujer. ¡Yahweh Elohim no se ha olvidado de sus hijos! En todo el camino ha usado a mujeres débiles para preservar el linaje de la Simiente.

La realidad es que ninguna persona ha podido existir aparte de Dios. Dios el Creador es la fuente de vida, física y espiritual. Sin estar reconciliada con Dios, cada persona tiene que sufrir la muerte eterna. Esta es la consecuencia del pecado de la Mujer, y de Adán, y de cada una de nosotras, de cada uno de nuestros hijos. La historia de la maternidad es una historia de gran necesidad, de tragedia eterna en algunos puntos, y de esperanza eterna en otros.

Cada mujer que ha recibido el privilegio de ser portadora de vida también ha heredado la naturaleza pecaminosa. La Biblia es clara en este punto en Romanos 5:12. Todos heredamos la naturaleza pecaminosa de Adán y Eva: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Nunca podremos entender la vida, y nunca podremos entender nuestro diseño femenino (la maternidad) y todas sus facetas y retos, si no creemos que esta es la gran realidad que vive cada persona. Todos somos pecadores, y desde el momento que nacemos, empezamos a morir. Y el único que puede quitar la pena de muerte y dar vida eterna es el Aplastador. La Simiente prometida.

El bebé que María cargó creció y vivió una vida perfecta. En lo más profundo de nuestro ser, creo que cada madre ha deseado tener hijos perfectos que no pecan. ¡Pero me imagino que, si hablaras con María, ella te podría contar el reto que fue!

Esa vida perfecta es clave. Si Jesús peca, su muerte solo pagaría por su propio pecado. Pero si viene, Dios hecho hombre, exponiéndose a todas las debilidades y vulnerabilidades de un ser humano, pero sin pecado, entonces puede satisfacer el requisito de un Dios santo al sacrificar su vida por sus hermanos y hermanas de carne. Como dice Romanos 6:23, La paga del pecado es la muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

La historia de la maternidad es la historia de pecadoras, portadoras de vida, que tienen la posibilidad de ser salvas por medio de esa simiente. La historia de la maternidad es la historia de un milagro eterno, de salvación llegando al pueblo de Dios, y a todas las naciones. Es participar en la mejor historia jamás contada.

Porque el bebé creció, vivió una vida perfecta, y fue muerto en una cruz cruel. Sufrió más dolor que cualquier madre ha sufrido, para cambiar su dolor en esperanza. Y resucitó de los muertos para vencer de una vez para siempre la muerte que Eva merecía, que yo merezco, que mereces tú, que merece cada hijo que nos ha nacido.

La maternidad sigue existiendo para la gloria de Dios, para llenar la tierra de adoradores de Dios, para expandir su reino corazón por corazón, porque Él merece ser creído y adorado y obedecido por cada ser humano hasta la eternidad.

Y ahora, ¿sabes quién tiene descendencia? ¡La Simiente! Cristo ha llegado a ser él que tiene descendencia. Escucha Hebreos 2:9-10. 9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. 10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. 

Cristo lleva a sus hijos a la gloria con Él. La iglesia es la descendencia de Cristo. Las madres también somos hijas, y al engendrar hijos, y nutrir vida, tenemos el privilegio de apuntar a otros, llevarlos hacia Él, para que lleguen a ser su descendencia también por medio de la fe y el arrepentimiento genuino.

¿Cómo termina la historia de la maternidad? Pues, sabemos que aun no ha terminado, ¿verdad? Todas las que seguimos vivas tenemos o tuvimos una madre, muchas somos madres, o planeamos o deseamos ser madres. Sabes, en esta era ya no anhelamos la maternidad para poder traer al mundo la Simiente prometida, sino para portar y nutrir vidas, tanto física como espiritualmente, con el fin de que conozcan y se conviertan en hijos de esa simiente prometida.

¿Tendrá fin esta historia de la maternidad? En el libro de Apocalipsis, vemos a la descendencia de Cristo toda reunida con Él en una cena. Me gusta pensar que así termina la historia de la maternidad, sentados todos en una cena (¡que las mamás no tuvimos que preparar!). Ya no portaremos vida ni nutriremos vida en representación del Creador, porque habitaremos con Él que dijo “Yo soy el camino, y la verdad, y LA VIDA”.

¿Qué es la historia de la maternidad? Es la historia del Creador fiel y su plan para preservar y redimir a sus criaturas hechas a su imagen por medio de portadoras de vida, para que le conozcan, glorifiquen y disfruten de él para siempre. Cada mujer necesita creer que Él es su Señor y Salvador, y someterse a Él como su criatura.

¿Te acuerdas de Katie? La cité al comienzo del episodio previo a este, que escribió su tesis doctoral contestando la pregunta ¿Qué es una madre? Katie cree que la maternidad es un sentimiento, que nadie puede definirla ni puede imponer sobre otra persona lo que significa. Esta creencia lleva a Katie a darle un valor inferior a la maternidad. Y al menospreciar la maternidad y su diseño original, ella rechaza también al Creador y su Simiente prometida. 

Pero para las seguidoras de Cristo, conocer y creer la verdadera historia de la maternidad, y conocer y creer en su Autor Divino, abrazamos SU definición de la maternidad y su propósito, y podemos convertirnos en mujeres cuya adoración y servicio diario refleja una perspectiva bíblica de la maternidad, sea cual sea nuestro estado civil o situación biológica de fertilidad. 

Al principio del episodio 150 mencioné la conexión entre la cabeza, el corazón y la conducta. Hay algunas creencias que nuestra mente necesita abrazar a raíz de haber visto la historia verdadera de la maternidad. Hemos mencionado algunas por el camino, pero ahora para terminar, quiero que las veamos directamente y como manera de evaluar nuestras creencias para ver si descubrimos algo que pudiera estar animando una adoración incorrecta en nuestro corazón, o acciones que no reflejan la verdad de la Palabra.

Probablemente has escuchado algo que dijo Tozer: Lo que tú piensas acerca de Dios es lo más importante acerca de ti. Es lo que te define.

El punto es este: Tus creencias acerca de Dios son lo más importante en tu vida. Determinan todo: tu vida diaria, tu destino eterno. Mientras más se alinean tus creencias acerca de Dios con la verdad de la Palabra, más acertadas serán tus ideas sobre quién eres tú también. Si estás engañada acerca de Dios, estás autoengañada también. No hay de otra. Así que cuando hablamos de “cabeza”, lo que buscamos es tener creencias acertadas que provocan una adoración correcta de nuestros corazones, y naturalmente, entonces, una obediencia que refleja la voluntad de Dios en nuestras acciones.

En cuanto a la maternidad y lo que hemos visto en la Palabra, vamos a resumir algunas verdades esenciales para abrazar:

  1.   Dios tiene autoridad y preeminencia sobre la maternidad porque es Creador, diseñador, y sustentador de vida. La definición de Dios de la maternidad es la única válida. Todo se trata de Dios, gira alrededor de Él y su plan. Es invento suyo la maternidad. Esto implica que mis preferencias y gustos en cuanto a la maternidad son secundarias, y como soy pecadora, son impactadas por mi pecado. Necesito urgentemente someterme a la autoridad y dirección de Dios en esta área. Necesito evaluar si comparto los valores de Dios en cuanto a mi feminidad y maternidad.

    No creo que sea muy probable, pero si habría alguien escuchando un podcast de la crianza, pero realmente no tiene deseo de ser madre, tienes que preguntarte si compartes la perspectiva de Dios sobre la maternidad. Si crees que TÚ decides cómo será tu maternidad, te animo a examinarte. Quizá es en cuestión de tiempos (me quiero esperar a ejercer primero mi carrera) o en cuestión de cuántos hijos (solo uno o solo dos porque queremos estar cómodos en la casa que tenemos o con nuestro estilo de vida). Quizá anhelas tener hijos y no tienes esposo, y te ves tentada a tomar otras medidas. Quizá simplemente menosprecias la maternidad en general, o sobrevaloras la maternidad, como si por ser madre tú eres más valiosa que otras personas.
     
  2.   El diseño divino de la mujer es el de madre. No hay diseño divino del sexo femenino que se pueda separar de la capacidad física y emocional e intelectual de criar, de ser canal de vida, de sostener y edificar y promover crecimiento. Primero, la mujer es una persona creada a imagen de Dios igual que el hombre. Este es el dato más importante acerca de tu diseño. Hay muchos aspectos de ese diseño que compartes con el hombre: tienes un alma eterna y el también; fuiste creada para adorar, y él también; tienes intelecto y emociones y él también. Hay muchos aspectos del diseño que no son únicos de ser mujer. Pero cuando Dios decidió variar el diseño entre dos sexos, lo primero que dijo fue que se deben multiplicar. El punto de crear dos géneros fue para la reproducción, para que hubiera una raza de criaturas que reflejaran su imagen expandiendo a lo largo del mundo.

    Al llegar el pecado el mundo, afecta a todo, y esto significa que, para empezar, no todas las mujeres serán madres biológicas (yo creo que antes de la caída sí lo hubieran sido). No quiero decir que el pecado de una mujer específica causa que ella no tenga hijos, sino que es consecuencia de vivir en un mundo roto: Sea porque algún funcionamiento físico de su cuerpo está roto, o del cuerpo de su esposo, o porque no se casa, cada mujer se va a entender mucho mejor a sí misma si abraza el hecho de que su diseño físico original se centraba en la maternidad. Creo que Dios ha dado a todas las mujeres la comisión de usar su diseño para Su gloria, sea por medio de la maternidad biológica o la espiritual, o una combinación de ambas.
     
  3.   La maternidad física y espiritual es un privilegio divinamente otorgado con consecuencias eternas. El Evangelio le da un nuevo propósito a nuestra maternidad física y espiritual. Todas las mujeres creyentes tenemos el privilegio y responsabilidad de ser canales de vida para otros. Una de las maneras principales es que todas podemos ser “madres espirituales”, instrumentos para el crecimiento espiritual en la vida de mujeres más jóvenes o más nuevas en la fe dentro del contexto de nuestras iglesias locales. De hecho, creo que Tito 2 nos ayuda a ver que esta es posiblemente la manera principal en que la mujer ejerce su diseño dentro de la iglesia. La mujer fue llamada a ejercer los dones que su diseño le otorga no tanto en liderazgo y autoridad espiritual como en discipulado y relaciones personales. Esto es algo hermoso que muchas menospreciamos porque no valoramos la gran sabiduría de nuestro Creador y Salvador como un Dios de orden. El orden que Él ha establecido para su iglesia promueve el crecimiento de cada miembro, y las mujeres tenemos un rol clave a través de la maternidad espiritual. Esto tiene repercusiones eternas.

No conozco tu corazón, pero Dios sí lo ve. ¿Estás luchando para someterte a Dios? ¿Has rechazado que tu diseño, tu identidad divinamente dada, es el de ser canal de vida física y espiritual? ¿Vives centrada en ti misma, tus sueños, tus planes? ¿Aferrada tu control sobre tu propia vida? Contempla la hermosura del Plan de tu Creador y su carácter completamente confiable y sométete a su bondad.

¿Te sientes abrumada, dudando de cómo vas a poder vivir tu maternidad para la gloria de Dios en medio del ajetreo de la crianza diaria? ¡No se trata de ti ni de tus fuerzas ni de tu astucia! Ríndete al poder transformador de Dios y pídele que te ayude a poner tus ojos en Él cada día. 

La maternidad como un concepto general no puede existir en mi mente fuera de su Creador. Y mi maternidad como un concepto personal (sea que lo experimente físicamente o no) no puede existir en mi mente fuera del Plan perfecto de Dios.

Que Dios te bendiga mientras meditas en estas verdades esta semana. 

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Autor

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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